La Copa De Jerez

  • June 2020
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  • Words: 2,672
  • Pages: 11
La COPA DE JEREZ P.J. RUIZ

2008

-

Mira ese cofre. Dime si ves en él algo raro.

-

¿Algo raro?

-

Sí. Algo que te llame la atención.

-

Es viejo.

-

Mucho.

-

¿De cuando? No distingo bien a qué estilo pertenece.

-

Digamos que es de una época que… un tiempo en el que aún no habían aparecido los estilos.

-

No entiendo.

-

Antiguo, Tomás. Antiguo de verdad.

-

Ya. ¿Y qué hay dentro, si puede saberse?

-

No lo sabe nadie.

-

¡Ah! Un misterio, ¿eh? ¡Para eso me has llamado!

-

Si. La verdad es que sí. Uno muy muy grande.

-

¿Si? A ver, explícate, intrigante.

-

Deja que te ponga antes una copa de un buen jerez. Bébelo con calma, que es muy caro, y no me agradaría ver cómo te lo zampas de golpe como si fuese uno de esos cubatas horribles que tanto te gustan.

-

Anda, no seas así y dame ese vino.

-

Verás. Compré esta maravilla a un árabe a los pies de la Alhambra hace un par de semanas. Él se lo había comprado a un sirio cerca de la Meca, y el sirio a un bereber que decía haberla tenido escondida en un nicho familiar en medio del desierto durante siglos.

-

Alucinante ¿Has autentificado todo eso?

-

No. No lo he hecho porque son temas en los que no queda más registro que la transmisión oral, por tanto es inútil profundizar. Pero me fío de la buena fe de mi árabe. Pertenece a una estirpe familiar antigua y de moral recia.

-

¡Dios santo, Carlos! ¡Seguro que te han timado! Ya sabes como son los moros.

-

Si, lo sé. Pero realmente creo que no me han estafado esta vez.

-

Aun recuerdo aquellas turquesas que te endosaron.

-

Bueno, se las regalé a Nuria e hicieron su efecto, ya sabes.

-

¿Con Nuria? ¿Tú?

-

No me puedo quejar, no. Pero agarra bien los ojos, que se te salen, jajajaj

-

Eres un caso. Sacas petróleo de donde sólo hay agua.

-

Pero volviendo al cofre y dejando el tema de Nuria, te aseguro que aún no sabes qué es lo que estás viendo.

-

¡Vamos, hombre, que te veo venir! No me digas que es el arca de la alianza porque no lo es. No se corresponde con las descripciones exactas de la antigüedad, y además, ese arca está enterrada en un lugar al norte de España. Me lo confesó un andaluz loco no hace mucho.

-

Al que creíste a pies juntillas.

-

Me dio pruebas irrebatibles, si. Le creí.

-

No es el arca de la alianza, Tomás. Es mucho más antigua que eso, te lo aseguro.

-

¿Y como lo sabes? Podría estar envejecida con productos de todo tipo. Hay piratas muy buenos haciendo esa clase de cosas, y más en los badulaques árabes.

-

He sometido un trocito a la prueba del carbono 14.

-

¡Vaya! Te lo has tomado muy en serio por lo que veo.

-

Sí, y por eso estás aquí, por lo serio que el asunto es.

-

Ya. ¿Y cual es la datación, si puede saberse?

-

Tiene unos 12000 años, aunque la cifra podría aumentar considerablemente debido a un suceso de carácter devastador que aconteció en esa fecha y que alteró los valores del carbono como trazador. De hecho seguro que es mucho más antiguo.

-

¡Me tomas el pelo! ¡Nadie hace 12000 años fabricaba cofres de madera tallada, hombre!

-

Tomás… tiene 12000 años. Ya te digo que posiblemente muchos más aún.

-

Bueno, vale… No quiero discutir ahora contigo lo que está más que documentado por los historiadores, pero dime. ¿Quién, según tú, pudo hacerlo y para qué? Me da curiosidad ver hasta donde quieres llegar.

-

El beduino contaba que su familia había ganado el cofre en una apuesta de caballos cerca de Baalbeck, en el Líbano. Se la jugó un rico vicioso local, alegando que se trataba de una muy antigua herencia familiar que había llegado a su poder a través de una transmisión de miles de años. ¿Te importa que me fume este habano?

-

Para nada. Pues tuvo pocos escrúpulos el hombre jugándose su reliquia familiar, ¿no?

-

Si, desde luego. O eso o un exceso de palabra, porque cuando te diga lo que el cofre es verás que nunca nadie tuvo que ponerlo en circulación, por más que le gustasen los caballos.

-

Soy todo oídos, amigo.

-

En los textos antiguos de los sumerios se recoge un momento espectacular, un hito desaparecido de la historia que el hombre ha manipulado para poder comprenderla desde su estrecha perspectiva de gobernante supremo del planeta.

-

Sigue.

-

Se dice que en la época en que dioses y hombres convivían se tuvo noticias de una devastación por acontecer, una terrible tragedia que acabaría lanzando los océanos sobre tierra firme, acabando con la civilización de un modo absoluto.

-

¿Te refieres a…?

-

Si, al Diluvio. Ya te he hablado otras veces de eso, así que sigo sin repetirme. Sabedores del daño enorme que algo así supondría para su sustento, los dioses salvaron por todo el mundo a algunos hombres considerados necesarios para repoblar la devastación y a animales de tipo variado, pero su joya más preciada la escondieron personalmente en las galerías más profundas de la antigua Baalbeck, construidas con piedras tan enormes que jamás podrían ser violentadas por catástrofe alguna.

-

Ya. ¿Y qué era ese tesoro tan valioso, si puede saberse?

-

Semillas.

-

¿Semillas?

-

Si. Semillas de trigo, cebada, maiz, avena y otros cereales traídos desde su planeta y modificados genéticamente hasta hacerlos cultivables en el nuestro. El fruto de muchos años de experimentación en campos de material transgénico situados en los márgenes del Éufrates y custodiados por guardianes autorizados para matar. Los Querubines.

-

¿Me estás hablando…?

-

Sí. El bíblico Edén.

-

Veo que estás inmerso en la locura, pero por mí, mientras te quede Jerez… Anda, sigue. En el fondo me gusta tu imaginación.

-

Ponte cuanto quieras. Ya te dije que es muy bueno, y no se me ocurre mejor ocasión que esta para gastarlo. Pues bien, esos seres escogieron detenidamente las semillas adecuadas y las preservaron en pequeños contenedores aislados que situaron dentro de cofres como el que ves ahí, pero este, curiosamente, no lo tocaron para nada, permaneció intacto e inviolado, porque, por algún motivo, su única intención era que se perpetuase más allá del evento. Para ellos eso constituía lo importante, aunque al parecer no debían sacarlo del planeta, lo cual hubiese sido mucho más seguro. Desconozco el motivo. Los llevaron a las galerías profundas y allí quedaron mientras Noé y los suyos, además de otro

centenar de embarcaciones de las que no han quedado ni las leyendas, capeaban el embate de las olas que azotaron el mundo un 14 de Julio. Meses después, en medio de un panorama devastado por reconstruir desde sus cimientos, los dioses volvieron y sacaron los cofres a la luz levantando aquellas piedras saturadas de barro. Confiados plenamente en que todo estaba en orden hicieron fastos antes de abrirlos, y después sembraron el nuevo mundo con las semillas contenidas mientras el hombre iniciaba su nueva irradiación. -

¿Y qué pasó con el cofre en cuestión?

-

Pasado el peligro lo separaron de los demás y lo llevaron a un sitio perdido, lejos de los confines de lo que hasta entonces había sido el centro del mundo, es decir, la zona mesopotámica y el valle del Indo.

-

¿Sabes el sitio?

-

Sí. Lo enterraron profundamente bajo la actual Carnac, Francia, y omitieron deliberadamente dejar constancia alguna del hecho. Pero el mal se abre paso y no se deja olvidar tan fácilmente.

-

¿El mal?

-

Si. Ese cofre tiene mucho que ver con eso. Espera y verás, porque ahora llega lo fascinante. Después de ser enterrado, el secreto permaneció oculto casi cuatro mil años, pero más o menos en el 8000 antes de Cristo uno de los extraños seres llamados Grigori, los ángeles custodios bíblicos encargados del control de los nuevos núcleos humanos, se enamoró de una bella mujer, una escultura de pelo y ojos negros de nombre Jezad. Era un tipo de unión que no fue bien vista nunca por los dioses, pero inevitable entre las tropas celestiales, que encontraron hermosas a nuestras mujeres, fruto de lo cual nació una raza mixta que aún hoy perdura. Jezad se dice que era muy hermosa, encantadora y capaz de llevar a la locura a cualquier hombre, pero a aquel ángel simplemente lo devoró desde el

mismo alma, haciendo que le revelase todos los misterios antiguos de los que era conocedor. En poco tiempo le contó secretos de los dioses entre los que estaba el del cofre misterioso, el cual ella lo reveló a sus hermanos y obviamente el afán por encontrarlo se desató entre los más osados, incapaces de comprender que si aquello había sido enterrado por seres resplandecientes y muy poderosos debía ser por algo muy importante, y que era mejor dejarlo así. Tiempos bárbaros y oscuros. -

Entiendo. Imagino lo que a partir de ahí sucedió…

-

Si, es fácil. Se hicieron expediciones a las tierras lejanas, con información precisa de dónde se encontraba el misterioso arcón. Aquello no pasó desapercibido a los dioses, que lograron contener los primeros intentos e hicieron levantar a los hombres los monolitos que han llegado a nuestros días como una advertencia. Se trataba de un código cifrado, una llamada de atención para futuros buscadores, a fin de evitar que el artefacto cayese en manos ignorantes. Las medidas de precaución se redoblaron en los alrededores, y llegaron a instalarse mecanismos automáticos encargados de neutralizar cualquier amenaza, pero como el control nunca puede ser eterno, un día los dioses se fueron del planeta porque terminaron su labor, y los sistemas de defensa fueron cayendo en el abandono hasta ser destruidos por buscadores ávidos de tesoros, los primeros piratas surgidos tras el holocausto del oro que aquellos seres del cielo habían desatado en el planeta.

-

Un momento. Explícame eso del oro.

-

Los dioses estuvieron buscando oro para algún propósito que no podemos más que intuir, pero la verdad es que es absolutamente cierto que así fue. Sacaron millones de toneladas usando maquinaria y mano de obra humana, y dejando minas abandonadas de proporciones mastodónticas a lo largo de medio mundo repletas de cadáveres de hombres que habían sido usados como esclavos hasta la extenuación. Cualquier corporación

minera lo sabe muy bien, pero guardan silencio para que las excavaciones no sean detenidas. Se profundiza donde ya alguien lo hizo antes, y se recogen los restos de lo que fueron filones tremendos, esa es la verdad. Me he documentado muy bien sobre esto. El caso es que los dioses, cuando se fueron lo hicieron con prisa, por el motivo que fuese, y dejaron cargamentos guardados en muchos rincones de varios continentes, como sucedió en Sudamérica, donde los españoles se toparon con aquellas ingentes cantidades de metal precioso, de las que se dice que solo era una pequeña parte de cuanto sepultaron a buen recaudo en algún lugar del subsuelo. Como es lógico, los primeros forajidos tras el control de aquellos seres pusieron mucho empeño en poseer aquel metal al que tantas vidas y esfuerzo se había consagrado. -

Ya. Y llegaron a Carnac en busca de algo muy valioso, que todo indicaba que tenía que ser oro.

-

Exacto. Creyeron que estarían ante toneladas de aro, pero solo encontraron el cofre bien enterrado justo donde debería estar. Tras perjurar en Hebreo intentaron abrirlo, creyendo que contendría el dichoso metal. Puedes ver en las juntas de la tapa que alguien ha usado palancas y cosas similares en diversos momentos, pero por el motivo que fuese se mostró inatacable y no pudieron ver su contenido, por más astillas que saltaron. Convencidos de que se trataba de una burla de los dioses, pero sabedores de que aún así tenía mucho valor, lo llevaron en un misterioso camino de retorno hacia el sur por toda la península ibérica, cruzaron por pasadizos en los que habían sido ejecutados los esclavos humanos tras el holocausto del oro, y bajo el estrecho llegaron a África, donde fue comprado por las primeras tribus nómadas, que a su vez lo vendieron a una antigua familia de Baalbeck, conocedora del misterio en su conjunto y que se encargó de su custodia. Como ves…

-

¡…Completó un círculo increíble!

-

Si, y cargado de ironía. El cofre retornó a la ciudad donde había resistido las embestidas del diluvio bíblico, y allí estuvo miles de años hasta que un niñato rico, desprendido y desconocedor de la tradición lo perdió apostándoselo a una estúpida carrera de caballos en medio del desierto. Lo demás lo sabes ya.

-

Si, muy bien. Pero ¿qué es? ¿Qué contiene?

-

No hay quien pueda decirlo, pero desde luego si que tenemos algunos datos de cual es su función.

-

Vamos, no te hagas rogar tanto, hombre…

-

¿Conoces el mito de Pandora?

-

¡Oh! ¡Vamos, amigo! ¡Invéntate algo que de más miedo!

-

No es necesario que me lo invente. Eso que está ahí debería darte mucho miedo ya.

-

¿Eres consciente de lo que me estás intentando decir?

-

Pandora dice la tradición que fue la primera mujer de la Tierra, una hembra perfecta, entregada por Zeus en maridaje a Epimeteo, que la acogió con agrado. El buen hombre guardaba en su casa un cofre (éste de aquí) al que la mujer se acercaba con frecuencia y creciente curiosidad con la advertencia de no abrirlo bajo ningún concepto. Un día, tras mucho darle vueltas y sin mediar duda, lo destapó en ausencia de su esposo, y del cofre escaparon una multitud de plagas para atormentar a los hombres, como la gota, el reumatismo o los cólicos para el cuerpo, y la envidia, la ira y la venganza para el alma. Estos males se repartieron por todas partes. Pandora se apresuró en cerrar la caja, pero ya era tarde, todo el contenido había escapado, exceptuando una sola cosa que yacía confundida al fondo. Era la esperanza.

-

¿No creerás eso, verdad? Solo es una leyenda.

-

Verás. Invariablemente las leyendas antiguas encierran verdades importantes, en eso convendrás conmigo. Ésta que te he contado y que conoces bien tiene mucho que ver con

la más conocida de Adán y Eva. Cambia los nombres y sustituye el cofre por la manzana y obtendrás el mismo resultado, lo cual indica que hubo fuentes muy antiguas de las que ambas historias bebieron. Ahí reside la verdad. -

Bueno, recuerdo la Troya de Homero, las amazonas y otras leyendas que finalmente se han demostrado ciertas, si… Pero la de la caja de Pandora me parece excesivamente… ¿imaginativa?

-

Si, lo es. Una leyenda imaginativa que oculta una verdad solo al alcance de la persona que pueda abrir esa tapa.

-

¿Lo has intentado?

-

¡Ni por todo el puto oro de los dioses, amigo!

-

¿Qué vas a hacer con ella?

-

Se que tarde o temprano alguien, un coleccionista sin escrúpulos o algún grupo organizado de tratantes de arte, ya sabes, vendrá a comprármela o lo que es peor, a robármela, y no quiero que eso ocurra antes de que la guarde para siempre.

-

¿Te vas a desprender de ella?

-

Por supuesto. No está hecha para ser abierta por el hombre.

-

¿Dónde la vas a esconder?

-

¿De verdad quieres que te lo diga?

-

No se… lo cierto es que creo que será mejor no saber nada más.

-

Eso pienso yo.

-

Entiendo, pero entonces, ¿para qué me has hecho venir?

-

Quiero que la toques, amigo. Quiero que quede constancia de que existió, que no fue un sueño. Quiero que siempre puedas decirme que tu estuviste conmigo el último día que un mortal vio el cofre de Pandora. Solo para eso te hice venir.

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