En el Principio 1 En contraste con las narraciones mitológicas, o con la antigua especulación acerca de generaciones espontáneas evolutivas, o con algunos razonamientos derivados del platonismo, que atribuyen el origen de la vida a una esencia creadora inasequible e indiferente, hallamos en el relato bíblico la ordenada relación de una creación intencionada, que fue configurada según el pensamiento de un Creador que siente amor por su obra. Los designios y propósitos de este Creador para su creación, fueron registrados por los profetas de Israel, y más tarde por los apóstoles y discípulos de Jesús, en forma de episodios históricos y de textos proféticos: algunos poéticos, y otros en forma de proverbios, testimonios, epístolas, o alegorías, que complementándose, desvelan su progreso a través de los siglos, y anuncian su magnífica culminación. El apóstol Pedro nos señala la importancia que para los seguidores de Jesús, tienen estos libros, que constituyen la auténtica base y la única guía de la fe, escribiendo: “…nosotros no os hemos dado a conocer la presencia y las poderosas obras de nuestro Señor Jesús Cristo mediante historias inventadas, pues fuimos en persona testigos oculares de su grandeza... Pero disponemos de un testimonio todavía más seguro en la palabra profética, y haréis bien en prestarle atención, pues es cómo una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y resplandezca en vuestros corazones la luz; no obstante, debéis primero saber que ninguna de las profecías de la Escritura proviene de una interpretación personal, porque ninguna de las profecías llegó nunca por la voluntad del hombre, si no que los hombres hablaron de parte de Dios, impulsados por espíritu santo”. (2Pedro 1:16..21) 2 El primero de los libros que, según las palabras de Pedro, configuran las Escrituras inspiradas por el espíritu de Dios, es el libro del Génesis o del principio. Se llama así porque en sus primeros capítulos, brevemente describe el del universo, el de la atmósfera o cielo que permite la vida en nuestro planeta, el de las aguas y la tierra firme, el de la vegetación y los animales, y el de los humanos… Este es un libro que fue frecuentemente citado por Jesús, puesto que en sus relatos se desvela el porqué de la exigencia de redención para el hombre, y se fundamenta el mensaje profético de toda la Escritura, al anunciar por primera vez la mediación de un redentor y el triunfo del propósito de Dios. Moisés lo inicia con la declaración de la creación del universo, y narra sintéticamente la adecuación de nuestro planeta al sostén de la vida que lo habita, mientras repetidamente manifiesta que en un principio, Dios hallo a toda su creación muy buena. (Génesis 1:31) De acuerdo con el relato, el hombre y la mujer fueron creados físicamente sanos y moralmente justos, hallándose estrechamente unidos a su Creador, y capacitados para tomar decisiones en el ejercicio responsable de la libertad y la autoridad que Dios les había otorgado cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, (la imagen moral) que sea semejante a nosotros, y tenga autoridad sobre los peces del mar, las aves de los cielos, todo animal de la tierra...” (Génesis 1:26) 3 Luego describe el jardín que el Creador había hecho crecer, cómo un lugar donde abundaban todos los frutos que el hombre necesitaba para su alimento; y explica que el Creador “…tomó al hombre y lo llevó al jardín de Edén para que lo cultivase y cuidase...” (Génesis 2:15) Desde entonces, aquel jardín de Dios se convirtió en la morada del hombre, aunque no en su propiedad; Con esto Dios propuso un arquetipo de lo que la propiedad representa, puesto que de su respeto dependía la convivencia apacible entre una sociedad humana que previsiblemente aumentaría, tal cómo él mismo había dispuesto al decir: “Sed fecundos y…llenad la tierra...” (Génesis 1:28) Pero además, el hombre debía
aprender, comprender y aceptar, el hecho de que el permanecer unido a su Creador mediante la fidelidad a los principios morales establecidos por él, y congénitos en todos sus hijos, resultaba esencial para poder mantener la vida; de manera que Dios le dijo: “Come con entera libertad los frutos de cualquiera de los árboles del jardín, pero no debes comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque desde el día en que lo comas, irás muriendo (envejeciendo) y morirás”. (Génesis 2:16..17) 4 Dios había impuesto al hombre una única restricción; le concedía pues un amplísimo margen de libertad, y la posibilidad de demostrarle gratitud y confianza mediante su obediencia. Reconociendo a Dios cómo única autoridad moral del universo, garantizaba el desarrollo de una sociedad asentada en el amor y en la justicia, mientras gozaba de la posibilidad de adquirir y de desarrollar infinidad de conocimientos y capacidades, durante una vida sin muerte. Es pues evidente que aquel conocimiento del bien y del mal no podía representar la adquisición de sabiduría, o de cualquier otra cosa ventajosa ya a su alcance. Por este motivo, si analizamos la palabra hebrea traducida en este pasaje cómo ‘conocimiento’, veremos que habitualmente se emplea para definir una íntima relación con algo o con alguien, de manera que dentro del contexto de este relato, solo puede representar la íntima relación de un discernimiento subjetivo, con la noción de lo moralmente bueno, y lo moralmente malo. La vindicación de esta facultad, expresaría la aspiración del hombre a establecer personalmente lo que es el bien y lo que es el mal, rechazando la autoridad de unas normas morales universales determinadas por el Creador, y constituiría su ruptura con el único ser generador de vida. Por este motivo Dios había querido advertirle de que un uso ilegal de su libre albedrío le llevaría a la muerte. 5 En este relato aparece entonces un personaje clave, que encaminando al hombre a la desobediencia, cambió el destino de la humanidad. Unas palabras que simbólicamente van dirigidas por Dios al rey de Tiro, nos dan a conocer su personalidad y posición: “Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, perfecto en hermosura. Estabas en Edén, en el jardín de Dios... yo te había hecho un Querubín protector... y fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación hasta que se ubicó en ti la injusticia, cuando debido a tus numerosas intrigas, te llenaste de violencia y erraste... tu corazón se había envanecido por tu beldad y tu sabiduría se había corrompido por tu esplendor...” Por tanto, le dice: “...ya no vivirás para siempre”. (Ezequiel 28:12..19) En una ocasión, refiriéndose a este mismo querubín, Jesús dijo: “…fue homicida en el principio y no se mantuvo en la verdad porque en él no habita la verdad; cuando habla la mentira habla lo que lleva dentro, porque es mentiroso y es el padre de la mentira”. (Juan 8:44) Y Juan le identifica cómo “…la antigua serpiente, el llamado Diablo y Satanás, que está engañando a la humanidad entera”, (Apocalipsis 12:9) ya que en su afán de impugnar la legitimidad de los límites del libre albedrío otorgado por el Creador a sus hijos, él, que estaba 'en Edén, en el jardín de Dios' preguntó a la mujer: “¿Cómo es que el ETERNO os ha dicho: ‘no comáis de ninguno de los árboles del jardín’?” Y cuando ella respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín, pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, el ETERNO ha dicho: no lo comáis ni lo toquéis, porque moriríais…”. Entonces él, desmintiendo las palabras de Dios, afirmó categóricamente: “De ningún modo moriréis. Dios sabe muy bien que el día que lo comáis se os abrirán los ojos y seréis cómo Dios, porque conoceréis el bien y el mal…”. (Génesis 3:1..5) Con este primer engaño, el 'padre de la mentira' involucró a los humanos en su vindicación. Sin embargo, el apóstol Pablo afirma al mencionar este episodio: “…la serpiente sedujo a Eva con sus artimañas…”, (2Corintios 11:3) pero “…Adán no fue engañado…”
(1Timoteo 2:14) y a pesar de esto, se unió a la traición. La ruptura del hombre con su Creador fue inmediata; dice la Escritura: “…se les abrieron los ojos y… se ocultaron de la vista del ETERNO Dios, entre los árboles del jardín...” (Génesis 3:7..8) Por primera vez se sintieron desnudos y extraños en el jardín que había sido su hogar, y del que fueron alejados para que viviesen de acuerdo con su decisión. 6 El resultado puede resumirse en las palabras que Dios dirigió entonces a Adán: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas al suelo del que fuiste tomado, porque eres tierra y volverás a la tierra”. (Génesis 3:19) Y el apóstol Pablo, refiriéndose a lo que estos hechos representaron para la humanidad, escribe: “Igual que por causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado, la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el pecado”. (Romanos 5:12) 7 En su visión de la instauración del Reino de Dios, Juan vio a esta simbólica ‘serpiente’ bajo la forma de “un gran dragón rojo cómo el fuego”, que había arrastrado tras de sí, “a un tercio de las estrellas (o ángeles) del cielo”. (Apocalipsis 12:3..4) Porque Satanás no solo implicó en sus intrigas a los primeros hijos terrenales de Dios, también a muchos de sus hijos angélicos, que se unieron a él en una impugnación técnicamente legal, que solamente podía resolverse con el tiempo. Y no solo, pues según las Escrituras, en varias ocasiones intentó también atraer a Jesús, y sabiendo que Dios le había designado para reinar sobre la humanidad cuando, resuelto el desafío, se estableciese el prometido reino de Dios en la tierra, le brindó inmediatamente el poder y la gloria de todos los reinos del mundo, fundamentando su ofrecimiento en el derecho que le otorgaba el encargo recibido en el principio, porque le dijo: “…a mí me fue entregada y yo la doy a quien quiero…” (Luca 4:5..6) Puede pues decirse que, cómo Juan escribió, “…el mundo entero yace bajo el poder del Maligno…” (1Juan 5:19) Y por esta razón, Pablo escribe: “...de hecho, nosotros no combatimos contra carne y sangre, si no contra los gobiernos, las autoridades y los gobernantes cósmicos de estas tinieblas, o sea, contra las fuerzas espirituales malvadas que habitan las regiones celestes”. (Efesios 6:12) 8 La humanidad ha experimentado desde su inicio muchas formas de gobierno, y ha dictado infinidad de leyes para sostener una noción moral propia del bien y del mal, pero los hombres nunca han disfrutado de justicia y de paz perdurables. Leemos en las Escrituras, que un rey sabio, el rey Salomón, comprendiendo la incapacidad de los hombres para gobernarse a sí mismos con la rectitud y la justicia que generan la paz, escribió: “…he visto todo, y he puesto mi corazón en todo lo que se obra bajo el sol, en el tiempo en que el hombre gobierna sobre los hombres para su mal”. (Eclesiastés 8:9) Y es que de hecho, Dios ha concedido un amplio período de tiempo a quienes desafiaron su soberanía, para que los frutos obtenidos a través de su gestión queden públicamente expuestos, respondiendo irrebatiblemente por sí mismos. Y mientras tanto, puesto que la humanidad “…no fue sometida a la futilidad por voluntad propia si no por la culpa de aquel que transgredió”, todavía “…mantiene la esperanza de llegar a ser emancipada de la esclavitud a la corrupción (la muerte), para poder participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”, (Romanos 8:20..21) de manera que cuando llegue el momento por él determinado, Dios la favorecerá mediante la administración del Cristo. En aquel día, Dios estará “... con la humanidad, y permanecerá con ella porque será su pueblo, y Dios mismo intervendrá en su favor; enjugará todas las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor…” (Apocalipsis 21:3..5)
9 No obstante, antes de que la humanidad pudiese llegar a ser el ‘pueblo de Dios’, debía ser reconciliada con él siendo redimida del pecado, porque cómo dice Pablo: “el salario por el pecado es la muerte…”, (Romanos 6:23) y debido al pecado heredado, “el humano nacido de mujer es escaso en días y pródigo en sufrimientos; lo mismo que un brote se abre y se seca, pasa sin detenerse, cómo una sombra…”, (Job 14:1..4) “...va acercándose a la fosa, y su vida a los exterminadores”. (la cresa, los gusanos) (Job 33:22) Los hombres nacen pues para morir, y no pueden por sí mismos cambiar este destino; por este motivo, bajo el punto de vista divino, están cómo muertos. En armonía con estas cosas, cuando uno de los discípulos de Jesús respondió a su llamada diciéndole: “Señor, permíteme que vaya primero a dar sepultura a mi padre”, él, adecuadamente contestó: “¡Tú sígueme! y deja que los muertos entierren a sus muertos”. (Mateo 8:21..22) En el libro de los Salmos leemos que “Ningún hombre puede rescatar a su hermano o pagar a Dios el precio de su propio rescate, porque es tan alto el rescate de la vida, que nunca lo alcanzaremos para seguir viviendo sin ver jamás el sepulcro”, (Salmo 49:7..9) y sin embargo, la Escritura dice en otro lugar: “...si se hallase a un ángel favorable, a uno solo entre los miles, que haciendo de mediador apoyase su justificación, a uno que mostrándole compasión, dijese: ‘¡Yo he hallado un rescate para él, redímelo de bajar a la fosa!’ Su carne se tornaría más lozana que en su vigor y volvería a los días de juventud. Suplicaría a Dios, y él le escucharía, y con alegría le mostraría su rostro, puesto que entonces, el hombre sería restituido a la rectitud...” (Job 33:23..26) 10 Así pues, aunque ninguno de los descendientes de Adán podía por sí mismo recuperar la condición por él perdida, Dios no había dejado a la humanidad sin esperanza, y en el momento establecido, “...manifestó el amor que siente por nosotros, enviando al mundo a su Hijo unigénito, para que por medio de él pudiésemos obtener la vida. Pues nosotros no hemos amado a Dios, ha sido Dios quien nos ha amado, y nos ha demostrado su amor al enviar a su Hijo cómo sacrificio expiatorio de nuestros pecados”. (1Juan 4:9..10) Ahora bien, para llevar a cabo una redención que pusiese al alcance del hombre la rectitud y la vida perdurable perdida, Dios eligió de entre todos sus hijos fieles, a su primogénito, que renunciando a su vida en los cielos y a “...la gloria que tenía antes de que el mundo fuese”, (Juan 17:5) aceptó nacer cómo humano. El apóstol Pablo describe la actitud que demostró ante la mediación que su Padre le encomendaba, diciendo: “Cristo dice (al Padre): ‘No te has complacido en sacrificios ni ofrendas, (las que se ofrecían según la Ley) pero me has formado un cuerpo. No has aprobado holocaustos ni sacrificios por el pecado, y entonces he dicho: Mira, voy yo, cómo se ha escrito de mí en el rollo del libro, para hacer ¡Oh mi Dios! tu voluntad’”. (Hebreos 10:5..7) Entonces el ETERNO envió a Gabriel, para que anunciase a María, una virgen judía descendiente del rey David de Jerusalén, que Dios la había elegido para traer al Mesías al mundo, y ella, dando su consentimiento a esta disposición, contestó: “He aquí la esclava del SEÑOR, hágase en mí según tu palabra”, (Lucas 1:38) Así que el Creador de la vida transfirió la vida de su primogénito al seno de María, y ella dio a luz a un niño que por indicación del ángel, fue llamado Yahushua, que quiere decir el ‘Yahúh salva’. (Lucas 1:31..35) Por esta razón, en armonía con su origen, Jesús podía verazmente decir a los que le escuchaban: “Antes de que Abraham fuese, yo era”. (Juan 8:58) 11 Pablo escribió: “Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, y bajo la Ley…” (Gálatas 4:4) Por esto el Hijo de Dios había dicho en una ocasión a sus discípulos: “No penséis que he venido a destruir la Ley o los Profetas; yo no he venido a destruir si no a cumplir, porque de verdad os digo que hasta que los
cielos y la tierra hayan pasado, ni siquiera una i o una tilde de la Ley quedarán sin efecto…” (Mateo 5:17..18) Así pues, Cristo obedeció el espíritu y la letra de la Ley hasta en el menor detalle, cumpliendo por tanto con todas las disposiciones que para la redención de una condena, la Ley establecía. De hecho, la Ley de Moisés declara que los que por sus deudas, cayesen en la esclavitud, tenían legalmente derecho a ser redimidos de la esclavitud por sus hermanos, o por los hermanos y parientes de su padre; (Levítico 25:47..48) y especificaba que la compensación ofrecida cómo redención o rescate, debía ser equivalente en todo, al valor de la deuda. (Deuteronomio 19:21) Por esto, Jesús, hijo de Dios, fue el mediador adecuado a lo que la Ley establecía; porque puede decirse que por tener el mismo padre, era hermano de Adán. (Lucas 3:22, 38) Y puesto que no había heredado la muerte, y durante su vida “…ni cometió pecado, ni hubo en sus palabras engaño…”, (1Pedro 2:22) resulto ser el único humano que podía gozar de una vida perdurable; una vida que equivalía en todo a la que Adán perdió; una vida que él ofreció para redimir la de la humanidad. El apóstol Pablo escribe: “Verdaderamente, que grande y misericordioso es este secreto sagrado, que se manifestó a través de un cuerpo que satisfizo los requisitos de la Ley, se presentó a los ángeles en espíritu, fue anunciado a las naciones para darse a conocer al mundo, y fue ascendido a la gloria”. (1Timoteo 3:16) Y dice en otro lugar: “Está escrito que el primer Adán fue hecho alma viviente, y el último Adán, un espíritu dador de vida”. (1Corintios 15:45) 12 Después de ser resucitado, Cristo “…entró una sola vez y para siempre en el Santo del tabernáculo mayor y más perfecto (los cielos), que no ha sido construido por la mano del hombre, o sea, que no pertenece a esta creación, llevando consigo, no la sangre de machos cabríos y de toros jóvenes, (cómo según la Ley, se hacía en el templo) si no la suya propia, para procurarnos una redención eterna”. (Hebreos 9:11..12) Y tras “…haber cumplido con la purificación de los pecados mediante el sacrificio de expiación, se ha sentado a la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos, y ha adquirido una naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto mayor es su responsabilidad en la posición que le ha sido otorgada...” (Hebreos 1:3..4) Ahora, “...la fe en el poder redentor de su sangre, es la base para que Dios, por su misericordia, atribuya la justificación” o la rectitud al hombre. (Romanos 3:25) Puesto que si “...por una sola trasgresión la condena se extendió a todos los hombres, por un solo acto de justicia, la justificación que da la vida se extiende a todos los hombres; y si por la trasgresión de un solo hombre, muchos han sido constituidos pecadores, por la obediencia de un solo hombre, también muchos han sido justificados”. (Romanos 5:18..19) De manera que “Si la muerte llegó por medio de un hombre, la resurrección también llega por medio de un hombre, para que del mismo modo que mueren todos por la culpa de Adán, vuelvan todos a la vida por medio de Cristo”. (1Corintios 15:21..22) 13 En el libro del Génesis, hallamos que desde un principio Dios había declarado su propósito de redimir a los descendientes de Adán, dándolo a entender en Edén con estas entonces misteriosas palabras, dirigidas a Satanás: “...pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia. Él aplastará tu cabeza y tú herirás su talón”. (Génesis 3:15) Esta revelación que pronosticaba la intervención del Creador en favor de una futura humanidad, origina el proceso de lo que las Escrituras denominan el sagrado secreto de Dios, un “…secreto sagrado que se encuentra escondido desde tiempos remotos en las escrituras proféticas, y que ha sido ahora desvelado” en la ‘buena nueva’, “por disposición del Dios eterno, para darlo a conocer a todas las
naciones, y que se hagan obedientes a la fe”, (Romanos 16:25..26) obteniendo la vida perdurable que el rescate de Cristo ha puesto a su alcance.