El Dios De La Alianza 3453

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Tema N° 4

El Dios de la Alianza Introducción. Seguimos adentrándonos en la experiencia de Dios. Ahora lo abordamos desde su Alianza. Dios quiere establecerla con su pueblo y con cada uno personalmente. Para ello es necesario una decisión personal y libre, una relación de tú a tú. Dios no se impone, no vence, no chantajea ni presiona. El mismo se ofrece para entrar en esa relación. De nosotros depende si aceptamos o no. En toda alianza se produce un compromiso de ambas partes. Dios no se cansa ni desiste de su propuesta, a pesar de nuestras infidelidades. Te invito a adentrarte y conocer esa incansable intención de nuestro Dios en lo que ha sido la relación de él con su pueblo. Como complemento ofrecemos unos párrafos de Henri Nouwen sobre lo que significa ser elegido. Terminamos con una oración –ejercicio de Tony de Mello. El tema lo tomamos y retrabajamos desde la propuesta de personalización de la fe de Javier Garrido.

Éxodo capítulos 24; 32-33 La salvación no se limita a una experiencia puntual. Al descubrir de Quién podemos fiarnos, nuestra finitud se apoya en Él. Aquí se cifra la experiencia religiosa. El Pentateuco nos revela, además, algo absolutamente nuevo: que Dios ha salvado a este pueblo de semi beduinos porque los ha elegido como su Pueblo, con quien establecer una relación permanente de fidelidad (de parte de Dios) y de obediencia (de parte del hombre), alianza que va a sellar para siempre la historia de Dios con el hombre, de tal modo que de este pueblo va a venir el futuro absoluto del hombre, el Reino. Tú perteneces a esta historia de elección. Estamos dentro de la Iglesia. Pero nuestra fe se fundamenta en cierta religiosidad; apenas ha llegado a ser conciencia de alianza.

Oseas capítulos 1 al 3



Lucas 22,14-23 •

1

Te invito a tomar en serio y adentrarte en la profundidad de las palabras de Jesús, a tomarlo en serio. Siéntete destinatario, interlocutor de ese diálogo. Dios es así. Está loco por nosotros.

Sal 111 (110) •

Quizá este texto del profeta, de gran riqueza simbólica, te resulte más cercano. ¿Qué siente Dios por nosotros, capaz de amarnos hasta la fidelidad insensata? Para llegar a fundamentar la vida en la experiencia de la alianza, el punto de partida es la contemplación de su amor incondicional y gratuito. • ¿Qué necesidad tiene Dios de unirse a nosotros, de compartir nuestro destino? • Paséate por la lectura, una y otra vez... Acércate al reclamo de Dios a su pueblo. Si quieres, fíjate en 2,16 en adelante. Contempla la actitud de Dios; lo

que él desea para ti, para nosotros, a pesar de nuestra conducta. A pesar de nuestras infidelidades, El insiste en comenzar una vez más. Cae en cuenta de su deseo de establecer una alianza contigo.

Este salmo recoge las grandes certezas de la experiencia de Dios. Cada frase condensa una larga meditación. • Ritmo reposado del corazón creyente, dilatado en la contemplación del Dios de la historia. Haz tuyo este salmo, agrégale tus versos. Más allá de nuestras dudas y vicisitudes: su Alianza eterna.

Alianza e incondicionalidad I. ¿Percibes el carácter incondicional de Dios en tu vida, precisamente porque Él se ha fijado en ti? ¿Cómo sé que Dios me ha elegido? Reflexiona sobre la historia de Dios en tu vida: - Primero, en tu vida personal: familia, educación, acontecimientos, experiencias... Naturalmente, no todo es positivo. Pero, ahora, mirando hacia atrás, ¿no constatas su fidelidad, su lealtad inquebrantable, a pesar de ti mismo? - Inserta a continuación tu historia en la historia general de la Salvación, cumplida en Jesús, continuada en la iglesia, en la vida de tantas comunidades y pueblos. A esta historia pertenezco yo: contempla tu vida enmarcada dentro de la gran historia de Salvación que Dios alienta a lo largo de todos los tiempos. 2. No es fácil creer que Dios me ha elegido. Nos suena a privilegio, a mérito, a exclusión de otros... cuando es lo contrario: admiración gozosa de su amor gratuito, que escoge a quien quiere, prefiere mi pobreza, me llama a mí para que todos se enteren de que son amados. (Acude a la lectura complementaria “elegidos”) 3. La conciencia de elección no se fundamenta en mí, sino en su Palabra, en la historia de su fidelidad conmigo. Y ¿no es maravillosamente evidente? Lee Rom 8,31-39. No sé si te resultará fácil personalizar los sentimientos de Pablo; pero ¡deja a tu corazón que respire con esa certeza del Amor absoluto! Ponte en el lugar de Pablo, aprópiate de estas palabras. 4. El fruto de la experiencia de la Alianza es la pertenencia mutua en la fidelidad. La mía, ciertamente, nace y se apoya en la suya. Pero tal es la alegría del corazón: saberse de Alguien, poder entregarme, yo, que hasta ahora vivo perdido, a merced de mi libertad vacilante. 5. La incondicionalidad del amor de Dios es lo que da carácter incondicional a mi propia vida. Ahora sé cuál es el sentido profundo de la responsabilidad y por qué soy libre: porque el verdadero Amor (¡el Suyo!) quiere respuesta libre. Siento vértigo, pero sé que merece la pena. ¡Él se lo merece!

Lectura Complementaria

Ser elegidos Cuando sé que he sido elegido, soy consciente de que se me ha visto como a una persona especial. Alguien se ha fijado en mí en mi calidad de persona única, y ha expresado el deseo de conocerme, de amarme. Cuando te escribo esto de que, como amados, somos los elegidos de Dios, quiero decir que hemos sido vistos por Dios desde toda la eternidad, y vistos como únicos, especiales, unos seres valiosísimos. Desde toda la eternidad, antes de haber nacido y de haberte convertido en parte de la historia, existías en el corazón de Dios. Mucho antes de que tus padres te admiraran, y de que tus amigos reconocieran tus dones, o tus maestros, o tus compañeros de trabajo y empleados te animaran, ya eras un elegido. Los ojos del amor te habían visto como muy valioso, de una belleza infinita, de un valor eterno. Cuando el amor elige, lo hace con un perfecto conocimiento de la bondad única del elegido, y lo hace, consiguiendo al mismo tiempo que nadie se sienta excluido. Nos enfrentamos aquí a un gran misterio de orden espiritual: ser el elegido no significa que los otros sean rechazados. Es muy difícil pensar así en un mundo tan competitivo como el nuestro. En este mundo, ser elegido significa simplemente ser colocado aparte, en contraste con otros. Sabes hasta qué punto en nuestra sociedad competitiva los elegidos son mirados con una atención especial. Ser elegido como amado de Dios es algo radicalmente distinto. En vez de excluir a los demás, los incluye. En vez de rechazar a los demás como menos valiosos, los acepta en su realidad única. No se trata de una elección competitiva, sino compartida. ¿Cómo concienciarnos de nuestra condición de elegidos cuando estamos rodeados de rechazos? Este hecho conlleva una fuerte lucha espiritual. ¿Hay algo que nos pueda ayudar en esta lucha? Voy a formular unos pocos medios. Primero, tienes que desenmascarar al

El Dios de la Alianza Itinerario de la Fe

mundo que te rodea; hacerle patente en su condición de manipulador, dominador, ansioso de poder, y, a la larga, destructor. El mundo te dice muchas mentiras sobre quién eres. Sé realista y no pierdas de vista nunca esto. Siempre que te sientas herido, ofendido, o rechazado, tienes que atreverte a decirte a ti mismo: «Estos sentimientos, aunque sean fuertes, no me dicen la verdad sobre mí mismo. La verdad, aunque en estos momentos no la sienta, es que soy un hijo elegido de Dios, precioso a sus ojos, llamado el amado desde toda la eternidad y a salvo en su abrazo eterno». En segundo lugar, debes buscar personas y lugares en los que tu verdad sea dicha, y donde se te recuerde tu identidad más profunda como elegido de Dios. Sí, debemos optar conscientemente por nuestra condición de elegidos, y no permitir que nuestras emociones, sentimientos o pasiones nos seduzcan y nos lleven al auto-menosprecio. Las sinagogas, las iglesias, muchas comunidades de fe, los diferentes grupos de apoyo que nos ayudan en nuestros momentos de debilidad, como son la familia, los amigos, los profesores, los estudiantes, todos ellos pueden convertirse en personas que nos recuerden nuestra verdad. El amor limitado, a veces roto, de los que comparten nuestra condición humana, es capaz, a menudo, de orientarnos hacía la verdad de lo que somos: preciosos a los ojos de Dios. Esta verdad no brota simplemente del centro de nuestro ser. Ha sido revelada también por el Uno que nos ha elegido. Por eso debemos estar atentos y a la escucha de muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia. A través de sus palabras y de sus vidas nos invitan a volver al corazón de esa verdad. En tercer lugar, debemos celebrar nuestra condición de elegidos constantemente. Eso significa decir gracias a Dios incansablemente por habernos elegido, y gracias por recordarnos su elección. La gratitud es el camino más fructífero para profundizar en tu convicción de que no has sido un accidente, sino una elección divina. Es importante que nos demos cuenta de con cuánta frecuencia hemos tenido posibilidades de ser agradecidos y no las hemos aprovechado. Cuando alguien es amable con nosotros, cuando algo nos sale bien, cuando se nos resuelve un problema,

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cuando se restablece una amistad, se cura una herida, hay razones muy concretas para dar las gracias, ya sea con palabras, con flores, con una carta, con una llamada telefónica, con un gesto de cariño. Donde hay motivos para ser agradecido, siempre los hay también para la amargura. Aquí nos enfrentamos con la libertad de tomar una decisión. Podemos decidir ser agradecidos o amargados, reconocer nuestra condición de elegidos, o enfocar nuestra mirada hacia nuestro lado sombrío.

Cuando afirmamos constantemente la verdad de ser los elegidos, pronto descubrimos dentro de nosotros un vivo deseo de revelar a los demás su propia condición de elegidos. En vez de hacernos sentir que somos mejores, más preciosos o más valiosos que los otros, nuestra conciencia de ser elegidos abre nuestros ojos a la realidad de la elección compartida con los demás. Este es el gran gozo de ser elegido: descubrir que los demás lo han sido también. En la casa de Dios hay muchas moradas. Hay sitio para todos, un sitio único, especial. Una vez que hemos profundizado en nuestra condición de seres valiosísimos a los ojos de Dios, somos capaces de reconocer esa misma cualidad en los demás, y su sitio único en el corazón de Dios. (Henri Nouwen, “Tú eres el amado”)

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