EL CUIDADO DEL ALMA Thomas Moore. La Economía del Alma: el trabajo, el dinero, el fracaso y la creatividad. El cuidado del alma, esencialmente consiste en cultivar lo común y corriente, de tal manera que el alma se vea alimentada y favorecida. Las cosas cotidianas tienen mucho que ver con el estado del alma. Si no las atendemos consciente y cuidadosamente, los asuntos del alma sigue siendo en gran parte inconscientes, quedan sin cultivar y, por eso mismo, a menudo son problemáticos. Entre nuestras actividades diarias, una de las más conscientes desde la perspectiva del alma es el trabajo y el lugar donde se desarrolla. Las perturbaciones del trabajo tienen tanto que ver en la perturbaciones del alma como el matrimonio y la familia. Es indudable que dejamos que el lugar de trabajo esté dominado por la funcionalidad y la eficacia, con lo que nos hacemos vulnerables a las quejas del alma descuidada. Psicológicamente, podríamos benficiarnos de una mayor consciencia de la poesía del trabajo, que incluye su estilo, las herramientas, los horarios y el ambiente. El autor muestra un ejemplo de una visita al un hogar común y corriente. El ejercicio consistió en “leer” el hogar desde otro punto de vista, es decir, simplemente mirar el hogar de un modo especial con el objeto de encontrar en el algunos rasgos de alma que se ocultan el lo común y cotidiano. El hogar es un lugar de trabajo cotidiano, independiente del trabajo externo, el al cual existen cosas muy simples, y sin embargo son fundamentales para sentir que uno esta en su casa. Todos sabemos que en cierto grado el trabajo diario del hogar influye en el carácter y la calidad global de la vida, pero generalmente pasamos por alto la forma en que la plenitud del alma puede adherirse al trabajo doméstico y los dones que este pueda aportar al alma. De igual manera se puede “leer” el trabajo cotidiano externo. Es decir, se debe examinar el entorno, mirar con atención la herramientas, considerar de que manera se organiza el tiempo y observar los estados de ánimo y las emociones que suelen acompañar el trabajo. El trabajo como opus En muchas tradiciones religiosas el trabajo no está separado del los recintos sagrados. Por ejemplo, en los monasterios cristianos y en los del bautismo, el trabajo forma parte de la vida cuidadosamente ordenada del monje, el igual que la plegaria, la meditación y la liturgia. La respuesta a esta situación es que el trabajo es un componente importante en la vida espiritual. Inclusive los escritores mosaicos describen el trabajo como el sendero hacia la santidad. A veces hablamos del trabajo como una “ocupación”, una palabra que significa “estar tomado o capturado”. Nos justa pensar que hemos escogido nuestro trabajo, pero quizás fuera más exacto decir que el trabajo nos ha encontrado a nosotros. El trabajo es una vocación: algo que nos llama a él. Pero además, nuestro trabajo nos ama. Puede excitarnos, reconfortarnos y hacernos sentir realizados, al igual que un amante. Si nuestro trabajo no tiene cierto matiz erótico, es probable que además le falte alma.. Los rituales en la iglesia se llaman técnicamente “liturgía” que viene de las palabras griegas laos y ergos, cuya combinación se puede traducir simplemente como “el trabajo ordinario de una persona” o “la labor del laicado”. Los rituales que tiene lugar en la iglesia son rituales del alma: en el ritual se está creando algo de alma. En resumen, desde el punto de vista profundo, todo trabajo es un liturgia. No es necesario vestir religiosamente el trabajo de todos los días para convertirlo en al sagrado; el ritual formal no es más que un modo de recordar las cualidades rituales que de todas maneras posee el trabajo. También la mitología nos ofrece sugerencias para pensar de un modo profundo en el trabajo. A Délano se le conocía como el ingenioso fabricante de juguetes que cobraban vida en las manos de los niños; Hefesto, hacia muebles y joyas para los otros dioses. Cuando pensamos en el trabajo no consideramos más que la funcionalidad, de manera que los elementos del alma quedan al azar. Donde no hay una conciencia artesanal y artística de la vida, hay un debilitamiento del alma. En general las empresas, como no comprenden el alma, se fijan en el trabajo de otras culturas e intentan imitar sus métodos sin darse cuenta de que el método no es lo único. Quizás la otra cultura tiene éxito en la fabricación y la comercialización porque todavía está atenta a las necesidades del corazón de sus trabajadores. La sensibilidad y el sentimiento hacen que el trabajo se arraigue en el corazón humano y no sólo en el cerebro. Una manera de enriquecer la imaginación del trabajo es seguir el camino que señaló Jung. Desde el punto de vista de Jung, la alquimia era una práctica espiritual que se lleva acabo en beneficio del alma. Su juego con las sustancias químicas, el calor, la dilatación y otros materiales, mostraba externamente un proceso de alma, oculto y paralelo. Existía una inspiración poética en las sustancias químicas y sus interacciones. De la misma manera podríamos imaginarnos nuestro trabajo cotidiano en una dimensión alquimista. Las sencillas preocupaciones del trabajo ordinario
son las materias primas para trabajar en las cosas del alma. Es decir, volvemos al tema que las cosas simples y cotidianas son el camino para llegar al bienestar del alma. Podríamos entender mejor el papel del trabajo cotidiano en el alma si miramos con atención cuál es el concepto de opus. Jung describe el opus como una obra de la imaginación. Al comentar esta idea, Jung afirma que la imaginación es “un auténtico logro del pensamiento o de la reflexión que no hila en el vacío fantasías sin objeto ni fundamento” . Nos aproximamos más al trabajo del alma cuando profundizamos más allá de las abstracciones intelectuales y las fantasías de la imaginación. Cuanto más profundo agite nuestro trabajo la imaginación, tanta más alma tendrá este. Casi todos dedicamos mucho tiempo al trabajo, no solamente porque tenemos que hacerlo para ganarlos la vida, sino porque es esencial para el opus del alma. Para decirlo en forma más sencilla: la tarea y el opus están relacionados en la medida en que el trabajo es una extensión o un reflejo de nosotros mismos. Si usted concluye con éxito un trabajo, se sentirá bien y orgulloso de si mismo. Cuando no podemos sentirnos bien con nuestro trabajo, el orgullo lleno de alma, se convierte en narcisismo. El orgullo y el narcisismo en cierto sentido son opuestos. El trabajo se vuelve narcisista cuando no podemos amarnos a través de los objetos del mundo. El florecimiento de la vida depende de que encontremos en el mundo un reflejo de nosotros mismos y nuestro trabajo es un lugar importante para ese tipo de reflejo. Por consiguiente, encontrar el trabajo adecuado es como descubrir nuestra propia alma en el mundo. Cuando ese reflejo inherente se pierde, llegamos a estar, en cambio, más preocupados por la forma en que nuestro trabajo refleja nuestra reputación. Intentamos buscar resplandor del logro la reparación para nuestro narcisismo adolorido, en recompensas secundarias, como el dinero, el prestigio y los oropeles del éxito. Narciso y el trabajo tienen más relaciones, porque el amor que ponemos en nuestro trabajo vuelve como amor por nosotros mismos. Signos de este amor, y por lo tanto de alma, son los sentimientos de atracción, deseo, curiosidad, compromiso, pasión y lealtad en relación con nuestro trabajo.Cuando alguien dice que un trabajo no es para él, está diciendo que la relación entre su trabajo y su alma se ha desmoronado. Cuando este vinculo está presente, la tarea es más fácil y más satisfactoria porque el contrapunto entre el trabajo y el opus es armonioso. El dinero El dinero y el trabajo están, como es natural, íntimamente relacionados. El placer que proporciona el dinero puede ocupar el lugar del placer que proporciona el trabajo. Sin embargo, todos necesitamos dinero, que puede llegar a ser, sin pérdida de alma, una parte integral del trabajo. El dinero es simplemente la acuñación de nuestra relación con la comunidad y con nuestro entorno. Nos pagan por nuestro trabajo, y nosotros también pagamos por los servicios y productos que utilizamos. El dinero no es únicamente un medio racional de intercambio; también es el portador del alma de la vida comunitaria. Puede inundarnos de deseo compulsivo, envidia, codicia y anhelo. El dinero divide en fantasías de riqueza y de pobreza, pero la riqueza no se puede medir por una cuenta corriente, porque es principalmente lo que nos imaginamos que es. Una vez más, podemos volvernos hacia la religión en busca de algunas imágenes más profundas de la riqueza y la pobreza. En las órdenes religiosas, los monjes hacen voto de pobreza. Es probable que los monjes lleven una vida sencilla, pero austera, y jamás tienen que preocuparse por el techo y la comida. La pobreza monástica se define a veces, no como escasez de dinero y de propiedades, sino más bien como “propiedad comunitaria”. El propósito del voto es promover el espíritu comunitario poseyendo todas las cosas en común. Desde el punto de vista del alma, riqueza y pobreza convergen en el uso y disfrute responsable de este mundo, que hemos recibido en préstamo por el breve período durante el cual lo ocupamos. Con el dinero pasa lo mismo con la sexualidad. Hay gente que cree que cuando más contactos sexuales tenga, y con tantas personas diferentes como sea posible, más realizada se sentirá. Pero es probable que ni siquiera grandes cantidades de dinero y grandes dosis de sexualidad lleguen a satisfacer su avidez. Tenemos que distinguir entre las características de la sombra del dinero, que forman parte de su plenitud de alma, y los síntomas de la locura del dinero. La codicia, la avaricia, la estafa y el desfalco son signos de que el alma del dinero se ha perdido. Cuando el dinero ya no sirve para el intercambio en la comunidad, se convierte en un obstáculo para el flujo comunitario. Con respecto a la sombra del dinero, una de las cosas que hacemos con el dinero es reunirlo y conservarlo. Sin embargo, si no se reconoce la sombra puede ser el hecho de atesorar vaya teñido de sentimientos de culpa, señal de que estamos tratando de hacer simultáneamente dos cosas: disfrutar de la sombra acumuladora de dinero y, aun así, mantener la inocencia. Por ejemplo, una empresa que obtenga grandes beneficios puede sentir que le pesan en los bolsillos y decidir donar una parte de ellos, tiene dos opciones: Su donación podría integrarla más profundamente en la comunidad, donde su poder y su responsabilidad estarían en el lugar adecuado; o bien podría tratar de esquivar su culpa valiéndose de algún hábil recurso que le haga obtener un beneficio mayor al pagar menos impuestos. En el primer caso, el dinero se encauza naturalmente hacia la comunidad. En el segundo, una empresa o un individuo puede pensar que se
está quedando con algo al manipular la economía comunitaria, pero en realidad hay una pérdida de alma y su dinero se convierte en un fetiche. Muchos de los problemas asociados con el trabajo se centran en el dinero. No ganamos lo suficiente. Sentimos que valemos más de los que nos pagan. No pedimos la cantidad que nos merecemos. El dinero es nuestra única preocupación. Sólo nos sentiremos parte de la sociedad adulta cuando tengamos todas las señales distintivas de la riqueza y la seguridad económica. Como resultado de tale sentimientos, nuestra reacción ante el dinero es o bien eludir su poder o perseguirlo compulsivamente. El fracaso en el trabajo Una fuente potencial de alma en nuestro trabajo es el fracaso. Nuestra ambición de éxito y de perfección en el trabajo nos empuja a seguir, mientras que la preocupación por el fracaso nos mantiene atados al alma. Los fallos corrientes en el trabajo son parte inevitable del descenso del espíritu al interior de la limitación humana. El fracaso es un misterio, no un problema, esto no significa que hayamos de empeñarnos en fracasar. Si los sentimientos de inferioridad y humillación provocados por el fracaso los pudiéramos considerara significativos en sí mismos, podríamos incorporar a nuestro trabajo la vivencia del fracaso sin que ésta nos deje literalmente devastados. Por ejemplo, una persona expresa este misterio cuando se da cuenta de que “Después de todo estuvo bien que no consiguiera aquel trabajo que quería”. En momentos de mortificación podemos descubrir que la intención y la ambición humanas no son siempre nuestros mejores guías en la vida ni en el trabajo. La creatividad con el alma Generalmente nos la imaginamos desde el punto de vista del puer, invistiéndola de idealismo y de sublimes fantasías de logros excepcionales. En este sentido, la mayoría de los trabajos no son creativos. Son comunes y corrientes, repetitivos y democráticos. En la vida ordinaria, creatividad significa convertir cada experiencia en algo para el alma. La creatividad encuentra su alma cuando se une con su sombra, por ejemplo, es una parte bien conocida del proceso creativo: La inspiración se detiene y el escritor se encuentra frente a una página inexorablemente vacía. Entonces, un día, la inspiración se va y llega el turno del vacío. Si pudiéramos comprender que nuestros momentos en blanco forman parte de nuestra creatividad, quizá no estaríamos tan profundamente dispuestos a excluir de la humildad de nuestra vida este aspecto del trabajo. El trabajo creativo puede ser apasionante, inspirador y gratificante, pero también es cotidiano, repetitivo y lleno de ansiedades, frustraciones, callejones sin salida, errores y fracasos. La creatividad es, antes que nada, estar llenos de alma en el mundo, porque lo único que verdaderamente hacemos, ya sea en las artes, en la cultura o en nuestro hogar, es alma.