La Piel De La Cultura

  • Uploaded by: Estela Dominguez
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LA PIEL DE LA CULTURA Derrick de Kerckhove CAPÍTULO 1 TECNOPSICOLOGIA LOS EFECTOS DE LAS TECNOLOGIAS ELECTRONICAS La primera vez que vi una máquina de telefax fue a comienzos de 1972, en el Centro de Cultura y Tecnología de la Universidad de Taranta, entonces dirigido por Marshall McLuhan. McLuhan quería que yo viese el nuevo artilugio y que estuviera disponible para traducir. Estaba esperando un mensaje del ministro de cultura francés, el célebre novelista André Malraux, y, por supuesto, tenía previsto enviarle un mensaje de vuelta en francés. Creo que la idea era probar el sistema a una distancia transatlántica. El propio Malraux no era el remitente, sino uno de sus ayudantes quien envió saludos de su parte, y nosotros se los devolvimos. Recuerdo que no quedé decepcionado porque Malraux mismo no había entrado en acción, porque quedé totalmente fascinado con aquel extraordinario artefacto. Parecía como si besara el teléfono y susurrara un mensaje a su oído. ATURDIMIENTO TECNOLOGICO La misma máquina fue utilizada unos años más tarde por Salvador Dalí. Envió un dibujo desde Nueva York disculpándose por no poder asistir a un congreso sobre Conciencia Céltica al que fue invitado como uno de los conferenciantes principales. Viendo el fax de Dalí y reflexionando sobre la firma del famoso pintor, envidié a aquellos lo suficientemente afortunados como para poder permitirse semejante tecnología. Para mi sorpresa, pasaron algunos años sin que nadie hablara de los telefax, ni siquiera en el entorno de McLuhan. El aparato más parecido a una máquina de fax que vi en diez años fue un viejo teletipo de Texa's Instrument, que un amigo me prestó durante unos días en 1982. Pero si en 1985 no tenías una máquina de fax o acceso a un fax, es que obviamente habías perdido todo contacto con la realidad. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué había pasado tanto tiempo hasta que la gente se diera cuenta de que simplemente no podía vivir sin telefax? Una demora similar se produjo con los contestadores telefónicos automáticos que fueron puestos a la venta e incluso agresivamente promocionados a mediados de los años sesenta. Lo mismo ha ocurrido con nada menos que una tecnología como la televisión que, después de que fuera usada esporádicamente ya en 1928, fue desempolvada después de la Segunda Guerra Mundial. Un retraso similar se está produciendo con las videoconferencias, que ocasionarán accidentalmente una explosión en el mercado tal como lo hizo la máquina de fax1.1 Por supuesto, siempre hay una explicación de fondo para todo. Lo que ocurrió con el aturdimiento tecnológico del telefax es que, a comienzos de los años setenta, los sistemas telefónicos internacionales no estaban preparados para asumir una nueva 1

Según Early C. Joseph :” El desarrollo, por lo general, requiere más tiempo del que se pronostica. A pesar de la creencia generalizada de que el mundo está cambiando cada vez más deprisa, una revisión de las innovaciones pasadas muestra que hace falta mucho tiempo para que una innovación alcance éxito comercial. Por ejemplo, los transistores fueron inventados hace cuarenta años en los laboratorios Bell. Fue necesario casi un decenio para que dichos dispositivos se utilizaron en computadoras, y alguno más antes de que encontraran su camino como bienes de consumo. El horno microondas, por ejemplo, necesito más de veinte años para introducirse con éxito. Los largos plazos también pueden aplicarse al tiempo que se necesita para que uno de estos productos desaparezca. Un estudio de los 25 primeras marcas de los años veinte demuestra que todavía hoy siguen siendo número uno en sus categorías “ Lessons fron Past Errors”, en Futures (noviembre de 1990): 988.989

carga. Mientras tanto, los japoneses, particularmente interesados en encontrar un medio para comunicarse en su sistema de escritura, tan difícil de manejar, se habían puesto a la cabeza en la investigación y el desarrollo del telefax. Presionaron al mercado e hicieron caer drásticamente los precios. Pero eso es sólo la mitad de la historia. La otra mitad es que la mejor y más útil tecnología del mundo no puede imponerse por sí misma a un público que no está preparado. Y la razón es que no habría sitio para ella en nuestra psicología colectiva. Por lo menos, no inmediatamente. TECNO-FETICHISMO Por otro lado, cuando las tecnologías de consumo finalmente se introducen en nuestras vidas, pueden generar una especie de fetichismo obsesivo en sus usuarios, algo que McLuhan llamó una vez la narcosis de Narciso. En verdad, parecemos desear que nuestras máquinas personales, ya sean un automóvil o un ordenador, estén dotadas de poderes que vayan más allá del uso que nosotros hacemos de ellas. Aunque muy pocos de nosotros pudiera considerar seriamente competir en carreras de rally, queremos que nuestro Toyota sea capaz de circular al doble del límite de velocidad fijado en las autopistas. El fotógrafo aficionado no se plantearía llevarse todos los comestibles de la tienda a casa, pero cargaría de buen grado con todo el equipo, incluso durante una escalada a una montaña, antes que ser sorprendido sin el último producto de Nikon o Minollta. Desde el momento en que acceden a los ordenadores, nuestros niños desarrollan una especie de adicción a la velocidad que les hace aullar y patalear si sus programas favoritos tardan más de un nanosegundo en cargarse. Donde otros observadores de los fenómenos culturales habrían apelado a las fuerzas de la mercadotecnia, McLuhan vio en este fenómeno un patrón puramente psicológico de identificación narcisista con el poder de nuestros juguetes. Considero esto como una prueba de que estamos realmente convirtiéndonos en cyborgs, y que, así como cada tecnología extiende una de nuestras facultades y trasciende nuestras limitaciones físicas, tendemos a adquirir las mejores extensiones de nuestro propio cuerpo. Cuando compramos nuestro equipo de vídeo domestico, queremos que tenga las mejores funciones de edición posibles, no porque vayamos a usarlas jamás, sino porque nos sentiríamos minusválidos e inadecuados sin ellas. Probablemente se trata de un enfoque saludable que no revela ninguna patología. Ciertamente, sugiere que somos perfectamente capaces de integrar dispositivos en nuestra propia identidad, y seguramente dentro de nuestros propios cuerpos. Semejante habilidad prepara el terreno para el desarrollo de nuestra psicología, una psicología mejor equipada para tratar con el mundo que se avecina. En el momento actual, reaccionamos demasiado lenta y prudentemente. Algunos de nosotros vamos a entrar en el siglo XXI con la estructura psicológica de los campesinos del siglo XIX. Nuestros sistemas políticos y educativos siguen muy retrasados respecto de nuestra tecnología y nuestros mercados, estos últimos concebidos de acuerdo con criterios que son efectivos para gestionar empresas comerciales, pero escasamente eficaces para tratar con los problemas y valores de un mundo en transformación. TECNOPSICOLOGIA Es un tópico decir que no perdemos lo que no conocemos, y también ese otro que afirma que la publicidad crea necesidades que no estaban ahí anteriormente. Tales banalidades están basadas en el presupuesto incuestionado de que todos los seres humanos fueron creados no solamente iguales, sino todos al mismo tiempo y sin posibilidades en evolución. Nada podría contradecir más los hechos de la vida. Hemos sido constantemente construidos y reconstruidos a partir de nuestras

propias invenciones. El mito de la universalidad fundamental de la humanidad es sólo un producto del sabio ejercicio intelectual de un filósofo del siglo XVIII. Nuestra realidad psicológica no es una entidad natural. Depende parcialmente del modo en que nos afecta nuestro entorno, incluidas nuestras propias extensiones tecnológicas. Una forma de ver la psicología, entendida como hecho vital y como ciencia, es proponer que su objetivo es ofrecer una interpretación comprensiva y actualizada de nuestras vidas en la medida en que están siendo afectadas por nuestro sustrato cultural siempre en mutación. Por consiguiente, entre sus muchas funciones reguladoras, la de la psicología sería interpretar e integrar los efectos de la tecnología sobre nosotros. Uno de los papeles de nuestra psicología personal es crear una ilusión de continuidad cuando hay rupturas culturales y psicológicas y, así, amortiguar los efectos de la realimentación tecnológica en nuestro sistema nervioso. Si careciéramos de algún tipo de entorno personal estabilizador, estaríamos en un permanente estado de shock respecto del trauma cultural que supone enfrentarse a las nuevas tecnologías. Seríamos como Chancy Gardiner, el personaje principal de la novela Being there, de Jerzy Kosinski. Después de vivir toda su vida adulta frente a la televisión, Chancy sale a la calle por primera vez y descubre con absoluto desaliento cómo, por alguna razón desconocida, su mando a distancia ya no funciona. La tecno-psicología es el estudio de los estados psicológicos de las personas sometidas a la influencia de las innovaciones tecnológicas. La tecno-psicología podría abarcar todo aquello que tienen de relevante las extensiones tecnológicas de nuestras facultades físicas. La tecno-psicología podría proponerse como un área específica de los investigadores de la cultura mientras que la psicología quedaría como el campo de las actividades de la psicotecnologías. PSICOTECNOLOGÍAS. He acuñado el término psicotecnología , basado en el modelo de la biotecnología, para definir cualquier tecnología que imita, extiende a amplía los poderes de nuestras mentes.Por ejemplo, mientras la televisión es generalmente percibida como un conducto de material audiovisual en una sola dirección, podría resultar útil a los psicotecnólogos considerarla como la extensión de nuestros ojos y nuestros oídos que alcanza los lugares donde las imágenes se originan. Cuando la televisión se entiende desde a perspectiva, importa poco si el programa está grabado o si es en directo. Ciertamente, el teléfono, la radio, la televisión, los ordenadores y otros media se combinan para crear entornos que, en conjunto, establecen estados intermedios de procesamiento de información. Éste es el campo de las psicotecnologías. Vista así, la televisión se transforma en nuestra imaginación colectiva proyectada fuera de nuestros cuerpos, que galvaniza en una teledemocracia electrónica y consensual. La televisión es como Bill Moyers la calificó, una mente pública2 Este terreno público se vuelve más explícito durante una videoconferencia. Con las videoconferencias y los videoteléfonos, la televisión aprovecha la flexibilidad y la instantaneidad conseguida por el teléfono. Sin duda tales tecnologías no sólo extienden las propiedades de emisión y recepción de la conciencia, sino que también penetran y modifican la conciencia de sus usuarios. La realidad virtual se halla aún más cerca de este efecto. Incorpora el tacto a los sentidos de la vista y el oído, y está más próxima a inyectarse en el sistema nervioso humano de lo que ninguna otra tecnología ha estado nunca. Mediante la realidad virtual y la robótica de telepresencia nosotros proyectamos literalmente nuestra conciencia fuera de nuestros cuerpos y podemos contemplarla objetivamente. Es la primera vez que los seres humanos han sido capaces de hacer tal cosa. 2

La Cadena NBC emitió la serie en cuatro capítulos “ Televisión, The Public Mind” , de Hill Moyers, durante la temporada de 1989.

Con la televisión y los ordenadores hemos desplazado el procesamiento de información desde el interior de nuestros cerebros hacia proyecciones que se encuentran frente a nuestros ojos, en lugar de detrás de ellos. Las vídeo tecnologías se relacionan no sólo con nuestro cerebro, sino con todo nuestro sistema nervioso y nuestros sentidos, creando las condiciones para una nueva psicología. Todavía tenemos que establecer los términos de la relación con nuestras proyecciones. Eso ayudaría a comprender que la televisión no entra en competencia con los libros, sino que sugiere algo enteramente diferente. Propone una imaginación colectiva como algo que de hecho podemos consumir, aunque no podamos todavía participar en ello. Esa característica esencial, la interacción, una capacidad que garantiza nuestra autonomía individual en el interior de una poderosa corriente de colectivización psicotecnológica, está siendo producida por los ordenadores e incluso en mayor medida por las redes de ordenadores.

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