EXPRESSO CORTADO Gilberto Medina Casillas
La guerra.
La palabra Guerra tiene etimología germánica, proviene del vocablo: “werra”, que significa pelea, discordia, tumulto violento. Y en general, se refiere a la lucha o conflicto armado entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. La guerra ha sido, ad post, un habitual medio de resolución de problemas entre grupos a lo largo de los siglos. Método abusivo y violento para someter a la gente. Normalmente, una guerra comienza cuando se abandona el dialogo y aparece la violencia; todo con la finalidad de someter al prójimo, al que se transforma en “enemigo” a nuestra voluntad. Un ex amigo (sí, existen ex amigos) decía: “Para qué discutir, si los podemos arreglar a golpes”. Esto es una actitud que aparentemente incorrecta se transforma en legítima tras vencer, por eso tenemos la frase que reza: ‘La historia es escrita por los vencedores”. En una guerra se desarrollan una serie de procesos ideológicos, políticos, sociales, económicos y por supuesto, militares. Muchos son los motivos de la guerra, algunas son iniciadas por las ansias de poder de una persona o un grupo o facción, con objeto de poseer un territorio o asumir el poder político; cuestiones religiosas o morales, al final todo se reduce a sometimiento y
dominación. Cuando se desarrolla una guerra, los grupos se arman, cuanto pueden. Y hoy las armas han evolucionado diabólicamente y son más peligrosas para la humanidad. Las grandes potencias han usado ciencia y tecnología para la guerra, utilizando materiales cada vez más nocivos. Todo encaminado a aterrorizar, destruir y dominar. Para lo cual, se han perfeccionado los métodos de espionaje, los sistemas logísticos y de comunicación. ¿Se acuerdan de Regan y ‘la guerra de las galaxias’, cuando nos dijeron que en órbita había satélites que podían destruir otros satélites? Son muchas las consecuencias que traen las guerras, la mayor, e inmediata, grandes pérdidas humanas y materiales, graves y serias perturbaciones políticas y económicas, escasez de alimentos, medicinas, ropa, vivienda, entre otras muchas más secuelas. La guerra es esencialmente destructiva. La guerra puede ser de distinta índole, hay guerras civiles, entre bandos contrarios de un mismo país; hay guerras llamadas mundiales, que es la confrontación bélica que involucra algunos países de distintos continentes; e insólitamente, la mal llamada guerra santa, disparada por motivos religiosos. Y la guerra nuclear, la más espantosa, se refiere al empleo de armas nucleares, como las que han quedado en la ignominiosa memoria negra de la humanidad: Hiroshima y Nagasaki. La sola posibilidad de su ocurrencia, nos amenazaba en los 1970’s y 1980´s, cuando nos hicieron creer que, si URSS o EE.UU. presionaban “el botón rojo”, habría una confrontación de tales proporciones que acabaría con la humanidad.
Bueno, y acá en México el ‘sistema político mexicano’ primigenio, mantuvo la soberanía nacional con la guerra sucia, exterminando a los subversivos de Guerrero, Oaxaca, Michoacán, D.F. y Estado de México. En la guerra sucia se emplean acciones ilegales coactivas o violentas, por parte del Estado o de grupos paramilitares. Los desaparecidos son el indicador de esta guerra sucia, oculta, abusiva y demoledora. Las cifras, cuya fuente es el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública presentan el total de registros de personas relacionadas con averiguaciones previas y carpetas de investigación del fuero federal iniciadas en el periodo comprendido entre enero de 2014 y abril de 2018, y que permanecen sin localizar al corte del 30 de abril de 2018. Destacan Guerrero (325), Veracruz (207), Tamaulipas (141), Michoacán (64) y Ciudad de México (54), los demás estados están debajo de los 35 desaparecidos. Esta estadística es parcial pero bastante indicativa. En México desde la guerra de los Cristeros, no había habido guerra notoria, pero sí guerra sucia. Bueno, amigo lector, ya hemos repasado un poco y sabemos bien que la guerra es un recurso que usan los ejércitos para someter a la sociedad, trátese de la propia o la de otros países. Ahora viene la reflexión:
No voy a discurrir sobre el primer homicidio bíblico, que ya nos muestra ese lado oscuro, criminal, del ser humano, el cual hemos venido a conocer desde la antigüedad, sino sobre el ‘defecto de fábrica’, que ha hecho de los seres humanos, los únicos seres tricerebrados de esta galaxia, que se matan unos a otros. Nunca hemos entendido que mi libertad termina donde comienza tu libertad. Y si juntos compartimos nuestras libertades, podemos, con respeto y apoyo, llegar hasta donde no podemos imaginar ahora, con esta desolación que nos impele a fracasar como civilización. Y yo digo, elevando mi voz, como Carlos Ancira diría: “Yo, lloro”.