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Sacramentos de sanación o curación
Pregunté a los hombres: -¿Qué lleváis envuelto en ese fardo, hermanos? Y ellos me contestaron: -“Llevamos un cadáver, hermano”. Así que les pregunté: - ¿Lo mataron o murió de muerte natural? -“ Lo que preguntas tiene difícil respuesta, hermano. Pero más bien parece haber sido un asesinato”. -¿Y cómo fue el asesinato? ¿Acuchillado o con bala, hermanos?, les pregunté. - No fue un cuchillo ni una bala, ha sido un crimen mucho más perfecto, un crimen que no deja huella alguna. -Entonces, ¿cómo lo han matado? Pregunté. Y ellos me respondieron con calma: - A ESTE HOMBRE LO HA MATADO EL HAMBRE, HERMANO. Josué de Castro.
EL CRISTIANO QUE YO SUEÑO Tendrá los ojos grandes y juguetones, para mirar siempre con dulzura y con disfrute su tierra, la naturaleza, las cosas, y sobre todo a las personas. Mirará como Dios mira, con profundo cariño y ternura. Verá todo en color, y no en blanco y negro, ni tampoco en escala de grises. Será observador y un gran detector de necesidades. Guiñará el ojo al pobre, al “perdido”, a la presa, al drogadicto, a la enferma, al terrorista. Su mirada será regeneradora al cruzarse con otra mirada, porque transmitirá cariño, agradecimiento y esperanza. Tendrá orejas grandes, para escuchar siempre. Escuchará al cansado, al triste, al que tiene que pedirse permiso para quererse a sí mismo, al que no sabe esperar, al que le falta fe. Escuchará a la divorciada vuelta a casar, al homosexual, al hereje, al crítico, al anticlerical, al “distinto”. Escuchará de verdad, y aprenderá escuchando. Tendrá la boca pequeña y bien cerrada cuando se trate de criticar, de adoctrinar, de “saberlo todo”, de imponer o de ser dogmático. Y tendrá la boca grande cuando se trate de dar esperanza, de sonreír, de besar, de cantar a la vida, de contagiar, de agradecer, de reírse de sí mismo. Para todo esto su boca, sus labios, su sonrisa, serán gigantes. Sus brazos serán largos, sus manos grandes, para agarrar, abrazar, acariciar, aplaudir, unir y reponer. Serán finas y sensuales a la hora de acariciar, de expresar el cariño y la ternura, y serán duras, resistentes y siempre manchadas a la hora de trabajar, de crear, de inventar, de mejorar la sociedad, de embarrarse por los otros. Será un buen constructor de puentes, y un buen destructor de muros. Usará sus manos para ayudar, para sostener, para regalar, y para “poner lazos” a los regalos que reciba: ¡sus hermanos! Tendrá arrugas encantadoras, bien ganadas, de esas que no hablan de la edad, sino del amor, del desgastarse por el otro. Sus pies serán grandes y descalzos, para recorrer los caminos de la vida con sencillez, al estilo del Galileo, sintiendo la tierra en sus pies desnudos, sin moqueta doctrinal. Se sentirá uno con su tierra, con la hermana naturaleza. Y hará de este mundo la casa de todos. Sus pulmones estarán bien hinchados: de aire puro, fresco, de novedad, de Dios (éste será su oxígeno). Tendrá las espaldas anchas, para superar los golpes de la vida, para no darle importancia a lo que no es fundamental, para relativizarse a sí mismo… y para cargar con el débil y el cansado. Su columna será resistente para defender al pobre, al último, al que no cuenta. Pero no se pondrá a la defensiva ante las críticas y nuevas realidades del mundo, sino que aprenderá de ellas. Será una columna flexible, elástica, juguetona y bailarina. Su piel transpirará mucho, porque orará intensamente, se aireará y se renovará a cada momento, cuidando mucho su vida interior. Sus órganos sexuales serán juguetones, intensos, fértiles, y con una gran potencia transmisora de vida. Juguetones para “jugársela por el otro” (y no para “jugar con el otro”). Generará vida, multiplicará cristianos, transmitirá impulso y pasión por la Vida. No entenderá su ser en Dios sin su dimensión corporal y sexual, sin su capacidad de disfrute. Tendrá una memoria selectiva: muy pequeña a la hora de recordar las ofensas, los pecados de los demás, las propias miserias. Tampoco recordará demasiado los dogmas, los ritos, aspectos secundarios de la tradición y las normas del derecho canónico. Tendrá, en cambio, una memoria gigante a la hora de acordarse del amor de Dios, de Jesús, a la hora de amar, de agradecer, de animar, de ser positivo, de sentirse salvado, de contagiar fe y ganas de vivir desde las bienaventuranzas. En cada situación detectará con facilidad el “aire de familia” práctico con el Nazareno, con sabor a “Reinado de Dios”. Será inteligente, pero humilde. Reconocerá que no sabe de todo (y menos lo que se refiere a Dios), que no puede hablar de todo. Asumirá sus limitaciones, su capacidad de equivocarse, lo cual le será de gran ayuda a la hora de ser reflexivo y prudente. El hemisferio creativo de su cerebro estará muy desarrollado, porque será muy ingenioso, poético, músico, informal, poco solemne… ¡sanamente imprevisible! Hará todo nuevo cada día. Dispondrá de un cerebro celebrado (con gran capacidad celebrativa), que le ayudará a vivir cada momento del día, cada encuentro comunitario como una auténtica fiesta. Huirá de celebraciones des-celebradas, que secuestran la frescura del encuentro fraterno. En la espontaneidad, en la naturalidad, en el encuentro y en la complicidad, encontrará la “solemnidad” para vivir lo importante de su fe. Experimentará la presencia de Cristo de una manera nueva, profundamente comunitaria, profundamente humana, profundamente solidaria, profundamente encarnada, claramente desritualizada.
Tendrá poca capacidad espacial, porque no entenderá de territorios, posesiones, fronteras ni propiedad privada. No sabrá qué es Norte y Sur, ni Este y Oeste. Para él no existirán “izquierdas y derechas”, ni “católicos y protestantes”, ni “cristianos y musulmanes”. Tampoco sabrá lo que es “arriba” y “abajo”, ni usará palabras como “jerarquía” o como “superior”. Simplemente amará con locura, sirviendo de un modo organizado, pero sin divinizar las estructuras. Y tendrá mínima capacidad temporal, porque para él el tiempo estará parado. No utilizará la palabra “prisa”, ni pedirá permiso al reloj para reír, cantar, aplaudir y dar besos. Nunca dirá “no tengo tiempo”, porque siempre estará dispuesto a arrimar el hombro cuando se le necesite. Entenderá el pasado-presente-futuro de una manera peculiar: se acordará de los errores del pasado, para no repetirlos. Relativizará las insistencias del presente, porque sabe que serán matizadas. No absolutizará las formas, porque sabe que pasarán. Esperará y construirá un futuro más humano. Se sentirá unido a todos los cristianos del pasado, del presente y del futuro, sabiendo que hay unidad en la multiformidad, sin insistir en lo que será relativizado. Le “dolerá el bolsillo”, porque será solidario y compartirá sus bienes. Pero no le dolerá el espíritu, ya que se ensanchará con cada acto de generosidad. Aprenderá siempre, gozará siempre, agradecerá siempre, aplaudirá siempre, se querrá a sí mismo con locura, y amará hasta el extremo. Tendrá un poco de loco, otro poco de enamorado, otro de poeta, otro de payaso, otro de soñador, y otro de músico, necesarios para construir ese otro mundo posible. El cristiano que yo sueño será plenamente humano, plenamente “comunidad” y plenamente feliz. Mario Cervera. Publicado en Atrio
Luego de haber realizado las anteriores lecturas respondo la siguiente pregunta: ¿Cómo es el cristiano que tú sueñas? ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ ______________________________________________________________________________________ __________________________________________________________________________________
TRABAJEMOS EN EQUIPO A. Seleccionados por grupos de acuerdo al criterio del profesor, investigaremos sobre las siguientes voces proféticas de la Iglesia y de diversos pensadores hoy, relacionadas con el dolor, la enfermedad, el hambre y la muerte: Grupo 1: “Gaza: Crimen y Vergüenza” del Nobel José Saramago Grupo 2: “La república del Congo llora a sus hijos y no quiere consolarse” de los obispos del Congo Grupo 3: “La OMS alerta de epidemias de cólera que afectan a más de 10 países en África, artículo de Ciudad Redonda Grupo 4: “El hambre en el mundo: la hora de la Iglesia” de José Ignacio Calleja Sáenz Grupo 5: “El gasto militar en 2008, 190 veces superior a la cantidad comprometida en la cumbre de la FAO”, artículo de Ciudad Redonda
Estos artículos están disponibles en la página: http://sanpedro92.es.tl/ERE-decimo.htm
B. En un segundo momento, organizados en los mismos grupos anteriores, estudiaremos algunos textos bíblicos extraídos del Evangelio de Marcos en los que se aprecian facetas de Jesús ante la enfermedad, el dolor y la muerte. Dichos textos se abordarán desde tres perspectivas cada uno: 1.Crítica literaria, 2.exégesis, 3.temas y aplicaciones. Como material de apoyo seguiremos el texto “Marcos: Historia humana del Hijo de Dios” de David Kapkin. Grupo 1: Curaciones al atardecer (Mc 1, 32-34) pg. 75 Grupo 2: Curación del ciego de Jericó (Mc 10, 46-52) pg. 447 Grupo 3: Curación de un paralítico y discusión acerca del perdón de los pecados (Mc2, 1-12) pg. 96 Grupo 4: Curación del endemoniado de Gerasa (Mc 5, 1-20) pg. 191 Grupo 5: Curación de la mujer enferma y resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 21-43) pg. 203
C. En un tercer momento, abordaremos los contenidos conceptuales de los sacramentos de sanación desde el Catecismo de la Iglesia Católica y el texto los siete sacramentos de la Iglesia de Jaime Pujol Balcells y Jesús Sancho Bielsa, desarrollando las indicaciones de la guía y estableciendo la relación de los sacramentos de sanación con la enfermedad y la muerte, presentes en el mundo:
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN Compendio del Catecismo ¿Por qué hay un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo? Puesto que la vida nueva de la gracia, recibida en el Bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado.
Introducción Una de las páginas más conmovedoras del Evangelio es la parábola del hijo pródigo, que retrata la conducta de un hijo ingrato con su padre. Eran dos hermanos y el menor decide abandonar la casa; después de pedir su parte en la herencia, se marchó a un país lejano donde derrochó todo llevando mala vida. Entonces tuvo que ponerse a cuidar cerdos para poder vivir, hasta que un día sintió vergüenza de su situación y decidió volver a casa para pedir perdón a su padre: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti" (Lucas 15, 18). El padre, que lo esperaba, cuando lo vio venir salió a su encuentro, se le echó al cuello y lo besó. Y fue tanta su alegría que mandó a los criados que preparasen un banquete y una gran fiesta para celebrar el retorno del hijo pequeño.
Esta parábola nos puede ayudar a entender el sacramento de la Penitencia, que es el sacramento de la misericordia de Dios.
1. Los sacramentos de la curación Hemos estudiado los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que otorgan la vida nueva en Cristo. Pero, a pesar de tanta gracia, el hombre es débil, puede pecar, y arrastra las miserias del pecado. Cristo quiso que en la Iglesia hubiese un remedio para esas necesidades, y lo encontramos en los sacramentos de la Penitencia y de la Unción de enfermos, llamados sacramentos de curación porque curan la debilidad y perdonan los pecados.
2. Para salvarse, hay que arrepentirse de los pecados No hay salvación posible sin el arrepentimiento de los pecados, que es completamente necesario para aquél que ha ofendido a Dios. Así lo dice Jesucristo: "Si no hacéis penitencia, todos igualmente pereceréis" (Lucas 13,3). Antes de venir Jesucristo los hombres no tenían seguridad de haber obtenido el perdón de sus pecados. La seguridad nos la trajo Él, que podía decir: "Tus pecados te son perdonados" (Mateo 9,2).
3. La institución del sacramento de la Penitencia para perdonar los pecados En la tarde del domingo de Resurrección Jesucristo instituyó el sacramento de la Penitencia, al decir a sus discípulos: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos" (Juan 20,22-23). Instituyó este sacramento a manera de juicio, pero juicio de misericordia, para que los Apóstoles y legítimos sucesores pudiesen perdonar los pecados. "¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! -Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona. ¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!" (Camino, 309). Este sacramento se denomina también sacramento de la conversión, de la reconciliación, o confesión.
4. Jesucristo mismo, por el sacerdote, es quien absuelve Sólo el sacerdote -con potestad de orden y facultad de ejercerla- puede perdonar los pecados, pues Jesucristo dio ese poder sólo a ellos. No se obtiene el perdón, por tanto, diciendo los pecados a un amigo, o directamente a Dios. Además, en el momento de la absolución es Cristo mismo quien absuelve y perdona los pecados por medio del sacerdote, ya que el pecado es ofensa a Dios y sólo Dios puede perdonarlo. El sacerdote debe guardar -bajo obligación gravísima- el sigilo sacramental.
5. Efectos de este sacramento Los efectos de este sacramento son realmente maravillosos: * la reconciliación con Dios, perdonando el pecado para recuperar la gracia santificante; * la reconciliación con la Iglesia; * la remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales y de las penas temporales -al menos en parte- según las disposiciones; * la paz y la serenidad de la conciencia con un profundo consuelo del espíritu; * los auxilios espirituales para el combate cristiano, evitando las recaídas en el pecado.
6. Necesidad de la Penitencia El sacramento de la Penitencia es completamente necesario para aquéllos que después del bautismo han cometido un pecado mortal. La Iglesia enseña que hay obligación de confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, y si se ha de comulgar. Pero una cosa es la obligación y otra muy distinta lo que conviene hacer, si se quiere que aumente nuestro amor a Dios. Tampoco hay obligación de besar a la madre, ni de saludar a los amigos, ni de comer todos los días... pero cualquier persona normal lo hace. Si queremos progresar en el amor de Dios, debemos confesarnos a menudo y confesarnos bien.
7. Conveniencia de la confesión frecuente
La Iglesia recomienda vivamente la práctica de la confesión frecuente, no sólo de los pecados mortales -que deben confesarse en seguida- sino también de los pecados veniales. De esta manera se aumenta el propio conocimiento; se crece en humildad; se desarraigan las malas costumbres; se hace frente a la tibieza y pereza espiritual; se purifica y forma la conciencia; nos ayudan en nuestra vida interior, y aumenta la gracia en virtud del sacramento. Para crecer en el amor a Dios es muy conveniente tener en mucha estima la confesión: confesarse a menudo y bien.
Un propósito para avanzar Debemos mostrar gran amor y estima del sacramento de la Penitencia. Hacer el propósito de recibirlo con frecuencia y bien preparados.
SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS Compendio del Catecismo ¿Cómo es considerada la enfermedad en el Antiguo Testamento? En el Antiguo Testamento, el hombre experimenta en la enfermedad su propia limitación y, al mismo tiempo, percibe que ésta se halla misteriosamente vinculada al pecado. Los profetas intuyeron que la enfermedad podía tener también un valor redentor de los pecados propios y ajenos. Así, la enfermedad se vivía ante Dios, de quien el hombre imploraba la curación.
Introducción Con el sacramento de la Unción de enfermos la Iglesia acude en ayuda de sus hijos, que empiezan a estar en peligro de muerte por enfermedad grave o vejez. En estos momentos difíciles e importantes de la vida -cuando se ventila el destino eterno del hombre-, Dios no nos deja solos sino que se hace presente para socorrernos con su gracia y su misericordia. El sacramento de la Unción de enfermos proporciona al cristiano gracia para vencer las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o vejez. Una cosa que debe preocupar a cualquier cristiano es recibir este sacramento -él o el familiar o el amigoen el momento oportuno, valorando la ayuda que puede prestar al que lo necesita.
1. El cristiano ante la enfermedad y la muerte La muerte llega inevitablemente a cada hombre, porque -queramos o no- es el desenlace natural de la existencia. Normalmente llega con la enfermedad grave o a causa de la vejez. Para afrontar con dignidad y provecho ese momento de la vida, Dios socorre al cristiano con la Unción de enfermos, remedio y ayuda poderosa para sobrellevar con Cristo la enfermedad y salir al paso de la muerte fortalecidos con la gracia especial del sacramento. Aunque encuentra cierta resistencia en algunos fieles, que no quieren encararse con la muerte, la prudencia cristiana dicta que debemos estimar y desear este sacramento como un regalo de la misericordia de Dios. No estaría mal pedir cada día el favor de recibir debidamente el sacramento de la Unción de enfermos.
2. Qué es la Unción de enfermos Jesucristo ha previsto un remedio saludable para cualquier necesidad de la vida sobrenatural, y en los últimos momentos de la existencia el demonio monta la gran batalla, necesitando el alma de auxilios especiales. Estos auxilios han sido vinculados por Jesucristo a la Unción de enfermos, sacramento instituido para alivio espiritual y también corporal del cristiano gravemente enfermo. Por este sacramento el cristiano se une a Jesucristo para tener los mismos sentimientos que tuvo Él ante el dolor y la muerte.
3. Jesucristo instituyó este sacramento El sacramento de la Unción de enfermos fue instituido por Cristo, aunque lo promulgó el apóstol Santiago, que muestra la tradición de la Iglesia cuando dice: "¿Alguno de vosotros está enfermo? Que haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor; y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará; y si tiene pecados, le serán perdonados" (Santiago 5,14-15).
4. Efectos de este sacramento La gracia especial del sacramento de la Unción de enfermos tiene como efectos: *La unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para bien propio y de toda la Iglesia; *el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; *el perdón de los pecados, si no puede confesarse y contando con que se arrepiente de sus culpas al menos con dolor de atrición: *el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual. Por eso no hay que esperar para administrarle el sacramento a que el enfermo esté ya en la agonía; lo lógico es que esté plenamente lúcido. Sin embargo, si ha perdido ya el conocimiento, tiene derecho a que se le administre el sacramento y así debe hacerse, aunque bajo condición, en la duda de si vive. *preparación para el paso a la vida eterna. A propósito de la Unción es oportuno recordar que la Iglesia ayuda a los enfermos también con el Viático. Los buenos cristianos deben preocuparse de que reciban con frecuencia la comunión y, si es enfermedad grave, a modo de Viático, que significa "preparación de viaje": el viaje a la vida eterna.
5. Modo de administrar este sacramento La administración de este sacramento tiene diversas ceremonias. Lo esencial de la celebración -igual que en los demás sacramentos- es la aplicación de la materia (Santos Oleos) y forma (palabras que pronuncia el ministro mientras unge al enfermo). El sacerdote unge con óleo bendecido (aceite de oliva consagrado por el obispo el Jueves Santo, de ahí el nombre de "Santos Oleos"), la frente y las manos del enfermo, mientras dice: "Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo". Respuesta: "Amén". Y añade: "Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad". Respuesta: "Amén". En caso de necesidad, el presbítero que administra la Unción puede bendecir el óleo entonces.
6. Hay que prepararse para el momento de la muerte Dios acude en nuestra ayuda en todo momento, como Padre que nos ama y nos quiere felices en la tierra y después eternamente en el cielo. El haber estudiado este sacramento nos debe hacer pensar en la realidad de la muerte, que recuerda la necesidad de vivir siempre en gracia de Dios, crecer en vida cristiana, aceptar los sufrimientos que tengamos en esta vida y recibir con alegría la muerte, sabiendo que es el paso necesario para encontrarnos definitivamente con Dios en el cielo.
Un propósito para avanzar -Ofrece con alegría los dolores de la vida, especialmente la enfermedad, sin tener miedo a la muerte. -Agradece y estima el sacramento de la Unción de enfermos, procurando avisar al sacerdote cuando algún familiar o amigo esté gravemente enfermo.
REFLEXIÓN Con base en las actividades anteriores, responderé las siguientes cuestiones en hoja de trabajo: 1. ¿Cuál es la función de los sacramentos de sanación en el mundo post-moderno? 2. ¿Cómo responde Jesús ante la realidad de enfermedad y muerte presente en el mundo? 3. Al observar a las personas que entran en contacto con Jesús descritas en las perícopas bíblicas trabajadas en clase, establezco un cuadro comparativo en el que se distinga: -Identidad de la persona. -Por qué busca a Jesús. -Qué le dice Jesús a esa persona. -Cómo responde la persona ante lo que Jesús le dice. - Qué cambios se pueden notar en la persona. 4. Los sacramentos, instituidos por Jesús ¿Cómo transforman la vida de las personas? 5. ¿Qué rasgos propios de los sacramentos de sanación encontramos en las acciones de Jesús?
Se socializarán las respuestas en mesa redonda.
ACCION
Elaboraré una propuesta catequética escogiendo dos de los siguientes grupos de personas a los cuales será dirigida: -Niños -Jóvenes -Enfermos de SIDA -Enfermos de cáncer Esta propuesta catequética llevará las siguientes partes y se presentará en power point: -Introducción. -Personas a las que se va dirigida (los dos grupos escogidos) -Temática de la catequesis. -Recursos. -Desarrollo didáctico de la temática. -Conclusiones.
Les respondió Jesús:
«No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. (Luc 5:31)