Guerra Civil Chesterton Amihos.pdf

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“Los griegos se encontraban en el mundo como en su hogar. […] Ayudados por una explicación general del mundo, podían dejar de lado el problema de su origen y fin, y dedicarse libremente y de un modo total al arte de vivir, desembarazados de escrúpulos y dudas acerca de la naturaleza de la vida. […] La función de su religión consistía más bien en calmar la conciencia que en excitarla por medio de advertencias y reprobaciones”. “Con la aparición del hombre clásico […] se arranca a lo divino su condición de extraterrestre; se convierte en terrenal y se absorbe en la actividad mundana. Para el hombre clásico, lo divino ya no existe como un mundo exterior, sino que se halla encarnado en el mundo”. Esta encarnación de lo divino no provenía de una creencia en solamente un orden de cosas; precisamente una de las características que distingue el pensamiento civilizado es el abandono del pensamiento pre-lógico en aras de una conciencia de la percepción, que resulta en la distinción entre el mundo natural y el espiritual, el visible y el no visible. La importancia del arte era, pues, que en base a esta doble dimensión de la vida humana, servía como vínculo entre en mundo natural y el espiritual. Así, la interpretación en el teatro hablaba por los dioses, la voluntad de los dioses se manifestaba en los fenómenos naturales, y un largo etcétera de sucesos físicos, naturales y humanos, que eran interpretados en clave divina. -CAPÍTULO IV: EL MIEDO AL PASADO Chesterton comienza ironizando sobre la extendida afición de mirar hacia el futuro, que comparten un sinnúmero de sus contemporáneos, y que califica de cobarde. Dice, “la mente moderna se ve forzada a ir hacia el futuro por cierta sensación de fatiga, no exenta de terror, con la que contempla el pasado”. En su primer brochazo sobre el asunto, menciona este interés y proyección hacia el futuro como un miedo a la “insoportable virtud de la humanidad” que atraviesa el pasado, y que nos abruma por nuestra incapacidad para comprenderla o imitarla. “Los hombres inventan nuevos ideales porque no se atreven a poner en práctica viejos ideales”. Chesterton plantea el futuro como una abstracción, mientras que dibuja el pasado como el propio reflejo de la actividad humana: “Puedo hacer el futuro tan estrecho como yo mismo; el pasado está obligado a ser tan ancho y turbulento como la humanidad”. Pero, dice, “en la historia no hay revolución que no sea una restauración”. Enumera los numerosos hitos históricos que confirman su idea, desde el Renacimiento, hasta la Edad Media recuperando el imperio Romano, pasando por la Reforma y su mirada hacia tiempos bíblicos y la propia Revolución Francesa, en la cual, dice Chesterton, los sans-culottes pedían una vuelta a la sencillez del remoto pasado. Este rechazo al pasado es también debido a la presencia en la historia de grandes ideales, no cumplidos y a veces abandonados, que el “inquieto” ciudadano moderno no entiende. Normalmente piensa que, el fracaso de esos ideales es seña de su invalidez, y busca en el futuro nuevas ideas. Sin embargo, contradice radicalmente Chesterton, “no solo hemos dejado sin hacer las cosas que deberíamos haber hecho, sino que incluso hemos dejado sin hacer las cosas que queríamos hacer”.

“Debemos pedir cosas nuevas porque no se nos permite pedir cosas antiguas. Esta postura general se basa en a idea de que hemos conseguido todo lo bueno que se podía conseguir de las ideas del pasado”. Ante esta situación y, previo al desarrollo que hará en el siguiente capítulo, Chesterton reivindica la libertad de restauración, que debe estar al mismo nivel que la de revolución: “La necesidad es una necesidad de libertad total, tanto para la restauración como para la revolución”. -CAPÍTULO V: EL TEMPLO INACABADO Pero, plantea Chesterton, precisamente porque los ideales perdidos del pasado fracasaron como ideas, no se puede decir que fracasaran como sistemas. “Las causas perdidas son precisamente las que podrían haber salvado al mundo. […] Precisamente porque el jacobismo fracasó, no podemos llamarlo un fracaso. Precisamente porque la Comuna se hundió como rebelión, no podemos decir que se hundió como sistema”. A este mismo respecto, dice: “Los grandes ideales del pasado fracasaron no porque no se haya sobrevivido a ellos, sino por no haber sido suficientemente vividos. La humanidad no ha superado la Edad Media. Más bien, la humanidad se ha retirado de la Edad Media como reacción y derrota. No se ha juzgado y encontrado culpable al ideal cristiano. Se lo ha encontrado difícil y ha quedado sin juzgar”. Con esta idea, que entiende la historia no como una superación de sistemas a través del progreso, sino como una continua huida de ideales rotos, termina diciendo: “El mundo está lleno de esas ideas frustradas, de esos templos incompletos. La historia no consiste en ruinas totales y derrumbadas; más bien consiste en villas a medio construir abandonadas por un constructor en quiebra”. [Apuntes tomados de Lo que está mal en el mundo, de G. K. Chesterton, editorial Acantilado.]

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