Revista POLIMNIA, nº 5
EDUCACIÓ N EN VALORES
LAS HERIDAS DEL ALMA Un insulto es una violencia verbal que te hace sentir mal y no sirve para solucionar problemas. Duele o enfada y sólo sirve para humillar. Lo contrario es una apreciación, que te hace sentir que vales. Con demasiada frecuencia, la impaciencia, la imprudencia o el egoísmo hieren la sensibilidad de las personas con quienes convivimos, deteriorando poco a poco las relaciones entre las personas, sin que el hecho de rectificar logre borrar las cicatrices que generamos. Resulta positivo que todos nos concienciemos acerca del significado y las consecuencias que acarrea cualquier tipo de violencia en las relaciones humanas. El saber apreciar las cualidades positivas de quienes nos rodean es de gran importancia; en todas las personas hay algo positivo que, si lo potenciamos, acabará saliendo a la luz. Podríamos ilustrar esta afirmación con la siguiente historia: Un padre tenía un hijo con muy mal carácter. El hombre decidió, para intentar una solución, darle una bolsa de clavos y le dijo que, cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavó 37 clavos. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo un día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que consiguiera dominarse. Los días pasaron y el joven, finalmente, pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todas esas huellas. Esta puerta nunca será la misma. Cada vez que pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que ves aquí. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo en que se lo digas lo dañará y la cicatriz perdurará quizás para siempre. Ciertamente, a la hora de relacionarnos hay que reconocer lo evidente: es fácil que nos equivoquemos o dañemos a los demás y, posteriormente, nos disculpemos. Lo difícil, lo que hace resaltar nuestra calidad humana, no se encuentra en el acto de desclavar el clavo, sino en adquirir poco a poco el dominio sobre nuestros golpes, de forma que éstos no se produzcan, evitando con ello las lesiones irreparables, por mínimas que sean, que siempre les acompañan. Recopilación y adaptación: Soledad Contreras Gutiérrez, Profesora del Dpto. de Lengua Castellana y Literatura
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