La chica de la cazadora Es una de las historias de fantasmas más conocidas e inquietantes que existen, usted tal vez la habrá escuchado, casi seguro que sí, al menos en alguna de sus múltiples variantes. Nosotros las exponemos.
Nos situamos en Talavera de la Reina, en Toledo. El protagonista fue un hombre joven que se dirigía aquel sábado noche a la discoteca Androides. Lo hizo en moto. Llovía, llovía mucho, así que decidió buscar un callejón para poner a buen resguardo su moto y dirigirse desde allí a la discoteca. Su aventura comenzó justo en ese momento, cuando colocaba el candado a su vehiculo. Mientras lo hacia adivinó que a unos metros de suposición se encontraba una Jove, al parecer la tormenta la había cogido de improviso. Vestía ropa ligera, una blusa y una falda. Estaba mojada de arriba abajo. Todo su cabello estaba calado, el maquillaje se le había extendido por la cara. La muchacha temblaba. Parecía pedir un poco de compasión, algo de abrigo, una forma de cubrirse ante el persistente aguacero y, un pañuelo para limpiarse. Lógicamente el muchacho acudió en auxilio de ella. Con lo que llevaba encima le secó el rostro y con su cazadora de cuero le cubrió el cuerpo para que ella entrara en calor.
La muchacha de rostro pálido pareció recuperarse. Él le ofreció acompañarla a su casa. Pero la chica le dijo que no era necesario, que también ella acudía a la discoteca Androides. Que lo mejor es que los dos tomaran algo. Y así lo hicieron durante horas, hasta las cinco de la madrugada. Intimaron pero sin llegar a más. Ya casi amaneciendo él la condujo en su moto hasta la casa donde vivía la chica. Ali le dejó hasta que minutos después cayó en la cuenta que ella se había llevado su cazadora. Casi era mejor que podía ocurrir, así tenia excusa para volver al día siguiente y ver a la chica. Al fin y al cabo ya sabía donde vivía. Pero fue en ese momento donde comenzó la pesadilla.
Ya de día, a primera hora de la tarde llamó al timbre de la casa donde había dejado a la chica el día anterior. Una mujer le abrió la puerta. Imaginó que era su madre y, efectivamente, así era. Lo que ya no se imaginaba es que le dijera que su hija había muerto unos meses atrás en un accidente de moto. Le pareció una broma. Creó haber sido victima de un robo. En vista de la insistencia del joven la madre le indicó en que tumba del cementerio estaba enterrada ella. Le dijo además que sobre la lápida había una foto de la bella chica. Nervioso, acudió hasta allí.
Tras caminar por el camposanto el joven llegó a la tumba. No podía creer lo que estaba viendo. En la fotografía que aparecía justo al nombre de la persona que estaba allí enterrada adivinó enseguida el rostro de la joven que había conocido la noche anterior. Era ella. Pero aquello no era lo más sorprendente ni mucho menos. Y es que sobre la lápida había algo. Se trataba de una cazadora. La cazadora que la chica se había llevado por error y con la que nuestro protagonista había protegido de la lluvia a aquella fantasmal presencia.
Esta historia tan extendida no es cierta. Aunque son millones las personas que la han escuchado se trata de una leyenda. Las versiones son múltiples. No siempre coincide el lugar y la discoteca, pero sí la historia y la moraleja. Es como si el fantasma hubiera quedito una demostración real de su existencia al tiempo de avisarle del peligro que suponía ir en moto. En realidad se trata de una modificación de la vieja leyenda de la chica de la curva que tantas veces se ha oído. Esa historia según la cual un conductor recoge en auto-stop a una muchacha solitaria en la carretera. Tras hacerlo advierte al conductor del peligro de la siguiente curva. Al parecer ella había fallecido ahí mismo en un accidente. Justo después de decirlo, el dueño del vehiculo se dio cuenta de que la autostopista había desaparecido del asiento de atrás en donde se habría situado.
Es difícil situar el origen de la leyenda. Tiene por lo menos treinta años de antigüedad. Sí se sabe que en varias ocasiones algunos medios de comunicación publicaron la historia. La primera vez conocida fue en 1976 cuando lo publicó el diario Cataluña Expres. En aquella ocasión el reportero no contrastó la información. También por aquel entonces la noticia circuló de boca en boca en la sierra de Madrid, entonces la chica se aparecía en Navacerrada. Sin embargo, nunca se ha encontrado un testigo real de este tipo de experiencias. Son leyendas que se transforman y adaptan a cada lugar y a situaciones diferentes. Pero una vez más son solo eso, leyendas.
Leyendas que, a veces, incluso se vuelven más tétricas. Y es que en 1986 la narración circuló en el país Vasco con mucha intensidad. Al parecer los fantasmas de las jóvenes fallecidas en carretera se aparecían a los conductores. Pero no lo hacían para avisar del peligro de una curva, sino para aterrorizar a los automovilistas. Incluso provocar que ante el susto también ellos se salieran de la carretera. Afortunadamente jamás pasó algo así en realidad.