Hilda Doolitle.docx

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  • Words: 1,260
  • Pages: 9
HILDA DOOLITTLE

Las Islas (1921) I ¿Qué son las islas para mí, qué es Grecia, qué son Rodas, Samos, Chios, Paros que mira a Occidente, Creta? ¿Qué es Samotracia, que asoma como un barco, Imbros que desgarra con el pecho las olas enfurecidas? ¿Qué son Naxos, Paros, Milos, el círculo en torno a Licia, las Cíclades collar blanco? ¿Qué es GreciaEsparta, que asoma como roca, Tebas, Atenas, qué es Corinto? ¿Qué es Euboia con sus lilas autóctonas qué es Euboia, cubierta de pasto, incrustada de súbitos bancos de arena, qué es Creta? ¿Qué son las islas para mí, qué es Grecia?

II ¿Qué puede darme el amor de la tierra que tú no me hayas dadoqué saben los altos espartanos, y los pueblos más gentiles del Atica? ¿Qué poseen Esparta y sus mujeres que importe más que esto? ¿Qué son las islas para mí si te extravíasqué es Naxos, Tinos, Andros, y Delos, broche del collar blanco?

III ¿Qué puede darme el amor de la tierra que tú no me hayas dado, qué puede quebrar en mí el amor de la contienda que tú mismo no hayas destruido? Bien puede Esparta penetrar en Atenas, Tebas provocar la ruina de Esparta, cada una cambia como el agua, la sal, se eleva para sembrar el terror y retrocede.

8 Ve, lustra el crisol y en el cuenco destila una palabra bien amarga, marah, otra más amarga aún, mar, aguas saladas, divisorias, seductoras, fuente de vida, fuente de lágrimas; ve, lustra el crisol y enciende la mecha debajo, hasta que marah-mar se mezclen y confundan y cambien y se alteren: mere, mere, mère, mater; Maia, María, Estrella del Mar, Madre. 9 Joya amarga, joya amarga en el corazón del cuenco, ¿ cuál es tu color? ¿qué nos ofreces a quienes nos rebelamos?

¿qué sería de nosotros si a otros amaras? ¿quién es este padre-madre que nuestra entraña desgarra? ¿cuál es esta dualidad insatisfecha que no puedes deshacer? 13 La Presencia era un espectro azul, un rayo azul extremo, extraño como el radio, como la sanación; mi antiguo yo, envuelto en torno a mí, era un sudario (solo de mí hablo, aunque mis compañeros me rodeasen en este misterio); ¿os sorprende que seamos orgullosos y distantes, impasibles a vuestro bien y mal? por sorpresa encontrado y por sorpresa afrontado, el peligro nos señala; a través de símbolos secretos nos reconocemos, a pesar de que, distantes y en silencio, nos crucemos por la acera o en el rellano de la escalera; a pesar de no cruzar una palabra, nos mostramos sigiloso aprecio; incluso en un saludo fugaz o sin mediar sonido alguno entre nosotros, conocemos nuestro Nombre,

nosotros, los iniciados sin nombre, nacidos de una misma madre, compañeros en la llama 20 Ahora entiendo claramente que el Espíritu Santo, enigma misterioso de la infancia, es el Sueño; esa vía de inspiración está siempre abierta, y abierta a todos; hace de mediador, de intérprete, del pasado los símbolos explica con imágenes de hoy, fusiona el futuro lejano con la más remota antigüedad, explica sin rodeos en la sencilla ecuación del sueño la más profunda filosofía, revela el secreto del alquimista y sigue al Mago en el desierto. 28 Oh Corazón, pequeña urna de pórfido, cornalina o ágata, cuán imperceptiblemente la semilla cayó entre un latido de placer

y un latido de dolor; no sé cómo sucedió ni cuánto tiempo llevaba ahí, tampoco sabría decir cómo evitó la tempestad de ira y resentimiento, ni por qué no fue arrastrada por la marea del dolor ni se marchitó en aridez cruda del amargo pensamiento. * Del libro Trilogía.

EL MAESTRO Por Hilda Doolittle I Era muy bello el viejo, y yo conocí la sabiduría, hallé la verdad sin medida en sus palabras, su autoridad era decisiva (cómo era que comprendía?)

cuando viajé a Mileto a buscar sabiduría dejé todo atrás, ayuné, trabajé hasta tarde,

me levanté temprano; usara ropas simples o intrincadas, nada se perdía, cada vestido tenía significado, "cada gesto es sabiduría", me enseñaba; "nada se pierde", decía; me acostara tarde o temprano, atrapaba el sueño y me levantaba soñando, y forjábamos filosofía con el contenido del sueño y yo estaba contenida; nada se perdía pues Dios es todo y el sueño es Dios sólo para nosotros, para nosotros es pequeña la sabiduría pero suficientemente grande para conocer a Dios en todas partes; Oh era justo, aun cuando yo le arrojara sus palabras a la boca me decía "pronto estaré muerto, debo aprender de los jóvenes"; su tiranía era absoluta, pues yo tenía que amarlo entonces, debía reconocer que él estaba más allá de cualquier hombre, más cerca de Dios (era tan viejo), tenía que clamar su perdón, que él me concedía

con su vieja cabeza tan sabia, tan bello con su boca tan joven y sus ojos; Oh dios, deja que haya alguna sorpresa en el cielo para él, pues nadie sino tú podría idear algo adecuado para él tan bello.

I Amplio portal brillante, borde de roca, rocas fijadas en salientes largos, fijadas al oscuro, plateado granito, a una roca más clara —un corte limpio, blanco contra blanco. Ninguna cabra, arriba —arriba—, trepa, ni oveja alguna pisa tu suave hierba; te alzas, borde del mundo, pilar celeste. El mundo se elevó: estamos junto al cielo; sobre nosotros chillan los halcones, planean las gaviotas —el terrible oleaje queda mudo desde este lugar. Abajo, al filo de la roca, donde la tierra es presa de fisuras del roto acantilado, un arbusto resiste al vendaval, se dobla —pero huelen sus blancas flores a esta altura. Y bien abajo, ruge el viento: silba, retumba, gruñe —aplasta la hierba con su gran pie.

II Dije: ¿debo seguirte siempre, siempre, a través de las piedras? Casi te alcanzo. Escapas: corres más que mi mano.

Me asombraste. Grité: querido, bello, misterioso —pulpa blanca de mirto. Me astillé y desgarré: el sendero ascendía más veloz que mis pies. Si un demonio pudiera vengar este dolor, le lloraría —si un fantasma pudiera, gritaría, oh maldad, sigue a este dios, ríete de su mal y de su vicio.

III ¿Me tiro desde aquí, salto, y así estaré contigo? ¿Me dejaré caer, amado, amado, unidos los tobillos? ¿Te daría yo pena, oh pecho blanco? Si despertara, ¿te daría pena, se encontrarían nuestros ojos? ¿Te has dado cuenta, sabes cómo subí por esta roca? Falta de aliento, me incliné hacia fuera, tambaleante entre los arrayanes. Dios del acantilado, ¿te das cuenta de lo lejos que están los bordes de tu casa, cuánto tuve que andar?

IV Sobre mí gira el viento. Estuve ante tu puerta y yo sé que tú estás más allá, más lejos todavía, en otro acantilado. -

En Baia Debí haber imaginado en sueños que traerías algo encantador, peligroso, orquídeas apiladas en una gran caja, como quien dijera (en un sueño) te envío esto, ya que dejé sin besar las azules venas de tu garganta. Pero qué fue que tus manos (que nunca tomaron las mías), tus manos que yo podía ver deslizarse sobre las corolas de las orquídeas tan cuidadosamente, tus manos, tan frágiles, que de seguro levantarían tan suavemente el frágil elemento floral; ah, ah, cómo fue Que nunca enviaste (en un sueño) la forma misma, el perfume mismo, no pesado, no sensual, pero peligroso ... peligroso ... de las orquídeas apiladas en una gran caja, y por debajo envuelta en un brillante pergamino alguna palabra: Flor enviada a una flor; para manos blancas, pétalos menos blancos y menos encantadores, o de amante a amante, ningún beso, ningún contacto, sino eternamente esto.

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