Martinito: El caso Redeker
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MARTINITO martinito.blogspot.com 2006/10/06
Hoy Redeker, mañana cualquiera La última ofensa ya no son las palabras de Benedicto XVI en Ratisbona, sino un artículo del francés Robert Redeker en Le Figaro. Al final de esta entrada damos el texto de la declaración suscrita por un grupo de ciudadanos franceses en apoyo del filósofo, nueva víctima de la ofensiva islamista contra la libertad. Pero antes nos parece oportuno recuperar otro artículo de Redeker, que hace ahora tres años definió con notable precisión la razón de ser y la intención perversa del neologismo “islamofobia”. Si lo hubieran leído y asimilado, muchos ingenuos no habrían caído en el funesto error de dar por válida esa etiqueta y desmarcarse de ella, en lugar de llevar adelante sus convicciones con un sencillo “¿Islamofobia? A mucha honra”. La islamofobia, el arma de los islamistas contra la laicidad Robert Redeker Un neologismo acaba de hacerse sitio con estrépito en nuestra escena política: “islamofobia”. Esta palabra, fonéticamente próxima a “xenofobia”, está destinada a dar miedo ‐evocando, de manera subliminal, el odio, las persecuciones, las discriminaciones‐ tanto como a culpabilizar. Algunos querrían verla convertida en sinónimo de “racismo” y simétrica de “antisemitismo”, dos monstruos que sólo duermen con un ojo abierto. Pero ¿es compatible su empleo con la doble exigencia republicana de salvaguardar la laicidad y combatir el racismo? ¿Acaso no engendra amalgamas de resultados ruinosos para la República, sus valores y su legado? La investigación sobre sus orígenes y su historia llevada a cabo por Caroline Fourest y Fiammetta Verner en su libro Tirs croisés 1 (1) reserva sorpresas, porque pone al descubierto las intenciones de quienes la crearon. No es inocente que el vocablo “islamofobia” haya sido acuñado inicialmente (en los años setenta) por islamistas radicales que atacaban a las feministas. La guerra contra las mujeres es la cuna de este término; así, Kate Millett, célebre militante del movimiento de emancipación de la mujer, fue violentamente insultada y seguidamente tachada de islamófoba por haber incitado a las iraníes a negarse a llevar el velo. De nuevo es en torno a la cuestión del apartheid de las mujeres ‐velo en la escuela, en las instituciones, en la calle, autosegregación en las piscinas‐ como se concentra la crispación, y la acusación de islamofobia amenaza a todo el que se alce contra el intento de oficializar ese apartheid. En los años noventa el término “islamofobia” fue difundido más ampliamente por los islamistas 1
Tirs croisés: la laïcité à l’épreuve des integrismes juif, chrétien et musulman. París, 2003.
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londinenses en el marco de las campañas anti‐Rushdie. El escritor y los defensores de la libertad de pensar y publicar se encontraron acusados de islamofobia a la vez que amenazados de muerte. El concepto de “islamofobia” es originalmente un arma forjada por los islamistas con el fin de imponer su visión totalitaria del mundo. Hunde sus raíces en el más sórdido oscurantismo. En principio, pues, “islamofobia” fue una palabra de combate; y a nadie hay que recordar la fórmula del poeta revolucionario Maiakovski, “las palabras son balas”. Al utilizarla ingenuamente, amigos sinceros de la libertad se colocan en el terreno de sus adversarios. ¿Es posible, como desean los islamistas, identificar la islamofobia con un racismo y hacerla equivalente al antisemitismo? La amalgama de islamofobia y racismo está destinada a volverse contra toda crítica de la religión, tan importante en nuestra cultura desde Bayle y Voltaire, tan importante también en la elaboración de la idea republicana. ¿Es “racista” rechazar las imposiciones que se practican, desde Mauritania hasta el Pakistán, en nombre del islam? ¿Rechazar la sharía, las lapidaciones, las mutilaciones, la esclavitud (todavía muy viva en sociedades musulmanas), la criminalización de la homosexualidad, el estatuto inferior de las mujeres, etcétera? ¿Es racista recordar que en ningún país musulmán están vigentes ni los derechos del hombre ni la democracia? ¿Es racista calcular que cientos de millones de seres humanos viven cada día bajo el yugo impuesto por esa religión? ¿Es racista inquietarse por las exigencias, en nuestra sociedad, de una religión que está tan lejos de demostrar su capacidad de interiorizar los valores emanados de la Ilustración? ¿Es racista preguntarse si es posible un islam de rostro humano, como en otro tiempo se preguntó si era posible un socialismo de rostro humano? Si el racismo (por ejemplo, la arabofobia) es absolutamente condenable, el combate contra las intromisiones de lo religioso en la vida cívica, combate del que emanaron los valores republicanos, no lo es en modo alguno. El islam es una religión ‐un conjunto de ideas, de mitos, de supersticiones y de ritos‐, no una “raza” (suponiendo que esta palabra tenga algún sentido) ni una etnia. Hay musulmanes de todos los tipos humanos; esta religión, análogamente al cristianismo, aspira a la universalidad. Siendo una religión, el islam es también una ideología, como el comunismo y el liberalismo. ¿Habrá que condenar el antiliberalismo o el anticomunismo, el rechazo de sus ideologías y de la organización del mundo que implican, como si se tratara de racismo? La actitud a la que se acusa de islamofobia no es racismo, en tanto en cuanto, lejos de ser odio a tal o cual pueblo, es el rechazo vehemente de lo que algunos predican y quieren imponer en nombre del islam. Es el rechazo de los aspectos arcaicos e incompatibles con los valores republicanos que vehicula cierta interpretación del islam.
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El antisemitismo, por su parte, no estigmatiza a una religión sino a un pueblo. Ahora bien, no existe un pueblo musulmán como existe un pueblo judío; por lo tanto, poner en paralelo la islamofobia con el antisemitismo es abusivo. El islam es un atributo accidental, aplicable ‐por el hecho de su proselitismo‐ a cualquier ser humano, sean cuales sean su etnia y el color de su piel. Por el contrario, “judío” designa a un único pueblo, debido a su ausencia de proselitismo. Lejos de ser el simple combate contra una religión, el antisemitismo es el odio inmotivado e inextinguible contra cierto pueblo, el pueblo judío. Podrían los judíos ser ateos o cambiar de religión, y el antisemitismo persistiría. Si bien hay judíos ateos (porque la palabra “judío” enuncia la pertenencia a un pueblo, al margen de las ideas que tengan los así clasificados), la expresión “musulmán ateo” resulta absurda (porque ser musulmán significa profesar una creencia). Los islamistas ven, en la batalla del vocabulario, una apuesta importante. El término “islamofobia” esconde la trampa tendida a las instituciones laicas por los integristas musulmanes para impedir la crítica de la religión, a la vez que se somete a segmentos de la existencia social (especialmente la de las mujeres) a un control totalitario. Perder la batalla semántica, utilizando el vocabulario puesto en circulación por los islamistas como si tal cosa, es desastroso. La palabra “islamofobia” remite falsamente de la defensa de la libertad y de la laicidad a la intolerancia y al odio. Consigue forzar a los valores republicanos a ponerse a la defensiva: ahora son ellos los que, apurados por la sofistería de un juego de manos lexical, se ven acusados de intolerancia y de integrismo. La prestidigitación de esa palabra consiste en darle la vuelta a la realidad, colocando al oscurantismo en la posición de víctima y a la laicidad en la de agresor. La laicidad debe mantener la palabra “islamofobia” fuera del radio de los debates, a la vez que persigue el racismo, y en particular la arabofobia. © R. Redeker et La Dépêche du Midi Hasta aquí el artículo que Robert Redeker publicó en La Dépêche du Midi el 21 de octubre de 2003, y cuyo original puede leerse aquí 2 . Se verá que sus argumentos son en buena medida los mismos que ya hemos expuesto varias veces en este blog, como es natural tratándose de algo en lo que el sentido común sólo puede ser acallado por el miedo. Pero a Redeker le llegó el castigo tras atreverse a dar su opinión sobre Mahoma en Le Figaro. El pasado 2 de octubre Le Monde publicó la declaración siguiente: Llamamiento a favor de Robert Redeker Robert Redeker enseñaba filosofía en un liceo de la región de Toulouse. En Le Figaro del 19 de septiembre firmó un artículo de opinión titulado: “Frente a las 2
http://www.upjf.org/actualitees‐upjf/article‐11787‐145‐7‐islamophobie‐arme‐islamistes‐contre‐ laicite‐robert‐redeker.html .
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intimidaciones islamistas, ¿qué debe hacer el mundo libre?”. Acusado de haber “ofendido al Profeta”, Robert Redeker está desde entonces amenazado de muerte. Como Salman Rushdie, perseguido durante quince años por todo el planeta. Como Theo van Gogh, abatido como un perro el 2 de noviembre de 2004 en una calle de Amsterdam. Las amenazas de muerte contra Robert Redeker, muy precisas y emanadas de organizaciones de la órbita de al‐Qaeda, han sido autentificadas por la policía francesa y la DST. En sus sitios de Internet, las amenazas contra Robert Redeker incitan abiertamente a seguir el ejemplo del asesino de Theo van Gogh. Desde la publicación de su artículo la vida de Robert Redeker es una pesadilla. Así la describe en carta a un amigo: “Ya no tengo derecho a habitar en mi casa (en los sitios que me condenan a muerte hay un plano que indica cómo venir a mi casa para matarme, está mi foto, fotos de los lugares donde trabajo, números de teléfono y el acta de condena). Pero al mismo tiempo nadie me da asilo, me veo obligado a mendigar, dos noches aquí, dos noches allá... Estoy bajo protección policial permanente. Tengo que anular todas las conferencias previstas. Y las autoridades me obligan a mudarme. Soy un sin techo. Se sigue una situación financiera demencial, con todos los gastos a mi cargo, incluidos los eventuales de un alquiler de un mes o dos lejos de aquí, dos mudanzas, gastos de notario, etc. Es muy triste. He ejercido un derecho constitucional, y se me castiga en el propio territorio de la República”. Cualquiera que sea el contenido del artículo de Robert Redeker, estamos ante un ataque extremadamente violento contra la soberanía nacional. Se formula una amenaza de asesinato en nuestro territorio con toda impunidad, y eso es absolutamente inadmisible. Un puñado de fanáticos agita en este momento pretendidas leyes religiosas para poner en cuestión, en nuestro país, nuestras libertades más fundamentales. Esta amenaza se añade a los murmullos que se pueden oír aquí y en toda Europa sobre las “provocaciones” que a partir de ahora habría que evitar para no herir supuestas sensibilidades extranjeras. Se desaconseja usar minibikini en Paris‐Plages, lo mismo que escuchar a Mozart en Berlín o al papa en Ratisbona. Esos murmullos están dictados por el miedo, y no los admitimos. Como tampoco admitimos las primeras declaraciones del SNES, sindicato de docentes que pretende negar su solidaridad a un profesor hoy amenazado en su vida misma. Los tiempos vuelven a ser duros en Europa. No es la hora de la cobardía. Por eso hacemos un llamamiento solemne a los poderes públicos no sólo para que sigan protegiendo como ya lo hacen a Robert Redeker y los suyos, sino también para que, mediante un gesto político fuerte, se comprometan a mantener sus recursos materiales mientras se encuentre en peligro, como no han vacilado en hacer las autoridades inglesas a lo largo de toda la duración del caso Rushdie.
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Apelamos también a los representantes de todas las religiones, y de modo especial a los musulmanes, para que coloquen bajo su protección a Robert Redeker, como deben hacerlo con toda persona amenazada en su vida. Alexandre Adler, Laure Adler, Elisabeth Badinter, Pascal Bruckner, Michel Deguy, Raphaël Draï, Roger‐Pol Droit, Elisabeth de Fontenay, Alain Finkielkraut, François George, André Glucksmann, Romain Goupil, André Grjebine, Claude Lanzmann y el comité de redacción de la revista “Les Temps modernes”, Corinne Lepage, Bernard‐Henri Lévy, Olivier Rolin, Elisabeth Roudinesco, Guy Sorman, Pierre‐André Taguieff, Michel Taubmann y la redacción de la revista “Le Meilleur des mondes”, Philippe Val, Marc Weitzmann. 2007/01/24
Redeker y la Francia servil (I) Robert Redeker tira la toalla. Ya no espera volver a dar clase jamás, tener alumnos, subirse a un estrado. De ahora en adelante se ganará la vida escribiendo donde nadie le vea 3 , escondido como un malhechor. En Francia. En Francia, el primer país del mundo que proclamó a todos los vientos el inalienable derecho de cada hombre a decir y escribir lo que le plazca. Lo peor no es que se repita el caso Rushdie; lo peor es que desde entonces a media Europa se le han doblado las rodillas, y ante las amenazas de muerte por el supuesto crimen de hablar críticamente del islam no responde indignándose, sino dando la razón al potencial asesino entre reproches apenas disimulados y viscosas lágrimas de cocodrilo. Para esto no murieron tantos europeos. Pero por esto, si no lo atajamos de una vez, morirán muchos más. Porque si hay algo cierto de toda certeza en este lamentable panorama, es que ni siquiera una rendición abyecta y general al nuevo totalitarismo podría asentar en Europa esa "paz" por la que tanto suspiran muchos. Ni queriendo se puede someter una sociedad avanzada del siglo XXI, ésta sociedad, a una teocracia inventada en la Arabia del siglo VII. Pero el intento, el experimento, ineluctablemente condenado al fracaso por la más elemental fuerza de las cosas, nos puede costar muy caro. Un documento de bastante interés para entender cómo se ha podido llegar a donde estamos es la información que daba Le Monde del debate televisivo al que asistió Redeker el pasado día 18 4 . La comentaremos como merece. 3
http://www.nuevodigital.com/2007/01/24/p7209#more7209 . http://www.lemonde.fr/cgi‐ bin/ACHATS/acheter.cgi?offre=ARCHIVES&type_item=ART_ARCH_30J&objet_id=973709&clef=ARC‐TRK‐ D_01 . 4
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2007/02/13
Redeker y la Francia servil (II) El artículo que Robert Redeker publicó en Le Figaro el 19 de septiembre de 2006 se puede leer, por ejemplo, aquí 5 . Una traducción al español, con algunos errores, se encuentra aquí 6 . A diferencia del anterior que recogimos en este blog, no es un texto brillante. No disimula su carácter de protesta ‐lo lleva en el título‐ por las intimidaciones desatadas so pretexto del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona. Nada de lo que dice es particularmente novedoso. Lo novedoso es que ya no se pueda decir sin incurrir en amenazas y persecución; más aún, sin que una parte de la opinión pública admita que esas amenazas tienen cierta justificación, que son comprensibles, que alguien como Redeker se la estaba buscando. Una buena muestra de esa reacción fue el artículo que el periodista Jean‐Luc Porquet se apresuró a publicar ("Une affaire islamentable", 4 de octubre de 2006) en Le Canard Enchainé (¡quien te ha visto y quién te ve, Canard!): ¡Defendamos el derecho a decir burradas! ¡El derecho a la provocación gruesa, a echar aceite al fuego, al razonamiento confuso! [...] Agitemos el trapo rojo, y ya tenemos al toro embistiendo: al día siguiente un jeque islamista se indigna en la cadena Al‐Yazira, llueven las amenazas de muerte por correo sobre Redeker, y de pronto éste se esconde en alguna parte de Francia e invoca la libertad de expresión. Pues claro que se defiende a Redeker: la libertad de expresión es también la libertad de decir burradas, de hacer provocaciones idiotas, es incluso la libertad de herir a la gente en sus convicciones, de escupir sobre las religiones, reveladas o no [...]. Frente a tanto error, ¿qué sería lo inteligente según Porquet? Sería reflexionar en estos términos: ¿Por qué el islam tiene versiones más o menos represivas? ¿Por qué, en ciertos países musulmanes, las mujeres viven entre rejas, las adúlteras son lapidadas, los ladrones son amputados [sic], y por qué, en otros países musulmanes, no se aplica ninguna de esas prácticas bárbaras? ¿No tendrá el islam diferentes colores según la sociedad en la que evoluciona? ¿Su porvenir no está ligado a la manera en que esas sociedades se abren a la modernidad, se liberan del autoritarismo, se hacen más abiertas y más fraternas? Si un islam radical se propaga en nuestros barrios, ¿no es también porque en éstos reinan discriminaciones y exclusiones? Para responder a estas preguntas, pasar de la
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http://www.gees.org/documentos/Documen‐01427.pdf . http://www.disculpenlasmolestias.com/2006/10/01/%C2%BFfrente‐a‐las‐intimidaciones‐islamistas‐ que‐debe‐hacer‐el‐mundo‐libre/ . 6
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invectiva al diálogo, del simplismo a la complejidad, harían falta personas que sepan pensar en profundidad..., ¿cómo se dice? Filósofos. El problema para la extremadamente simplista tesis de Porquet es que no han faltado en Francia "filósofos", o escritores a quienes en general se haya atribuido la facultad pensante en grado superior a la media, que dijeran las mismas "burradas" que Redeker, o muy parecidas. Claro que eran otros tiempos, y en Francia no había cinco millones de musulmanes. Así que no era muy patente que la primera obligación de un autor fuera no provocar. Por ejemplo, el burro de Pascal a mediados del XVII: No quiero que se juzgue a Mahoma por lo que hay en él de oscuro y que puede hacerse pasar por un sentido misterioso, sino por lo que hay de claro, por su paraíso y por lo demás. Es en esto en lo que es ridículo, y por esto es por lo que no es justo tomar sus oscuridades por misterios, dado que sus claridades son ridículas. (Pensées, 598) Diferencia entre Jesucristo y Mahoma.‐ Mahoma no predice; Jesucristo predice. Mahoma matando; Jesucristo haciendo matar a los suyos. Mahoma prohibiendo leer; los apóstoles ordenando leer. Finalmente, son cosas tan contrarias, que si Mahoma ha elegido el camino de triunfar humanamente, Jesucristo ha tomado el de perecer humanamente. Y que, en lugar de concluir que, puesto que Mahoma ha triunfado, Jesucristo pudo también haber triunfado, es menester decir que, puesto que Mahoma ha triunfado, Jesucristo tenía que perecer. (Pensées, 599) El burro de Bayle, que en su Dictionnaire historique et critique (1702) califica a Mahoma de "infame impostor" y cosas por el estilo (s. v. “Mahomet”). El burro de Montesquieu: Consecuencias del carácter de la religión cristiana y de la religión mahometana.‐ Por el carácter de la religión cristiana y el de la mahometana se debe abrazar una y rechazar la otra, sin más examen, pues el hecho de que una religión deba dulcificar las costumbres de los hombres nos es más evidente que el que sea verdadera. Que la religión sea impuesta por un conquistador es una desgracia para la naturaleza humana. La religión mahometana no habla más que de espada y actúa sobre los hombres con el espíritu destructor que la ha fundado. (Del espíritu de las leyes [1748], quinta parte, libro XXIV, capítulo IV.) El burro de Chateaubriand: No hay en el libro de Mahoma ni principio de civilización ni precepto que pueda elevar el carácter. (Itinéraire de Paris à Jérusalem, 1811)
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El burro de Renan: En este momento, la condición esencial para que la civilización europea se difunda es la destrucción de la cosa semítica por excelencia, la destrucción del poder teocrático del islamismo, por consiguiente la destrucción del islamismo; porque el islamismo sólo puede existir como religión oficial; cuando se le reduzca al estado de religión libre e individual, perecerá. El islamismo no es sólo una religión de Estado, como lo fue el catolicismo en Francia bajo Luis XIV, como todavía lo es en España; es la religión que excluye al Estado, es una organización cuyo tipo Europa sólo ha conocido en los Estados Pontificios. Ahí está la guerra eterna, la guerra que no cesará hasta que el último hijo de Ismael haya muerto de miseria o haya sido relegado por el terror al fondo del desierto. El islam es la negación más completa de Europa; el islam es el fanatismo, como apenas lo conocieron ni la España de Felipe II ni la Italia de Pío V; el islam es el desprecio de la ciencia, la supresión de la sociedad civil; es la espantosa simplicidad del espíritu semítico, que encoge el cerebro humano cerrándolo a toda idea delicada, a todo sentimiento fino, a toda investigación racional, para colocarlo frente a una tautología eterna: "Dios es Dios". (De la part des peuples sémitiques dans l'histoire de la civilisation, 1862) El burro ‐tan sinceramente pacifista‐ de Alain: Fatalismo es guerra, exactamente guerra. Insisto porque mientras el hombre sabio no comprenda la locura, corre el riesgo de caer él mismo en la indignación, revancha del salvaje, retorno del salvaje. Y yo digo que Fatalismo es guerra. Que el conocido ejemplo de los mahometanos, para quienes la guerra es el deber esencial, os invite a seguirme por estos caminos mal trazados. (De quelques‐unes des causes réelles de la guerre entre nations civilisées, 1916) ¿Llegarán esas burradas y tantas otras más a los lectores de la próxima generación? ¿No habría que impedirlo en aras de la concordia multicultural? En los libros escolares ya ha empezado el expurgo, pero es claro que no basta con eso. Mucho nos queda por ver. Fahrenheit 451. Entretanto, el pasado 18 de enero Robert Redeker participó en un debate sobre su caso en el programa de televisión de France3 "Ce soir ou jamais". Invitamos al lector francoparlante a verlo, en este enlace. Algo de lo que ahí se dijo será la materia de nuestro próximo comentario.
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2007/03/02
Redeker y la Francia servil (y III) No es fácil desengancharse del show pornozetapetarra ‐"A la cama con De Juana", "Sírvele a Chaos más sobaos" y otros célebres gags, o sea guaags‐, pero antes de volver al desastre nacional vamos a cerrar esta pequeña glosa del caso Redeker. El motivo del debate en France3 fue la publicación del libro Il faut tenter de vivre, donde Robert Redeker relata sus experiencias de rata de alcantarilla por la osadía de censurar el islam a cara descubierta 7 . Un buen artículo de Carlos Semprún 8 recapitula la historia y comenta el libro; vale la pena reproducir un par de párrafos: Quedan algunas cuestiones graves, que el libro no zanja de verdad: aunque Redeker muestra de manera espeluznante el pánico que suscita el islam en Francia, y peor aún, la solidaridad con el terrorismo islámico de buena parte de la izquierda, por antiyanquismo, antisemitismo y antiliberalismo ("Cada día que pasa, más me doy cuenta de la gravedad de la corrupción intelectual y moral que pudre a la izquierda de este país", escribe el profesor perseguido), no nos dice si todos los que le defendieron –no fueron muchos– lo hicieron sólo en nombre de la libertad de expresión o eran, además, conscientes del peligro islámico que se extiende por Francia. Defender la libertad de expresión es, desde luego, indispensable, no se puede transigir, pero, esos mismos que han reafirmado ese sagrado principio de la democracia, ¿son conscientes del peligro del totalitarismo islámico? Lo dudo. Y es que he leído y oído (hasta en el comunicado oficial de Le Figaro, tras el escándalo) demasiadas declaraciones del tipo: "No estamos de acuerdo con Redeker", "pero exagera", "pero se equivoca profundamente", "pero..." ¿Las amenazas de muerte que recibe son un crimen o sólo "faltas de educación"? Semprún habla de (in)consciencia, Redeker de corrupción intelectual. Seguramente se trata de ambas cosas, pero de lo segundo en particular hay dos ejemplos muy instructivos en el citado debate de France3. Ahí son sobre todo dos interlocutores quienes discuten con Redeker, en el doble sentido de debatir con él y llevarle la contraria: los escritores Henri Pena‐Ruiz y Abdelwahab Meddeb, el primero presentado como "filósofo" y el segundo como "ensayista y poeta", el primero una especie de autoproclamado apóstol de la laicidad, el segundo (musulmán de origen) un "crítico radical del islam" según sus propias palabras. Evidentemente dos "intelectuales", que en el debate compiten por ver quién de los dos defiende con mayor vehemencia el derecho de Redeker a escribir lo que le parezca, aunque ‐faltaba más‐ no estén de acuerdo con lo que escribe. Hay que reconocer que fueron bien elegidos como representantes de sendas posiciones que aparecen con enorme frecuencia cada vez que se habla de la ofensiva islamista, y por eso nos parece interesante citarles aquí. 7 8
Ahora publicado en España: Robert Redeker, ¡Atrévete a vivir!, Madrid, Faes, 2008. http://libros.libertaddigital.com/francia‐ocupada‐1276232962.html .
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La tesis de Pena‐Ruiz es bien simple: en las tres religiones "del libro" (es decir, el judaísmo, el cristianismo y el islam; conviene recordar que esa denominación es islámica) hay invocaciones a la violencia y a la paz; lo que ha hecho Redeker en su artículo al decir que el Corán es un libro de violencia inusitada y contraponer las tres religiones a ese respecto (había escrito Redeker: "Mientras que el judaísmo y el cristianismo son religiones cuyos ritos conjuran la violencia, la deslegitiman, el islam es una religión que incluso en su texto sagrado, así como en algunos de sus ritos banales, exalta la violencia y el odio") no es más que una lectura selectiva. Igual de violento, si vamos a eso, es el Antiguo Testamento. También el judaísmo puede inspirar la violencia. También el cristianismo: los "cientos de miles" de víctimas de la Inquisición lo fueron sobre la base de la alusión de Jesús a la quema de la cizaña. Hay que ser un tipo realmente original para atribuir las acciones de la Inquisición a la parábola de la cizaña; véala el lector en Mateo 13, 24‐40, y juzgue por sí mismo. Lo corriente, en cambio, el tópico manido, es afirmar que, si es innegable la carga de violencia que hay en el Corán, ¡también la hay en el Antiguo Testamento! Aunque tratando acerca del islam hay que recordar siempre que tan normativos como el Corán son los dichos y hechos de Mahoma, ese "bello modelo" para la humanidad cuyas acciones sangrientas ‐la ejecución en masa, el asesinato por encargo‐ no censuraron sus primeros biógrafos, de modo que la referencia exclusiva al Corán puede ser deliberadamente engañosa, lo cierto es que en cuanto a violencia el libro sagrado islámico no defraudará a poco que se hojee, mientras que para encontrar algo paralelo en la Biblia hebrea sí que hay que buscar. Facilitémoslo. La lista de pasajes más exhaustiva podría ser ésta: Números 31, 7‐17; Deuteronomio 2, 33‐34; 3,6; 20, 13‐ 18; Josué 6,21 y 24; 8, 24‐25; 10, 2‐40; 11, 11‐23; Jueces 5 y 6; 1 Samuel 15, 3‐9; 27, 8‐ 11; 1 Reyes 18, 40; 1 Crónicas 5, 22. La mayoría de esos pasajes no son prescriptivos sino históricos, y no parece que se pretendiera construir sobre ellos las pautas de comportamiento habitual del pueblo de Israel. En cuanto al judaísmo post‐exílico, o lo que normalmente se entiende por judaísmo como tradición religiosa que ha perdurado a lo largo de los siglos hasta el presente, la verdad es que un "intelectual" como Pena‐Ruiz tiene que ser bastante desvergonzado para atribuirle inclinaciones violentas. Pero nunca fue tan fácil mentir en público impunemente como lo es hoy frente a una cámara de televisión. Pasemos a la otra variedad de corrupción intelectual, la representada por el tunecino Abdelwahab Meddeb. Meddeb utiliza el socorrido juego de manos 9 de embarullarlo todo mezclando a conciencia la doctrina llamada islam con el grupo de población llamado islam (¡que todavía estemos en esto, santo Job!). Quienes nos hemos criado en el islam no somos monstruos, repite incansablemente; ¡yo no me siento monstruo!, como si el artículo de Redeker hablara de monstruos y pretendiera ser un retrato de Abdelwahab Meddeb. Asegura también "no hablar desde la fe", y haber bebido en Spinoza y Nietzsche y sostener una visión radicalmente crítica del islam, que es justamente lo que el islam necesita en esta hora difícil de su historia, en la que el islam aparece "contaminado" por ese "mal absoluto" que es el islamismo. 9
http://martinito.blogspot.com/2007/01/pappas‐la‐amenaza‐islamista.html .
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Martinito: El caso Redeker
Meddeb es el tipo ideal para desempeñar en esta clase de debates populares el papel del musulmán civilizado y moderno. La trampa está en que se presenta como la voz de un posible islam moderado sin revelar sus cartas, sin aclarar si realmente cree que Alá es el único dios y Mahoma su profeta y cómo se come eso con Spinoza y Nietzsche, o si su condición de musulmán consiste en la pertenencia a una familia y una cultura y punto. En otras palabras, defiende el islam sin explicitar qué es lo que defiende; repite que es "muy complejo" y que no es monolítico, cosa que referida al grupo de población "musulmanes" ya sabíamos, pero que al no instruido le dejará la idea, peligrosa o conveniente según para quién, de que hay muchas variedades de la doctrina islámica, y que por lo tanto es injusto condenar o rechazar el islam, o en cualquier caso muy complicado, así que mejor dejarlo. Ante personas como Meddeb sería oportuno decir que si no piensan hablar con claridad no deberían arrogarse el papel de portavoces de nada. Siempre será difícil saber si van de buena fe por el mundo o no. Pero lo de veras importante para evaluar su testimonio, que puede ser tan persuasivo y tan humano y tan simpático, es recordar esa circunstancia capital que los no musulmanes olvidamos siempre, a saber, que el islam es un castillo de Irás y No Volverás, que en principio un musulmán no puede dejar de serlo, no puede ir por ahí pregonando su escepticismo o su apostasía, que para la comunidad islámica es lo mismo: un delito imperdonable de escándalo para el resto de los creyentes. Tener presente, en fin, que un Abdelwahab Meddeb podrá declararse el más crítico de los musulmanes pensantes en un debate de France3, pero si declarase no creer en la misión profética de Mahoma sería lo más prudente que abandonara el plató del brazo de Robert Redeker..., camino de una clandestinidad compartida.
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