Guia No 21 Bautismo Tentaciones

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GUÍA No. 21 COMIENZO DEL MINISTERIO DE JESÚS: BAUTISMO, TENTACIONES, PRIMEROS LLAMAMIENTOS

NUEVO PASO EN EL PROCESO En el calendario litúrgico, tras la fiesta del Bautismo de Jesús, comienza la primera parte del tiempo ordinario durante el año y la Iglesia propone para la oración litúrgica el comienzo de la actividad misionera de Jesús. En el proceso de nuestros Ejercicios abiertos comenzamos también el trabajo de elección o de reforma de vida que, según la indicación de San Ignacio, se debe hacer «juntamente contemplando su vida». Es decir, el trabajo directo será la contemplación de los misterios de la vida de Jesús. Mientras se progresa en esa contemplación, a través del encuentro amoroso con el Señor se irá desencadenando el dinamismo de afectos y deseos, con los que el Espíritu Consolador nos irá moviendo y disponiendo «por la vía que mejor podremos servirle en adelante» (EE 15). Será preciso estar muy atentos, ejercitante y acompañante, cada uno por su parte, a las señales del Espíritu que irá registrando nuestra experiencia de oración. Considerar, como indica San Ignacio, de qué lado nos mueve Dios cuando nos hallamos en consolación, de qué lado cuando en desolación. Y así, gradualmente iremos percibiendo con suficiente claridad las invitaciones particulares y actuales de la voluntad de Dios. La elección podrá ser buena y auténtica solamente si procede «del amor que desciende de arriba, del amor de Dios» (EE l84). Durante este tiempo de contemplación las exigencias del seguimiento de Jesús podrán despertar en nosotros resistencias y mecanismos de defensa. El enemigo de natura humana, vestido de ángel de luz, estará rondando y poniendo sutilmente impedimentos para pasar adelante. Será muy útil durante estos días leer y reflexionar las reglas de discernimiento más propias de la segunda Semana (EE 328-336), cuya comprensión cabal es bueno conversarla con el acompañante. FIN QUE SE PRETENDE En las tres contemplaciones que propone San Ignacio para los días quinto, sexto y séptimo de la segunda Semana (EE 158-161), pretenderemos afianzar nuestro seguimiento de Jesús en la realización de lo que fue el centro de su vida: entregarse para que todos tengan vida en abundancia, dentro de un pueblo de hermanos Tres aspectos centran la contemplación de estos días: •Jesús que se despide de su bendita Madre y viene desde Nazaret al río Jordán donde estaba Juan Bautista y recibe el bautismo (EE 273). Y aquí un doble momento: Jesús cambia de “estado de vida” y deja su familia, su pueblo, su trabajo, sus costumbres

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nazarenas y se encamina, pobre, célibe, obediente a la voluntad del Padre, para dar comienzo a la misión de anunciar la cercanía del Reino de Dios. En el río Jordán recibe el bautismo de Juan Bautista y experimenta la unción mesiánica (cf Mc 1, 9-11; Lc 3, 21-22; Mt 3, 13-17) •Jesús es conducido por el Espíritu al desierto para que el diablo lo tiente; ayuna cuarenta días y cuarenta noches y los ángeles le prestan servicio (EE 274) •La primera actividad de Jesús: buscar amigos y compañeros para la misión GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR

Como en toda la segunda semana: «conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga».

Aquí podemos concretar esta petición en un conocimiento y adhesión al Señor que lo deja todo para entregarse a las cosas de su Padre y en su bautismo expresa el compromiso de entrega por el bien de los hombres, que incluye la disposición a dar la vida por ellos. Conocimiento de Jesús que se enfrenta decididamente al enemigo cuando pretende desviarlo del mesianismo propio del Siervo –un mesías humilde- hacia el mesianismo político esperado por las multitudes y aun por los apóstoles. Nuevamente, también, pedir que yo pueda escuchar el llamamiento que me hace Jesús en cada paso de su vida y que no sea sordo, sino pronto y generoso para responderle. TEXTO IGNACIANO En una nota muy importante del quinto día de Ejercicios completos (EE 159), destinada a iluminar todas las contemplaciones de los días siguientes, hallamos estas orientaciones: 1) San Ignacio propone para cada día un solo misterio de contemplación, que se hará a media noche y otra vez a la mañana, con dos repeticiones sobre ella, a la hora de la misa y de vísperas; y antes de cenar traer sobre ella los cinco sentidos; 2) En cada uno de estos ejercicios el modelo de la contemplación, será el que fue propuesto para las contemplaciones de la Encarnación y Nacimiento (EE 102, 111); con la sólita oración preparatoria, traer la historia, composición viendo el lugar, demandar lo que quiero; y luego, ver las personas, oír lo que hablan, mirar lo que hacen y reflectir para sacar algún provecho. 3) Cada contemplación se acabará con los tres coloquios de las Banderas (EE 147).

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•Contemplación de la partida de Nazaret y del Bautismo de Jesús En el primer punto de esta contemplación (EE 273, 2), San Ignacio nos pide contemplar a Jesús que se despide de su bendita Madre (ver, oír, mirar), en un episodio que no narran los Evangelios pero que a él le parece importante en el momento en que el ejercitante está haciendo elección de estado de vida. Jesús, que nos llama a dejar todas las cosas para seguirlo en el anuncio del Reino, ha realizado primero él mismo esta renuncia. Considerar aquí la nueva forma de vida que elige el Señor, en celibato, dejando la convivencia de familia, su oficio, sus relaciones, para dedicarse enteramente a las cosas del Padre. Nos invita también Ignacio a acompañar a Jesús cuando parte de Nazareth y se encamina al río Jordán para encontrarse con Juan Bautista. Recordemos la composición viendo el lugar de la contemplación del Nacimiento: «con la vista imaginativa ver el camino desde Nazareth a Bethlem, considerando la longura, la anchura, y si llano o si por valles o cuestas sea el tal camino»; pedir la gracia de penetrar en los sentimientos del corazón de Jesús en este momento de su camino. Podemos detenernos en la contemplación de la persona y el ministerio de Juan con la ayuda de los evangelios sinópticos (Lc 3, 1-18), y del evangelio de Juan (1, 1934). Para el Bautismo San Ignacio escoge el texto de Mateo 3, 13-17 y explica cómo Juan se quiere excusar «reputándose indigno de bautizar». El gesto de Jesús no cuadra con la descripción del Mesías que Juan ha predicado, pues el bautismo es un símbolo de muerte y el bautista presenta a Jesús como el juez que viene. Sin embargo, Jesús se solidariza con el movimiento iniciado por Juan y con su invitación al cambio de vida. Asume la condición pecadora de su pueblo. Su bautismo, de todos modos, no es un «bautismo de enmienda, para el perdón de los pecados» (Mc 1, 4), no hay confesión de pecados, ni significa una muerte al pasado, sino un compromiso de entrega por sus hermanos, con disposición de dar la vida para llevar a cabo su misión. Por eso Lucas separa el bautismo de Jesús del bautismo del pueblo. «Mientras oraba el cielo se abrió y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma y se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido» (Lc 3, 21-22). El cielo abierto significa la relación ininterrumpida de Dios con Jesús; el Padre le comunica la plenitud de su vida y la fuerza del Espíritu, que lo capacitará para la misión. La unción y la experiencia comunicada a Jesús, le confieren una investidura mesiánica muy diferente del hijo, sucesor de David. La voz del cielo hace alusión a Is 11, 1-5, el rey mesiánico sobre el que se posará el espíritu del Señor, que se terciará como banda la justicia y sentenciará con rectitud a los oprimidos; a Is 42, 1-7, el servidor de Dios, su elegido, a quien prefiere, sobre el que ha puesto su espíritu para que sea alianza de un pueblo y luz de las naciones; a Is 61, 1-4, profeta-mesías ungido para dar una buena noticia a los que sufren y para proclamar la amnistía y la libertad. La paloma hace alusión al Espíritu creador de Gen. 1, 2: en Jesús culmina la creación. Él es el Hombre nuevo, lleno del Espíritu: plenitud humana y divina, Hijo del hombre e Hijo de Dios.

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El bautismo nos indica que la misión de Jesús -y la nuestra que es prolongación de la suya-, solo puede realizarse con la unción del Espíritu que nos capacita para ella. «Más que ninguna exterior constitución, la interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones» es la que ha de «conservar y regir y llevar adelante en su santo servicio esta mínima Compañía de Jesús, como se dignó comenzarla»1. •Contemplación de las tentaciones El texto ignaciano (EE 214) propone considerar que Jesús ayunó, fue tentado tres veces del enemigo y vinieron los ángeles y le servían. Esta contemplación probablemente la habrás hecho anteriormente a propósito de las Dos Banderas. Según lo que sientas en este momento, puedes repetirla u omitirla. La tentación describe el contraste con el compromiso hecho por Jesús en el bautismo. El desierto es un tiempo de purificación. Nos recuerda el éxodo de Israel, donde el pueblo fue infiel a Dios. Jesús muestra la firmeza de su propósito, y señala cuáles serán las principales tentaciones de sus seguidores en la misión. El episodio de las tentaciones es presentado como una anticipación de las tentaciones y propuestas que Jesús irá encontrando a lo largo de su actividad con respecto a la forma de llevar adelante la misión. Tentaciones y propuestas que le llegarán de parte de sus familiares, de sus discípulos, de las autoridades judías, del pueblo. Después del bautismo (buen espíritu) viene el choque con el enemigo del hombre (espíritu del mal) y Jesús afirma su fidelidad al absoluto de Dios, su Padre. El pan relaciona este texto con los dos episodios evangélicos cuando Jesús da de comer a una multitud: allí la abundancia de panes no es efecto de un despliegue de poder, sino la expresión de su compasión, que enseña a los discípulos a compartir el pan, imitando la generosidad divina. La ciudad santa hace referencia a la esperanza popular de que el Mesías se manifestaría desde el alero del templo para proclamar la liberación: la tentación es una invitación a acomodarse a las ideas mesiánicas del tiempo, a un providencialismo irresponsable, pero Jesús responde que no se puede forzar la acción de Dios. La última tentación le ofrece a Jesús el imperio universal, el poder y la gloria del mundo, que son satánicos. Utilizar el poder con su riqueza y prestigio equivale a traicionar la misión. •Contemplación del llamamiento de los Apóstoles Aquí el texto Ignaciano (EE 275) abunda en consideraciones. Ofrece tres puntos que podrían ser tres ejercicios diferentes de contemplación:

«Primero. Tres veces parece que son llamados San Pedro y Sant Andrés: 1

Const., Proemio, n. 134.

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- primero, a cierta noticia [ver Jn 1, 35-42]. - Secundariamente, a seguir en alguna manera a Cristo con propósito de tornar a poseer lo que habían dejado [ver Lc 5, 1-11]. - Terciamente, para seguir para siempre a Cristo nuestro Señor [ver Mt 4, 1821 y Mc l, 16-21]». No presenta San Ignacio la contemplación de la elección de los Doce, que narran Mc 3,13-19, Mt l0, 1ss., y Lc 6, 12-16. Se podría contemplar también este llamamiento en donde aparece la elección como fruto de la oración de Jesús durante toda la noche y como escogencia gratuita («a los que él quiso»), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, con poder de arrojar demonios. «Segundo. Llamó a Filipo [ver Jn l, 43ss.] y a Mateo [ver Mt 9, 9-13]. "Tercero. Llamó a los otros apóstoles, de cuya especial vocación no hace mención el Evangelio». A lo largo de esta contemplación sugiere el texto unas consideraciones particulares: - los apóstoles eran de ruda y baja condición; - la dignidad a la cual fueron tan suavemente llamados;- los dones y gracias, por los cuales fueron elevados sobre todos los padres del nuevo y viejo testamento. En esta contemplación del llamamiento puedes hacer un memorial de tu propia vocación apoyándote en algunos de los relatos evangélicos: considerando la iniciativa divina, los momentos en que Jesús pasó por tu vida («tres veces parece que son llamados»), las personas que te lo señalaron («mirad el Cordero de Dios»), tus primeros intentos de “conocer” dónde vive Jesús, su invitación a seguirlo («ven y lo verás»), el entusiasmo del amor primero, tus resistencias y defensas, tu opción. Los Ejercicios, así como son la experiencia fundante en el origen de nuestra vocación, son también de excepcional valor para conservarla y llevarla adelante: «tanto como fuente perenne de aquellos dones interiores de los cuales debe brotar la eficacia para el fin que se nos propone, como porque son expresión viviente del espíritu ignaciano, por el que han de regirse e interpretarse todas nuestras leyes» (CG.31 d. 4, 2). FUENTES DE ORACION PARA LA SEMANA Mt 3, 13-17; Mc l, 9-11; Lc 3, 21-22; Jn 1, 29-34: el bautismo de Jesús Mt 3, 1-12; Mc l, 2-8; Lc3, 1-18; Jn l, 19-28: la predicación del Bautista Jn 1, 35-51: los primeros seguidores Lc 5: 1-11: llamamiento de discípulos junto al lago Mt 9, 9-13; Mc 2,13-17; Lc 5, 27-32: vocación de Mateo (Leví) SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA

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1) Contemplación del Bautismo, haciendo énfasis en el primer punto de San Ignacio: los últimos días en Nazaret, la despedida de María, el camino hacia el río y el encuentro con Juan Bautista 2) Contemplación del Bautismo: la actitud de Jesús, la bajada del Espíritu y la investidura mesiánica; considerar cómo Jesús en adelante aparece conducido por el Espíritu, especialmente en los relatos de Lucas: al desierto, a pasar a Cafarnaúm, a volver a Nazaret para anunciar el cumplimiento de las palabras de Isaías (Lc 4, 14-30) 3) Contemplación de las tentaciones; o el rechazo de Jesús por parte de sus conciudadanos en Nazaret: nueva tentación sobre cómo realizar su misión y hacerla más eficaz. (Lc 4, 22-30). Considerar los cuarenta días como los cuarenta años del camino de Israel a la tierra prometida y el tiempo de la actividad de Jesús que hace camino hacia la tierra prometida, la Casa del Padre; repetidamente se le presentará la tentación del poder y del prestigio, vivirá entre enemigos mortales (las fieras) y recibirá ayuda en su labor (los ángeles le servían). 4) Contemplación del llamamiento de discípulos: encuentro de dos discípulos de Juan con Jesús (Jn 1, 35 ss.) y llamamiento junto al lago (Lc 5, l ss) 5) Contemplación de la elección de los Doce (Mc 3, 13-19 y Lc 6, 12-16) 6) Repetición del llamamiento, tomando las tres cosas que se han de considerar, según el texto de San Ignacio (EE 275, 7-9): que eran de ruda y baja condición, la dignidad a la que fueron llamados y los dones y gracias con que el Señor los hizo capaces para el ministerio. «No es que nosotros mismos estemos capacitados para considerar algo como nuestro; al contrario, todo lo que podemos hacer viene de Dios, pues él nos ha capacitado para ser servidores de una nueva alianza» (2 Co 3, 5-6).

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