Un poco de Historia Símbolo de amor, lujuria y belleza, las orquídeas han fascinado al mundo durante siglos. En la Antigua Grecia eran vistas como un símbolo de virilidad. Se las menciona en antiguos textos chinos de los tiempos de Confucio. Durante la Edad Media se utilizaban en la preparación de infusiones y remedios, también consideradas como un afrodisíaco y uno de los principales ingredientes de algunas pociones mágicas. Se dice que, cuando las orquídeas aparecen en un sueño, representan el deseo interior de ternura, romanticismo y amor. Las primeras orquídeas llegaron a Europa a principios del siglo XVIII en barcos de la armada Británica. Pero debido a su delicadeza, pocas podían sobrevivir a los largos viajes desde su lugar de origen, por lo que no dejaban de ser curiosidades muy apreciadas por botánicos y acaudalados aficionados. Esto cambió cuando en 1818 Lord William Cattley consiguió la floración de la primera Cattleya. Lo curioso fue que se había utilizado para proteger un cargamento de otras plantas que provenían del Nuevo Continente. Lord Cattley, reconocido horticultor de su época, se percató de la existencia de esas extrañas plantas durante el desembarco de su cargamento y decidió cultivarlas. Al cabo de unos meses, una de ellas floreció, dándole su propio nombre. Desde ese momento, el mundo de las flores cambió para siempre. Selvas y bosques enteros fueron despojados de sus orquídeas durante el siglo XIX con el fin de satisfacer las modas europeas. Actualmente, la recolección de orquídeas silvestres está prohibida para prácticamente la totalidad de las especies. Muchas de ellas se encuentran en peligro de extinción. Las orquídeas que habitualmente nos llegan son híbridos que han sido cultivadas a partir de semillas en invernaderos especializados.