El Poeta Enamorado Jose Angel Buesa

  • July 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View El Poeta Enamorado Jose Angel Buesa as PDF for free.

More details

  • Words: 38,527
  • Pages: 262
José Ángel Buesa “El Poeta Enamorado”

REPS

2

José Ángel Buesa Ala y raíz Ala y raíz: la eternidad es eso. Y aquí, de frente al mar, en la ribera, la vida es como un fruto que cayera de un alto gajo, por su propio peso. Ala y raíz. Y el ala, sin regreso, a la raíz, con sed de primavera: que así el confín de la emoción viajera duerme a la sombra del follaje espeso. (El mar corre descalzo por la arena. Mi corazón ya casi es sólo mío. El ancla está aprendiendo a ser antena y el latido unicorde se hace escala. Después, libre del tiempo, en el vacío, Así: ¡mitad raíz y mitad ala!) 3

A una lágrima Gota del mar donde en naufragio lento se hunde el navío negro de una pena; gota que, rebosando, nubla y llena los ojos olvidados del contento. Grito hecho perla por el desaliento de saber que si llega a un alma ajena, ésta, sin escucharlo, le condena por vergonzoso heraldo del tormento. Piedad para esa gota, que es cual llama de la que el corazón se desahoga cual desahoga espinas una rama. Piedad para la lágrima que azoga el dolor, pues si así no se derrama, el alma, en esa lágrima se ahoga...

4

A veces A veces se ilumina lo que es sombra, otras veces lo que es noche perpetua para mi pensamiento, y sé cómo coinciden las aves y los peces, los hombres y los árboles, la eternidad y el viento. Pero también a veces la noche se ilumina con el relámpago triste hasta lo más lejano; y no comprendo entonces el rencor de la espina, ni los pozos sin agua, ni los surcos en vano. Y así es mejor ser ciegos, vagar en las tormentas y olvidar las preguntas que nadie nos responde; y seguir en las sombras, peregrinando a tientas sin saber hasta cuándo, ni por qué, ni hasta dónde.

5

Ah, sí, ya abrí mi casa Ah, sí, ya abrí mi casa para todo el que llega, para todo el que pasa. Sobran salud y pan, y, sin embargo, hay algo en esta miel con sabor amargo. Y desdeño mis bienes, estos bienes ganados con sangre y con lamentos, y envidio el hombre sucio que despide los trenes viendo crecer sus hijos alegremente hambrientos.

6

Acuérdate de mí Cuando vengan las sombras del olvido A borrar de mi alma el sentimiento, No dejes, por dios, borrar el nido Donde siempre durmió mi pensamiento. Si sabes que mi amor jamás olvida Que no puedo vivir lejos de ti Dime que en el sendero de la vida Alguna vez te acordarás de mí. Cuando al pasar inclines la cabeza Y yo no pueda recoger tu llanto, En esa soledad de la tristeza Te acordarás de aquella que te amó tanto. No podrás olvidar que te he adorado Con ciego y delirante frenesí 7

Y en las confusas sombras del pasado, Luz de mis ojos, te acordarás de mí. El tiempo corre con denso vuelo Ya se va adelantando entre los dos No me olvides jamás. ¡Dame un recuerdo! Y no me digas para siempre adiós.

Alma musical Yo soy borracho. Me seduce el vino luminoso y azul de la Quimera que pone una explosión de primavera sobre mi corazón y mi destino. Tengo el alma hecha ritmo y armonía; todo en mi ser es música y es canto, desde el réquiem tristísimo del llanto hasta el trino triunfal de la alegría. Y no porque la vida mi alma muerda ha de rimar su ritmo mi alma loca: aun más que por la mano que la toca la cuerda vibra y canta porque es cuerda. Así, cuando la negra y dura zarpa 8

de la muerte destroce el pecho mío, mi espíritu ha de ser en el vacío cual la postrera vibración de un arpa. Y ya de nuevo en el astral camino concretará sus ansias de armonía en la cascada de una sinfonía, o en la alegría musical de un trino.

Amamos porque sí… Amamos porque sí, sencillamente porque sí, sin saberlo, como cuando la espiga se levanta, como la lluvia cuando está cayendo, como el viento que pasa y no lo sabe y sin embargo, pasa y es el viento. Amamos porque sí, sencillamente porque sí, sin razón y sin remedio, como se seca un pozo, como se empaña a veces un espejo, como una fecha que cambió de día o un nombre que olvidamos en un sueño. Amamos porque sí, sencillamente y no importa en qué tiempo, si en un amanecer de primavera 9

o en un lento crepúsculo de invierno, pues si el árbol lozano da más flores son más dulces los frutos de los árboles viejos. Amamos porque sí, sencillamente por un porqué fatal que no sabemos, como el traje de luto para un niño o como las estrellas para un ciego, como van hacia abajo las raíces y hacia arriba las ramas con las hojas por dentro. Amamos porque sí, sencillamente porque sí, porque es cierto, como un anochecer al mediodía, como una llamarada sobre el hielo, como resucitar estando vivos sólo para morir sin haber muerto. Amamos porque sí, sencillamente. Sencillamente, como pasa el viento…

Amor insatisfecho Mi corazón se siente satisfecho de haberte amado y nunca poseído; así tu amor se salva del olvido igual que mi ternura del despecho. Jamás te vi desnuda sobre el lecho, ni oí tu voz muriéndose en mi oído; 10

así ese bien fugaz no ha convertido un ancho amor en un placer estrecho. Cuanto el deleite suma a lo vivido acrecentado se lo resta el pecho, pues la ilusión se va por el sentido. Y en ese hacer y deshacer lo hecho, sólo un amor se salva del olvido, y es el amor que queda insatisfecho.

Amor prohibido Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente al cambiar un saludo ceremonioso y frío, porque nadie sospecha que es falso tu desvío, ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente. Solo tú y yo sabemos porqué mi boca miente, relatando la historia de un fugaz amorío; y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío... y aún nos arde en los labios algún beso reciente. Solo tú y yo sabemos que existe una simiente germinando en la sombra de este surco vacío, porque su flor profunda no se ve, ni se siente. Y así, las dos orillas, tu corazón y el mío, 11

pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente.

Amor tardío Tardíamente, en el jardín sombrío, tardíamente entró una mariposa, transfigurando en alba milagrosa el deprimente anochecer de estío. Y, sedienta de miel y de rocío, tardíamente en el rosal se posa, pues ya se deshojó la última rosa con la primera ráfaga de frío. Y yo, que voy andando hacia el poniente, siento llegar maravillosamente, como esa mariposa, una ilusión; Pero en mi otoño de melancolía, mariposa de amor, al fin del día, qué tarde llegas a mi corazón...

12

Aniversario Hoy hace un año, justamente un año. Y llueve como entonces en el atardecer. Y es una lluvia lenta, tan lenta que hace daño, porque casi no llueve ni deja de llover. Mi pena es una pena sin tamaño, en el tamaño triste de un nombre de mujer, aunque la gente pasa sin saber que hace un año, y aunque la lluvia ignora que llueve como ayer...

13

Aria de luto Tendrá que suceder, hoy o mañana, en cualquier parte y de cualquier manera, --puede ser que bajando una escalera o puede ser que abriendo una ventana. Sucederá tal día de semana, sencillamente, sin llover siquiera, en el banco de un parque en primavera o en un hotel de una ciudad lejana. Así sucederá, como un espejo que se queda de pronto sin reflejo, porque crece la sombra o porque sí. Irá de puerta en puerta un viento loco, 14

y tú también te morirás un poco con algo tuyo que se muere en mí...!

Arte poética Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida, la estrofa que más vive, siempre es la más vivida. Un mal verso supera la más perfecta prosa, aunque en prosa y en verso digas la misma cosa. Así como el exceso de virtud hace el vicio, el exceso de arte llega a ser artificio. Escribe de tal modo que te entienda la gente, igual si es ignorante que si es indiferente. Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas, sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas. Y sobre todo, en arte y vida, sé diverso, pues sólo así tu mente revivirá en tu verso. 15

Así, verte de lejos Así, verte de lejos, definitivamente. Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer. Y sí que como el agua que brota de una fuente aquellos bellos días ya no pueden volver. Así, verte de lejos y pasar sonriente, como quien ya no siente lo que sentía ayer, y lograr que mi rostro se quede indiferente y que el gesto de hastío parezca de placer. Así, verte de lejos, y no decirte nada ni con una sonrisa, ni con una mirada, y que nunca sospeches cuanto te quiero así. Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo, la noche entera es corta para soñar contigo y todo el día es poco para pensar en ti.

16

Balada de las recapitulaciones Todo es igual y siempre: Yo, la noche, el olvido -acá abajo las rosas y allá arriba los astros. Y el hombre y sus preguntas. Y nadie y su silencio. Y un gran montón de escombros floreciendo y girando. Todo es igual: el río, las espigas, la nieve, las lágrimas, las fechas. Todo es igual y en vano. A veces, en otoño, la música del bosque nace en las hojas secas del compás de mi paso, y hay nubes parecidas a las cosas que pienso, y me duele en los hombros lo que quisiera un árbol; pero después no importa: lo que pasa o se queda, lo que sueño y olvido, todo es igual y en vano. Libros de letras torpes, viejos pozos vacíos, turbio espejo en la sombra, negra espuma en el vaso; sello del rey asirio bajo costras de arena; mandolina del paje, talismán del templario; y nada más que el tiempo soplando su ceniza, y otra vez y cien veces, y todo igual y en vano. Y decimos: “Ya es tarde”. Y aún así pasa el viento. Y el viento nada dice, pero sigue pasando. Y decimos: “No importa”. Y al mirar hacia arriba recorremos a tientas los caminos de abajo. Y decimos entonces: “Está bien”. Y no importa, y es tarde y, como siempre, todo es igual y en vano. 17

Balada del loco amor I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas; sólo que, a diferencia de la espiga y la flor, cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor. No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío saben secretamente que no hay amor tardío. Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta, la toca desde adentro, porque ya estaba abierta. Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde, pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde. II Amor, el niño loco de la loca sonrisa, viene con pasos lentos igual que viene a prisa; pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco lanza al azar su flecha, por divertirse un poco. Así ocurre que un niño travieso se divierte, y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte. Y más, cuando la flecha se le encona en la herida, porque lleva el veneno de una ilusión prohibida. Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde Y ni siquiera entonces el amor llega tarde. III No, yo no diré nunca qué noche de verano me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano. No diré que esa noche que sólo a ti te digo se me encendió en la sangre lo que soñé contigo. No, no diré esas cosas, y, todavía menos, la delicia culpable de contemplar tus senos. Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada, que era como la llave de una puerta cerrada. 18

Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor, y ni siquiera entonces llegó tarde el amor

Balada del mal amor Qué lástima muchacha, que no te pueda amar. Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha, y tú un arroyo alegre que sueña con el mar. Yo eché mi red al río… Se me rompió la red… No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío, pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed. Se besa por el beso, por amar el amor… Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso, pues sólo nace el fruto cuando muere la flor. Amar es tan sencillo, tan sin saber por qué… Pero así como pierde la moneda su brillo, el alma, poco a poco, va perdiendo su fe. ¡Qué lástima muchacha, que no te pueda amar! Hay velas que se rompen a la primera racha, ¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar! Pero aunque toda herida deja una cicatriz, no importa la hoja seca de una rama florida, si el dolor de esa hoja no llega a la raíz. La vida, llama o nieve, es un molino que va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve, triturando el recuerdo de lo que ya se fue… Ya lo mío fue mío, y ahora voy al azar… 19

Si una rosa es más bella mojada de rocío, el golpe de la lluvia la puede deshojar… Tuve un amor cobarde. Lo tuve y lo perdí… Para tu amor temprano ya es demasiado tarde, porque en mi alma anochece lo que amanece en ti. El viento hincha la vela, pero la deshilacha, y el agua de los ríos se hace amarga en el mar… ¡Qué lástima muchacha, que no te pueda amar!

Balada del Soldado John Smith I Iban diez mil soldados bajo la lluvia y el cielo gris; diez mil rostros amargos bajo el casco de acero, marchando por el lodo sin fin. Uno solo, entre tantos, sonreía: Era el soldado John Smith. Cuatro semanas antes, en el momento de partir, diez mil madres lloraban. Una sola sonreía, feliz. Una sola. ¿Sabéis quién era? -La madre del soldado John Smith. 20

En su granja de Ohio, cuando la feria del maíz, una gitana de ojos remotos y brusco perfil, contempló largamente la mano de John Smith. -”Generales y emperadores se descubrirán ante ti… Veo un desfile de estandartes y un monumento en el confín… Hallarás la gloria en la guerra, John Smith” II Bajo la lluvia y el cielo gris, marchan hacia la muerte diez mil hombres que no quieren morir. Sólo sonríe uno, alto, flaco, pecoso: se llama John Smith. Sólo una, entre diez mil manos, acaricia el fusil. Quisieran decir que no, diez mil bocas. Sólo una dice que sí. Son la mano y la boca del soldado John Smith. Y cuando un oficial desenfunda su sable y un hombrecillo sopla un clarín, el primero en calar la bayoneta y disponerse a combatir, el primero de todos, es el soldado John Smith. 21

Y allá va, chapoteando en el fango, con un heroico frenesí. Se siente capaz de algo grande y seguro de no morir. Es el que siempre va delante: es… John Smith! Ya han muerto Jack, y Dick, y Denny. Y otros cien más. Y luego, mil. Pero él recuerda a la gitana, cuando la feria del maíz: “Hallarás la gloria en la guerra, John Smith!”. Sí: es el único que sonríe… Pero deja de sonreír. Un asombro agranda sus ojos y su mano suelta el fusil. Con un hueco negro en la frente, cae el soldado John Smith. III Junto al viejo molino, de ruidosas aspas de zinc, en la abandonada trinchera que parece una cicatriz, se oye un ruido de palas y alguien dice: “Cavad aquí…” Hermoso sol, clara mañana de abril. Ya se van viendo los cadáveres de los que no querían morir. -Hay uno, con un hueco en la frente, junto a un oxidado fusil. 22

Y es colocado en un suntuoso ataúd de marfil, y conducido solemnemente por los bulevares de París, y depositado en un monumento de mármol rosa y piedra gris. Generales y emperadores se descubren al pasar por allí, y resuenan las botas de los regimientos entre intermitentes toques de clarín: En la tumba del Soldado Desconocido, reposa para siempre John Smith!

Balada del tulipán negro. Karl Gustav Van der Meyer era un gran jardinero. Allá en su alegre Holanda, de cofias y de molinos, donde canales y suecos, Karl Gustav Van der Meyer, soñaba con la gloria de un tulipán fastuosamente negro, íntegramente negro, como las noches árticas, como un luto total de terciopelo...ardiendoY era así, día a día y año a año, y sueño era un sueño, pero el, imperturbable, regaba sus macetas, meditando en abonos y en injertos... y a veces, distraído, 23

se guardaba los bulbos en los bolsillos del chaleco.ardiendoKarl Gustav Van der Meyer, indiferentemente, vio blanquear sus cabellos... pasó el amor un día y el se encogió de hombros, para seguir soñando con tulipanes negros.ardiendoPero una noche, alguien saltó la tapia, alguien con un puñal, y el jardinero cayo de bruces sobre sus macetas, muerto. Y alguien cavo en la tierra, echó el cadáver y tapó aquel hueco.ardiendoKarl Gustav Van der Meyer se quedó para siempre en la penumbra de su invernadero. Ah! pero un día, un día se vio brotar del osuelo un tulipán de luto, fastuosamente negro, íntegramente negro...ardiendoKarl Gustav Van der Meyer no pudo ver su gloria, pues la abonó su propio cuerpo. Karl Gustav Van der Meyer no supo que su muerte le dio vida a su sueño. Karl Gustav Van der Meyer siempre llevaba bulbos en los bolsillos de su chaleco.ardiendoPor los viejos canales siguen pasando barcas y aun giran como entonces los molinos de viento, las muchachas sin novio regresan el domingo entre un blancor de cofias y un trepidar de zuecos...ardiendoAh! y sin embargo, Karl Gustav Van der Meyer era un gran jardinero.ardiendo

24

Balada en la alameda. Era el silencio miel sobre seda, y era un ungüento de paz la brisa. Yo iba del brazo con tu sonrisa por la alameda. Tu boca dulce como un olvido me dio sus jugos bajo el follaje, y su chasquido rozo mí oído como un plumaje de un cisne herido; como un encaje desvanecido; como un celaje loco de viaje sobre un paisaje desconocido... Tu boca ungida de luz de trino, bordo una sombra de frases quedas... Tu boca tibia me supo a vino, y en la hojarasca de las veredas se alzo el revuelo de un remolino de áureas monedas... Y fue el silencio como una gruta, y la quimera fue como un río donde bogaron tu amor y el mío... Y fue tu boca como una fruta humedecida por el rocío... 25

Como amputando gestos sombríos bruno la luna su filo de hacha, y retorciendo sus dedos fríos cruzo una racha... Yo unte de besos tu boca roja, tu boca dulce como un regreso, y en cada árbol fue cada hoja un eco verde de cada beso! Tu boca intacta me dio sus rasos, tu voz sin bordes me su seda, y, en la delicia de los retrasos, moría el roce de nuestros pasos en el silencio de la alameda...

Brindis He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío: una blanca, otra roja, como tu amor y el mío. Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo: la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo. Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes me rozarán los labios, como labios de amante; y, en su llama o su nieve de idéntico destino, serán como fantasmas de besos en el vino. Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso: si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso. No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor embriagarse de vino que embriagarse de amor... Y así mientras tú bebes, sonriéndome —así, yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti... 26

Canción a la mujer lejana En ti recuerdo una mujer lejana, lejana de mi amor y de mi vida. A la vez diferente y parecida, como el atardecer y la mañana. En ti despierta esa mujer que duerme con tantas semejanzas misteriosas, que muchas veces te pregunto cosas, que sólo ella podría responderme. Y te digo que es bella, porque es bella, pero no sé decir, cuando lo digo, si pienso en ella porque estoy contigo, o estoy contigo por pensar en ella. Y sin embargo si el azar mañana me enfrenta con ella de repente, no seguiría a la mujer ausente por retener a la mujer cercana. Y sin amarte más, pero tampoco sin separar tu mano de la mía, al verla simplemente te diría: "Esa mujer se te parece un poco" 27

Canción a la mujer lejana (versión 2) En ti recuerdo una mujer lejana, Lejana de mi amor y de mi vida, A la vez diferente y parecida Como el atardecer y la mañana. Y hay en tu parecido con la ausente Tantas afinidades misteriosas, Que me equivoco hablándote de cosas Que son suyas y mías solamente. Y te digo que es bella, porque es bella, Aunque no se decir, cuanto lo digo, Si pienso en ella porque estoy contigo O estoy contigo por pensar en ella. Pero si la encontrara de repente, Tan bella como ayer, o mas acaso, Le cedería cortésmente el paso, Con una Cortesía indiferente; Sin mirarla mas, pero tampoco Sin separar tu mano de la mía, 28

Después que ella pasara, te diría: -“Esa mujer se te parece un poco…”

Canción Agradecida Gracias, amor, si hiciste que lloviera en el último instante de este día, pues, por ser una lluvia triste y fría, hubo un rayo de sol sobre una hoguera. Gracias, Amor, si tu designio era que lloviera del modo que llovía, para ofrecerme en una flor tardía todo el perfume de la primavera. Gracias, Amor, si no la merecía; gracias, Amor, aunque la mereciera; gracias también por la melancolía que llueve adentro cuando escampa afuera,

29

y haz que vuelva a llover de esa manera, como llueve en mi alma todavía.

Canción al olvido Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar, árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar. Perla que en el humo se disuelve, peregrina de la emoción, la ilusión que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón. Cuando el amor se siente extraño en el pecho, ya no es amor, y retenerlo es un engaño que tortura al engañador... Déjalo ir....Deja vacío ese hueco en tu corazón, y en las cenizas de tu hastío pon la brasa de otra ilusión.... Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar, árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar... Es la ley amarga de la vida de todo sueño despertar: Sobre las huellas de una huida es inútil querer soñar.... 30

Así, triste, pero sumisa, aceptando el dolor, mujer, di adiós con tu mejor sonrisa a lo que nunca ha de volver..... Enigma que si se resuelve nos desencanta, es la pasión: La ilusión que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón... Juntemos pues las manos frías, y digamos una oración por las pasadas alegrías y por la actual desilusión. Y con humilde voz, pidamos pronto consuelo a este dolor, por lo mucho que nos amamos en lo breve de nuestro amor. Como la mar, que no devuelve al río su agua, la ilusión, una vez que se va, no vuelve jamás a nuestro corazón! Aquel amor que se nos fuera no lo debemos recordar: Árbol que muere en primavera ya nunca vuelve a retoñar!....

31

Canción compartida Derramaras tus lágrimas, desventurado amante, como un único dolor, y en la anchura del mundo siempre habrá, en ese instante, unos ojos más tristes y una pena mayor. Abrirás la ventana cuando se enciende el día, feliz con tu destino, libre de todo mal, y en la anchura del mundo cualquiera encontraría otra ventana abierta y una alegría igual. Maldecirás la noche viendo pasar el viento, o crisparas las manos sin saber contra quien, y en la anchura del mundo y en el mismo momento ha de haber alguien, siempre, descontento también. Y un día, cuando escuches el llamado profundo, la señal para el viaje, la terrible señal, quien sabe cuantos hombres, en la anchura del mundo, te seguirán los pasos de la sombra final…

32

Canción contigo Aquí estas en la sombra, con tu mano en la mía, respirando en un tiempo sin antes ni después. Ya vez que, aunque te fuiste, no te vas todavía, y estas aquí, conmigo--no importa donde estés. Desnuda en esta sombra te palpara mi mano, lenta mano de ciego que acaricia una flor, y sabré de repente donde empieza el verano, yo, que solo he sabido donde acaba el amor. Aquí estas en la sombra, conmigo todavía, compartiendo este lecho calidamente aquí, Detenida en la noche, y donde nunca es de día, detenida en la noche y amaneciendo en mi. Y ahora soy como el surco donde madura el trigo, como la flor que nace donde pisan tus pies, porque, aunque nunca vuelvas, siempre estarás conmigo, conmigo en esta sombra sin antes ni después.

33

Canción cotidiana Calladamente; calladamente se me fue... Porque el amor es una fuente que se nos seca de repente, sin saber cómo ni por qué. Amor de un beso que se olvida y de un suspiro que se va; amor de paso en nuestra vida, pues se le da la bienvenida cuando tal vez se aleja ya. Así tu amor fue como el mío, mujer de un claro atardecer: amor que pasa como un río, sin estancarse en el hastío ni repetirse en el placer. Amor feliz que da sin tasa, pues sólo pide, a cambio, amor; amor que deja, cuando pasa, no la ceniza de una brasa, sino el perfume de una flor. Amor que al irse no está ausente; amor sin dudas y sin fe, como este amor intrascendente, 34

que, si llegó calladamente, calladamente se fue...

Canción de la búsqueda Todavía te busco mujer que busco en vano, mujer que tantas veces cruzaste mi sendero, sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano y sin que me escucharas cuando dije: "te quiero..." Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa. Y ya llega el otoño, y espero todavía: De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa, pero sigo soñando que he de encontrarte un día. Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega, si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde, al comprender, de pronto, que lo que nunca llega nos entristece menos que lo que llega tarde. Y sentiré en el fondo de mis manos vacías, más allá de la bruma de mis ojos huraños, la ansiedad de las horas convirtiéndose en días y el horror de los días convirtiéndose en años... Pues quizás esté mustia tu frente soñadora, ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella... Y al no decir: "¡Es ella!" - como diría ahora -, seguiré mi camino, murmurando: "Era ella..." 35

Canción de la espera Espero tu sonrisa y espero tu fragancia por encima de todo, del tiempo y la distancia. Yo no sé desde dónde, hacia dónde, ni cuándo regresarás... sé sólo que te estaré esperando. En lo alto del bosque y en lo hondo del lago, en el minuto alegre y en el minuto aciago, en la función pagana y en el sagrado rito, en el limpio silencio y en el áspero grito. Allí donde es más fuerte la voz de la cascada, allí donde está todo y allí donde no hay nada, en la pluma del ala y en el sol del ocaso, yo esperaré el sonido rítmico de tu paso. Comprendo que de mí ya se ría la gente al ver cómo te espero desesperadamente. Cuando todos los astros se apaguen en el cielo, cuando todos los pájaros paralicen el vuelo cansados de esperarte, ese día lejano yo te estaré esperando todavía. No importa: aunque me digan todos que desvarío, yo te espero en las ondas musicales del río, en la nube que llega blanca de su trayecto, en el camino angosto y en el camino recto. Niño, joven o anciano, sonriendo o llorando, en el alba o la tarde, yo te estaré esperando, 36

y si me convenciera que ese ansiado día no habría de llegar, también te esperaría.

Canción de la Hoguera Diré que junto a un árbol resplandece una hoguera, y que estará encendida mañana igual que ayer... En invierno y otoño, verano y primavera, arde esa hoguera loca sin que deje de arder. Le dio sus hojas secas, el árbol corpulento; después, las hojas verdes, y los gajos quizás... Y aunque es mayor la llama cuando la sopla el viento no importa si arde pronto, porque ilumina más. Y no importa si el árbol no tiene flor ni fruto, porque muere en el sueño de una muerte feliz: y cuando falten ramas para el fugaz tributo, convertirá en cenizas, su tronco y su raíz... Más, si alguien no comprende la verdad escondida 37

en la hoguera implacable y en el árbol sin flor, yo le diré que el árbol que se quema es mi vida, y que la hoguera es el amor.

Canción de la lluvia Acaso está lloviendo también en tú ventana; Acaso esté lloviendo calladamente, así. Y mientras anochece de pronto la mañana, yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mi. Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo, sintiendo que despierta su ternura de ayer. Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo, y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.

38

Canción de la Noche Sola Fue mía una noche. Llegó de repente, y huyó como el viento, repentinamente. Alumna curiosa que aprendió el placer, fue mía una noche. No la he vuelto a ver. Fue la noche sola de una sola estrella. Si miro las nubes, después pienso en ella. Mi amor no la busca; mi amor no la llama; la flor desprendida no vuelve a la rama, y las ilusiones son como un espejo que cuando se empaña pierde su reflejo. Fue mía una noche, locamente mía: me quema los labios su sed todavía. Bella como pocas, nunca fue más bella que soñando el sueño de la noche aquella. Su amor de una noche sigue siendo mío: la corriente pasa, pero queda el río; y si ella es la estrella de una noche sola, yo he sido en su playa la primera ola. Amor de una noche que ignoró el hastío. Somos las distantes orillas de un río, 39

entre las que cruza la corriente clara, y el agua las une, pero las separa. Amor de una noche: si vuelves un día, ya no he de sentirte tan loca y tan mía. Más que la tortura de una herida abierta, mi amor ama el viento que cierra una puerta. El amor florece tierra movediza, y es ley de la llama trocarse en cenizas. El amor que vuelve, siempre vuelve en vano, así como un ciego que tiende la mano. Amor de una noche sin amanecer: ¡acaso prefiero no volverte a ver!

Canción de la Rosa Hay que cortar la rosa, pues de cualquier manera se secará en la rama su adorable ornamento; y, al renacer cien veces con cada primavera, es cien veces más triste que la deshoje el viento. Hay que cortar la rosa, pues siempre se termina fugazmente su encanto para aquel que lo ama, y al final sobrevive solamente la espina, que es también lo primero que le nace a la rama. Por eso, en esta angustia de andar hacia el olvido, lúgrubes caminantes de la noche luctuosa, 40

para no lamentarnos del tiempo que se ha ido hay que cerrar los ojos y hay que cortar la rosa...

Canción de los Amantes Donde quiera en las noches se abrirá una ventana o una puerta cualquiera de una calle lejana. No importa dónde o cuándo... puede ser donde quiera ni menos en otoño, ni más en primavera. Y hoy igual que mañana, mañana igual que ayer un hombre enloquecido besará una mujer. Tal vez nadie lo sepa... Como tal vez un día todos irán sabiendo lo que nadie sabía. Y para los amantes su amor desesperado podrá ser un delito... pero nunca un pecado. Por eso el amor pasa por las calles desiertas y es como un viento loco que quiere abrir las puertas Bien saben los amantes que hay caricias que son no una simple caricia sino una posesión. Y que un beso... uno solo puede más que el olvido si se juntan dos bocas en un beso prohibido.

41

No, un gran amor no es grande por lo mucho que dura si se parece a un árbol reseco en la llanura. Y los amantes saben, que sin querer siquiera hay un amor que crece como una enredadera Es natural que el agua de un estanque sombrío sueñe en sus largas noches con el viaje de un río. Y si por algo es triste la lluvia que no llueve será porque es la lluvia condenada a ser nieve. Es natural que un día comprendan los amantes que no hay nunca sin siempre... que no hay después sin antes. Y así brota en el alma la rebelión de un sueño que es como un perro arisco que le gruñe a su dueño. El amor... esa estrella de una sombra infinita aunque muera cien veces... cien veces resucita Y suele ser un niño de manos milagrosas que rompe las cadenas y hace nacer las rosas. Ya no habrá días turbios... ya no habrá noches malas si hay un amor secreto que nos presta sus alas. Y el corazón renace con renovada fe igual que los rosales... que no saben porqué. Donde quiera en las noches, puede abrirse una puerta pero... tan suavemente que nadie se despierta Puede ser en otoño... puede ser en verano tanto un amor tardío... como un amor temprano. Una mujer... un hombre... y un oscuro aposento y allá afuera en la calle... sigue pasando el viento. Y si en la noche hay algo queriendo amanecer es simplemente un hombre que besa a una mujer.

42

Canción de los Remos Quizás olvidaremos, pues siempre hay que olvidar pero escucha los remos, cantando sobre el mar. Bajo este cielo claro tu alma llega a la mía como la luz de un faro desde la lejanía. Así como la espuma pasará este momento nuestra ilusión se esfuma, como la espuma al viento. Pero en el alma sola si un gran amor la llena hay algo de la ola y hay algo de la arena. Náufrago de su espanto, piloto de su hastío el mar canta en su canto que ya tu amor es mío. Yo soy la vela rota que da al aire su vuelo, y tu eres la gaviota que va a estrenar su vuelo. Pero aún quedan futuros que yo desconocía en tus ojos oscuros donde nunca es de día. Aún hay algo postrero mas allá del olvido y en tu amor recupero todo lo que he perdido. Ni digo que te quedes, ni quiero que te vayas. Pues soy como las redes tendidas en las playas 43

arroyo de ternuras hazme tuyo en lo mío llenando de agua pura mi cántaro vacío. Ya mi voz tiene un eco, ya mi voz no se pierde. Por eso el tronco seco retoña la hoja verde. Y así mi vida espera la gracia de un retoño como la primavera que ilumina un otoño. Por eso aunque olvidemos que siempre hay que olvidar oye cantar los remos sobre el dolor del mar.

Canción de un Sueño Otra vez, esta noche, vi tu mano en la mía, otra vez, esta noche, volví a soñar contigo, yo, que no soy tu amante ni siquiera tu amigo, sino un hombre que pasa bajo la luz del día. Sin embargo, en la sombra donde el tiempo no existe, se buscan nuestras almas, no sé por qué. Y despierto vagamente inconforme de que no ha sido cierto, triste de una tristeza que no llega a ser triste. Algo ocurre en la noche, pero yo no lo digo: 44

ni a ti, que nada sabes, ni a ti te diré nada, pero al mirar tus ojos sabré, por tu mirada, si también, esta noche, tú has soñado conmigo.

Canción del Amor Lejano Ella no fue, entre todas, la más bella, pero me dio el amor más hondo y largo. Otras me amaron más; y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella. Acaso fue porque la amé de lejos, como una estrella desde mi ventana... Y la estrella que brilla más lejana nos parece que tiene más reflejos. Tuve su amor como una cosa ajena como una playa cada vez más sola, que únicamente guarda de la ola una humedad de sal sobre la arena. Ella estuvo en mis brazos sin ser mía, como el agua en cántaro sediento, como un perfume que se fue en el viento y que vuelve en el viento todavía. 45

Me penetró su sed insatisfecha como un arado sobre llanura, abriendo en su fugaz desgarradura la esperanza feliz de la cosecha. Ella fue lo cercano en lo remoto, pero llenaba todo lo vacío, como el viento en las velas del navío, como la luz en el espejo roto. Por eso aún pienso en la mujer aquella, la que me dio el amor más hondo y largo... Nunca fue mía. No era la más bella. Otras me amaron más... Y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella.

Canción del Amor Prohibido Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente al cambiar un saludo ceremonioso y frío, porque nadie sospecha que es falso tu desvío, ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente. Solo tú y yo sabemos porque mi boca miente, relatando la historia de un fugaz amorío; y tu apenas me escuchas y yo no te sonrío... y aun nos arde en los labios algún beso reciente. 46

Solo tú y yo sabemos que existe una simiente germinando en la sombra de este surco vacío, porque su flor profunda no se ve, ni se siente. Y así dos orillas tu corazón y el mío, pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente.

Canción del Amor que Pasa Yo soy como una nube que da sombra un instante; soy una hoguera efímera que no deja una brasa. Yo soy el buen amor y el mal amante. Dime adiós y sonríeme: Soy el amor que pasa... Soy el amor que olvida pero que nunca miente, que muere sonriendo porque nace feliz. Yo paso como un día fugazmente; y aunque se siembra un ala nunca tendrá raíz. 47

No intentes retenerme: déjame que vaya como el agua de un río que no vuelve a pasar… Yo soy como una ola en una playa pues las olas se acercan pero vuelven al mar… Soy el amor de amar que odia lo inerme que se lleva el perfume pero deja la flor… Dime adiós y no intentes retenerme: Soy el amor que pasa… pero soy el amor.

Canción del amor que pasa (versión 2) Yo soy como un viajero que no duerme más de una vez en una misma casa. Dame un beso y olvídame. No intentes retenerme. Soy el Amor que pasa. Yo soy como una nube que da sombra un instante; soy una hoguera efímera que no deja una brasa. Yo soy el buen Amor 48

y el mal Amante. Dime adiós y sonríeme: Soy el Amor que pasa... Soy el Amor que olvida, pero que nunca miente, que muere sonriendo porque nace feliz. Yo paso como un ala, fugazmente; y, aunque se siembre un ala, nunca tendrá raíz. No intentes retenerme: déjame que me vaya como el agua de un río, que no vuelve a pasar... Yo soy como una ola en una playa, pues las olas se acercan, pero vuelven al mar. Soy el Amor de Amar, que odia lo inerme, que se lleva el perfume, pero deja la flor... Dime adiós, y no intentes retenerme: Soy el Amor que pasa... Soy el Amor de Amar, que odia lo inerme, que se lleva el perfume, pero deja la flor... Dime adiós, y no intentes retenerme: Soy el Amor que pasa... ...pero ¡SOY el AMOR

49

Canción del Andén. Nadie Va a Esperarme. Yo me encogí de hombros y me eche andar. Soy un hombre de paso, simplemente, Soy Simplemente una mujer que Llega y Se Va. No Conozco este Pueblo este pequeño pueblo junto al mar. Hoy, por primera vez miro estas Casas con sus techos de tejas y sus muros de Cal. Pero se que esta calle polvorienta le da la vuelta aun Parque con sus bancos de metal. Y Que frente a ese parque hay una iglesia, y que junto a esa iglesia hay un rosal. Yo conozco el chirrido de una verja oxidada, y, entre tantos portales, reconozco un portal - aquel portal con baranda verde, con un horcón rajado a la mitad. Y es que estoy en el pueblo de tus cartas de novio, tu viejo pueblo tristemente igual, aunque yo vine demasiado tarde, y aunque tu ya no estas... 50

Canción del Viaje Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío y las iluminadas ventanillas de un tren. Y aquel tren que partía se llevaba algo mío, ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo quien. Pero sí que fue un viaje para toda la vida y que el último gesto, fue un gesto de desdén, porque dejó olvidado su amor sin despedida igual que una maleta tirada en el andén. Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche, se acurrucó en su olvido, que fue inútil también. Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche, como esos pueblos tristes, donde no para el tren.

Canción III Solo bajo los astros, te digo que estoy triste, en la profunda noche de raíces de fuego. Aquí, en un agua turbia que me agranda los ojos, con el dolor creciente de la sed de tu beso. Isla de locos pájaros más allá de la sombra, 51

y nieblas de remotas latitudes de hielo; y el corazón que asciende golpeándome las venas, en el horror sin nombre de saber que te quiero. Sí. En la noche inclemente, solo bajo los astros, oigo oscuras campanas en el fondo del viento, y el rumor de los árboles recorre los caminos, y me quema los labios la sed de tu recuerdo. Te digo que estoy triste porque no estás conmigo, pero la noche sabe, cuántas veces ya he muerto!

Canción Nocturna A los pies de tu cama, como un perro, se echó mi corazón. Noche tras noche gime calladamente su reproche y sufre injustamente su destierro. Allí está. Nada importa que lo aparte tu pie pequeño y cruel.

52

Allí, en la sombra, calla el grito de amor con que te nombra, para no despertarte. Noche tras noche, hasta que llega el día, gime un reproche y sufre su destierro.

Canción para la Esposa Ajena Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta, sin que nadie descubra cual relata su historia, pues será simplemente, los versos de un poeta, tras de arrancar la pagina de la dedicatoria... Y pasarán años... Pero acaso algún día, o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho, 53

abrirás la gaveta - como una rebeldía, y leerás mi libro- tal vez como un despecho. Y brotará un perfume de una ilusión suprema sobre tu desencanto de esposa abandonada. Y entonces con orgullo, marcaras la página... y guardarás mi libro debajo de la almohada.

Canzonetta Érase un verde bosque de eterna primavera, y érase un niño iluso que vagaba al azar... El niño entró en el bosque siguiendo una quimera; entró en el bosque... y nadie lo ha visto regresar. Érase un mar sereno, de tan hondo que era, y érase un nauta que vio un día aquel mar... El nauta aborrecía la paz de la ribera; empuñó el remo...y nadie lo ha visto regresar.

54

Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día penetrar el secreto de tu melancolía, y me perdí, y no pude regresar. Porque en tus ojos verdes se extravió mi destino, como el niño en el bosque, como el loco marino en el mar.

Canzonetta II Era bella, muy bella. No fue mía. Una tarde de lluvia la besé. Y sin embargo yo no la quería, y la recuerdo sin saber por qué. No me debió dejar ninguna huella en la memoria y en el corazón; pero hay una canción que oí con ella, y ahora me deja triste esa canción.

Carta a Usted Señora: Según dicen ya tiene usted otro amante. 55

Lástima que la prisa nunca sea elegante. Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa, Se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa. Y me parece injusto discutirle el derecho De compartir sus penas sus goces y su lecho Pero el amor señora cuando llega el olvido También tiene el derecho de un final distinguido. Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón Aunque se que la herida no es en el corazón Y para perdonarme... Piense si hay mas despecho Que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho. Pues sepa que una dama con la espalda desnuda Sin luto en una fiesta, puede ser una viuda. Pero no como tantas de un difunto señor Sino para ella sola, viuda de un gran amor. Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente Al menos al principio, ya no, naturalmente. Usted será el crepúsculo a la orilla del mar, Que según quien lo mire será hermoso o vulgar. Usted será la flor que según quien la corta, Es algo que no muere o algo que no importa. O acaso cierta noche de amor y de locura Yo vivía un ensueño y... y usted una aventura. Si... usted juro cien veces ser para siempre mía Yo besaba sus labios pero no lo creía. Usted sabe y perdóneme que en ese juramento Influye demasiado la dirección del viento. Por eso no me extraña que ya tenga otro amante A quien quizá le jure lo mismo en este instante. 56

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel A mi así de repente me da pena por él. Si es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta Y yo en otra ventana me olvide de su puerta O una tarde de lluvia se iluminó mi vida Mirándome en los ojos de una desconocida. Y también es posible que mi amor indolente Desdeñara su vaso bebiendo en la corriente Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed Nunca pensaba en otra... si la besaba a usted. Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas Pero ni los rosales dan solamente rosas. Y no digo estas cosas por usted ni por mí Sino por... por los amores que terminan así. Pero vea señora... que diferencia había Entre usted que lloraba... y yo que sonreía. Pues nuestro amor concluye con finales diversos Usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.

Carta de Amor I y II Aquí, sin ti, ya sé lo que es la muerte, pero no te lo digo para no entristecerte. Quiero que te sonrías para que siga habiendo claridad en los días. 57

Quiero que no se empañe tu mirada, pues, si no, no habrá estrellas, ni habrá luna, ni nada. Y, sobre todo, lo que quiero y quiero es un año que tengo doce meses de enero. Aquí llueve y no importa, pues la lluvia es tan leve que al leer esta carta no sentirás que llueve. Pero cierro los ojos y te recuerdo tanto que casi se diría que está lloviendo llanto.

Carta de Amor III Y ya ves: yo estoy solo, murmurando tu nombre, recordando los besos que te di y no te di, y acaso tú, esta tarde, le sonreíste a un hombre que ni siquiera se parece a mí. O puede suceder, quién sabe cuándo, que irás entre el gentío de una calle cualquiera, y yo sé de qué modo se le quedan mirando a una mujer bonita que pasa por la acera. Sí, tal vez siento celos, celos tristes, celos de no estar juntos, celos de no sé quién; celos de por qué sales y de cómo te vistes, que no quieren ser celos y son celos también. Y de repente no te siento mía, o estás como más lejos de repente, y tengo la tristeza de una casa sombría 58

donde aún sopla el perfume de una mujer ausente. Afuera está la tarde, con su gris infinito; afuera está la lluvia, calladamente cruel, y quisiera decirte cómo te necesito... pero se me emborrona la tinta en el papel....!

Carta sin Fecha Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre. No lo he sabido nunca ni lo quiero saber. Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre, que es el único modo de hablar de una mujer. Esa mujer es tuya, pero también es mía. Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios. Sólo se que hoy me quiere como ayer te quería, aunque quizá mañana nos olvide a los dos. Ya ves: ahora es de noche. yo te llamo mi amigo; yo, que aprendí a estar solo para quererla más; y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo; y tú, que no lo sabes, no la despertarás. ¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida. Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer. Y ella irá de tu brazo para toda la vida, y abrirá las ventanas en el atardecer. Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino. Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar, y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino, 59

ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar. Y pasarán los años favorables o adversos, y nacerán las rosas que nacen porque sí; y acaso tú, algún día, leerás estos versos, sin saber que los hice por ella y para ti....

Celos Ya solo eres aquella que tiene la costumbre de ser bella. Ya pasó la embriaguez.

Pero no olvido aquel deslumbramiento, aquella gloria del primer momento, al ver tus ojos por primera vez Y se que, aunque quisiera, no he de volverte a ver de esa manera.

Como aquel instante de embriaguez; y siento celos al pensar que un día, 60

alguien, que no te ha visto todavía, verá tus ojos por primera vez.

Con la Simple Palabra Con la simple palabra de hablar todos los días, que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar, voy diciendo estas cosas que casi no son mías, así como las playas casi no son mar. Con la simple palabra con que se cuenta un cuento, que es la vejez eterna de la eterna niñez, la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento, muere con la esperanza de nacer otra vez. Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces, amor que apenas llegas cuando te has ido ya: Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces, pues la rosa se seca y el perfume se va. 61

Con la simple palabra que arde en su propio fuego, siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén: Las estrellas no existen en las noches del ciego, pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también. Y así, como un arroyo que se convierte en río, y que en cada cascada se purifica más, voy cantando este canto tan ajeno y tan mío, ¡con la simple palabra que no muere jamás!

Corazón en la noche Una ventana abierta. La lluvia. Y un lejano recuerdo. Una calle vacía. Nada más que una calle y el viento. Corazón en la noche sin que nadie comparta un sueño. La lluvia, un hombre solo. Y el dolor de las rosas que han muerto. La vida está pasando. La vida es lo que pasa no el tiempo. Eso es así. Y no importa. Lo demás es un largo silencio.

Cuartetos del Transeúnte 62

- Bebed.- Dice el amor junto a la fuente cuya corriente clara dice también:- Bebed... Y como a cada sorbo tu sed es diferente al secarse la fuente, tendrás la misma sed. Sonríe, jardinera que en surco te inclinas y buscas el secreto profundo de las cosas. No pienses que las rosas se afean con espinas, sino que las espinas se embellecen con rosas. Jugué al amor contigo con vanidad tan vana, que marqué con la uña los naipes que te di. Y en este extraño juego donde pierde el que gana gané tan tristemente, que te he perdido a ti. Fue un amor del que apenas quedaría, lo que queda del viento cuando el viento pasó. Y yo doblo la almohada como tú, todavía, y tú marcas los libros, a veces, como yo...

Cuento para la niña triste ¿Sabes tú? Mi vida es como un canto que nadie ha de cantar, pues tuvo las violentas inquietudes del mar y el espejismo de la droga hindú...

63

Yo anduve errante, soñador proscrito, un año, o veinte, o quizás cien, y medí las pirámides de Egipto y las murallas de Jerusalén. Yo tuve más tesoros que los Zares, y un diamante mayor que el Gran Mongol, y en cada uno de los siete mares me vio náufrago el sol. Yo visité con tembloroso paso, como quien rinde un fúnebre tributo, la húmeda celda de Torcuato Tasso y el oscuro taller de Benvenuto. Yo busqué en los jardines de Versalles la huella leve de María Antonieta, y lloré por Ronaldo en Roncesvalles y por Icaro en Creta. Y como fin de una aventura rara, enloquecido por un astro hostil, fui jeque de un aduar en el Sahara y negrero en la Costa de Marfil. Aún guardo en el cristal de una redoma, para unir mis creencias y mis dudas, un pelo de la barba de Mahoma y una hoja del árbol donde se ahorcara Judas. Tuve un corcel de resonante casco que florecía en la llanura seca, y mendigué en las calles de Damasco, y oré en una mezquita de La Meca.

64

Y mucho más, que huyó de mi memoria y que quizás no ha de volver jamás: Días de amor y odio, de fracaso y de gloria; y mucho más...y mucho más... ¿Sabes tú? Quizás nada ha sido cierto. Acaso únicamente lo soñé... - No sé bien si dormido o despierto; no sé... Quizás la vida que he vivido ha sido tan abrumadoramente vulgar, que inventé los recuerdos por no morir de olvido, y nunca vi de cerca el mar. Pero si sé que he naufragado en una lágrima de mujer: Fue un naufragio romántico, a la luz de la Luna, y me quedé en el fondo, sin querer.

De Canciones Absurdas 2 El corazón de un sueño palpita entre mis manos. -Pétalo de una música rizada hacia los astros-. (Ya no recuerdo dónde, ya no recuerdo cuando, ya no recuerdo cómo... No puedo recordarlo...) 65

El corazón de un sueño palpita entre mis manos. -Puerta que no abrió nadie, y que nadie ha cerrado-. Onda de bordes tibios, pálida voz sin labios, latido de silencio, polvo de ecos amargos... -El corazón de un sueño palpita entre mis manos...

De Muerte en Flor... Morir de muerte en flor toda la vida, ardiendo en este sueño vertical, en este ardiendo fugaz contacto azul con lo celeste, ardiendo en esta vieja sed recién nacida...ardiendo Y volver luego con el alma erguida, ardiendo a la vez Norte y Sur, Este y Oeste, ardiendo de la propia emoción, ya en ansia agreste ardiendo En inquietud sutil o en paz pulida. Ardiendo Y resurgir de cada muerte diaria ardiendo más dueño de la vida, al ser más dueño ardiendo de esta muerte parcial y 66

necesaria .ardiendo Y con esa cordial melancolía ardiendo de los pocos que saben cada día ardiendo morir y renacer dentro de un sueño.

De pie bajo la lluvia Así estás todavía de pie bajo la lluvia, bajo la clara lluvia de una noche de invierno. De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa, de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo. Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia, con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos y tu voz que nacía del fondo de tus ojos y tus manos cansadas que se iban en el viento y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles y la hoja seca aquella que te cayó en el seno 67

y el rocío nocturno dormido en tus pestañas y engarzando diamantes en tu vestido negro. Así estás todavía lejanamente cerca desde tu lejanía de sombra y de silencio. Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia, de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño. La vida es tan pequeña que cabe en una noche. Quizás fue que en la sombra me encontré con tu beso y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia, el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo. Si, me has dejado triste porque pienso que acaso ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo. Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia con las manos temblando de frío y de deseo. Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo, siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia, bajo la lluvia clara de una noche de invierno...

Desafío al otoño Soñar es ver la vida de otro modo, y es olvidar un poco lo que es. Un sueño es casi nada y más que todo; más que todo al soñarlo... Casi nada después.

Dios no lo Sabe 68

Dios no lo sabe, pero yo estoy triste como los viejos pozos en la tarde; triste como el portón de la herrería que hace cien años que no ha abierto nadie. Ya le encuentro sabor de sed al agua, viendo crecer un trigo miserable; y todo se me va con el otoño, pero Dios no lo sabe. Dios no lo sabe, porque está allá arriba, y yo acá abajo, triste a mi manera; yo, que ya sé lo que no dice el viento y de qué modo hay que pisar la hierba. Dios no lo sabe, pero yo lo digo, solo en la noche, solo en la tristeza, y eso que sé que nada cambiaría aunque Dios lo supiera. Yo sé el camino del que sigue andando derechamente hacia ninguna parte, y ese lado del tiempo donde hay nieve para el pequeño amor que llega tarde. Yo sé cómo se cierra cada puerta en el anochecer de cada calle; y sé que hay un sol negro que da sombra, pero Dios no lo sabe. Yo sé del hacia abajo en las raíces, sin hacia arriba, hacia la primavera; de la lluvia que llueve y ya no es lluvia en la arena que sigue siendo arena. Dios no lo sabe, y nada cambiaría, nada, por más que un día lo supiera. - O tal vez Dios lo sabe, y está triste sin que nadie lo sepa...

Discreto Amor Mi viejo corazón toca a una puerta, mi viejo corazón, como un mendigo 69

con el afán de su esperanza incierta pero callando lo que yo no digo. Porque la que me hirió sin que lo advierta, la que sólo me ve como un amigo si alguna madrugada está despierta nunca será porque soñó conmigo... Y sin embargo, ante la puerta oscura mi corazón, como un mendigo loco va a pedir su limosna de ternura Y cerrada otra vez, o al fin abierta, no importa si alguien oye cuando toco, porque nadie sabrá cuál es la puerta.

Dúo de Amor En el hondo silencio de la noche serena se dilata un lejano perfume de azucena, y aquí, bajo los dedos de seda de la brisa, mi corazón se ensancha como en una sonrisa... Y yo sé que el silencio tiene un ritmo profundo donde palpita un eco del corazón del mundo, un corazón inmenso que late no sé dónde, pero que oye el latido del mío, y me responde... El corazón que sientes latir en derredor, es un eco del tuyo, que palpita de amor. El corazón del mundo no es ilusorio: Existe. Pero, para escucharlo, es preciso estar triste;

70

triste de esa tristeza que no tiene motivo, en esta lenta muerte del dolor de estar vivo. La vida es un rosal cuando el alma se alegra, pero, cuando está triste, da una cosecha negra. El amor es un río de luz entre la sombra, y santifica el labio pecador que lo nombra. Sólo el amor nos salva de esta gran pesadumbre, levantando el abismo para trocarlo en cumbre. Sólo el amor nos salva del dolor de la vida, como una flor que nace de una rama caída; pues si la primavera da verdor a la rama, el corazón se llena de aroma, cuando ama. Amar es triste a veces, más triste todavía que no amar. El amor no siempre es alegría. Tal vez, por eso mismo, es eterno el amor: porque, al dejarnos tristes, hace dulce el dolor. Amar es la tristeza de aprender a morir. Amar es renacer. No amar, es no vivir. El amor es a veces lo mismo que una herida, y esa herida nos duele para toda la vida. Si cierras esa herida tu vida queda muerta. Por eso, sonriendo, haz que siempre esté abierta; y si un día ella sola se cierra de repente, tú, con tus propias manos, ábrela nuevamente. Desdichada alegría que nace del dolor. De un dolor de la rama también nace la flor. Pero de esa flor efímera, como todas, se mustia, y la rama se queda contraída de angustia. Cada hoja que cae deja el sitio a otra hoja, y así el amor -resumen de toda paradojarenace en cada muerte con vida duradera; porque decir amor, es decir primavera. Primavera del alma, primavera florecida que deja un misterioso perfume en nuestra vida. Primavera del alma, de perpetuo esplendor, 71

que convierte en sonrisa la mueca del dolor. Primavera de ensueño que nos traza un camino en la intrinca selva donde acecha el destino. Primavera que canta si el huracán la azota y que da nuevo aliento tras de cada derrota. Primavera magnánima, cuyo verdor feliz rejuvenece el árbol seco hasta la raíz... Amor es la ley divina de plenitud humana; dolor que hoy nos agobia y añoramos mañana... Eso es amor, y amando, también la vida es eso: ¡Dos almas que se duermen a la sombra de beso!

El Amigo No envidiéis mi alegría, mi salud ni mi canto; no envidiéis lo que sueño, ni envidiéis lo que digo. Todo eso vale poco, por más que cueste tanto... Pero, eso sí: envidiadme la amistad de este amigo. Envidiadme la gloria de esta firme confianza cuyo sentir profundo ni en bien ni en mal se altera, porque yo siento mío lo que su mano alcanza, y en él es permanente mi dicha pasajera. Envidiadme este amigo que me mira de frente, pues ni lo acerca el triunfo ni lo aleja el fracaso, y él madura en espiga lo que en mí fue simiente, 72

y yo duermo en su lecho pero él bebe en mi vaso. No importa si estoy solo, pues siempre está conmigo, y mis propias arrugas lo van haciendo viejo... Ah, sí, envidiadme todos la amistad de este amigo que refleja mi espejo.

El Ancestro del Cisne Entre la imperturbable quietud de la alameda, donde el césped recama su tapiz absorbente, la fuente silabea melancólicamente la tímidas metáforas de una estrofa de seda. El chorro de agua clara vacila, ondula y rueda, irisando de espuma los labios de la fuente, y sobre la amatista cóncava del poniente el sol funde los bordes de su roja moneda. En el placido estanque de linfa transparente un cisne erige el asa de su cuello indolente, y en actitud heráldica meditabundo queda… Pero el plumaje candido se eriza de repente, y del pico de ámbar fluye un 73

grito estridente, ante un botón de rosa que flota en la corriente, húmedo y sonrosado como el sexo de leda…

El Árbol Viejo Buen árbol que perdiste bruscamente los dones de

ardiendoPero, tarde o temprano, vendrá la primavera, y, al rejuvenecerse tu tronco envejecido,

tendrás la flor y el fruto, y el follaje, y el nido... Y yo, en cambio, no tengo tu esperanza siquiera. Cien veces me ofreciste tu sombra en el verano; cien veces tu perfume fue a visitar mi casa, buen árbol que floreces mientras la vida pasa, acaso porque ignoras que nunca pasa en vano. Mi niñez te recuerda casi como un amigo, aunque ya se agrietaba tu ancianidad de abuelo. Y hoy, al ver cómo creces todavía hacia el cielo, ni aun me queda el consuelo de envejecer contigo. 74

Pues, aunque nos agobian idénticos otoños, sobre tus hojas secas crecen hojas lozanas, y así, algún día, el viento despeinará mis canas, trayéndome el perfume de tus nuevos retoños...

El Arquero. I

Arquero de la noche, con un gesto arrogante, Alcé el arco en la sombra y apunte a las estrellas! Arquero de la noche, mí pulso esta firme, y en mí carcaj había solamente una flecha. II Y vigorosamente lance mí flecha al viento, y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa. Lance mí única flecha - la flecha de mí ensueño y me cruce de brazos bajo la noche negra. III El arco envejecido se me pudre en las manos, pero yo sigo - arquero de la noche - en mí espera. Lance mí única flecha, y se perdió en la sombra. Y nunca he de saber si llego a las estrellas!

75

El Clavel Seco Como el clavel del patio estaba seco, yo, entristecido por sus tristes males, baje al jardín para cavar un hueco, en buena sombra entre dos rosales. Y eran rosales cerca, gajo a gajo en una cercanía indiferente pero al cavar un poco, vi allá abajo sus raíces trenzadas locamente. Así, esta tarde, descubrí el secreto de un cariño verdadero, hondo y discreto, transplantando un clavel que se secó.

76

Y, en nuestra indiferente cercanía, que loco ensueño se descubriría si alguien cavara un hueco entre tú y yo.

El Extranjero «Mirad: Un extranjero...» Yo los reconocía, siendo niño, en las calles por su no sé que ausente. Y era una extraña mezcla de susto y de alegría pensar que eran distintos al resto de la gente. Después crecí, soñando, sobre los libros viejos; corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares, y al despertar, a veces, para viajar más lejos, inventaba a mi antojo más tierras y más mares. Entonces yo envidiaba, melancólicamente, a aquellos que se iban de verdad, en navíos de gordas chimeneas y casco reluciente, no en viajes ilusorios como los viajes míos.

77

Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises, emprendo, como tantos, el viaje verdadero; y escucho que los niños de remotos países murmuran al mirarme: «Mirad: Un extranjero...»

El Falso Amor Un amor que pregunta, si es virtud o es pecado, la fuerza que lo agita, eso es el amor soñado. Un amor que se esconde, porque teme al futuro, puede ser un amor, pero no es el más puro. Un amor que se escapa de su propio sentido, es la rama del árbol sin la gloria del nido. Un amor que razona, que contrata su ensueño, inevitablemente será un amor pequeño. Un amor que me exige preceptos y rituales, con dudas aritméticas y páginas legales... Ese no es el amor que soñaba ofrecerte para toda la vida, sobre toda la muerte. Si tu amor es tan pobre, recuérdame perdido: cuando es poco el amor, ¡Vale más el olvido!

78

El Gran Amor Un gran amor, un gran amor lejano es algo así como la enredadera que no quisiera florecer en vano y sigue floreciendo aunque no quiera. Un gran amor se nos acaba un día y es tristemente igual a un pozo seco, pues ya no tiene el agua que tenía pero le queda todavía el eco. Y, en ese gran amor, aquel que ama compartirá el destino de la hoguera, que lo consume todo con su llama porque no sabe arder de otra manera.

79

El Hijo del Ensueño ¡Un hijo! Tú sabes, tú sientes que es eso: ver nacer la vida del fondo de un beso por un inefable milagro de amor. Un beso que llene la cuna vacía y que ingenuamente nos mire y sonría, ¡un beso hecho flor! ¡Un hijo! Un fragante, fuerte y dulce lazo. Me parece verlo sobre tu regazo palpitando ya; y miro con moverse con pueril empeño las pequeñas manos de nuestro pequeño, como si quisieran sujetar un sueno que llega y se va. En el agua fresca de nuestras ternuras mojara las alas de sus travesuras como una paloma que aprende a volar. y será violento, loco y peregrino, y amará igualmente la mujer y el vino y el cielo y el mar. Con la sed amarga de la adolescencia 80

beberá en la fuente turbia de la ciencia. ¡Mi tierno cantor! Ira por el mundo con su lira al hombro dejando un reguero de rosas de asombro y aun áureo fulgor. Cruzara al galope la árida llanura pálido de ensueño, loco de aventura y ebrio de ideal. Y en su desvarío de viajes remotos volverá algún día con los remos rotos, trayendo en los labios un sabor de sal. Caminante absurdo, de caminos muertos pasará su sombra sobre los desiertos en una infinita peregrinación, y su alucinada pupila inconforme verá en su destino gravada una enorme interrogación. Pero será inútil su tenaz andanza persiguiendo un sueno que jamás se alcanza. Y ha de ser así, pues no hallará nunca, como yo, la meta de todas sus ansias de hombre y poeta, porque en las mujeres de su vida inquieta no hallará ninguna parecida a ti. Que tú eres la rosa de una sola vida, la rosa que nadie verá repetida porque al deshojarse secará el rosal. Y como en el mundo ya no habrá esa rosa, el ira en su búsqueda infructuosa en pos de una igual...

81

El Nombre Olvidado Voy andando en el tiempo de otro día, alma sin nombre, nombre en el olvido; te vi en un sueño y te he reconocido, quizá porque en tu frente amanecía. Y hoy es ayer en este parque viejo donde está esperando, sombra leve, como un olor de lluvia que no llueve, como una niña ciega ante el espejo. Pero eres tú, tan mía y tan ajena, de un modo tan confuso y tan sencillo, como el brillo redondo de un anillo que no se sabe quién perdió en la arena. Y yo soy la ternura de aquel hombre que tú quisiste, ya no importa cuando, y el tiempo se detiene, y sigo andando, pero no logro recordar tu nombre...

82

83

El Nudo Me costaba trabajo desatar aquel nudo aquel viejo vestigio de una vieja ilusión que todavía no se como pudo enredar sus raíces sobre mi corazón Me costaba trabajo y el tiempo se me iba vanamente torciéndolo hacia abajo vanamente doblándolo hacia arriba Ahhh.. castigo final de los amantes que es el dolor mas terco y mas agudo doloroso castigo de las manos sangrantes queriendo deshacer un viejo nudo Luchar confiadamente ciegamente quizás que al tratar de aflojarlo, de repente se apretó mas y mas Ahora voy cantando por la vida despreocupadamente una canción aunque tengo una herida una pequeña herida sobre mi corazón Y es que quizás fui rudo como quien ciega un pozo, como quien parte un gajo pero ya me dolía tanto el nudo que lo corte de un tajo

84

El Pequeño Dolor Mi dolor es pequeño, Pero aún así bendigo este dolor, Que es como no soñar después de un sueño, O es como abrir un libro y encontrar una flor. Déjame que bendiga Mi pequeño dolor, Que no sabe crecer como la espiga, Porque la espiga crece sin amor. Y déjame cuidar como una rosa Este dolor que nace porque sí, Este dolor pequeño, que es la única cosa Que me queda de ti.

El Pozo Seco 85

Dejé mi copa en el brocal maldito. Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco, pero el coro sarcástico del eco me devolvió multiplicado el grito. Llegaba tarde: el pozo estaba seco. Un gran golpe de viento llenó el pozo, y, al recorrer su vertical garganta, en su más honda hondura oí un sollozo, donde cantaba el agua y ya no canta... Brillaba entonces la primera estrella, pero el anochecer amanecía cuando me puse a comparar aquella profunda sed del pozo con la mía. Y allí dejé mi copa abandonada, con un tardío gesto de homenaje por quien se supo dar sin pedir nada al que calmó su sed y siguió el viaje... Y allí, junto al brocal ennegrecido, y el cubo roto y la inservible rueda, comprendí que no cabe en el olvido la ingratitud de un agua que se ha ido ni el espanto de un pozo que se queda...

El Pozo Vacío Tu vida es como un pozo que se queda vacío, Que se te esta secando sin que sepas porque; Es como un viejo pozo con légamo de hastió 86

Que al fin descubre, un día, que el agua se le fue. El agua de tu pozo se evaporo en roció, Se consumió en la sombra, tristemente sin fe, Pues pudiendo irse alegre, caminando en un río, Prefiero ser un agua que se muere de pie. Tu vida es como un pozo. Tu amor fue el agua pura Que, sin beberla nadie, se te seco en la hondura; Pero el pozo se queda cuando el agua se va. Y yo comprendo ahora, junto a tu pozo seco, Que en un pozo sin agua siempre responde el eco Y en un alma vacía nada responde ya. . .

El Resucitado I

No, nunca fue lo oscuro tan oscuro. Y está acostado pero no en su lecho. Quiere moverse y se lo impide un muro. Un muro en derredor, largo y estrecho. Llama, y su voz resuena extrañamente, sin que acudan su madre ni su hijo. 87

Y un súbito sudor hiela su frente, Al palpar en su pecho un crucifijo. No, no hay duda: Esa sombra que lo aterra es sombra de ataúd bajo la tierra, y no es soñando, porque está despierto. Y lo aturde un pavor definitivo Al comprender que se le dio por muerto y al comprobar que fue enterrado vivo II Pero un día, al abrir la sepultura, se sabría su muerte verdadera. Si el ataúd mostrara la hendidura, de un golpe de su mano en la madera. Y al pensar de repente en el mañana, piensa también enloquecidamente en el espanto de la madre anciana y en el horror del hijo adolescente. Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano sin dar un grito, sin alzar la mano, con una abnegación casi suicida Cierra los ojos y se queda quieto Porque así, solo así, será un secreto Su horrible muerte de enterrado en vida

Elegía Golondrina del alba sombría, mariposa del alba radiante: cuánto puede durar un instante, ¡Un instante de noche en el día! Yo, que supe ignorar tantas cosas, ahora sé que jamás nos veremos, pues te fuiste, empuñando los remos, en tu barca cubierta de rosas. 88

Ahora sé la verdad de la tierra, que florece aunque nadie la labre, y la puerta de luz que se abre si una puerta de sombra se cierra. Ahora sé que la noche no miente cuando deja de caer su rocío: Fue un rosal a la orilla de un río, y quizás lo arrastró la corriente... Y te fuiste, luciérnaga loca, golondrina del alba sombría, con el tibio sabor de tu boca -¡de tu boca que nunca fue mía!

Elegía Lamentable Desde este mismo instante seremos dos extraños por estos pocos días, quien sabe cuantos años... yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido uno de esos que nadie confiesa haber leído. Y así mañana, al vernos en la calle, al ocaso, tu bajaras los ojos y apretaras el paso, y yo, discretamente, me cambiaré de acera, o encenderé un cigarro, como si no te viera... Seremos dos extraños desde este mismo instante y pasarán los meses, y tendrás otro amante: y como eres bonita, sentimental y fiel, quizás, andando el tiempo, te casaras con el. Y ya, mas que un esposo será como un amigo, aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo, 89

y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha, se te empañen los ojos, al llegar una fecha. Acaso, cuando llueva, recordaras un día en que estuvimos juntos y en que también llovía. Y quizás nunca más te pongas aquel traje de terciopelo verde, con adornos de encaje. O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta, cuando dobles tu almohada con mano soñolienta. Y domingo a domingo, cuando vayas a Misa, de tu casa a la Iglesia, perderás tu sonrisa. ¿Qué más puedo decirte? Serás la esposa honesta que abanica al marido cuando ronca la siesta: tras fregar los platos y tender las camas, te pasaras las noches sacando crucigramas... y así, años y años, hasta que, finalmente, te morirás un día, como toda la gente. Y voces que aun no existen sollozarán tu nombre, y cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.

Elegía Nocturna Quién nos hubiera dicho... Que todo acabaría como acaba en la sombra la claridad del día. Fuiste como la lluvia cayendo sobre un río para que fuera tuyo... todo lo que era mío. Fuiste como una lámpara que se encendió en mi vida, yo la soplé de pronto... Pero siguió encendida. Fuiste un río ilusorio cantando en un desierto y floreció la arena como si fuera cierto. Mi amor fue una gaviota que construyó su nido 90

en lo alto de un mástil... Ahora el buque se ha ido. Ahora me envuelve un hosco silencio de campana donde sólo resuena tu campana lejana. Y como un surco amargo... Que se negara al trigo ahora mi alma no sueña... Por no soñar contigo.

Elegía Para Entonces Entonces, todavía tu voz me sabrá a luego. Y todavía y luego y siempre serás otra más allá de ti misma, inaccesiblemente… Y siendo tú el mar íntegro, te buscaré en la ola. Entonces, en tus ojos flotará todavía aquella vaga música que rimé con las rosas. Y todavía entonces saldré a escuchar tus ecos a las distancias húmedas de palabras redondas. Entonces, todavía te esperaré…En ti misma esperaré el retorno lírico de tu otra. 91

Y aromaré la brisa del bosque con tu nombre y en la arena del páramo sembraré mi voz ronca… Y la flor, y la piedra, y el árbol, y el sendero, y la raíz, y el ala, y la luz, y la onda me dirán que te vieron pasar como un perfume envuelta en una trémula túnica de palomas… Y la rosa, y la brisa, y la fuente, y el astro, y el pájaro, y el musgo, y la nube, y la fronda me dirán que pasaste cubierta de rocío entre un emocionado vaivén de mariposas! Y en lo hondo de tus besos habrá un temblor de ausencia, y besaré en el polvo la huella de tus corzas; fatigaré el oráculo del pétalo sonoro y beberé el narcótico del pétalo sin sombra. Y entonces, todavía tu voz me sabrá a nunca, y todavía y siempre esperaré a tu otra más allá de ti misma, inaccesiblemente… Y, siendo tú el sol íntegro, te buscaré en la aurora!

Elegía para Mí y para Ti Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y tú te irás borrando lentamente de mi sueño. Un año y otro año caerán como hojas secas de las ramas del árbol milenario del tiempo, y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, se alejará en la sombra creciente del recuerdo. Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos, bajo el vulgar agobio de la rutina diaria, 92

de las desilusiones y los aburrimientos. Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles, dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo. Acaso nos veremos un día, casualmente, al cruzar una calle, y nos saludaremos. Yo pensaré quizá: " Qué linda es todavía." Tú quizá pensarás: " Se está poniendo viejo " Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra. o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro. Y seguirá muriendo la vida, año tras año, igual que un río oscuro que corre hacia el silencio. Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto, o una canción de entonces me traerá tu recuerdo. Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas, pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.... Y pasará la vida. Yo seguiré soñando; pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño. Yo ya te habré olvidado definitivamente y sobre mis rodillas retozarán mis nietos. (Y quizá, para entonces, al cruzar una calle, nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.) Y una tarde de sol me cubrirán de tierra, las manos para siempre cruzadas sobre el pecho. Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos, te pasarás las horas bostezando y tejiendo. Y cada primavera renacerán las rosas, aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

Elegía por Nosotros Erguida en tu silencio y en tu orgullo, no sé con qué señor que te enamora, comentas a manera de murmullo: 93

¡Mirad ese es el hombre que me adora! Yo paso como siempre, absorto,... mudo, y tú nerviosamente te sonríes, sabiendo que detrás de mi saludo, te ahondas y después te me deslíes. Yo sé que ni te busco, ni te sigo, que nada te mendigo, ni reclamo, comento, nada más con un amigo: "Esa es la mujer que yo más amo". Yo sé que mi cariño recriminas, es claro tú no entiendes de esas cosas, qué sabe del perfume y las espinas, quien nunca estuvo al lado de las rosas. Tú sabes que jamás suplico nada, y me sabes cautivo de tus huellas, que vivo en la región de tu mirada, y comparto contigo las estrellas. Un día nos veremos nuevamente, y es lógico que bajes la cabeza, tendrás muchas arrugas en la frente, y el rostro entristecido y sin belleza. Serás menos sensual en la cadera, tus ojos no tendrán aquel hechizo, y aún murmuraré - ¡Si me quisiera! tú sólo pensarás: ¡Cuánto me quiso!

Ella Amará a o tro Hombre 94

Ella amará a otro hombre. Yo voy lejos, andando hacia el olvido. Y puede suceder que alguien me nombre, pero ella fingirá no haber oído. Ella amará a otro hombre: el tiempo pasa y el amor finaliza, y es natural que lo que fue una brasa acabe convirtiéndose en ceniza. Aunque nadie lo quiera, envejecen las vidas y las cosas, y es natural también que en primavera los rosales den rosas. Es natural. Por eso, ella amará a otro hombre, y está bien. No sé si ya olvidó mi último beso, ni me importa con quién. Pero quizás, un día, oyendo una canción, sentirá que esa vieja melodía le cambia el ritmo de su corazón. O será algún vestido que yo le conocí, o el olor del jardín cuando ha llovido, pero algún día ha de pensar en mí. O puede ser un gesto, un modo de mirar, o ciertas calles, o un botón mal puesto, o una hoja seca que voló al azar. Y de alguna manera tendrá que recordarme, sin querer, escuchando unos pasos en la acera 95

como los míos al atardecer. Será en algún momento, no importa cuándo o dónde, aquí o allá, porque el amor, por parecerse al viento, parece que se ha ido y no se va. Y si en ese momento ella suspira y él pregunta por qué, le tendrá que inventar una mentira para que nunca sepa por qué fue. Y él no verá esa huella, eso tan mío en lo que ya perdí; y, aunque la pueda amar más que yo a ella, ella no podrá amarlo más que a mí..!

Envío La vida pasa; la vida rueda... Quizás se aparten tu alma y la mía, pero el recuerdo nace y se queda... Y aunque el deseo no retroceda y nuestra llama se apague un día, mientras yo pueda soñar, y pueda regar mis sueños en la vereda de la armonía, 96

tendré la dulce melancolía de aquellas frases entre la umbría y aquellos besos en la alameda.

Epílogo Di que mi amor ha muerto de una forma habitual, aunque tú, por la espalda, le clavaste un puñal. Lo enterraremos juntos, sin pesar ni alegría, aunque yo solo sepa que vive todavía. Pero no intentes nunca remover esa fosa: Déjala abandonada; déjala silenciosa... pues si un día la abrieras, tu mano desleal no hallaría otra cosa que tu propio puñal.

Era mi Amiga Era mi amiga, pero yo la amaba, yo la amaba en silencio puramente, y mientras sus amores me contaba yo escuchaba sus frases tristemente. Era mi amiga, pero me gustaba y mi afán era verla a cada instante. Nunca supo el amor que yo albergaba porque siempre me hablaba de su amante. Era mi amiga para todo el mundo

97

porque a nadie mi amor yo confesaba, pero yo la quería muy profundo y forzosamente me callaba. Era mi amiga, y mi cuerpo sentía estremecer si ella me miraba, al oírla junto a mí feliz me hacía más de este amor ella nunca supo nada. Y aunque sólo mi amistad yo le ofrecía, era mi amiga, pero yo la amaba.

Esa Mujer. Esa mujer que ya no va conmigo, más que un amor, fue una costumbre mía. Y alguien podrá entenderme cuando digo que a veces me acompaña todavía esa mujer que ya no va conmigo. Nadie ha podido detener el viento ni transformar en júbilo una pena. 98

Se va el amor y cambia el sentimiento, y aunque alguien haga florecer la arena nadie ha podido detener el viento. Lo que pudo durar toda la vida se convierte en espuma de repente. Y el alma se nos queda entristecida cuando se va definitivamente lo que pudo durar toda la vida. Esa mujer que ya no va conmigo supo crearme una ilusión extraña. Y alguien podrá entenderme cuando digo que a veces todavía me acompaña esa mujer que ya no va conmigo.

Esta Vieja Canción Esta vieja canción que oí contigo, y que contigo di por olvidada, surge del fondo de la madrugada como la voz doliente de un amigo. [Yo se' que la mujer que va conmigo no puede adivinar en mi mirada que esa canción, que no le dice nada, le esta diciendo lo que yo no digo] Y, al escuchar de pronto esa tonada, comprendo la amargura de un mendigo 99

ante una puerta que le fue cerrada. Pero intento reír, y lo consigo. . . como si no me recordara nada esta vieja canción que oí contigo.

Estoy aquí Contigo... Estoy aquí, contigo. Y pienso en ti, a tu sombra, a tu sombra callada como un agua de otoño. Aquí, con la cabeza caída en tu regazo, como para que pienses que contemplo las nubes. En tu rostro apacible se refleja el crepúsculo, y eres tan bella, amiga, que me duele mirarte. Aquí estoy, a tu sombra, pensando en ti, contigo. Y tú piensas, acaso, que estoy pensando en otra.

100

Tú sonríes, segura del poder de tu beso, y yo sierro los ojos para sentir tu ausencia. Ah, pobre amiga mía, cómo quisiera amarte, amarte como entonces, cuando tú no me amabas... Ah, sí, qué pronto pasan el amor y las nubes... Qué irreparablemente se mustian las espigas... Aquí, bajo este árbol que ignora su silencio, mí corazón se aleja tristemente del tuyo. Y, sin embargo, amiga, ya ves que te sonrío. Y mí boca recorre la distancia del beso. Pero pienso en el modo de dejar de besarte, y en una despedida que no te haga llorar...

Excusa del viento Yo le entregué mi corazón al viento En una encrucijada del camino, al viento de invisible movimiento que se va sin saber de dónde vino. Así por el camino polvoriento, Con el azar del viento en su destino, Mi corazón fue el príncipe de un cuento, Bajo un hosco sayal de peregrino. Pero al ser como el viento, a veces lento Y a veces con violento remolino También se hace voluble el sentimiento. 101

Y si mi amor se va por donde vino, En una encrucijada del camino, No es culpa de mi amor, sino del viento.

Finge con fiero orgullo... Finge con fiero orgullo la sonrisa del fuerte, alma tímida y débil para siempre vencida: Después de haber vivido la mitad de la muerte, hay que seguir muriendo lo que aún queda de vida.

He Callado Largamente He callado largamente para escuchar mejor las voces. Tú las conoces, corazón cansado de hogueras y de peces. Tú las has escuchado otras veces. Tú las conoces. Voces que ascienden de las profundidades del mundo submarino de las algas, de los crustáceos, de los tentáculos y las escamas. Voces que aturden enloquecidamente, como el vino. Tú las conoces y las llamas. 102

Tú conoces las voces que dan manos al manco y ojos al ciego. Tú conoces las voces crepitantes de las hogueras del Polo, allí donde la nieve quema mucho más profundamente que el fuego. Tú te acompañas de esas voces para sentirte más solo. He callado largamente como soñando un viaje he callado cálidamente como los cañones después de las batallas; y ahora miro crecer los árboles como un salvaje oh, corazón tumultuoso de esas voces que oyes y callas. Mirar como pasan las nubes siempre es un gran consuelo oh corazón que tanto has aprendido y tanto desconoces. Desdichado del esquimal sordo cuando cruje el deshielo. Triste de aquel que para siempre cerró su corazón a las voces. Las estatuas de sal vienen cantando que han muerto las mariposas pero nada es cierto en la vida, ni siquiera la muerte y aún nutrimos con nuestra sangre la inseguridad de las cosas y también la tribu de sabios se humilla ante el más fuerte. Podrán morir las voces pero nos persiguen sus ecos en la uña que crece y en la superstición del azar. El gran latido de la selva repercute en los troncos secos y en la fugitiva permanencia del tiempo y del mar ! Del fondo del crepúsculo llegan hombres cobardemente tristes. El trigo no quiere madurar cuando se afilan las hoces oh, corazón que sólo muriendo puedes comprender que existes, definitivamente sordo a la sana alegría de las Voces !

Inesperadamente Inesperadamente tu amor llega a mi vida, mujer de besos hondos y plenitud creciente, 103

como brota un retoño de una rama caída, como en un río seco renace la corriente. Llegas como las nubes, inesperadamente; inesperadamente llegas como el verano, para dejarme el peso de una sombra en la frente y un dolor de raíces profundas en las manos. Y es que tu boca alegre me inspira un beso triste, y en tus ojos cercanos veo un mirar ausente, porque sé que algún día, lo mismo que viniste, te me irás de los brazos, inesperadamente...

La Abeja Tu boca jugosa y fragante, su risa coqueta reía... Tan fresca la risa fluía, que su agua la fuente sonante por ti detenía... Tu boca reía... Tu boca, que tiene humedad de ambrosía, 104

que tanto promete y provoca; tu boca de piel y armonía, reía... Y vino una abeja dorada, de mieles ansiosa, y quiso creyéndola rosa, posarse en tu boca encarnada fragante y jugosa... Y en tanto la abeja volaba buscando la miel de la rosa, riendo una risa nerviosa, tu boca el ataque esquivaba, melodrosa... Tu boca reía y gemía de angustia... La abeja de oro, en pos de la rosa que huía, ritmaba su vuelo sonoro... Y, al cabo, la abeja posóse en tu boca riente, Tu risa fue grito doliente, fue queja... II Decidme, señora, si es justa la cólera vuestra; 105

decir si merezco esa adusta mirada que demuestra... Al ver vuestro aprieto, un instante quedóse mi mente perpleja: ¡No había manera galante de darle la muerte a la abeja! Verdad que os besé; pero en eso no hay sombra de culpa: Matar una abeja de un beso, tal beso disculpa. No fue, mi Señora, osadía, besar vuestros labios, rosados: La abeja me iriso en su agonía. Miradme los labios hinchados. Cierto es que bendigo la abeja traidora, mas, ved cuánto sufro, en castigo de haberos besado, Señora. Reíd vuestra risa nerviosa, reíd vuestra risa coqueta; que ría la boca jugosa, que ría la húmeda rosa que adora el poeta...

106

Reíd, y pensad un instante si el beso una injuria refleja: ¿Había otro modo galante de darle muerte a la abeja?

La Copa de Diamante ardiendoTal vez estés ausente, o acaso estés delante pero si estás delante lo contaré mejor Diré que hubo una copa tallada de diamante una flor sin rocío y un blanco surtidor Pero aunque se moría de sed un caminante le negaron el agua para regar la flor Como ves es una historia que puede no ser mía pues habla de un suceso que ocurre cada día 107

burlar a un vagabundo, negar una merced Pero al fin de este cuento vulgar y cotidiano tu sentirás la copa de diamante en tu mano y yo estaré de nuevo muriéndome de sed.

La Dama de la Rosa Los que vieron la Dama luciendo aquella rosa, que era como el fragante coágulo de una llama no supieron decirme cual era más hermosa si la Rosa o la Dama. Los que vieron la Dama llevar la flor aquella como un broche de fuego sobre su piel sedosa no supieron decirme cual era más hermosa si la Dama o la Rosa.

108

Cuando pasó la Dama fue un perfume su huella nadie supo decirme si fue la flor o ella la que dejó la noche perfumada. Y yo, que la tuve desnuda sobre mi lecho, yo que corté la rosa para adornar su pecho ...tampoco dije nada.

La Dama de las Perlas Yo he visto perlas claras de inimitable encanto, de esas que no se tocan por temor a romperlas. Pero solo en tu cuello pudieron valer tanto las burbujas de nieve de tu collar de perlas. Y más, aquella noche del amor satisfecho, del amor que eterniza lo fugaz de las cosas,

109

cuando fuiste un camino que comenzó en mi lecho y el rubor te cubría como un manto de rosas. Yo acaricié tus perlas, sin desprender su broche, y las vi, como nadie nunca más podrá verlas, pues te tuve en mis brazos, al fin, aquella noche vestida solamente ¡con tu collar de perlas!

La Dama del Espejo. De aquella extraña noche que no fue tuya y mía, pero que en mí fue tuya, como fue mía en ti, me queda lo que queda de un sueno al otro día, o el regresó de un viaje que jamás emprendí. Pero fue más que un sueno. Pero fue más que un viaje. Fue una penumbra rosa y una ventana al mar. Y el viento removía las cortinas de encaje 110

como si se estuviera desvistiendo al entrar. No fuiste mía, es cierto, ni te bese siquiera, pero te sentí mía, mía de otra manera, mujer de un sólo instante maravilloso y cruel; porque te vi desnuda, de pie, frente a un espejo, y así, hermosa dos veces, en ti y en tu reflejo, te sigo recordando frente al espejo aquel.

La Enredadera En el áureo esplendor de la mañana, viendo crecer la enredadera verde, mi alegría no sabe lo que pierde y mi dolor no sabe lo que gana. Yo fui una vez como ese pozo oscuro, y fui como la forma de esa nube, como ese gajo verde que ahora sube mientras su sombra baja por el muro. La vida entonces era diferente, y, en mi claro alborozo matutino, yo era como la rueda de un molino 111

que finge darle impulso a la corriente. Pero la vida es una cosa vaga, y el corazón va desconfiando de ella, como cuando miramos una estrella, sin saber si se enciende o si se apaga. Mi corazón, en tránsito de fuego, ardió de llama en llama, pero en vano, porque fue un ciego que extendió la mano y sólo halló la mano de otro ciego. Y ahora estoy acodado en la ventana, y mi dolor no sabe lo que pierde ni mi alegría sabe lo que gana, viendo crecer la enredadera verde en el áureo esplendor de la mañana.

La Estrella. Yo sigo enamorado de la estrella que ilumina mi melancolía dándole miel a la ternura aquella que acaso era vulgar, pero era mía. Mi corazón ha envejecido un poco, pero, a pesar de su envejecimiento, me duele todavía si lo toco y todavía se me va en el viento.

112

Y tercamente, qué sé yo hasta cuando, mi viejo corazón sigue esperando la última rosa del jardín marchito; y ya después no importa que se vaya, como la última arena de una playa, con el último verso que haya escrito.

La Fuga Infinita Batiendo sus alas de rosa partió... Le rogué, llorando: "¡Vuelve a mi otra vez!" -Volveré- me dijo... Pero no volvió... Después, mi inocencia, cual mística flor, se mustió entre las llamaradas locas del pagano amor, y a mi alma su aroma no tornó jamás... Y, al llegar mis dudas, se marchó mi fe... -"¿Volverás?"- le dije... No sé si me oyó: Hizo un gesto vago me miró y se fue. Luego, acurrucada, sufrió mi ilusión de los desengaños el flagelo cruel: Me miró con húmedos ojos de lebrel y se fue en silencio de mi corazón... Y yo sé que un día también tú te irás, sin que mis caricias puedan retenerte, pues ya hacia otros brazos, o ya hacia la muerte, 113

no te detendrás... Porque sé que un día llegará el olvido, y sé que ese día te me irás, mujer, como tantas cosas que ya se me han ido: ¡Para no volver!...

La Lámpara. I Era un vetusto templo de ennegrecidos muros, durante largos siglos olvidados en la selva. Trepándose y retorciéndose por las rotas columnas, lo apresaban sus verdes tentáculos la hiedra. Pórticos apretados y techos derruidos, que ya sólo ofrecían un refugio a las fieras, en la gloria caduca de su esplendor remoto eran el esqueleto de un cadáver de piedra. Pero allí, en los escombros de un altar milenario, una lámpara ardía, misteriosa y eterna. Era una humilde lámpara de aceite, pero ardía, con fulgor tranquilo y una ambición serena. Inexplicablemente ardía la llama, desde el oscuro fondo de las edades muertas: la llama inagotable que iluminaba el tiempo, y que abría en la sombra su flor amarillenta. Y la lámpara ardía bajo el viento y la lluvia. La llama invulnerable vencía las tormentas, como fosforescente lagrima de un Dios triste; y ardía, ardía, ardía, misteriosa y eterna. 114

II En lo alto una estrella fulguro de repente, como un diamante vivo sobre la noche negra. Fascinadoramente su luz resplandecía como un filo de plata, descendiendo a la tierra. Y en las ruinas del templo se acrecentó la sombra, al vacilar la llama de la lámpara terca; ardió siglos y siglos bajo el viento y la lluvia, y la apago la fría mirada de una estrella !

La Mujer Aquella. A veces me pregunto: ¿"Que habrá sido de la mujer aquella"? Y su mirada me llega desde el fondo del olvido, y oigo su voz, sin que me diga nada. Y voy con ella, como en otro mundo, en otro tiempo, nuevamente mía; y es ella, y de repente la confundo con no sé quién, ni dónde ni qué día. Y se me pierde en una calle triste que no recuerdo ya, pero que existe, y allí le digo adiós y no la sigo; Porque quizás, a la mujer aquella,

115

si piensa en mí le ocurrirá conmigo lo que me ocurre a mí si pienso en ella....

La Mujer sin Nombre Por ti escribo estos versos, aunque no sé quién eres; estos versos que acaso tú nunca leerás... Quizás estés ahora junto al hombre que quieres, o el hombre que tú quieres no te quiere quizás. Yo he de olvidarte pronto, como a tantas otras mujeres, y tú, al hombre que hoy amas, también lo olvidarás, y vendrán otras noches y otros amaneceres, sin que nos encontremos nuevamente jamás... Y te escribo estos versos, mujer desconocida, con la extraña certeza de haberte amado en vano, aunque te vi un instante solamente en la vida. Y si acaso lo lees, tú, la mujer sin nombre, 116

quizás sientas la angustia de un recuerdo lejano, y entornarás los ojos, pensando en otro hombre...

La Pena sin Olvido “Yo conozco la pena sin olvido de tu melancolía de mujer, como un rosal que nunca ha florecido o que no lo dejaron florecer. El corazón te duele en un latido que lo atraviesa igual que un alfiler, pues no hay amor, por triste que haya sido, más triste que el que nunca pudo ser. Y es que tu amor era una flor prohibida, y ya no hubo más flor para su vida calladamente fiel a un solo amor; y ése es el luto que hay en tu mirada, ese luto de novia abandonada, tan parecido al de un rosal sin flor....”

117

La Pequeña Plegaria. Para aliviar la angustia vulgar de tanta prosa hoy quisiera un pequeño milagro intrascendente, uno de esos milagros que nunca ve la gente pues su diario portento parece poca cosa... Hoy apenas te pido, Señor, humildemente, abrir una ventana y encontrar una rosa.

118

La Puerta Recuerdo bien que te cerré la puerta. Sé que llamaste, y sé que no te abrí... Y ahora miro la puerta, y está abierta, y te siento de pronto junto a mí. Entraste, y no sé como, todavía; pero sé que este amor tiene que ser como la claridad del mediodía en la penumbra del anochecer. Y es tan inesperado este cariño que lo rechazo y lo retengo al par, como una madre que reprende a un niño, pero que llora viéndolo llorar. Yo te cerré la puerta, y tú la abriste, y te acercaste a mí con timidez, con tu sonrisa de muchacha triste que va a una fiesta por primera vez. Y ahora sé que el amor entró contigo, mujer que, hecha de amor y para amar, tienes la doble cualidad del trigo: pan en la mesa y carne en el altar. Y ahora me da temor la puerta abierta, aunque por ella entró el amanecer... Pero esta vez voy a cerrar la puerta para que no te puedas ir... mujer!

119

La Rama Rota Vengo de tu jardín de altos aromas, con esta flor que embriaga como un vino. Quizás por eso fue que en el camino me siguió una bandada de palomas. Y ahora, en mi huerto, en esta entristecida paz del que nada odia y nada ama, me tropiezan los pies con una rama seca y rota, lo mismo que mi vida. Y, como quien regresa del olvido y se hermana al dolor de otra derrota, pongo la flor sobre la rama rota para hacerle creer que ha florecido.

120

La Sed Insaciable Decir adiós... La vida es eso. Y yo te digo adiós, y sigo... Volver a amar es el castigo de los que amaron con exceso Amar y amar toda la vida, y arder en esa llama. Y no saber por qué se ama... Y no saber por qué se olvida... Coger las rosas una a una, beber un vino y otro vino, y andar y andar por un camino que no conduce a parte alguna. Sentir más sed en cada fuente y ver más sombra en cada abismo, en este amor que es siempre el mismo, pero que siempre es diferente. Porque en sordo desacuerdo de lo soñado y lo vivido, siempre, del fondo del olvido, nace la muerte de un recuerdo. Y en esta angustia que no cesa, que toca el alma y no la toca, besar la sombra de otra boca en cada boca que se besa.

121

La Señal Hay siempre una señal, en un momento Que nunca es prematuro ni tardío, Como se ve en las velas de un navío La señal inequívoca del viento. Pero algún silencioso sentimiento, Oculto en el pudor o el señorío, Nos puede sugerir todo el estío Con la señal de un pájaro sediento. Y hoy como ayer mi corazón espera Una señal, una señal cualquiera, No se de que manera ni se cual; Pero si se que, apasionadamente, Ante tu lejanía indiferente, Mi corazón espera una señal. . .

122

Lamentacione s de Otoño (I) I Como tantas cosas lejanas que se acercan sin rumor, llegaron las primeras canas y quizás el último amor. El amor que paso de prisa, y el que nunca llego a pasar, entristecieron mí sonrisa igual que un ciego frente al mar. Yo soñaba con un cariño que acaso tuve y se me fue, y me eche a llorar como un niño que llora sin saber por qué. Hoy asoman rostros extraños sombríamente frente a mí: Hoy llegan los años huraños diciéndome: “Estamos Aquí”. II Y he de morir sonando cosas que desee y no conseguí... Y seguirán naciendo rosas, pero no serán para mí. Yo buscaba las cosas bellas sin importarme en que lugar. Y otros miraran las estrellas 123

que yo no volveré a mirar. Y nombrar lo que no se nombra - un gran silencio y unan cruz -, y penetrar en esa sombra, yo, que he amado tanto la luz! III Tanto sueños que ya sean ido y que jamás han de volver... empezar a morir de olvido, oh, noche sin amanecer! Apasionadas noches locas, indeciblemente sin par... pero todos besaran las bocas que yo dejare de besar! Agridulce sabor del beso, áurea isla sin latitud: aunque sólo sea por eso, note bayas, Juventud! No te me vayas todavía, porque no me quiero quedar triste de ensueño y de armonía, igual que un ciego frente al mar!

124

Las dos Muñecas. I La nieta del mendigo suspira amargamente, mojando con sus lagrimas la muñeca de trapo: Sobre la falda humilde, como una cosa ausente, la muñeca es ahora solamente un guiñapo. Por que aquella mañana cruzo frente a su choza un brillante cortejo, rumbo al palacio real, y vio a una niña triste, que, en una Áurea carroza llevaba una muñeca de marfil y cristal. II Y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo, donde su ruego es orden y su capricho es ley, con los húmedos ojos llenos de desconsuelo, también llora la rubia nietecita del rey. Y también su muñeca sin par es un harapo, ya sin traje de oro ni cabello de trigo, pues la princesa ansia la muñeca de trapo que en su falda tenia la nieta del...mendigo.

Lied Mi corazón se queda aunque mi amor se vaya , porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar. 125

Tu amor tiene la tibia ternura de una playa; mi amor es inestable como el viento y el mar. Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola, pues te dejo el reflejo de la luz que encendí: Tu amor es una playa, mi amor es una ola, y necesariamente yo he de volver a ti.

Los Navegantes Los navegantes se bambolean sobre las rutas que en los inéditos mares rubrican las carabelas. Las cuerdas vibran ante las ráfagas que hinchan las velas, y el agua ruge cuando entreabre sus hondas grutas. Gajos que muestran púrpuras y otros de extrañas frutas prometen costas donde el inicio de sus estelas. Cual roncos órganos, truenan las olas sus cantinelas, peinando en tanto sus cabelleras verdes e hirsutas. De su invisible coro de liras y de violines la brisa aclara las voces tímidas en los confines donde la niebla teje su espesa malla inquietante. Las naves pasan, como un desfile de solitarios que aún exorcizan los espectros de los corsarios sobre la ruta que trazó a siglos el Almirante!…

Los potros Las riendas de mi vida las sujetan tus manos, y aunque impacientes piafan mis potros- mis instintos-, con tus débiles músculos los sometes. Son vanos 126

mis intentos de fuga, oyendo los lejanos relinchos de otros potros, que entre los laberintos galopan y que arrastran la crin por los pantanos... Pero no olvides nunca que mis potros salvajes esperan un instante, que acechan un descuido... Yo te he dado sus riendas, leves como celajes... Quizás con ellos puedas como yo no he podido... Sujeta bien las riendas!... Mide por su impaciencia la libertad que ansían... Yo sufriré el castigo que merezca un instante tuyo de indiferencia... Ah! y no olvides tampoco que ellos, en la violencia de la arrancada, pueden arrastrarte consigo!...

Lluvia Final Mañana será nunca para todos los días. Y lloverá en un sueño, sin lluvia y sin soñar. Y yo iré alguna noche por las calles vacías, 127

mientras tú vas con otro por la orilla del mar. Ya casi estás ausente. Qué importa este momento, aunque llueve en la tarde, para ti y para mí; porque las hojas secas que se van en el viento nos dicen que hay amores que se fueron así... Mañana estaré solo. Dios no querrá que llueva, porque estaré más solo si llueve y tú no estás. Después, serás el nudo de una corbata nueva, o una esquina de menos o una cana de más. Así será. Qué importa si lo callo o lo digo. Pero cuando no llueva, lloverá en mi canción. Y, al pensar que mañana ya no estarás conmigo, van cayendo hojas secas sobre mi corazón... nadie sabe tampoco lo que dura el amor.

Madrigal En el pequeño ramo de azucenas una azucena más era tu mano, en el ramaje azul de cuyas venas vibraba el ritmo de un cantar lejano… 128

Y al redor de tu mano, prisionera entre aromas y pétalos de nieve, grácil volaba con un giro leve la mariposa azul de la quimera… Y mis labios, ansiosos de azucenas, buscaron la azucena más hermosa, dejando en ella un ósculo pagano…. Y besé una azucena temblorosa, con un ramaje de azuladas venas, ¡la azucena de nácar de tu mano!…

Madrigal De La Ausencia Mujer: pues sobre todo lo infranqueable y lo triste de la vida, también nos separa la mar; 129

pues tan pronto y tan lejos de mi lado te fuiste, y tal vez has partido para nunca tornar, sólo te digo adiós: Al tiempo ya le he dicho todas las demás cosas: Si él las niega a tu oído, ya te las dirá Dios... (Pues Dios existe: ¿Acaso no lo dicen las rosas?)

Madrigal de la Lluvia de Abril Ya no sé bien el sitio ni la hora, ni por qué fuiste mía, ni por qué te perdí. Sé que llovía como llueve ahora, aunque ahora es más triste porque llueve sin ti. Y sé que, de repente, cayeron dos diamantes sobre tus zapaticos de charol... Y era dulce aquel llanto de tus ojos radiantes, como esos mediodías en que llueve con sol.

Madrigal Triste 130

¡Qué clara la mañana! ¡Qué fresco y delicioso el viento! ¡Cuánta luz! ¡Cuánta leve armonía!... - Busqué a mi alrededor algo maravilloso... Y ella, a mi lado, sonreía... ¡Cuánta muda tristeza en el cielo nublado! ¡Qué silencio en las frondas donde el ave cantaba! -Busqué a mi alrededor algo desconsolado... Y ella, a mi lado, suspiraba... ¡Qué soledad! ¡Qué angustia crispada en la doliente neblina! ¡Qué vacío en todo!...- Desolado Busqué a mi alrededor... Y busqué inútilmente: Ella no estaba ya a mi lado.

Me llegabas en la Brisa y en la Espuma... 131

Me llegabas en la brisa y en la espuma, tú, la perdida para siempre... Tú, la que ennoblecías el sabor del recuerdo, que ahora llegas más casta y más ausente... Me llegas en el viento que huele a lejanía, me llegas en la sal que sabe a muerte, tú, sombra arrinconada en un silencio; tú, la perdida para siempre... Ya no sé por qué sordo camino de la ausencia bajo que estrellas moribundas vienes, con los pies inseguros llenos de polvo y de rocío, tú, la pérdida para siempre...

Mejor no Quiero Verte Mejor no quiero verte... sería tan sencillo cruzar dos o tres calles... Y tocar en tu puerta. 132

Y tú me mirarías con tus ojos sin brillo sin poder sonreírme con tu sonrisa muerta. Mejor no quiero verte... porque va a hacerme daño pasar por aquel parque de la primera cita. Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño ni sé quién es ahora la mujer más bonita. Mejor no quiero verte... porque andando en tu acera sentiré casi ajeno todo lo que fue mío. Aunque es sólo una esquina donde nadie me espera y unos cristales rotos en un balcón vacío. Sí... seguiré muriendo de mi pequeña muerte de hace ya tantos años el día que me fui pues por no verte vieja... mejor no quiero verte, pero tampoco quiero que me veas tu a mí.

Mi Corazón no sabe lo que 133

Espera Mi corazón no sabe lo que espera, pero yo sé que espera todavía... igual que aquella noche que llovía y te besé bajo la enredadera. Tu amor se fue como si no se fuera... pues algo tuyo vuelve cada día... y me dejaste la melancolía de doblar el pañuelo a tu manera. Esta noche de viento y lluvia fría quiero pensar que si tu amor volviera... al dejar de llover, ya no se iría. Y estoy aquí, bajo la enredadera... y como aquella noche en que llovía mi corazón no sabe lo que espera.

134

Mi Corazón se siente Satisfecho Mi corazón se siente satisfecho de haberte amado y nunca poseído: así tu amor se salva del olvido igual que mi ternura del despecho. Jamás te vi desnuda sobre el lecho, ni oí tu voz muriéndose en mi oído: así ese bien fugaz no ha convertido un ancho amor en un placer estrecho. Cuanto el deleite suma a lo vivido acrecentado se lo resta el pecho, pues la ilusión se va por el sentido. Y, en ese hacer y deshacer lo hecho, sólo un amor se salva del olvido, y es el amor que queda insatisfecho.

135

Mía Mujer soñada: Ya tú eres mía... Ya tú eres mía, como las rosas son del rosal, y el Sol, del día... Todos los seres, todas las cosas, me están diciendo que ya eres mía... ¿No oyes el canto que alza el jilguero, revoleteando sobre el alero, vertiendo a chorros su melodía? Es que él bien sabe cuanto te quiero; es porque sabe que ya eres mía... ¿No sientes cómo la mano blonda del Sol oculto tras de la fronda te unge del oro tibio del día? Es que el Sol sabe también cuán honda, cuán dulcemente ya tú eres mía... ¿No ves la lluvia -que canta ahora-, regando perlas? Ya ella no llora con infinita melancolía, y es que la lluvia tampoco ignora que ya eres mía... ¿No ves los juegos que entre las rocas las mariposas juegan airosas, en una móvil policromía? Es porque saben las mariposas que ya eres mía... ¿No estas sintiendo que dulcemente la fresca brisa besa tu frente y alarga el beso sobre la mía? Es que ella sabe cuán hondamente ya tú eres mía... 136

¿No ves las noches ahora más bellas? Es que han surgido nuevas estrellas, y entre relámpagos de pedrería, decir parecen que saben ellas que ya eres mía... ¿No oyes al río, que descendiendo por los barrancos, calma su estruendo y se hace ahora blanda armonía? ¿No te parece que va diciendo que ya eres mía? Mujer soñada: Ya tú eres mía, ya tú eres mía como las rosas son del rosal, y el Sol del día. Todos los seres, todas las cosas, -ríos, estrellas y mariposas-, oyen el himno de mi alegría, y hay más perfumes, porque hay más rosas, desde que puedo llamarte mía.....

137

Monologo de Casanova Esta noche estoy solo, es primavera, y llueve, Y barajo el recuerdo como un viejo tahúr... Loco rey de una noche predominante y breve, Sólo he sido la sombra de una nube en la nieve O el temblor de una espiga bajo el viento del sur. Amar era mi anhelo, pero amé demasiado, Sin que me engrandeciera jamás un gran amor... Y ahora están resurgiendo las mujeres que he amado, Melancólicamente, del fondo del pasado, Y yo cierro los ojos, para verlas mejor. Ellas supieron darme la eternidad de un día, La gloria de una noche llena de amanecer; Y eran ofrendas vanas que yo no agradecía, Evaporados vinos de una copa vacía Que iba de mano en mano, de mujer en mujer. Todas fueron princesas en la magia de un cuento; Todas fueron mendigas de un agrio despertar... Y ahora ya nadie escucha mi acento descontento, Porque soy como un buque batido por el viento, Que se quedó sin velas en la orilla del mar. Queriendo amar a tantas, quizás no amé a ninguna, O amaba solamente mi propia juventud; Pues eran, al reclamo de una buena fortuna, Propicio todo instante; toda cita, oportuna; Toda puerta, accesible; frágil toda virtud... Mi corazón cantaba sobre la primavera, Cuando hasta en las espinas quiere abrirse la flor... Después se fue apagando mi bujía de cera, Pero tan lentamente como si no supiera Si empezaba una sombra o acababa un fulgor. Ellas, las que me amaron, supieron de mi olvido; 138

Y ellas, las olvidadas, me olvidaron también. Y hoy, a veces, me miran como a un desconocido, Como si me miraran buscando un parecido Que les recuerda a alguien, sin recordar a quién. Usurpador furtivo de caricias ajenas, Ejercité mis besos para la ingratitud. Y hoy, mercader de espumas, agricultor de arenas, Prófugo delirante que añora sus cadenas, Soy un hombre sin sueños entre la multitud. Pero si por la gracias de un Dios caritativo Renaciera de pronto la juventud en mí, Yo, esclavo de mi sombra, libertador cautivo, Olvidaría entonces la vida que ahora vivo, Para vivir de nuevo la vida que viví...

Muchacha sin Amor Mira esa lenta nube; mira esa flor lozana; mira el agua del río que murmura a tus pies... Pero piensa en lo poco que va a quedar mañana de todo lo que hoy ves. Piensa que el tiempo pasa por tus manos vacías igual que esa corriente que no vuelve jamás; y la flor y la nube se van como tus días, y tú también te vas. Por eso, hunde tus manos en el agua del río, y sonríe a las nubes y ve a cortar la flor, y llena con un sueño tu corazón vacío, muchacha sin amor...

139

Música de Septiembre Una palabra simple es suficiente. Y aprender a cantar oyendo el río que no sabe que canta en su corriente. Y un buen amor, como tu amor y el mío. Nada más de esa lágrima insincera ni de aquella clausura en el espanto, como el agua del pozo, que quisiera cantar también, pero le falta el canto. Y por una palabra que dijiste y echó hacia atrás el frío de la nieve, ayer la lluvia me dejaba triste y hoy casi sonrío cuando llueve. Una palabra simple y un lejano crepúsculo de otoño sobre el río, como mi mano, así, sobre tu mano, y nada más para tu amor y el mío. Música fácil para el sentimiento como el sol en el patio de la casa, y que la vida pase como el viento, que ni se ve siquiera cuando pasa.

140

No era Amor No era amor. Fue otra cosa Pero según murmuran en la ciudad aquella, yo cometí el delito de inventarte una estrella, y fue tuyo el pecado de ofrecerme una rosa. No era amor, no era eso que se enciende en la sangre como una llamarada; Era mirar tus ojos y no decirte nada o acercarme a tu boca sin codiciar un beso. Tarde para mi hastío, tarde para tu angustia de mariposa en vano, era como dos ciegos que se daban la mano, como dos niños pobres, tu corazón y el mío. Nada más. Ni siquiera suspirar en la lluvia de una tarde vacía, No era amor, fue otra cosa. No se lo que sería Yo sé que es triste que nadie lo creyera.

141

Nocturno IV Así estás todavía de pie bajo la lluvia, bajo la clara lluvia de una noche de invierno. De pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa, de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo. Siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia, con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos y tu voz que nacía del fondo de tus ojos y tus manos cansadas que se iban en el viento y aquel cielo de plomo y el rumor de los árboles y la hoja aquella que te cayó en el seno y el rocío nocturno dormido en tus pestañas y engarzando diamantes en tu vestido negro. Así estás todavía lejanamente cerca desde tu lejanía de sombra y de silencio. Mi corazón te llama de pie bajo la lluvia, de pie bajo la lluvia te acercas en el sueño. La vida es tan pequeña que cabe en una noche. Quizá fue que en la sombra me encontré con tu beso y por eso me envuelve, de pie bajo la lluvia, el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo. Si, me has dejado triste porque pienso que acaso ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo. Y no he de verte entonces de pie bajo la lluvia con las manos temblando de frío y de deseo. Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes y otras mujeres, y otras, a lo largo del tiempo, siempre he de recordarte de pie bajo la lluvia, bajo la lluvia clara de una noche de invierno...

Nocturno V 142

La noche está soñando que es azul. Todo duerme. Un pájaro medita un trino nuevo. Y yo, en la paz nocturna, no me atrevo a moverme, porque temo que el éxtasis se rompa si me muevo. Mi corazón palpita en la distancia y asciende en espirales hacia un astro que ignoro. Un vaho de silencio me envuelve de fragancia, y me dicta las sílabas de una estrofa de oro. Estoy solo en la noche. El tiempo ya no existe. Nada existe en la noche, que no existe tampoco. Yo solo existo. Yo, que por ser loco y triste, puedo soñar despierto para morirme un poco...

Nocturno VII Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero. Ahora que no me oyes, ya no debo callar. Tú seguirás tu vida y olvidarás primero... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar. Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte, y un amor tempestuoso que no puede durar. Acaso aquella noche no quise retenerte... y ahora estoy recordándote a la orilla del mar. Tú, que nunca supiste lo que yo te quería, quizás entre otros brazos lograrás olvidar... Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar. El rumor de mi sangre va cantando tu nombre, y el viento de la noche lo repite al pasar. Quizás en este instante tú besas a otro hombre... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar... 143

Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...

Nocturno VIII Aquí, solo en la noche, ya es posible la muerte. Morir es poca cosa si tu amor está lejos. Puedo cerrar los ojos y apagar las estrellas. Puedo cerrar los ojos y pensar que ya he muerto. Puedo matar tu nombre pensando que no existes. Ahora, solo en la noche, sé que todo lo puedo. Puedo extender los brazos y morir en la sombra, y sentir el tamaño del mundo en mi silencio. Puedo cruzar los brazos mirándote desnuda, y navegar por ríos que nacen en tu sueño. Sé que todo lo puedo porque la noche es mía, la gran noche que tiembla de un extraño deseo. Sé que todo lo puedo, porque puedo olvidarte: Sí. En esta sombra, solo, sé que todo lo puedo. Y ya ves: me contento con cerrar bien los ojos y apagar las estrellas y pensar que me he muerto.

Nunca más Nunca más caminando por las calles vacías 144

del parque invernal: Nunca más, ojos negros; nunca más, fresca boca, nunca más. Tuvo que ser, como las hojas secas, como las hojas secas que se van: Nunca más tu sonrisa bajo los viejos olmos, nunca más. Como el viento en la palma de la mano, era el último amor, y se fue ya. Qué poca cosa: el viento... el viento que no vuelve nunca más. Tuvo que ser, como sembrar el trigo en la arena sin fin: era fatal. Junto al pozo sin agua ya no crecen las rosas nunca más. Todo se fue en el viento, todo, todo, menos esta tristeza que ya nunca se irá; menos esta tristeza de no besar tu boca nunca más.

Oasis Así como un verdor en el desierto, con sombra de palmeras y agua caritativa, 145

quizás ser tu amor lo que me sobreviva, viviendo en un poema después que yo haya muerto. En ese canto, cada vez más mío, voces indiferentes repetirán mi pena, y tú has de ser entonces como un rastro en la arena, casi como una nube que pasas sobre un río... Tú serás para todos una desconocida, tú que nunca sabrás cómo he sabido amarte; y alguien, tal vez, te buscará en mi arte, y al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida. Pero tú no estarás en las mujeres que alegraron un día mi tristeza de hombre: Como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre, y al decir que te amo, nunca diré quién eres. Y dirán que era falsa mi pasión verdadera, que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto; o dirán que era otra la que canté en mi canto, otra, que nunca amé ni conocí siquiera Y así será mi gloria lo que fue mi castigo, porque, como un verdor en el desierto, tu amor me hará vivir después que yo haya muerto, pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!

Os digo que estas cosas 146

Os digo que estas cosas no pueden decirse de otro modo, pues, dichas de otro modo, ya no serían estas cosas. Digo que el frac estorba para andar con la manga al codo, y que en una alambrada de púas no nacen las rosas. Os digo que hay que desafinar deliberadamente el arpa, y con sus viejas cuerdas ahorcar el tedio y la duda. Y ya veréis que nada importa los remiendos de la carpa, cuando sonríe como un hombre bestial la mujer barbuda.

Orbita Allí estaba el Silencio, de rodillas en un rincón de la luz. ¿Oraba? Un gesto le floreció las manos transparentes. En sus ojos -dos círculos de ausencia, se irisaba un perfume. Y en sus labios inmóviles- dos pétalos de sombra, se ensortijaba un eco de rocío... Allí estaba el Silencio. Sus cabellos luz crespa, sol de fibras, fronda de oro, le iluminaba el perfil exangüe. Allí estaba el Silencio. Allí, sin sombra en la luz. Fue un instante. Y ascendía 147

su mirada una ráfaga de aroma. Allí estaba el Silencio. Fue un instante...

Otoño y Jardín Señora: Es el crepúsculo. No importa si un retoño se ha abierto en los rosales del jardín, todavía: Ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño, que es decir un crepúsculo que dura todo el día. Señora: Es el otoño... Vuestras últimas rosas las está deshojando no sé qué desaliento. Y es que existe un otoño para todas las cosas, y el amor y la vida se nos van en el viento. Comprendedlo, señora: Nada podrá el rocío, ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano; pues no hay nada más triste que un retoño tardío, y el amor es un poco de ceniza en la mano...

Pequeña canción Aún alegran tu calle los viejos mediodías y la sombra del álamo refresca tu portal, todo está como entonces, cuando tú me querías, pero ya no me quieres, y todo sigue igual. Sin embargo, no importa, yo sé que me quisiste 148

más allá de aquel beso, de aquel que no te di, y sé que alguna noche te iras quedando triste al ponerte un vestido que me gustaba a mí.

Pequeña canción (Versión 2) Amor y primavera son una cosa igual, y cada cual lo sabe a su manera: Vos, señora, pasando por mi acera; yo, cuidando del rosal. Es la única cosa que exista entre los dos: Vos que pasáis, feliz de ser hermosa, yo, esperando que nazca alguna rosa digna de vos...

Poema Crepuscular En el recogimiento de la tarde que muere, entre las imprecisas brumas crepusculares, 149

cada jirón de sombra cobra vida, y sugiere vaporosas siluetas familiares. En la brisa que pasa, parece que suspira la virgen de ojos claros que aún sueña en mi regreso; el rumor de las frondas abre el ala de un beso, y desde aquella estrella, alguien me mira… Allá, entre la alameda, se perfila la sombra grácil de la mujer que amé más en la vida, y en la voz de la fuente vibra una voz querida, que en su canción de oro y cristal me nombra… Todo canta, a esa hora, la canción olvidada; todo sueña el ensueño que quedó trunco un día, y verdece de nuevo la ilusión agostada, ebria de fe, de ardor y de armonía… Y entre la sutil bruma de prestigios de incienso que exalta mis recuerdos y mi melancolía, en la paz de este parque abandonado, pienso en la mujer que nunca será mía…

Poema del Amor Pequeño Fue breve aquella noche. Fue breve, pero bella.

150

Poca cosa es el tiempo, que es también poca cosa, porque nadie ha sabido lo que dura una estrella aunque todos sepamos lo que dura una cosa. Nuestro amor de una noche fue un gran amor pequeño que rodó por la sombra como un dado sin suerte, pero nadie ha sabido lo que dura un ensueño aunque todos sepamos lo que dura la muerte. Una noche es eterna para el que no la olvida, y el tiempo nada importa para el sueño y la flor, y, como nadie sabe lo que dura la vida, nadie sabe tampoco lo que dura el amor.

Poema de la Culpa Yo la amé, y era de otro, que también la quería. Perdónala Señor, porque la culpa es mía. 151

Después de haber besado sus cabellos de trigo, nada importa la culpa, pues no importa el castigo. Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo mis labios están dulces por ese amor amargo. Ella fue como un agua callada que corría... Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía. Perdónala Señor, tu que le diste a ella su frescura de lluvia y esplendor de estrella. Su alma era transparente como un vaso vacío: Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío. Pero, ¿cómo no amarla, si tú hiciste que fuera turbadora y fragante como la primavera? ¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío sobre la hierba seca y ávida del estío? Trataré de rechazarla, Señor, inútilmente, como un surco que intenta rechazar el simiente. Era de otro. Era de otro que no la merecía, y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía. Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño: Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño. 152

Y ella me dio su amor como se da una rosa como quien lo da todo, dando tan poca cosa... Una embriaguez extraña nos venció poco a poco: Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco! La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella y me distes los ojos para mirarla a ella. Si. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar. Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara, que sería pecado mayor si no la amara. Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella, que tú, que hiciste el agua, y la flor, y la estrella, tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre, tu también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

Poema de la Despedida Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste... No sé si te quería... O tal vez nos quisimos demasiado los dos. 153

Este cariño triste, y apasionado, y loco, me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así. Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé. Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí... Pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.

Poema de la Desposada 154

Buena

ardiendoPronto será la boda. Pero acaso un despecho,

amargará las noches de tu luna de miel, si al abrir una puerta reconoces un lecho, o al cruzar un pasillo recuerdas otro hotel. Sin embargo, muchacha, cuando termines el viaje, ya serás la señora de no sé qué señor, aunque tal vez descubras, al abrir tu equipaje, que en la prisa -¡qué pena!- se te olvidó el amor.

Poema de la Duda 155

Nuestro amor ya es inútil como un mástil sin lona, como un cause sin agua, como un arco sin flecha, pues, lo que enciende un beso lo apaga una sospecha y en amor es culpable el que perdona. Ya es sombra para siempre lo que miró la duda con su mirada amarga como una fruta verde; y el alma está perdida cuando pierde el supremo pudor de estar desnuda. Así frente a la noche te he de tender la mano con un gesto cordial de despedida y tú no sabrás nunca lo que pesa en mi vida la angustia irremediable de haberte amado en vano.

Poema de la Espera 156

Yo sé que tú eres de otro y a pesar de eso espero. Y espero sonriente porque yo sé que un día como en amor, el último vale más que el primero tu tendrás que ser mía. Yo sé que tú eres de otro pero eso no me importa. Porque nada es de nadie si hay alguien que lo ansía. Y mi amor es tan largo y la vida es tan corta que tendrás que ser mía. Yo sé que tú eres de otro. Pero la sed se sacia solamente en el fondo de la copa vacía. Y como la paciencia puede más que la audacia tú tendrás que ser mía. Por eso en lo profundo de mis sueños despiertos yo seguiré esperando porque se que algún día buscarás el refugio de mis brazos abiertos y tendrás que ser mía.

Poema de los besos 157

¡Y ante mi abrazo te sentí rendida!... y ante tu sumisión, mis besos sabios pusieron a temblar entre tus labios ansias de amor y de placer y vida!... Fue un instante no más, uno de esos siglos-instantes que el amor nos brinda, prometiéndole un lauro al que se rinda primero en la batalla de los besos!... Lo ves, mujer... No cabe en la materia la espiritualidad de lo insensible; todo es vencido ante el irresistible empujón de la carne y su miseria.... Y te sentí temblar como la fronda al soplo tibio de la brisa vaga , cuando en su trino el ruiseñor divaga y peina el sol su cabellera blonda... Y te sentí temblar como la onda que su quietud sobre la arena apaga, y como el ave que sin rumbo vaga y un circulo invisible traza y ronda. Y te sentí languidecer al peso de mis labios, al peso de un gran beso que perfumó en tus labios a un suspiro, tal como languidece en la laguna un cisne enamorado de la Luna, al no hallarla en el cielo de zafiro... Y te sentí latir, tal como late al manotazo del ciclón la hoja, como en la espada late, humeante y roja, la sangre que bebiera en el combate; tal como el sauce que su frente abate 158

cuando la nube en su aflicción lo moja, o como el océano que se enoja y en el escollo solitario bate. Y te sentí vencida, con el lento y anhelado y temido vencimiento del sol, cuando la Noche abre la puerta del negro templo de su Dios ignoto; y te sentí dormida, como un loto en la serenidad de un agua muerta!... Y te sentí anhelante y temblorosa cual la irisada espuma de un torrente; como un lucero en la región silente, insinuando una seña misteriosa; cual la palma que agita, rumorosa, su abanico de jade, lentamente, como despunta en un jardín durmiente el milagro de gracia de una rosa; y cual la cierva cuando la acorrala la jauría-, cual ave moribunda que pliega triste su ya inútil ala. Y adoré tu sensual melancolía llena de rendición meditabunda, y te sentí profundamente mía...

159

Poema de una Calle Amo esta calle, y amo sus tristes casas en las que se entristecen cumpleaños y bodas, porque esta calle triste, se alegra cuando pasas tú, mujer preferida entre todas. Amo esta calle acaso porque en ella subsiste no se que somnolencia de arrabal provinciano. Pero a veces la odio, porque aunque siempre es triste me parece más triste cuando te espero en vano. Y yo bien sé que esta calle nunca podrá ser bella con sus fachadas sucias y sus portales viejos. Pero sé que es distinta cuando pasas por ella y te miro pasar... desde lejos. Por eso amo esta calle de soledad y hastío que ensancha sus aceras para alejar las casas. Mientras te espera en vano mi corazón vacío, ¡que es una calle triste por donde nunca pasas!

160

Poema de Navidad Entre la muchedumbre que ríe y se divierte por las iluminadas calles de la ciudad, me llega tu recuerdo con un sabor de muerte, mujer de mis tristeza y mi felicidad. Y, así, esta noche alegre tengo los ojos tristes, tristes de la tristeza de ir contigo y sin ti, mujer que existes y no existes, mujer que nunca tuve, pero que ya perdí. Voy andando en la noche, desterrado del mundo, y de pronto, surgiendo de entre la multitud, me sale al paso un perro vagabundo, desorientado y triste como mi juventud. En sus húmedos ojos se duplica mi ensueño, y los dos nos miramos con un mismo dolor: Él, un perro sin dueño; yo, un hombre sin amor.

161

Poema del Amor Ajeno Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo como queda un perfume donde había una flor. Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo; y yo se que eres mía, sin ser mío tu amor. La vida nos acerca y la vez nos separa, como el día y la noche en el amanecer... Mi corazón sediento ansía tu agua clara, pero es un agua ajena que no debo beber... Por eso puedes irte, porque, aunque no te sigo, nunca te vas del todo, como una cicatriz; y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo, pues al perder la espiga retiene la raíz. Tú amor es como un río, que parece más hondo, inexplicablemente, cuando el agua se va. Y yo estoy en la orilla, pero mirando al fondo, pues tu amor y la muerte tienen un más allá. Para un deseo así, toda la vida es poca; toda la vida es poca para un ensueño así... 162

Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca; y tú estarás con otro... ¡pero pensando en mí!

Poema del Árbol Árbol, buen árbol, que tras la borrasca te erguiste en desnudez y desaliento, sobre una gran alfombra de hojarasca que removía indiferente el viento... Hoy he visto en tus ramas la primera hoja verde, mojada de rocío, como un regalo de la primavera, buen árbol del estío. Y en esa verde punta que está brotando en ti de no sé dónde, hay algo que en silencio me pregunta o silenciosamente me responde. Sí, buen árbol; ya he visto como truecas el fango en flor, y sé lo que me dices; ya sé que con tus propias hojas secas se han nutrido de nuevo tus raíces. Y así también un día, este amor que murió calladamente, renacerá de mi melancolía en otro amor, igual y diferente. No; tu augurio risueño, tu instinto vegetal no se equivoca: Soñaré en otra almohada el mismo sueño, y daré el mismo beso en otra boca. 163

Y, en cordial semejanza, buen árbol, quizá pronto te recuerde, cuando brote en mi vida una esperanza que se parezca un poco a tu hoja verde...

Poema del Desencanto Y comenzaremos juntos un viaje hacia la aurora. Como dos fugitivos de la misma condena. Lo que ignoraba antes no he de callarlo ahora; No valías la pena. Ya llegaba el otoño y ardía el mediodía. Sentí sed. Vi tu copa. Pensé que estaba llena, pero acerque mis labios y la encontré vacía. No valías la pena. Te di a guardar un sueño pero tú lo perdiste, o acaso abrí mis surcos en la llanura ajena. Es triste pero es cierto. Por ser cierto es tan triste. No valías la pena. Fuiste el amor furtivo que va de lecho en lecho, y el eslabón amable que es más que una cadena. Pero hoy puedo decirte, sin rencor ni despecho; No valías la pena. Me alegre con tu sonrisa; me apene por tu llanto, sin pensar que eras mala, sin creer que eras buena. Te cante en mis canciones y a pesar de mi canto. No valías la pena. Me queda el desencanto del que enturbio una fuente, o acaso el desaliento del que sembró en la arena. Pero yo no te culpo. Te digo simplemente; No valías la pena. 164

Poema del dolor indominado Sobre el vasto silencio se proyectó mi grito, sobre el silencio ilímite del firmamento hueco. Ni un eco abrió sus órbitas elásticas... ni un eco rajó sus cien gargantas roncas en lo infinito. Contra el silencio incólume se aplastó mi protesta, contra el terco mutismo de la extensión plomiza. Y repetí mi grito: Como única respuesta me derribó una cálida ráfaga de ceniza! Y por la estepa muda cruzó un soplo terrible difundiendo acres gérmenes de odios y de epidemias; y en la oquedad montruosa del silencio impasible trepidó un sordo y torpe galope de blasfemias. Y se hundieron de súbito las planicies desiertas barajando en un vértigo todas las perspectivas, y sobre el surco estéril de las edades muertas pasó el ala de fuego de las cóleras vivas. Y otra vez mi estentóreo grito de rebeldía, perforando el silencio, se clavó en lo infinito, y en la paz inmutable de la tierra vacía rebotó cuatro veces el dolor de mi grito. Así el sésamo défico fulminó su eficacia sobre la oscura y áspera vegetación de obstáculos. Y una fosforescencia de convulsos tentáculos ramificó en las sombras un ademán de audacia. 165

Y como un filo rubio, se destacó en las brumas un rígido propósito de verdades intactas, y entonces la ola inmóvil se perfumó de espumas y la brújula absurda marcó rutas exactas. Y entre las tinieblas turbias vibró un signo incoloro que agolpó en una réplica todo el dolor disperso. El silencio infinito labró un verso de oro, ¡y mi grito rebelde fue el oro de aquel verso!

Poema del Domingo Triste Este domingo triste pienso en ti dulcemente y mi vieja mentira de olvido ya no miente. La soledad a veces es peor castigo, ah, ¡pero qué alegre todo si estuvieras conmigo! Entonces no querría mirar las nubes grises formando extraños mapas de imposibles países y el monótono ruido del agua no sería el motivo secreto de mi melancolía. Este domingo triste nace de algo que es mío, que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío, mientras corren las aguas por la calle en declive y el corazón se muere de un ensueño que vive.

166

La tarde pide un poco de sol, como un mendigo, y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo, y tendría la tarde, fragantemente muda, el ingenuo impudor de una niña desnuda. Si estuvieras conmigo, amor que no volviste. OH, ¡que alegre me sería este domingo triste!

Poema del Espejo Déjame ser tu espejo, supliqué aquel día, recuerdo que tu mano se estremeció en la mía. Yo que envidio tu espejo, quiero saber que siente al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente. Detrás de los almendros, casi como del fondo del mar, surgió la luna, con su espejo redondo. Te vi de pie en la sombra, junto al lecho vacío se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río. Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura, yo, allí solo contigo, reflejé tu hermosura. Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía si eras tú, si fue un sueño, o una flor que se abría. Muchacha de la noche de un día diferente, yo no envidio a tu espejo, ya sé que nada siente, Ya sé que te duplica sin comprender siquiera que eres mujer, y hermosa como la primavera, Pues si lo comprendiera saltaría en pedazos por el ansia imposible de tenderte los brazos. 167

168

Poema del Éxtasis No..., nunca fue mi mano más lenta que en la hora secretamente mía de aquella noche aquella. Fue así como una nube cuando oculta una estrella O así como una estrella que se pierde en la aurora. Nunca tuvo mi mano más quietud impaciente, semejante a la mano de un ladrón inexperto. Porque fue como un buque que oscilara en el puerto con el ansia inconforme de zarpar de repente. Si, aquella noche... noche para soñar en vano o encender una estrella... O apagar una duda. Surgió bajo mi mano tu belleza desnuda como si tu belleza surgiera de mi mano. Ni una sola palabra de temor o reproche abrevió el retardado placer del desenlace. Como crece un jacinto frente al alba que nace o como nace el alba del fondo de la noche. No... , nunca fue una mano más lenta ni más leve que mi mano de amante con su gesto de amigo. Eras como la nieve cayendo sobre el trigo o un trigo milagroso brotando de la nieve. Y tu estabas inmóvil bajo la selva rosa como una flor fantástica que se abriera en el lecho. Mientras mi mano lenta descubría en tu pecho dos motivos iguales para llamarte hermosa. Pero desde esa noche de calma y de tormenta desorientadamente vacilé en una duda. Si cerraste los ojos por no verte desnuda o bien porque mi mano fue demasiado lenta.

169

Poema del Fracaso Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema, que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer; Quería aprisionar un alma en un poema, y que viviera siempre... Pero no pudo ser. Mi corazón, un día, silenció su latido, y en plena lozanía se sintió envejecer; Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido y morir recordando... Pero no pudo ser. Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro, en un fugaz anhelo de gloria y de poder; Subió la escalinata de un palacio de oro y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser. Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera, por vivir plenamente la fiebre del placer; Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera, un goce para el solo... Pero no pudo ser. Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara, con tu sonrisa clara, que es un amanecer; y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara, quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser. Y he de decirte adiós para siempre, querida, sabiendo que te alejas para nunca volver, Quisiera retenerte para toda la vida... ¡Pero no puede ser! ¡Pero no puede ser!

170

Poema del Libro Entre todos mis libros, es éste el que prefiero Éste que un día dejé a medio leer Lo cerré de repente, lo puse en el librero, Y ya lo cubre el polvo del ayer. Recuerdo que era un libro de una belleza Era como si en cada frase floreciera un rosal Pero temí de pronto que me desencantara Si seguía leyendo hasta el final. Y ahí está en el librero, donde lo puse un día Tal vez un poco triste por lo que no leí, Pues recordé, muchacha, que casi fuiste mía, Y al guardar aquel libro, pensé en ti...

171

Poema del Olvido Viendo pasar las nubes fue pasando la vida, y tú, como una nube, pasaste por mi hastío. Y se unieron entonces tu corazón y el mío, como se van uniendo los bordes de una herida. Los últimos ensueños y las primeras canas entristecen de sombra todas las cosas bellas; y hoy tu vida y mi vida son como las estrellas, pues pueden verse juntas, estando tan lejanas... Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita, nos da una sed más honda que la sed que nos quita, pero estoy tan seguro de poder olvidar... Y miraré las nubes sin pensar que te quiero, con el hábito sordo de un viejo marinero que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.

172

Poema del Pecado "Vamos que se hace tarde...."- me dijiste. Pero yo me quedé mirando el mar, con el hastío de un pecado triste, pues no hay nada más triste que un pecado vulgar... Tú, la mujer ajena. Yo, el hombre sin ayer. Ya el mar borro tus pasos en la arena, pero hay cosas más hondas en un atardecer.... Yo me pregunto cómo fue el regreso: si ya él estaba allí; si tú, como otras veces, pudiste darle un beso, y si al besarlo no pensaste en mi.... Y me pregunto lo que habrás sentido si después, al quitarte el vestido, rodó un poco de arena hasta tus pies.... Ya se que fue un pecado triste y vulgar, pero el viento soplaba de aquel lado y se llevó el pecado sobre el mar.... Y al cruzar la acera, -ladrón de cosas que no tienen finpara pagarte un beso a mi manera fui cortando las rosas de mi jardín... Tal vez mañana, como hay sueños que han sido y que no son, tú abrirás como siempre la ventana y saldrás a esperarlo en el balcón. Y, como una sorpresa, 173

como una burla fina y cruel, colocarás mis flores en la mesa sin que tiemble tu mano en el mantel.... Quizás vuelva a la playa, por andar en la arena, no por ti.... (ya me dijiste que, aunque yo no vaya, tú iras todas las tardes por allí...) Y si nos tienta algún pecado triste y vulgar, el viento sopla siempre de aquel lado, y se lo lleva todo sobre el mar....

174

Poema del Perdón. No dije una frase De más ni de menos, que recuerde yo: Nadie tiene culpa de que el tiempo pase, Y el tiempo pasó…. Y fuiste el fantasma de un amor lejano, La sombra de un beso que nunca olvide; Pero se que un día te tendí la mano, Y se que me heriste, sin decir por que. Fue injusta la herida, Y era dolorosa, pero sonreí; La vida que pasa no es toda la vida, Y seguí viviendo mi vida sin ti. Días, meses, anos, buena y mala suerte, Calles en la lluvia, pasos al azar… Y hoy he vuelto a verte. Y hoy te vi pasar. Y aunque debo odiarte por la herida Aquella, y porque me heriste que se yo Porque… Te encontré tan bella, tan bella,

Tan bella Que te perdone…

175

Poema del Poema Quizás pases con otro que te diga el oído esas frases que nadie como yo te dirá; y, ahogando para siempre mi amor inadvertido !te amare mas que nunca....y jamás lo sabrás! La desolada estrofa, como si fuera un ala, voló sobre el silencio...Y tú estabas allí: Allí en el más oscuro rincón de aquella sala, estabas tú, escuchando mis versos para ti. Y tú, la inaccesible mujer de ese poema que ofrece su perfume pero oculta su flor, quizás supiste entonces la amargura suprema de quien ama la vida porque muere de amor. Y tú, que nada sabes, que tal vez ni recuerdes aquellos versos tristes y amargos como el mar, cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes, los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar. Después, se irguió tu cuerpo como una primavera, mujer hoy y mañana distante como ayer... vi que te alejabas sin sospechar siquiera ¡que yo soy aquel hombre...y tú aquella mujer!

176

Poema del Puerto Aquí, desde este muro, mirando el mar abierto, siento de pronto el descontento oscuro de un buque abandonado que envejece en el puerto. Aquí el ancla se aferra, pero el velamen pugna por volar; aquí comienza el mar para el que está en tierra, pero aquí el mar termina, para el que está el mar. Y por eso quizás amo este muro sobre el que salta a veces el oleaje; este muro que mira hacia el futuro con la esperanza de emprender un viaje... Amo este puerto claro, y este Morro que puja su montaña, y el giratorio resplendor del faro, única luz que supo dar España... Y amo el manso canal de entrada angosta, que hasta sus arrecifes se conmueve, cuando, a todo lo largo de la costa, retiembla el cañonazo de las nueve. Amo este puerto de hálitos salobres, con un gran muro que parece chico para el coloquio de los novios pobres y para los bostezos del matrimonio rico. 177

Amo este puerto femenino y macho, con su agua honda y su emoción sencilla, igual que la mirada de un muchacho que remienda sus redes en la orilla; o como la sonrisa del marino de idioma gutural y vacilante pierna, que nadie ha de saber de dónde vino, pero que siempre va hacia la taberna; como esos buques de actitud mendiga, mugriento casco y remendadas lonas, tan llenos de humildad y de fatiga, que, sin saber por qué, nos parecen personas. Amo este puerto, donde tantas veces el ciclón antillano frenaba sus embates, entre el súbito brillo de los peces y la esbelta blancura de los yates. Y amo los botes lentos, de remo largo y corta travesía, con las maderas llenas de lamentos, donde viajan de noche los amores de un día... Amo este puerto, donde las gaviotas hacen su nido en las arboladuras, respirando fragancias de las islas remotas donde no llegarían sus alas inseguras. Y amo este puerto, abierto derechamente al mar, igual que un río, que en su dormida paz está despierto 178

y en su cálido amparo siente frío, porque mi corazón también es como un puerto que poco a poco se quedó vacío...

Poema del Regreso Vengo del fondo oscuro de una noche implacable, y contemplo los astros con un gesto de asombro. Al llegar a tu puerta me confieso culpable, y una paloma blanca se me posa en el hombro. Mi corazón humilde se detiene en tu puerta, con la mano extendida como un viejo mendigo; y tu perro me ladra de alegría en la huerta, porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo. Al fin creció el rosal aquel que no crecía y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro: Yo también he cambiado mucho desde aquel día, pues no tienen estrellas las noches del destierro. Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada; pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo, mírame dulcemente, sin preguntarme nada, y sabrás que no he vuelto... porque estaba contigo.

179

Poema del Renunciamiento Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa, como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás. Soñaré con el nácar virginal de tu frente; soñaré con tus ojos de esmeralda de mar; soñaré con tus labios desesperadamente; soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás. Quizás pases con otro que te diga al oído esas frases que nadie como yo te dirá; y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás. Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizar; y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás. Y si un día una lágrima denuncia mi tormento -el tormento infinito que te debo ocultarte diré sonriente: "No es nada... Ha sido el viento." Me enjugaré la lágrima... y jamás lo sabrás.

180

Poema del río Únicamente el río conoce tu secreto, ese secreto tuyo que es el secreto mío. El río es un hombre de corazón inquieto pero el amor se aleja como el agua del río. Únicamente el río nos vio por la vereda, y el rumor de sus aguas era como un reproche. Tu piel era más blanca bajo la magra seda, como el deslumbramiento de la nieve en la noche. No importa que huya el agua como un amor de un día; mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya. Únicamente el río supo que fuiste mía, para que mí alma fuera profundamente tuya. El río es como un viaje para el sueño del hombre, el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje. Únicamente el río te oyó decir mí nombre cuando las hojas secas decoraron tu traje. Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto que va encendiendo hogueras y se muere de frío. Únicamente el río conoce tu secreto. Únicamente el río.

181

Poema del Secreto Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía, y no volver el rostro para verte pasar. Puedo apretar mis labios un día y otro día... y no puedo olvidar. Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente, casi aburridamente, sobre un tema vulgar, puedo decir tu nombre con voz indiferente... y no puedo olvidar. Puedo estar a tu lado como si no estuviera, y encontrarte cien veces, así como al azar... puedo verte con otro, sin suspirar siquiera, y no puedo olvidar. Ya vez: Tú no sospechas este secreto amargo, más amargo y profundo que el secreto del mar... porque puedo dejarte de amar, y sin embargo... ¡no te puedo olvidar!

182

Poema Final Yo cantaré algún día la angustia verdadera, y, así lo que otros callan lo iré diciendo yo, pues la mujer que amamos sin que ella lo supiera, sin saberlo nosotros, acaso nos amó... Aunque el tiempo nos lleva por un camino triste, mientras tu cuerpo avanza, tu alma puede volver, porque, en tu amor de ahora, tu amor de ayer subsiste, y en la mujer que hoy amas sonríe otra mujer. Y es que el amor más grande nos parece pequeño mientras haya otra boca que podamos besar, y el corazón no sabe la medida del sueño como nadie ha sabido la medida del mar. Porque el alma inconforme pide más a la vida, que en cada don que otorga nos arrebata un don, y así nos mata un sueño con cada despedida y nos cuenta una muerte cada resurrección. Pero el amor sonríe como un niño dormido, y el mañana es la sombra de la luz del ayer; y así se va la vida, sin saber que se ha ido, como se van las nubes en el atardecer...

183

Y ahora, yo, que he hecho mía toda esa angustia ajena, que canté sonriendo lo triste del azar, comprendo que he cantado también mi propia pena, y que he dicho las cosas que quería callar.

Poema Final por Nosotros Está bien, vas con otro, y me apeno y sonrío, pues recuerdo las noches que temblaste en mi mano, como tiembla en la hoja la humedad del rocío, o el fulgor de la estrella que desciende al pantano. Te perdono, y es poco. Te perdono, y es todo, yo que amaba tus formas, más amaba tu amor, y empezó siendo rosa lo que luego fue lodo, a pesar del perfume y a pesar del color. Hoy prefiero mil veces sonreír aunque pierda, mientras pierda tan solo el derecho a tu abrazo, y no ser el que olvida, mientras él quien recuerda, y tú bajes el rostro y él lo vuelva si paso. Quien te lleva no sabe que pasó mi tormento, y me apena su modo de aferrarse a lo vano, él se aferra a la rosa, pero olvida que el viento, todavía dirige su perfume a mi mano. Y por ser quien conozco tus angustias y anhelos, te perdono si pasas y si no me saludas, pues prefiero el orgullo de perderte con celos, 184

a la angustia que él siente de tenerte con dudas. Y mañana quien sabe, no sabré si fue rubia, si canela, o si blanca la humedad de esta pena, y quizás te recuerde si me adentro en la lluvia, o tal vez me dé risa si acaricio la arena.

Poema Lejano A veces me pregunto dónde estarás ahora, después de tantas noches sin tu mano en la mía, -noches de abrir un libro para esperar la aurora, noches de largo viento por la calle vacía. A veces me pregunto si hay alguien que te espera, alguien que no conoces, que pasa y te saluda y, como siempre vistes de negro en primavera, no sé si tus vecinas pensarán que eres viuda. A veces me imagino como serán las cosas que te son familiares: tu jardín, tu ventana, el búcaro en la mesa para poner las rosas y un desayuno sin mí cada mañana. O me quedo pensando qué sentirás tan lejos, en las tardes heladas, al quitarte el abrigo; y cuando vas de compras sin mirar los espejos para que no te digan que ya no voy contigo.

185

Y también me pregunto si alguna madrugada prefieres no dormirte para soñar despierta, o cómo se entristece de lluvia tu mirada cuando pasa el cartero sin tocar en tu puerta. Pero no me pregunto si olvidarás mi nombre, ni lo que tú me diste, ni lo que yo te di, pues si te ven un día del brazo de otro hombre tendrá que ser un hombre que se parece a mí…

Poema nocturno Muchacha de una noche de viento y hojas secas, que una sonrisa tuya pobló de mariposas, como si aún recordaras tus últimas muñecas junto a un hombre lejano que olvidó tantas cosas... Muchacha de una noche de cigarrillos lentos, cuando quedó en la mesa la flor de tu corpiño: Tú eras la pastorcita de los libros de cuentos, y yo fui el niño triste que no supo ser niño. Muchacha de una noche para el amor errante, cuando crece el otoño con su vaho profundo, y el alma es el navío de un solo tripulante que despliega sus lonas al viento de otro mundo. Muchacha de un noche: yo pienso todavía que hubiera sido hermoso que nunca amaneciera, 186

ahora que, fatalmente, comienza un nuevo día, que ha de ser, para tantos, otro día cualquiera...

Poema para el Crepúsculo Hora de soledad y de melancolía, en que casi es de noche y casi no es de día. Hora para que vuelva todo lo que se fue hora para estar triste, sin preguntar por que. Todo empieza a morir cuando nace el olvido. Y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido... Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta de un gran amor dormido que de pronto despierta! Viendo pasar las nubes se comprende mejor que así como ellas cambian, va cambiando el amor, y aunque decimos: ¡Todo se olvida, todo pasa...! en las cenizas, a veces nos sorprende una brasa. Porque es triste creer que se seco una fuente, y que otro beba el agua que brota nuevamente: o una estrella apagada que vuelve a ser estrella, y ver que hay otros ojos que están fijos en ella. Decimos: ¡Todo pasa, porque todo se olvida...! y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.

187

Apenas ha durado para amarte y perderte este amor que debía durar hasta la muerte. Fugaz como el contorno de una nube remota, tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota. Tu amor, cuando era mío, no me pertenecía. Hoy, aunque vas con otro, quizás eres mas mía. Tu amor es como el viento que cruza de repente: Ni se ve, ni se toca, pero existe y se siente. Tu amor es como un árbol que renuncio a su altura, pero cuyas raíces abarcan la llanura. Tu amor me negó siempre lo poco que pedí, y hoy me da esta alegría de estar triste por ti. Y, aunque creí olvidarte, pienso en ti todavía, cuando, aun sin ser de noche, dejo de ser de día.

Poema para Olvidarte Amar -nadie lo ignora- viene a ser como un juego: el juego de dos almas y el juego de dos vidas. Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego, si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas. Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo sutil de detenerse mientras sigue adelante, y una mujer bonita puede olvidarlo todo menos su última cita con su primer amante. Por eso, allá... tan lejos.... en tus tardes de hastío, puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste

188

llenó de mariposas tu corazón vacío y de fechas alegres tu calendario triste. Y como tu pasado no pasó todavía tendrás que recordarme viendo en tu tocador aquellos espejuelos oscuros con que un día disimulaste un poco tus ojeras de amor. Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros, te dirán que me he muerto - yo sé que será asíy te pondrás los mismos espejuelos oscuros para que nadie sepa que lloraste por mí.

Poema Vulgar La vi pasar con otro... Su semblante resplandecía de felicidad. Y me subió a los labios mi sonrisa galante, con algo de impotencia y algo de vanidad. En las manos del otro palpitaban sus manos; en el brazo del otro se apoyaba feliz... Y me envolvió una niebla de recuerdos lejanos, y sentí que sangraba mi vieja cicatriz. La vi pasar con otro, risueña y arrogante. Me pareció más bella, más gallarda... No sé. Sólo sé que de nuevo la amé en aquel instante, más que cuando fue mía, si es que entonces la amé... 189

Y, de esa llamarada que aún me quema, de ese dolor amargo como un golpe de mar, ya lo veis: ha nacido este poema deplorablemente vulgar...

Poema de las Cosas Quizás estando sola, de noche, en tu aposento oirás que alguien te llama sin que tú sepas quién y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento que existen ciertamente, pero que no se ven... Y también es posible que una tarde de hastío como florece un surco, te renazca un afán y aprenderás entonces que hay cosas como el río que se están yendo siempre, pero que no se van... O al cruzar una calle, tu corazón risueño recordará una pena que no tuviste ayer y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño, cosas que nunca han sido, pero que pueden ser... Por más que tú prefieras ignorar estas cosas sabrás por qué suspiras oyendo una canción y aprenderás entonces que hay cosas como rosas, cosas que son hermosas, sin saber que lo son... 190

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido y un soplo de ceniza regará tu jardín y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido son las únicas cosas que nunca tienen fin.

Poemas en la Arena I

LardiendoLas olas vienen. Las olas se van. Mi silencio -- un silencio de cien puertas cerradas--, se encrespa de rumores, como el mar. ¡El mar, el mar, amor! ¡Amor, el mar! Mi corazón es una playa triste, y tú eres una ola que viene y que se va... VI Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros. --Hoy sí. Como una flor de sombra, como una mariposa negra y gris, la noche fue a encenderse de amor entre tus manos, sobre tus manos diáfanas, que se tendían hacia mí... Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros. --Hoy sí. Y vi que te alejabas por un camino que ascendía hacia un inhóspito confín. 191

Y quise acompañarte o detenerte, no sé... Pero el camino se fue borrando en pos de ti.

Poesía del amor Imposible Esta noche pasaste por mi camino y me tembló en el alma no se que afán pero yo estoy consciente de mi destino que es mirarte de lejos y nada más No, tu nunca dijiste que hay primavera en las rosas ocultas de tu rosal. Ni yo debo mirarte de otra manera que mirarte de lejos y nada más Y así pasas a veces tranquila y bella, así como esta noche te vi pasar. Más yo debo mirarte como una estrella que se mira de lejos y nada más. Y así pasan las rosas de cada día dejando las raíces que no se van. Y yo con mi secreta melancolía de mirarte de lejos y nada más. Y así seguirás siempre, siempre prohibida, más allá de la muerte, si hay mas allá. 192

Porque en esa vida, si hay otra vida, te mirare de lejos y nada más...

Profecía El tiempo trae a mis sienes imágenes de mi huerto y de aquel blanco desierto ungido de parabienes. Se vistió la pobre arcilla de sueño, rosa y armiño, de luna y rayo fecundo, y al volar por este mundo crujiendo cándida gloria me vienen a la memoria aquellos años de niño. Una voz atribulada viene y va por mi recuerdo preguntando si me acuerdo de aquella infancia pasada, de aquella suerte cebada en una planta tan leve de aquella infancia tan breve que por tan breve y tan fría más que infancia parecía vejez de luto y de nieve. ¿Que si me acuerdo? Podría olvidar el tiempo aquel, aquel tiempo todo hiel todo hiel y luna fría, 193

aquella niñez sombría, aquel tiempo de candor y aquella madre de amor arrodillada en el suelo mientras nevaba en su pelo con una nieve de dios. Nieve de mi primavera arcángel anunciador de todo cuanto era flor y cuanto inocencia era. Madre de rosa y de cera, madre de sol y de canto, con que amargo desencanto vivió muriendo en la cueva. Su pecho lleno de pena sus ojos, sus ojos llenos de llanto. Flecha de falso cupido que hirió su noble cintura, toro de mala ventura con dos pitones de olvido. Toro de negra suerte, dos pitones sin honor, tronchaste una rosa en flor y en la plaza de la muerte ante torero celeste has de morir sin perdón.

194

Quizás Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa la vida. Quizás te diga un día que se me fue el amor, y cerraré los ojos para amarte mejor, porque el amor nos ciega, pero, vivos o muertos, nuestros ojos cerrados ven más que estando abiertos. Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que nos quedamos juntos para toda la vida.

Recapitulación Yo he vivido mi vida: Si fue larga o fue corta, si fue alegre o fue triste, ya casi no me importa. Y aquí estoy, esperando. No se bien lo que espero, si el amor o la muerte, - lo que pase primero. Algo tuve algún día; lo perdí de algún modo, y me dará lo mismo cuando lo pierda todo. Pero no me lamento de mi mala fortuna, pues me queda un palacio de cristal en la Luna, y por andar errante, por vivir el momento, son tan buenos amigos mi corazón y el viento.

195

Por eso y otras me deja indiferente, aquí, allá y dondequiera, lo que diga la gente. - ¿Trampas? - Pues si, hice algunas; pero, mal jugador, yo perdí más que nadie con mis trampas de amor. -¿Pecados? - Si, aunque leves, de esos que Dios perdona, porque, a pesar de todo, Dios no es mala persona. - ¿Mentiras?- Dije muchas, y de bello artificio, pero que en un poeta son cosas del oficio. Y en los casos dudosos, si hice bien o mal, ya arreglaremos cuentas en el Juicio Final. Eso es todo. He vivido. La vida que me queda puede tener dos caras, igual que una moneda: una que es de oro puro - la cara del pasado - y otra - la del presente - que es de plomo dorado. Por lo demás, ya es tarde; pero no tengo prisa, y esperare la muerte con mi mejor sonrisa, Y seguiré viviendo de la misma manera, que es vivir cada instante como una vida entera, mientras siguen andando, de un modo parecido, los hombres con el tiempo y el tiempo hacia el olvido.

196

Respuesta al Poema de la Culpa (el otro) Señor, yo soy el otro que también la quería, y vengo a confesarme, porque la culpa es mía. Ella tuvo la gracia fatal de nacer bella: quien la mira, ya nunca será bueno sin ella. Me duele soportar que alguno la haya amado, pero hay cosas tan bellas que no tienen pasado; y ella sólo mañana dejará de ser pura: cuando el roce del tiempo desgaste su hermosura. Ella se me dio toda, como yo me di a ella, ella me dio su flor y yo le di mi estrella; porque de su perfume trascendiendo en mi llama, no quedó un solo beso de los que él me reclama. Tal vez ella lo quiso, pero él lo dudaría, si la viera en mis brazos tan felizmente mía. Si le viera los ojos al sentirse gozada, cuando todo mi sueño le llena la mirada. No existe culpa en ella, ni en él, ni en ti Señor; y si es mía, ¡bendigo la culpa de mi amor! Hay que ser algo malo si se busca el poder, que domina la tierra sutil de la mujer. Ni demasiado malo, ni demasiado bueno, enfermé, sin morir, de su dulce veneno. Mi amor es el de un hombre, sencillamente humano, que sueña de limosna, sin extender la mano. 197

¡Ah! Pero él se redime, sólo a ti te condena, él te arroja su amor, para esquivar su pena. Perdónalo, Señor... Di quién la merecía, pues yo soy el culpable: ¡la quiero todavía!

Respuesta al Poema de la Culpa (ella) Señor, yo no soy digna siquiera de rogarte: mi corazón ignora la palabra del arte. Sólo vengo a decirte que no me han comprendido, porque los hombres hablan con el orgullo herido. Cubren con bellas frases su más vulgar deseo, que a veces me turbaron, pero que ya no creo. Sin embargo, a los dos me di con alegría. Lo comprendo, Señor: ¡toda la culpa es mía! En los brazos de uno me entregué plenamente, y en los del otro... ¿Sabes lo que una mujer siente? Pregúntale a la Virgen, cuando ella era mujer, todo lo que nosotras llegamos a querer. Perdóname la audacia, pero aquella María, no supo del abrazo viril que me rendía. No miró aquellos ojos fijos en mi hermosura, como dedos ardientes sobre mi carne impura. Y no tembló aquel canto de amor en sus oídos que pudo abrir en músicas la flor de mis sentidos. Tú también sabes que el hombre se acerca a la mujer, ebrio por la promesa de su propio placer. Pero la mujer llora, se resiste, Señor, y cuando al fin se ofrece, sueña con el amor. Pues, mientras en el hombre la vida se hace fuerte, la mujer se desmaya con un poco de muerte. Quizás tuve un amante que me sedujo un día, ¡tan malo que, por eso, me gusta todavía!

198

Rosa del Otoño Melancólicamente, en tu faz contraída reflejando el dolor, piensas en lo monótona que transcurre tu vida sin placer, sin amor... Entristecida miras que duplica el espejo tu estatuaria triunfal, porque te ves desnuda, sin que esboce le reflejo a un amante ideal... ! Y te encuentras muy sola en tu lecho impoluto, tu lecho virginal! Y en tu alma, la pena prende un jirón de luto, un paño funeral... En tus noches insomnes, todo tu ser se agita por el ansia sensual, y lentamente mira que tu faz se marchita, pobre rosa otoñal... En tus desesperadas horas, cuando palpita y arde tu carne de mujer soberbia y vehemente, quisieras ser maldita sacerdotisa del placer, y, sumisa al instinto pagano en ti despierto, amar hasta desfallecer... 199

! y no hay una caricia para tu desconcierto, ni un gran abrazo te hace arder! Pide una mano trémula que la estruje y arranque la flor de tu virginidad, y, como un loto abierto en la paz de un estanque, lloras tu inmensa soledad... Cuántas veces entornas los ojos dulcemente, y, en azul embriaguez, sueñas en que te inician en el misterio ardiente una y otra vez!... Y tus dedos, que piensas, febril que son ajenos, una caricia divinal. Ponen sobre las combas sedeñas de tus senos, con lentitudes de ritual... Y contemplan tu ardor vibrante, condenada a la esterilidad, y sientes que le besa la boca descarnada de la fatalidad... ¡Y en vano! El frío lecho donde suspiras sola, sabe de tu dolor, y ante un ara quimérica tu juventud se inmola, igual que una áurea flor... Pobre rosa estrujada, virgen entristecida: Fundado en tu pavor al ver lo estérilmente que se te va la vida, sin placer, sin amor!...

200

Salmo de Otoño. Hay un primer amor, hermosa dama. Que solo es un rasguño, no una herida; Pues, por ser lo primero que se ama, Es también lo primero que se olvida. Y hay algo que no se como se llama, Ya casi en un dolor de despedida, Que es el último fruto en una rama Y es el último amor en una vida. Pero se que hay un río, dama hermosa, Que ira resucitando rosa a rosa La rosaleda moribunda ya; Y, en ese río de la rosaleda, Nuestro amor será el cauce, que se queda, Y el tiempo será el agua que se va. . .

201

Se Deja de Querer Se deja de querer... Y no se sabe porque se deja de querer Es como abrir la mano y encontrarla vacía Y no saber de pronto que cosa se nos fue. Se deja de querer... Y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed Como andar en otoño sobre las hojas secas Y pisar la hoja verde que no debió caer. Se deja de querer... Y es como el ciego que aun dice adiós llorando Después que pasó el tren. O como quien despierta recordando un camino Pero ya solo sabe que regreso por él. Se deja de querer... Como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber Y es hallar un diamante brillando en el rocío Y que ya al recogerlo se... se evapore también Se deja de querer... Y es como un viaje detenido en las sombras Sin seguir ni volver Y es cortar una rosa para adornar la mesa Y que el viento deshoje la rosa en el mantel Se deja de querer... Y es como un niño que ve como naufragan sus barcos de papel O escribir en la arena la fecha de mañana Y que el mar se la lleve con el nombre de ayer. Se deja de querer... 202

Y es como un libro que aun abierto hoja a hoja quedó a medio leer Y es como la sortija que se quitó del dedo Y solo así supimos... Que se marcó en la piel. Se deja de querer... Y no se sabe porque se deja de querer.

Segundo Poema de la Espera Por un agua de hastío voy moviendo estos remos, que pasan tanto al irme y tan poco al volver; pero quizá un día no nos separaremos, mujer mía y ajena, como el amanecer. No importa que me quede ni importa que me vaya, mientras pasan las nubes sin dejar de pasar, porque tu corazón es igual que una playa, que, pudiendo ser tierra, nunca llega a ser mar. Tu amor nunca responde cuando mi amor te nombra; tu amor, que sin ser mío, tantas veces perdí; y yo empuño los remos y viajo hacia las sombras, pues todo se hace sombra si estoy lejos de ti. Filibustero loco tras el botín de un beso, viajo por aguas tristes que me entristecen más; pero tu amor es siempre camino de regreso, mujer que nunca llegas y que nunca te vas. Tu amor es un remoto país desconocido, más allá del mañana, más allá del ayer;

203

y ya sólo recuerdo las veces que me he ido recordando las veces que tuve que volver. Hay virtudes tan tristes, que es mejor ser culpable, y más si es una culpa de amor amarte así; pero, si en nuestras vidas hay algo inevitable, inevitable tú serás para mí. Ya me duelen las manos de remar en mi hastío; pero yo sé que un día dejaré de remar, y he de mirar el mundo como si fuera mío, y romperé los remos en la orilla del mar...

Segundo Poema del Río I

Íbamos en la noche con tu sueño y el mío, donde empiezan tus ojos y termina la sombra. Y allá, bajo los puentes, iba cantando el río la inquietud que se olvida y el dolor que se nombra. Vivir es una ciencia, pero amar es un arte; y, puesto que quien ama va viviendo su muerte, nadie sabrá que un día te besé sin besarte, ni que te he poseído también, sin poseerte. Y supe que la nieve puede ser una brasa, aquella tibia noche de silencio y de seda, y que, antes que una nube fugitiva que pasa, quiero ser en tu vida la raíz que se queda. 204

II Ibamos en la noche con tu sueño y el mío, y la luna crecía, como si nos mirara, mientras junto a nosotros iba cantando el río todo lo que callábamos bajo la noche clara. El amor, que embellece todas las cosas bellas, sobrevive a las culpas, pero no a los reproches: y yo seré en tu vida como son las estrellas, que durarán brillando lo que duren las noches... Y amaré en tu sonrisa todo lo que tú amas, para que tus recuerdos se unan a mis olvidos, al igual que esos árboles que enlazaron sus ramas, y que unidos florecen hasta morir unidos. III Es dulce ir en la noche con tu sueño y mi sueño y sentir que mi mano te besa si te toca; y es grande esta ternura de sentirse pequeño, cuando el sueño termina donde empieza tu boca. Y ver crecer la noche temblorosa de frío, en esta sofocante plenitud del verano, oyendo el melancólico monólogo del río que dice dulcemente lo que callas en vano. Y luego estar contento y a la vez estar triste, viendo pasar? el agua sin que nunca esté ausente, mujer que estás conmigo después que ya te fuiste, pues te vas y te quedas, igual que la corriente...

205

Sembrar Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente, en el surco, en el viento, en la arena, en el mar... Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente: En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar... Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra; siembra el amor y el odio, y sonríe al pasar... La arena del desierto y el vientre de la hembra bajo tu gesto próvido quieren fructificar... Desdichados de aquellos que la vida maldijo, que no soñaron nunca ni supieron amar... Hay que sembrar un árbol, un ansia, un sueño, un hijo. Porque la vida es eso: ¡Sembrar, sembrar, sembrar!

206

Símil del Árbol Árbol ya largamente florecido, con el tronco tatuado de iniciales, lo dejaron en pie los vendavales, sin una hoja, ni una flor, ni un nido, igual que un corazón envejecido que aún palpita, sin bienes y sin males, lleno de sal, como los litorales, con fatiga de amor y sed de olvido. Pero en el árbol se detuvo un día, para cantar, un pájaro viajero, y el tronco aquel sintió que florecía... como florece un corazón huraño, para después sentir que le hace daño la flor tardía de su amor postrero.

207

Símil del Viento Te sentí, como el viento, cuando pasabas ya; como el viento, que ignora si llega o si se va... Fuiste como una fuente que brotó junto a mí. Y yo, naturalmente, sentí sed y bebí. Llegaste como el viento, náufraga del azar, con tus ojos alegres entristeciendo el mar. Y, para que la tarde pudiera anochecer, te fuiste como el viento, que no sabe volver.

Soneto No con altos ejemplos se modela la perfección del alma, ni el tesoro de un buen libro nos dona el del decoro que a las bajas acciones se rebela. La enseñanza no es feudo de la escuela, que es la necesidad lección de oro, y por impulso nato rompe en lloro el niño, nada el pez y el ave vuela. Nace la previsión, de lo imprevisto, pero no la virtud con ir al templo, ni término el saber da a nuestras dudas;

208

y, si de algo valiera el buen ejemplo, ¿se explica que el discípulo de un Cristo Maestro de maestros, fuera un Judas?

Soneto (de Eugenio Castro) Tu indiferencia aumenta mi deseo como aumenta la sed junto a una fuente, y si cierro los ojos ciegamente con los ojos cerrados aún te veo. No importa que mi inútil galanteo siga implorando amor inútilmente, pues me resigno a tú desdén creciente, que es lo único tuyo que poseo. Pero, aunque sé que nunca serás mía, y que otro amante más feliz, un día estrechará tu cuerpo en primavera, aún te sigue este amor que no te alcanza, pues, si es amor amar con esperanza, 209

sólo es grande el amor que nada espera.

Soneto (de Félix Arvers) Nadie conoce mi amor secreto: no lo conoce ni quien lo inspira; y es tan humilde que a nada aspira, pues su constancia no tiene objeto. Mi amor se escuda tras mi respeto; respiro el aire que ella respira, y ella me habla y ella me mira, sin que descubra mi amor discreto. Porque, entre el coro de la alabanza que se prolonga sobre su huella, mi amor suspira sin esperanza; y tanto ignora mis sueños vanos, que si estos versos van a sus manos, tal vez pregunte: "¿ Quién será ella ?"

210

Soneto (de Guillermo de Almeida) "Esa mujer que yo he de amar un día será tan clara, tan gentil y bella, que pensaré que descendió una estrella para llenar de luz mi alma vacía.

Cuando ella pase, loco de armonía, se irá mi corazón en pos de ella, y el celeste perfume de su huella me embriagará de su ensueño..." Esto decía, cuando alguien me llamó. Y vi a lo lejos, clara, gentil y bella, a los reflejos crepusculares, una estrella triste.

211

Y una voz dijo: "Te besé la frente, pero soñabas tan profundamente, mi pobre soñador, que no me viste..."

Soneto (de Luís de Camoes) Entre el ramaje en flor del limonero está un ave dulcísima escondida, rimando un blando verso sin medida que fluye de su pico lastimero. Pero un cruel cazador, desde el sendero, eleva su ballesta distendida, y el ave cae, mortalmente herida, ensartada en el dardo traicionero. Así, mi corazón, que libre andaba, se sintió, donde menos lo esperaba y donde menos lo temía, herido;

212

que el ciego cazador por mí temido, para tomarme por sorpresa, estaba en vuestros claros ojos escondido.

Soneto Adolescente Qué dulce, si lloviera de repente... No sé por qué, porque tu estas lejana, pero en la soledad de esta mañana hay algo de tu amor que no está ausente. Y yo sonrío, extraño adolescente de ojos cansados y cabeza cana, yo, que aún puedo asomarme a la ventana y ver la luna que no ve la gente... Ah, sí, qué dulcemente llovería con ese sol, para olvidar un poco mí prematura gran pasión tardía...

213

Y yo cierro los párpados huraños pensando en ti, yo, extravagante y loco adolescente de cuarenta años.

Soneto con Sed Leyendo un libro, un día, de repente, hallé un ejemplo de melancolía: Un hombre que callaba y sonreía, muriéndose de sed junto a una fuente. Puede ser que, mirando la corriente, su sed fuera más triste todavía; aunque acaso aquel hombre no bebía por no enturbiar el agua transparente. Y no sé más. No sé si fue un castigo, y no recuerdo su final tampoco aunque quizás lo aprenderé contigo; yo, enamorado, soñador loco, que me muero de sed y no lo digo, que estoy junto a la fuente y no la toco.

214

Soneto del Ahorcado El beodo narraba dificultosamente con hipos de agonía y vahos de aguardiente. El, residuo de hombre, sin vigor ni decoro, era el único dueño de un singular tesoro. Y vi en su mano torpe, tal como una serpiente de escamas de oro puro, la trenza reluciente: su tesoro romántico, su reliquia - aunque ignoro de quién era la trenza de cabellos de oro. Y una noche de lluvia se colgó de una rama, y un rechinar de dientes epilogó su drama de recorrer a tientas las brumas del alcohol.

215

Y allí lo vimos todos, al inflamarse el día, y en su cárdeno cuello la trenza relucía cual si se hubiese ahorcado con un rayo de sol.

Soneto del Caminante No, no despiertes jamás para vivir tu sueño porque el sueño es un viaje más allá del olvido. Tu pie siempre es más firme después de haber caído. Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño. El amor llega y pasa como un dolor risueño, como una rama seca donde retoña un nido. Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido. Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño. La vida será tuya si sabes que es ajena, que es igual ser montaña que ser grano de arena, y que a veces lo menos vale más que lo más; Y sabrás, finalmente, cansado caminante, que el tiempo es un camino que crece hacia delante mientras se va borrando, poco a poco, hacia atrás.

216

Soneto del Caminante (V e rsió n 2 )

No, no despiertes jamás para vivir tu sueño porque el sueño es un viaje más allá del olvido. Tu pie siempre es más firme después de haber caído. Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño. El amor llega y pasa como un dolor risueño, como una rama seca donde retoña un nido. Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido. Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño. La vida será tuya si sabes que es ajena, que es igual ser montaña que ser grano de arena, pues la calma del justo vence el furor del bravo. Y aprende que el camino nace del caminante, pues, por más que ambiciones, humilde o arrogante, sólo has de ser el dueño de lo que eres esclavo.

217

Soneto del Tiempo Me verás sonreír, amiga mía, con aquel gesto frívolo de antaño, y hay un viejo dolor que me hace daño, un dolor que me duele todavía. Porque no en vano pasan día y día, y día a día llegan año y año, y el júbilo de ayer se queda huraño de soledad y de melancolía. No te engañes, amiga, con mi engaño: la copa en que bebiste está vacía, y el oro de sus bordes se hizo estaño; y esta frágil corteza de alegría cubre un viejo dolor que me hace daño, un dolor que me duele todavía...

Soneto en la Alcoba Te miraba acostada con mis ojos de bueno, tus ojos aprendían lentamente a soñar, y tu sueño iba a otro, a tu amor en estreno, embriagado de fuga, de capricho y de azar. Me tomaste una mano para palpar tu seno, tu corazón latía con el mío a la par: 218

el tuyo acelerado por un amor ajeno, mi corazón tan cerca, sin poderlo alcanzar. Así dejé de amarte y empecé a comprenderte. Sentí que me tocaba como un roce de muerte, un dolor voluptuoso, pasajero y vulgar. Y mientras me veías mansamente a tu lado, yo escapaba en silencio, para siempre alejado. ¡Aunque esta misma noche te vuelva a desnudar!

Soneto Final Y cerrare los ojos para siempre, algún día y habrá noches de estrellas que ya nunca he de ver y cantara otra boca lo que canto la mía, cuando pasan las nubes en el atardecer. Y habrá polvo en los bordes de la copa vacía donde exalte mi ensueño y aturdí mi placer.

219

Y en las tardes de otoño lloverá todavía, para que otro hombre triste recuerde a otra mujer. Todo será lo mismo, y a la vez diferente, habrá rosas y besos naciendo dulcemente y un niño sin infancia caminando hacia el mar... Y yo seré la sombra de un viajero tardío que quiso ser el cause donde pasara un rió, y fue solo una nube que no volvió a pasar.

Soneto Galante. Hay que decirlo: el alma no es la placida fuente, Ni el cofre perfumado ni el jardín escondido; No es un fulgor de aurora naciendo en el poniente Ni una fecha sin tiempo ni un nombre sin olvido. En el alma hay rincones donde fermenta el llanto Y alegres antifaces para el odio y la astucia. Y sótanos de sombra donde gruñe el espanto, Y raíces malignas y estanques de agua sucia. Eso es así, señora; y, o mucho me equivoco, Pero, como hay amores que también son así, 220

No tenéis mas maneras de comprobar el mió Que una noche con otro, sin que sintáis hastió, O una tarde de lluvia sin que penséis en mi.

Soneto I Como quien boga contra la corriente, aun comprendiendo que su afán es vano, y el remo se le cae de la mano y se siente arrastrado nuevamente, así mi amor se aleja indiferente, pero, al recuerdo de tu amor lejano, reverdece el deseo en su desgano, y regresa mi sed hacia tu fuente. Y, andando y desandando este sendero, 221

a la vez desolado y florecido y jamás recorrido por entero, no sé por qué renaces de mi olvido, ni sé por qué me voy, si es que te quiero, ni sé qué me hace volver cuando me ido.

Soneto Lloviendo No hace falta que llueva como llueve este día, y, sin embargo, llueve desde el amanecer. Si hay rosas y retoños, ¿para qué llovería? Si ya todo florece, ¿qué más va a florecer? Llueve obstinadamente y en la calle vacía las gotas de la lluvia son pasos de mujer. Pero cierro los ojos y llueve todavía, y al abrirlos de nuevo no deja de llover. Yo sé que no hace falta que llueva, pero llueve. Y recuerdo una tarde maravillosa y breve, que fue maravillosa porque llovía así... Y es tan triste, tan triste, la lluvia en mi ventana, que casi me pregunto, dulce amiga lejana, si no estará lloviendo para que piense en ti.

222

Soneto para la Lluvia Mi corazón no sabe lo que espera, pero yo sé que espera todavía, igual que aquella noche que llovía y te besé bajo la enredadera. Tu amor se fue como si no se fuera, pues algo tuyo vuelve cada día, y me dejaste la melancolía de doblar el pañuelo a tu manera. Esta noche de viento y lluvia fría quiero pensar que, si tu amor volviera, al dejar de llover ya no se iría. Y estoy aquí, bajo la enredadera; y, como aquella noche que llovía, mi corazón no sabe lo que espera... 223

Soneto para un Reproche Yo no sé si tú esperas todavía el gran amor con que soñaste en vano, que era un pozo en la tarde de verano y era la sed que el pozo calmaría. Yo sólo sé que estuvo cerca un día, cuando tú lo creíste más lejano; y fue una llama que se heló en tu mano al separar tu mano de la mía. Así fue: Poca cosa en el olvido, como el viento que llega y ya se ha ido o la rama partida sin dar flor; pero no es culpa mía si tú hiciste una cosa vulgar, pequeña y triste, de lo que pudo ser un gran amor. 224

Soneto Rojo Yo he besado el capullo de tu boca jugosa, y he bebido en tus besos mieles espirituales, con toda la liturgia de los viejos misales y el arrebato que era mi ansiedad voluptuosa. La caricia divina fue al cabo dolorosa, que se hicieron incendio los paganos rituales, y vi en tus ojos claros llamaradas sensuales, y sentí de tu carne la llamada imperiosa. Y la onda suprema de un estremecimiento tremó en el nácar tibio de tu cutis fragante, y una llama invisible caldeó tu puro aliento. Y sobre tus espaldas vi enroscado un instante el látigo, tan negro como un remordimiento, que restalló en los aires la Lujuria, triunfante!…

225

Soñar Soñar es ver la vida de otro modo, y es olvidar un poco lo que realmente es, un sueño es casi nada y más que todo, más que todo al soñarlo... casi nada después. Por eso yo no sé si mi sueño es sólo un sueño, yo no sé si algún día lo tocará mi mano y yo no sé, ni me importa, si es grande o si es pequeño pero mi sueño es sueño porque lo siento en vano.

Te Acordarás un día Te acordaras un día de aquel amante extraño que te besó en la frente para no hacerte daño. Aquel que iba en la sombra con la mano vacía porque te quiso tanto... que no te lo decía. 226

Aquel amante loco... que era como un amigo, y que se fue con otra... para soñar contigo. Te acordarás un día de aquel extraño amante. Profesor de horas lentas con alma de estudiante. Aquel hombre lejano... que volvió del olvido solo para quererte... como a nadie ha querido. Aquel que fue ceniza de todas las hogueras y te cubrió de rosas sin que tu lo supieras. Te acordarás un día del hombre indiferente que en las tardes de lluvia te besaba en la frente. Viajero silencioso de las noches de estío que miraba tus ojos, como quien mira un río. Te acordaras un día de aquel hombre lejano del que más te ha querido... porque te quiso en vano. Quizás así de pronto... te acordarás un día de aquel hombre que a veces callaba y sonreía. Tu rosal preferido se secara en el huerto como para decirte que aquel hombre se ha muerto. Y el andará en la sombra con su sonrisa triste. Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.

Te contare la Historia Te contaré la historia del bergantín sombrío que echó un día las anclas en la quietud de un puerto, para ser en la turbia resaca del hastío, el ataúd flotante de su pasado muerto. Allí evocaba el luto de la insignia pirata y las tripulaciones con su bárbaro coro, en las fosforescencias de las noches de plata y en el deslumbramiento de las tardes de oro. 227

Allí, en largos letargos bajo las nubes lentas, entre un enloquecido revuelo de gaviotas, adoraban el soplo brutal de las tormentas, en sus podridos pliegues, las pobres velas rotas. Abajo, en la sentina, mortecinos fanales, moscas y telarañas y barriles flotando, arriba en la cubierta, náufragos espectrales agitando los puños hacia el puente de mando. Ah, las islas del trópico, los dulces archipiélagos para siempre en los mapas de la mala fortuna, y un buque torvamente rondando los murciélagos mientras las mariposas vuelan hacia la luna. Viejo barco que supo que el confín no es redondo en las noches siniestras y en las albas felices, con las anclas hundidas más y más en el fondo como si de las anclas le nacieran raíces. Mástiles carcomidos donde las golondrinas reposan el otoño, como un último ultraje; timón con verdes costras de lepras submarinas y brújula sin norte para morir un viaje. Vientos del sur, o lluvias o locas primaveras, que poco importa todo para los barcos viejos; pero un escalofrío crujía en sus maderas al zarpar otras naves y al perderse a lo lejos. Allí, escuchando el himno de las resacas gordas, vaivén de espumas negras que nunca finaliza, se hubiera dicho un barco cargado hasta las bordas con un gran contrabando funeral de ceniza. Y allí estaba, en el puerto, con su largo letargo, de proa hacia el olvido, muriendo hacia el poniente. Y, sin embargo un día...Ah, un día, sin embargo, Soplo un viento de rosas, maravillosamente. Era el sagrado soplo del amor que transfigura los seres y las cosas en el tiempo sin fin y le dio un casco nuevo con nueva arboladura y nueve velas blancas al viejo bergantín.

228

Y así fue que en la gloria de una alegre mañana, con la proa hacia el sueño y el timón al azar, esta vez bajo el mando de gentil capitana, el bergantín sombrío se echó de nuevo al mar. Y así acaba este cuento que es mas tuyo que mío, tu, que escuchas mi cuento convertido en canción; tu, gentil capitana del bergantín sombrío, del bergantín sombrío que era mi corazón.

Te Iras, tal vez..... Te iras, tal vez; te iras, como una barca buscando el mar huyendo de la tierra, pero estarás en mi, como la marca de un doblez en un libro que se encierra. Te iras, tal vez; y como tantas cosas que están presentes aunque se hayan ido, serás en mi como un rosal sin rosas pero secretamente florecido. Te iras, tal vez; te iras calladamente, mas si el humo se va, queda la brasa, y te parecerás a la corriente que, pasando y pasando, nunca pasa…. Y así te iras sin irte, como un largo 229

rumor de agua cayendo noche y día, pues deja de llover, y sin embargo, nos parece que llueve todavía….

Te Propongo Un Pacto Te propongo un pacto de amor trascendente a la sombra de un árbol y a la orilla de un río: te propongo que nos enamoremos locamente en estas últimas tardes sentimentales del estío…. Ah querida, que hermoso debe ser ese amor diferente ese gran amor prematuramente tardío, y después separarnos, saludándonos cortésmente, sin agravios, sin resentimientos y sin hastío.

230

Tema de Insomnio Ya tengo, al fin, la llave de esa puerta que, sin ser de salida ni de entrada, no impide el paso cuando está cerrada ni permite pasar estando abierta. Digo que tengo al fin la llave triste, porque es triste esa llave diferente, que es diferente porque solamente puede abrir una puerta que no existe. Pero al llegar ante la puerta oscura que ni es puerta ni tiene cerradura, se me perdió la llave o que sé yo. Y, aunque busco la llave todavía, de nada sirve que aparezca un día, porque la puerta desapareció. 231

Así, verte de lejos, definitivamente. Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer. Y sí que como el agua que brota de una fuente aquellos bellos días ya no pueden volver. Así, verte de lejos y pasar sonriente, como quien ya no siente lo que sentía ayer, y lograr que mi rostro se quede indiferente y que el gesto de hastío parezca de placer. Así, verte de lejos, y no decirte nada ni con una sonrisa, ni con una mirada, y que nunca sospeches cuanto te quiero así. Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo, la noche entera es corta para soñar contigo y todo el día es poco para pensar en ti.

Tercer Poema de la Despedida Llamarada de ayer, ceniza ahora, ya todo será en vano, como fijar el tiempo en una hora o retener el agua en una mano. Ah, pobre amor tardío, es tu sombra no más lo que regresa, porque si el vaso se quedó vacío nada importa que esté sobre la mesa. Pero quizás mañana, como este gran olvido es tan pequeño, pensaré en ti, cerrando una ventana, abriendo un libro o recordando un sueño... Tu amor ya está en mi olvido, pues, como un árbol en la primavera, 232

si florece después de haber caído, no retoña después de ser hoguera; pero el alma vacía se complace evocando horas felices, porque el árbol da sombra todavía, después que se han secado sus raíces; y una ternura nueva me irá naciendo, como el pan del trigo: Pensar en ti una tarde, cuando llueva, o hacer un gesto que aprendí contigo. Y un día indiferente, ya en olvido total sobre mi vida, recordaré tus ojos de repente, viendo pasar a una desconocida...

Tercer Poema del Río El agua del río pasaba indolente, reflejando noches y arrastrando días… Tú, desnuda en la fresca corriente, reías… Yo te contemplaba desde la ribera, tendido a la sombra de un árbol sonoro; y resplandecía tu áurea cabellera, desatada en el agua ligera, como un remolino de espuma de oro… Y pasaban las nubes errantes, mientras tú te erguías bajo el sol de estío, 233

con los blancos hombros llenos de diamantes, en la rumorosa caricia del río. Y tú te reías… Y mirando mis manos vacías, pensé en tantas cosas que ya fueron mías, y que se me han ido, como tú te irás… Y tendí mis brazos hacia la corriente, hacia la corriente cantarina y clara, porque tuve miedo, repentinamente, de que el agua feliz te arrastrara… Y ya no reías… bajo el sol de estío, ni resplandecías de oro y de rocío. Y saliste corriendo del río, y llenaste mis manos vacías… Y al sentir tu cuerpo tan cerca y tan mío, al vivir en tu amor un instante más allá del placer y del hastío, vi pasar la sombra de una nube errante, de una nube fugaz sobre el río…

Triste Sabemos lo que es triste por algo que se ha ido, O que, aunque no se vaya, se fue de otra manera, Por algo que es ceniza después de ser hoguera Y es menos que ceniza después de ser olvido. Sabemos lo que es triste por el gorrión sin nido, Por los zapatos rotos que pasan por la acera, Por todos los rosales que han muerto en primavera Y por la enredadera que nunca ha florecido.

234

Sabemos lo que es triste- mas triste todavíaCuando abrimos la puerta de una casa vacía, Cuando andamos las calles en el atardecer. Y un día, en la tristeza de todo lo que existe, Sabemos tristemente que no hay nada más triste Que una mujer hermosa que empieza a envejecer. . .

Triste es Saber Triste es saber que nuestra vida es sólo interminable adiós que, como un cuervo trágico, aletea en nuestro corazón; que cada paso nuestro, deja algo más que una huella en pos, algo que ya no vuelve a nuestra vida, que para siempre huyó; que lo que es hoy sonora melodía o encantada canción, será mañana cual rumor de hojas que el viento sacudió...... Y en esta hora de melancolía, 235

sufro el hondo dolor de preguntarme inútilmente, cuánto me durará tu amor.... Que yo bien sé que cual la brisa deja sin perfume a la flor; que como el mar al fin borra la estela que un buque le dejó; que cual se desvanecen los colores de las flores, al sol, y que como la alquimia del otoño trueca en oro el verdor, el nuestro en nuestras vidas obra el paso igual transformación, dejando despertares donde sueños y hastío donde amor.... Y tengo mucho miedo de esa hora que puede sonar hoy, cuando al besar tus labios, sólo el frío responda a mi calor... Y yo tengo mucho miedo de ese hastío que puedo sentir yo., que robará a mis ojos el miraje azul de la ilusión... Y, en esta hora de melancolía, sufro el agrio dolor de no ignorar que un día, quizás pronto, nos diremos adiós...

Tú dices que has vivido Tú dices que has vivido, quizás. Puede ser cierto. No importa si eres joven ni importa tu vejez. Haber vivido, a veces significa haber muerto, porque a veces los hombres mueren más de una vez.

236

La vida es poca cosa. Qué más da su medida, si el que vive más años no siempre vive más; porque un instante, a veces, llena toda una vida, y a veces ese instante no se vive jamás. Tú dices que has vivido, quizás. Yo no sé nada. No sé lo que te queda del tiempo que se fue. Y acaso, en el misterio de una noche estrellada, te encogerás de hombros sin preguntar por qué. Lo demás llega y pasa: Pobres cosas de un día, fantasma de su sueño, formas de tu ilusión; nada más que hojas secas en tu mano vacía, nada más que hojas secas sobre tu corazón, sin embargo, no importa. Ya llegará el olvido. Después de un gran silencio, como un punto final. Y te sabrá a ceniza lo poco que has vivido, cuando pasen mil años y todo siga igual.

Último Amor Yo andaba entre la sombra, cuando como un fulgor llegaste tú; de pronto, con el último amor. Pero bastó un efluvio de antiguas primaveras para reconocerte, para saber quién eras. Y eras la misteriosa mujer desconocida que entristeció de un sueño lo mejor de mi vida; la de las tardes grises y los claros de luna, la que busqué entre tantas y no encontré en ninguna. Y hoy tal vez como un premio, tal vez como un castigo, lo mejor de mi vida será morir contigo. He pensado esta noche, sintiéndote tan mía que así como llegaste, pudieras irte un día. Lo he pensado eso es todo, pero si sucediera, 237

dejaré que te vayas sin un adiós siquiera. Y cuando te hayas ido —yo que nunca me quejo—, me vestiré de luto y aprenderé a ser viejo. Pero si me muriera sin poder olvidarte y después de la muerte se llega a alguna parte; preguntaré si hay sitio, para mí, junto a ti. Y Dios, seguramente, responderá que sí.

Último poema Otra vez tus caminos me llevan hacia el alba, cuando ya en mi sonrisa murió el último niño. Otra vez esa flecha clavándose en la noche, y esa lluvia de otoño para soñar contigo. Otra vez esas manos alzándose hacia el sueño, y estas sordas raíces sedientas de rocío. Y el profundo desastre de crecer en la sombra, con los ojos cerrados y los brazos vacíos. Otra vez esa antorcha que extenúa mi sangre, y ese silencio oscuro que alarga su latido. 238

Oh, corazón de fiebre en la floresta negra, muriendo lentamente y eternamente vivo. Oh, si, otra vez y siempre, morir en cada estrella, y encender esa lámpara que se apagó de frío. Oh, si, otra vez y siempre, hasta morir la vida; otra vez hacia el alba por todos los caminos!

Variante de una Canción Antigua En el tronco de un árbol voy a grabar tu nombre pero con mi capricho, vulgarmente galante, dejaré satisfecha mi vanidad de hombre, acaso más profunda que mi orgullo de amante. En esas letras toscas que grabará mi mano, tu nombre sin ternura crecerá hacia el olvido, pues, fatalmente, un surco que ha florecido en vano es cien veces más triste que el que no ha florecido. Y pasarán las nubes sobre el árbol que ignora que hay amores fugaces como sus primaveras... Y un día, al ver el nombre que estoy grabando ahora, me encogeré de hombros, sin recordar quién eras...

239

Viejo Lobo de Mar Viejo lobo de mar, de sed sorda y violenta: El humo de tu pipa tiene olor a tormenta. Si relatas tus viajes ya nadie te hace caso, porque siempre naufragas en el fondo de un vaso, y cada travesía concluye como empieza: en espuma de mar o espuma de cerveza. Viejo lobo de mar: quédate en tu navío, y escupe hacia la noche tu rencor y tu hastío. La tierra te rechaza, viejo lobo sediento, pues ya, como las velas, perteneces al viento; y la mujer desnuda que adorna tu tatuaje hoy duerme con un hombre que no se va de viaje. El amor es un surco que florece o se cierra, 240

y tú, al vencer el mar, naufragaste en la tierra. No, viejo navegante: quédate en tu navío, y llena de humo amargo tu corazón vacío, y esconde, en una risa de dientes incompletos, la pesadumbre inmensa de tu vejez sin nietos. Vuélvete a tu guarida, lobo de pelo cano, Para morir la muerte del que ha vivido en vano...

Vivir de amar Vivir de amar, y el corazón sin dueño. Y la edad, que remonta por la frente, apesadumbra en cicatriz creciente y desalienta en fugitivo ensueño. Triste de sol en el país risueño, seco de sed bogando en la corriente, el pasado dolor siempre es reciente y el presente placer siempre es pequeño. Oh, sí…Cantar…Cantar inútilmente, en única verdad y último empeño, la noche en flor y el agua penitente. Y, desterrado del país risueño, taciturno habitante de lo ausente, morir de amor, y el corazón sin dueño.

241

Ya era muy Viejecita Ya era muy viejecita... Y un año y otro año se fue quedando sola con su tiempo sin fin. Sola con su sonrisa de que nada hace daño, sola como una hermana mayor en su jardín. Se fue quedando sola con los brazos abiertos, que es como crucifican los hijos que se van, con su suave manera de cruzar los cubiertos, y aquel olor a limpio de sus batas de holán. Déjenme recordarla con su vals en el piano, como yéndose un poco con lo que se le fue; y con qué pesadumbre se mira la mano cuando le tintineaba su taza de café. Se fue quedando sola, sola... sola en su mesa, en su casita blanca y en su lento sillón; y si alguien no conoce que soledad es esa, no sabe cuánta muerte cabe en un corazón. Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas, en aquel "hasta pronto" que fue un adiós final, 242

aprendí que unas manos pueden ser mariposas, dos mariposas tristes volando en su portal. Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo. Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió: Ni su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando, ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.

Ya todos la Olvidaron Ya todos la olvidaron. Ahora sí que se ha ido, pero, sobre las rosas de la tumba reciente, florecía el recuerdo más allá del olvido… Yo era el hosco, el ausente. Qué le importa a la noche que se apague una estrella, si el mar sigue cantando cuando pierde una ola. Ya están secos los ojos que lloraron por ella. Ya se ha quedado sola. Ahora ya sigue, sola, su viaje hacia el espanto, por las noches profundas, bajo el cielo inclemente. Ya nadie me reprocha que no lloré aquel llanto, que fui el hosco, el ausente… Ya nadie le disputa su silencio y su sombra, sobre todo su sombra, bajo la luz del día.

243

Ya todos la olvidaron, Señor. Nadie la nombra. Yo la recuerdo todavía…

Yo soy aquel Yo soy aquel que vio pasar su entierro y se unió al llanto de la comitiva, con cuerpo en libertad y alma cautiva, dueño de Dios y esclavo de mi perro. Yo soy aquel de las canciones vanas, con vivo afán y con palabras muertas, que por querer abrir todas las puertas se fue cerrando todas las ventanas. Aquel que tuvo su éxtasis de luna y su desfallecer de atardeceres y quiso amar a todas las mujeres, y amándolas a todas quizás no amó a ninguna. Yo soy aquel, ni grande ni pequeño, de boca en fiesta y corazón en luto, que corta un árbol para coger un fruto y luego olvida el fruto para soñar un sueño…

244

Yo soy aquel de la sonrisa extraña, que, para sonreír sin amargura, vio la montaña desde la llanura y la llanura desde la montaña. Yo soy aquel, que para ser más fuerte, amó la indiferencia del que olvida: Viví mi libro y escribí mi vida, y el resto –poca cosa- se lo dejo a la muerte.

Yo vi la Noche Ardiendo Yo vi la noche ardiendo en su tamaño, y yo crecía hacia la noche pura en un afán secreto de estatura, uniendo mi alegría con mi daño. Y aquella realidad era un engaño, en un sabor de ensueño y de aventura; y abrí los ojos en la noche oscura, y yo era yo, naciendo en un extraño. Y yo era yo, pequeño en mi amargura, muriendo en sombra bajo el cielo huraño y cada vez más lejos de la altura.

245

Y odié mi realidad y amé mi engaño, y entonces descendió la noche pura, y sentí en mi estatura su tamaño.

Una ultima, desconozco el titulo

(Sin titulo) Solitario en la sombra como un furgón vacío, amontonando nieve sobre la terca brasa, poco me importa el tiempo que pasa como un río, porque estoy en la orilla de un río que no pasa. Más allá de los puertos con su humedad salobre, más allá para siempre de las islas felices, ya no codicio el oro que se convierte en cobre, porque crecí hacia adentro mirando las raíces. Y más allá de todo lo que ha sido y no ha sido, más allá de la sangre con su oscuro fermento, 246

esperaré el gran viento que sopla hacia el olvido y cerraré los ojos para que pase el viento.

Ante la Muerte de José Ángel Buesa --------usando el eco de su poesía------por Bibi Arenas

ardiendo

JOSÉ ÁNGEL BUESA (POETA CUBANO, 1910-1982) “La obra poética es indivisible en su unidad, aunque admite la clasificación teórica, y no puede ser repudiada por nadie, ni siquiera por su propio autor. El único fallo inapelable contra un poema, es el olvido; y, en realidad, un poema pertenece tanto a quien lo ha leído y lo recuerda como a aquel que lo escribió. “ José Ángel Buesa

247

José Ángel Buesa nació el 2 de septiembre de 1910. En Cruces, ciudad de la antigua provincia de Las Villas, ahora Cienfuegos, Cuba. Es un poeta romántico con un claro tono de melancolía a través de toda su obra poética, que es primordialmente elegíaca. Se le ha llamado el "poeta enamorado". Ha sido considerado como el más popular de los poetas en la Cuba de su época. Su popularidad se debía en gran parte a la claridad y profunda sensibilidad de su obra. Muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, ruso, polaco, japonés y chino. Otros muchos han sido musicalizados o recitados en unos 40 discos de larga duración. Fue también novelista y escritor de libretos para la radio y la televisión cubanas, también fue director de célebres programas radiales en las estaciones RHC-Cadena Azul y CMQ, ya inexistentes Incursiona en la poesía desde los 7 años de edad, que es cuando empieza a escribir sus primeros versos. En la época de su adolescencia se muda a Cienfuegos a continuar sus estudios en el Colegio de los Hermanos Maristas. La gente, los cañaverales, y todo el medio ambiente de Cienfuegos, ejerce un embrujo en el alma del poeta y éste empieza a plasmar en sus versos la magia del paisaje que lo rodea. Aún joven, se traslada a la Habana, donde se incorpora a los grupos literarios existentes en aquel entonces, y empieza a publicar sus libros. Sus principales obras son: La fuga de las horas (1932), Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936), Oasis, Hyacinthus, Prometeo, La Vejez de Don Juan, Odas por la Victoria y Muerte Diaria (todas de 1943), Cantos de Proteo (1944), Lamentaciones de Proteo, Canciones de Adán (ambas de 1947), Poemas en la Arena, Alegría de Proteo (ambas de 1948), Nuevo Oasis y Poeta Enamorado (1949). Su libro Oasis (1943) se reeditó en más de 26 ocasiones, así como Nuevo Oasis. Sus libros se agotaban tan pronto salían. Se dice que de un poema suyo fueron los primeros versos que se oyeron en la televisión cubana en el año 61. Catalogado por algunos críticos como poeta menor, cursi y fácil, no obstante podría afirmarse que ningún poeta cubano, ha hecho mejor gala del neo-romanticismo americano.

248

Buesa se ve obligado a abandonar su país (Cuba) para empezar una penosa peregrinación por varios países, España, Islas Canarias, El Salvador, finalmente Santo Domingo (Republica Dominicana). Los últimos años de su vida los vivió en el exilio, y se dedicó a la enseñanza, ejerciendo como catedrático de literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña en la República Dominicana, donde murió el 14 de agosto de 1982.

PERFILES Buesa puede no ser el mejor de los poetas contemporáneos cubanos, pero, paradójicamente, es uno de los más queridos por la gente llana, lo que comúnmente conocemos como “el pueblo”. Poco ha trascendido de él fuera de las fronteras cubanas, que nos haya sido legado por medios escritos o visuales. El motivo - aparte de los ya conocidos por todos - es simple: Buesa ha sido y lo es aún, un poeta silenciado y repudiado por el Estado Cubano debido al empeño de editar su obra al margen de las directrices del gobierno. José Ángel Buesa proviene también, de otro medio no muy alejado de la literatura: la radio. No en vano es uno de los escritores de experiencia más dilatada en el mundo de las ondas, creando su imaginación una nueva manera de escribir los guiones. Esta comunión diaria con la gente sencilla desde una de las emisoras más importantes de Hispanoamérica con una fabulosa audiencia que traspasa las fronteras cubanas, ha contribuido 249

enormemente a hacer de la poesía de Buesa un poderoso instrumento de comunicación lírica, sencilla y llana.

INDICE Poemas A la raíz A una lagrima A veces Acuérdate de mí Ah, sí, ya abrí mi casa Alma Musical Amamos porque sí … Amor insatisfecho Amor prohibido Amor tardío Aniversario Ante la Muerte de José Ángel Buesa 250

Paginas 2 3 4 5 7 6 8 9 10 224

Aria de Luto Arte poética. Así verte de lejos Balada de las recapitulaciones Balada del loco amor Balada del mal amor Balada del Soldado John Smith Balada del tulipán negro. Balada en la alameda. Brindis Canción a la mujer lejana Canción a la mujer lejana ( versión 2) Canción Agradecida Canción al olvido Canción compartida Canción contigo Canción cotidiana Canción de la búsqueda Canción de la espera Canción de la Hoguera Canción de la lluvia Canción de la noche sola Canción de la Rosa Canción de los amantes Canción de los remos Canción de un sueño Canción del amor lejano Canción del amor prohibido Canción del amor que pasa Canción del amor que pasa (Versión 2) Canción del andén. Canción del viaje Canción III Canción nocturna Canción para la esposa ajena Canzonetta 251

11 12 13 15 16 17 18 20 21 22 23 24 25 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 38 39 40 41 42 43 43 44 45 46 47 48

CANZONETTA II Carta a usted Carta de amor I y II Carta de Amor III Carta sin fecha Celos Con la simple palabra Corazón en la noche Cuartetos del trausente Cuento para la niña triste De canciones absurdas 2 De muerte en flor De pie bajo la lluvia Desafío al otoño Dios no lo sabe Discreto amor Dúo de amor El amigo El Ancestro Del Cisne El árbol viejo El Arquero. El clavel seco El extranjero El falso amor El gran amor El hijo del ensueño El nombre olvidado El nudo El pequeño dolor El pozo seco El Pozo Vacío El resucitado Elegía Elegía lamentable Elegía nocturna Elegía Para Entonces

49 51 52 53 54 55 56 57 58

59 60 61 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 77 78 79 80 81 252

Elegía para mi y para ti Elegía por nosotros Ella Amará a Otro Hombre Envió Epilogo Era mi amiga Esa Mujer. Esta vieja canción Estoy Aquí Contigo... Excusa del viento Finge con fiero orgullo... He Callado Largamente Inesperadamente José Ángel Buesa, Poeta cubano La abeja La copa de diamante La dama de la rosa La dama de las perlas La Dama Del Espejo. La enredadera La Estrella. La fuga infinita La Lámpara. La mujer aquella. La mujer sin nombre La pena sin olvido La pequeña plegaria. La Puerta La rama rota La sed insaciable La Señal Lamentaciones de otoño (I) Las Dos Muñecas Lied Lluvia Final Los Navegantes 253

82 83 84 86 86 87 88 89 90

91 225 92 95 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 113 114 115

Los potros Madrigal Madrigal De La Ausencia Madrigal de la lluvia de abril Madrigal triste Me llegabas en la brisa y en la espuma... Mejor no quiero verte Mi corazón no sabe lo que espera Mi corazón se siente satisfecho Mía Monologo de casanova Muchacha Sin Amor Música de Septiembre No era amor Nocturno IV Nocturno V Nocturno VII Nocturno VIII Nunca más Oasis Orbita Os digo que estas cosas Otoño y jardín Pequeña canción Pequeña canción (Versión 2) Perfiles Poema crepuscular Poema de amor pequeño Poema de la culpa Poema de la despedida Poema de la desposada Poema de la duda Poema de la espera Poema de los besos Poema de Navidad Poema de una calle 254

114

116 116 117 118 119 120 121 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 227 136 137 138 140 141 142 143 144 146

Poema del amor ajeno Poema del árbol Poema del desencanto Poema del dolor indominado Poema del domingo triste Poema del espejo Poema del éxtasis Poema del fracaso Poema del libro Poema del olvido Poema Del Pecado Poema del Perdón. Poema del poema Poema del puerto Poema del regreso Poema del renunciamiento Poema del río Poema del secreto Poema Final Poema final por nosotros Poema Lejano Poema nocturno Poema para el crepúsculo Poema para olvidarte Poema vulgar Poemas de las cosas Poemas en la arena Poesía del amor imposible Profecía Quizás Recapitulación Respuesta al poema de la culpa (el otro) Respuesta al poema de la culpa (ella) Rosa del otoño Salmo de Otoño Se deja de querer 255

147 148 149 150 151 152 153 154 155 156 157 159 160 161 163 164 165 166 167 168 169 170 171 172 173 174 176 177 178 179 180 182 183

Segundo poema de espera Segundo poema del río Sembrar Símil del árbol Símil del viento Soneto Soneto (De Eugenio Castro) Soneto (De Félix Arvers) Soneto (De Guillermo de Almeida) Soneto (De Luís de Camoes) Soneto Adolescente Soneto con sed soneto del ahorcado Soneto del caminante Soneto del Caminante (Versión 2) Soneto del tiempo Soneto en la alcoba Soneto final Soneto Galante Soneto I Soneto lloviendo Soneto para la lluvia Soneto para un reproche Soneto Rojo Soñar Te acordaras un día Te contare la historia Te iras, tal vez..... Te Propongo Un Pacto Tema de Insomnio Tercer poema de la despedida Tercer poema del río Triste Triste es saber Tú dices que has vivido Último amor 256

184 185 187 188 189 190 191 192 193 194 195 196 197 198 199 200 201 202 203 204 205 206 207 208 210 211 212 213 214 215 216

Último poema Una ultima, desconozco el titulo Variante de una canción antigua Viejo lobo de mar Vivir de amar Ya era una viejecita Ya todos la olvidaron Yo soy aquel Yo vi la noche Ardiendo

257

217 223 218 219 220 221 222

258

259

260

261

262

Related Documents