Giddens, Estado De Bienestar

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Conferencia

El estado del bienestar en una sociedad europea moderna

Anthony Giddens

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Conferencia

El estado del bienestar en una sociedad europea moderna* Anthony Giddens

Resumen El profesor Giddens analiza en su conferencia la posición del estado del bienestar en la Europa de hoy. Empieza con una mirada al origen del estado del bienestar y los conceptos que engloba. Seguidamente analiza la coexistencia del estado del bienestar y la globalización, e identifica tres puntos referidos a sistemas impositivos, economía abierta y cambios demográficos en Europa. A continuación comenta los desafíos a los que debe hacer frente Europa con sus sistemas de estado del bienestar y con relación a los cambios sociales que tienen lugar a lo largo del continente. A partir de este punto, elabora una lista de seis retos principales a los que debe enfrentarse cada país europeo. En primer lugar, la necesidad de invertir y no sólo de proteger en el marco del estado del bienestar. En segundo lugar, el hecho de que el estado del bienestar puede crear en algunas ocasiones más problemas de los que puede solucionar. El tercer desafío sería una mirada a la línea divisoria entre el mercado y el sector público. En el cuarto punto, el profesor Giddens analiza los problemas derivados de los conflictos entre generaciones. En quinto lugar trata los problemas de pobreza y desigualdad, y finaliza el discurso con los conceptos de multiculturalismo, migración e inmigración en Europa. A modo de conclusión propone estos seis conceptos como base de un nuevo modelo social europeo que preserve la solidaridad y las identidades, pero que, al mismo tiempo, genere ocupación y fomente el dinamismo cultural.

Palabras clave estado del bienestar, globalización, Europa, demografía, estado de inversión social, London School of Economics (LSE)

Moderador (Adolf Todó) Buenos días a todos. Es para Caixa de Manresa un gran privilegio tener entre nosotros al profesor Anthony Giddens. De hecho, no creo que hagan falta presentaciones ya que es una personalidad suficientemente conocida en el mundo de la economía y también de la política en tanto que inspirador del modelo económico de la tercera vía que ha impulsado en el Reino Unido su primer ministro, el señor Tony Blair. El profesor Giddens nació en Londres, estudió Economía en la Universidad de Hull y en la London School of Economics (LSE), la prestigiosa escuela que él mismo ha dirigido hasta octubre de 2003 y en la que todavía desarrolla una actividad docente y de investigación. Le han sido concedidos muchos premios, entre los que destaca el premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales del año 2002. Es autor de 31 libros y más de 200 artículos traducidos a 29 idiomas. Anthony Giddens

es, por tanto, un gran experto en temas de economía y de ciencia política. El hecho de ser una verdadera personalidad en el mundo económico internacional y un gran experto en el estado del bienestar hace que sea de gran interés para nosotros tener la oportunidad de escucharlo de viva voz.

Introducción Anthony Giddens En primer lugar, si me lo permiten, quisiera decir que es un honor y un placer para mí estar hoy aquí. Agradezco igualmente a Caixa Manresa y a los organizadores de la conferencia su invitación, y espero, dado que soy el primer conferenciante, que el día de hoy sea estimulante y ameno para todos.

*Conferencia impartida en el marco de la IX Jornada de Economía Caixa Manresa, celebrada en Manresa el 25 de mayo de 2004 y organizada por Caixa Manresa.

© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna Señoras y señores, creo que mi presencia aquí obedece a diversos motivos, no sólo a mi interés por el estado del bienestar, ni porque crea que no se puede tener una sociedad aceptable sin un estado del bienestar sólido, sino, si se me permite decirlo así, por los vínculos entre el estado del bienestar y la London School of Economics (LSE), de la cual fui director, como ya se ha dicho anteriormente. La LSE y diferentes figuras destacadas que estuvieron vinculadas a ella fundaron el estado del bienestar, al menos el estado del bienestar británico. Piensen en William Beverage, por ejemplo, uno de mis predecesores como director de la LSE, que fue el principal fundador del estado del bienestar en el Reino Unido y que influyó con sus ideas en los estados del bienestar de todo el mundo. Richard Tidmass, T.H. Marshal e, incluso, los fundadores de la LSE, los fabianos (el grupo de pensadores de la izquierda disidente), inspiraron el desarrollo temprano del estado del bienestar. La Fabian Society fundó la LSE, pero también fundó el estado del bienestar británico, por lo que ambas instituciones mantienen unos vínculos muy estrechos entre ellas. «No se puede tener una sociedad aceptable sin un estado del bienestar sólido.» El dramaturgo George Bernard Shaw fue un fabiano destacado y una de las principales figuras que influyó en las primeras discusiones sobre el estado del bienestar en el Reino Unido, y también en el desarrollo de la LSE. Les explicaré una pequeña historia sobre él. George Bernard Shaw no tenía una buena relación con Winston Churchill, pero se conocían muy bien entre ellos. En una ocasión, el dramaturgo envió a Winston Churchill una invitación para asistir a una de sus obras. El texto decía: «Querido Winston, le envío dos entradas para el estreno de mi nueva obra. Por favor, traiga a un amigo, en caso de que tenga alguno.» Churchill le respondió: «Lo siento, pero no podré asistir al estreno de su obra. Por favor, envíeme dos entradas para la segunda noche, en caso de que haya una segunda noche.» La obra fue un éxito, y continuó funcionando. La LSE también lo fue, y continuó funcionando. El estado del bienestar fue un éxito, y todavía ejerce un papel prominente en nuestras sociedades.

La globalización y el estado del bienestar Empecemos prestando atención al debate sobre el estado del bienestar. En primer lugar, pienso que es importante situarlo de forma muy breve en el contexto del debate sobre la globalización, ya que este debate ha progresado mucho. Así, se ha visto que la mayoría de ideas sobre la relación entre el hecho de vivir en un mundo y una economía más globales y el estado del bienestar no son exactamente acertadas. Muchos pensaron que la globalización iba en contra del estado del bienestar, que el estado del bienestar experimentaría un recorte ante los procesos de globalización. Al respecto, me gustaría puntualizar brevemente tres cosas, ya que hoy en día sabemos que no todo ha sido así. En primer lugar hay que decir que era un error imaginarse que la globalización erosionaría la base imponible del estado del bie© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

nestar. Son muchos los que pensaron que eso sería así. La globalización afecta a la base imponible porque, por ejemplo, la mayoría de países con un sistema de prestación social fuerte han reducido la carga fiscal que aplican a las actividades empresariales, y ello a pesar de las influencias de la globalización en nuestra vida. En segundo lugar, según esto, las economías de Europa más pequeñas abiertas al máximo serían las más pobres de Europa, y, sin embargo, son las más ricas. Así, países como Dinamarca, Suecia o los Países Bajos tienen economías muy abiertas, pero al mismo tiempo forman parte de los países con las economías más ricas y tienen unos sistemas de prestación social muy desarrollados. Un tema crucial con respecto a estos países, como veremos después, es que llevan a cabo reformas en sus sistemas sociales, y lo hacen con un resultado positivo. No obstante, una economía abierta es totalmente compatible con un sistema de prestación social desarrollado, y de hecho podría ser la condición irrenunciable para alcanzar un estado del bienestar eficaz y desarrollado. El tercer punto sobre la globalización que querría comentar, y que considero de gran importancia para un público vinculado a la economía y la política, es que no debe culparse a la globalización de todo lo que pasa. El debate sobre la globalización es una especie de historia muy extraña. Creo que fui uno de los primeros en utilizar el término globalización y utilizarlo en mis escritos a principios de los ochenta. En aquel entonces trabajaba en la política británica, y no pude conseguir que ningún político relevante ni ninguna figura destacada del mundo empresarial diera importancia al debate sobre la globalización. Ahora todo eso ha cambiado bastante y la globalización está en boca de todos: los políticos la mencionan en sus discursos y los gurús de la economía la toman como punto de partida. Sin embargo, la globalización es solamente uno de los factores que influyen en el estado del bienestar moderno; no es la única fuerza motriz que afecta a los sistemas de prestación social de nuestro tiempo. Transformaciones como los cambios demográficos, el aumento del individualismo, los cambios tecnológicos o incluso la urgencia de una sociedad de servicios y una economía basada en el conocimiento mantienen unos vínculos poco rígidos con la globalización. Tenemos que hacer frente a estos cambios de manera separada y atendiendo a la naturaleza de cada uno. «La globalización es solamente uno de los factores que influyen en el estado del bienestar moderno.No debe culparse a la globalización de todo lo que pasa.»

Los diversos sistemas de prestación social en Europa y en el mundo Hoy sabemos que no existe el estado del bienestar como tal. Hay diferentes tipos, y mayoritariamente se reconocen cuatro: el escandinavo, que se diferencia de casi todos los demás; el centroeuropeo, como el alemán o el francés; el mediterráneo, como el de este país, el de Italia o el de Grecia, y el anglosajón, propio de mi país, 2

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna de Canadá, de Australia y, hasta cierto punto, de los Estados Unidos. Por tanto, no puede hablarse de una única trayectoria de desarrollo. Los países tienen que hacer frente a diferentes problemas según el tipo de estado del bienestar que han implantado, y las posibilidades de enfrentarse a ellos dependen del tipo escogido. Sin embargo, si nos fijamos en ello es muy interesante observar que suele tenerse la idea de que el modelo escandinavo, el más prestigioso, es el más reacio al cambio. También es habitual pensar que el estado del bienestar escandinavo es sólido, que se ha defendido contra los cambios y que se ha mantenido estable. Pero es justamente al contrario: los sistemas de prestación social escandinavos han sido los más reformistas de todos y son los que más han cambiado en los últimos veinte años. Y es que el cambio, la reforma o la reestructuración del sistema social es la clave hoy en día para alcanzar un verdadero estado del bienestar. No se puede tener un buen sistema social, que no está radicalmente preparado para reformarse; sino siempre dificultades políticas que se interpondrán en su camino. Pero sabemos que se puede tener, por así decirlo, un nuevo modelo social europeo. Creo que sabemos cómo es el nuevo modelo social europeo. A menudo, la dificultad no es saber lo que deberíamos hacer, sino ser capaces de tener la voluntad o la fuerza política para hacerlo posible.

bispo Temple, que opuso –y entiendo que eso será difícil de traducir– welfare state y warfare state [‘estado de guerra’]. El estado de guerra lo experimentamos durante la Segunda Guerra Mundial, y fue entonces cuando el arzobispo Temple declaró: «Necesitamos un estado del bienestar que complemente al estado de guerra.» Ahora bien, después de sesenta o setenta años, ¿deberíamos utilizar todavía el término estado del bienestar? Yo mismo me inclino a dudarlo. Pienso que, de alguna manera, se trata de un término arcaico; yo prefiero estado de inversión social a estado del bienestar. El concepto de estado del bienestar sugiere algo reactivo, que te protege cuando las cosas van mal. El estado del bienestar moderno o el estado de inversión social moderno tendrían que acercarse más al tipo de estado que funciona a partir de activos (asset-based state), es decir, preocupado por el desarrollo de los activos en manos de las personas, ya sea la educación o cualquier otro tipo de calidad y capacidad.

«No se puede tener un buen sistema social, que no está radicalmente preparado para reformarse.»

El antiguo estado del bienestar era reactivo y tenía como meta vencer lo que William Beverage denominaba los cinco grandes males o los cinco gigantes: la costumbre, la ociosidad, etc. Hoy necesitamos un modelo de lo que yo llamo sistema de prestaciones positivas (positive welfare), no solamente un sistema social reactivo sino también un sistema de inversiones que desarrolle las capacidades de las personas. Por lo tanto, más que hablar simplemente en negativo de los males, a los cuales debemos enfrentaros, tendríamos que hablar en positivo de los valores que podemos crear; no únicamente la ociosidad, el desempleo o los males que aducía Beverage, sino cosas positivas: la felicidad, la autosatisfacción o el amor propio. Deberíamos tener un modelo positivo de estado de inversión social, basado en activos, con el cual el estado te proporciona la infraestructura que desees para una economía de mercado eficiente. Eso es lo que debería hacer el estado del bienestar moderno. Claro está que no deberá dejar de proteger a las personas, pero tiene que protegerlas tanto invirtiendo en ellas como barriendo los restos cuando las cosas no funcionan bien. Por lo tanto, yo optaría por una reconstrucción conceptual de lo que implica la propia noción de estado del bienestar.

Actualmente hay diferentes sistemas de prestación social, pero todos ellos padecen los mismos problemas estructurales. Ahora bien, como ya he dicho, el origen de todos estos problemas no debe buscarse en la globalización. Permitan que, en el contexto de mi explicación, escoja de dichos problemas estructurales los más importantes para analizarlos y diga cómo deberíamos tratar de resolverlos a fin de crear lo que creo que buscamos en Europa. Lo que queremos en Europa, a mi entender, es que nuestras sociedades vivan en una economía dinámica, que sea competitiva en el mercado mundial, pero a la vez que sea compatible con la seguridad y la protección en una nueva era de individualismo, en una nueva era en la que el conocimiento cuenta más que en el pasado y en una nueva era en la que el cambio tecnológico está siempre presente. Son desafíos a los que tiene que hacer frente cada país. He mencionado seis retos principales y a continuación hablaré de ellos en un tiempo razonablemente breve con el fin de poder explicar alguna cosa al respecto, aunque no será suficiente.

Estado de inversión social en lugar de estado del bienestar En primer lugar, creo que debemos afrontar un reto conceptual, un reto acerca de qué entendemos por estado del bienestar, qué implica el estado del bienestar en un mundo muy distinto del que teníamos hace sesenta o setenta años, cuando fue fundado. En inglés, el término welfare state fue inventado durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, lo inventó un líder religioso, el arzo© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

«Yo prefiero estado de inversión social a estado del bienestar. El concepto de estado del bienestar sugiere algo reactivo, que te protege cuando las cosas van mal.»

La necesidad de inversión por encima de protección y la tasa de ocupación europea En segundo lugar, muchos de los que como yo se sitúan en una posición de centroizquierda han considerado normalmente el estado del bienestar como un fenómeno absolutamente positivo. Nos hemos inclinado a pensar que el estado del bienestar nos protege de los peores excesos de un mercado sin ningún tipo de regulación, y eso, hasta cierto punto, es cierto. Pero lo que hemos llegado a reconocer también es que el estado del bienestar como 3

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna tal es un problema. El estado del bienestar nos puede crear problemas y dificultades, y a menudo nos niega la posibilidad de conseguir lo que ambicionamos con relación a la seguridad, la protección y el desarrollo propio como personas. Ya he mencionado uno en la introducción. Sabemos que, por ejemplo, las prestaciones sociales pasivas pueden actuar como obstáculo a la hora de conseguir un buen trabajo, mientras que unas prestaciones más activas permiten acceder a nuevos trabajos. Los países que han implantado un nuevo modelo social europeo tienen políticas activas con relación al mercado laboral, y han superado la naturaleza problemática que presentaba la antigua forma del estado del bienestar. Como saben, la Agenda de Lisboa propugnaba que el conjunto de la Unión Europea tenía que alcanzar una tasa de ocupación media del 70%. Esta tasa media, en los países de la Unión, todavía se sitúa en el 62% tras unos avances muy imperceptibles. Habría que presionar para que se llegara a esta media europea que acabamos de mencionar, ahora que sabemos que es compatible con la prosperidad y una adecuada protección, en tanto que disponemos de mercados laborales flexibles con la garantía de capital humano y no de sistemas tradicionales de prestación social. En estos momentos, el Reino Unido –a mi entender, uno de aquellos países que han reformado eficazmente su estado del bienestar– registra una tasa de ocupación del 76%, es decir, que el 76% de la población en edad de trabajar tiene un trabajo. Si miramos países como Francia o Alemania, o peor aún, Italia, la tasa de ocupación se queda sólo en un irrelevante 60%. La flexibilidad del mercado de trabajo es compatible con una protección social eficiente. No se puede conseguir un alto nivel de creación de ocupación sin que haya un nivel de flexibilidad suficientemente razonable en el mercado laboral. Ahora bien, eso no quiere decir que la flexibilidad del mercado laboral siga el modelo norteamericano, es decir, el de un mercado laboral caracterizado por una contratación y un despido bastante libres. Sabemos, por casos como el del Reino Unido, Suecia o Dinamarca, que es posible ofrecer al mismo tiempo una buena protección a la gente y un alto nivel de creación de puestos de trabajo, y pienso que todas las reformas del sistema social que se ponen en marcha en Europa deberían ir orientadas en esta dirección, ya que la creación de puestos de trabajo es todavía un problema esencial en nuestro continente. También sabemos que pueden tomarse medidas sobre este punto sin tener que sacrificar los beneficios que comportan las formas de protección previstas en los sistemas de prestación social. De nuevo, nos encontramos que a menudo el problema, más que saber o no lo que debemos hacer, es la falta de voluntad política o la oposición que ejercen algunos grupos de interés. Sabemos lo que tenemos que hacer, y sabemos que tenemos un nuevo modelo social europeo; sabemos que podemos hacer coincidir los dos aspectos. También sabemos que una proporción de personas trabajadoras más alta implica unos ingresos mucho más elevados, unos ingresos que pueden gastarse en lo que la población quiere realmente. Y lo que la población quiere realmente es, en todas partes, lo mismo: educación, protección en la vejez y un buen sistema sanitario. Cuanta más población trabaje, más ingresos por © Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

impuestos se generarán y más dinero podrá gastarse en aquellas áreas, y no en prestaciones pasivas que carecen de utilidad.

Los límites entre el mercado y el sector público En tercer lugar, creo que ahora sabemos dónde se halla el límite entre el mercado y el sector público –o los aspectos públicos– de los sistemas de prestación social. Desde hace mucho se discute si debería permitirse que el mercado entrara en el sector público, en áreas como por ejemplo la educación y la salud. Hemos acumulado mucha experiencia y ahora, en mi opinión, sabemos que hay límites entre los dos, y sabemos con mucha más precisión dónde se habría que poner esos límites. He encontrado una manera de ilustrar todo esto que querría proponerles. En el mercado –entiéndase el mercado competitivo–, nosotros somos lo que yo denomino ciudadanos consumidores. La elección de productos es el medio esencial a través del cual ganamos poder como consumidores en este mercado. Todavía somos «ciudadanos» porque se necesita un marco regulador que proteja a las personas de algunas actuaciones del mercado, como es el caso de un marco regulador para la producción alimenticia en un mercado competitivo de producción y distribución de alimentos. Por lo tanto, el estado todavía se involucra en el mercado, a la vez que establece un marco regulador. En ámbitos que convergen más directamente con el sistema de prestaciones, como la salud y la educación, pienso que hemos llegado a un punto en el que somos conscientes de que habría que invertir este teorema. Son ámbitos en los que no tiene ningún sentido que seamos tratados como consumidores; somos, en primer lugar, ciudadanos, y después consumidores. Por lo tanto, en el mercado somos ciudadanos consumidores, una condición ésta, que querría reivindicar en la esfera de los servicios públicos. La ética inherente a la condición de ciudadano debería estar por encima de las posibilidades como consumidores a la hora de escoger. En mi opinión, lo que queremos es la posibilidad de escoger en los servicios públicos. La elección es un medio de poder personal en el ámbito de los servicios sanitarios y la educación, pero debe circunscribirse a una ética más amplia de la condición de ciudadano, en la que se incluye una ética igualitaria que viene exigida por la responsabilidad en áreas como la educación y la salud. Sabemos, pues, que hay límites en esta cuestión, y considero que como proponentes de un estado del bienestar tenemos que mantener algunos de estos límites y al mismo tiempo manifestar la necesidad absoluta de reestructurar el sistema de prestaciones o el sector público; en este sector, sin embargo, somos ante todo ciudadanos y después consumidores. El mecanismo y el consumo no funcionan ni pueden funcionar de la misma manera en un sistema sanitario, por ejemplo, que en un mercado abierto. Sin embargo, creo que ahora sabemos cómo llegar a ese equilibrio, cómo reestructurar todo eso. Ahora bien, no siempre podemos hacerlo: hablamos nuevamente de voluntad política, de una ausencia de coaliciones políticas adecuadas que nos impide llevarlo adelante, pero que no nos impide saber lo que debemos hacer. 4

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna

El vacío generacional En cuarto lugar, y lo sabemos muy bien, necesitamos un nuevo contrato entre generaciones; y no sólo a causa del conocido problema de las pensiones que afecta a la mayoría de países europeos. Todos los países con una base económica industrial deben enfrentarse a él. En mi país, este problema está más relacionado con la privatización del sistema de pensiones que con la provisión de las pensiones públicas. En el fondo no son las pensiones las que encabezan los problemas demográficos del estado del bienestar; estos problemas, sobre todo, vienen dados en esencia por el hecho de que el riesgo ha pasado de la tercera edad a segmentos de población más jóvenes. Si echamos una ojeada a la Europa de los primeros tiempos del estado del bienestar, veremos que era la gente mayor la que se suponía que necesitaba protección. Beverage pensaba que era esta gente mayor la que estaba más en situación de riesgo, pero ahora vemos que es la población infantil la que se encuentra en esa situación, junto con las madres y las familias jóvenes. Necesitamos un traslado de los recursos a lo largo del sistema. Vemos que en el Reino Unido se ha destinado una inversión a la población infantil y que eso conforma una parte fundamental de lo que tendría que ser un estado basado en activos o de inversión social. Una de las cosas que hemos descubierto es que de nada servirá invertir en niños y niñas sólo mediante la educación. Ya lo dijo Tony Blair en una conocida proclama: «Educación, educación, educación». No cabe duda de que la educación es esencial en nuestra sociedad, pero sabemos que muchos de los conflictos que vivimos ya se originan incluso antes de que los niños empiecen la escuela. Lo que hace que los países escandinavos sean tan igualitarios no es el sistema impositivo en concreto, sino sobre todo la inversión que dedican a la población más joven. Estos países han implantado unos sistemas universales de atención infantil; la inversión en los más jóvenes, en la primera etapa vital de los niños y niñas, pasará a ser un hecho crucial en el futuro. También será crucial para el problema demográfico que Europa tiene como conjunto. Muchos de los presentes deben de conocer los pronósticos de la OCDE para las principales áreas mundiales en los próximos veinte o treinta años, que muestran unas buenas perspectivas para los Estados Unidos, muy plausibles también en el caso de la India y de la China, pero no en el caso de la Unión Europea, que registraría un fuerte retraso económico. El informe concluye que buena parte de los motivos tienen origen en el vacío demográfico que hay en Europa. Tan simple como que las personas no tienen bastantes hijos para satisfacer las necesidades del mercado laboral y crear el dinamismo propio de la generación más joven que la gente necesita. En este sentido, la reforma del sistema de prestaciones resulta esencial porque las estadísticas muestran que la gente quiere tener más hijos de los que en realidad tiene. La mayoría de personas declaran que quieren tener de dos a tres hijos; que todo el mundo que vive en España sabe que la tasa de natalidad en algunos países europeos baja al 1,1 o al 1,2. Una diferencia fundamental al analizar estos datos estadísticos: la estructura demográfica de los países europeos, en comparación con la estadounidense, es bastante evidente, y no digamos ya la de los países asiáticos. Por lo tanto, de nuevo tenemos que la refor© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

ma del sistema de prestaciones resulta crucial para renovar el dinamismo económico europeo. «Tan simple como que las personas no tienen bastantes hijos para satisfacer las necesidades del mercado laboral y crear el dinamismo propio de la generación más joven que la gente necesita.»

Pobreza y desigualdad en Europa y América En quinto lugar, hay que decir que últimamente no hemos sido lo bastante capaces de hacer frente a los problemas de pobreza y desigualdad que presentan los países europeos. El número de personas que viven en la pobreza en algunas de las sociedades europeas menos favorecidas es muy elevado. De alguna forma, lo que necesitamos es hacer compatible un nuevo marco de tratamiento de la desigualdad y la pobreza con los otros imperativos que he mencionado: el dinamismo económico y la competitividad. ¿Cómo debemos hacerlo si sabemos que algunos de los mecanismos creados para tratar la pobreza en el pasado no consiguieron generar ocupación ni competitividad económica? Bien, hemos descubierto muchas cosas, muchas más de las que sabíamos sobre la pobreza en Europa. Una de las cosas que hemos descubierto y que desconocíamos antes es que hay mucho más movimiento entre los pobres de lo que pensábamos. En el pasado, la pobreza se analizaba a partir de dos vertientes únicamente; se hacía talmente como si se tratara de un análisis de la pobreza o la desigualdad económica en un momento determinado, o se analizaban las comunidades pobres. Hasta hace poco los sociólogos y economistas no hemos podido disponer de material relativo a la vida de las personas. ¿Cómo transcurre esta vida a lo largo del tiempo? Muchos asumían que los pobres eran los pobres y que siempre los habrá entre nosotros. Pero no es lo que ocurre si observamos las experiencias de la gente a lo largo del tiempo, pongamos cinco, diez, veinte años. Así, en primer lugar, nos encontramos con que hay mucha más gente que ha experimentado periodos de pobreza de lo que creíamos, pero también que mucha más gente de la que pensábamos escapó a la pobreza. Uno de los primeros estudios de este tipo se llevó a cabo en Alemania. Se comprobó que en este país un 30% de la población había experimentado un estado de pobreza en algún momento a lo largo de diez años, pero que solamente un 5% de aquel porcentaje se mantuvo en la pobreza una vez pasados aquellos diez años. Las personas pueden escapar, y de hecho así es, a las condiciones de depravación. Lo que habría que hacer en un sistema de prestación social no es tratar la pobreza como si fuera un fenómeno determinado, que siempre estará ahí, sino fomentar maneras de evitarla y reforzar estas maneras con la intervención y la participación del Estado. Si consideramos las estadísticas referidas a los Estados Unidos desde un análisis diacrónico, la tasa de pobreza norteamericana duplica el resultado obtenido con un análisis de tipo estático. Así, cogiendo como referencia un periodo de cinco o diez años, encontramos al doble de gente pobre de la que realmente hay en un 5

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna año determinado. Observamos una gran diferencia entre los Estados Unidos y los países de la Unión Europea. En los Estados Unidos, aunque la pobreza muestra una gran movilidad, hay mucha más gente que se mantiene en este estado y que experimenta una pobreza recurrente en comparación con Europa. Dada esta situación, lo que haría falta con relación al estado del bienestar en Europa es desarrollar lo que los sistemas de prestación social europeos ya prevén: los medios que impiden quedar recluido en una situación de pobreza, experimentar una pobreza continua. Lo que necesitamos para que esto sea así es lo que yo denomino la política de segundas oportunidades. Tenemos que asegurarnos de que la gente puede volver al sistema después de experimentar periodos temporales de pobreza. Vivimos en una sociedad en la que la única fuente de creación de trabajo futura habrá que buscarla en el sector terciario. Todos los puestos de trabajo –trabajos limpios– que se creen en el futuro serán puestos de trabajo basados en los servicios, de los cuales, en estos momentos, dos tercios son especializados. Tenemos que educarnos en eso. Un tercio de este tipo de trabajos son de bajo nivel: aeropuertos, cajas de supermercado y similares. Debemos procurar que las personas no se cierren en un ciclo del tipo «ahora tengo trabajo, ahora no lo tengo». La clave para evitarlo es posibilitar el traslado de un puesto de trabajo a otro y tener un trabajo estable, sobre todo en el caso de las mujeres y, en mi país, las familias monoparentales. Es un área básica en la que la política de segundas oportunidades puede resultar muy eficaz. En mi opinión, en el Reino Unido hemos desarrollado bajo el mandato de Tony Blair una política eficaz de segundas oportunidades con respecto a esta área y mediante la implantación de deducciones fiscales. Las deducciones fiscales representan la cara opuesta de las prestaciones pasivas tradicionales. Solamente se accede a la deducción fiscal si se tiene un trabajo. En estos momentos, en el Reino Unido se registra una proporción mucho más elevada de mujeres trabajadoras al frente de una familia monoparental que en 1997, año en el que Tony Blair ganó las elecciones. La mayor parte de estas mujeres trabajan en el área de servicios que he mencionado antes, la de un nivel más bajo. El divorcio es la principal fuente de pobreza en nuestra sociedad; el divorcio y la separación matrimonial. Necesitamos una política de segundas oportunidades que les haga frente, una política que es la que corresponde a la sociedad de hoy en día, más dinámica, fluida y móvil que la del pasado.

Multiculturalismo en el estado del bienestar En sexto lugar, sabemos que hoy nos enfrentamos a problemas fundamentales de diversidad y solidaridad. Si echamos una ojeada al continente europeo, e incluso al mundo, el problema, en una palabra, está relacionado con la migración y el multiculturalismo en nuestras sociedades. Si observamos la situación en el mundo, podremos comprobar que hay una correlación sorprendente entre igualdad y uniformidad cultural. Los países que se han mostrado más igualitarios en el pasado han sido normalmente los más homogéneos desde un punto de vista cultural. Sería el caso, por ejemplo, de las sociedades escandinavas, cuando menos hasta hace poco. También el © Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

de países como el Japón, que es igualitario pero mucho más resistente a la intromisión del elemento extranjero en su cultura. Ninguna sociedad será culturalmente homogénea en el futuro. Miremos el caso de los Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, que no es otra cosa que un reflejo del mundo, un reflejo de la era global y diversa en que vivimos y no un participante cualquiera de este mundo. Y todo debido a su composición étnica. Hay diversas cuestiones básicas que tenemos que afrontar con relación a un aspecto concreto: hasta qué punto es compatible este tipo de solidaridad que el estado del bienestar generó en el pasado con una sociedad más diversa culturalmente, que será nuestro caso. Un estudio reciente muy interesante llevado a cabo en los Estados Unidos analizaba por qué este país no ha tenido en el pasado un estado del bienestar como el que había en Europa. ¿Por qué en los Estados Unidos ha habido tradicionalmente un estado del bienestar más débil que el europeo? Los autores del estudio analizan varios factores: la posibilidad de que los norteamericanos se apartaran de Europa, que quisieran una sociedad más individualista, o alguna otra cosa relacionada con el hecho de que desde el principio se habían constituido como una sociedad mucho más fluida que la europea. Sin embargo, los autores concluyen que ninguno de estos factores es el motivo principal –y el estudio es bastante riguroso. La conclusión, para ellos, es que el motivo principal de la debilidad del estado del bienestar norteamericano es la división étnica o racial que se registra en el país entre blancos y negros, una división que algunos han bautizado como «el apartheid americano», ya que el nivel de segregación entre ambas razas iguala al que había en Sudáfrica, otro país dividido por motivos raciales, en los tiempos del apartheid. Los autores del estudio concluyen también que el motivo de esta debilidad más acusada del estado del bienestar norteamericano reside en el hecho de que la mayoría blanca es reticente a pagar una prestación a personas que consideran diferentes, y ésta es la razón por la cual la idea del bienestar en los Estados Unidos tiene unas connotaciones morales diferentes de las europeas. La percepción de una solidaridad generalizada en una comunidad que comparte un destino es menor cuando hay un conflicto étnico o racial a gran escala y de naturaleza endémica, como en el caso de los Estados Unidos. «La debilidad del estado del bienestar norteamericano reside en el hecho de que la mayoría blanca es reticente a pagar una prestación a personas que consideran diferentes, y ésta es la razón por la cual la idea del bienestar en Estados Unidos tiene unas connotaciones morales diferentes de las europeas.» Bien, estos conflictos los tendremos en los países europeos. Los habrá que serán simplemente culturales, y los habrá de naturaleza étnica o racial. Debemos hacernos una pregunta: ¿estará dispuesta la mayoría a compartir riesgos –el estado del bienestar implica eso, compartir riesgos– con personas que son consideradas diferentes de la mayoría cultural? 6

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna Un famoso sociólogo norteamericano, Robert Pucknam, autor de un libro muy reconocido en todo el mundo en el que hablaba del capital social, ha investigado últimamente sobre este aspecto que tratamos y su conclusión es que, sin ningún tipo de duda, estamos ante un problema. En una sociedad más diversa culturalmente, los niveles de solidaridad acostumbran a bajar; cuando estos niveles acostumbran a bajar, el apoyo a los sistemas de prestaciones, sobre todo el apoyo a una redistribución económica, a la ayuda a los más pobres o a la ayuda que reciben los recién llegados en la sociedad, tiende a empeorar. ¿Podemos crear entonces un sistema de prestaciones sociales que sea compatible con la nueva naturaleza heterogénea de nuestras sociedades? Personalmente creo que podemos hacerlo y que debemos hacerlo, y para llevarlo adelante habría que evitar la vía norteamericana. Tenemos que aferrarnos a la idea de que un sistema de prestaciones, o, como digo yo, un estado de inversión social, nos pertenece a todos nosotros. Tenemos que impedir que la idea de bienestar, de sociedad de bienestar, adquiera todas las resonancias negativas que tiene en los Estados Unidos. Uno de los experimentos que ponemos en práctica en las clases de la LSE, en las que tenemos muchos estudiantes norteamericanos –la mayoría de ellos, dicho sea de paso, de raza blanca– y muchos estudiantes británicos, es preguntar a los estudiantes de un aula llena cuántos atribuyen su éxito al estado del bienestar. Nos encontramos con que apenas hay algún estudiante norteamericano que levante la mano, mientras que el 75% de los británicos sí que lo hacen. La interpretación moral de lo que significa bienestar o sistema de prestaciones es completamente distinta en los países europeos y en los Estados Unidos, y debemos mantenerlo así en el futuro. Tal como lo veo, éste es el problema fundamental que tenemos en Europa. Europa necesita el fenómeno de la migración, necesita la inmigración; sobre todo necesita inmigrantes que estén especializados en ámbitos técnicos, pero también necesita inmigrantes para solucionar el vacío generacional que experimentamos en los países europeos. Comparen los Estados Unidos con Europa: prácticamente la única diferencia con relación a la estructura democrática norteamericana, más saludable, puede atribuirse a la inmigración. Esta inmigración, mayoritariamente, ha seguido la dirección sur-norte y originalmente era ilegal. Los Estados Unidos han puesto en marcha una serie de medidas que han normalizado y legalizado la inmigración que antes era ilegal. Quizás la cuestión fundamental para nosotros sea cómo hacer frente a esta inmigración que llega a Europa, un fenómeno que nos tiene que llevar a reflexionar tanto sobre la reestructuración del sistema público de prestaciones como sobre la continuación de la solidaridad europea. Creo, de nuevo, que sabemos cómo hacerlo. No tenemos que ir hacia las prestaciones pasivas; tenemos que buscar la participación activa de los trabajadores que vienen de fuera. Podría ser una especie de «acuerdo cultural cerrado» entre la sociedad de acogida y los trabajadores extranjeros. Hasta cierto punto, la sociedad de acogida tiene que redefinir su identidad, pero los inmigrantes también deben aceptar las normas y las estructuras democráticas, y deben saber cuáles son las identidades de los países a los que llegan. Este tipo de acuerdo cultural cerrado parece funcionar. © Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

Son muchos los que piensan que Europa no puede mantener unos niveles altos de inmigración, pero yo lo dudo. Si tenemos que juzgar lo que ha sucedido a los Estados Unidos en el pasado, nos encontramos con una especie de fases, de umbrales. La gente está mucho más preparada para aceptar las minorías étnicas indígenas que los inmigrantes cuando éstos llegan de verdad. Se trata de una conclusión fundamental, ya que probablemente significa que en Europa podemos tener sociedades multiculturales más eficientes y compatibles con la solidaridad. Si observamos los descubrimientos referidos a mi país, veremos que son realmente interesantes. Las personas que más prejuicios demuestran con relación a las minorías étnicas son las que apenas se relacionan con ellas. Londres registra, con mucho, la proporción más alta de minorías étnicas, pero también, y con diferencia, los niveles más bajos de hostilidad y prejuicio contra aquellas minorías. Ello demuestra que la gente se acostumbra a vivir en una sociedad multicultural, que todo puede funcionar y ser compatible con un sentimiento general de solidaridad e identidad. Tenemos que aceptar que la sociedad de acogida cambia al mismo tiempo. Podría preguntar ahora cuál es el plato más conocido de la cocina inglesa actual. Pues resulta que el plato más conocido de la cocina inglesa es el pollo tandoori. Las costumbres de los ingleses se han modificado como consecuencia de la sociedad más multicultural en la que viven, pero se han modificado en un sentido positivo y eficiente. Por consiguiente, creo que hay como unos umbrales de migración y multiculturalismo que ofrecen muchas razones para la esperanza en una sociedad al mismo tiempo diversa y solidaria, en la que el estado del bienestar debe convertirse en su pilar fundamental.

Conclusión En conclusión, mi receta para reestructurar el sistema de prestación social es una especie de versión resumida para nuestra segunda conferencia. El estado del bienestar se convierte en un estado de inversión social, más atento a la producción de activos que a la exposición de factores de reajuste de la vida ciudadana. Tenemos un modelo de prestaciones positivas, no sólo un modelo de prestaciones reactivas. El estado del bienestar se estructura en torno a la idea del ciudadano consumidor. Tenemos la noción básica de la política de segundas oportunidades, y tenemos una especie de acuerdo cultural cerrado en relación con la identidad, la solidaridad y la migración que todos nuestros países deberán tener en cuenta. «El estado del bienestar se convierte en un estado de inversión social, más atento a la producción de activos que a la exposición de factores de reajuste de la vida ciudadana.» Para mí, señoras y señores, éstas son en esencia las bases de un nuevo modelo social europeo, que funcionará como nosotros queramos que funcione: preservando la solidaridad, preservando la identidad –preservando, de hecho, la identidad nacional–, pero 7

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna haciéndolo de manera que genere un alto nivel de ocupación, que fomente el dinamismo económico que permitirá a Europa ser competitiva en el mundo. No se trata de cosas opuestas: en realidad, opino que están hechas unas para otras. Muchas gracias.

Turno de preguntas Moderador Bien, querría agradecer muy profundamente la presentación que el señor Giddens nos ha hecho, una presentación muy completa y sistemática pero sobre todo muy sugerente y llena de matices muy enriquecedores. Habiendo llegado a este punto, tenemos unos minutos para aquéllos de ustedes que quieran hacer alguna pregunta. Lo pueden hacer en catalán, castellano o inglés, como ustedes quieran.

Pregunta Señor Giddens, ha mencionado la Agenda de Lisboa, pero eso ya pasó hace cuatro años. Desde entonces, las principales economías europeas, sobre todo Alemania, Italia y Francia, han tenido que hacer frente a grandes dificultades en la reforma de la seguridad social, los sistemas de pensiones y la introducción de la liberalización en sus mercados laborales. Querría preguntarle si cree que estas reformas son necesarias y cuáles serían las más importantes. También querría preguntarle si piensa que los políticos europeos de hoy están preparados para enfrentarse al coste económico de estas reformas. Gracias.

Anthony Giddens Sí, es una buena pregunta porque plantea, a mi entender, uno de los dilemas estructurales más importantes que presenta la economía de la Unión Europea. Es decir, la Agenda de Lisboa es una agenda transeuropea, pero las reformas necesarias para alcanzar de alguna manera los objetivos que se establecieron en ella son básicamente de ámbito nacional. Y ahora, en Europa, la cuestión central es el estado de la economía alemana. Pienso que la economía alemana tendría que ser el motor de toda la economía europea. En primer lugar, sabemos que su tasa de natalidad se acerca a cero y, aunque pienso que la Agenda 2010 alemana es bastante buena y que va por el buen camino, sólo con grandes dificultades se han podido llevar adelante estas reformas. Pienso que no debemos fijarnos tanto en las insuficiencias que contiene la Agenda de Lisboa –la cual, a mi entender, es bastante correcta y adecuada–, como en el problema estructural, más complicado de resolver. No podemos enfrentarnos al nivel europeo, pero sus consecuencias se dejan notar por toda Europa y por ello creo que dependemos quizás un poco de los países que llevan a cabo las necesarias reformas económicas. Como ya he dicho, sabemos qué dirección deberían tomar, pero el momento © Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

se ha revelado bastante complicado para alcanzar aquellos puntos, sin los cuales pienso que con toda seguridad no podrán cumplirse los objetivos establecidos en la Agenda de Lisboa. Claro está que no son los únicos países, ya que los demás tienen muchas dificultades para llevar adelante de manera factible el tipo de reformas que (nosotros) hemos aplicado. Con todo, pienso que los objetivos de la Agenda de Lisboa son correctos, y creo que puede decirse también que hoy estamos sumergidos en una economía basada en el conocimiento y en los servicios. Tenemos que competir en el seno de esta economía. Y pienso que hay otros problemas. Ahora, la Agenda de Lisboa, como usted bien ha dicho, ha envejecido un poco mientras asistimos a la presencia emergente de la China, la externalización empresarial en la India y, en definitiva, un traslado más evidente de las empresas europeas a otras regiones. Por lo tanto, no se está haciendo mucho progreso al respecto. Sin embargo, los políticos tienden a –digamos– recitar, como si se tratara de un ritual, «la Agenda de Lisboa, la Agenda de Lisboa». Ahora bien, sin estos cambios estructurales me resulta difícil prever cómo podrán llevarse a cabo los objetivos. Pienso que algunas de las cosas de las que he hablado, sobre todo la necesidad de crear una generación más joven en Europa, son también esenciales. Es decir, alguna cosa muy interesante que pueda haber dicho, alguna cosa sorprendente. La unidad estructural del 10 de Downing Street, a la cual estoy de alguna manera vinculado, llevó a cabo un estudio sobre la nueva entrada de mano de obra, del que se desprende que un 50% de esta nueva entrada de mano de obra en el Reino Unido en los próximos cinco años corresponderá a minorías étnicas; el 50% de los nuevos trabajadores. Pienso que se trata de una transformación demográfica sorprendente. Así que todas estas cosas conforman una parte relevante del resultado del estudio, pero no puedo decir que en estos momentos Europa se esté acercando a los objetivos de la Agenda de Lisboa según el calendario establecido.

Pregunta Profesor Giddens, hace algunas semanas se incorporaron a la Unión Europea un grupo de países, la mayoría de los cuales provenientes de un sistema económico centralizado. Me da la impresión de que no tienen demasiado interés en el estado del bienestar porque confunden la economía centralizada y el estado del bienestar. ¿De qué manera, en su opinión, puede cambiar esto los sistemas de prestación social del resto de Europa?

Anthony Giddens Bien, creo que hay dos aspectos que deben considerarse en relación con esta pregunta. Por un lado tenemos la estructura demográfica y económica de aquellos países, que muestra un comportamiento muy diferente al de las economías de la Europa occidental. Por otro, las oportunidades económicas para el resto de Europa, que sin duda llegarán pero que, en mi opinión, aún desconocemos. Fíje8

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna se en lo que pasó en la Alemania del este: a pesar de formar parte de la República Federal de Alemania, lo tuvo muy difícil para superar las diferencias que había entre ambas y atraer inversiones. Pienso que el proceso de ampliación podría conllevar problemas, aunque soy un ferviente partidario de ella. Por otra parte, creo que la cuestión del estado del bienestar es otro tema muy distinto. He estado en la mayoría de estos países, a veces por motivos académicos, y pienso que los requisitos esenciales para llevar a cabo una reforma del sistema de prestación social son en realidad los mismos que en Europa occidental. A menudo implican sólo una transformación del propio sistema, que busca hacerlo compatible con una economía más dinámica y competitiva. Es decir, exactamente lo mismo que debemos hacer en Europa occidental. Algunos de los problemas estructurales no son tan diferentes, como tampoco lo son parte de las barreras políticas. Por ejemplo, el carácter reacio al cambio que caracteriza a algunos sistemas de pensiones. Obviamente resultará difícil, pero pienso que buena parte de lo que he comentado respecto al estado del bienestar en Europa occidental es aplicable también a los países de la Europa del este, como lo son las afirmaciones relativas al desequilibrio demográfico, un problema que no nos resolverán aquellos países debido a que la mayoría de ellos también registran tasas de natalidad muy bajas, más bajas incluso que algunos países de Europa occidental. Me cuesta, por tanto, ver una salida fácil a cualquiera de estos temas. Ahora bien, en mi opinión las medidas que habría que tomar en el este no difieren mucho de las del oeste, aunque en cuestión de recursos sí que muestren diferencias, como es obvio. Una de las cosas que podemos hacer cuando estamos en países que no disponen de un estado del bienestar eficaz, como era el caso de los países mediterráneos en el pasado, es aprender de los errores que han cometido los demás, evidentemente a medida que diseñamos nuestro estado del bienestar. De esta manera podemos convertirlo a veces en una acción positiva. No sé qué pensarán al respecto, pero veo que en el futuro este punto planteará tantos problemas como ventajas.

Anthony Giddens

Pregunta

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Quisiera pedirle su opinión acerca del fomento de la maternidad entre las mujeres y el hecho de que pueda representarles un obstáculo en su camino o en la consecución de un estatus profesional, ya que sabemos lo difícil que es conseguirlo debido a que los padres o los maridos no asumen las mismas responsabilidades que las mujeres en el cuidado de los hijos.

IX Jornada d’Economia de Caixa Manresa

Su pregunta, en mi opinión, es fundamental, pero vuelvo a decir que podemos aprender mucho de los países escandinavos, donde la situación de las mujeres es la mejor de Europa. Esta situación de la mujer es fundamental para la buena marcha de la economía de un país. Es un tema realmente interesante, y se han llevado a cabo estudios recientemente que muestran una correlación entre la participación de las mujeres en el mercado y el éxito económico de un país. Es una correlación muy estrecha. Ahora bien, la cuestión relativa a las cifras de natalidad puede enfocarse desde un intento de hacerlas compatibles con una mayor proporción de mujeres trabajadoras. Una forma de hacerlo es siguiendo la vía escandinava, como vemos en el caso de Dinamarca, cuyo índice de natalidad muestra un aumento mucho más acusado que, por ejemplo, los países mediterráneos. Uno de los motivos principales es que las mujeres que forman parte de estructuras familiares poco convencionales, que están divorciadas, viven solas o están separadas, reciben un trato mucho mejor que en otros países y, en consecuencia, pueden prepararse mejor para ser madres. Con todo, uno de los aspectos que deben cambiar –y que no lo ha hecho demasiado– para hacer compatibles estas cosas es la actitud de los hombres en el seno de la familia, algo que no ha variado en los países europeos como creo que, desde un punto de vista liberal, cabía esperar. Sin embargo, tenemos que hacer totalmente compatibles estas cosas, porque son cruciales. Es crucial la situación de las mujeres en todo este tema, y son las mujeres las que han dejado de tener hijos. Por encima de cualquier otro motivo, la reducción del índice de natalidad hay que buscarla en el cambio de situación de la mujer.

Moderador Si les parece lo dejaremos aquí para intentar seguir el horario tanto como nos sea posible. Muchas gracias, profesor Giddens.

http:\\www.caixamanresa.es/jornadaeconomia Página de Anthony Giddens en la LSE

http://www.lsc.ac.uk/Giddens/Default.htm [fecha de publicación: agosto de 2004]

Para citar este documento puedes utilizar la siguiente referencia: GIDDENS, Anthony (2004). «El estado del bienestar en una sociedad europea moderna» En: IX Jornada d’Economia de Caixa Manresa (2004: Manresa) [artículo en línea]. Caixa Manresa. [fecha de consulta: dd/mm/aa]

© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

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El estado del bienestar en una sociedad europea moderna

Anthony Giddens Profesor de la London School of Economics (LSE) El profesor Anthony Giddens (Londres, 1938) estudió Sociología y Psicología en la Universidad de Hull. Posteriormente hizo un master y se doctoró en la London School of Economics y en la Universidad de Cambridge, respectivamente. Entre 1961 y 1970 fue profesor de Sociología en la Universidad de Leicester. Durante este periodo fue también profesor visitante en la Universidad Simon Fraser (Vancouver, Canadá, 1967-1968) y la Universidad de California (Los Ángeles, 1968-1969). Posteriormente, durante el periodo de 1970 a 1986 desarrolló su labor como profesor universitario y profesor adjunto en el King’s College de la Universidad de Cambridge, donde en 1986 se convertiría en catedrático. Ha ocupado diversos cargos, entre los cuales el de presidente y director de Polity Press Ltd. (desde 1985 hasta hoy), director de Blackwell-Polity Ltd. (desde 1985 hasta hoy), presidente y director del Center for Social Research (desde 1989 hasta hoy), miembro de los consejos de administración del Institute for Public Policy Research y de la Universidad de Leicester. También ofreció la prestigiosa conferencia Reith correspondiente al año 1999.

© Anthony Giddens, 2004 © de esta edición: Caixa Manresa y FUOC, 2004 Título original: The welfare state in a modern European society

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