Historia del Cine Peruano Época silente La primera función pública de cine en Perú se realizó la noche del 2 de enero de 1897, en la Confitería Jardín Estrasburgo (hoy Club de la Unión). El aparato utilizado fue el Vitascope, traído al país por C.J. Vifquain y W.H. Alexander. Entre los invitados, estuvieron ministros de Estado y el presidente Nicolás de Píerola. En 1899, fueron filmadas las primeras vistas del Perú, sin que se sepa quién fue el autor de las imágenes. Las empresas Pathé y Cinema Teatro se encargaron en los primeros años de captar y difundir vistas peruanas, en diversos cortometrajes. Solamente en 1913 se estrenó el primero filme de ficción peruano. Negocio al Agua, que fue filmada en Barranco, estuvo escrita por Federico Blume y Corbacho y protagonizada por Carmela Villarán Rey y Luis Revett y Montero. Tal vez los dos mayores éxitos de la época silente hayan sido Luis Pardo (1927), primera película de corte popular, y La Perricholi (1928), basada en la conocida relación de una mestiza con un hombre de la corte española. La producción de filmes peruanos, sin embargo, estuvo lejos de ser comparable a la de otros países del continente. Inicio de la época sonora El español Manuel Trullen entró a la historia por ser el fotógrafo las dos últimas películas mudas estrenadas en el país - Cómo Serán Nuestros Hijos y Yo Perdí Mi Corazón en Lima - y de la primera cinta sonorizada, Resaca, de Alberto Santana. Trullen es considerado hasta hoy el símbolo de los primeros años del cine criollo, que empezó a captar la atención del público, generando algunos éxitos comerciales. Esa época vio el nacimiento de Amauta Films, empresa fundada por Felipe y Washington Varela La Rosa, y que
produjo 14 películas de ficción entre 1937 y 1940, la mayoría de ellas comedias y melodramas que tuvieron gran acogida del público. Sin embargo, el buen momento fue seguido por una década con muy pocos estrenos rescatables. El cine del Cusco y las coproducciones con México En 1956, Víctor y Manuel Chambi, Luis Figueroa y Eulogio Nishiyama, entre otros, fundaron el Cine Club Cuzco y empezaron a retratar la realidad campesina en una serie de documentales y noticiarios. Casi una década más tarde, Filmadora Peruana inició la realización de películas en coproducción con México, aprovechando la popularidad y la buena estructura de distribución del cine de ese país. El resultado fue la producción de muchos filmes de entretenimiento, cuyo único objetivo - logrado con creces - era obtener éxito en la taquilla. El boom de los cortometrajes Con la promulgación de la Ley de Fomento a la Industria Cinematográfica, en 1972, se pusieron en práctica medidas como la exhibición obligatoria y la retribución porcentual. Durante los veinte años de vigencia de la ley, se produjeron aproximadamente 1200 cortos y 60 largometrajes. De 1978 a 1981, se estrenaron tres largometrajes por episodios, en la que varios directores intervenían en la producción, realizando cada cual uno de los episodios. Cuentos Inmorales, Aventuras Prohibidas y Una Raya Más al Tigre fueron esas películas. De todas, la primera fue la más exitosa y contó con historias dirigidas por José Carlos Huayhuaca (Intriga Familiar), Augusto Tamayo San Román (Mercadotecnia o Las Desventuras de Mercurio), José Luis Flores Guerra (El Príncipe) y Francisco Lombardi (Los Amigos). El Cine Campesino y el Grupo Chaski
El cine campesino de los 70 basó sus argumentos en novelas clásicas de la literatura nacional, con fuerte tendencia indigenista. Kuntur Wachana (1977), Laulico (1980), Los Perros Hambrientos (1976) y Yawar Fiesta (1986) son ejemplos de esa etapa del cine criollo. A mediados de los 80, un colectivo integrado por Fernando Espinoza, Alejandro Legaspi, Stefan Kaspar, René Weber, Oswaldo Carpio, María Barea y Susana Pastor, entre otros, se propuso realizar películas ambientadas en los barrios pobres y marginales de Lima. El grupo Chaski, como se denominó, produjo Gregorio (1984) y Juliana (1986), dos interesantes miradas acerca de la problemática de los niños de la calle. Los años 90 y el inicio del siglo XXI A ejemplo de lo que venía ocurriendo desde los años 80, la producción fílmica peruana continuó con notable desventaja frente a las majors norteamericanas. La crisis económica y la dificultad en encontrar espacios de exhibición y recuperar la inversión en taquilla, fue desafiada por muy pocos realizadores. De todos, sin duda el más exitoso ha sido Francisco Lombardi, quien desde su debut, en 1977, con Muerte al Amanecer, ha demostrado talento y capacidad para convocar al público. Luego de varios éxitos, como La Ciudad y Los Perros y Bajo la Piel, Lombardi recibió el encargo de dirigir una teleserie para América Televisión, basado en la novela de Mario Vargas Llosa, Pantaleón y las Visitadoras. La versión cinematográfica se convirtió en el mayor éxito de la historia del cine local. Junto a Lombardi, Augusto Tamayo, Alberto "Chicho" Durant y Luis Lllosa son los realizadores más constantes del cine peruano. El surgimiento de nuevos directores, como Aldo Salvini y Fabrizio Aguilar, le ha dado cierta diversidad al cine local, con estrenos tan variados como Bala Perdida, El Bien Esquivo o Paloma de Papel, por citar algunos ejemplos. De la misma manera, ciertas películas
terminan siendo estrepitosos fracasos, mientras otras se transforman en rotundos éxitos de taquilla.