Me senté en una roca, sosteniendo mi mirada sobre el suelo tan negro, tan falto de vitalidad. Apretando mis puños, alcé la vista al cielo recubierto en tonos rojizos. Rojos como la sangre…
– Te voy a contar un secreto, pero debes prometerme no contárselo a nadie. –Hablé al aire, sin apartar mi vista del firmamento. – _Sabes que puede confiar en mí. Siempre vas a poder hacerlo._ –Me respondió una voz a mis espaldas. Una voz cálida, que me daba tranquilidad. Una voz amiga. – Lo sé, sé que puedo. Sin embargo, no está de más asegurarse, ¿no lo crees? –Le respondí,
mirando sobre mi hombro, y sonriendo con un poco de nerviosismo. – _No, pero es un poco insultante…_ –Me dirigió una miranda carente de sentimiento. Vacía. Era extraño. – Está bien. Discúlpame –volví mi vista al frente, pasando una de mis manos por mi nuca, tratando de dispersar la tensión–. En fin, volviendo al tema principal… Soy un asesino… – _Oh, por favor, pero si eso ya lo sabía. Digo, eres el…_ –A la velocidad de la luz me acerqué a él y sostuve mis manos sobre su boca, para que no continuara. El aparto mis manos en un rápido movimiento y rodeo sus ojos. – No lo digas. No quiero recordar de nuevo ese nombre. Es detestable –dije con un tono algo molesto. Suspirando dejé de fruncir el ceño, del cual no me había percatado. Él sonrío de lado, con algo de malicia–. Y, por favor, ¿podrías permitirme terminar? – _Está bien, está bien, Mr. Gruñón._ Se cruzó de brazos y sonrío abiertamente, obviamente burlándose de mí. Le di un golpe amistoso en el hombro, y sonreí también. – Te encanta molestarme, ¿no es cierto? –Él se encogió de hombros, sin borrar su sonrisa burlona y con intenciones de responderme–. No, ni te atrevas a responder. Ahora, continuando… Soy un asesino, no por las incontables muertes físicas que ocasioné en la guerra, en este mundo pútrido; sino porque asesiné ilusiones, sueños… Asesiné la esperanza de que este planeta, de que esta especie a la que pertenezco, pudiese sobrevivir y mejorar. Yo di el golpe final que acabo con la existencia de cada cabeza humana, con cada latido entusiasmado. Yo los llevé a la ruina, y ahora, que todo ha terminado y soy el único superviviente en este putrefacto lugar; me siento solo… Destrozado desde el interior de mi alma. Él se sentó sobre la roca en la que yo había estado antes y cruzó una pierna sobre la otra, para luego mirarme sobre su hombro. – _Ay, pero qué sentimental eres_ –Habló después de un tiempo relativamente corto–. _Y arrogante también. Tú no los acabaste, tú eres demasiado bueno, demasiado… débil. Era imposible para ti, aún con toda la fuerza del universo llevar a la ruina a toda una especie. Tú especie… Tendrías que haber sido poseído por un demonio, o algo con una inmensa sed de venganza, que hubiera querido ver caer este insignificante mundo…_ – Estaba sorprendido por su manera de hablar, ya no sentía la familiaridad… Sonaba siniestro y a
la vez divertido con la situación. Iba a responderle, pero él fue más rápido–. _Oh, espera. Sí fuiste poseído._ Me acerqué a él, dispuesto a conseguir más respuestas. – ¿Qué?... ¿F-Fui poseído? Pero, ¿qué ser desearía que toda una especie desapareciera?... No lo entiendo… –Vi como sonrío con sadismo, con plena diversión. Poco después apartó su mirada y la dirigió al cielo. – _Oh, eso es fácil de responder_ –Respondió al momento, sin siquiera verme–. _Aquel que los creó, aquel que se dio cuenta que era la única cosa mala que había creado y que, no merecía su misericordia. En pocas palabras, aquel Dios que venerabas desde chiquito._ Él no me miró, y yo vi nuevamente el suelo marchito, recordando la sangre que lo había bañado. Sangre que mis manos habían hecho correr. – Ya veo… Incluso Dios abandonó a su creación –sonreí con tristeza al comprender ello. No sabía porque le creía, eso sonaba como un disparate, ¿no?– Jé, qué irónico... Y ahora, ¿dónde está ese Dios? Dirigí mi vista nuevamente a la roca, y él ya no estaba ahí. No lo veía cerca de mí. – _¿Él? Está a punto de terminar el trabajo que comenzó…_ –El viento susurro a mis oídos, de nuevo con esa voz familiar, cálida, tranquilizadora… Y luego, un dolor punzante atravesó todos mis nervios. – ¿Qué cara…? –Fui incapaz de terminar la frase por el dolor que me poseía. Y también, por la lanza que atravesaba todo mi torso. Miré con horror como la sangre brotaba como catarata de mi pecho, y luego también de mis hombros. Otras dos lanzas ahora también me traspasaban. No podía gritar, no podía hablar. Comenzaba a ahogarme con mi propia sangre que había llegado a esófago. – _¿Sabes? Morir de pie era un honor en la guerra hace muchísimo tiempo…_ –Vi como Lucián, no; Dios, aparecía poco a poco enfrente mío, mostrando una sonrisa de total satisfacción y placer. Se acercaba cada vez más, mirándome fijamente con esos ojos que mostraban una incontrolable sed de sangre–. _Por cierto, debo decir que fuiste el contenedor más delicioso que usé. Sinceramente, ha sido un placer matarte con mis propias manos, niñito. Y recuerda… Dios no es misericordioso con quien daña su creación. Adiosito, mi dulce Kayn…_ Y ahí, frente al Dios que nos había creado, vi como alzaba una última lanza y con ella atravesaba mi cráneo… Y su sonrisa sádica, fue lo último que vi antes de caer ante el abismo…