El Radicalismo-argentino-1890-1930 David Rock.pdf

  • Uploaded by: Nadia De Villa del Plata
  • 0
  • 0
  • April 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View El Radicalismo-argentino-1890-1930 David Rock.pdf as PDF for free.

More details

  • Words: 32,408
  • Pages: 44
El radicalismo argentino, 1890-1930 David Rock

Amorrortu editores Buenos Aires '.

-,-

.

¡,,¡u ,"1'; ;-0

L

!

24'U ;-¡p¡t.l "0J3J .- .. __ .... _------_ ..•..

Politics in Argentina, 1890-1930: The rise andfall of Radicalism,

Indice general

David Rock © Cambridge University Press, 1975 Primera edición en castellano, 1977; primera reimpresión, 1992 Traducción, Leandro Wolfson (revisada por el autor) Unica edición en castellano autorizada por Cambridge University Press, Londres, y debidamente protegida en todos los paí-: ses. Queda hecho el depósito que previene la ley n? 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires. . La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 950-518-704-1

9 13

36 53 81 108 138

167 187 205 222

243 264 274 278 287 298

300 348 Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1992. de esta edición: 1.500 ejemplares.

7

Prólogo 1. Elementos componentes de la sociedad argentina 1890-1914 ' 2. La oligarquía y la reforma institucional 18801916 ' 3. El ascenso del radicalismo, 1891-1916 4. Actividad política de los obreros en Buenos Aires 1890-1916 ' 5. El primer gobierno radical 1916-1922 6. Las huelgas, 1916-1918 ' 7. La Semana Trágica 8. 1919 9. Epilogo de la primera presidencia 1920-1922 10. El interludio de Alvear, 1922-1928 11. S~g?;,da presidencia de Yrigoyen, 1928-1930 12. VIslon en perspectiva

Apéndice.,1. Estru~tura ocupacional y de clases de la población masculina de la ciudad de Buenos Aires según nacionalidad 1914 . A!,éndice 2. Nota; historiográficas sobre el surgímrento del radicalismo Apéndice 3. El primer gobierno radical y la Sociedad Rural A:péndice 4. Votos obreros en favor del Partido Radical y d:, los yrigoyenistas en zonas escogidas de Buenos Aires, .1912-1930 Notas Bibliografía escogida

radical,

El curso general seguido por los acontecrmientos politicos posteriores a 1916 estuvo signado por la relación entre los sucesivos gobiernos radicales y los grupos conservadores de la élite a los que aquellos remplazaron. En un principio, la victoria electoral de los radicales en 1916 pareció reflejar la capacidad de repliegue y autoconscrvación de la clase gobernante tradicional. Aunque fracasó el objetivo primitivo de crear un partido conservador mayoritario acorde con los lineamientos fijados por Pellegrini y Sáenz Peña, y el control directo del gobierno pasó a nuevas manos, no había motivos para creer que el poder real de la élite hubiera desaparecido o disminuido en grado significativo. El ejército y la marina tenían los mismos comandantes que antes de 1916; los principales grupos de presión, como la Sociedad Rural, seguían intactos, y miembros poderosos de la élite conservaban aún posiciones estrechamente vinculadas a las empresas foráneas.

El gobierno radical en 1916 En muchos aspectos, se diría que la oligarquía implemente había cambiado de ropaje. En el primer gabinete de Yrige-

yen, cinco de los ocho ministros eran ganaderos de la provincia de Buenos Aires o estaban íntimamente conectados con el sector exportador. El ministro de Hacienda era Domingo E. Salaberry, quien se dedicaba a las exportaciones y a los asuntos bancarios e Inrnobiliarios.F" El ministro de Agricultura,

res, quien, al igual que ~ueyrredó?, había per~enecido ~asta poco tiempo atrás a partidos opositores al radical ~ ~ecu era el «protegido» político de Estanislao Zeballos, rnínístro de Reladones Exteriores de Roca en su segunda presidencia, en tanto que Pueyrredón había integrado el partido de Mitre la Unión Cívica, hasta después de 1912). De orígenes má~ humildes eran los tres ministros restantes: Ramón G~­ mez (Interior), Elpidio González (Guerra) y José P. Salinas (Educación), todos los cuales debían el ~argo a su control del aparato partidario radical en provincias claves (Santiago del Estero, Córdoba y Jujuy, respectivamente).lH El vicepresidente, Pelagio Luna, quien murió en 1919, también fue nombrado gracias a las conexiones que tenía en la provincia .de Salta. En tales circunstancias, los grupos influyentes de la élite, que finalmente se habían resignado al c,ambio de ~obierno, se vieron alentados a pensar que no hablan hecho SlOO delegar en la nueva administración el poder directo que antes tenían. Los radicales parecían estar guiados, en muchos sentidos, por los mismos objetivos generales ~ue. ello~ .Y. ser merecedores de continuar el proceso que habla Sido iniciado por Sáenz Peña. El radicalismo aún mantenía sus rasgos más conservadores. Por ejemplo, gran parte de los nuevos gobernantes, y en l?articular el propio Y rigoyen, eran más marcadamente clericales que la mayoría de sus predecesores, muchos de. los cual~s hablan sido francmasones. En 1918, La Vanguardza declaro: «Nunca como en este momento ha sido mayor la influencia de la Iglesia. [ ... ] El propósito del gobierno [es] realiz.ar una política inspirada en los principios de la democracia cnstiana: de paternal protección para los obreros, SIempre que . . d 175 estos permanezcan sumISOS y resigna os».

designado posteriormente ministro de Relaciones Exteriores, Honorio Pueyrredón, era un gran terrateniente patricio de la provincia de Buenos Aires. El ministro de Marina Federico Alvarez de Toledo, poseía también grandes extensiones en Buenos Aires y Mendoza. El de Obras Públicas, Pablo Torello, era un destacado hacendado, e iguales antecedentes tenía Carlos Becú, el primer ministro de Relaciones Exterio-

Por lo demás, Yrigoyen no se había apode.rado del gobier~o por la fuerza: si ocupaba la primera magistratura, lo debla a la cortesía de Sáenz Peña y de su sucesor, De la Plaza, tanto o más que a su propio empeño. En 1916 los ,radicales apenas si obtuvieron algo más que el cargo de presidente de la R~­ pública. En casi todas las provincias seguían siendo OpOS1~ ción y también estaban en minoría en el Congreso: en la Cám'ara de Diputados no consiguieron la mayoría hast~ las elecciones de 1918, mientras que en el Senado, cuyos rmernbros duraban nueve años en el cargo y eran normalmente

108

109

elegidos por las legislaturas provinciales, los conservadores la retuvieron hasta 1922 y aun después. Por consiguiente, amén de las otras prerrogativas de que todavía gozaban, los conservadores seguían manteniendo su predominio en materia legislativa. En 1916 la posición de Yrigoyen era, pues, bastante débil, y sus medidas de gobierno estaban fuertemente condicionadas por su relación con la élite. Tenía como mandato lograr dos objetivos generales: en primer lugar, debla apuntalar los intereses económicos de los grupos terratenientes; en segundo lugar, debía establecer una nueva relación con los sectores urbanos, que habían sido la mayor fuente de inestabilidad política desde comienzos de siglo. La razón principal de que los conservadores hubieran fracasado en organizar un partido de masas era que habían sido incapaces de adaptar su posición como productores al imperativo de ofrecer algo concreto a los grupos urbanos. En apariencia, solo los radicales eran capaces de superar esta dificultad: ellos se hablan convertido en un partido «inorgánico», eludiendo trazar un proM grama concreto, envolviendo sus objetivos con un velo de retórica moralista y cubriendo sus compromisos reales con efluvios de un paternalismo engañosamente generoso. A esto se había añadido la insinuación continua de que los grupos de clase media tendrían en su gobierno un acceso más amplio a los cargos oficiales. Este principio, que llevaba a los radicales a mediar entre los intereses de la élite y los de las capas medias urhanas, fue el que confirió su carácter a la lucha política luego de 1916. No es que el nuevo gobierno se lanzara deliberadamente a atacar los intereses económicos de la élite en forma directa: como sus predecesores, el gobierno radical evaluó sus propios éxitos en términos de su capacidad para expandir y consolidar, más bien que para modificar, la economía primarioexportadora. Es dificil señalar algún cambio sustancial en la trama profunda de la sociedad argentina cuando Yrigoyen dejó el gobierno en 1922: el sector exportador seguía dominando la economía del país, los sistemas financiero, tribu. tario, aduanero y el régimen de la tierra habían permanecido incólumes, y las conexiones con los ingleses continuaban siendo tan sólidas como en el pasado. Las realizaciones netas del gobierno radical fueron en verdad muy pocas, y si las hubo, o bien complementaron 10 hecho anteriormente o bien fueron meras maniobras que fácilmente podían revertirse. La ineptitud de los radicales para comprometerse en esta 110

época con cambios más sustanciales derivaba de que, por ser una coalición de terratenientes y de grupos de clase media no vinculados a la industria, ellos mismos eran beneficiarios inmediatos de la economía primario-exportadora como productores y consumidores. Apuntaban a fines redistributivos más que estructurales, siendo su objetivo primordial democratizar la sociedad de los estancieros racionalizando y mejorando el sistema de relaciones políticas y sociales que había surgido de ella. Lo máximo que se atrevieron a hacer fue introducir cambios secundarios en la pauta de distribución del ingreso y una nueva relación entre el Estado y los sectares urbanos, finalidades que se desprenden claramente de las siguientes declaraciones del año 1920: «{La constitución social del país] no se alcanzará mientras los gobiernos no se compenetren de su esencial deber de propulsar los medios para que la justicia discierna sus beneficios a todos los rangos sociales. [ . .. ] La democracia no consiste solo en la garantía de la libertad política: entraña a la vez la posibilidad de todos para poder alcanzar un mínimum de bienestar siquiera».':"

«En contacto asiduo y directo con el pueblo, con las actividades positivas de la nación, el presidente Yrigoyen, demócrata de verdad, logra lo que nunca pudieron obtener los presidentes de clase; la confianza y el amor de los ciudadanos».'?" Este doble énfasis en el «bienestar» y el «contacto con el pueblo» nos está diciendo que los radicales apuntaban a lograr una integración política y una situación de armonía de clases, manteniendo ja estructura socioeconórnica existente peto promoviendo la participación política institucionalizada fuera de los marcos de la clase gohernante tradicional. Estos objetivos comprometieron al gobierno con dos grupos claves: la clase media de profesionales «dependientes», que ya antes de 1916 se habla convertido en un elemento importante dentro del radicalismo, y la clase obrera urbana. Los contactos que tuvo el gobierno con estos grupos modelaron su relación con la élite y con el capital extranjero. La cuádruple relación a que esto dio lugar en definitiva pasó a ocupar el proscenio político argentino hasta 1930. El problema central derivó de la tendencia del gobierno radical a alinearse en demasía con los grupos urbanos; cuando 111

esto comenzó a poner en peligro la relación de la élite con el capital extranjero y los mercados de ultramar, desencadenó ominosas expresiones de conflicto político. Las dos crisis fundamentales que sufrió el gobierno radical, en 1919 y 1930, se vinculan directamente a un proceso de esta índole. Al propio tiempo, dicha inclinación de los radicales hacia los sectores urbanos motivó la supervivencia del conservadorismo en estos años y fue la causa de que el intento de la élite para delegar en aquellos la supervisión de sus intereses terminara finalmente en el fracaso.

Las técnicas del liderazgo popular Hay, sin embargo, un aspecto en el cual el advenimiento del gobierno radical marcó un cambio revolucionario en el estilo político argentino. La atmósfera cerrada y formal de la oligarquía fue muy pronto barrida por una oleada de euforia popular. Cuando Yrigoyen prestó su juramento, el carruaje que lo conducía fue tirado a lo largo de las calles por adictos suyos provenientes de los comités de la capital.'?" Por su empleo de métodos novedosos de conducción y su dominio sobre una masa partidaria con ramificaciones en todo el país, Yrigoyen se halló en una situación muy diferente que sus antecesores. Ya con Roca, Juárez Celman y Figueroa Alcorta ~y en el pasado con Rosas~ se había esbozado una tendencia a la personalización de las cuestiones políticas, pero el estilo de Yrigoyen confirió a este elemento una posición central. Se convirtió en convencionalismo aceptado que los radicales preludiaran todas sus declaraciones y acciones con extensos panegíricos a su líder. Asimismo, los ataques más mordaces de la oposición estaban reservados al presidente. En Buenos Aires había un periódico, La Mañana (conocido a partir de 1919 como La Fronda) que se dedicaba exclusivamente a comentar los errores y defectos de «El Peludo», como todo el mundo llamaba ya a Yrigoyen:

Al mismo tiempo, la personalidad de Yrigoyen siempre causó gran fascinación. A pesar del desagrado que les producían sus métodos y de la envidia que tenían a su sagacidad política, muchos opositores dejaban traslucir una actitud que no era de mera incredulidad por la manera en que el nuevo presidente se defendía y manejaba. Un líder de la oposición conservadora, Rodolfo Moreno, declaró en 1918: «Un hombre que no podía salir al debate público como consecuencia de su incapacidad y que necesitaba, para acrecentar su prestigio, rodearse de misterio y esconderse rehuyendo el análisis. He ehí que la fantasía popular hizo un estadista de quien jamás pronunciara un discurso, escribiera un Iibro, trazara un programa, tuviera un título universitario, hiciera vida social [ ... ] poseyera, en fin, alguna de las cualidades que destacan en la vida democrática, que es de discusión y de libre examen».':"

«El señor lrigoyen 179 es un simple boss, hábil y sagaz en las maniobras del comité. ¡Orador, escritor y pensador! [No es más que] una leyenda de mistificación que después de 30 años de misterio estalla en eJ gobierno como exponente de ignorancia, de regresión y de caudillajes.P"

y rigoyen era, en verdad, un elemento extraño y no~edoso en la política argentina. Aun después de ocupar la. pnrnera magistratura se negó a pronunciar discursos púbhcos; d':lrante su mandato se abandonó la costumbre de que el presidente de la República dirigiera personalmente su mensaje al Congreso al iniciarse el período de sesiones legislativas, para gran disgusto de los elementos formalistas de la oposición conservadora. En lugar de ello, Yrigoyen redactaba un preámbulo al mensaje, lleno de divagaciones en su mayoría ~ninte~jgibles para los políticos corrientes (esto era a menudo intencional}, y que el vicepresidente o al~ún otro delegado suyo leería ante el Congreso. Parecía dedicar la mayor parte d~ su tiempo a confabulaciones con sus colaboradores del partido, las cuales no tenían lugar en el palacio de gobierno (la «Casa Rosads» ) sino en su vieja y modesta casa cerca de Plaza Constitucíón. Sus presentaciones en público seguían siendo muy limitadas' casi las únicas oportunidades en que se podía verlo era cuando concurría al funeral de algún personaje partidnrio en apariencia secundario. Los partidos opositores llamaban a esto su necrofilia, aunque puede explicárselo por el alto valor que asignaba Y rígoven a la lealtad para con' s.us. amistades políticas y por el énfasis que ponía en las relaciones personales en su conduccíón del partido. También era rnuv conocida su intensa vida sexual. Aunque nunca contrajo matrimonio, dejó por lo menos una docena de hijos, que tuvo con sucesivas «señoras». Durante su se-

112

113

r-nnda presidencia, a fi~es de la década del veinte, los mi. nistros se quejarían de que los hacía esperar días enteros para recibirlos, mientras se ocupaba de una cohorte de jóvenes viudas que venían a reclamar pensiones del gobierno. Era rarísimo encontrar una fotografía suya anterior a 1916. En ocasión de la muerte de su hermano en abril de ese año la prensa pudo tomarle algunas fotos que revelaban incon. fundiblemente su gran estatura, aunque el rostro estaba de propósito casi totalmente cubierto por el sombrero; se dice que se cponia a que se le tomaran fotografías a causa de sus principios kraussíanos, que vedaban reproducir su «alma», pero lo más probable es que se tratara de una pequeña trama urdida para explotar la curiosidad del pueblo. Cuando descubrió-la importancia electoral de los medios masivos de comunicación, estas pequeñas peculiaridades prontamente desaparecieron: en 1919 su retrato apareció en carteles pegados de uno a otro extremo del país. Un militante sindícal de esa época recordaba que durante un viaje que había realizado a las plantaciones de yerba mate, en el norte de las pro. vincias de Chaco y Misiones, con el fin de afiliar gente, sus esfuerzos tuvieron eSCaSO éxito debido a que los trabajadores indígenas afirmaron que su corazón estaba únicamente con «el Padre de los Pobres», Hipólito Yrigoyen, cuya efigie conservaban como un tesoro en medallones de quincalla que les habían regalado los agentes radicales.V" Algunas anécdotas y habladurías populares servirán para ilustrar mejor el misterio y la adulación que rodeaban a Yrigcyen. El siguiente relato, proveniente" de la provincia de Mendoza, fue puesto en circulación por un opositor en 1919 i se refiere a la relación del Presidente con el líder radical de esa provincia, José Néstor Lencinas. Parecería que solían propalarse versiones como esta, que fomentaban en zonas de población sernihispánica, como -Mendoza, la visión de su líder nacional y de su caprichosa política en estos términos anárquicamente apocalípticos:

«Hace más o menos tres años, cuando se iniciaba una disidencia con el señor lrigoyen, el doctor José Néstor Lencinas, actual gobernador de Mendoza, cuya amistad fraternal con el presidente de la República es bien conocida y apreciada por t~do el país, ante mis protestas contra el mal gobernante me hizo una revelación; me dijo textualmente: "Yo también protestaba contra Irígoyen, pero hace cuatro noches, cuando me estaba quedando dormido, me habló al oído la voz de un

114

alma muy querida: la de mi hermano Santiago, y esa voz, en la forma etérea del magnetismo, me dijo: (El presidente lrigoyen no es Hipólito Irigoyen. Nuestro .naestro, nuestro amigo, nuestro apóstol, se encuentra actualmente en el partido de Guaminí, cuidando una majada de ovejas. El 12 de octubre de 1916 terminó su misión partidaria y patriótica. En ese mismo día llegó de la India para reencarnarse en su envoltura humana Joaquín Chrisnamurty, alias Alcione, un joven de 28 años, un verdadero pozo de ciencia, que en la Universidad de Oxford, a los 14 años de edad, escribió en 8 días un maravilloso libro científico, en cuya redacción cualquier otro hubiera necesitado 3.000 años: este Chrisnamurty es el segundo Dios'. Puede usted creerme", agregó el doctor Lencinas; "cualquier cosa que haga desde la presidencia será para felicidad de todos nosotros. El podrá destruir al país, pero seguramente lo reconstruirá mejor. Es posible que las generaciones actuales no le comprendan, pero cuando dentro de 2.000 años la humanidad estudie historia argentina, tendrá noción verdadera de este milagroso mandatario"».18:-l Estas extravagancias eran poco frecuentes, pero hasta en Buenos Aires aparecían con cierta asiduidad, en las reunio· nes públicas, fanáticos que gritaban frenéticamente: «jYrigoyen es un dios!». Esta apelación puramente simbólica tal vez cumplió algún papel en la movilización de apoyo a los radicales en las zonas más atrasadas del país, pero en las ciudades el proselitismo se basaba por lo general en cosas más concretas y materiales, como lo indica el siguiente ejemplo, también dado a conocer por una persona hostil a los radicales (aunque no debe tomárselo al pie de la letra): «Era el señor Irigoyen un asiduo concurrente a la casa de baños de la calle Suipacha El Palacio Arabe. [ ... ] Todo el personal subalterno de la casa tenía una especie de adoración por ese cliente, que lo trataba con gran amabilidad, fineza y cortesía, no olvidándose nunca de interesarse por sus familias, sus cosas y necesidades. Es unánime la opinión, entre quienes alguna vez hablaron con él, de que sabía usar de su don innato de simpatía en las conversaciones, así como de la sugestión a la que pocos escapaban. »Cuando fue presidente la primera vez, dejó de concurrir, seguramente absorbido por la atención de sus tareas. [ ... ] Varios de sus amigos continuaban concurriendo en su calidad de clientes del establecimiento. Entre ellos se contaba el se-

115

le entregará el nombramiento de directora de la escuela NI,' ... para su señorita hermana, fulana de tal". »La cabeza le daba vueltas al protagonista. Se creía soñando con un cuento de Las mil y una noches. Y más cuando al despedirlo, su poderoso amigo agregó: "Mándeme con Crovetto una lista de parientes que necesitan empleo, y los datos que les correspondan". »No fue lerdo el susodicho en el envío que se le había encomendado, y desde entonces él y su beneficiada parentela individual y colectivamente, aumentaron el número de los que, como decía antes, gustosos se harían matar en defensa . de su ídolo».184

ñor Crovetto, que fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y presidente del Banco Hipotecario Nacional. »!rabajaba ~omo pedicuro en la casa un hombre joven ape. Il~dado ~uarmo, quien no era el menos expresivo en sus manifestaciones de adhesión al personaje. En circunstancias en que at~~día al. Sr. Crovetto, se lamentó de su inasisten, CIa... ~ preC1same~te ahora 9ue lo necesito", agregó, "y con seguridad me hubiera atendido en el pedido que deseaba hacerle". "Si es algo que yo pueda trasmitirle ...", se ofreció cortésmente el cliente. Guarino, animado con eso, se atrevió a explayarse. Una hermana suya se había recibido de maestra ~ormal, y hacía meses que ambulaba inútilmente en sus gestiones para conseguir una suplencia que le diera títulos para pO,der después aspirar a un cargo de estabilidad ... ~>~os días después de esto, llegó con apuro a la casa de baños el Influyentepersonaje y dirigiéndose a Guarino le dijo: "Sáquese mn:edIatamente. el"delantal,'póngase el saco y el sombrero y ve~gase conmigo .... Un instante después, Guarino, q,:e no sabía )0que pasaba, iba repantigado en el asiento del lujoso automóvil ocupando la diestra de su protector rumbo a la Casa de Gobierno. ' »L1egados a ella, .se dirigieron a la presidencia y entraron por una puerta especial sin tener que pasar por'la "amansadora", b~I1en:e en ese. momento, como siempre, de postulantes, funcionarios y 1.e~Isladores que.a veces tenían que esperar meses para ser re:lbl??S., ~l presidente .los aguardaba y al ve:los entrar se dIrIgIO rápidamente hacia Guarino y estrechandolo e? u(~ a?razo,.le dab? palmaditas al mismo tiempo que le decía, MI querido arrugo, no sabe cuánto gusto me d~ verlo por acá. Y sobre todo sabiendo por lo que me ha dicho Crovetto que me necesita y que puedo atenderlo en el pedido que viene a formularme". )o>M~~ntras tant?el.otro, embargado por la emoción que le causaba tal recibimiento nada menos que del excelentísimo señor presidente de la República, lloraba como una Magdalena y no atinaba a pronunciar palabra alguna. Cuando logró calm~rse algo y balbuciente aún, pudo dar detalles de lo que quena. Al llamado del primer magistrado acudió un secretatia de Educación. Fue sacado este de la "amansadora" en la que ha~Ía recibido la indicación de permanecer hasta que se le necesrtara, Una vez en presencia de su jefe este le presentó a su "gran amigo Guarino" en términos encomiásticos ala~ando su fidelidad y sus condiciones. En seguida le ordenó, Vuelva a su despacho y acompáñese con este señor, a quien

El radicalismo siguió siendo un conglomerado híbrido' las disparidades regionales y de clase que llevaba en su seno y que no había logrado eliminar le impidieron cobrar la forma «orgánica» a que habían aspirado los reformadores de 1912. En muchos aspectos continuó siendo el heredero de los par-

116

117

Este nuevo estilo de política popular iba acompañado de una participaci.ón mucho mayor de los grupos urbanos, que antes habían "do relegados a un papel indirecto o sólo ocasional. Los radicales veían en ello el síntoma de un nuevo espíritu democrático; la oposición, en cambio, incluidos los socialistas, solían describirlo como «el gobierno de la plebe», y aludían a los adeptos de los comités radicales como «la chusma», afirmando que sus rasgos distintivos eran una venalidad totalmente fuera de lo común y un insaciable afán de corrupción. Sea como fuere, la presencia de estos grupos contribuyó a acelerar la lenta trasformación que venía produciéndose en los partidos políticos desde la década del noventa. En todos Jos planos de la política, introdujo nuevas pautas y estilos de contacto entre los políticos y el electorado. Si se exceptúan algunas zonas remotas del interior del país, que vivían en una economía de subsistencia, en todo el resto la actividad electoral dejó de ser cuestión de simple soborno y evolucíonó hasta convertirse en un problema de .organización de masas; una revolución paralela tuvo lugar en el arte de la propaganda política, y surgió un nuevo estilo de periodismo P'> pular. Por último, como reflejo de la gama mucho más amplia de demandas articuladas dentro del sistema político, el proceso de toma de decisiones y la amplitud de las actividad~s ofi~iales comenzaron a adquirir nuevas y más complejas dimensiones.

tidos «personalisras» del pasado y compartiendo muchas de las características autoritarias de los gobiernos oligárquicos. El medio heterogéneo en que le tocó actuar y las demandas conflictivas a que estaba sometido dejaban una perdurable impresión de improvisación y confusión. En 1919 uno de los principales periódicos conservadores de oposición, La Nación, declaraba:

«El Partido Radical carece de representaciones concretas en materia de gobierno; no podría definir sus objetivos en un plan de acción preciso e integrado en sus distintos aspectos; sus ideales constituyen una nebulosa, sus aspiraciones se revelan según la vaguedad' de virtudes ilimitadas. Su formación, por fin, es un impulso torrentoso de recuerdos opositores y empeños revolucionarios, esencialmente negativos por su propio enunciado. La única cosa existente que tiene dimensiones [ ... ] es la persona de su jefe; el señor Irigoyen, exclusivo punto de referencia pasado y presentes.P"

La economía argentina durante la Primera Guerra Mundial Antes de comenzar a analizar con más detalle la relación del gobierno con los grupos urbanos, es importante pasar breve revista a los acontecimientos económicos de la época de la guerra y de la posguerra inmediata. Cuando Yrigoyen subió a la presidencia en 1916, el país estaba viviendo las agonías de una seria depresión económica, iniciada en 1913 con la súbita interrupción de las inversiones extranjeras, la cual se vinculaba, a su vez, a la crisis financiera que atravesaba Europa, desencadenada por la guerra en los Balcanes.I'" Ese mismo año la cosecha fracasó y disminuyó el volumen de! comercio exterior. El estallido de la guerra en agosto de 1914 profundizó la depresión; las inversiones '\ extranjeras cesaron por completo, bajó el valor de las tierras i y se produjo una seria escasez de capacidad de embarque. La balanza de pagos solo pudo mantenerse equilibrada merced a . una cuantiosa reducción de las importaciones. Esta falta de bienes importados persistió durante toda la conflagración y el período de posguerra, en tanto y en cuanto Gran Bretaña y otros países europeos dedicaban sus recursos a la produc

¡

118

ción bélica. Solo después de 1917 pudo recuperar la Argentina su comercio de exportación, al aumentar la demanda de;' alimentos por parte de las tropas aliadas. De manera que, en el plano económico, la época de la guerra y la posguerra se dividió en dos etapas principales: la prime. ra, que se extiende de 1913 a 1917, fue ~¡n periodo de depresión; la segunda, entre 1918 y e! comienzo de la depresión de posguerra en 1921, un período de auge, originado fundamentalmente en la creciente demanda externa de exportaciones argentinas. En el primer período hubo considerable desempleo, e! cual afectó sobre todo a la clase obrera urbana en las esferas vinculadas al sector exportador. Esto se reflejó en el abandono del país, entre 1914 y 1916, de más de 170.000 ex inmigrantes. El efecto principal de la guerra, más marcado en el segundo periodo, fue la rápida inflación. El aumento de precios incidió tanto en los artículos importados como en los nacionales. A medida que la guerra elevaba velozmente los costos de producción en Europa y se producía un súbito incremento de los fletes internacionales, sé elevó también el precio de las importaciones; en 1918 el volumen de importaciones había disminuido a la mitad del que se alcanzó en 1910, en tanto que los precios se incrementaron un 300 % en ese lapso.v" Los precios de los bienes internos se vieron afectados por los de las materias primas importadas; entre los artículos primarios importados el que más sufrió este aumento fue el carbón. En 1913 se importaron más de 4 millones de toneladas, cifra que se habla reducido en 1916 a poco más de 700.000 toneladas. Luego de 1917 se generaron nuevas presiones inflacionarias a causa del aumento de la demanda externa de productos agropecuarios; como la oferta permanecía relativamente inelástica, dicha demanda tuvo creciente gravitación en los precios a los consumidores locales, que en 1918 hablan subido un 75 % con respecto a los de 1910. 18 8 En el cuadro 2 se sintetiza esta evolución empleando números índices y tornando como base el año 1914. Se puede apreciar e! aumento de las exportaciones luego de 1914 (salva en 1917, cuando fracasó la cosecha) y la paralela disminución de las importaciones, hasta el auge de posguerra en 1920. También se pone de manifiesto la forma en que se elevaron los precios, sobre todo los de los bienes importados: al par que el volumen de importaciones se redujo, su valor total aumentó considerablemente. 119

En 1916 los efectos de la inflación sobre los consumidores urbanos llevaron al gobierno radical a una posición bastante difícil. Su propósito era poner fin a las tensiones políticas entre la élite y los sectores urbanos y consolidar su posición en el electorado, en un momento en que, a causa de la inflación, los intereses de ambos grupos eran agudamente divergentes. El gobierno no podía evitar que los terratenientes sacaran provecbo del auge generado por la guerra en lo tocante a los productos primarios. Por otro lado, si no intentaba al menos mitigar los efectos de la inflación, corría el

riesgo de perder los vínculos que habla establecido con los grupOS urbanos, lo cual dejaría la vía libre a competidores, como el PS, más expresamente ligados a dichos grupos. Era menester, pues, encontrar algún modo de apaclguar a los grupos urbanos sin enajenarse a la vez las simpatías de la élite. En lo atinente a los grupos urbanos, Se descubrió que la única forma factible de lograrlo era aumentar la cantidad de cargos burocráticos y profesionales. La readopción de los mecanismos tradicionales de patronazgo político y sus consecuencias de largo plazo sobre las pautas de! gasto público pasaron a ser, a la postre, el rasgo primordial de las relaciones entre la clase media urbana y la élite conservadora, así como la condición básica para que los radicales pudieran conservar el apoyo de la clase media. Por supuesto, el uso de tales expedientes no significa que todos los votantes nativos de clase media obtuvieran un cargo público; los cargos eran utilizados fundamentalmente para establecer o mantener el nexo entre el gobierno y los comités del partido, y, a su vez, estos últimos operaban como principal dispositivo para la movilizadón del electorado, recurriendo a menudo a técnicas más convencionales.P? Sin embargo, este sistema de patronazgo no surgió de la noche a la mañana. El principal problema inmediato en 1916 era que cualquier aumento de! gasto público para expandir la burocracia hubiera exigido un aumento de los impuestos, y como el sistema impositivo no había sido modificado en lo más mínimo, dicho aumento repercutiría en los propios sectores urbanos. El grueso de las recaudaciones del Estado provenían de los aranceles aduaneros de los artículos importados, y por lo tanto se cargaban al consumidor. La única forma concebible de modificar esta situación habría sido un impuesto a la tierra; pero fijar dicbo impuesto no era fácil para e! radicalismo: habría constituido un ataque directo a la élite terrateniente, y, aparte de otras consideraciones, habría puesto en peligro su propia naturaleza de coalición. Abara bien: tampoco resultaba muy fácil incrementar los aranceles aduaneros siendo ya tan altos los precios de los bienes importados.t'" Antes de 1919, cuando las importaciones y las recaudaciones fiscales comenzaron a mejorar, el gobierno se mostró poco dispuesto a incrementar el gasto público en un monto signiíiestivo, y hasta cierto punto podía justificarlo invocando algunos de los principios que había defendido cuando estaba en la oposición. Cnn anterioridad a 1916 los radicales ha'

120

121

La inflación fue uno de los factores preponderantes entre los que rigieron la relación entre la élite terrateniente y los seo, tores urbanos durante el primer gobierno radical. Su efecto fue redistribuir el ingreso de los sectores urbanos hacia los grupos rurales y exportadores. Mientras que los terratenien. tes y los exportadores se beneficiaban con la inflación, a cau. sa de los mayores precios que percibían por sus productos, entre 1914 y 1918 el costo de vida urbano aumentó alrededor de un 65 %: el costo de los alimentos aumentó en promedio un 40 %, e! de los alquileres, un 15 %, Y e! de ciertos rubros específicos de consumo (como las confecciones, que eran importadas o cuya producción dependía de materias primas europeas) casi un 300 %.189

Cuadro 2. Indices del comercio exterior} 1914-1922. Volumen

Volumen

de las

de las

exportaciones importaciones

1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922

100 127 112 79 113 135 133 116 153

100 84 81 70 62 86 111 103 112

Valor de las

Valor de las

exportaciones

importaciones

100 116 129 171 174 190 200 138 109

100 114 142 176 256 244 276 228 188

Fuente: Basado en Guido Di Tella y Manuel Zymelman, Las etapas del desarrollo económico argentino, Buenos Aires, 1967, págs. 320, 352.

La estrategia política del gobierno

blan .afirmado -aunque pocos les creyeron, y menos aún las clases medias urbanas- que una vez en el poder acabarían con el sistema de favoritismos oficiales, como parte del programa de «regeneración moral» que habían emprendido. En consecuencia, el sistema de patronazgo tardó en desarrollar. se. La mayoría de las personas nombradas por administracio. nes anteriores, al menos en el plano nacional, fueron deja. das en sus puestos.P" En lugar de ello, en sus dos primeros años de gobierno los radicales trataron de promover en el Congreso una serie de reformas moderadas tendientes sobre todo a favorecer a los arrendatarios rurales. Se propuso la creación de un banco agra~io ))ara c~ntribuir a los planes de colonización, y se intento ~lJar un lm~ueBto temporario a las exportaciones agropecuarias con el fin de llevar alivio a los granjeros que atravesaban momentos de penuria, así como desarrollar un plan de obras públicas que permitiera hacer frente al problema de la desocupación urbana. Otro proyecto legislativo tendia a la compra de barcos mercantes que pudieran reducir los costos de flete en las travesías trasatlánticas. Estas medidas deben interpretarse como una tentativa de consolidar el control sobre los sectores rurales de la región pampeana y adquirirlo en las provincias de Buenos Aires Córdoba y Entre Ríos. Este fue también, a todas luces eí ~otivo ~or el cual. la oposición conservadora se negó a ~on~ siderar dichas medidas. Uno de los rivales más prominentes de Yrigoyen en años venideros Federico Pineda las describió en estos términos:' ,

«Llegado Yrigoyen al gobierno como Mesías, cuando se esperaban sus proyectos redentores se produjo, como fruto de una gestación de veinte años, el más grotesco parto de los montes, concretado en la aparición de cuatro proyectos [ ... ] ~e un infantilismo risible. En uno de los mensajes se anunCiaba el proyecto de modificar e! régimen agrario de! país por medio de la colonización agrícola-ganadera, bajo el control del Estado, que se declaraba necesaria para evitar los males que -según. se decía-e- había producido la acción privada; pero en realidad el proyecto de ley remitido consistía er> }a simple autorizaciór> al Poder Ejecutivo p'ara emplear l. ridícula suma de 30 millones de pesos en prestamos a agricultores para cosas tan distintas como comprar tierra pública o pri,:ada y la construcción de casas-habitación o adquisición de animales, todo como lo decidieran los funcionarios desig122

por e! Poder Ejecutivo, sin que la ley estableciera sipor medio de quién y en qué condiciones se harían los pré:stamos, dejando todo al arbitrio de! gobierno».'93 grupos opositores del Congreso rechazaron las modificaimpositivas debido a su temor de que e! dinero que fuera quitado se empleara con fines francamente partidisPensar que podían estar en lo cierto no es ser injustos con e! gobierno. En 1916, los radicales se hallaban en una posición débil en el Congreso y en muchas de las provincias, y procuraban encontrar algún medio de fortalecerla. Otra de las propuestas del gobierno consistió en pedir que se lo autorizara a negociar con ciertos bancos neoyorquinos un préstamo tendiente a consolidar la deuda pública. Esto vuelve a ilustrar su ortodoxia financiera en esa época, su falta de disposición para incrementar e! gasto público y su búsqueda inicial de alguna alternativa frente a un sistema de patronazgo basado simplemente en tal aumento del gasto. Leyes similares a estas se habían intentado imponer en el pasado. La única auténtíca novedad fue un proyecto de impuesto a los réditos personales introducido en 1918. Pero ninguno de estos proyectos prosperó, a excepción del impuesto temporario a las exportaciones agrícolas, que tuvo vigeneia años más tarde, durante el auge exportador.l'" Este tributo fue finalmente aprobado por e! Congreso e! 18 de enero de 1918, luego de negociar con los aliados un importante acuerdo de compra de cereales a precios garantizados. El hecho de que e! Parlamento aceptase e! impuesto fue fruto de la opinión prevaleciente en cuanto a que el gravamen afeetaría, o bien a los aliados, o bien a los exportadores, pero no a los productores. El mencionado plan de impuesto a los réditos fue sumamente moderado, y puede describírselo como una medida apenas aparente para revertir los efectos de la inflación sobre la distribución del ingreso. Para los ingresos de los obreros y de los integrantes de la clase media que se encontraban entre los 2.500 y 10.000 pesos anuales se estahleció un impuesto del 0,75 % anual, tasa que subía progresivamente hasta llegar al 7 % para los ingresos superiores a 150.000 pesos. Se estimó que mediante este tributo se recaudarían 30 millones de pesos, suma que no habría resuelto el problema de los recursos fiscales, aunque de todos modos esta medida superó todo lo intentado por los conservadores.'?"

123

Desarrollo del sistema de patronazgo Pese a los nada injustificados temores de los conservadores en cuanto a que cualquier cambio en el sistema tributario sería empleado por los radicales para subsidiar sus campañas

electorales, la imposibilidad de sancionar estas leyes ilustra la extrema renuencia de la mayoría conservadora en el Con. greso a respaldar con concesiones tangibles las reformas que habían hecho en 1912. En tales circunstancias de impase político, en 1918 y 1919 se hizo notoria la apelación del gobier. no a técnicas más burdas de patronazgo. En este último año) al retomar poco a poco las importaciones su ritmo anterior a la guerra, mejoró también la recaudación fiscal; por otra parte, como se verá después, había signos de que el apoyo

dado por la clase media al gobierno en la ciudad capital comenzaba a desmoronarse. Entre 1919 y 1922 el uso de los cargos públicos con fines políticos se convirtió en el nexo principal entre el gobierno

y la clase media. Yrigoyen puso los cargos oficiales a disposición de los caudillos de los comités locales del partido,

fiaglO-

ser ganados, puesto que carecían del derecho al su, ni tampoco a -Ia clase obrera o a los empresarios, por distintas causas ambos grupos estaban más allá

posibles atractivos de un cargo público. No debe sorpre:nder, pues, que el PS se opusiera enérgicamente al sisteel cual ofrecía muy poco a sus principales adeptos. consecuencia más notoria del desarrollo del sistema de

pa1trona:,go fue que extendió los vínculos entre el propio Yriy caudillos de barrio de clase media. A medida

e! sistema se fue afianzando, estos empezaron a figurar los puestos más altos de la burocracia y a competir para los cargos electivos con los líderes tradicionales del partido. Vemos, pues, que otro de los rasgos peculiar~s ~el gobierno de Yrigoyen fue la lucha por el control partidario entre los grupos de c!ase media y los gru~os de la élite que habían a~· yado al radicalismo desde la decada del noventa. Esta división ya se había perfilado en las disputas en torno de la candidarura de Yrigoyen en 1916, y más tarde, dado el carácter policlasista del partido, lo cargó de crecientes tensiones. La oposición a Yrigoyen del ala aristocrática cristalizó en la for-

quienes los utilizaron como medio para establecer firmes ca-

ma de un ataque a su «personalismo» y la exigencia de que

bezas de puente con el electorado nativo. En ese lapso la posición personal de Yrigoyen como jefe del gobierno y del partido pasó a depender casi exclusivamente de su habilidad para manejar el patronazgo estatal. El siguiente comentario de La Vanguardia en 1922, que trasunta amargura pero es exacto en 10 esencial, muestra la importancia que había adquirido dicho sistema:

no se confundiera al Estado con el partido; el propósito de esta ofensiva era frenar el poder de Yrigoyen quebrando el vínculo directo que lo unía con la clase media. A fines de

«La inscripción en los registros del partido viene a ser [ ...] una especie de pasaporte o salvoconducto para llegar a cual. quier puesto, sistema que, generalizado con el fin de dar ubi-

cación en las oficinas públicas a las hordas famélicas de la '(causa", ha convertido a todas las reparticiones nacionales y municipales ·en otros tantos asilos de incapacese.l'" Los principales beneficiarios eran los hijos de inmigrantes pertenecientes a la clase media «dependiente» de Buenos Aires y (en menor medida) de las demás ciudades importantes del litara] atlántico. Estos eran los núcleos primordiales de

la organización en comités de la VCR, habiéndose sumado al

1918, ese sector, que aún era mayoría en órganos partidarios

como el Comité Nacional y el Comité de la Capital Federal (órganos que cada vez tenían menos influencia), emitió un importante manifiesto, que constituye una buena síntesis de

los objetivos que perseguían los disidentes y ejemplifica su decepción respecto de Yrigoyen: «La opinión pública no tiene ningún motivo para ver en nuestro partido otra cosa que lo que resulta ser hoy, a saber:

una fuerza sin más programa que apoyar al gobierno. [ ... ) Proclamamos, pues, la necesidad inmediata de provocar una reacción contra la falta de carácter, el incondicionalismo, el personalismo; la ausencia de ideas, el predominio de la mediocridad y la servil tolerancia que amenazan causar la disgregación de la más vigorosa y bien inspirada fuerza cívica que ha actuado en nuestra historia política contemporánea.

[ ... ] El radicalismo debe seguir siendo una corporación in-

partido en número creciente luego de 1900. El sistema no beneficiaba, en cambio, a los inmigrantes -cuyos votos no

dependiente de ciudadanos resueltos a dirigir su actuación eXclusivamente por sus propias deliberaciones y determinaciones. Toda intromisión o influencia extraña, visible u oculta,

124

125

especialmente si es de carácter personalista, es contradictoria con la definición de la democracia. La separación entre e! partido militante y e! gobierno debe ser absoluta. l ... ] El partido debe definirse muy claramente frente a los más urgentes e importantes problemas políticos, económicos y sociales. Al indicar la necesidad de un programa, repudiamos la tentativa de dotar al partido de una frondosa y enciclopédica colección de principios abstractos. l ... ] El ideal radical el que más interesa al electorado [ ... ] es asegurar una buena administración pública. Este ideal depende, en su realización, de la calidad individual, competencia conocida, capacidad intelectual y decoro de los funcionarios o gobernantes, El radicalismo cumplirá, pues, su misión al criticar o atacar a quienes no llenan esas condiciones. l ... ] Es menester una justa apreciación de los valores individuales, que ponga la dírección de! partido en manos de los más calificados y autorizados».191 En 1918 Y 1919 el partido estuvo a punto de dividirse por esta cuestión; pero a pesar de las presiones del «Grupo Azul», como se dio en llamarlo, las tentativas de controlar o invertir la tendencia de Yrigoyen a comprometerse cada vez más con la clase media y los caudillos de barrio fueron infructuosas. El grupo de la élite no consiguió dominar el partido porque estaba fuera del acceso a las fuentes del patronazgo, y, e? c~nsecuencia, a los medios para hacerse de una masa partidaria, La propia carrera política de sus miembros dependía de Yrigoyen; en última instancia, estaban obligados a aceptar su liderazgo o a aislarse irremediablemente. Cuando en 1919 el movimiento opositor terminó en el fracaso la relación entre Yrigoyen, como fuente de patronazgo, los comités del partido, ~omo fuente de apoyo electoral, pasó a ser el rasgo predominante, Es preciso no subestimar, entonces, la importancia que tenían los comités. Eran el nexo entre el gobierno y el electorado, y el más vital de los factores que permitieron a y rigoyen consolidar su popularidad. No era menor la importancia de los presidentes de comité o caudillos de barrio que aumentó notablemente luego de 1916, cuando fueron' nombra. dos representantes en el Concejo Municlpal.l'" lo cual puso en sus manos nuevas y decisivas fuentes de patronazgo. Uno de los rasgos permanentes de la política porteña de esos años f,;e la enorme rivalidad entre los distintos aspirantes a caudillos por lograr el control de los comités. En las elecciones

y

del partido no era nada raro que en cada barrio sur-

~o~ f~cci?~es bastante parejas, y, como el control de comIt~s slgll1f~caba ta~to en términos de riqueza y de po-

sOCIa], se libraban Intensas batallas con total ausencia escrúpulos. No era infrecuente que los bandos rivales pusieran bombas o se tirotearan. Asimismo el crimen y la política local eran hasta cierto'punto concomitantes.199 En ciertos casos el caudillo de barrio se conectaba con los grupos de intereses urbanos.é'" pero la característica más saliente de! sistema de los caudillos era el establecimiento de estrechos lazos personales con un vecindario en particular. En 1918 en ~na d~ .s;-ts impugnaciones al sistema, La Vanguardia de~ claro, refiriéndose a los candidatos de los radicales para las elecciones municipales: «Se propician candidaturas de personas estrechamente vinculadas a los barrios a los cuales pertenecen y conocedoras de las verdaderas necesi~ades de los mismos, de manera que pued~n ~e: una gar~nt1~ de que desde su puesto en el concejo <:onttIbu~ran con eficacia a su progreso. [Pero esto convierte] ~I concejo en un campo de pequeños pleitos. donde los interes~s generales y permanentes de la población se perderían qe v~sta por ~ompleto, para dar preferencia a una puja de rivalidades e intereses loealistas y estrechos».201 En 1922 la DCR, con los comités locales que la componían se eonvirt~ó en la mayor asociación civil del país; solamente en la Capital Federal sus afiliados no bajaban de 50.000. 202 La cuestión del control de los comités siguió siendo fundamental durante t~1a la década de 1920 y a la postre pasó a dominar la relación entre la clase media profesional y los grupos de la élite hasta 1930.

Problemas regionales conflicto de Yrigoyen Con el ala derecha cobró significaasimismo, en té~minos de la distribución regional del dentro del partido y del vínculo del gobierno con disgrupos regionales. Luego de 1916, la Capital y las prode Buenos Aires y Córdoba fueron los baluartes de

y rigoyen. La provincia de Buenos Aires era la que mayor electorado, y en ella se concentraban también los tares más poderosos de la élíte. Las demás provincias ocupaban un triste segundo lugar en cuanto a las respuestas que obtenían de! gobierno y a su influencia en el partido en el plano nacional. Consecuentemente, si ya antes de 1916 se babían hecho patentes las tensiones interregionales, en particular con San, ta Fe y Entre IDos, después de esa fecha se intensificaron. Varios líderes de la facción disidente de la élite que surgió como adversaria de! «personalismo» en 1918 y 1919 habían tenido ligazón directa con esas dos provinclas.é'" Con posterioridad a 1919 el conflicto se profundizó, a medida que la clase media dependiente porteña cerraba el cerco en torno de! gasto público nacional, privilegio que generó antagonismos en algunos de los grupos de clase media de otras provincias, donde también había una cuantiosa población urbana dependiente. Una situación análoga privó en la mayoría de las provincias mediterráneas no pertenecientes a la región 'pampeana: su tradicional subordinación económica y política no menguó con el advenimiento al poder de los radicales. Sobre todo después de 1919, se recurrió con creciente asiduidad a la antigua práctica de la intervención federal, mediante la cual el gobierno central asumía el control directo de una provincia para corregir los abusos locales de poder, pero con e! propósito inmediato de establecer regímenes serviles, regidos por politicastros, que estuvieran en condiciones de asegurar el triunfo en las eleccíones de senadores nacionales.s'" El efecto a largo plazo de este sistema de control unitario indirecto por parte de! gobierno nacional fue la aceleración de! proceso de centralización del poder y la riqueza en la ciudad de Buenos Aires, proceso que era consecuencia, hasta cierto punto, de la ampliación de! derecho al sufragio en 1912. Las reformas alentaron al gobierno a orientar su política hacia las zonas más populosas. Pero el problema tenía otras facetas más complejas. Reflejaba la dificultad de conciliar los intereses de los consumidores urbanos con los de los exportadores, y ponía de relieve la distribución regional de la influencia política dentro de la élirc terrateniente. Para contemplar la situación de los consumidores urbanos durante ese período inflacionario sin afectar a los ganaderos y cerealeros bonaerenses, Yrigoycn procuró que las zonas políticamenre más débiles del interior cargaran con e! peso de

[28

hechas a los primeros. Entre muchos otros ejerup-ve. pueden mencionarse las expropiaciones de azúcar

flagrante tentativa de establecer una discriminación productores del interior y en favor de los consumidores urbanos. sin tomar medida alguna contra los interela región pampeana. Como respuesta a estos procedimientos Y a las intervenciones federales que imponían regímenes clientelfsticos corruptos, surgió. antes de 1922, en alglmas provincias (San Juan, Mendoza, Tucumán), una fuerte tradición «antiyrigoyenista». Otros conflictos regionales de esta índole cumplirían un pape! decisivo en los acontecimientos posteriores. Cinco fueron, pues, las expresiones principales del nexo creciente entre e! gobierno radical y los grupos de clase media urbanos: 1) la creación de un sistema de patronazgo para el control del partido; 2) e! aumento de! gasto público después de 1919;. 3) la tendencia a perjudicar a los sectores urbanos que no estaban en condiciones de beneficiarse con el crecimiento de la burocracia; 4) los signos de tensión dentro del sector de la élite que pertenecía a la UCR, y 5) e! incremento de los tributos correspondientes a las provincias del interior con respecto a los de la provincia de Buenos Aires.

La Reforma Universitaria de 1918 La Reforma Universitaria de 1918 es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase media.s'" Más tarde dicha Reforma repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica; sus orígenes, empero, fueron los prosaicos conflictos que tuvieron lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos grupos de clase media en torno al acceso a las universidades, y, más allá de estas, a las profesiones liberales urbanas. De manera que la Reforma Universitaria estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase- media, producto de la restricción al crecimiento industrial en la economía primario-exportadora. En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras casas de altos estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objeto era que se modificaran los planes de es129

tudio y s~.. pusiera fín a la influencia escolástica y clerical en la ed?Ca~lOn superior, ~os r:formadores presentaron sus ideas en termmos de ;tr:a filosofía de la educación y la sociedad marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por vez p~lmera la democ~acla educativa y la participación de los estudiantes en el gobierno de las universidades, Aun9-ue el gobi:rno radícal se encontró en un estado de irte. medIa?~e confusión cuan,do intentó satisfacer los objetivos más metatfsjcos de los estudiantes, lo cierto es que tomó medidas postttvas en respu,est,a a sus demandas más concretas, Tras prolongadas negociaciones entre los funcionarios y los líderes urnversrtanos, ~e simplificaron los criterios de ingreso, y los planes de e~tudlOs sufrieron Importantes modificaciones; pero e,l . paso mas trascendente que dio el gobierno fue la creaCIOn de nuevas universidades, que ampliaron las posibilidades de los grupos de clase media de recibir educación superior. Así.~~es, er; 1922 estos grupos babían llegado a ocupar una p~sl;lOn. política muy diferente de la que tenían en el período oligárquico: ahora estaban plena y directamente envueltos en las act.IvIdades del Estado y se habían trasformado en uno de sus principales beneficiarios. Si se exceptúan episodios espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este cambio tuvo lt;gar en forro,a. gradual, sin serios choques que pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político. En gran medIda,. l~ ..que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la am~lraclOndel sufragio en 1912; al conceder esto, la élite se ~~bIa declarad" dIspu 7staa aceptaruna.extensión del papel político de la clase medIa.: como :atti,lugio para conquistarla. Lo~ prob~em?sque planteó el nuevo sistema sólo salieron a relUCIr al termm? del penado de Yrigoyen, en la depresión de posguerra101cIadaen 1921; hasta .entonces los terratenientes aprovecharon el auge de las exportaciones, y sus concesiones materiales a los grupos de clase media por Jo general se hicieron a expensas de otros sectores sociales.

El radicalismo

y

la clase obrera

media, sino de establecer una nueva relación entre el y la clase obrera urbana. Su experiencia en esta esfera brinda el más claro ejemplo del carácter y resultados gede los cambios políticos introducidos en 1912; a la de manifiesto algunas de las características cardinales populísmo radical y la índole precisa de los vínculos entre la élite y los sectores urbanos. Antes de 1916 los radicales prestaron escasa atención al pro, blema obrero. Sus pocas referencias a él adoptaban un estilo pro forma, simplemente como medio de exacerbar sus quejas contra la oligarquía. Por lo demás, cuando aludían a la ele se obrera 10 hacían parafraseando en buena medida las con cepeiones liberales ortodoxas; no había en su posición muchos elementos que permitieran hablar de una orientación reformista. Verbigracia, uno de sus cargos contra la oligarquía era que el autoritarismo de esta última había llevado a la aparición de sentimientos clasistas ... con la implicación de que dichos sentimientos debían evitarse a toda costa: «Se han trasplantado los vicios y complicaciones de las sociedades viejas; la clase obrera, desatendida hasta en las más justas peticiones, forma con sus reclamos un elemento de perturbación económica y genera graves problemas, que el gobierno ha debido prever y resolver oportunamentesP'" La antipatía por la idea de clase fue uno de los rasgos salientes de la doctrina e ideología de la DCR, que perduró luego de 1916. En 1919, Francisco Beiró, uno de los más íntimos colaboradores de Yrigoyen en la Cámara de Diputados nacio nal, declaró: «Tampoco admitimos nosotros diferencias de clases; no aceptamos que las haya en la República Argentína. [ ... ] No desconocemos que hay conflictos entre el capital y el trabajo, pero no aceptamos que haya una clase proletaria y una clase capitalista. ¡Si el 95 % de los argentinos descendemos de lo que en Europa se llama clase proletaria! No conviene, tampoco, introducir en la nueva América, aquí donde se alzan ideales de solidaridad humana, estos sentimientos de odio por diferencias de raza, religión o clase».207

La principal fuente de fricciones entre la élite y el gobierno

radIc~1 ~ntes de. ~922 tuvos~ origen en otro ámbito, La más incluir en su proyecto de integradón política a los grupos de

Análogamente, antes de 1916 los radicales condenaron las leyes represivas utilizadas por la oligarquía contra los anarquistas, no porque fueran un instrumento de opresión, sino

130

131

?oto~la innovación de los radicales fue su intento, no solo de

simplemente porque violaban las nociones liberales acerca del

toralistas y la lucha que emprendió a partir de 1916 para

debido proceso legal:

lograr la supremacía en el Congreso. Aun cuando los obreros nativos representaban una pequeña proporción de la clase obrera en su totalidad, su voto, que les fuera concedido por la Ley Sáenz Peña, era una de las llaves maestras para el

«La vida obrera ha dejado oír sus reclamaciones y las ha visto contestadas o con la violencia armada o con leyes de excepción que invisten a la policía con la facultad extraordinaria de desterrar como peligroso, sin forma de proceso ni expresión de causa, al extranjero que protestasP'"

control político de la dudad de Buenos Aires. y rigoyen no fue el único ni el primero en procurarse este dominio sobre la clase obrera. Hay en otros países una can-

ndad de interesantes paralelos; un precedente importante Otro de los rasgos prominentes del radicalismo en esta época fue su actitud reaccionaria, casi paranoica, contra todo 10 que tuviera apariencia de «socialismo». Su antipatía por el PS de

Juan B. Justo era en muchos aspectos más marcada que la de la oligarquía:

fueron las medidas del presidente uruguayo Batlle y Ordó. ñez, que tal vez sirvieron como modelo a Yrigoyen. Sería

fructífero poder comparar con mayor detalle a Batlle y a Yrigoyen y demostrar por qué en Uruguay el reformismo tuvo tanto más éxito que en la Argentina. Luego de ser de-

rrotado por el Partido Nacional, conservador, en 1904, Bat«¿Cómo puede aceptarse ni el programa máximo ni el mínimo

He estuvo siempre en una posición mucho más sólida que

[del PS] y mantener incólume, al mismo tiempo, el principio de la propiedad privada o pública? [ ... ] La doctrina socialista

la de Yrigoyen. El fracaso de la rebelión dirigida por este último en 1905 hizo que cuando llegó al poder Se encono trase con la posición de los conservadores en gran parte intacta. Tal vez las medidas adoptadas por Batlle en materia de leyes sociales (mucho más avanzadas que todo lo que los radicales llegaron alguna vez a proponer) fueran un reflejo de la competencia de Uruguay con la Argentina respecto de

implica esencialmente el desconocimiento de una o muchas

facultades inheren tes en la propiedad [ ... ] ; desde que Proudhon, su generador, lanzó la célebre frase "La propiedad es un robo", cada una de las reivindicaciones que ese partido suscribe en sus programas es una amenaza a los fundamentos mismos de la propiedads.t'"

los inmigrantes. A comienzos de siglo, los terratenientes de las cercanías de Montevideo, representados por el Partido

Colorado de Batlle, estaban intentando diversificar la producción agraria pasando de la actividad ganadera a la agrio

Esto iba acompañado de una afirmación exagerada y dogmarica de las posibilidades de movilidad social que ofrecía la sociedad argentina. La siguiente cita corresponde al año 1920:

cultura, pero tenían dificultades a causa de la escasez de mano

«Aquí sólo se requiere salud y fuerza de voluntad para vencer:

de obra. Es posible que las reformas de Batlle estuvieran en narte inspiradas en la necesidad de atraer a los inmigrantes.

para pasar de peón 'a patrón y de patrón a potentado [ ... ] porque el aire que se respira aquí es el de la democracia; porque aquí nunca han existido títulos de nobleza ni privilegios de clase, ni aristocracia ninguna, ni resabios de feu-

dalismo. l . , .] Lo único que ha existido es: nobleza de sentimientas, generosidad, libertad de ideas sanas y confraternidad humanamente razonada. Esto es lo que significa la verdadera demacrada, superior a lo que se ha dado en llamar hoy "socíalismo"».210

A juzgar por todo esto, y pese al carácter pluriclasista y coalicional del Partido Radical, no había motivos para que el gobierno se preocupara por la clase obrera de la forma en que lo hizo. El móvil primordial fueron sus consideraciones elec132

También en otros aspectos había estrechos paralelos entre

Batlle e Yrigoyen. Ambos querían eliminar la amenaza del anarquismo y ambos procuraban estrechar lazos con la clase obrera a través de los sindicatos.

La política seguida por Yrigoyen tuvo, asimismo, antecedentes en la provincia de Santa Fe. En las primeras elecciones allí celebradas conforme a la Ley Sáenz Peña triunfó la lista radio cal presidida por Manuel Menchaca, iniciándose entonces un resuelto intento de explotar el control del gobierno para ganarse el apoyo de los obreros. El ejemplo más notorio fue la huelga de tranviarios que se efectuó en Rosario en 1913, y en la cual las autoridades provinciales intervinieron en favor de los huelguistas, hecho que originó más tarde acusaciones

de que los radicales habían sobornado a los dirigentes sindi-

cales de la ciudad para que los apoyaran."" En Santa Fe, como luego en Buenos Aires, las consideraciones electoralistas te. nían suprema preponderancia en todo intento por establecer esta relación. En Buenos Aires, la búsqueda de apoyo obrero era asimismo un medio de poner coto al crecimiento del PS e impedir que se expandiera, más allá de la Capital Federal, a las otras grandes ciudades de la región pampeana. En las elecciones legislativas de 1912, 1913 y 1914 los socialistas obtuvieron en la Capital una sucesión de victorias. Todo hacía pensar que constituirían una grave amenaza; estaban unidos y, obviamente, se estaban ganando el apoyo de la clase media porteña. La purga de anarquistas emprendida por Figueroa Alcorta en 1910 los benefició, removiendo el principal obstáculo que se oponía a su expansión. Sin embargo, en 1915 los socialistas perdieron a uno de sus líderes más influyentes, Alfredo L. Palacios, quien se separó del PS y durante algunos años se presentó a elecciones con un nuevo partido creado por él, el Partido Socialista Argentino.t'" En las elecciones presidenciales de 1916 los radicales se fijaron por primera vez como uno de sus objetivos principales obtener el apoyo de los obreros. Para ello organizaron su campaña siguiendo las líneas tradicionales del paternalismo de los caudillos de barrio y la beneficencia de los comités. Esos «servicios» prestados a la comunidad eran comparados con las «falsas promesas» de sus oponentes. La siguiente síntesis periodística de un discurso callejero pronunciado durante la campaña refleja en toda su gracia las técnicas propagandísticas a que apelaban:

terna el propósito de donar su sueldo con fines de bene[ícencia en caso de resultar electo, La Vanguardia declaró:

«No crea el señor Irlgoyen que va a conquistar la voluntad de los electores mostrándose alma cristiana y caritativa, ofreciendo protección a asilos y hospitales, para engañar después al pueblo, como engañaban los emperadores romanos al puehlo-rey dándole panem et circenses-sF"

Los socialistas les pagaban con la misma moneda. Cuando, justo antes de las elecciones de marzo, se anunció que Yrígo-

Estas acusaciones mutuas prefiguran la aguda rivalidad que se crearía entre ambos partidos en años venideros. En 1916 los radicales ganaron por primera vez las elecciones en la ciudad de Buenos Aires pasando del 33 % de los votos que habían tenido en 1914 a más del 40 %. Pero seguían estando en minoría y pese a todos sus esfuerzos no consiguieron abrir un camino decisivo para captar los votos obreros. Si bien aumentaron su caudal electoral en los- distritos obreros, aún estaban muy a la zaga de los socialistas. Lo que les dio la victoria en 1916 fue la desaparición de sus rivales conservadores de años anteriores. En 1914 habían tomado parte en la elección dos partidos conservadores: la DC (los vestigios de los seguidores del general Mitre en 1890) y el Partido Constitucional de inclinaciones clericales; entre ambos habían sacado una tercera parte de los votos, otro tercio fue para los radicales, y el último tercio, levemente superior, para los socialistas. En 1916 la DC dej6 sitio al Partido Demócrata Progresista (PDP), que se había extendido a Buenos Aires a partir de la provincia de Santa Fe. El partido clerical se sumó a los radicales. Los demócratas progresistas obtuvieron un 8 % del total, en tanto que los dos partidos socialistas (conducidos por Justo y Palacios, respectivamente) SUM maron un 50 %, porcentaje notablemente superior al de 1914. De modo que había claros indicios de que los radicales solo habían conseguido el triunfo a expensas de los conservadores, y gracias a la división de los soeialistas.21 5 Las elecciones de 1916 sugirieron que el electorado de clase obrera era impermeable al estilo de la beneficencia de comité adoptado por los radicales, v que dicho estilo se amoldaba mejor a los grupos de clase media) entre los cuale-s había un grado más alto de atomización social, un grado relativamente bajo de identificación de clase y el predominio de aspiraciones individuales a la movilidad social.210 Si los radicales querían lograr éxito en sus esfuerzos por agenciarse el voto de los obreros, debían enfocar el problema de otro modo. En

134

D5

« .. . sólo en la sección 7~ [ .. . ] se vendió a precios reducidos, término medio, lo siguiente por día: 855 kilos de pan, 298 litros de leche y 3.200 kilos de carne, lo que ha significado en volumen una economía diaria de $ 900,40 que, multiplicando las veinte secciones del municipio, dan un promedio de $ 18.000 por día o $ 6.588.000 por año, equivalente en quince años a $ 98.820.000. [ ... ] En quince años la accíón socialista, en contraposición con la radical, ha gastado, con relación también a las más rigurosas estadísticas, 117.992.000 palabras, de las que la clase trabajadora no ha obtenido el más mínimo beneficio»."!"

Pero ~o~ anarquistas estaban en decadencia y su ascendiente era rápidamente remplazado por el de los «sindicalistas»: con estos, poco a poco fue desapareciendo la postura antiestatal extrema de los sindicatos, que quedaron bajo el control de una corriente moderada, interesada menos en enfrentar al Estado' que en mejorar la situación económica de los trahajadores, Ya .en la campaña electoral de 1916 buba signos de que los radicales comenzaban a apreciar el valor de los sindicatos. En agosto de 1915 los comités organizaron un grupo de propaganda obrera al que denominaron Federación Obrera Radical «Alberdl», con el objeto de que sus iniciales (FORAj coin-

cidieran con las de la central obrera más destacada. El objetivo era difundir la propaganda radical entre el mayor número posible de desprevenidos afiliados sindicales.v'" Se inventaron otras pequeñas argucias como esta. Pero si bien los radicales contaban ahora con una estrategia para enfrentar el problema obrero, aún debían resolver la cuestión de la magnitud de los beneficios que habrían de acordar. A los «sindicalistas» les interesaban los buenos salarios y no se iban a dejar engañar por meros gestos simbólicos. Por lo demás, los radicales eran, en principio, fuertemente partidarios de la economía del laissez-jaire. Y sin embargo, también en esto había una cierta coincidencia. Ni los radicales ni los «sindicalistas» tenían especial interés en la sanción de leyes, y ambos estaban comprometidos con la preservación del libre mercado de trabajo. Los «sindicalistas» veían en las leyes un intento de institucionalizar la subordinación de los trabajadores -como se había puesto en evidencia con la abortada Ley Nacional de Trabajo propuesta años atrás por Joaquín V. González-, o bien pensaban que aquellas solo les darían, al igual que las medidas socialistas, beneficios secundarías, eludiendo la cuestión básica de los salarios. Casi podría decirse que en virtud de su adhesión al laissez-jaire los radicales presentaban para los «sindicalistas» una postura más cómoda que los socialistas, a quienes cabía describir como individuos interesados en convencer a los trabajadores para que aceptaran medidas en las que estos no estaban particularmente interesados. El problema capital que planteaban los beneficios a distribuir entre los sindicatos y los obreros derivaba de sus efectos potenciales sobre la situación de la élite conservadora. Las reformas de 1912 habían sido realizadas en parte para incorporar a los obreros al sistema político en grado suficiente como para minar la posición de los sindicatos y de los «agitadores foráneos». Sin embargo, la huelga ferroviaria de 1912 había demostrado que la élite seguía siendo firmemente adversa a teda tentativa de robustecer la participación política de la clase obrera mediante importantes concesiones. No podía hacerlas a causa de su interés en mantener una oferta de mano de obra barata y de sus vínculos con el capital extranjero. Por consiguiente, en sus intentos de cambio los radicales enfrentaban la oposición de la élite. Más que cualquier otro factor, este complicado conflicto de intereses y objetivos entre el gobierno V la élite fijó el carácter y el destino del primer gobierno radical.

136

137

un período de aguda inflación, que afectaba a la clase obrera más que a otras, era menester ofrecer ventajas más duraderas y sustanciales que las que otorgaba la beneficencia. P.or todo ello, el gobierno Se embarcó en un proyecto tendiente a establecer estrechos vínculos con el movimiento sindical. En 1916 los sindicatos constituyeron un blanco evidente de su acción. En primer lugar, eran el único baluarte que quedaba contra el influjo del PS entre los obreros. En segu~do lugar, como. institución de clase gozaban ante los propios obreros de cierta jerarquía y legitimidad, que bada que los beneficios procedentes de él tuvieran muchas más probabilidades de ser aceptados que los procedentes de los comités; eran, en principio, un nexo sustitutivo ideal para entablar,co?-tacto con los obreros. En tercer término, y esto es lo mas Importan~e, e~ movimiento sindical estaba experimentando grandes cambios; los radicales habrían tenido pocas espe.ranzas de conqutstar el apoyo obrero si los anarquistas hubiesen conservado su antigua primada. Poco después de asumir el gobierno Yrigoyen, La Protesta se preguntaba: «¿Puede un gobierno, un presidente, por más democrático q~e sea o pretenda ser, estar en un momento franca y decididamenre de parte de los obreros? [. .. ] El democratismo de los modernos re~!dores de pueblos, ese democratismo que se mamfIes.ta en el altruismo", la "sencillez" y la "bondad" de un presidente, que se encarna en la patética figura de un [ ... ] misántropo a lo Hipólito Yrigoyen, es sólo una forma de gobernar, de acuerdo con el actual momento histórico. [ ... ] La lucha, compañeros, debe ser franca y decididament~ revolucionaria, sin admitir la intromisión de nadie ni pedir favores a los gobernantesa.v'?

llevado en el pasado a

pnmera presidencia,

creacion de los Círculos de Obreros. Guardaba con los intentos de la Liga Patriótica tendientes a en el sistema educativo y a hacer «clientes» entre los sindicatos. Todas estas iniciativas, además de su obsesión con los apocalípticos «agitadores», se caracterizaban por reducir el problema a ]0 meramente educativo, negándose, como en el pa-

soda, a reconocer la base económica de las huelgas. Sin embargo, los dirigentes más realistas de la Colecta percibían esto, aunque no 10 hiciesen público. En sus declaraciones a la prensa, junto a sus más piadosos anhelos aparecían groseras

y mezquinas apelaciones al egoísmo de clase: «Dime: ¿qué menos podrías hacer si te vieras acosado o acosada por una manada de fieras hambrienras que echarles pedazos de carne para aplacar su furor y taparles la boca? Los bárbaros ya están a las puertas de Roma».'·'

A una semana de su iniciación, la Colecta había reunido más de 10 millones de pesos; la empresa Mibanovich había aportado más de medio millón.'·' En diciembre se volvió a juntar la misma suma en un lapso semejante.t'"

La Gran Colecta fue la señal definitiva del resurgimiento de los grupos conservadores en 1919; ya a mediados de ese año habían estrechado férreamente el cerco en torno del gobierno radical. El resto del período presidencial careció de los acontecimientos espectaculares del comienzo, y en general el gobierno. se vio eximido de recurrir a las decisiones tortuosas que en diversas ocasiones lo habían hecho peligrar en tan alta medida. En sus relaciones con el capital extranjero continuó obrando con extremo cuidado, y sólo adoptó una línea crítica cuando estuvo absolutamente seguro de contar con

apoyo 10caJ.'·o Hubo gran cantidad de pequeños diferendos con las empresas ferroviarias y tranviarias acerca de los precios de los pasajes y tarifas, pero no originaron ningún conflicto básico. En varios. casos, las empresas obtuvieron con.

cesiones por las que habían venido luchando desde hacía varios años; entre ellas, la cuestión de sus obligaciones en materia de impuestos municipales de barrido y limpieza: el Congreso sancionó finalmente, en agosto de 1919, una norma por la cual se las exceptuaba de su pago. En estos años

el gobierno

radical se convirtió, en gran parte,

en lo que los conservadores buscaban desde 1912: un instrumento dócil y estático, cuyo único atributo positivo residía en su capacidad para gozar de cierto prestigio popular. En 1920 y 1921 se dedicó a recuperar votos entre los grupos de clase media de la Capital mediante el patronazgo, y en las provincias mediante las intervenciones federales. A partir de 1919 las provincias que hasta ese momento habían escapado al control oficial fueron cayendo una tras otra en rápida sucesión.

En 1920 Yrigoyen inició la etapa de su mayor predominio personal en la política argentina; pero era un predominio carente de poder real, ya que en definitiva este se hallaba en manos de la coalición conservadora controlada por las grandes empresas y el ejército. Constantemente el gobierno tenía que mirar a los costados y calcular con precisión cómo estaba

204

205

10. El interludio de Alvear,

1922-1928

La presencia de los norteamericanos se vinculaba también al

crecimiento industrial. Tomando como base 100 el año 1950 la producción industrial pasó de 27,9 en 1922 a 36 6 en 1926.'" Resultado de ello fue un incremento en las importaciones de bienes de capital (entre 1923 y 1926 aumentaron alrededor del 30 % );" en las que también cumplieron un papel relevante los norteamericanos. Si se comparan las exportaciones norteamericanas a la Argentina de 1921-1930 v

1914-1920, comprobamos que se duplicaron." La veloz inflación que privó durante la guerra y el perlado de posguerra -el factor que más condicionó la vida política en la primera presidencia de Yrigoyen- llegó a su fin con la depresión de 1921. Esta depresión sirvió de telón de fondo al siguiente perlado presidencial, y se continuó en una prolongada fase de recuperación que llegó hasta 1,929. Aunque en 1925 hubo recesión, en promedio el comercio exterior y las exportaciones alcanzaron en este período niveles superiores al que tenían inmediatamente antes de la guerra. En la década del veinte la producción agropecuaria no se expandió al mismo ritmo que venía haciéndolo antes del conflicto; no era mucha la tierra productiva restante ni había tampoco

grandes programas de inversión. En parte esta inversión fue desalentada por señales que indicahan un cambio en las curvas de demanda mundial de productos agropecuarios. Antes de 1914 el boom habían sido los cereales; la opulenta década del veinte trajo consigo un desplazamiento hacia la carne, 10 cual implicó el remplazo gradual de la producción cerealera por la cría de ganado y la concomitante preponderancia de la explotación pecuaria extensiva. Aunque en su momento pasó

en gran medida desapercibido, surgió en dicha década un incipiente estancamiento en la economía exportadora, y ello alentó las iniciativas de diversificación económica. Las importaciones argentinas superaron a las exportaciones, como aconteció antes de 1914, y el déficit se cubrió con nuevas inyecciones de capital extranjero; pero cada vez fue ma-

yor la proporción de este último proveniente de Estados Unidos. Entre 1923 y 1927 el total de la inversión externa en la Argentina aumentó de 3.200 a 3.600 millones de pesos oro, y las inversiones norteamericanas aumentaron de 200

millones de pesos oro en 1923 a 505 millones en 1927.'" Un cierto número de empresas norteamericanas se establecieron por primera vez en el país, orientando sus actividades ha-

cia el campo de la energía y de los bienes duraderos de consumo. 455

222

.

Así pues, el lapso que estamos examinando coincidió con un cambio importante en la posición internacional de la Argentina. Aunque el dominio británico todavía era notorio en cuanto a la magnitud de la inversión bruta y del comercio, no se extendía en las áreas de mayor crecimiento económico

(el petróleo, los bienes de capital y los bienes duraderos de consumo). El síntoma principal de una rivalidad anglo-americana cada vez más evidente era la creciente competencia entre lo~ aut0';'1?viles imporrados de Estados Unidos y los ferrocamles briténicos. El resultado general de taies cambios fue qu~ la simple relación bilateral entre Gran Bretaña y la Argentina que había prevalecido en el siglo XIX sufrió una erosión aún mayor. La Argentina siguió vendiendo a Gran Bretaña sus artículos primarios, pero en materia de importaciones tendía a encaminarse hacia Estados Unidos.

A fit:es de la década del veinte, esto ya comenzó a originar divisiones entre los grupos terratenientes acerca del proble~a. del comercio internacional.t'" En principio, no habla 01:>jeciones a que los norteamericanos aprovecharan el aumento del mercado consumidor argentino, en tanto y en cuanto la balanza de pagos siguiera firme y los mercados de ultramar para las exportaciones permanecieran seguros. Pero los in-

gleses mostraban creciente inquietud en lo atinente a su déficit :t: la balanza comercial con la Argentina, y empezaron a solicitar a esta que concediera condiciones de compra más

favorables para sus productos. Poco a poco se desató el temor de que se desquitaran suprimiendo las importaciones de carne argentina. El problema es que si esto acontecía no se encontraría en Estados Unidos un mercado alternativa' para las exportaciones.

Pero este problema no se agudizó hasta fines de la década, En e! ínterin, la Argentina gozó un nuevo auge exportador sus sectores urba~os di~frutar0.n de una renovada prosperiPese al crecinuento industrial, el sector primario siguió el elemenro rector de! desarrollo social, lo cual im-

En 1922 los radicales ganaron las elecciones sin mayores dificultades. El partido conservador Concentración Nacional no logró, como no 10 habían logrado sus antecesores, superar en grado suficiente los conflictos regionales o captar el apoyo popular. En muchas de las provincias más turbulentas o rebeldes, donde la oposición era mayoría o los radicales estaban divididos, Yrigoyen allanó el camino al sufragio mediante intervenciones federales. Las únicas provincias en que no

cUl"lguió el triunfo fueron aquellas en que había fuertes parpopulistas antirradicales, como Mendoza y San Juan; pero ganó en las provincias desarrolladas del litoral así como en las más atrasadas de todas, en las que no existía una trae dición de sufragio independiente. Obtuvo aproximadamente 420.000 votos, el 48 % del total del país. y rigoyen eligió para sucederlo en el cargo a Marcelo T. de Alvear, que se había desempeñado anteriormente como cónsul en París. Alvear pertenecía al grupo del patriciado que fundara el Partido Radical en la década del noventa; evidentemente, esto indicaba que Yrigoyen deseaba conservar el apoyo de los principales grupos de la élite, apoyo que se había visto amenazado por las huelgas y el auge de la Liga Patriótica. A causa de su larga ausencia del país, el nuevo presidente carecía de influencia dentro del partido y aparentemente no mantenía contactos con los grupos disidentes. Yr.i goyen supuso que Alvear iba a necesitar de él, y que podría controlarlo entre bambalinas. Para asegurarse de esto, gestionó la vicepresidencia para su ex jefe de policía, Elpidio González, quien se había convertido en su hombre de confianza y en su principal aliado político. Alvear constituía, entonces, un símbolo del repliegue y re" agrupamiento de fuerzas del radicalismo, a la vez que con él se pretendía apaciguar a los grupos de la aristocracia que tantos problemas habían creado durante las huelgas. Alvear abogaba por un programa del tipo del que defendió Sáenz Peña en 1912: poner fin a las sucias elecciones fraguadas e iniciar una nueva era de democracia «orgánica»; como Sáenz Peña, buscaba la forma de promover una alianza eficaz entre la aristocracia y el pueblo, pero parecía rechazar los aspectos más aventurados y progresistas que presentaba la política de Y rigoyen, 463 No obstante, el nuevo gobierno enfrentó de entrada agudos problemas, derivados directamente de sn dificnltad para lograr un equilibrio entre los grupos de la élite y de la clase media dentro del partido. Hacia 1922 había indicios de que los divisiones entre ellos, prefiguradas en las lnchas de facciones de 1918 y 1919, habían ido ya demasiado lejos. Como condición para cooperar con Alvear los grupos aristocrátícos exigieron que se retornarse a lo que ellos denominaban la legalidad constitucional: debían cesar las intervenciones federales en las provincias por simple decreto del Ejecutivo; sólo el Congreso estaría autorizado a resolver .la necesidad de una intervención. La segunda condición era que

224

225

las condiciones anteriores

~~~2;;~~~i:~:;: ;versiones extranjeras, de la así i n~como la consolidación la estructura social urbana A lo largo de esta década la política aún siguió dominada en gran medida por las relaciones entre los terratenientes y las clases medias. Luego de 1922 el problema obrero pasó a segundo plano. Entre el punto más bajo alcanzado por la depresión en 1922 y el comienzo del auge exportador en 1926, los salarios reales aumentaron alrededor de un 10 %,'"0 y hubo grandes fluctuaciones en el costo de vida. Como consecuencia de todo ello, fue abandonada la politica de los grupos de presión propia de la época de Yrigoyen, con los sindicatos de un lado y los empresarios del otro. Salvo raras excepciones, los gremios se hallaban debilitados y divididos. La USA continuaba en decadencia; en 1923 el promedio mensual de afiliados fue de solo 26.000 en comparación con los 100.000 que la FORA alegó tener en 1920; para 1926 aquella cifra se había reducido a 15.000 y en abril de 1927 a apenas 100400. Entre 1923 y 1927 se separaron de ella 117 gremios.v" El sindicato más importante en esta época fue el sucesor de la FOF, la Unión Ferroviaria (UF), fundada en 1922 y que en 1926 decia contar con el apoyo de 70.000 trabajadores del rie!.'62 Hubo pocas huelgas de envergadura, y el nuevo gobierno no se preocupó por fomentar la influencia de los sindicatos. Un signo de los nuevos tiempos fue la designación como ministro de Marina, con control sobre la zona portuaria en la que Yrigoyen había intervenido tantas veces, nada más ni nada menos que del contralmirante Domecq Garda, jefe de los comités de defensa durante la Semana Trágica.

~

La sucesión presidencial de 192 2

el gasto público estuviera también bajo el control estricto del Congreso, poniendo fin a la práctica yrigoyenista de 1919

se el mayor aumento (que da cuenta de las dos terceras partes del total) luego de 1919, cuando Yrigoyen se embarcó en su intento de reconquistar el apoyo popular que las huelgas le restaron. La situación se complicó por el hecho de que las recaudaciones fiscales provenían en su mayoría de. los impuestos a la importación, y con la interrupción de las importaciones durante la guerra tales recaudaciones habían mermado en grado significativo. Durante el conflicto, el déficit presupuestario rondó en los 150 millones de pesos, alrededor del doble del nivel de preguerra. En 1.919 y 1920, tanto las importaciones como las correspondientes recaudaciones tuvieron un repunte temporario, pero que no bastó para ponerse a tono con la rápida expansión que a la sazón experimentaba el gasto público. La cuestión se tornó grave desde la depresión de 1921 en adelante. La declinación de la actividad económica y el desempleo hicieron que los grupos de clase media presionaran al gobierno para que intensificara dicho gasto. Un jerarca del Partido Radical comentaba en 1922,

en adelante de aprobar dicbo gasto por decreto o incluso por métodos más subrepticios, como las resoluciones ministeriales. Estas dos condiciones no apuntaban meramente a mejorar los procedimientos y las normas constitucíonales; a la sazón, las intervenciones federales y el creciente gasto público se habían convertido en los dos pilares básicos del sistema de patronazgo mediante el cual Yrigoyen manejaba al partido. El control por parte del Congreso implicaba una severa limitación en tal sentido, y por ende una amenaza directa contra los grupos de profesionales y funcionarios de clase media en los que había venido a basarse el Partido Radical. Cuando se puso en evidencia que Alvear apoyaba estas medidas, no pasó mucho tiempo sin que comenzara a rumorearse que habían surgido en el partido dos facciones, los «alvearistass y los «yrigoyenistas»; los primeros eran principalmente los antiguos opositores de Yrigoyen en la élite partidaria, los segundos, sus adictos de los comités, pertenecientes a la clase media. Tan pronto asumió el nuevo gobierno, los grupos de clase media comenzaron a quejarse por las designaciones ministeriales.4:64 José Nicolás Matienzo, célebre por su oposición a las intervenciones y a la política oficial de gastos, fue nombrado ministro del Interior; en Hacienda se designó a Rafael Herrera Vegas, -de similar reputacíón. Solo un acólito de Yrigoyen obtuvo un ministerio: Eufrasia Loza, en Obras PÚblicas. Desde el -cornienzo sus relaciones con el resto del gabinete fueron tensas, ya que Loza deseaba incrementar el nivel de obras públicas para ampliar la disponibilidad de cargos políticos, mientras que los demás ministros, y particularmente Herrera Vegas, se oponían a ello. En diciembre de 1922 se leía -en el Review 01 tbe River Plate: "Parece haber cierta discrepancia entre el ministro de Hacienda y su colega de Obras Públicas con respecto a la asignación de los fondos que este considera necesarios para la construcción de nuevas obras en 1923»'" En 1922 los miembros más conservadores del gobierno de Alvear promovieron reducciones del gasto público, ya que a su juicio este ponía en grave peligro la capacidad del Estado para hacer frente a los servicios de su deuda. Desde 1916 el gasto público total pasó de una cifra de alrededor de 375 millones de pesos a cerca de 600 millones en 1922, registrándo-

Este es un claro ejemplo de la gravitación que había comenzado a tener el sistema de patronazgo hacia 1922. Yrígoyen, pensando en las elecciones presidenciales, se vio forzado a llevar el gasto público a alturas aún mayores y a expandir la burocracia durante la depresión. Se decía desembozadamente que en 1921 y 1922 el número de nuevos cargos creados en el gobierno nacional oscilaba, para la Capital Federal solamente, entre 10.000 y 20.000:1<17 Para cubrir su déficit, que crecía con rapidez, el gobierno debió recurrir a gran cantidad de préstamos de corto plazo de bancos nacionales y extranjeros.t'" Como resultado de esto se creó una enorme y muy onerosa deuda flotante. Excluyendo a entes semiautérquicos como Ferrocarriles del Estado, dicha deuda era en 1913 de 94 millones de pesos papel; a fines de 1922 había llegado a 900 millones, y superaba los 1.000 millones si se incluian a tales entes. Cuando el asunto se debatió en el Congreso en 1923,

226

227

«... ha surgido en nuestros correligionarios una verdadera preocupación, que es contagiosa, de ocupar puestos públicos. en la administración nacional, provincial y municipal. La carestía de la vida, la restricción del crédito, la paralización de ciertas industrias y la disminución de la labor de otras, la crisis general, en una palabra, han dejado sin trabajo o con trabajo poco remunerado a muchas personass-.t?"

- - - - - - - - - - -..

los servicios anuales de la deuda pesos, alrededor del 30 % cuadro 8 resume la situación: muestra. en primer término, la estrecha correlación entre las importaciones y las recaudacion~s fiscales; en segundo lugar, el gran aumento del gasto público luego de 1919, Y por último el incremento de la deuda flotante.

tlotante ni de los 604 millones de gastos prcsignificaría la ruina nacional. ¿Conviene deuda, que socava las finanzas y retarda el progreso del país? No, no es posibles.!"

«El ministro sabe que en este momento la capacidad financiera de la República no permite el pago de los 1.000 millo-

A principios de 1922 parecía que el nuevo gobierno estuviera a punto de echar a todos los empleados públicos como medio de hacer economía. Hubo una ráfaga de despidos y de acusaciones de corrupción conducidas por Matienzo; pero poco después, en febrero de 1923, se comenzó a obrar con más cuidado. En lugar de reducir bruscamente el gasto público, aislándose de su principal fuente de apoyo partidario, el gobierno adoptó la vía alternativa de tratar de incrementar sus ingresos fiscales, dando los primeros pasos a fines de ese año, cuando el Congreso aumentó en un 60 % los aforos aduaneros de los bienes importados. Esta medida merece algunas aclaraciones. El incremento de las tasaciones arancelarias implicaba la rcintroducción de una política proteccionista, que aparentemente era contraria a la tradicional inclinación de los terratenientes por el Libre Cambio y por el principio de la ventaja comparativa, Además, podía interpretarse que la medida favorecería a los norteamericanos en desmedro de los ingleses, a causa de sus implicaciones para la producción industrial del país y el creciente dominio de los yanquis en el campo de los bienes de capital. No obstante, el propósito de la medida era ampliar, en un grado limitado, la industrialización nacional, Esta necesidad se había hecho sentir en la depresión de posguerra, cuando surgieron graves problemas en la balanza de pagos, cuyo déficit entre 1920 y 1923 osciló entre 50 y 200 millones de pesos oro.''' Estos déficit reflejaban la acelerada decadencia de las exportaciones y la merma mucho menor, en cambio, de las importaciones a falta de la adopción por parte del Estado de políticas deflacionarias.'" Se pensaba que un mayor grado de industrialización permitiría superar este problema, particularmente en sectores como los de elaboración de alimentos, en los que se disponía fácilmente de materias primas y de plantas industriales como los frigoríficos. Al defender esta política en el Congreso, Herrera Vegas anunció que no estaba dispuesto a ir más allá de ese esquema en caso de que se tomaran represalias en el exterior contra las exportaciones agropecuarias argentínas.!" Con todo, la motivación principal de Alvear al aplicar esta política arancelaria era que el fisco obtuviera ingresos inme-

2~8

229

Cuadro 8. Situación financiera del gobierno nacional, 19131923 (en millones de pesos papel).

1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923

Importaciones

Recaudaciones fiscales

Gasto público

1130 730 690 830 860 1.140 1.490 2.120 1.700 1570 1.970

350 250 230 233 228 298 368 481 495 461 549

403 419 400 375 390 421 428 503 559 614 632

Deuda flotante

94 256 422 515 627 711 795 682 745 893 875

Fuentes: Alejandro E. Bunge, Una nueva Argentina, Buenos Aires 1940, pág 188; Tornquist, informes trimestrales; Harold E. Peters:

The toreign debt 01 tbe Argentíne Republic, Baltimore, The ]ohns Hopkins Press, 1934, págs, 73·74.

Herrera Vegas, Matienzo y el propio Alvear estaban decididos a tratar de reducir la deuda. En su mensaje inaugural ante el Congreso en mayo de 1923, Alvear declaró: «Una de las resueltas intenciones de mi gobierno es incluir todos los gastos de la nación en las leyes presupuestarias anuales. No es posible tener finanzas sólidas con presupuestos que no cierran. Hay que evitar los gastos autorizados por leyes especiales o por decretos oficiales. [ ... ] La deuda pública de la nación aumenta año tras año con déficit que derivan de gastos de índole improductivae.s"?

En , el. curso de los debates, Herrera Vegas dijo ' refiriéndose a mismo:

SI

,

división del partido en 1924

diatos amén de su objetivo de salvaguardar la unidad de la UCR. 'En su mensaje de 1923, al proponer los cambios en los aforos aduaneros, Alvear dijo que estos constituían una «flagrante injusticia» y eran los responsables de «, .. una d~s~ minución indebida, bajo todo concepto, de la renta nacio-

nah,.'" En 1923 los aforos ya tenían 18 años de antigüedad y guardaban escasa relación con los precios de los artículos . d ' en genera.1 47• importa os, y coni os precios Otro de los aspectos que ofreci6 el repliegue financiero oficial en 1923 afect6 la situaci6n de la clase obrera durante la presidencia de Alvear. En 1923 el Congreso autoriz6 al Poder Ejecutivo a procurar los medios para consolidar la deuda flotante. El plan inicial era convertir la mitad en deuda fija mediante titulas del Tesoro al 3 %, otra quinta parte mediante un empréstito interno de! 6 % Y el resto mediante un préstamo externo. Aunque al cabo logró consolidarse una pequeña parte de la deuda, las tentativas de obtener préstamos externos fracasaron, lo cual a fin de año llevó al gobierno a adoptar un nuevo plan: propuso un sistema jubilatorio para la clase obrera, que se aplicaría a los obreros industriales, los empleados de comercio y bancarios, los portuarios y los tip6grafos. La idea era utilizar los fondos para la consolidaci6n de la deuda!" Pero e! carácter forzado de la medida era inocultable, y los esfuerzos tendientes a llevarla a la práctica originaron la única acción política de envergadura que efectuaron los obreros

durante el período de Alvear. En mayo de 1924, cuando e! plan iba a ponerse en práctica, se declararon una serie de huelgas como las de 1921, que no pudieron consumarse; en-

tre los sindicatos participantes estuvo la FOM. Sin embargo, Domecq Garda replicó ordenando a la policía del puerto que protegiera la libertad de trabajo contra los sindicalistas. A partir de entonces y hasta 1928 las empresas navieras de cabotaje V de ultramar impusieron su dominio inexpugnable, con el re-spaldo del ministro de Marina.V"

Finalmente el plan de jubilaciones fue abandonado en 1925, sobre todo porque los empleadores se opusieron a él, inc1uso los grupos antes activos en la Asociación Nacional del Tra-

a su posición negociadora y a que en definitiva no res-

el gasto público, el gobierno de Alvear comenz6 a tener cada vez peores relaciones con el Partido Radical. El pet'!oelo critico fue el año 1923, dnrante el cual rein6 la incertidumbre en cuanto al extremo a que llegarían las autoridades en su afán de hacer economías. Ya en enero de ese año

Alvear se vio asediado por los caudillos de barrio, quienes le reprochaban no concederles suficientes cargos como para apuntalar sus respectivas posiciones."! En febrero tuvo lugar

un altercado de dominio público entre el Presidente v Elpidio Gonzálee.?" y el resto del año transcurrió en una franca pelea entre Loza, y el único yrigoyenista del gabinete, con su

demanda de un amplio plan de obras públicas, y los otros ministros, decididos a mantener la ortodoxia financiera. Por otra parte, las concesiones de Alvear le enajenaron velozmente las simpatías de los ministros conservadores. El primero en renunciar fue Herrera Vegas;4R3 al poco tiempo 10 hizo Matienzo, quejándose de que los yrigoyenistas lo estaban presionando para que lanzara una nueva ojeada de íntervenciones Fcderalcs.s'" Pero estas renuncias no consiguieron frenar la creciente oposición de los yrigoyenistas. A la postre el propio Alvear comenzó a ser atacado desde las páginas de La Epoca, y los comités del partido se dividieron: por un

lado quedaron los que apoyaban al Presidente, por el otro los que estaban con Y rigoyen. A fines de 1923 el gobierno había perdido el control de la mayoría de los comités v de los legisladores radicales. En ese momento La Vanguardia declaró: «No hay gobierno. No solo porque existen en estos momentos dos gobiernos distintos, uno dirigido desde la calle Brasil [la casa de Yrigoven ]. cuya única aptitud, ya harto probada, es la de no dejar hacer. y el otro, que quisiera hacer, pero no sabe qué y carece de brújula y de mana. No hay gobierno, sobre todo porque no hay partido de gobiernos.t'"

en cuanto a la clase obrera, fue un ejemplo más de su intento de resolver la cuestión fiscal sin recortar el gasto público. fuente de patronazgo. 480

La ruptura final, en 1924, sobrevino luego del intento de Alvear de consolidar su posición estableciendo lazos más flrmes con la élite partidaria que en 1918 y 1919 puso en tela de juicio el liderazgo de Yrigoyen. Tras la renuncia de Matienzo, fue designado ministro del Interior Vicente C. Gallo. quien mantenía estrecha vinculación política con Leopoldo

230

231

bajo.'" Además de revelar cuál era la posici6n del gobierno

Melo. La diferencia entre Maticnzo y Gallo es que este tenía menos inhibiciones en cuanto al uso del presupuesto para crear un imperio partidario; además, tampoco tenia reparos en decretar intervenciones a las provincias para establecer así un nuevo sistema «personalísta» de control. La Epoca, cuyos directores eran expertos en estas cuestiones, describía en los siguientes términos apócrifos las actividades de Gallo:

En vista de la oposición extrema a Gallo que ofrecían los yrigcyenistas, resultó imposible mantener unido al partido. En las elecciones internas de 1924, en muchas partes del país compitieron dos listas rivales. Por último Gallo anunció la creación de un nuevo partido, la Unión Cívica Radical Antipersonalista.t'" Con el término «antipersonalismo» se quiso significar el desdén por las técnicas de patronazgo empleadas por Yrigoyen, pero era un rótulo engañoso, ya que el propio Gallo demostró tener el mismo apego de Yrigcyen a los métodos tradicionales de obtención del apoyo popular. No obstante, Gallo enfrentó el mismo problema que los yrigoyenistas en 1923: persuadir a Alvear y al resto del gabinete de que aceptasen un presupuesto inflacionario y el restablecimiento del sistema de patronazgo. En agosto y setiembre de 1924 volvieron a suscítarse largas polémicas entre distintos ministros con respecto al presupuesto para el año siguiente.v'" De esto derivó otra inestable transacción, por la cual se permitió el aumento del gasto pero no a la tasa que exigía Gallo. Tampoco tuvo éxito este último en convencer a Alvear de que los yrigoyenístas de las provincias debian ser desplazados mediante intervenciones federales. Tras muchas vacilaciones, Alvear desechó este curso de acción, confiando lograr con su indulgencia la reunificación parridaria.v" En julio de 1925 el propio Gallo fue obligado a renunciar, dado

que su objetivo de arrancar a Y rigoyen el control do había fracasado por completo.t'" El surgimiento del antípersonalismo fue el fruto final validades partidarias que ya eran evidentes incluso antes de 1916. Los Iídcres de esa fracción, Gallo y Mela, habían pcrtenecido al Grupo Azul cuya presencia puede registrarse intermitentemente a 10 largo de todo el gobierno de Yrigeyen.'91 El fracaso del antípersonalismo en 1924 y 1925 debe atribuirse fundamentalmente a que Gallo fue incapaz de lograr la adhesión de los ministros de tendencia conservadora respecto de sus métodos tendientes a erradicar el ascendiente de Yrigcyen. El nuevo partido tampoco obtuvo en lo sucesivo una influencia apreciable a nivel nacional. Su falta de acceso a los cargos públicos lo privó del medio para crear un sistema de comités con apoyo de masas y para conquistar las provincias. Su único baluarte era la provincia de Santa Fe. Allí fue donde se anunció la candidatura presidencial de Mela y Gallo en 1928, y solo allí gozaron de un respaldo popular mayoritario.t'" Esto sugiere una vez más el vínculo entre los grupos disidentes del Partido Radical y las tradicionales rivalidades entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Este factor impedía, por añadidura, que Alvear apoyara al nuevo partido; estrechamente ligado por lazos familiares a la provincia de Buenos Aires, es improbable que hubiera visto con buenos ojos una trasferencia significativa del poder en dirección de Santa Fe. A la postre el personalismo acabó siendo una asociación principalmente regional con escaso predicamento fuera de su zona nuclear, como había acontecido con otros antecesores conservadores, por ejemplo el PDP.493 De manera pues que el propio Alvear tuvo un papel decisivo en- el fracaso del anripersonalismc.?" Nunca pudo superar las contradicciones iniciales de su posición; anhelaba imponer su voluntad en el partido y gozar del apoyo de los comités populares, "aunque su ortodoxia en materia financiera le impidió alcanzar jamás los medios para ello. Su fracaso como presidente de la República señala una de las realidades básicas de la política argentina: la única vía posible de establecer o mantener la alianza entre el patriciado y las clases' medias era adoptar una postura flexible en cuanto al gasto público y manipular con fines partidarios la expansión burocrática. En la depresión de posguerra la élite comenzó a ver con disgusto el incremento del gasto público, y fue sumamente difícil preservar dicha alianza. Las raíces del consenso entre

232

233

«La escena pasa en el ministerio del Interior y se repite a diario.. Las galerías que dan acceso al despacho ministerial están atestadas por una abigarrada concurrencia de postulantes de diversas categorías. Esperan la llegada del ministro [ ... ] 100, 200 o 300 individuos que desean verlo. [ ... ] El ministro quiere recibirlos a todos, estrecharles la mano. [ ... ] Si son empleados, se informa del sueldo que gozan, de sus necesidades y de sus aspiraciones de mejoramiento. Si no son empleados y aspiran a serlo, les da la seguridad de conseguirlo».48-6

los grupos terratenientes y las clases medias u:banas alcanzado por el radicalismo antes de 1916 eran minadas velozmente 10 cual determinó en gran medida el curso seguido por la política argentina en la década del veinte. Luego de la renuncia de Gallo, Alvear trató de formar su tercer gabinete en tres años; esta vez procuró ser más neutral y designó como ministro del Interior a José Tamborini. Inicialmente los yrigoyenistas lo apoyaron para impedir que los antipersonalistas reconquistaran influencia; pero tan pronto vieron fortalecida su situación en el Congreso, después de las elecciones de 1926, volvieron a combatir al gobierno. I~­ pusieron a Alvear un ultimátum: debía n0r.nb:ar a determ~­ nados yrigoyenistas en puestos c1ave~, .supnmlt. a los Op~SI~ tares de Y rigoyen en el gabinete y eliminar mediante una mtervención el gobierno demócrata progresista de Córdoba.'" Que la fisura entre el gobierno y el ~artido habi~ vuel:o a abrirse se hizo evidente cuando los diputados yrigoyenrst as. rehusaron aprobar el presupuesto de 1926. 496 . En 1927 y 1928 Alvear quiso intimidar a los yrigoyenistas para que le devolvieran su apoyo, y a tal fin se apro~imó a los antipersonalistas: pero en este fragmento de un discurso pronunciado en los comienzos de la campaña electoral de 1928 se pone de manifiesto que en definitiva no tenia muchas intenciones de dar pasos concretos en tal sentido:

«Esta fórmula [Mela-Gallo] llena todos mis anhelos patrióticos de argentino y de hombre de partido, porque la integran dos ciudadanos de una gran p~eparación para las funciones de gobierno. [ ... ] [Son] radicales de la primera hora, con titulas y antecedentes de indiscutible probidad partidaria. Si el hecho de ser presidente de la Nación no me inhibe para sentir, pensar y hablar así, me impide, en cambio, ir más lejos. Esto es todo lo que puedo decir» .'97 Este pronunciamiento volvió a dejar el camino expedito para Yrigoyen.

Resurgimiento de Yrigoyen Pese a su avanzada edad, entre 1922 y 1928 Yrigoyen conservó su preeminencia y popularidad gracias al estricto control que ejerció sobre los comités partidarios y al hecho de 234

ofrecer la perspectiva de un retorno a la época de bonanza del favoritismo oficial, la del año 1922. La propaganda del partido se basó, en buena parte, en insinuaciones de tal ca. rácter, junto con el esfuerzo por restablecer el carisma popular de Yrigoyen.í'" La campaña tuvo enorme éxito; inmediatamente después del cisma de 1924, el yrigoyenismo comenzó a expandirse, sobre la base de los comités locales. Ya al año siguiente las elecciones internas en la Capital Federal arrejaron un total de 40.000 votantes, cifra que en 1928 había crecido a 60.000. Como antes de 1916, Yrigoyen procuró constantemente identificarse con los intereses de la clase media dependiente. A partir de 1925 los discursos de sus adeptos en el Congreso estuvieron dominados por la demanda de mayores sueldos para el personal del Estado, la ampliación de los beneficios sociales, y, sobre todo, el aumento del gasto público.!" Nuevamente comenzaron a florecer las actividades de los comités, organizando como otrora centros médicos y de ascsoramicnto jurídico, y suministrando fondos para actividades locales. Este es un ejemplo de las apelaciones a que apuntaban;

«[El orador] se refirió luego a cómo entienden la caridad nuestros millonarios, que prefieren regalar hospitales a Francia cuando en nuestro país tanta falta hacen; destacó la Iorrna como hacen las donaciones las personas adineradas de Norteamérica, quienes no solo donan una suma de dinero para la construcción ya sea de una universidad, hospital o tan solo una sala, sino que agregan el suficiente dinero para su mantenimiento, lo contrario que sucede con nuestros ricos, que donan una suma de dinero para la construcción y se olvidan [de las otras cosas] [. .. ] demostrando así que solo persiguen el salir en la nota social de los diarios. [ ... ] Este festival [demuestra] que la UCR no solo se ocupa de hacer proselitismo político sino que también ayuda a las familias pobres aliviándoles su situación»."?" También se realizó un sostenido esfuerzo para ganarse la adhesión de la clase obrera con vistas a las elecciones presidenciales. En la propaganda callejera de Buenos Aires se sacó el mayor partido posible de las relaciones que Y rigoyen mantuvo con los sindicatos antes de 1922. En 1927, por La Epoca inició una campaña para la revitalización sugiriendo los futuros privilegios de que gozaque Yrigoyen resultara reelecto.?"

Sin embargo, la práctica más corriente, que reflejó tanto la debilidad de los gremios como la incapacidad de Yrigoyen para adoptar otra línea de acción fuera del gobierno, consistió en la creación dentro del partido de comités gremiales destinados a distintos grupos de trabajadores; habitualmente dirigidos por empleados administrativos u oficinistas, eran - una continuación de las técnicas surgidas antes de las elecciones de 1922. Esta acción alcanzó sobre todo a los obreros ferroviarios; entre 1926 y 1928 apareció un número considerable de comités ferroviarios en diferentes lugares del país, fomentados por una propaganda que pintaba con tintes románticos el papel personal que le incumbió a Yrigoyen durante las huelgas ferroviarias de 1917 y 1918. En ocasiones se insinuaban fricciones con los sindicatos, en especial con la Unión Ferroviaria, que no tenía el mismo temperamento colaboracionista de su predecesora, la FOF: «[ Los obreros deben meditar] un instante acerca de lo que realmente interesa al gremio en el orden politico y social ... [Los gremios están divididos] en tantas fracciones [que] jamás se ocuparían del obrero o empleado ferroviario. [ ... ] Todas las leyes benefactoras [ ... ] fueron sancionadas bajo los auspicios del gobernante más honrado y justo de los últimos tiempos. Para la consecución de estas notables mejoras [. .. ] fue menester que ocupara la presidencia de la República un hombre bueno en toda la extensión de la palabra; enérgico y justiciero en todos los casos; un hombre ínrelígenre, sencillo y trabajador, con una visión clara y profunda de las cosas. [ ... ] Y nosotros, todos los ferroviarios, [ ... ] debemos formar un solo frente para que, unidas nuestras fuerzas, podamos hacer flamear nuestra bandera de paz junto al doctor Hipólito Yrigoyen».'o2

y rigoyen obtuvo también el apoyo de grupos menores, como los tranviarios y taxistas de Buenos Aires y Rosario. El éxito logrado por los comités entre los obreros a mediados de la década ilustra hasta qué punto habían declinado las lealtades de clase desde la guerra con el fin de la inflación y el retorno de la prosperidad. Los sindicatos, instituciones clasistas que en el pasado habían actuado como barrera frente a la expansi6n del radicalismo en 'la clase obrera, cedian lugar ahora a entidades multicIasistas. Todo ello reflejaba el crecimiento de una sociedad más abierta y las mayores oportunidades de movilidad social en comparación con el período de la guerra.

236

Este importante cambio. coincidió con la creciente debilidad del PS. e,;, la segu~da mitad de la década. En 1923 y 1924 los socialistas hablan mostrado signos de recuperación 1ue del cisma radical? y habían logrado una serie de notables vfc~ tonas en la Capital; pero al recobrarse los yrigoyenistas en 19,26, aquellos volvieron a escindirse, por quinta vez en vel~te años. Un grupo continuó apoyando el reformismo legahsta de Juan B. Justo, en tanto que el otro pasó a denominarse Partido Socialista Independiente (PSI). Los antecedentes de esta división deben buscarse en el hecho de que por entonces varios. d~ los dirigentes del PS habían pasado a.ocupar cargos semivinculados con el orden establecido, por eJempJo como abogados de empresas extranjeras; su identificación cada vez mayor con la élite conservadora los llevó poco a poco a un~ postura más flexible y oportunista, que chocaba con la rígIda oposición a la «política criolla» de los elementos más tradicionalistas del partidoP'" Uno de los aspec~os en que se manifestó esta discrepancia fueron las disputas Internas en cuanto al tipo de organización que el partido debía adoptar; los socialistas independientes comenzaron a estrechar.10s.lazos co.u la clase media urbana creando un aparato partidario semejante al de los radicales, basado fundamentalmente en el reparto de beneficios personales. Pero su presencia se hizo sentir recién después de 1928.

La nacionalización del petróleo La aparici6n. del PSI fue simultánea con cambios importantes en el yrrgoyernsmo, A despecho del tono oportunista y de.mag6g.ico al extremo que adoptaron luego de 1925, los yrigoyerustas mostraron creciente preocupación por justificar su demanda de un mayor gasto público sobre bases más constru~tivas y pos!tivas. que el mero peculado. Ya en 1924 se p~sl.eron en evidencia las orientaciones iniciales de sus movimrentos. Pablo TorelIo, el ex ministro de Obras Públicas comenzó a apoyar la expansión del sector industrial y una actitud menos liberal que en el pasado en cuanto a los recursos naturales del país. Aconsejaba adoptar ~< .. • una polí~ca. completamente defensiva de los grandes 1ntereses e~onomicos [del país], comenzando por proteger la producción de todas sus materias primas susceptibles de

237

ser industrializadas en el país. [ ... ] Somos los primeros consumidores de Sudamérica por el monto de las importaciones de grandes cantidades de productos alimenticios europeas, que bien podríamos producir en calidad igual y acaso mejor que la .de los que recibimos del extranjerm>.fi04 Lo que provocó este gradual apartamiento de los principios tradicionales de! Libre Cambio por los yrigoyenistas fue la admisión a medias consciente de la verdadera naturaleza de la «dependencia» de los grupos de clase media. Comenzaron a aceptar de manera tácita que era objetivamente imposible continuar incrementando en forma indefinida el gasto pública y la burocracia oficial. Alguna solución debía encontrarse para el problema básico del crecimiento de los sectores terciaríos improductivos. Su posición en 1924 recordaba, hasta cierto punto, la adoptada el año anterior por el gobierno de Alvear para justificar la elevación de las tasaciones arancelarias. En ese momento los yrigoyenistas se habían opuesto, en general, a la medida, por su previsible efecto sobre el costo de vida urbano; pero a medida que se fueron ampliando sus vínculos con la clase media luego de! cisma de 1924, se vieron forzados a superar tales objetivos. Por ejemplo, cuando en 1927 propusieron en el Congreso la fijación de un nuevo salario mínimo para dos grupos claves de trabajadores (los ferroviarios y los estatales), exigieron que el aumento se financiase con un incremento de los derechos de importación, sin tomar en cuenta el efecto que esto podía tener sobre los consumidores. 505 Esto vaticinaba un cambio fundamental en el carácter del radicalismo argentino y el inicio de un abandono de su ideología tradicional de defensa de los consumidores y del Libre Cambio, para encaminarse hacia un nacionalismo económico; pero este viraje nunca se completó ni se tornó definitivo. En vez de cristalizar en la exigencia de cambios estructurales totales en la economía, el nuevo nacionalismo tendió a coexistir con el liberalismo de viejo cuño antes sostenido por la DCR. Lo que se hizo fue poner nuevo énfasis en un desarrollo industrial limitado, con el fin de beneficiar a los grupos dependientes dentro de las clases medias, y aprestarse en mayor medida a dejar de lado los moldes estrictos de la economía primaría-exportadora, aunque sin constituirse en, una amenaza directa para ella. Esta transición cristalizó en el fuerte respaldo dado por los yrígoyenistas a la nacionalización de los recursos petroleros

238

de! país y, e! ,:,onopolio estatal de su destilación y distribuclan. El énfasis en el monopolio estatal obedecía en parte a motivos económicos, porque solo el Estado era capaz de orga~i~ar y fina~nci~r una emp~e:a de est~ envergadura; pero tambIen traducía CIertas condiciones sociales y políticas bésicas. Gracias a él, la burocracia y los grupos directa o indirectamente vinculados a ella podrían canalizarse hacía una nueva gama de actividades. Si bien seguirían dependiendo del Estado, este contaría con nuevos rubros que ofrecerles para responder a sus requerimien tos. La claridad con que se desarrolló y enunció este programa marca un notable contraste con el carácter amorfo e indefinido de las doctrinas radicales anteriores a 1922. Por primera vez los yrigoyenistas tenían algo práctico y concreto sobre 10 cual basar su campaña, más allá de sus declaraciones abstractas sobre la «democracia» y la «defensa de la Constitución». Asimismo, su posición en materia petrolera contrastaba con la que habían tenido los radicales antes de 1922. Como acont~ció con mu~has otras cues~iones semejantes, durante el gobierno de Yrigoyen los radicales estuvieron divididos en torno del problema del petróleo. Algunos propugnab~an su explotación por parte. del capital extranjero; otros urgían a crear una entidad semiestatal apoyada con inversiones del capital nacional; y un número mayor aún deseaban que se estableciera una suerte de asociación entre el Estado y los inversores extranjeros, por la cual aquel se hiciera cargo de .la exploTación y organizara luego la adjudicación de concestones privadas. El gobierno se había inclinado por esta última .opción. En los mensajes al Congreso, Yrigoyen nunca mencionó la nacionalización o el monopolio estatalP'" Otra expresión del cambio era el marcado antinortearnerican~smo que fue difundiéndose entre los yrigoyenistas. A mediados de la década la Standard üil habia establecido una importante base de operaciones en el país. En 1926 La Epoca ImcIO una prolongada campaña contra el otorgamiento de d::rechos de perforación por parte de las autoridades provinciales de Salta y Jujuy.r.o7 A partir de entonces atacar a los «trusts petroleros norteamericanos» se convirtió en un lugar común. En el curso de! debate sobre este tema llevado a cabo en el Congreso en setiembre de 1927 fueron habituales comentarios como este: «, '." se sabe [ ... ] e! enorme peligro que entraña para las naciones que poseen grandes fuentes petrolíferas, tener me-

239

tido dentro de sus fronteras el poder tentacular de una gran compañía -sin nombrarla, todos los señores diputados saben que me refiero al poderoso trust del Norte-, que ha traído a todas las repúblicas latinoamericanas, no solo duras complicaciones de carácter económico y financiero, [. .. ] sino hasta lesiones irreparables a su soberanía y a su dignidad internacionaleP'" Otro diputado yrigoyenista declaró: «Que se salve Ia segunda riqueza pública. [. .. ] No demos el espectáculo [que dimos en el caso] de la tierra pública. Salvemos esto que es la sangre misma del país, Un morar no roncará en el territorio inmenso del país sin que en sus entrañas arda este nuevo espíritu, que es el espíritu que tras..

forma industrialmente, socialmente y económicamente la nueva Argentina que soñamossP'"

con el petróleo no sucedía I? mismo. A las empresas petroleras les era muy arduo movilizar a grupos de presión locales y obtener apoyo popular como lo hablan hecho las campa. ñías de ferrocarriles en las huelgas de 1917 y 1918. Una huelga ferroviaria constituía una amenaza inmediata para los principales grupos exportadores. Como demostraron los sucesos ~e 191~, e! gobierno ~abía sido incapaz de resistir a las presiones eiercídas contra el allí donde estaban en juego los intereses de los exportadores. En contraste con ello las compañías petroleras tenían en la década de 1920 poca ca.· pacidad de negociaci.ón política. Recibían apoyo, no tanto de los grupos de la élite residentes en la zona metropolitana como de l~s provincias periféricas y políticamenre más ino: cuas del lejano norte del país, donde aquellas se hablan instalado. Los yrigoyenistas eran muy conscientes de todas las facetas que presentaba este problema. Su experiencia de 1917 a 1919 les ha~la dejado grandes enseñanzas, y estaban decididos a .ImpedI~ que la Standard Oíl adquiriese la misma in. fluencía política de las empresas ferroviarias británicas. Uno de los diputados radicales declaró en 1927:

Varias eran las razones por las cuales el monopolio estatal del petróleo se convirtió en un slogan tan popular entre los yrigoyenistas, Ofrecía una solución de largo plazo al problema cada vez más crítico de las clases medias dependientes urbanas, núcleo del respaldo popular de Yrigoyen. Era un medio de justificar el retorno a las políticas de gasto público elevado mantenidas en el pasado. Prometía abrir todo un nuevo ámbito de puestos gerenciales para las clases medias al par que se evitaba el derroche de los fondos públicos que la creación de una burocracia parasitaria 'hubiera entrañado. A la vez, representaba una oportunidad para trasladar a nuevos campos el proceso de crecimiento económico interno, ofreciendo así una nueva gama de ocupaciones a empresarios y obreros del sector industrial. Por último, estaba concebido como una manera de allanar el camino hacia un proceso de gran desarrollo industrial, lo cual significarla eludir los di. versos problemas que originaban los perlados de depresión económica y de contracción de los mercados para los artículos de exportación. Si este programa era políticamente factible, ello se debla a que las empresas petroleras aún se hallaban en una posición comparativemente débil en términos de su influencia económica y política. En el pasado, las inclinaciones nacionalistas de Yrigoyen y el uso más efectivo del poder estatal se ha. bían visto limitados por la estrecha interrelación entre los sectores del ernpresariado nacional y el capital extranjero;

Fin.almente, la campaña mostró a los yrigoyenistas con su antiguo atuendo de protectores de los intereses terratenien-, tes de las pampas. El movimiento antitrusts de 1927 estuvo dirigid~ exclusivamente contra los norteamericanos y la Standard 011: C?SI no se levantaron voces de protesta contra los Ingleses, quienes también se movían activamente en este camp? Esto tenia la ventaja de que podía presentarse, ante los °l°.s de los .exporta~?res,. como un promisorio retorno a la VIeja y sencilla relación bilateral con Gran Bretaña gracias a la cual hablan medrado hasta 1914. Eliminar a los norteamerIca~os del campo de la energía podía significar un nuevo medio de proteger los mercados de exportación tradicionales

240

241

«Sabemos bien que el capital es el más temido de los elementos sociales y políticos. La capacidad económica o financiera de ~a~ empresas se va !rasfor~ando poco a poco en capacidad política y se va. aduenan?~ msensiblemente de un pais; domina a los gobiernos débiles, extiende sus tentáculos a la administración y va despojando paulatinamente al pueblo de su libre soberanía, desempeñando un rol decisivo en los ca. micios y apoderándose por ello de este último baluarte de democracia, el CongresosP'?

del país; lo que perderían los ingleses en exportaciones de carbón lo ganarían en exportaciones de equipos técnicos para la industria petrolera. Se confiaba en que con esto se apaciguaría su inquietud frente al creciente déficit comercial con la Argentina, apuntalando así la tradicional estructura pri-

11. Segunda presidencia de

Yrigoyen, 1928-1930

mario-exportadora.v'!

Así pues, hacia 1927 los yrigoyenistas habían descubierto un estandarte popular ideal: una manera de abogar por el cambio, con su antigua meta de la armonía de clases) sin que ello implicara sacrificios de ninguna índole para los arraigados

intereses de los exportadores de articulos primarios. Si los obreros, verbigracia, ganaran mayores salarios, las concesiones provendrían cada vez más de la economía nacional, sin que fuera necesario agitar el manido espectro de la «confianza que nos tienen en el exterior». Podía ahora montarse a

horcajadas de una posición dual: en un frente, el nacionalismo e~onómieo,. en el otro, el internacionalismo liberal tradicional, permitiendo así el restablecimiento de cierta compatibilidad entre los intereses respectivos de exportadores y de los sectores urbanos. El petróleo fue en gran medida puesto aparte de la economía primario-exportadora y de las diversas configuraciones de poder e influencia politíca por ella generadas. Entre 1926 y 1928 esto tuvo como efecto producir un vuelco triunfal en favor de Yrígoyen. Logró neutralizar la oposición de los terratenientes y exportadores conservadores, y

ganarse el apoyo de los votantes de clase media y de clase obrera. En las elecciones presidenciales no hubo fuerza capaz de hacerle frente. Alvear seguía resistiéndose a brindar ayuda concreta a los antipersonalistas, y se limitaba a presi-

Las elecciones presidenciales de 1928 fueron el mayor triunfo personal de Yrigoyen, no obstante 10 cual menos de dos años después, el 6 de setiembre de 1930 fue derrocado sin gran dificultad por un golpe de Estado militar, Las muchedumbres de Buenos Aires que tan ferviente apoyo le habían dado en 192~ luego tomaron su casa por asalto y, al menos

dur.ante un nempo, ~c1am.a. r. on al nuevo gobierno revolucionarlo. Asi pues, la situacron creada e~ 1930 se asemejaba,

en. algunos aspectos, a la de 1919. Subitamente, el pueblo retiro su apoyo al gobierno y lo canalizó hacia nuevas organizaciones de masas que, también como en 1919 eran condu-

ci?as por el ejército, mientras la élite conservadora las seguía bien de cerca. Otro rasgo común de ambos períodos fue el carácter temporario del cambio. Para 1920 los radicales ya se h~bian recuperado de la amenaza de la Liga Patriótica 10 suf~Cle~te como para sacar fuerte mayoría en las elecciones

legislativas de ~se año; en 1931 sucedió 10 mismo cuando ganaron !as elecciones para gobernador de la provincia de Buenos A~res. ~.a ·diferencia ~stribó en que en 1919 Yrigoyen se las mgemo para prevenir el coup d'Etat mientras que en 1930 fracasó totalmente. '

dir 10 que era poco más Que un gobierno interíno. Los partidos conservadores, incluido el PDP'" seguían contando con

influencia puramente regional. Los socialistas estaban dívídidos, Movimientos locales como ellencinismo en Mendoza y el cantonismo en San Juan eran poderosos en sus respectivas provincias pero carecían de todo predicamento fuera de

ellas. Los caudillos dé las provincias norteñas se habían vuelto impopulares a causa de su apoyo a la Standard Oil. El resulrado fue una víctoria aplastante de Yrigoyen. Salió ganador en la Capital y todas las provincias, salvo San Juan. Obtuvo más del 57 % del total de sufragios (un 10 % más que en las elecciones de 1922): más de 840.000 votos. El 12 de octubre de 1928, doce años después de iniciar su primer gobierno, Yrigoyenreasumía la presidencia de la Nación.

242

Composición y políticas del nuevo gobierno 1928, como consecuencia del cisma partidario de 1924 y la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Alvear el radicalismo yrigoyenista giraba más que nunca en torno'de los de clase media urbanos. Aún habia gran número de ~stan"ie:tos fieles a Yrigoyen, sobre todo en la provincia de pero el centro de autoridad del partido .se hadesplazado marcadamente hacia los profesionales de clase desplazamiento se puso de manifiesto en la composición

del gabinete en 1928, así como también en los antecedentes

sociales de muchos de los congresales yrigoyenistas. Dos de , los ministerios claves, el del Interior yel de Relaciones Ex-

alguna conexión con la trata de blancas, que merced al

"~~~:~~~,~d~~e la inmigración luego de la guerra fue cobrando

in

a lo largo de la década del veinte. No obstante

acusaciones de su participación en estas actividades se hi~

teriores, estaban en manos de hombres salidos de los comités

y de la clase media: Elpidío González y Horacio B. Oyhanarre, respectivamente, quienes controlaban el aparato partidario en las provincias de Córdoba y Buenos Aires. Oyha. narte, en particular, simbolizaba a los elementos nouoeau riche que fueron adquiriendo predominio en el radicalismo luego de 1924. 5 12 En el Congreso, los hijos de inmigrantes eran entre los yrigoyenisras una proporción apreciable. Muchos de ellos, en especial los representantes de la Capital, provenían de los comités. Eran principalmente profesionales universitarios, aunque en su mayoría debían el cargo meramente a su con-

trol del aparato partidario en el distrito correspondiente. Esto marcaba un agudo contraste con 10 que acontecía en 1916, en que una abrumadora mayoría de legisladores radicales eran eerrateníentes.P'"

Esto se reflejó en las medidas del nuevo gobierno en 1928 y 1929. Yrigoyen abandonó de inmediato la prudencia con que había actuado al principio en 1916 respecto de los gastos públicos y muy pronto reimplantó su manejo del patronazgo oficial. En muchos casos repuso en

el cargo a personas

a quienes había designado antes de dejar la presidencia, en 1921 y 1922. Hubo una purga implacable de los adictos a Alvear;514 por ejemplo, el 22 de febrero de 1929 La Van· guardia informaba acerca del despido de 3.000 maestros cuyos sueldos corrían a cargo del gobierno naciona!. Como medio de saldar cuentas con ciertos acólitos que habían prestado decisiva ayuda en la campaña, se permitió que los presidentes de los comités capitalinos mantuvieran estrécho contacto con los ministros y directores de entes oficiales. Al poco tiempo se había creado gran abuso y corrupción, in-

tentándose llevar el sistema de patronazgo hasta sus últimos límites. En junio de 1929 se dijo que los cargos se estaban vendiendo al mejor postor."!" Evidentemente, los caudillos de barrio estaban ansiosos por recobrar con la mayor celeridad posible las gruesas sumas que habían invertido para el éxito de Yrigoyen y los gastos en que habían incurrido duo rante los años de escasez, en el gobierno de Alvear, época en la cual algunos de ellos, en la Capital y en la provincia de Buenos Aires, se habían visto envueltos en actividades de juego clandestino del tipo de las de la Mafia. También tuvie244

mucho más aisladas luego de 1928. Aunque la hipó. exigiría un examen e investigación más profundos, es que el juego y la prostitución se tornaran, en la época de Alvear, una especie de actividad sustitutiva para los

caudillos de barrio, que reflejaba su falta de acceso a grati ficadones políticas más normales.

En 1929 todo el sistema de «gobierno de los comités» inItoducido por Yrigoyen en 1919 y mantenido por un pronto aumento del gasto público alcanzó su apogeo. Lo posibilitó la prosperidad existente, fruto de un boom de las exportadones agropecuarias. Como señalaba el Review 01 tbe River PIafe en agosto de 1929, «la República Argentina ocupa una posición ventajosas.F'" Como ocurriera entre 1919 y 1922,

el control sobre las finanzas públicas rápidamente quedó fuede las manos del Congreso. Cada vez que los partidos de oposición trataban de que se discutiera el asunto, los yrigo-

yenistas apelaban al simple expediente de dejar a la asamblea sin quórum. Pero aunque este era, en mucho mayor medida que

el prece-

un gobierno de clase media, paralelamente a la instauración del patronazgo Yrigoyen procuró consolidar su posición con respecto a la élíte y a dos grupos de presión que

tantos trastornos hablan originado en 1919: el ejército y el capital extranjero.

En general, las relaciones entre el ejército y los yrigoyenistas 1922 y 1930 fueron más complejas de 10 que suele adm;:~:i~~6~Durante el mandato de Alvear, por ejemplo, hubo OJ

en

el ejército

y la marina al programa conservador

restricción del gasto público, arguyendo que era urgente remplazar el equipo militar. Esta fue una de las razones por las cuales el primer ministro de Obras Públicas de Alvear el yrigoyenista Eufrasia Loza, Se mantuvo durante tanto tiemen el cargo. En los debates presupuestarios de 1923 y la intención de Loza de aumentar

el gasto contó con el

del general Agustín P. Justo, ministro de Guerra, y contralmirante Domecq Garda, ministro de Marina. 517 trolerns . teman cierto apoyo en el ejército las propuestas peu de los yrigoyenistas, ya que por motivos militares J estratégicos le convenía promover la autonomía en el campo

los combustibles y de la energía. 245

Hacia 1927, empero, ciertos grupos conducidos por Justo y alentados por sectores de la élite conservadora comenzaron a mostrar disgusto ante el resurgimiento de Yrigoyen. Se habló de impedir que reasumiera la presidencia mediante un golpe de Estado; pero eh 1928 los antiyrigoyenistas extremos tenían escaso respaldo ".Pese a que su antipatía por Yrigoyen era ampliamente compartida} existía renuencia a iniciar cualquier acción mientras contaba con un apoyo de masas tan sólido. Justo se vio obligado a negar públicamente que estuviera preparando un golpe en favor de los antipersonalístas.s-" Una vez en el poder Yrigoyen hizo cuanto pudo para reducir al mínimo ese peligro. Elpidio González comenzó sus intrigas para remover de puestos claves a los opositores militares haciendo juegos malabares con las listas de promoción. 51' También se agotaron las instancias para impedir que el antagonismo del ejército cristalizara a causa del tema del anticomunismo, como en 1919. Entre diciembre de 1928 y enero de 1929 se produjo un levantamiento de los colonos y peones agrícolas de la provincia de Santa Fe, y empezaron a circular rumores de una conspiración anarquista y comunista; el gobierno denunció que la huelga era obra de «agitadores» y despachó de inmediato tropas al lugar de los hechos; los comentarios aparecidos en La Epoca revelan que dio este paso para apaciguar al ejército. Puede verse en este episodio una analogía en menor escala de los sucesos de la Patagonia de 1921-22: un problema laboral periférico, de escasa importancia en el centra del poder político, fue explotado como medio de distraer la atención del ejército y robustecer su confianza en el gobiemo.F" Tampoco intentó la nueva administración revivir la antigua política laboral de Yrigoyen en Buenos Aires; es ohvio que los hechos de 1919 le habían dejado algunas enseñanzas. En lugar de ofrecer franco apoyo a los sindicatos, confió a los comités la tarea de mantener el control sobre los votos de los obreros. Esto puede apreciarse con claridad en el caso de la FOM, el sindicato al cual estuvo más directamente ligado Yrigoyen antes de 1922. Durante la primera parte de la anterior presidencia, las relaciones entre la FOM y el comité radical de la Boca habían sido muy malas. Rivalizaban entre sí para ganarse la adhesión del vecindario. Luego de la Semana Trágica, verbigracia, los dirigentes de laFOM acusaron a los de! comité de haber tomado parte en la represión. Nicolás Selén,

anos mas tarde teman muy buenas relaciones. Selén, por entonces diputado nacional, había llegado a considerar a la FOM su principal aliado. En octubre de 1928 hubo una corta h?elga .portuaria contra las empresas de cabotaje; Selén tomo partido de inmediato por los obreros y acusó a las empres~s de haber financiado la campaña antipersonalista en las elecciones. En 1928 volvió a quejarse de las «simpatías foráneas» de las empresas navieras y su negativa a tomar en cuenta «al trabajador argentinü».522 Criticas expresadas en estos términos habían sido raras antes de 1922; ilustraban los m~evos ~lementos nacionalistas que habían impregnado al yngoyenismo en e! período de Alvear. Este apoyo permitió a la ~OM restablecer su antiguo ascendiente en la zona porruana. Aunque su viejo secretario, Francisco García murió en marzo de 1930, el sindicato siguió apoyando fir~emente al gobierno. 523 Lo mismo cabe decir del otr? grupo importante de trabajadores de la primera presidencia de Yrígoyen, los ferroviarios. En este caso mostró su importancia la estructura de los comités ct<;ada durante la campaña presidencial. Lo más que se mostró dispuesto a hacer Yngoyen fue a mantener reunione~ ?casionales c~~ La Fraternidad y la Unión Ferroviaria. Evito toda tentación de verse complicado en las numerosas pequeñas huelgas que Se sucedieron, descansando feliz a este respecto! .en sus intervenciones del pasado. Las ventajas que tenía utilizar la estructura de los comités son muy claras: el gobierno eludía así el estigma de ser identificado con los «agitadores», y J por lo demás, los comités constituían un instrumento demasiado débil como para forzar un aumento de salarios. Así, el gobierno evitaba también comprometerse de palabra o de hecho a conseguír para los trabajadores el tipo de beneficios a los que probablemente se opondría el capital extranjero.s'" Junto a ~sto debe n;e?c!onarse e! activo y efectivo apoyo dado a los Intereses británicos. Aunque hubo aún algunas disputas en torno de las viejas cuestiones de las tarifas de trenes y de tranvías, las relaciones con los ingleses fueron en general mucho mejores que antes. En 1929 era común que La Epoca los alabara en sus páginas, y los ingleses solían retribuir la atención. Daban sólido sustento a la nueva relación las disposiciones emanadas de las misiones D'Abernon, delegaciones comer-

246

247

el jefe de este último, contestó con la misma moneda diciend,? quela FOM co~stituía un «soviet».521 Sin embargo, diez

ciales enviadas por Gran Bretaña para ver los J;Iledios ..d~ ;om· batir la competencia norteamericana y reducir el déficit de la balanza comercial con la Argentina.52 5 El gobierno argentino hizo ciertas importantes concesiones. Se estableció la libre importación de gran cantidad de material rodante para los ferrocarriles del Estado, y se dieron prerrogativas en e! campo textil la más importante de las cuales fue la reducción de los derechos aduaneros sobre la seda. 52• Más adelante otro aliciente hrindado a los ingleses fue la importación . . ' de petro'1eo. 527 para la ref macion de'equipos De este modo, en 1929 la posición de Yrigoyen se había vuelto muy conservadora en aquellas esferas en que antes de 1916 había sido más progresista. Su estrategia general consistía ahora en aumentar o conservar su masa partidaria en la mayor medida posible mediante el patronazgo, y neutralizar a los grupos de presión promoviendo otras políticas que concordaran, en líneas generales, con sus intereses. El propósito era impedir que emergiera una situación corno la de 1919, y allanar e! camíno para e! principal objetivo del gobierno, que era la legislación en materia petrole.ra. .. La debilidad de los radicales en e! Senado nacional frustro

la concreción inmediata de sus esperanzas en tal sentido. Aunque en 1928 los yrigoyenistas habían obtenido una gran victoria en las urnas aún se hallaban en minoría en e! Senado. Las provincias del interior habían elegido con frecuencia a candidatos no yrigoyenistas en la época de Alvear, y los senadores radicales del primer gobierno de Yrigoyen se unieron, en general, a los antipersonalistas. Como consecuenc~a, cuando las leyes sobre e! petróleo llegaron al Senado, en setiembre de 1929, este simplemente se negó, por voto mayoritario, a con-

siderarlas.P"

Esto significa que la necesidad más apremiante era en 1929 controlar el Senado vale decir, controlar las provincias, y el único medio para ~l1o era dislocar a los partidos opositores mediante intervenciones federales. A partir de ellas se podría crear gobiernos de clientela que, en aquellas regiones en que

entre e! Ejecutivo y el Senado formaban parte de una cuestión más amplia: la de las relaciones entre Buenos Aires y las demás provincias; eran episodios en una larga tradición históríca de pendencias para apoderarse de los recursos natu-

rales de! país. Amén de constituir e! primer signo de nacionalismo económico en la Argentina, el problema del petróleo fue también importante en cuanto a las disputas regionales

y de clase. El petróleo podía ser usado para robustecer la posición de la oligarquía terrateniente de! interior o bien en beneficio de las clases medias dependientes porteñas. Las provincias mediterráneas sabían que si no ponían freno a las intervenciones, los yrigoyenistas de clase media del litoral con-

trolarían e! Senado y merced a ello tratarian de apropiarse de lo que consideraban sus recursos privados.

El asunto se puso candente a mediados de 1929. En 1928 San Juan y Mendoza habían elegido senadores de partidos antiyrigoyenistas; en el primer caso, el líder del «cantonismo» provincial, el propio Federico Cantoni, junto con su colega Carlos

Porto; en Mendoza, Carlos Wáshington Lenciuas, caudillo de una fracción populista dominada por su familia. El cantonismo y ellencinismo habían adquirido cierta importancia a fines de la década del veinte. Ambos encarnaban en

el tipo de alianza populista que oriel propio radicalismo. Eran conducidos

sus respectivas regiones

ginalmente personificó

por grandes terratenientes que contaban con el apoyo de arren-

datarios de pequeñas propiedades y de los comerciantes y artesanos pueblerinos. Al principio habían integrado la coalición radical, separándose de esta alrededor de 1918, cuando y rigoyen, mediante su control de las finanzas públicas y las intervenciones federales creó en las provincias del interior regímenes adictos a él, explotados a su vez en provecho de los consumidores urbanos porteños. Los más afectados por

estas medidas fueron los viñateros de Mendoza y San Juan y los productores de azúcar de las provincias del norte (Salta, Jujuy y Tucumán). Sin embargo, en estas últimas, a diferencia de las dos primeras, no 'se pudo crear partidos políticos

hubiera elecciones senatoriales inminentes, enviaran dóciles re-

que gozaran del favor popular, a causa de que los pequeños

presentantes al Senado nacional. En 1928 y 1929 el gobierno se hizo cargo por decreto de las provincias de San Juan, Men. daza, Corrientes y Santa Fe. Esto provocó una inmediata intensificación de las antiguas disputas regionales que habían reflorecido en distintas coyunturas durante e! primer gobierno de Yrigoyen. El \,roblema de! petróleo, las intervenciones federales y e! conílicto

propietarios no ocupaban un lugar relevante en la economía de las grandes plantaciones azucareras.v"

248

249

La importancia de los movimientos populistas de San Juan y Mendoza en 1929 derivaba de que los yrigoyenistas necesitaban controlar esas dos provincias para tener en sus manos

el

Senado nacional. Por ello, resolvieron impedir que Cantoni y los demás ocuparan sus bancas, impugnando la legalidad

de su elección; el asunto fue discutido formalmente en el Senado en un largo debate que tuvo lugar en julio de 1929.03 • En apariencia el motivo del debate eran los procedimientos electorales, pero la verdadera cuestión era la suprernacía política en términos regionales y de clase) y, en última instancia, el control de! petróleo por las clases medias de Buenos Aires o los terratenientes del interior. Cantoni, principal vocero de estos últimos, tenia importantes aliados en otros grupos antiyrigoyenistas de diversa especie; lo apoyaban la mayoría de los partidos conservadores provinciales y las facciones antipersonalistas con base en Santa Fe y otros estados pampeanos; en la Capital, el PSI, cuya influencia crecía, estaba con él. Por último, también consiguió e! apoyo de algunos pequeños grupos de extrema derecha que hablan aparecido durante la época de Alvear como restos de la Liga Patriótica y movimientos similares no tan notoríos."" Los debates generaron un creciente clima de violencia en Buenos Aires en la segunda mitad de 1929. En julio surgió una fuerza de choque paramilitar de los yrigoyenistas llamada e! Klan radical, expresión de lo que había de más oscuro en e! radicalismo. No era la primera en su tipo: en las luchas contra los disidentes partidarios de 1918 y 1919 la prensa había mencionado muchas veces una «guardia pretoriana del Presidente», compuesta, según se decía, de empleados públicos reclutados en los comités y de delincuentes de segunda categoría a quienes e! primer mandatario les habla perdonado su sentencia de cárcel. En el pasado, en circunstancias normales, esta fuerza de choque había servido meramente para desbandar los mitínes de los opositores al gobierno en época de elecciones, pero cuando se vivían momentos de tensión, como en el período del armisticio, no tardaban en salir a relucir las armas. El Klan de 1929 fue un vástago de esos primeros grupos, organizado al parecer por una serie de congresales yrigoyenistas que mantenían contacto directo con los comités partidarios de la dudad. Entre sus hazañas se contaron diversos ataques callejeros, cerca del Congreso, a opositores al gobierno y, en diciembre, el asesinato de Carlos W. Lencinas. Los grupos de derecha replicaron fundando en e! mes de octubre su propia organización, la Liga Republicana. Las escaramuzas a tiros entre ambos bandos se tornaron frecuentes. La Liga Republicana era una organización francamente autoritaria. El 14 de octubre de 1929 publicó un manifiesto en

el que se ponía en evidencia su oposición a la teoría y prác-

250

251

tica del gobierno representativo: «La Liga Republicana proclama que ningún plebiscito accidental tiene derechos contra la nación, y que las mayorías solo son respetables cuando eligen bien. Hay un derecho superior al de los ciudadanos y los partidos, y es e! derecho de la República a ser bien gobernada»."2 pese a la intensidad cada vez mayor de esta lucha, a fines de 1929 había pocas dudas de! triunfo de los yrigoyenistas, En agosto consiguieron vencer en los debates del Senado, y Cantoni y sus secuaces no fueron autorizados a ocupar sus bancas. En las escaramuzas callejeras de Buenos Aires e! Klan por lo general resultaba vencedor, y parecía probable que así habría de continuar en el futuro. A despecho de la violencia y de! clima de aguda tensión que originó esta lucha, en 1929 faltaban palpablemente las condiciones que hablan hecho de 1919 un año tan critico para e! gobierno radical. En e! ejército, los grupos que abogaban por un coup d'Etat estaban aún prácticamente aislados, sin apoyo de la élirc ni de! pueblo.'" Los propios grupos de la élite estaban enfrentándose entre sí a causa de la misión D'Abernon y de los anuncios de nuevos convenios con los ingleses. Así pues, la extrema derecha no consiguió la adhesión que había logrado en 1919. A diferencia de la Liga Patriótica, la Liga Republicana no tuvo apoyo popular; tampoco la prensa hacía referencia, al menos en este momento, a los «dos gobiernos», como había ocurrido en 1919 cuando a y rigcyen se le escapaba la autoridad de las manos. Aunque e! Review of the River Plate veía señales de desilusión em r, «el vasto ejército de buscadores de puestos, cuya admiraci:Sr y adulación del Primer Magistrado no está de! todo exente de amor interesado», en 1929 no hubo entre los adictos ~ y rigoyen defecciones en masa.nac Aunque a veces el patronazgo oficial no se estiraba tanto cuanto ellos hubieran querido, su hábil instrumentación aún mantenía unidos a los yrigoyenistas. La gran diferencia entre 1919 y 1929 era que e! surgimiento de una grave crisis política no privaba al gobierno de las simpatías de la clase media ni desencadenaba contra él la acción concertada de los grupos económicos de presión. Esto es bien notorio en los comentarios publicados por el Reoieu: 01 the River Plate en octubre de 1929; luego de describir 10$

sucesos diciendo que «no significaban nada más grave que una inquietud política superficial», defendía a Yrigoyen de la acusación de que era un «dictador», diciendo:

En ese preciso momento, como secuela inmediata de la quiebra de Wall Street en octubre de 1929, la Gran Depresión comenzó a hacer sentir sus efectos en la Argentina, luego de haber sido presagiada durante todo e! año por e! aumento de! déficit en la balanza de pagos. Este último traducía la caída de los precios agropecuarios en e! mercado mundial y la merma de las exportaciones, así como el hecho de que los fondos

de origen norteamericano, que en los últimos años habían sostenido la balanza de pagos, gradualmente retornaron a Estados Unidos como respuesta a las posibilidades especulativas. Así pues, la disminución de las exportaciones argentinas fue acompañada de una evaporación de los fondos de inversión que habían fluido hacia el país. La primera situación realmente crítica se produjo hacia fines de año, cuando a causa de un conjunto de condiciones climaticas adversas y de la lóbrega perspectiva prevaleciente en la comunidad agrícola la cosecha fracasó. Las consecuencias de esto se hicieron discernibles en primer lugar en el mercado urbano de trabajo vinculado al sector comercial externo. En noviembre La Epoca todavía informaba con satisfacción que los dirigentes ferroviarios realizaban visitas simbólicas a Yrigoyen para tenerlo al tanto de la forma en que progresaban las negociaciones con las empresas en materia de salarios;536 un mes más tarde, estas negociaciones habían cesado por como pleto, y los sindicalistas comenzaron a asediar a los funcionarios con quejas sobre despidos y aumento del desempleo. La depr~sión tuvo un impacto instantáneo en el gobierno; su autoconfianza fue prontamente desplazada por muestras cada vez más notorias de desesperación. En un intento -típicamente infructuoso- por dar la impresión de que hada algo para proteger a los obreros ferroviarios, el gobierno promulgó en diciembre un decreto por el cual se establecían siete días de vacaciones pagas en las líneas estatales; tenía la vana esperanza de que las empresas privadas siguieran su ejemplo, y de que conseguiría el crédito correspondiente.t'" Como en 1921, la depresión tuvo asimismo repercusión inmediata en el sindicato de los portuarios. Al poco tiempo, en los comienzos de 1930, cuando los embarques de la cosecha debían estar en su apogeo, Se tuvo noticia de que se estaban produciendo altercados entre los trabajadores con el fin de controlar las oportunidades de trabajo en el puerto, que disminuían velozmente.s'" Otro reflejo de la crisis fue que José Luis Cantilo, que en 1928 había sido reelecto intendente de Buenos Aires, empezó a organizar la provisión de alimentos y bienes de consumo baratos,539 medida semejante a la adoptada en 1920 para tratar de contrarrestar el aumento en el costo de vida. Las actividades de Cantílo al frente de la municipalidad eran un índice de que la depresión no solo incrementaba el desempleo sino que en breve lapso originó un perceptible aumento de los precios, combinación de efectos derivada fundamental-

252

253

«No se ve claramente en qué problema nacional verdaderamente trascendente el Presidente ha actuado como un dictador, y, comparada con el papel de ciertos jefes de gobierno europeos y latinoarnericanos, [ ... ] su conducción de los asuntos de la nación no ha originado cambios revolucionarios en el orden institucional o político de los acontecimientos que afecten notablemente el orden social, económico y jurídico de la vida nacional o la relación de la República con el resto de! mundo. [ ... ] Cualquiera sea e! fundamento de los cargos que se han hecho al Presidente de extralimitación en sus facultades, queda en pie e! hecho de que las consecuencias prácticas no han sido tales que pudieran dañar al ciudadano u hombre de negocios corrientes. El orden social no ha sufrido perturbaciones, y la vida económica de! país continúa por sus canales naturales. Los ejecutivos de importantes organizaciones comerciales e industriales que han tenido ocasión de departir con el Presidente en cuestiones vinculadas al comercio y el trasporte han hecho público su elogio de la evidente ambición de Su Excelencia de alentar todo tipo de empresa conducente al bienestar económico y prosperidad de la República».53'

En los tres últimos meses de 1929 e! gobierno había iniciado con gran determinación su segunda etapa: la organización de elecciones en las provincias intervenidas por decreto. A la sazón parecía haber capeado el temporal y estar en condiciones de introducir con éxito las leyes sobre el petróleo en las sesiones legislativas de 1930.

Depresión y revolución

originaba un egreso de oro, se suponía que el volumen de circulante se habría de contraer en una cantidad correspondiente; al reducir las reservas bancarias, esto impondría un freno automático- al crédito y obligaría a aumentar las tasas de interés. Así, una reducción en las existencias de oro ponía en marcha un proceso deflacionario automático hasta que la balanza de pagos alcanzaba e! equilibrio.540 Por otro lado, e! abandono de la convertibilidad de la moneda implicó que las condiciones monetarias y crediticias internas quedaran desvinculadas del sector externo y de la balanza de pagos. Uno de los objetivos principales de! gobierno en diciembre de 1929 fue evitar una deflación drástica y mantener en lo posible la actividad económica y las condiciones del crédito en los niveles previos a la depresión. Este intento de amortiguar los efectos de la depresión fue en buena medida un fracaso. El colapso del sector exportador desencadenó una desocupación creciente; además, al contribuir a mantener el nivel de demanda, la eliminación de la convertibilidad no hizo más que acelerar la presión inflacionaria, con la única consecuencia de desequilibrar aún más. la balanza de pagos, En el año fiscal 1929-30 el valor de las exportaciones declinó casi un 40 %; de 1.000 millones de pesos oro que hablan sumado el año anterior, se redujeron a solo 600 millones. Hubo tam-

bién una marcada declinación de las importaciones, de 1.135 a 735 millones de pesos oro en igual lapso, pero esta declinación no bastó para impedir que e! déficit de la balanza de pagos se incrementara en 276 millones de pesos oro."" Uno de los aspectos .más críticos de todo esto, empero, era que la merma en las Importaciones, sumada a la inflación local, socavaba la situación financiera del fisco. Como resultado de la disminución de los ingresos por impuestos a las importaciones las recaudaciones fiscales tuvieron una brusca caída, pese a 10 cual e! nivel del gasto público siguió durante un tiempo en aumento: en comparación con 1929, aquellas disminuyeron en 1930 alrededor de un 9 %, y el gasto aumentó . a! proporcion.' ., '42 E sto traducí en 19u ucra 1os esf uerzos d esesperadas de! gobierno por mantener su flujo de patronazgo y, por ende, su apoyo popular. Pero el hecho de que no se redujera el gasto público provocó un marcado incremento ·del déficit en los ingresos fiscales ordinarios, y por consiguiente de la deuda flotante. El déficit presupuestario de 1930 alcanzó los 350 millones de pesos moneda nacional, y la deuda flotante, la astronómica suma de 1.200 milloncs.v'" Si bien este nivel del gasto contribuyó a aliviar los efectos de la depresión al mantener el nivel de demanda, la inflación y el deterioro de la balanza de pagos eran sus facetas claramente negativas. También perjudicaba a los exportadores agropecuarios, La imposibilidad del Poder Ejecutivo y otras entidades oficiales de detener el gasto, y su búsqueda frenética de financiamiento interno para salvar la brecha de las recaudaciones fiscales, implicaron que las tasas de interés y las condiciones del crédito fueran extremadamente rigurosas. Hacia 1930 el valor de los bonos de Tesorería descontados que se comenzó a emitir a ritmo crecíente para enfrentar la merma en las recaudaciones totalizaba un tercío del crédito bancario pendiente total."!' Con esto, los beneficiarios tradicionales del crédito barato -los terratenientes ligados al mercado externo-- se vieron privados de él, en un momento en que tenían ante si la catastrófica perspectiva del colapso de sus precios y mercados. Esto mismo había sucedido ya en la posguerra, sentando las bases de la creciente oposición de los hacendados a las políticas populistas de Ytigoyen, pero en 1930 la crisis era mucho más general y profunda de lo que había sido en 1921 y 1922. El gobierno no ignoraba estos peligros. Poco después del de la Caja de Conversión procuró aliviar la presión soel crédito interno tratando de obtener préstamos externos

254

255

mente de la principal medida tnmada por el gobierno como respuesta a la crisis: en diciembre de 1929 cerró.l~ .Caja de Conversión, con lo .cual se abandonaba la convertibilidad del peso vigente desde el auge exportador en 1927. La medida tenia por objeto poner fin a la salida de oro resultante de una balanza de pagos desfavorable a! par que se mantenía el patrón oro. Asimismo, permitía que el peso argentino se cotizara de acuerdo con las variaciones en las divisas internacionales. Durante todo el año 11;130 el peso se depreció, con respecto al dólar estadounidense y a las principales monedas europeas, alrededor de un 20 % en promedio -uno de los motivos principales de la tendencia inflacionaria que

apareció ese añ~. Aunque los precios agropecuarios dismi-

nuyeron en general, en consonancia con la contracción de los mercados externos, los precios de las importaciones fueron forzados al alza por la veloz depreciación del peso. Esta súbita ola inflacionaria se vinculó con el cierre de la Caja de Conversión en otro importante aspecto. El sistema de convertibilidad de la moneda argentina habla sido ideado co-

mo- un mecanismo de regulación monetaria y crediticia. Toda vez que una situación desfavorable de la balanza de pagos

y así trasferir su deuda al exterior. /1. fines de! año 1929 logró un préstamo de 5 'millones de libras en la casa Baring Brothers de Londres, y en abril de 1930, 50 millones de dó.

lares de bancos neoyorquinos.é'" Pero no pudo conseguir nada más, y estas sumas eran insuficientes, con el añadido de

que al depreciarse e! peso implicaban un correspondiente aumento del endeudamiento neto del país, incrementando en última instancia la necesidad de nuevos préstamos cuando las

fuentes de la oferta ya Se estaban agotando. Por ende, e! aumento del endeudamiento externo era un curso de acción pe. ligroso, y a medida que trascurría el tiempo parecía más cer-

cana la posibilidad de que, a menos que se tomaran medidas para reducir drásticamente el gasto público, al gobierno le resultaría imposible cumplir con sus compromisos externos.F'" No es necesario aclarar qué significaba esto para los hacenda..

dos: desde e! punto de vista de sus mercados y de sus rela-

aco'.'teda en 19~9, e! último año próspero, en 1930 e! yrigo. yemsmo se habla convertido en una amenaza para los hacen, ~ados y com~rciante~. El gobierno no actuaba en cuanto a! npo ~e cambl?,. habla pasado a ser un gran competidor en materia de crédito y estaba llevando e! endeudamiento del país a. lit;- punto U:sostenible. Estas condiciones hicieron que las ptl~clpales entlda~es de los terratenientes y exportadores "e coaligaran contra el. En un memorando conjunto del 25 de agosto, la Sociedad Rural, la Unión Industrial y la Bolsa Je Cereales demandaron que se adoptaran enérgicas medidas para reducir el gasto público y se pusiera fin a la depreciación de! peso reabriendo la Caja de Conversión. De allí en más apenas había que dar un breve paso para e! golpe. militar. Una vez que los grupos descontentos dentro del ejército con. taron con el apoyo de los principales intereses económicos . , tuvieron vía libre para actuar.548

ciones de inversión, no podían ver en ello otra cosa que la

catástrofe definitiva. Amén de su creciente inquietud acerca de la política financiera oficial, los comerciantes y exportadores de Buenos Aires

comenzaron a quejarse por la imposibilidad de las autoridades de controlar la depreciación del peso. Se dijo que las compras de productos del país en el extranjero se habían freo

El derrumbe del apoyo de la clase media

argentinos. Luego de que fracasara e! intento de estabilizar la situación de! país en materia de divisas merced al présta-

Al mismo tiempo, su oportunidad para hacerlo se vio facilitada por otro factor vital: e! efecto de la depresión en las clases medias urbanas, que aniquiló e! apoyo popular de que gozaba Yrigoyen. En 1929 todo e! sistema de control de! go· bierno dependia de su capacidad de seguir apelando al gasto público y al patronazgo; pero ya a comienzos de 1930, alerta

mo de los bancos neoyorquinos, se exigió la reapertura de la

ante la amenaza de los terratenientes y en uná tentativa

Caja de Conversión y de los envíos de oro al exterior. Uno tras otro, los grupos que habían apoyado al gobierno en 1929 se volvieron rápidamente contra él. Por ejemplo, 27 de junio el Review 01 tbe River Plate declaró, en un debate sobre la cuestión de! tipo de cambio y la convertibilidad:

nuir poco a poco, no el gasto en cifras absolutas (este continuó incrementándose, en verdad) pero sí su ritmo, hasta llegar un momento en que resultó insuficiente para sostener

nado por razones especulativas, a la espera de una mayor depredación y el consecuente abaratamiento de los artículos

"La teoría de que una caída en e! valor de! peso en dólares, al limitar las importaciones y fomentar las exportaciones,

contrarrestada hasta cierto punto el nivel desfavorable de la balanza comercial prueba ser falsa dia a día. [ ...] y 10 lamentable es que, por sus amplias reservas en oro, la tina ha tenido todo este tiempo un arma suficientemente te y flexible como para reducir al mínimo el trastorno».647

desesperada por reducir la deuda flotante, comenzó a dismi-

la estructura de patronazgo creada. Incapaz de acoger bajo su paraguas protector a todos los que ahora, con la depresión y el desempleo, súbitamente exigían esa protección, la estructura comenzó a resquebrajarse; lo más notorio fue la repent~na ~rosión de los lazos entre el gobierno y los comités par-

tidarios. Y e! descalabro de! aparato partidario trajo consigo un esfuerzo concertado de la oposición para atacar al gobier-

no y usurpar el apoyo popular. Los primeros signos se evidenciaron á principios de 1930,

cuando desde e! Congreso y desde los principales órganos de En estas cuestiones económicas y financieras se halla una

prensa partidarios los yrigoyenistas elevaron sus voces de

las claves de la revolución de 1930. A diferencia de 10

protesta contra la falta de puntualidad en e! pago de los suel-

256

257

dos a la administración pública y la lentitud para llenar las vacantes pese a que el partido Se afanaba por aliviar la de" presión.P'" Meses más tarde el gobierno; en vez de aumentar

el nivel del gasto, lo redujo, e intentó despedir a algunos agentes públicos. De inmediato los yrigoyenistas presentaron mociones en el Congreso para que se adoptasen garantías legislativas, con el fin de que su clientela no perdiera sus puest05. 550 Para la época de las elecciones legislativas de marzo,

los yrigoyenistas ya estaban totalmente desmoralizados. En el Review 01 tbe Rioer Plate se leía: «El rasgo saliente de la campaña electoral han sido las discrepancias que exhibieron en todo el país los representantes del partido oficial (adictos al presidente Yrigoyen), y a juzgar por las manifestaciones actuales en muy pocas provindas existe un frente unido contra la oposición. En la Capital Federal, los yrigoyenistas son sin duda muy fuertes, aunque su pres-

tigio se ha debilitado recientemente por el abandono de la proverbial política yrigoyenista contenida en la frase «Del gobierno a casa». Tanto los diputados salientes de la Capital Federal como de la provincia de Buenos Aires han vuelto a presentar sus candidaturas casi en bloque, lo cual ha provocado gran insatisfacción en el electorado, ya que en el caso de muchos destacados dirigentes de los "Comités" locales su

lealtad fue pagada durante años con promesas de un cargo de diputado nacional ... y ahora esas promesas han demostrado ser vanas; como consecuencia, muchos adherentes a

Yrigoyen se sienten molestos, y en la mayoría de los distritos han surgido dos facciones dentro del partido, llamadas respectivamente los "reeleccionistas" y los "anti-reeleccionistas": y ha cobrado difusión que estas últimos evidenciarían su malestar votando en blanco».551

Aunque las divisiones de esta índole habían sido corrientes en el pasado, al disputarse diversas facciones el acceso preferencial a las fuentes de patronazgo, los yrigoyenistas siempre se habían ingeniado para resolver sus discrepanc~as en medida suficiente como para organizar campañas eficaces.

Por lo general había bastante maniobrabilidad como para repartir los cargos en forma equitativa, o al menos se podían hacer suficientes promesas creíbles como para crear un frente

todo

el trascurso de la campaña se sucedieron pendencias po-

co dignas entre los caudillos de un mismo o de distintos barrios. Dentro de los comités había facciones que se culpaban mutuamente de haber «arreglado» de antemano las candidaturas, y se acusó a los comités de haberse trasformado en «territorios feudales sujetos al monopolio de un único grupo o persona».552 Todo esto trasparentaba las mayores exigencias impuestas a la estructura de los comités barriales como consecuencia del deterioro provocado por la depresión, y los es-

fuerzos desesperados por no perder los contactos en el gobierno. Pero al profundizarse la depresión, la inflación erosionó los ingresos y creció la desocupación, multiplicándose el número de descontentos en el partido.

En la Capital Federal las elecciones representaron una derrota aplastante para los yrigoyenistas y un triunfo del PSI. En comparación con 1928, aquellos disminuyeron 'u caudal de 152.000 a 83.000 votos. En 1928 sus rivales más próximos en la Capital habían sido los antipersonalistas, con 60.000 votos; en 1930 los socialistas independientes obtuvieron 109.000. Además, los yrigoyenistas perdieron el apoyo obrero. En los barrios obreros el PS tuvo bastante éxito; sus votos aumentaron respecto de 1928 de 14.000 a 36.000, en tanto que los de los yrigoyenistas disminuyeron de 51.000 a 29.000. 553 En la provincia de Buenos Aires los resultados fueron bastante parecidos: Yrigoyen había obtenido 217.000 votos en 1928 y sólo logró 171.000 en 1930, en tanto que el Partido Conservador pasó de 73.000 a 154.000 votos. Hubo oscilaciones similares en Córdoba y Santa Fe. Peto lo interesante es que los yrigcyenistas perdieron mu~. chos menos votos en las provincias del interior, donde había menos vínculos con el gran sector exportador y, por lo tanto,

los efectos de la depresión no eran tan marcados. En Mendoza, por ejemplo, donde se había librado una gran batalla política con los lencinistas en 1929, los yrigoyenistas obtuvieron 27.000 votos en 1928 y 24.000 en 1930; para Salta las cifras respectivas fueron de 20.000 y 17.000, y para Santiago del Estero, de 27.000 Y 23.000. En general, cuanto mayor era la distancia a la Capital menos votos perdieron los yrigoyenistas en 1930. En parte esto puede atribuirse a prácticas electorales fraudulentas, más comunes en las zonas remotas y atrasadas; pero aun así estas netas diferencias regionales SU~

unido. Pero en 1930 se prepararon para las elecciones sin mucha fuerza ni entusiasmo. Los comités de la Capital movilizaron en modo alguno su acostumbrada energía. En

gieren bien a las claras que la pérdida de apoyo de los yrigoyenistas se debió en mayor medida a la depresión que a las luchas políticas de 1929.

258

259

Esta eieccron cambió totalmente el panorama respecto de los sucesos de 1929. Tan pronto se conocieron los resultados hubo nuevas explosiones de disgusto entre los yrigoyenistas de base y los dirigentes medios. Por primera vez en su carrera política el propio Yrigoyen fue blanco de los ataques de los grupos de clase media de los comités, que 10 acusaron de «no haber ayudado» al partido en las elecciones, de favorecer a «elementos ajenos» y de rodearse de una «nueva camarilla». Esto expresa, nuevamente, la importancia que habían adqui. rido los lazos de patronazgo en cuanto al apoyo popular del gobierno.P'" También por primera vez los adictos a Yrigoyen comenzaron a manifestar inquietud por su estado de salud, tornándose común atribuir los problemas del partido a su imposibilidad de manejar los diferendos dentro del gabinete. González, Oyhanarte y el vicepresidente Enrique Martfnez, que antes babían tenido sus propios imperios de patronazgo subsidiarios, se veían ahora obligados, para proteger su situación, a competir entre sí por una porción' mayor del cada vez más exiguo presupuesto oficia1. 55 f) Situaciones análogas se presen, taban en lasprovincias. En mayo de 1930, el gobernador saliente de la provincia de Buenos Aires, Valentín Vergara, fue asimismo atacado por los hombres del partido a causa de su displicente actitud en la distribución de cargos públicos.''" Es preciso hacer cierto hincapié en este punto, pues muchos relatos sobre la revolución de 1930 han aducido como principal motivo del colapso del gobierno la presunta senilidad de Yrigoyen. Una visión equilibrada de los hechos no permite sostener tal cosa. En ese período crítico Yrigoyen apareció en público probablemente con más frecuencia que en ningún otro de su carrera. Una circunstancia especial fue el 9 de julio, fecha en la cual, quebrando por completo sus hábitos, ofreció un banquete en la Casa de Gobierno para más de 4QO altos militares; luego envió un telegrama personal de felicitación al ejército por el empeño que había demostrado en la preparación del desfile de ese día.'57 Esto ilustra hasta qué punto era consciente Yrigoyen del peligroso grado de hostilidad hacia él en los círculos militares. Las interpretaciones que toman a Yrigoyen como eje de los acontecimientos tienen la dificultad de que trasforman con notable rapidez y muy pocas pruebas concretas al «líder experto» de 1928 en el «anciano senil» de 1930; por lo demás, no permiten comprender por qué se quebró la moral partidaria en esta última fecha. La corrupción y las disputas in-

ternas en el gabinete no eran nada nuevo. En cambio, la de. presión económica explica muy bien por qué la «senilidad» de Yrigoyen, la «corrupción» y la falta de espíritu partidario cobraron importancia cuando lo hicieron. por consiguiente, 10 que sucedió en 1930 fue que la depresión acabó en muy breve tiempo con el partido yrigoyenista, sacando a relucir hasta qué delicados extremos había depositado su confianza en el patronazgo oficial. Desaparecido este último, el gran movimiento triunfalista del periodo de auge de las exportaciones (1926 a 1929) en gran parte se desintegrQ, siendo imposible revivido en medio de una crisis económica de tal magnitud. La depresión destruyó también el prestigio personal de Yrigoyen y la imagen de Mesías que había cultivado a 10 largo de toda la década. Para la población en general, su venerada personalidad dejó paso a la de un anciano decrépito. En los meses de invierno la desintegración política se aceleró. Crecieron las dificultades financieras, las precios continuaton en alza y una vez completados los embarques de las cosechas e! desempleo aumentó a un ritmo aún más rápido. Al ahondarse la crisis, el gobierno respondió con una estridente propaganda, organizando manifestaciones de empleados públicos y tratando de ampliar el Klan radical para convertirlo en fuerza de choque contra los partidos opositores. Poco antes de! golpe, trató de ganarse las simpatías de prominentes conservadores ubicándolos en puestos claves. El día anterior al que se produjo aquel, por ejemplo, el ex presidente Figueroa Alcorta fue designado presidente de la Corte Suprema de Justicia.55 8 Tal vez el ejemplo más interesante de los esfuerzos realizados por e! gobierno para ponerse a cubierto de cualquier ataque fue la revitalización, en agosto de 1930, de sus antiguos contactos con los sindicatos. La Epoca publicó una serie de manifiestos, la mayoría de los ferroviarios, en apoyo de las autoridades electas. Se intentaba atemorizar a los grupos de opasici6n levantando el viejo espectro de 1919: una alianza entre e! gobierno y los obreros. Pero en 1930 ya no estaban en con. diciones de iniciar una rebelión ni en favor de! gobierno ni por ninguna otra causa. Cuando sobrevino el golpe militar no hubo prácticamente reacciones en la clase obrera.559 Ni los sindicatos ni los obreros por su cuenta apoyaban tanto al gobierno como para alzarse en su defensa; por lo demás, tampoco tenían los medios para hacerlo, ya que la depresión había impreso en ellos sus efectos deteriorantes.

260

261

En las críticas semanas anteriores al 6 de setiembre volvió a ponerse en evidencia hasta qué punto la depresión había cristalizado la hostilidad hacia el gobierno. Bandas de estudiantes comenzaron a organizar violentas manifestaciones en las calles de Buenos Aires. Como grnpo vitalmente interesado en las oportunidades de expansión que les abría el patronazgo oficial, se habían contado en el pasado entre los principales adictos de Yrigoyen. Los partidos opositores también aprovecharon la situación cuanto pudieron, como lo demuestra el siguiente extracto del preámbulo a un manifiesto que dieron a conocer los derechistas y los socialistas independientes el dia 15 de agosto: «[ Considerando] que los dineros públicos se despilfarran sin más criterio que el capricho del Presidente y las conveniencias electorales del partido oficialista, precisamente en momentos en que merman los recursos fiscales y el contribuyente sufre las tribulaciones propias de un malestar económico en vías de acentuación. »... que mientras el país tropieza con dificultades cada vez mayores para la colocación de sus productos en el exterior, el

Poder Ejecutivo abandona, con negligencia inexplicable, la gestión pública relacionada con los intereses agrarios. »... que a la crisis institucional se ha agregado una grave crisis económica, producida por la desvalorización de nuestro signo monetario y la falta de una obra positiva de gobierno ... ».560 El golpe militar de 1930 comprendió, pues, dos procesos fundamentales: la enajenación de los intereses conservadores H· gados a la exportación y de los grupos de poder pertenecientes a ellos, como el ejército, y la súbita pérdida de apoyo popular por parte del gobierno. Parece haber pruebas suficientes de que el principal factor subyacente en esos procesos fue la depresión económica. En 1930 el «conservadorismo» había llegado a exigir una posición de flexibilidad política y de control directo del Estado para proteger sus intereses económícos. En perfodos de auge de las exportaciones y de expansión la élite podía delegar su poder político en una coalición que abarcara a sectores de la población urbana, como el radicalismo; pero en medio de una depresión -como hasta cierto punto había demostrado la época de 1921 a 1924---los soportes objetivos de la alianza desaparecían de inmediato, apareciendo una situación de suma cero en la que un grupo o el otro se veía forzado a hacer sacrificios económícos.

262

La diferencia entre la depresión de posguerra y los acontecimientos de 1930 radica, obviamente, en el grado de severidad de ambas crisis. En 1930 el gobierno había fomentado tantas expectativas que le fue imposible encontrar el modo de repartir los sacrificios a que obligaba la contracción económica; sus intentos en tal sentido no hicieron más que levantar por doquier oposición contra él. Por último. como antes le había ocurrido a Alvear, el control del partido se le escapó de las manos a Yrigoyen. Así, se repitió una situación que ya se había presentado esporádicamente en 1919 pero de modo. mucho más acentuado, y los conservadores; las .c~ases medias urbanas pudieron unirse durante un lapso sufICIente como para derrocar al gobierno. De este modo paradójico llegó a un abrupto final la era de las alianzas políticas entre la élite y las clases medias urbanas, iniciada con la fundación de la UC en 1890. A pesar de que alentaron el golpe de Estado en la década del treinta las clases medias se vieron prontamente privadas de los frutos del poder ,d~ que habían gozado con Yrigoyen; fue por ello tan rápidamente se enfrentaron con el gobierno militar Uriburu. Después de setiembre el gasto público fue ine implacablemente reducido para aliviar la presión el crédito interno e impedir que el pais no pudiera cumplir lo~ c0!llpromisos contraídos con el exterior. Los prinperjudicados fueron los grupos de clase media depenMás adelante se introdujo un sistema de control camcastigaba a los consumidores urbanos al aumentar de los artículos importados; al mismo tiempo se todo lo posible por apuntalar la situación de los' terrateníentes, renegociando sus mercados, otorgándoles genecréditos y alentándolos a reducir sus costos mediante disminución de los salarios agropecuarios. Por muy dirazones, el radicalismo no logró recobrarse del daño en 1930. A partir de entonces, y si se exceptúan unos y esporádicos lapsos muchos años más tarde, fue sicmun partido de oposición.

La revolución de 1930 demostró que si bien la política gentina había adquirido ciertos rasgos híbridos durante los cuarenta años anteriores, la. supremacía de la élite terratenien. te y comercial de la región pampeana no había disminuido en ningún grado apreciable. El golpe diluyó la impresión que la introducción del gobierno representativo y el ascenso del yrigoyenismo habían hecho que el poder pasara a nuevas manos, y restauró una estrecha y neta relación entre el poder económico y el control formal del Estado. Pero esta no es sino una parte de la historia, ya que no [a la transición fundamental que tuvo lugar en esos cuarenta años. En 1890 sólo había un electorado relevante: la propia élite, En las batallas políticas de ese año se puede atisbar a ciertos sectores de la élite, los pertenecientes a la tratando de acicatear a las clases medias urbanas para movilizarlas en su favor. No obstante, cuando la crisis del noventa quedó atrás, la estabilidad fue reconquistada merced a número de pactos de facciones dentro de la propia élite, 1919, y sobre todo en 1930, la situación habíase modificado drásticamente. La élite se vio obligada a sopesar con cuidado la posición de la clase media urbana y a buscar apoyo antes de actuar contra Yrigoyen. Si, por ejemplo, generales Justo y Uriburu hubiesen intentado impedir reelección de Yrigoyen en 1928, es muy posible que se hieran enfrentado con una contrarrevolución popular. La cendenda de ese período radica, pues, en que signó la ción de una actividad política mucho más amplia y compleja que la hasta entonces vigente. Aunque entre 1890 y 1930 la élite siguió siendo, incuestionablemente, el factor de poder dominante en la sociedad argentina, dejó de actuar en un vacío político. La transición a un sistema pluralista ya se hizo evidente en 1901, cuando Pellegrini fue acosado por la presión popular y debió abandonar el gobierno. A partir de entonces la élite se vio forzada a buscar un marco de consenso y aliados políticos para

conSC)l1(lar su posición y ser capaz de proteger y promover intereses esenciales. La politización de nuevos grupos condujo a la adopción de la Ley Sáenz Peña en 1912, reforma concebida como la apertura de un camino para establecer una coalición entre la élite y los grupos de clase media nativos, que permitiera restaurar la estabilidad política y en parte conceder mayor vigor a la élite para su manejo de la clase obrera inmigrante. La ley excluía del voto a los inmigrantes y no se preocupaba en abso'uto por liberalizar o alentar la naturalización de extranjeros, por temor de que esto permitiera el surgimiento de partidos «extremistas» ajenos a la red de control conservadora. En consecuencia, menos de la mitad de la población masculina potencial adquirió el derecho al voto. El sistema se había creado de modo tal de mantener a los trabajadores en una posición subordinada, o a 10 sumo ofrecerles meras válvulas de escape para acelerar la desaparición del anarquismo. La huelga ferroviaria de 1912 demostró bien a las claras cuál era la posición de Sáenz Peña en materia de salarios. Por ende, la reforma tuvo importancia, esencialmente, por las concesiones que hizo a la clase media, más que como un auténtico intento de enfrentar el problema obrero. Merece destacarse que los cambios producidos en este periodo nunca se revirtieron totalmente. El golpe militar de 1930 fue una restauración conservadora, pero la política argentina retuvo con posterioridad a él muchos de sus nuevos rasgos pluralistas. El golpe destruyó al yrigoyenismo, a sus círculos de políticos de clase media y a la relación especifica que se había entablado entre la élite y la clase media a fines de la década del veinte; pero en ningún momento significó un retorno al siglo XIX. Más exacto es decir que logró que las clases medias retrocedieran y ocuparan el papel subordinado que la generación de Sáenz Peña había previsto para ellas, eliminando su carácter de eje del sistema electoral que ellas misrnas se habían adjudicado. En muchos aspectos, la década treinta implicó, más que una ruptura completa con el paun ajuste retrospectivo en la estructura política. El «fraude patriótico» del período de Justo, entre 1932 y 1938, en que los conservadores manipularon las elecciones en forma tal de conservar la presidencia, fue en esencia un ornamento más sólido agregado al sistema de participación cony limitada que había inaugurado Sáenz Peña. En ciertos aspectos puede considerarse a Justo como la persona que puso en práctica la idea del partido «orgánico» al que

264

265

12. Visión en perspectlva

aspiraron Pellegrini y Sáenz Peña; los respec~ivos esque~as implicaban la integrac~ón política ~e ~rupos ajenos a la, élite

pero en forma subordinada y restringida, de modo de. I.mpe-

dir la excesiva injerencia de grupos extraños en las declslO~es oficiales. Tanto Sáenz Peña como Justo com~arúan el ob!~­ tivo de mantener, de una u otra manera, el hderazgo políti-

co de la élite conservadora, y al mismo tiempo ganar para ella cierto grado de legitimidad popular. La diferencia entre Sáenz Peña y Justo era que en 1912 la élite podía contemplar la posibilidad de delegar el control del Estado en sus rivales políticos, mientras que en la década del treinta se vio obligada a excluirlos mediante cU~9uler procedimiento que estuviera etl; sus manos. Dos condiciones principales explican esto. La primera es que en. 1912 l~ oposición del radicalismo a la élite era muy superficial; mas allá de la competencia por los cargos públicos, la éli.te y los dirigentes radicales tenían antecedentes muy semeJant~s

.Y

una

común adhesión al desarrollo de la estructura economica establecida. La segunda es que en épocas de expan~ión económica los intereses de la éli te y de las clases medla~ urbanas eran suficientemente compatibles como para posibilitar una alianza política y admitir que estas últimas participa;a.n en cierta medida del poder. Ninguna de estas dos condiciones .,. . prevalecían en la década de 1930. Examinando con mayor detalle la propia historia del radicalismo, es evidentemente errónea la idea tradicional de e¡ue el partido fue desde el comienzo un órgano representativo de la clase media. Antes de 1924, fue controlado en gran m,; dida por una élite muy flexible de terratenientes. En la decada de 1890, el radicalismo revivió una pauta ya muy con~­ cida durante el siglo XIX: el pasaje del poder y del ~ontrol directo del Estado de uno a otro subsector de la élite conservadora. Su aparición fue parte de la reacción (precipitada por la depresión de 1890) que suscitaba el hec?o de que los

vía hacia los opositores de aquel. A ello se debe que disimulara sus llamamientos tras un velo de metáforas. Hasta fines

de la década del veinte, la heterogeneidad de su base impidió incluso que desarrollara un programa partidario. Los radicales recurrieron a una ideología metafísica y al prestigio de y rigoyen como mecanismos conciliadores que crearon lazos artificiales entre sus adictos. .

Hacia 1916, el radicalismo se había convertido en un partido de masas; poco después comenzó la transición que, a la postre, concedería un rol dominante a los grupos ?e .c~ase me-

dia por oposición a los dirigentes-hacendados pnrmnvos. El meollo de la cuestión residía en el triunfo electoral. La batalla continua en este sentido llevó al rápido aumento de los comités locales y de sus líderes de clase media. Cuanto más se expandían las atribuciones de los comités, más terreno perdian los antiguos dirigentes partidarios y más descoufiaba del gobierno la élite conservadora. En la ciudad de Buenos

gativa de las camarillas dominantes. Muchas de las abortadas revueltas radicales anteriores a 1912 fueron el trémulo final de una tradición de guerras civiles mediante las cuales las disputas de esta índole se resolvieron, a lo largo de todo el . , .. siglo XIX, dentro de la élite. La fuerza del radicalismo luego de 1905 derivó de su habilidad para movilizar el apoyo. p~pular a~ecuánd~se a una amplia variedad de grupos en distintas regiones. S~, con tal propósito, no lograba atraerse a un grupo determinado, se vol.

Aires, en particular, los intentos de los radicales por agenciarse el firme apoyo de distintos sectores urbanos comenzaron a chocar con los intereses de la élite. En la primera presidencia de Yrigoyen, la más importante esfera de conflictos fueron los manejos del gobierno con la clase obrera con el fin de ganar sus votos y minar la posición del PS, para lo cual tendió a favorecer la posición ne~ociado; ra de los sindicatos durante las huelgas. Esta estrategia logro cierto éxito en las huelgas marítimas de 1916 y 1917, pero fracasó al aplicarse a las huelgas ferroviarias de 1917 y 1918: Cuando estas últimas pusieron en peligro los intereses de los exportadores y de las empresas extranjeras, los gr~~os n~­ cionales y foráneos se unieron para enfrentar la palluca OfIcial; asf surgieron la Asociadón Nadonal del Trabajo en 1918 y la Liga Patriótica en 1919, y presionado por ellas el gobierno debió cambiar de rumbo. Digamos, entre paréntesis, que la búsqueda de antecede~tes a la relación de Perón con la clase obrera urbana en la década del cuarenta omite por lo general mencionar el papel del gobierno radical durante la Primera Guerra Mundial. Tanto Yrigoyen como Perón procuraron controlar a la clase obrera conquistando el apoyo de los sindicatos. La diferencia pnncipal entre ellos radica en la magnitud de los beneficios que cada uno pudo ofrecer. En la mayoría de los casos, Yrigoyen no tuvo para dar otra cosa que aliento moral, y en consecuencia su vínculo con los «sindicalistas» nunca se formalizó o institucionalizó. Perón no enfrentó, por 10 demás, una

266

267

beneficios y subsidios oficiales fueran, en ocasiones, prerro-

alianza como la Liga Patriótica, con apoyo militar y popular. Como en su época la antigua estructura del Libre Cambio ya estaba en buena parte desintegrada, pudo argumentar fren, te a otras clases sociales que la causa de los trabajadores ofre. da la posibilidad de una ampliación de! mercado iuterno favorable al programa de industrialización. Los vínculos de Yrigoyen con los sindicatos y las huelgas son un ejemplo de la creciente importancia política de la clase obrera a comienzos de! siglo xx. La historia de los sindicatos entre 1890 y 1930 puede dividirse en varios periodos, que corresponden, en general, a las condiciones prevalecientes en

e! mercado de trabajo y a los ciclos de! sector exportador. Hasta 1900 aproximadamente, en consonancia con la fase depresiva de la década anterior, los sindicatos fueron muy débiles. Entre 1900 y 1910 se vieron fortalecidos por el auge del sector primarío. Hacia 1910 ya evidenciaban nuevamente signos de debilidad, en tanto y en cuanto una cantidad cada vez mayor de inmigrantes saturaba e! mercado de trabajo urbano. El nuevo impacto depresivo de 1913 a 1917 volvió a debilitarlos; luego, hasta 1921, merced al aumento de las exportaciones, la recuperación de los niveles de la producción nacional, el incremento de la ocupación y la redistribución del ingreso en perjuicio de los asalariados, hicieron que aleanzaran e! punto culminante de toda la época anterior a la década de! cuarenta. La depresión de posguerra de 1921 trajo consigo un súbito colapso. A fines de la década del veinte había indicios de un resurgimiento, liderado por los ferroviaríos, pero una vez más quedó trunco a causa de la Gran Depresión. Suele considerarse que este periodo de la historia de la clase obrera fue homogéneo y que en él privó el movimiento «anarcosindicalista». Sin embargo, había entre el anarquismo y el «sindicalismo» gran diferencia. El primero era en buena medida la respuesta a las frustradas aspiraciones a la

movilidad de los inmigrantes europeos y a un grado relati-

la década de 1920 de una sociedad más abierta, con el aude los salarios, dio por resultado que los- sindicatos

cecliel'an hasta cierto punto a asociaciones pluric1asistas, colas comités ferroviarios yrigoyenistas. duda alguna, durante la guerra los «sindicalistas»' megracias a la protección de Yrigoyen; las exitosas huel-

portuarias de 1916 y 1917 hicieron de la FüM la caindiscutída del movimiento sindical. Asimismo, la súhiretracción del apoyo oficial en 1921, sumada a los efecde la depresión de posguerra, muy pronto llevaron al colapso de la FüRA. Las huelgas de este periodo ilustran que bien los «sindicalistas». se preocupaban mucho por los DOlctu"ri<)S y ferroviarios,. otros. grupos, como los barrendemurúcipales, los obreros de los frigorífisos y los metalúrgicos, les importaban mucho menos. Ejemplo notable de es Semana Trágica, en la cual grandes. sectores de la obrera se movilizaron espontáneamente en. una: huelga gef.enll. La espontaneidad y la violencia fueron consecuencia, parte, del bajo nivel de sindicalización, Muy distintas

fueron las huelgas de mediados de 1919, cuando los «sindiya habían logrado establecer una base más amplia firme. La gran significación de la Semana Trágica reside que ejemplifica los distintos niveles de coherencia ideológica entre los obreros y los grupos que constituyeron la Liga Patriótica. La huelga general de 1919 fue más una sucesión motines desarticulados que una rebelión obrera; en conla acción de la Liga reveló una unión y organización cabales, pese a que los motivos de su acción eran una

falsa y exagerada de las causas del malestar obrero. secuencia de acontecimientos durante la guerra puso de asimismo, que otro agente cardinal de la política ar-

anterior a 1930 fue el capital extranjero. Los inglemostraron en repetidas oportunidades que constituían un

poderoso grupo de intereses, aun cuando poco después de la su posición se vio desafiada por los norteamericanos. bien su vínculo con la élíte no careció de asperezas -cO lo demostraron, por ejemplo, los altercados en torno de tarifas de ferrocarríles-, hubo siempre entre ambos una comunidad de objetivos subyacente, según quedó ilustrado,

vamente escaso de diferenciación entre los obreros urbanos, en tanto que la aparición del «sindicalismo» coincide con la de grandes unidades productivas, mayores exigencias de especialización, salarios diferenciales y la nueva presencia de trabajadores nativos cuya respuesta de clase era por lo común menos extrema que la de los inmigrantes. Por su énfasis en la cuestión salarial, el «sindicalismo» cobraba importancia en periodos de gran inflación, que afectaba a algunos de los grupos antes más privilegiados. Por último, el surgimiento

particular, durante las huelgas ferroviarias de 1912 y 1917. muchos aspectos, los ingleses (y sus agentes en los direcde las empresas locales) fueron los motores principade la reacción contra la política laboral de Yrigoyen. Dada la relación que mantenían con la élite, no los afectó mucho

268

269

w

el cambio de gobierno en 1916. Durante la guerra carecieron de los medios para recurrir a su poder económico en una for-

ma crudamente imperialista, pero pudieron alcanzar la m~~or parte de sus objetivos acomodándose al marco ~e la política nacional. Sacaron amplio provecho de la xenofobia y losgrandes prejuicios clasistas de la so.cledad argentm~, y manipularon a su antojo grupos de presten como la Sociedad Rural y la Asociación Nacional de! Trabajo. Por último, los sucesos de mayo y junio de 1921 vinieron a dem?strar q,:,; también podían controlar movimientos como la LIga Patriótica, q?e tenía considerable apoyo fuera de los sectores empresariales internos. Luego de su fracaso con los sindicatos, y en un ~s~uerzo por contener su pérdida de apoyo popular te! presllglO. que ganaban grupos rivales como la Liga Patriótica, el gO!;l1erno radical apeló más concretamente en 1919 a sus relaciones con la clase media, presagiando e! advenimiento de la política de patronazgo y la creciente i?Iportancia .de los «aparatos» partidarios en la década del veinte. A partir de entonces cr~­ ció rápidamente la influencia de los grupos de clase media en e! radicalismo, y la posición de Yrigoyen .IIegó a de~ender de conservar la adhesión de las clases medias dependientes. Este fue el origen de! problema político central de. e.sa década: la magnitud y distribución del presupuesto O~IC!al. Teniendo en cuenta e! carácter general y los objetivos del radicalismo, 'puede decirse que no se difere~c!aba d<; otros movimienrosoonaervadores populares de América Latina, El partidoperseguíacomo meta perpetuars~ en e! poder c0t;' e! fin de alcanzar un sistema .estable, mediante e! cual pudiera conceder 'heneficies simulténearnente a diversos grupos sociales. Su:raison d'étre giraba-en torno de problemas distributivos más que en torno ,de la reforma o el cambio social. Pese a que pretendía mejorar 1asituación de la clase obrera,. la UCR no ·era 'un partido 'que abogase por la reforma social, Análogarnentecsus 1azoscon los consumidores de clase media le :impidieroll promover la industrialización, por lo menos hasta 'que Iacuestién .del 'petróleo adquirió prominencia, a fines de 10 .décadadel veinte. Finalmente, debido a sus conexiones con 105 'terratenientes (que nunca desaparecieron) tampoco ,¡jbog6 ']Dar la reforma agraria, ~~ lo esencial,. su objetivo (era incrementar la tasa de crecimiento económico y utilizar -el sistema político para distribuir una cie:ta proporción del excedente, con vistas a crear una comunidad orgánica. 270

Para aclarar y destacar mejor un punto de! que ya nos hemOS ocupado, digamos que en su conjunto este período ilus-

tra el tipo de condiciones que permitían una ampliación de la estructura institucional y favorecían la participación po-

pular, y aquellas otras q,;,e iban _en contra de todo ~Ilo: La introducción de la Ley Saenz Pena y e! auge del radicalismo luego de 1905 reflejaron la común adhesión de los exportadores y de los consumidores urbanos a una economía especializada en la producción de artículos primarios. Este común apoyo al Libre Cambio, que otorgaba a la industria nacional un papel apenas secundario, se vio fortalecido en períodos de crecimiento .econó~icoJ cuando los sectores dominantes de la clase media tuvieron acceso al excedente eCOnómico gracias a su penetración en la burocrac:i:a y en las profesiones liberales urbanas. Pero si en esas épocas el radicalismo florecía, se marchitaba y decaía velozmente en períodos de estancamiento o depresión. Entonces la élite no podía ganarse a los grupos de clase media permitiendo un aumento de! gasto público. Tanto los años 1921-24 como 19JO ilustran que en épocas de depresión el programa deflacionario de la élíte productora entraba en agudo conflicto con los intereses inflacionarios de la clase media consumidora. Ello destruía de imnediato cualquier alianza previa y llevaba a una lucha franca por el poder. Otro rasgo interesante de esta sociedad era e! carácter «dependiente»' de su clase media urbana, que comenzó a ponerse de manifiesto alrededor de 1900. Su surgimiento como grupo coherente coincidió con la recuperación del sector primario después de la depresión del noventa y con e! advenimiento de una nueva generación, la de los. hijos de 105 inmigrantes europeos, de gran movilidad ascendente. Las características de este grupo eran Ull reflejo del peculiar desarrollo del sector industrial y de la relativa ausencia de oportunidades dentro de! sector privado para los grandes empresarios, los gerentes y empleados de alta jerarquía nativos. Los estratos superiores de la clase media urbana tendieron a ocupar una posición parasitaria respecto de la élite, y por su dependencia del gasto público adoptaron algunos. rasgos propios de los rentiers. La peculiar estructura social urbana sirvió de "ase' a muchos de los rasgos distintivos de la política en Ja, época' radical. Habida cuenta de su necesidad de recorrer un camino intermedio entre los intereses de los productores rurales y los de los consumidores urbanos, el radicalismo [avoreció marcada-

27!

mente a Buenos Aires en desmedro de otras regiones. Cuando esos dos sectores entraron en conflicto, como ocurrió en y 1929, hizo concesiones a los intereses de los consumidores restándolas a las zonas políticamente menos significativas interior. Aunque el radicalismo alcanzó un desarrollo nacio~ nal y demostró ser capaz de adaptarse a las diversas condi. dones locales, perpetuó e intensificó la hegemonía de Buenos

Aires sobre el resto de! país. La estructura social de la Argentina urbana determinó tam-

bién la importancia política del sistema de patronazgo tal y e! estilo de la actividad local de los radicales, con su énfasis en los vínculos zonales y su fuerte favoritismo por el sector terciario. Influencias análogas eran notorias en el tipo

de prebendas con que traficaban los comités y los caudillos de barrio para reclutar adeptos. Uno de los motivos de que la Ley Sáenz Peña fuera tan frugal eu su concesión del sufragio fue que la élite conservadora tenía escaso control de las ocu-

paciones urbanas, fuera de las que pertenecían al Estado. La política porteña llegó a tener un gran parecido con la de Tammany Hall," si bien en la Argentina ningún partido alcanzó la magnitud de los norteamericanos de fines del siglo XIX. Como e! sistema no daba lugar, en general, a los empresarios privados, lo más que podían brindar los caudillos de barrio era puestos públicos y pequeñas obras de caridad. Resultó difícil expandir el sistema a fin de convertirlo en un vehículo para la asimilación y la movilización política

de los inmigrantes; fuera de los subsidios lisos y llanos, solo era capaz de gestos paternalístas bastante superficiales -los centros de atención médica y asesoramiento jurídico gratuitos, y los famosos repartos de vino y empanadas en las noches anteriores a las elecciones-o No estaba en condiciones, por ejemplo, de conseguir trabajo en el comercio o la industria para los inmigrantes. Como resultado, solo las clases

medias dependientes tuvieron nn papel destacado en e! sistema político.

Esto tuvo cierta importancia también en el fracaso del PS. Además de tener reputación de sectarios, luego de 1916 los socialistas se vieron desplazados primero por el surgimiento

de los «sindicalistass y luego por e! aparato partidario radical. Fueron incapaces -de desarrollarse coherentemente como

partido 0 como alianza de clases. El único grupo socialista que 10gr6 éxito en la década de! veinte fue el PSI, fundado en 1927 y que abandonó la idea de Juan B. Justo de implantar una social-democracia a la europea, inclinándose en cam272

por el sistema norteamericano de los aparatos partidaríos que parecía más adecuado en una sociedad en la

grandes aspiraciones de movilidad social. política urbana solo pudo comenzar a trascender la estreestructura de patronazgo estatal utilizada por los radicales cuando creció el sector industrial. Si antes de la Primera

Guerra Mundial la industria hubiera sido más fuerte, podría haber tenido mayor éxito un intento por incorporar a los

inmigrantes a la política. Aunque e! proceso de industrialización aún está inconcluso, el rápido crecimiento de una economía industrial fue uno de los rasgos más notorios del pe-

riodo posterior a 1930. El populismo burocrático de! yrigoyenismo fue poco a poco dejando lugar a nuev~s partidos 'políticos, que deseaban llegar al pod~r con e! objeto de apli~~r políticas impersonales en favor de mtereses globales específicas, en lugar de un sistema de conduc~ión p¡;rsonal del patronazgo oficial. De todos modos, e! an~lguo .SIstema no ha desaparecido del todo y e! patronazgo sigue siendo un e!~mento importante en la política argentina y en la perduración de! propio radicalismo. En la mayoría de los aspectos, e! primer ""perimer:t~ de democracia popular realizado en la Argentina termino en e! fracaso. Casi todos los problemas que pretendió resolver eran tan evidentes en 1930 como 10 habían sido veinte o treinta años atrás. Fundamentalmente, el radicalismo no consiguió

superar e! problema de la inestabilidad p,?lítica: .en verdad, fue su mayor víctima en e! siglo xx. A dlferencl~ de movímientes similares habidos en otros lugares, fue incapaz de

esbozar una fórmula adecuada para conciliar entre sí a los diversos grupos que representaba o aspiraba a rel?resentar. La experiencia radical tiene muchos puntos de semejanza c0!l

una pauta de abortado reformismo qu~ ha llegado a ser h~bl­ tual en América Latina. Ilustra la futilidad de pretender Implantar un cambio o tratar de llevarlo a la práctica sin contar con los indispensables instrumentos de poder para ello. El aporte del radicalismo al desarrollo de la sociedad argentin.a tuvo más bien el carácter de un precedente o de una anticipación del futuro que el de una realización ~fectiva . .Fue

el reflejo de la aparición de una estructura SOCIal pluralista, pero también mostró por primera .vez las dific~tades de aplicar un sistema de poder compartido en una SOCiedad con marcada inclinación hacia e! elitismo y los privilegios tradicionales. Postergó temporariamente los conflictos sociales, pero no los superó.

273

Related Documents

El Rey David
May 2020 20
El David De Barcelona
June 2020 13
David
April 2020 40
David
November 2019 66
David
May 2020 38
David
November 2019 50

More Documents from ""