Int Rob

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I.

INTRODUCCIÓN

El estilo cognitivo de una persona afecta, entre otras cosas, el comportamiento habitual interpersonal, la ejecución de tareas y la forma en que procesa la información –que a su vez influye en cómo se percibe el mundo-. Existen además otros factores que influyen en la percepción individual de los estímulos así como su codificación, los cuales establecen las diferencias individuales entre las personas (Coren y cols., 2001). Estos factores pueden dividirse a partir de su origen de manera general en biológicos y sociales. Las diferencias intersexuales generadas por la organización interna del cerebro en conjunto con el ambiente, producirán también las estructuras cognitivas que regirán el comportamiento socio-cultural de cada sexo, sin embargo, se ha observado que existen variables más específicas que también participan. Buxó (1988) señala además, que las estructuras cognitivas (ya sean de base innata, biológica o producto del aprendizaje social), se manifiestan en los procesos cognitivos relativos a: 1) las habilidades lingüísticas, 2) las habilidades lógico espaciales, y 3) las percepciones relacionales y analíticas específicas de cada sexo. Con base en esta clasificación, diversos estudios demuestran que el hombre resulta más favorecido en las habilidades espaciales visuales y de rotación mental, mientras que en las tareas de fluidez verbal, memoria verbal, velocidad perceptual y procesamiento de emociones la mujer tiende a superar al hombre (Halpern, 2004; Kimura, 2004a). Por otra parte, se han encontrado también diferencias en la ejecución de estas tareas, relacionadas a variables tales como la orientación sexual, los roles sexuales y otros marcadores biológicos (por ejemplo, el índice 2D:4D, las estribaciones digitales y la presencia de hormonas sexuales circulantes) (Kimura, 2004a; Wilson y Rahman, 2005). No obstante, son pocos los estudios –y los resultados contrastantes- que contemplan la utilización de una combinación de estas variables al momento de estimar diferencias de ejecución en tareas ya sean verbales o espaciales. En esta investigación se pretende correlacionar las variables de orientación sexual, marcadores biológicos y autopercepción de roles sexuales en el

desempeño de una tarea de rotación mental (figuras de Sheppard) con una muestra exclusiva de mujeres. De esta manera, se espera contribuir con la literatura ya existente y ayudar a clarificar, al menos en parte, la problemática de naturaleza versus crianza. 1. Cognición. De manera general, la cognición se refiere al proceso de conocer. Designa también cualquier actividad mental, abarca el uso del lenguaje, el pensamiento, el razonamiento, la solución de problemas, la conceptualización, el recuerdo y la imaginación (Davidoff, 1989). Por otra parte, Pinel (2001) la define como los procesos intelectuales superiores, tales como el pensamiento, la memoria, la atención y los procesos de percepción complejos. Delclaux y Seoane (1982) señalan que la forma en que el hombre procesa la información, está relacionada con sus procesos cognitivos; suponen además que el hombre es capaz de “manipular” la realidad sin necesidad de que ésta se encuentre presente. Esto es, la capacidad de representar una imagen artificial de lo natural, independientemente de que más tarde dicha representación se convierta en actos concretos de conducta. Estos autores explican que una vez que se percibe la información, se traslada por medio de las conexiones nerviosas a las áreas correspondientes en la corteza cerebral. Durante este proceso, la información es codificada y al recibirse deberá ser clasificada para que pueda ser entendida y en dado caso se actuará o no en consecuencia al estímulo percibido. La cognición también puede ser entendida como la capacidad para conceptualizar y pensar simbólicamente, señala Buxó (1988). Este autor, desde una perspectiva antropológica-evolutiva, alude a las presiones selectivas como las causantes de la evolución dimórfica del cerebro (refiriéndose a las diferencias anatómicas-funcionales en los cerebros de hombres y mujeres). Dichas presiones influyeron a su vez en la evolución de las funciones cognitivas, siendo la cognición el “primer proceso significativo en la adaptación humana” (Buxó, 1988). Los procesos cognitivos pueden clasificarse en 5 grupos de acuerdo a Wickelgren (cit. Por Mayor, 1985): aprendizaje (fortalecimiento de asociaciones

entre nódulos), almacenamiento en la memoria (consolidación y olvido), activación de nódulos (percepción, recuperación y pensamiento), selección y focalización (activación parcial, memoria a corto plazo) e inhibición (negación, contradicción y disposición atencional negativa). Por su parte, Mayor (1985) observa que pueden identificarse tres grandes categorías de procesos cognitivos: 1) Procesos de codificación y ejecución. Los cuales ponen en relación el mundo externo con el sistema cognitivo y tienen que ver con los formatos o códigos de representación; 2) Procesos de almacenamiento y recuperación de la información, de las representaciones y del conocimiento. Estos manejan las representaciones en las diversas clases de memoria o en los diversos niveles de procesamiento; y 3) Procesos de transformación e inferencia, que permiten al individuo pensar más allá de lo dado. Por lo tanto, si el mundo que se experimenta es una construcción de la actividad electroquímica del cerebro y de los procesos cognitivos para obtener patrones e imágenes significativos de un orden externo (Buxó. 1988); entonces la construcción de la realidad depende de estos sistemas y mecanismos que fijan los límites y el potencial de la organización social humana; lo cual a su vez, explica qué, las diferencias intersexuales generadas por la organización interna del cerebro en conjunto con el ambiente, producirán las estructuras cognitivas que regirán y diferenciarán el comportamiento socio-cultural de cada sexo.

Sin

embargo, Buxó (1988) añade que las distinciones en estilos cognitivos no tienen un carácter sexualmente exclusivo; sino que, es necesario entenderlos como “una característica generalizante”, debiéndose distinguir entre capacidad y preferencia, así como entre capacidad y probabilidad experimental. De esta forma, aparecen ciertos factores causales probables en las diferencias, los cuales es necesario tener en cuenta para fines de este estudio: 1) Las diferencias en la maduración física y en los niveles hormonales que determinan diferencias en la conformación y funcionamiento cerebral. 2) Las diferentes oportunidades en la exposición y aprendizaje de ciertas habilidades lingüísticas, espaciales o de otro tipo.

3) Las diferencias en la asignación de reglas sexo-sociolingüísticas. 4) Las expectativas relacionadas con estas reglas y los roles sexuales relativos a las mismas. 5) Las identificaciones con el mismo sexo de los padres y, 6) Los rasgos de personalidad que favorecen el desarrollo de las mismas. Siguiendo con el mismo autor, estos aspectos determinan el desarrollo de distintividades en los procesos cognitivos relativos a cada sexo, los cuales, al combinarse son suficientes para el desarrollo de diferencias en los estilos cognitivos. Buxó (1988) señala además, que las estructuras cognitivas (ya sean de base innata, biológica o producto del aprendizaje social), se manifiestan en los procesos cognitivos relativos a: 1) las habilidades lingüísticas, 2) las habilidades lógico espaciales, y 3) las percepciones relacionales y analíticas específicas de cada sexo. Por ende, dichas estructuras o estilos cognitivos ocasionan las diferencias -en función del sexo y otras variables como se explicó arribaobservadas en el desempeño de tareas que requieren para su realización la utilización de un proceso cognitivo. En el siguiente apartado se explicará de forma más detallada las diferencias de estilo cognitivo-perceptual frente a un mismo estímulo como consecuencia de diversos factores (edad, sexo, educación, cultura). Esto es conocido en psicología como diferencias individuales (Coren, Ward y Enns, 2001). 2. Diferencias individuales e influencia de Género. Como se mencionó en el apartado anterior, el estilo cognitivo, afecta tanto al comportamiento habitual interpersonal orientado hacia las tareas, así cómo a la manera en que se procesa la información y por lo tanto se percibe el mundo. Sin embargo, existen también algunos factores que afectan tanto la percepción individual de los estímulos como su codificación (Coren y cols., 2001). Para efectos de este estudio, se agruparán dichos factores en dos grupos, los factores psicológicos y los biológicos.

Los factores psicológicos comprenden la educación de una persona, la experiencia en determinada tarea, la historia de vida, la influencia cultural, además del estilo cognitivo y la inteligencia. Mientras que los factores biológicos son más complejos y aluden a las diferencias fisiológicas (que pueden alterarse con drogas u hormonas), al sexo del individuo (que implica la presencia de hormonas específicamente masculinas y femeninas), la edad (por ejemplo, los órganos receptores se van atrofiando con la edad), la presencia de patologías físicas (que dañan a algún órgano receptor) y la genética del individuo. La complejidad de comprender estos últimos radica en que algunas diferencias genéticas estimulan las diferencias psicológicas al influir sobre la experiencia (Pinel, 2001). En una revisión de la literatura, Coren y cols. (2001) encontraron que algunos autores han llegado a relacionar hasta la personalidad con los estilos cognitivos de un individuo. Diferencias entre hombres y mujeres. De esta manera, tomando como variable el sexo de una persona, con todas sus implicaciones cognitivas, neuroanatómicas y fisiológicas (entiéndase por estas últimas las diferencias en concentración de hormonas sexuales en hombres y mujeres que a su vez actúan sobre el cerebro), se observa que tanto la organización cerebral como la química cerebral diferente en ambos, determinan de manera parcial lo que se percibe ante un estímulo así como la manera en que reaccionan a este (Coren y cols. 2001). De acuerdo a algunos autores, se ha encontrado que incluso a temprana edad varones y mujeres pueden diferir en los tipos de tareas y actividades que prefieren y también en las herramientas, instrumentos o utensilios que emplean en sus actividades cotidianas, lo cual se refleja en su adultez en sus habilidades cognitivas (Coren y cols. 2001; Kimura, 2004a). Sin embargo, cabe cuestionarse ¿a qué se debe el establecimiento de estas preferencias? ¿Son producto del ambiente –actitudes reforzadoras de los padres- o responden más bien a estilos cognitivos provenientes de la organización anatómica de su cerebro? ¿o es una mezcla indiferenciada de ambas?.

La primer pregunta puede ser entendida de acuerdo a las teorías que surgieron sobre el desarrollo cognitivo y la adquisición de esquemas de género. Definamos género, para Fiske (1993, cit por Lefrancois 2001) el género es una de las características visibles en las que basamos nuestros juicios de los demás y nuestras reacciones ante ellos. Los roles de género son entendidos como las conductas consideradas propias de hombres y mujeres (masculinas y femeninas) junto con las actitudes y las características de personalidad que se atribuyen a cada una. Un concepto relacionado es el de determinación sexual, el cual se refiere al proceso por el que niños y niñas aprenden los roles masculinos y femeninos. Hoy en día, los psicólogos ya no creen que los niños nacen sexualmente neutros y que adquieren una identidad sexual con la crianza, sino que, aunque la identidad sexual sea el resultado de la interacción de predisposiciones genéticas e influencias ambientales, hay tendencias innatas hacia una identidad sexual masculina o femenina (Diamond 1996, cit. Por Lefrancois, 2001) Fue Kohlberg (1966, cit. Por Jacklin, 1989) quien desarrolló la teoría del desarrollo cognitivo. La cual postula que el niño no puede entender conceptos generales como los de su propio sexo y por lo tanto las expectativas de género, hasta que sus habilidades cognitivas se han desarrollado lo suficiente como para entender la constancia de género (algo similar a la teoría Piagetiana de la constancia). De esta manera, percibía al niño como un procesador activo de la información transmitida culturalmente. Por otra parte, la teoría del aprendizaje social, sostiene que padres, hermanos, otros niños y modelos externos (así como la televisión), presentan a los niños las conductas sexuales apropiadas; estas al manifestarse, son reforzadas por los modelos y la sociedad. De acuerdo a esta teoría, así aprenden los niños a ser masculinos y las niñas femeninas. (Lefrancois, 2001) Se desarrolla también una teoría más “sofisticada” sobre los esquemas de género, de acuerdo a Jacklin (1989). La teoría cognoscitiva del esquema de género, propuesta por Bem (1981, cit. Por Lefrancois, 2001) acepta que tanto la creciente comprensión del niño de la índole y significado del género como los

modelos, reforzamiento y castigos que le brinda el ambiente inmediato interactúan para conformar el carácter de sus roles de género. Esta teoría definía a los esquemas como un conjunto de ideas las cuales ayudan al individuo a organizar cierta información, los mismos que le servían para filtrar nueva información y decidir más adelante que procesar o no (Bem, 1998). De acuerdo a esta teoría, el niño adquiere toda la información que tiene que ver con el género, ya sea formas de conducta, propiedad de los objetos, actitudes y hasta estados emocionales (Jacklin, 1989). Muchos teóricos piensan que los roles de género participan en la construcción de identidad de un individuo (Anselmi y Law, 1998). De acuerdo a Eagly (en Anselmi y Law, 1998), los roles de género son el resultado de la división sexual del trabajo, de las conductas y habilidades típicas de género y las esperadas de acuerdo a los estereotipos sociales. Otro constructo importante que hay que tener en cuenta es el del autoconcepto, el cual se entiendo como una estructura mental, de carácter psicosocial, que se construye con base a la experiencia propia de los sujetos, y que está compuesta fundamentalmente por tres elementos: el físico, el conductual y el afectivo, reales e ideales que permiten al sujeto interactuar con el medio interno y externo que le rodea (Valdez-Medina, 1994; citado por Valdez Medina y Gonzalez, 1999) Sobre las causas del establecimiento de cierta preferencia, se encontró que diversas investigaciones atribuyen un mayor peso a la genética y a la biología, no obstante, también existen resultados opuestos como se observará a continuación. Knafo, Iervolino y Plomin (2005) llevaron a cabo un estudio en el cual estudiaron las contribuciones tanto genéticas como ambientales en el desarrollo de género atípico. Para esto utilizaron una muestra de 5799 pares de gemelos tanto monocigóticos como dicigóticos, los cuales después de un proceso de selección, calcularon la influencia de la variable ambiente y de la variable hereditabilidad.

Los resultados fueron los siguientes: una moderada influencia

hereditaria aunada a una influencia ambiental substancial, sin embargo en las niñas con conducta de género atípica se observó una mayor influencia hereditaria.

Por su parte, Wilson y Rahman (2005) mencionan que estudios recientes con gemelos sugieren que gran parte de la variación en inconformidad de género en niños e identidad de género adulta es genética, lo demás parece ser no compartido, lo cual significa que influencias psicosociales tienden a hacer a los hermanos diferentes más que parecidos en el trato. Los mismos autores mencionan el caso de mujeres expuestas a altos niveles prenatales de andrógenos debido a una Hiperplasia Adrenal Congénita (HAC). Estas mujeres mostraron, entre otras cosas, más conductas de juego masculinas que el grupo control. Sin embargo, de acuerdo a Petersen (1982, cit. Por Basow, 1992) es posible que algunas diferencias intersexuales en el funcionamiento del cerebro se deban a diferentes procesos de socialización. Diferencias neuroanatómicas. En relación a las diferencias neuroanatómicas intersexuales, Gil-Verona, Macías, Pastor y colaboradores (2002) comentan que la asimetría cerebral existente en el ser humano, se ve afectada entre otras cosas por el sexo del individuo. Estas diferencias se han observado principalmente en tres estructuras: El hipotálamo, la comisura anterior y el cuerpo calloso. En la revisión literaria que realizan, encuentran lo siguiente: -Un mayor núcleo preóptico en los varones (2:1) -Menores núcleos INAH2 e INAH3 en mujeres que en hombres. -El locus coeruleus más grande y con más neuronas en mujeres. -Diferencias en el surco postcentral del hemisferio izquierdo -Mayores niveles de receptores dopaminérgico estritales D2 en el cerebro de mujeres. -Un Cuerpo calloso mayor en hombres. -Un 12% más grande la comisura blanca anterior en mujeres. -Así como diversas concentraciones de glucosa y vasopresina dependiendo del área examinada.

Pinel (2001) menciona también algunas diferencias anatómicas entre los cerebros femenino y masculino, la primera es que los cerebros masculinos tienden a ser, en promedio, un 15% más grandes. También se han encontrado ligeras diferencias en la anatomía del hipotálamo, el cuerpo calloso y en la comisura anterior. Al revisar la literatura sobre el tema, este mismo autor encuentra que los hombres tienden a tener mayores niveles de actividad metabólica basal en diversas zonas del lóbulo temporal y del sistema límbico, mientras que en las mujeres esto se observa en el giro cingulado. Es posible que algunas de estas diferencias se relacionen con las diferencias en la función cognitiva y emocional, sin embargo, esto no se ha podido comprobar del todo (Pinel, 2001). Se han establecido diferencias interhemisféricas al descubrirse la lateralización de ciertas funciones, por ejemplo, la dominancia del hemisferio izquierdo en el control del lenguaje y los movimientos finos o la superioridad del hemisferio derecho en la capacidad espacial, la experiencia de la emoción y la capacidad musical (Pinel, 2001; Rosenzweig y Leiman, 1992). Diversos autores han encontrado capacidades sensoriales, perceptuales y cognitivas diferentes entre hombres y mujeres. Por ejemplo, las mujeres tienen un sentido del olfato más agudo que los hombres y parecen tener una mejor memoria para los olores (Coren y cols, 2001; Kimura, 2004a). 3. Diferencias en Habilidades Cognitivas. En cuanto a las diferencias cognitivas, D. Voyer, S. Voyer y Bryden (1995) realizaron un meta análisis de estudios sobre la habilidad espacial, en el cual encontraron que las diferencias entre sexos son significativas en muchas pruebas pero que existen también algunas discrepancias entre los test. Se encontró además evidencia parcial de que la magnitud en las diferencias ha ido decreciendo a lo largo del tiempo. Estos autores identificaron los siguientes tests en que los hombres obtienen mejores resultados, el test de rotación de cartas, el de tareas de rotación mental, y el de relaciones espaciales. Siendo el de Rotación mental el que produce diferencias más robustas entre los sexos.

Halpern (2004) por su parte, explica que las mujeres, en comparación con los hombres, tienen un acceso más rápido a la información fonológica, semántica y episódica en la memoria de largo plazo. Esto las hace obtener mejores puntajes en las pruebas de aprendizaje verbal y en la comprensión de prosa compleja. En cambio, los hombres tienen mejores ventajas en tareas que requieren transformaciones en la memoria de trabajo visoespacial. Dichas diferencias se aparecen desde los cuatro años.

De acuerdo a esta autora, la diferencia

intersexual en pruebas de rotación mental se acerca casi a una desviación estándar, por lo cual algunos estadísticos arguyen que no es necesario encontrar diferencias significativas. Kimura (2004a) resume, en cuanto a las habilidades espaciales, las diferencias intersexuales. Los hombres sobresalen en puntería, orientación espacial, visualización espacial, desenmascaramiento y percepción espacial. En la memoria de localización espacial, las mujeres sobresalen bajo ciertas circunstancias, siendo esta una actividad que favorece a los hombres. De acuerdo a esta autora, las diferencias en cuanto a los test de rotación mental es casi de una desviación estándar, mientras que en los de memoria es de un poco más que media desviación estándar. Los test de razonamiento matemático, muestran diferencias menores entre los sexos, sin embargo, los hombres sobresalen en estos. Existen además otros test que muestran diferencias entre sexos, sin embargo, estos han caído en desuso debido a una pequeña o poco confiable diferencia (Feingold, 1992; cit. Por Kimura 2004b) Sobre las habilidades verbales, Hyde y Linn (1988) realizaron un metaanálisis a 165 estudios que reportaron diferencias de género en este tipo de habilidades. Sin embargo, ellas reportan que la diferencia es tan pequeña que dicha diferencia ya no existe. No obstante, Kimura (2004a) demuestra que en las tareas de memoria verbal las mujeres se muestran consistentemente superiores a los hombres. Esto ocurre tanto en el recuerdo de listas de palabras aleatorias como de material más significativo. En estudios posteriores, Kimura (2004b) expone que las pruebas donde los hombres tienen un mejor desempeño son en las espaciales, particularmente en

rotación mental, mientras que aquellas donde las mujeres sobresalen son en las de memoria verbal y el recuerdo de localización de objetos. En resumen, los estudios demuestran que el hombre resulta más favorecido en las habilidades espaciales visuales y de rotación mental, mientras que en las tareas de fluidez verbal, memoria verbal, velocidad perceptual y procesamiento de emociones la mujer tiende a superar al hombre (Halpern, 2004). De acuerdo a Kimura (2004a) y otros autores, estas diferencias cognitivas entre hombres y mujeres se explican en parte aludiendo a la evolución y las exigencias ambientales que enfrentaron nuestros antepasados y que fueron conservadas por el proceso de selección natural. No obstante, la misma autora y otros teóricos han registrado la importancia de las hormonas y su efecto en la percepción y habilidades. Halpern (2004) expone que hay evidencia considerable de influencias biológicas relacionadas con el sexo. Prosigue explicando que las hormonas prenatales que dan forma a los genitales del feto, también influyen en el desarrollo del cerebro del feto ya sea en una dirección masculina o femenina.

Gil-Verona y cols. (2003) coinciden con

Halpern, al mencionar que las hormonas son necesarias para el desarrollo adecuado de diferentes estructuras cerebrales y citan a Gorski (1998) quien ha descrito que las hormonas gonadales pueden actuar como factores neurotróficos y colaborar en el desarrollo de circuitos cerebrales; además también pueden provocar, en algún caso, fenómenos de apoptosis neuronal. Gil-Verona y cols. (2003) concluyen que el cerebro de los hombres se organiza según líneas diferentes del cerebro de las mujeres desde edad muy temprana; siendo las hormonas sexuales las que dirigen esta diferenciación durante el desarrollo y existiendo una relación entre los niveles de determinadas hormonas y la estructura cognitiva en la edad adulta (Gouchie y Kimura, 1991; cit. Por Gil-Verona (2003). Las pautas cognitivas pueden seguir siendo sensibles a las fluctuaciones hormonales a lo largo de toda la vida, lo cual se convierte en un hecho fascinante y confuso a la vez para los investigadores. Los efectos de las hormonas sobre las habilidades cognitivas pueden observarse en los casos de exposición a hormonas ya sea por factores genéticos

o externos. Por ejemplo, se han registrado cambios en la agudeza visual de las mujeres dependiendo de la etapa en que se encuentren de su ciclo menstrual; mientras que en los hombres, de acuerdo

a las estaciones del año, sus

habilidades espaciales decaen o crecen (Cohen y cols., 2001; Kimura y Hampson, 1994; Kimura, 2004a).

Otro indicador, aún más complejo que relaciona las

diferencias en habilidades perceptuales y la concentración de hormonas sexuales, se observa en los estudios de Cherrier y colaboradores (2001) y otros (en Halari et al, 2005), quienes reportaron una correlación positiva entre los niveles de Testosterona (T) y la mejora en habilidades espaciales y de memoria verbal. Las mujeres transexuales, que reciben tratamientos con

hormonas

masculinas, presentan cambios en sus resultados de pruebas cognitivas, acercándose a los patrones típico masculinos. (Van Goozen, Cohen-Kettenis, Goren, Frijda y Van De Poll, 1995; cit. Por Halpern, 2004). En el caso de hombres transexuales que reciben un tratamiento de estrógenos, Miles, Green y Hines (2006) reportaron que no encontraron influencias significativas en aspectos de cognición o memoria. Sin embargo, Halari y cols (2005) después de estudiar a transexuales de hombre a mujer, que recibieron terapia hormonal (administración de estrógenos –E-), se encontraron cambios en sus habilidades cognitivas (aumento de fluidez verbal y decremento de habilidades espaciales), lo cual ocurrió a la inversa con mujeres transexuales sometidas a tratamiento para reasignarse como hombres. No obstante, se realizaron replicas y otros estudios similares que no pudieron comprobar estos hallazgos. (Halari y cols., 2005). De acuerdo a Smith (1999; cit por Halpern, 2004) los estrógenos tienen un efecto acumulativo en la vida, lo cual ocasiona en mujeres con mayor exposición a estrógenos puntajes más altos en tareas cognitivas (la mayoría verbales). 4. Orientación sexual, homosexualidad y factores predictores. La diferencia genética entre el hombre y la mujer, está determinada por un cromosoma que aporta el padre al par 23, X en el caso de las mujeres y Y en el caso de los hombres. La presencia o ausencia del cromosoma Y ocasiona la mayoría de las diferencias entre machos y hembras, ya que, en condiciones

normales, es el “responsable” de que se formen los testículos (gónada sexual masculina) en lugar de los ovarios (gónada sexual femenina), los que a su vez producen la mayoría de las diferencias intersexuales. Generalmente se dice que la mayoría de las especies son sexualmente bipotenciales, debido a que en el inicio, las gónadas se encuentran diferenciadas y podrían desarrollarse tanto en testículos como en ovarios, sin embargo, debido a la presencia del cromosoma Y, se desarrollan los testículos que producirán las hormonas que a su vez completaran el proceso de diferenciación hacia un macho, así como también la caracterización de un cerebro de características masculinas, por lo tanto, la presencia de testosterona perinatal, independientemente del sexo genético, conduce al desarrollo de un cerebro de macho (Pinel, 2001). Se cree que los andrógenos y estrógenos muestran sus efectos al adherirse a sus receptores específicos dentro de las células, lo cual posibilita la “transcripción” del ADN y capacita a los genes para que se expresen de determinada manera,

el hecho de que en el cerebro también se encuentren

localizadores de dichos receptores, constituye un factor principal para determinar las conductas que se verán afectadas por un determinado tipo de hormona. Las áreas estructuralmente diferentes entre hombres y mujeres en el cerebro, como ya se había mencionado, son partes del hipocampo, del hipotálamo y algunas zonas de la corteza cerebral (Kimura 2004a; Wilson y Rahman, 2005). LeVay (1991; cit. Por Carani y cols.; 1999) reportó diferencias en el tamaño de

un

núcleo

hipotalámico

(INAH-3)

entre

hombres

heterosexuales

y

homosexuales, proveyendo una explicación biológica para la orientación sexual; sin embargo, otros estudios no han podido demostrar esta misma diferencia (swaab y Hofman, 1988; Swaab y cols., 1992; citados por Carani y cols.; 1999). Diversas investigaciones han demostrado que las diferencias en la orientación sexual tiene una base genética o en otros casos es producto del ambiente en el útero, las más confiables han sido realizadas con gemelos que crecieron en diferentes ambientes, sin embargo, al parecer, la experiencia sigue teniendo su aportación importante (Bailey y Pillard, 1991; Bailey y cols., 1993; Bailey y cols., 2000; Kendler y cols., 2000).

Knafo, Iervolino y Plomin (2005) al investigar en gemelos tanto niños como niñas que presentaban conducta de sexo atípica, encontró un mayor peso en el factor hereditario en las mujeres, mientras que en los hombres, el ambiente era más significativo al explicar su conducta. Ellis y Ames propusieron la teoría del andrógeno prenatal, la cual le atribuye a los andrógenos un rol preponderante en la orientación sexual y explica de manera sencilla que la homosexualidad masculina se debe a una baja masculinización y que el lesbianismo se debe a una sobremasculinización en el desarrollo temprano del cerebro (1987, cit. Por Wilson y Rahman; 2005). Se han encontrado maneras de comprobar la exposición prenatal a los andrógenos, de acuerdo a Manning (2002, cit. por Riddley, 2004) ésta se puede observar en el tamaño del dedo anular, el cual parece estar determinado por los efectos organizadores de los andrógenos. Siguiendo esta línea, niveles prenatales altos de testosterona y bajos de estrógeno, producen un cociente entre el segundo y el cuarto dedo (2D:4D) de la mano bajo (lo cual se considera masculino). Swaab (2004) observa que la diferencia 2D:4D, es significativamente menor en personas (tanto

hombres

como

mujeres)

homosexuales

en

comparación

con

heterosexuales. Una manera de identificar esta relación se observa en los pacientes con Hiperplasia Adrenal Congénita (HAC) los cuales fueron expuestos a altos niveles de andrógenos. En dos estudios pudo relacionarse la HAC con bajos índices 2D:4D tanto en pacientes hombres como mujeres. (Brown, Hines, Fane y Breedlove, 2002; y Okten, Kalyoncu y Yaris, 2002; cit. Por Rammsayer y Troche, 2007) Lo anterior sugiere y reafirma la creencia de que las personas homosexuales han sido expuestas a elevados niveles de andrógenos en el útero. Wilson (1983, cit. Por Wilson y Rahman, 2005) explica que si el cuerpo y el cerebro son ambos influenciados por hormonas sexuales prenatales, la variación en el cociente del largo de los dedos podría predecir la personalidad típica de un género. Esto fue confirmado en un estudio con mujeres con cocientes similares a los hombres y que demostraron ser más asertivas y competitivas (características masculinas) que otras mujeres; se ha encontrado también que en las mujeres con

HAC (hiperplasia adrenal congénita) se observan patrones masculinos en el largo de los dedos (Wilson y Rahman, 2005). Al parecer, las mujeres homosexuales han sido expuestas a una mayor cantidad de andrógenos prenatales que las mujeres heterosexuales. Sin embargo, los resultados de estudios que intentan correlacionar el 2D:4D con la orientación sexual, no todos son concordantes. Rammsayer y Troche (2007) no encontraron correlación entre éste y la orientación sexual en mujeres. Lippa (2003) en una muestra de 1235 mujeres, comparó el índice 2D:4D entre los grupos (heterosexuales versus homosexuales) sin encontrar diferencias significativas que relacionaran a la orientación sexual con dicho índice, sin embargo, en la muestra de hombres si se observaron. Por su parte, Rahman y Wilson (2003) obtuvieron diferencias significativas (menores índices 2D:4D) tanto en hombres como en mujeres homosexuales al compararlos con heterosexuales, no obstante, no pudieron establecer una correlación entre la asimetría fluctuante (medida que toma en cuenta las interrupciones en el desarrollo) y la orientación sexual. Csathó, Osváth, Bicsák, Maradi, Manning y Kállai (2003) llevaron a cabo un estudio en el cual relacionaron los puntajes del Inventario de Roles de Género de Bem (BSRI) con el índice 2D:4D en 46 mujeres; en el cual encontraron que índices 2D:4D bajos se relacionaban con puntajes altos en masculinidad, por lo cual concluyen que el índice es un predictor de identidad de rol en mujeres. Otra “ventana” al desarrollo temprano prenatal se obtiene por las huellas digitales, Kimura (2004a) descubrió una relación significativa entre el patrón de estribaciones asimétrico con la orientación sexual en hombres. Sin embargo, Wilson y Rahman (2005) exponen que esos resultados no se han podido replicar. Kimura (2004a) también intentó correlacionar las habilidades cognitivas con la asimetría en el número de estribaciones, en un estudio encontró que las mujeres con mayor numero de estribaciones en la mano derecha (D>) fueron mejores que las I> en tests espaciales, mientras que estas últimas, en cambio, obtuvieron mejores resultados en los tests femeninos. Con estos resultados y otros similares, Kimura concluyó que “el hecho de que las habilidades intelectuales puedan estar relacionadas con características físicas presentes antes del nacimiento sugiere, de

forma contundente, que las influencias prenatales determinan de forma significativa dichas habilidades aún antes de que intervenga cualquier otro factor ambiental.” 5. Relación entre orientación sexual, hormonas y habilidades cognitivas. Wilson y Rahman (2005) explican que las hormonas sexuales tienen dos efectos en el cerebro y en la conducta, los cuales son organizadores (moldeando al cerebro y a la conducta de forma temprana en el útero, dichos efectos son irreversibles) y los efectos de activación, provocados por las hormonas circulantes, transitorios y que afectan al cerebro y a la conducta en la adultez (por ejemplo, los cambios de humor característicos del Síndrome Premenstrual). Kimura (2004a y 2004b) también argumenta que en los mamíferos, la exposición temprana a andrógenos o sus derivados, tiene un largo efecto organizativo en la conducta, lo mismo ocurre en los varones, la diferenciación conductual o cerebral depende de la presencia de hormonas sexuales al inicio de su formación, las cuales tendrán efectos irreversibles sobre la conducta que mostraran a lo largo de su vida, estos efectos se llaman efectos de organización. Al parecer, en las mujeres, las hormonas producidas por los ovarios no son esenciales en la organización cerebral femenina. MacLusky y Naftolin (1981, cit por Carani, Rochira, Faustino-Fustini, Balestrieri y Granata, 1999) por su parte, explican que la acción de estrógenos prenatales y perinatales en el cerebro, es considerada como la responsable del establecimiento de un cerebro masculino. Kimura (2004a) puntualiza que una parte importante de las diferencias cognitivas que se pueden observar entre dos individuos está relacionada con la existencia de ambientes hormonales diferenciales, ya sea en los inicio de la vida o en el momento de realizar las evaluaciones. Al respecto, Swaab (2004) observa que la exposición a niveles anormales de hormonas sexuales durante el embarazo o después del nacimiento afecta la identidad de género. Por otra parte, Bailey, Dunne y Martin (2000) reconocen la influencia de varios factores (genéticos, exposición a esteroides gonadales, estrés por parte de la madre, entre otros) en la

variación interindividual de la orientación sexual y las funciones neurocognitivas; los factores genéticos tienen un mayor peso en la orientación sexual y sus efectos son mayores en hombres homosexuales que en mujeres homosexuales. También Ellis (2001; cit. Por Swaab, 2004) reporta que la exposición prenatal a nicotina tiene efectos masculinizantes o desfeminizantes en la orientación sexual de mujeres, así como un incremento en la probabilidad de lesbianismo. Otra marcada influencia de las hormonas sexuales en el comportamiento y las habilidades cognitivas, se ha observado en pacientes (tanto hombres como mujeres) con hiperplasia adrenal congénita (HAC), los cuales debido a esta anomalía genética han sido expuestos a un exceso de andrógenos producidos por sus glándulas suprarrenales. Por ejemplo, en mujeres con HAC, se observó que presentan habilidades espaciales (donde comúnmente los hombres sobresalen) superiores a las mujeres sin HAC, además de conductas masculinas y tendencias homosexuales; mientras que los hombres con HAC eran peores en las tareas espaciales con respecto a los hombres normales. En el caso de chicos con Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, se encontró que tienden a mostrar una base cognitiva similar a las chicas, sin embargo, debido a su condición, generalmente son educados/criados como niñas, lo cual plantea la duda de si se deban a factores hormonales o ambientales dichas diferencias. En cambio los hombres con hipogonadonismo hipogonadotrófico idiomático (HHI), que presentan niveles de T bajos y genitales pequeños, puntúan mucho peor que los hombres sin dicha condición en habilidades espaciales, lo cual sugiere que la carencia de testosterona afecta dicha habilidad (Kimura 2004a; Wilson y Rahman, 2005). Algunos autores afirman que las personas homosexuales, tanto hombres como mujeres, siguen patrones cognitivos atípicos con relación a su sexo, lo cual es consistente con el cambio en su preferencia sexual por la acción de andrógenos prenatales (Ellis y Ames, 1987;

Rahman y Wilson, 2003; cit por.

Rahman, Andersson y Govier, 2005). Además, el patrón de funciones cognitivas inverso en hombres homosexuales y en algunas mujeres apoyan esta teoría. Por ejemplo, los hombres heterosexuales obtienen puntajes significativamente mejores

que los homosexuales en tareas por ejemplo de rotación mental, en el test de nivel de agua y otros. Mientras que los hombres homosexuales superan a los heterosexuales en tareas que regularmente favorecen a las mujeres (memoria espacial). En el caso de las mujeres homosexuales, su desempeño cognitivo es similar al de mujeres heterosexuales, observándose únicamente una diferencia en las tareas de fluidez verbal, cuyos resultados se asimilan a los de hombres sin embargo, no llegan a ser significativos. Ésto lo atribuyen a la posibilidad de que los periodos críticos de desarrollo neurológico en materia de preferencia sexual difieran entre hombres y mujeres; también hacen hincapié en que el cerebro de los hombres se encuentra más lateralizado que el de las mujeres, lo cual pueda explicar los resultados similares de las mujeres lesbianas con el de mujeres heterosexuales (Rahman y cols, 2005). Rahman y cols. (2005) han encontrado también diferencias relacionadas con la orientación sexual en mujeres en un circuito del cerebro llamado el circuito cortico-palido-estriado-talámico el cual origina una respuesta de inhibición prepulso, sin embargo, la investigación en esta área es reciente y no se cuentan con muchos estudios comparativos. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Como se pudo observar, existen diferencias cognitivas que influyen en la manera en que se resuelven tareas ya sea verbales o espaciales. Dichas diferencias se han relacionado con diferentes condiciones biológicas, así como también con variables tales como el sexo, el género y el aprendizaje, entre otras. Retomando a Wilson y Rahman (2005), se entiende que las hormonas sexuales tienen dos efectos en el cerebro y en la conducta. Son organizadoras de la anatomía cerebral, así como activadoras de ciertas conductas. De esta manera, adquiere gran interés el relacionar condiciones prenatales con el futuro desempeño cognitivo de un individuo, enfrentándose esta creencia con las teorías de aprendizaje social y reviviendo el interminable debate entre naturaleza versus crianza.

Kimura (2004a) por su parte, atribuye una gran influencia al proceso evolutivo del hombre en las diferencias entre sexos en las capacidades mentales. Sin embargo, las últimas evidencias, que relacionan el papel de las hormonas con distintos desempeños en tareas de rotación mental y/o verbales, han planteado la necesidad de estudios con diferentes perspectivas y la inclusión de variables que no eran contempladas en el pasado. Por ejemplo, diversos autores han utilizado el Inventario de Roles Sexuales de Bem (BSRI) en investigaciones que relacionan variables como sexo, orientación sexual, el índice 2D:4D y las habilidades cognitivas espaciales; sin embargo, ninguno ha tomado en cuenta todas las variables en conjunto (Csathó y cols, 2003; Cunningham y Russell, 2004; García-Vega, Fernández y Rico, 2005; Massa, Mayer y Bohon, 2005; Rammsayer y Troche, 2007). También los experimentos realizados que utilizan como variables la orientación sexual, la identificación con roles masculinos/femeninos, el índice 2D:4D, las diferencias en estribaciones en cada mano y el desempeño en tareas verbales o espaciales, no llegan a relacionar más que dos o tres variables, dejando fuera las demás (Kimura, 2004a). Sobre estas bases, buscando una comprensión más integral del problema que plantean las diferencias sexuales (en particular las relacionadas con la mujer) en las capacidades mentales, surgen las siguientes preguntas: ¿Las diferencias en

el

desempeño

de

habilidades

cognitivas

típicamente

masculinas

(específicamente de rotación mental) son un efecto del aprendizaje o de la influencia de los factores biológicos en mujeres homosexuales? ¿Tienen las mujeres homosexuales una curva de aprendizaje más pronunciada en las tareas típicamente masculinas que las mujeres heterosexuales? ¿Existe una relación entre un índice 2D:4D menor y la curva de aprendizaje? ¿Existe una relación entre los puntajes del BSRI, el desempeño en las tareas cognitivas, el índice 2D:4D, las estribaciones digitales y la orientación sexual? El presente estudio propone las siguientes hipótesis para responder a estas interrogantes:

H1. Las diferencias en el desempeño de las mujeres en la tarea de rotación mental es un efecto de la orientación sexual, esto es, un factor biológico y no producto del aprendizaje. H2. Las mujeres con orientación homosexual tendrán una curva de aprendizaje más pronunciada que las heterosexuales. H3. Las mujeres de orientación homosexual que calificaron como andróginas o masculinas en la escala de Bem tendrán un mejor desempeño en la tarea.* H4. Existe una relación negativa entre la curva de aprendizaje y el índice 2D:4D. H5. Existe una relación positiva entre la curva de aprendizaje y las estribaciones digitales en la mano derecha. De esta manera surgen los siguientes objetivos generales: - Contribuir con información empírica y metodológica a la discusión biología – medio ambiente en el caso de las diferencias en habilidades cognitivas. - Estudiar la relación entre la orientación homosexual en mujeres y el desempeño en una tarea de rotación mental. - Estudiar la ejecución de las mujeres en función del tiempo de resolución de la tarea de rotación mental. Para esto, se comprenden además, los siguientes objetivos específicos: - Observar las diferencias en el desempeño cognitivo entre mujeres homosexuales y heterosexuales. -Observar si existe alguna relación significativa entre las variables de orientación sexual, estribaciones digitales, índice 2D:4D, puntuación en BSRI y la ejecución de la tarea de rotación mental. -Descartar la influencia del aprendizaje en la ejecución de tareas de rotación mental en mujeres. -Realizar una investigación exhaustiva sobre los últimos descubrimientos en materia sexual-cognitiva.

-Registrar el desempeño en la tarea de rotación mental en las mujeres y establecer una gráfica de aprendizaje. -Comparar los resultados obtenidos por otros con este estudio. II. METODOLOGÍA 1. Sujetos. Se seleccionaran # mujeres, diestras, mayores de 18 años, en función de sus respuestas al Cuestionario de Kinsey sobre Conducta Sexual. 2. Instrumentos a) Cuestionario de Kinsey sobre Conducta Sexual (Kinsey, 1953). Este cuestionario clasifica la conducta sexual en 7 grados del cero al seis, donde 0= exclusivamente heterosexual, sin rasgos homosexuales; y 6= Exclusivamente homosexual. Este cuestionario se utilizará para clasificar la muestra en dos grupos: Mujeres homosexuales (que puntuen 5 y 6) y mujeres heterosexuales (que puntuen 0 –cero-). b) Inventario de Roles Sexuales de Bem (BSRI) o Cuestionario de masculinidad-feminidad-androginia (Bem, 1974; en Hurtado, Gómez y Colomer; 2005). Se trata de un instrumento autoaplicado con 60 items referidos a características personales, donde se le pide al sujeto que mediante una escala de 1 a 7 (1= no se identifica para nada - 7 =se identifica totalmente) indique en que medida cada una de las características lo identifican. De las 60 características hay 20 referidas a Feminidad, 20 a Masculinidad y 20 neutras. Los sujetos se clasifican en una categoría de cuatro posibles, según obtengan puntuaciones altas o bajas en las dimensiones Masculinidad y Feminidad (masculinos, femeninos, andróginos e indiferenciados). Este cuestionario servirá para clasificar a la muestra en dos grupos, el primero conformado por mujeres cuya atribución personal fue de feminidad y el segundo por mujeres con puntuaciones en masculinidad y androgínia.

c) Test de matrices progresivas de J.C. Raven (Raven, 1992). Esta test mide la capacidad intelectual general. Se utilizará para igualar la muestra entre los grupos. d) Figuras de Shepard. (ANEXO) A partir de estas figuras se crearan los ítems sobre los cuales se evaluaran a los sujetos. 3. Procedimiento De acuerdo a la puntuación en el Cuestionario de Conductas sexuales la muestra se dividirá en dos grupos: el Grupo A conformado por mujeres con orientación homosexual y el grupo B conformado por mujeres con orientación heterosexual. Después de esta preselección, se aplicará el Inventario de Roles Sexuales de Bem (BSRI) para obtener un registro de la percepción de si mismas. Con base en los resultados obtenidos en el BSRI se dividirá cada grupo en dos más (A1 y A2; B1 y B2). En los grupos con denominación uno (1) se incluirán a las mujeres que se perciben con rasgos de feminidad, mientras que en los grupos con denominación dos (2) a las que presentan rasgos de masculinidad o androginia. La muestra será igualada entre los grupos de acuerdo a los puntajes obtenidos en el Test de matrices progresivas de Raven. Se les sacará una fotocopia de sus manos para obtener el índice 2D:4D. Así como un registro de las huellas dactilares del dedo meñique y pulgar de ambas manos para obtenerse la diferencia de estribaciones digitales. Se expondrán a repetidas pruebas de figuras que requieren la habilidad cognitiva de rotación mental, utilizando las figuras de Shepard, registrándose su ejecución, el tiempo de resolución y sus aciertos. Dichos resultados serán procesados estadísticamente mediante los siguientes métodos: -Un análisis de varianza de una entrada (ANOVA) para observar las diferencias entre los grupos en la ejecución de la tarea de rotación mental.

-Un análisis de varianza de cuatro entradas (2X2X2X2) para estudiar los efectos de las variables Orientación, índice 2D:4D, diferencia en estribaciones digitales y los rasgos (femenino vs. andrógino/masculino) sobre la tarea de rotación mental. -Un análisis de correlación bivariado para el estudio de la relación entre curva de aprendizaje, el índice 2D:4D y la orientación sexual. -Un análisis de correlación parcial entre las variables Desempeño de Habilidad e Índice 2D:4D, con la variable controladora de Orientación Sexual. -Un análisis de correlación parcial entre las variables Desempeño de Habilidad e Índice 2D:4D, con variable controladora el resultado del BSRI. -Además de realizarse un análisis descriptivo de las variables bajo estudio Como hipótesis estadísticas se espera encontrar: H1-Diferencias significativas en las curvas de aprendizaje al compararse Grupo A y Grupo B. H2-Diferencias significativas entre el desempeño del Grupo A1 y B1 en específico. H3-Diferencias significativas entre el desempeño del Grupo A2 y B2 en particular. H4-La ausencia de diferencias significativas intragrupales (A1 vs A2; B1 vs B2) H5-Una correlación parcial entre el desempeño de la habilidad, el índice 2D:4D y la orientación sexual. H6-Una correlación parcial entre el desempeño de la habilidad, el índice 2D:4D y la clasificación de masculinidad/feminidad de acuerdo al BSRI. H7-Un mejor desempeño en los grupos A2 y B2. H8-Una correlación negativa entre la curva de aprendizaje y el índice 2D:4D. H9-Una correlación positiva entre la curva de aprendizaje y las estribaciones digitales en la mano derecha.

H10- Un efecto positivo de la variable índice 2D:4D sobre el desempeño en la habilidad. H11-Un efecto positivo de la variable estribaciones digitales en el desempeño de la habilidad. H12- Un efecto positivo en el desempeño de la habilidad por la orientación sexual. H13-Un

efecto

de

la

atribución

de

rasgos

(masculinos-

andróginos/femeninos) en el desempeño de la habilidad. Referencias Anselmi, D. y Law, A. (1998) Questions of gender. McGraw Hill. Bailey, J. M., Dunne, M. P., y Martin, N. G. (2000). Genetic and environmental influences on sexual orientation and its correlates in an Australian twin sample. Journal of Personality and Social Psychology, 78: 524–536. Bailey, J.; Pillard, R.; Neale, M. y Argyei, Y. (1993) Heritable factors influence sexual orientation in women. Archives of General Psychiatry. 50: 217-223 Bailey, M. y Pillard, R. (1991) A genetic study of male sexual orientation. Archives of General Psychiatry. 48: 585-590. Basow, S. (1992) Gender Stereotypes and Roles. (3° ed). California: Brooks/Cole Publishing Company. Bem, S. (1998) Gender Schema Theory and Its Implications for Child Development: Raising Gender-aeschematic Children in a Gender-schematic Society. En Questions of Gender. McGraw Hill. (pp. 262-274) Buxó, M. (1988) Antropología de la Mujer. Cognición, Lengua e ideología cultural. España: Anthropos Editorial del hombre. Carani, C.; Rochira, V.; Faustino-Fustini, M.; Balestrieri, A. y Granata, A. (1999) Role of oestrogen in male sexual behaviour: insight from the natural model of aromatase deficiency. Clinical Endocrinology. 51, 517-524 Csathó, Osváth, Bicsák, Maradi, Manning y Kállai (2003) Sex role identity related to the ratio of second to fourth digit length in women. [abstract]

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