La viuda negra A.F.F. 2007
Escrito por Roberto Rodríguez. (adaptación de una leyenda urbana)
Roberto se despertó sobresaltado por algún sonido en el ambiente, tras verificar la casa y ver que todo esta en orden ve la hora. Son las tres de la mañana, ya despierto prepara un café y se da una ducha, ya que a pesar de la hora son 32 los grados que marcaba el termómetro en el visor digital del teléfono, la fecha 27 de abril del año 2085. Tras un café y un cigarro, decide ir a la calle, saca su BMW-Z3 un clásico que ya no se veía en las calles de Montevideo. Afuera llovía como casi todas las noches, lo que producía un efecto de reflejo en las calles de la ciudad y aturdía los sentidos. Ya en la calle, se dirige hacia 18 de Julio lentamente y escuchando una antigua canción del grupo AC/DC. La ciudad como todas las noches esta oscura y la fauna en ella se repiten, niños mendigando, maleantes, drogadictos, prostitutas, y sobre todo, caos; Ya que la compañía que se encarga de mantener el orden en la ciudad, “P.C.U” (Policía Ciudadana Unida), cumple sus funciones desde la salida del sol hasta la puesta del mismo, el resto del día la ciudad queda a la deriva. Por costumbre se dirige a la Ciudad Vieja, allí esta en la esquina de la calle Piedras y Guarani, frente al antiguo “Shopping del Puerto”, hay un pequeño cabaret que Roberto frecuenta. Al bajar del BMW saca de la guantera su Mágnum 3.57 que siempre lo acompaña. Mediante un intercambio de saludos con Eduardo Sánchez, un patovica que hace las funciones de portero y son amigos hace años, pasa al lugar. Esa noche noto que había una nueva bailarina, de 30 años aproximadamente. “La Viuda Negra” la llamaban, una mezcla de mulata brasilera y bailarina de danza árabe. Su baile sensual y exótico con música que fusionaba el New Age y toques de música arabesca. Fue tal la fascinación que sintió por aquella morocha de ojos negros y profundos como la noche misma, y cabello negro casi azul largo por las caderas. Espero que finalizara su rutina y pidió a Eduardo que la llevara a su mesa, tras un whisky añejo que era traído solo para Roberto, (J&B), se marcharon a su casa. Esa noche fue un éxtasis de sexo y la fantasía para Roberto y La viuda Negra. Su nombre real era Alicia Fabiana Frustaccio. Roberto se despierta al otro día, encontrándose solo en la casa, sin mas compañía que un pañuelo negro que Alicia llevaba la noche anterior en el cuello, y una nota en el espejo echa con labial rojo, que decía “Hasta siempre, como ayer. A.F.F.”. Pasaron unos días y Roberto volvió al cabaret en busca de Alicia, dentro no la encontró así que pregunto a Eduardo por ella. Eduardo le explica que Alicia había comenzado a trabajar allí la noche que Roberto la conoció, pero no había vuelto. Lo único que tenia era un número de teléfono que le facilito a Roberto. Roberto se lo agradeció y volvió a su BMW. Una vez en el vehículo, se conecta con la red por un ordenador que tenia a bordo, intentando ponerse en contacto con un amigo que podía serle útil en este momento ya que era uno de los mejores hacker de Uruguay. Como no lo ubico, decidió llamarlo por teléfono, y al otro lado de la línea contesta su amigo.
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Hola quien habla. Pablo, soy yo Roberto, preciso un favor tuyo. Roberto, tanto tiempo, en que puedo ayudarte. Tengo un numero de teléfono y quiero saber de donde es. Pásamelo y te envió la información por la red. OK te lo paso, es el 025137216270697. Hasta pronto Roberto. Hasta la próxima pablo y gracias.
Veinte minutos mas tarde llega la información a Roberto. El numero es de una casa ubicada en camino Maldonado y Carlo Magno, una zona residencial de barrios privados. Acude a la dirección y en la misma lo atiende un anciano de 87 años en una silla de ruedas. Roberto se presenta y el anciano también, su nombre es Damián. Escucha la historia de Roberto y Alicia, (sin muchos detalles que Roberto prefiere obviar), y le contesta a Roberto lo siguiente. “Alicia hace años que ya no esta con nosotros”. Roberto insiste que la quiere ver, saber donde esta. Damián sin discutir le da una dirección donde podía encontrar a Alicia si quería. Roberto agradece al anciano y se dirige a la dirección que le habían dado. Gonzalo Ramírez y Petrarca, un edificio de cristal. Lo recibe una recepcionista, Roberto le consulta por Alicia y le da todos los datos que él tiene. La recepcionista tras teclear la información en su ordenador le indica que la acompañe. Se dirigen por una gran galería, donde aparecían nombres en las paredes, Roberto pregunta, ¿Dónde estamos?. Un lugar de descanso responde la recepcionista, acá descansan los que ya no están con nosotros. Y le muestra a Roberto lo que buscaba. Sobre una de las paredes se lee. “Alicia Fabiana Frustaccio – 1974/2007”(Tu hijo te recordara siempre, Damián.)