Imagination La calle donde se encuentra el “El Vesubio” es una línea que atraviesa toda la ciudad. Allí, en la parte más alta de aquella vía, se halla el lugar de la cita entre Robert y Rachel. El Vesubio es una cafetería, con muebles en mimbre y ratán. Tiene dos áreas: la de la calle, con las mesitas de hierro y las sillas en ratán, y la interior, con mesas de mimbre con tope de cristal y sillas en el mismo material. Las cortinas, en el área interior, son blancas, y las mesas en el centro tienen un barquito azul. Las mesas de afuera dan a la acera y cuando el restaurante está lleno los transmutes se confunden con los comensales. Robert llegó al Vesubio a la hora pactada. Se sentó en el área de la calle. Estaba vestido con un pantalón kaki, un camisa blanca de mangas largas remangadas hasta el codo, zapatos marrones y luciendo, evidentemente, un corte de pelo reciente. En sus manos tenía un ramo con quince rosas, todas de diferentes colores. Su mirada era placida y labios dibujaban una sonrisa sincera. Se sentó en una de aquellas mesitas; una mesara, de origen oriental, se acercó con el menú. El le sonrió rechazando el menú y solo pidiéndole una taza de café. Al marcharse la mesera comenzó a arreglar el ramos de flores, colocando las rosas color pastel alejadas una de otras. Miró el reloj y movió la cabeza. La mesara se acercó a Robert colocando en la mesa la taza de café y la cazuela con azúcar. Robert sonrió cuando la mesera partió introdujo tres cucharaditas de azúcar en su café, tomó un sorbo, volvió a mirar a los lados, y observó nuevamente su reloj. Mientras Robert toma su café, arregla por enésima vez el ramo y mira a todos los lados de la calle, Rachel camina vacilante hacia el restaurante. Ciertamente siente algo bonito por Robert, pero su imaginación no la deja tranquila y se pregunta si verdaderamente el la amara. Un mes es muy poco tiempo para declarar sentimientos a una persona; a lo mejor Robert se está engañando así mismo; a lo
mejor se está refugiando en su propio yo y no acepta que en verdad lo que siente por ella es una simple ilusión. Rachel camina lentamente. Pero a pesar de su paso tranquilo, cada vez está cerca más del Vesubio. Solo le falta una esquina para llegar y, desde allí, distingue a Robert entre los peatones y comensales. Ve como él mira el reloj, arregla las flores, toma café. Rachel piensa que si la amara estaría tranquilo esperándola, sin moverse tanto, sin mirar tanto el reloj. Detiene sus pasos y se percata de la mesara oriental. Ella se dirige hacía Robert con su menú en la mano. Robert lo rechaza y le pide algo. Rachel se da cuenta de que la mesera recoge la taza de la mesa de Robert y se aleja. De inmediato Rachel intuye que si verdaderamente Robert la amara no hubiese pedido nada hasta que ella llegara. Rachel camina dos pasos más y la cercanía le permite ver que ya Robert no luce lo inquieto que lucía hacía solo unos minutos No mira el reloj, no arregla las flores. La mesera oriental vuelve y se acerca sonriente a la mesa de Robert y le sirve otro café. Rachel ve como Robert le sonríe y le regala la una de las rosas del ramo. La mesara sonríe y se coloca la flor detrás de la oreja, partiendo, muy contenta, a atender a los clientes de la mesa de al lado. Rachel, inmóvil en la esquina del café comienza a llorar. No le quedan dudas, Robert no la ama. Magnolia Méndez Marzo 16, 2008