Historia de un monje Por: Manuel Larrosa Ortuño 2ºA
Mi vida giró en torno a Dios, y aun sigo pensando que fue una tarea que valió la pena. Fui un miembro de la iglesia al que todos recordaron por mi dura e intensa labor que realicé. Nací en una humilde familia de campesinos en el este de Europa. Mis padres quisieron una vida mejor para mí, ya que ellos trabajaban para un noble y pidieron permiso a éste para poder formar parte de un monasterio. Los monjes me enseñaron a leer y escribir y junto a ellos aprendí la palabra de Dios. Durante mi juventud en el monasterio me encargaba de realizar las tareas agrarias y en mi tiempo libre escapaba del monasterio y, junto a un saco lleno de pan duro y mis viejas vestiduras que ya no usaba partía hacia las aldeas donde habitaban campesinos pobres y esclavos que no tenían nada para comer ni vestir. Me gustaba ayudar a los campesinos pobres por que yo en mi infancia fui uno de ellos. Todos los días rezábamos cuatro veces. Por la medianoche nos quedábamos en vela meditando y orando por dios. En el amanecer rezábamos las laudes para alabar a dios por un nuevo día. Al atardecer rezábamos las vísperas que era la oración solemne de acción de gracias, y al caer la noche, cuando nos retirábamos a dormir, rezábamos las completas, que era una oración penitencial al final del día. Nuestra alimentación se basaba en alimentos como sopa, pan, verduras que cultivábamos, huevos, fruta, queso y vino. En ocasiones especiales y celebraciones comíamos carne y pescado. En semana santa realizábamos procesiones en el claustro donde también enterrábamos a los fallecidos. Cuando fui creciendo y alcancé la madurez me dediqué a copiar libros en el scriptorium y cuidar de la ganadería, pero sobre todo mi labor fue ayudar a los enfermos y pobres. Mi vida fue muy humilde y solidaria y todos los campesinos me recordaron por ayudar a los más necesitados y luchar contra las enfermedades. Y aquí finalizo mi intensa y laboriosa historia de la que estoy muy satisfecho, y lo estaré.