“Duc in altum” •
Contemplación ignaciana con uso sentidos?? O solo veo, oigo y contemplo (Contemplar: es quedarse sin decir nada, mirando, escuchando y dejándose afectar como cuando miro el mar, dejarse conmover mas que una manera de orar es una manera de estar con Cristo, ta bueno a mi me gusto aunque a algunos es sabido que resulta difícil empezando por mi pero bueno) • Oración acompasada con cuatro frases distintas (los cuatro diálogos) • Oración contemplando cada palabra con la misma frase todos o con distinta frase • Oración del tipo ignaciano con tres pasos: presencia, escucha y dialogo. Escucha: lectura del texto bíblico y pequeña reflexion escrita. • Lectio divina corta (Que dice, que me dice, que le digo, solo estos tres pasos) • Dinámica con elementos de barca para terminar sino es oración oración o alguna canción. • se puede terminar o empezar con elijo pequeñas partes de canciones que tengan que ver con este tema y la canto tipo letanías tipo Taize (Por ej: En tu palabra echare mis redes dejo mi barca adonde quieras ire/ Señor has venido a la orilla no has buscado ni a sabios ni a ricos/ hay otra de euge creo no me acuerdo) • Puede ser tb como bienaventuranza “Feliz el que rema mar adentro porque la confianza .... “ el esquema seria: 1)donde esta mi corazón hoy o donde estoy yo podemos poner un salmo para ayudar a esto seria presencia, 2)puede servirnos hacer una celebración penitencial depende de las actividades anteriores no tengo ni idea – salmo para pedir perdón etc, 3)puede ser una dinámica, 4)el amor como un llamado acá va lo de la bienaventuranza mini resumen 5)contemplación guiada del texto evangélico puede leerse el texto textual y depuse agregar algo 6)silencio optativo/música para reflexionar y veo que parte me gusta mas, que siento, no me gusta, no me llama a nada, no siento nada, ver las mociones etc 7)esto no se todo depende Jesús me invita a un hecho concreto por ejemplo El me llama a ..... ser pescador de hombres: como se traduce esto acá??? Obvio grupo misionero evangelizar pero en concreto en la adolescencia que se yo pensarlo 8) se puede terminar con una celebración final tipo dinámica que por ejemplo no se ehhhhhh ya estoy divagando se nota!!! Puede ser con un texto de alguien (hay un texto de este cura muy bueno que habla sobre Dios como un mar inmenso en el cual hay que zambullirse, el hombre a la orilla del mar y se muere de calor entonces tiene dos opciones o se muere de calor o se zambulle en el mar para refrescarse aunque no sabe muy bien en que se zambulle, me gusto mucho este texto) que hable sobre este tema y hacer oración eco o es mucho?? O sino directamente por ejemplo una barquita a cada uno de cartulina o hacerla cada uno en masa de sal, y decir que nosotros somos esa barca frágil y nos entregamos a Dios que es el inmenso mar que no sabemos que vamos a encontrar etc etc o podemos hacer una red y esto mas como signo de compromiso de llevar su palabra (mas por ahí comunitario este signo) FIN jjaja • (El llamado de Pedro es navega mar adentro, el mio cual es??) • El llamamiento de los apóstoles === mi llamamiento Evangelio Lc 5, 1-11 “En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes.» Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes.» Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces
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“Duc in altum” hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador.» El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres.» Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.” (1)
Extracto Novo Milenio Ineunte 58. ¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar? El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5). Nuestra andadura, al principio de este nuevo siglo, debe hacerse más rápida al recorrer los senderos del mundo. Los caminos, por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias camina, son muchos, pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida. Cada domingo Cristo resucitado nos convoca de nuevo como en el Cenáculo, donde al atardecer del día « primero de la semana » (Jn 20,19) se presentó a los suyos para « exhalar » sobre de ellos el don vivificante del Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización. Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, a la que hace algunos meses, junto con muchos Obispos llegados a Roma desde todas las partes del mundo, he confiado el tercer milenio. Muchas veces en estos años la he presentado e invocado como « Estrella de la nueva evangelización ». La indico aún como aurora luminosa y guía segura de nuestro camino. « Mujer, he aquí tus hijos », le repito, evocando la voz misma de Jesús (cf. Jn 19,26), y haciéndome voz, ante ella, del cariño filial de toda la Iglesia. 59. ¡Queridos hermanos y hermanas! El símbolo de la Puerta Santa se cierra a nuestras espaldas, pero para dejar abierta más que nunca la puerta viva que es Cristo. Después del entusiasmo jubilar ya no volvemos a un anodino día a día. Al contrario, si nuestra peregrinación ha sido auténtica debe como desentumecer nuestras piernas para el camino que nos espera. Tenemos que imitar la intrepidez del apóstol Pablo: « Lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama desde lo alto, en Cristo Jesús » (Flp 13,14). Al mismo tiempo, hemos de imitar la contemplación de María, la cual, después de la peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, volvió a su casa de Nazareth meditando en su corazón el misterio del Hijo (cf. Lc 2,51). Que Jesús resucitado, el cual nos acompaña en nuestro camino, dejándose reconocer como a los discípulos de Emaús « al partir el pan » (Lc 24,30), nos encuentre vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: « ¡Hemos visto al Señor! » (Jn 20,25). Éste es el fruto tan deseado del Jubileo del Año dos mil, Jubileo que nos ha presentado de manera palpable el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios y Redentor del hombre.
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“Duc in altum” Mientras se concluye y nos abre a un futuro de esperanza, suba hasta el Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, la alabanza y el agradecimiento de toda la Iglesia. Con estos augurios y desde lo más profundo del corazón, imparto a todos mi Bendición. (2)
"NAVEGA MAR ADENTRO" (Lc 5, 1 – 11) Pbro. Dr. Miguel Antonio Barriola Anunciaba concretamente: "Al comienzo del nuevo milenio...resuenan en nuestro corazón las palabras con las que Jesús...invitó al apóstol (Simón) a «remar mar adentro» para pescar: «Duc in altum» (Lc 5, 4)" (NMI, 1). Por eso nuestros pastores, inspirándose en el arrojo evangélico del Pontífice, hacen suyo "el llamado del Papa a navegar mar a dentro en el océano inmenso del nuevo milenio y a señalar las etapas del camino futuro. Los relatos de los evangelistas no son una crónica de las situaciones alli descriptas sino que cada uno intenta a su modo expresar la “Buena Noticia”. La aclaración anterior sirve para situarnos en nuestra escena. Se trata de un primer paso de Jesús, hacia la constitución del grupo de sus colaboradores más íntimos: los Doce. Según muchos intérpretes, el episodio de la pesca prodigiosa en Lucas 5, 1 – 11 no es más que un "doble" de otra pesca, que sucedió en realidad después de la resurrección de Cristo. De ella da cuenta el capítulo final de Juan. Tales autores sostienen que se trataría de un único acontecimiento, que Lucas trasladaría a la vida pública de Jesús. Piensan, en efecto, que se dan muchas coincidencias, que apoyarían esta identidad. Así: En ambos casos se pasa toda la noche sin pescar nada. Jesús invita a echar las redes. Resulta una pesca extraordinaria. La reacción de Pedro es notoria en ambas situaciones. Da a Jesús el título de "Señor". Jesús invita a Pedro a su seguimiento. Pero, no hay que dejar de señalar también las diferencias: En Juan, Jesús no es reconocido al comienzo. Jesús actúa desde la orilla en Juan. Según Lucas, desde la barca. Pedro suplica: "Aléjate...", en Lucas. El apóstol se echa al mar para unirse con Jesús, según Juan. La red está por romperse en Lucas. Queda intacta para Juan. En Juan la pesca sucede cerca de la orilla (unos 100 mts.). En Lucas, en cambio, Jesús da la orden de remar mar adentro. Por lo tanto, no es identificable del todo el suceso relatado por Lucas con el que nos transmite Juan. Algunos, para reforzar la hipótesis de que se trataría de un único suceso, objetan que si fueran dos, no se explica cómo Pedro pudo pasar por casi las mismas circunstancias (pesca nocturna nula, orden de intentar de nuevo), sin caer en la cuenta del mismo accionar de Jesús. A esto último se puede responder que Pedro era bastante "cabeza dura" y que llegaría a captar muchas doctrinas e indicaciones de Jesús sólo más tarde. El mismo Señor se lo anticipó respecto a otra coyuntura: "Esto no lo entiendes ahora, lo entenderás más tarde" (Jn 13, 7). - Pedro había sido prevenido de sus futuras negaciones. Sin embargo cayó en ellas. - Había escuchado que la predicación del Evangelio se extendería "hasta los confines de la tierra" (Hech 1, 8). Pero se resiste ante la admisión de del centurión romano Cornelio en el seno de la Iglesia (Hech. 10, 14 – 16) - No sólo Pedro, sino también sus compañeros oyeron por tres veces el anuncio de la Pasión de su Maestro. Sin embargo, en cada ocasión se mostraron en muy diferente longitud de onda, respecto a los presagios de su Maestro. Primeramente, el mismo Pedro se opone (Mc 8, 32 – 33).
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“Duc in altum” También se puede observar que, por más que se den semejanzas entre dos acontecimientos, la conclusión de que, en realidad se trata de uno solo, no se impone con fuerza ineludible. Porque cabe otra explicación, a saber: que las similitudes (dentro de las diferencias, que también están) hayan sido provocadas, para que, justamente, se despierte el recuerdo de situaciones análogas en el pasado para caer así en la cuenta de aquello que permanece igual, aún dentro de las divergencias. Así sucedió cuando Cleofás y su compañero, perciben "la fracción del pan", en una cena, parecida a otro pan partido recientemente en otra cena, con lo cual se cercioran de que no se trata de un viajero cualquiera, el que estaba con ellos a la mesa (Lc 24, 31 . 35). De forma parecida, ¿por qué no pensar que Jesús resucitado, ordenando gestos similares a los que había ya realizado en su vida pública, estaba evocando para sus discípulos una escena anterior, que los volviera capaces de reconocerlo, ya que no lo habían hecho, al presentarse él en la orilla del lago? (el Buen Esp no cambia permanece inmutable, según Santa Teresa el Buen Esp no se muda) Hasta este momento, Jesús ha actuado solo. Ahora comienza a reunir colaboradores, dentro de los cuales va a sobresalir Simón – Pedro. Jesús, entre las dos barcas que estaban amarradas a la orilla, elige la que pertenecía a Simón, para desde allí, enseñar con mayor comodidad a la gente agolpada al margen de las aguas. Lucas, según su propósito de manejar datos exactos, califica como "lago" a la superficie líquida de Genesaret, que los otros evangelistas llaman "mar". Apenas acabada su prédica, Jesús invita a Simón a bogar hacia lo profundo del lago, con el objetivo de pescar. Se observó de antemano, que en el orden de acontecimientos esclarecido por Lucas, el historiador, Pedro ya conoce a Jesús, que ha restablecido de forma inaudita la salud de su suegra (Lc 4, 38). Porque, ciertamente, si otro le hubiera pedido esa pesca, habría respondido con una rotunda negativa. Pues, se ve tocado en su amor propio, como no deja de hacerlo notar en su respuesta: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada" (v. 5). Destaquemos un poco, todo lo que está detrás de esta respuesta: - Ante todo, se trata de la réplica de un pescador avezado, que ha pasado la vida entera en este oficio y conoce cada palmo del lago. - Pone de relieve que si, en las horas más propicias para la pesca, que son las nocturnas (cuando, con antorchas se puede encandilar a los peces, que acuden en cardumes y fácilmente son capturados), no se ha tenido resultado alguno, sería mucho menos probable intentarlo de día. - No dice solamente : "hemos trabajado toda la noche" acudiendo al verbo normal "ergázomai", sino que usa otra raíz: "kopiázantes", que significa propiamente: "habiendo trabajado arduamente toda la noche". Lo cual da a entender lo cansado que estarían él y sus ayudantes. Pero, dentro de su velada protesta, Pedro reconoce simultáneamente la dignidad de la persona con la que está hablando. Ante todo, lo trata de "Epistáta" y no solamente como "Maestro" (didáskalos). La palabra, que proviene del verbo: "epístamai" (estar arriba), indica superioridad. Sólo Lucas emplea tal apelativo, poniéndolo únicamente en labios de los discípulos de Cristo y los 10 leprosos (Lc 5, 5; 8, 24. 45; 9, 33. 49; 17, 13). En los lugares paralelos Mateo o Marcos usan: didáskalos, kyrie, rabbí. Ahora se le propone a Pedro hacer a un lado su pereza, pescando de día y después de toda una noche infructuosa de duro trajinar. Podemos ampliar y confirmar con otros pasajes este rasgo característico de la personalidad de PedEenro. El reacciona desde sus impulsos primerizos y aún cuando quiere expresar su innegable amor por Jesús, falla, al no dejarse transformar por Cristo. (Enea Pedro racionales el Mal Esp actúa compulsivamente, el Buen Espíritu actúa por el contrario con serenidad y paciencia Tomar decisiones)
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“Duc in altum” - Viendo a Jesús caminando sobre las aguas, le pide que también pueda hacerlo. Comienza a avanzar sobre el lago, pero, cuando se desconecta de Jesús, que lo llama, se fija sólo en los torbellinos y el viento, se hunde (Mt 14, 28). - No tolera pensar en Jesús, traicionado y entregado a la muerte (Mt 16, 22). - Promete incautamente, poniéndose por encima de los demás: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré" (Mc 14, 29). En el pasaje que comentamos ahora, una vez exteriorizada su objeción, se supera, sin embargo, a sí mismo de manera heroica: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero en tu palabra, echaré las redes". Con el anterior fracaso a sus espaldas cobra mayor relieve su confianza en Jesús. El está fatigado, y ponerse a pescar de día no es el momento adecuado. Pero se embarca lago adentro, igual que Abraham, quien "contra toda esperanza" (Rom 4, 18), ya que era viejo con su mujer estéril y dejando su patria y parentela, marchó "sin saber a dónde iba" (Hebr 11, 8), por obedecer sólo a Dios. A esta altura, también podemos ensanchar el panorama, para comprobar de qué modo, Pedro, cuando se desprende de su autoestima y se deja guiar por Dios, como en esta primera llamada que le dirige Jesús, acierta de modo sublime. - Ante las múltiples opiniones que la gente formula sobre Jesús ("Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas" – Mt 16, 14), sólo Pedro da la respuesta correcta: "Tú eres el Mesías (Cristo), el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16). Pero Jesús le aclara: "Feliz de ti Simón...porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre (= los recursos meramente humanos), sino mi Padre que está en el cielo"(v. 17). - Cuando Jesús declaró que su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida y, en consecuencia, muchos de sus discípulos lo abandonaron, Pedro responde: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68). - Una vez que Pedro aprendió la lección, después de la triple pregunta de Jesús : "Simón...me amas más que estos?" (Jn 21,15, 16. 17), ya desaparece aquel "Yo", que se imponía por encima de los demás: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré" (Mc 14, 29). Ahora, con toda humildad se remite a la ciencia de Jesús, que penetra en el interior de Pedro, mejor de lo que él mismo podría conocerse: "Señor, tú sabes que te quiero" (Jn 21,15.16.17). Retomando el comentario de la primera orden de Jesús a Pedro, viendo éste la desproporción de todo el resultado: * un profano en pesca, * de día y en lo profundo del lago, * por encima de los duchos en el oficio, y que, pese a todo, obtiene una redada tan extraordinariamente copiosa, que es menester llamar a los que trabajan en la otra lancha, dado que las redes estaban por romperse, llega a la conclusión: aquí está obrando una autoridad y poder sobrehumanos. En este momento, Lucas caracteriza al apóstol como: "Simón Pedro". Con su nombre de familia y el nuevo apelativo que le impuso Cristo. Cuando relate el llamado de todo el conjunto de los doce, escribirá: "Simón, llamado Pedro" (Lc 6, 14). Aunque no lo explicita, en este detalle concuerda Lucas con Juan, quien nos informa que, no bien Jesús tuvo ante su presencia a Simón, "lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro" (Jn 1, 42). S. Mateo (16, 17 – 19) nos explicará el sentido de este cambio de nombre, siguiendo la costumbre bíblica, según la cual una denominación nueva, indica el sentido de un encargo o función, que recibe la persona así señalada. De esa manera, Dios había transformado el nombre de Abram en Abraham, significando, a la vez que constituyéndolo como : "Padre de una multitud". Jacob es llamado por Dios mismo "Israel", porque "ha luchado con Dios y con los hombres y ha vencido" (Gén 32, 29).
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“Duc in altum” Pedro será, no sólo el cimiento, sino la roca inamovible, sobre la que Cristo construirá el nuevo pueblo de Dios, "su" Iglesia, contra la cual nada podrán las potencias infernales (Mt 16, 18 – 19). Acotemos una vez más la paradoja que acompaña siempre a la persona de Pedro y, que, en el fondo, se reitera en todo siervo de Dios. Como hemos comprobado,"Simón" aparece en constante conflicto con "Pedro", es decir: sus arranques y sentimientos espontáneos, aún los que son impulsados por su cariño para con Jesús, han de dejarse elevar por "el Padre que te lo ha revelado" (Mt 16, 17), "la palabra de vida eterna" que sólo Jesús tiene (Jn 6, 68), admitiendo, finalmente que el Señor "todo lo sabe", por encima de su mismo autoconocimiento (Jn 21, 17). En consecuencia, Pedro no es elegido por Cristo debido a sus dotes sobresalientes, sino porque en él se ejercerá de modo extraordinario la Providencia de Dios. El es "roca", no por su sagacidad mayor, fuerza de carácter o tesón, sino todo lo contrario, para que en su debilidad, más se manifieste el poder que viene sólo de Dios. Como lo confesará también S. Pablo: "Me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo...Cuando soy débil, entonces soy fuerte" (II Cor 12, 9 – 10). La fe, que lo movió a echar las redes, fundado no en su pericia, sino únicamente "en tu palabra", es acompañada ahora por la conciencia de la propia insuficiencia. En un gesto de anonadamiento, "se echa a los pies de Jesús" y a la designación ya prestigiosa de "epistáta" (maestro sublime), añade, en una profundización mayor aún, el título de "Señor", suplicándole, a la vez, que se aleje de él, porque se siente pecador. Ante este particular, insisten nuevamente aquellos exegetas, recordados más arriba, viendo aquí otra corroboración, para identificar este episodio con el de Jn 21. Allí se trató claramente de un arrepentimiento de Pedro, respecto a sus anteriores negaciones. Aquí – según interpretan – semejante conciencia de culpa ("Apártate de mí que soy un pecador"), no puede referirse más que a la sonada traición del discípulo, que renegó de su maestro. En respuesta a esta postura, se ha de notar, ante todo, que también se estremecieron todos los colaboradores de Pedro en la escena: "El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban...y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón" (Lc 5, 9 – 10). Además, no es necesario suponer un pecado preciso y concreto (como las negaciones), para poder comprender la reacción de Pedro. Basta recordar las experiencias religiosas, casi de regla, ante la cercanía de lo divino, del "tremendum et fascinans" (= lo tremendo, que causa temor, pero al mismo tiempo atrae y fascina). Repasemos la reacción de Isaías, ante su visión de Dios en el templo de Jerusalén: "Ay de mí, estoy perdido, porque soy hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos" (Is 6, 5). Remontémonos a Moisés, atraído por la zarza ardiente, que, recibe la orden de mantenerse a distancia y descalzarse, porque el suelo que pisaba era "tierra santa" (Ex 3, 5). "Soy pecador", entonces, no se refiere a un delito especial, sino al sentimiento de indignidad ante una persona que se experimenta a infinita distancia de la propia poquedad. Como lo vio el Centurión ante el mismo Jesús: "No soy digno de que entres en mi casa" (Mt 8, 8). Tal como queda dicho antes, ni Pedro ni nadie es llamado a colaborar con el Reino de Dios en base a sus cualidades descollantes, sino sólo porque es Dios quien convoca. (No me eligieron a mi soy yo quien los ha elegido) Tal desproporción será subrayada por la sugestiva comparación de Pablo: "Llevamos ese tesoro en vasijas de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios" (II Cor 4, 7). Lo mismo se patentizará más adelante, cuando Pedro y Juan, ya valientes predicadores de Cristo, al haber sido robustecidos por el Espíritu Santo, aunque eran "idiótai kai
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“Duc in altum” agrammatéis" (= simples y sin letras), como los veían los miembros del Sanedrín, sin embargo "hablaban con seguridad" (Hech 4, 13). Esta pesca ya fuera de lo común dentro del oficio normal de Pedro, será la mejor garantía para echar nuevamente las redes, pero en un mar mucho más proceloso: el mundo entero a lo largo de toda la historia que vendrá, hasta el fin. Jesús no permite que el pánico, por sagrado que sea, paralice a su elegido. "Deja de temer", le ordena, como también es de norma ante el aturdimiento que se apodera de quienes son agraciados por una vocación semejante. Se lo dice Gabriel a Zacarías (Lc 1, 13) y a María (Lc 1, 30), que también se vieron confundidos ante la inesperada notificación celestial del nuevo rumbo de sus vidas. Otra vez, Jesús pedirá a sus apóstoles, estupefactos, al verlo caminar sobre las aguas, que se dejen de temblar (Mt 14, 27). Igual indicación recibirán las mujeres turbadas ante la aparición de los ángeles en el sepulcro vacío (Mt 28, 5). Inmediatamente, Jesús abre un vasto horizonte a la tarea de Pedro: "De ahora en adelante serás recolector de hombres vivientes" (Lc 5, 10). Se habrá notado, que no de tradujo: "pescador de hombres", como suele leerse en las versiones al uso. La razón es simple: no pone Lucas: "aliéus anthrópon" (= pescador de hombres), como, en cambio, llama Jesús a los primeros llamados, en Marcos (Mc 1, 17: "aliéis anthrópon). Según el tercer evangelista, Jesús promete a Pedro: "antrhópous ése(i) zogrón"(= serás recolector de hombres vivientes). El verbo "zogréo": está compuesto de "zóos" (=viviente) y "agréo"(=apresar, cazar), significando: "tomar seres vivientes". El giro distinto puede explicarse por la tendencia de Lucas a suavizar posibles malas intelecciones, sobre todo en sus destinatarios del ámbito pagano, no familiarizados con el mundo imaginario semita. Así, cuando Marcos dice simplemente: "Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder" (Ek dexión...tés dynámeos: Mc 14, 62), Lucas explicita: "a la derecha del poder de Dios" (Lc 22, 69). En efecto, para los judíos bastaba aludir al "Poder", para que entendieran a Dios, porque ellos, por reverencia, evitaban pronunciar el nombre de Dios, sustituyéndolo por algún circunloquio. En cambio, los cristianos provenientes del paganismo, no habituados a tales usos, podían tener dificultad de intelección. De ahí la añadidura aclaratoria de Lucas. Algo semejante pasa con la imagen "pescador de hombres". Porque, en realidad, la pesca lleva consigo la muerte de los peces capturados. Extraídos del agua, su elemento vital, no pueden vivir más. Dado que los apóstoles son llamados a salvar a los hombres, ayudando a Jesús, Lucas, con una descripción más positiva, expresa sustancialmente lo mismo que Marcos. Por otra parte, en el mismo Marcos no se ha de tomar la comparación al pie de la letra en todos sus detalles. Así como cuando el Bautista califica a Jesús de "cordero de Dios" (Jn 1, 36), no hay que suponer que tiene él cuernos y lana. Se ha apreciar sólo el punto de comparación: como los corderos son víctimas del sacrificio, así lo será Jesús. Análogamente, la metáfora usada por Jesús y Marcos anuncia sencillamente el aspecto de "reunión", "congregación" de los hombres en torno al Evangelio. De igual forma, ya Jeremías, ante la dispersión del pueblo de Israel, en el exilio babilónico, anunciaba: "Enviaré muchos pescadores a pescarlos" (Jer 16, 16), indicando la reunificación del pueblo desintegrado. Notemos cómo Jesús sigue dirigiéndose sólo a Simón: "Serás recolector de hombres vivientes". También los otros allí presentes están involucrados, pero siempre Pedro es el guía y "piedra" de los demás. Ya Marcos había destacado el desprendimiento inmediato de los elegidos por Jesús: "Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron...dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron" (Mc 1, 18. 20). Para aquellos hombres, abandonar "las redes, la barca y el padre" equivalía a desprenderse de "todo". Pues de ello vivían y tal era su ambiente usual. Pero Lucas, subraya el hecho: "Abandonándolo todo, lo siguieron" (Lc 5, 11). Y "lo siguieron", no al modo con que los discípulos de los rabinos acompañaban a sus
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“Duc in altum” maestros, a pie detrás de los doctores de la ley , montados sobre asnos. Aquí se trata de algo nuevo. Es el seguimiento de un maestro, que es él mismo andariego a lo largo y ancho de los caminos palestinos, pero ante todo interior, de adhesión convencida. Inmediatamente después de la Ascensión del Señor, los apóstoles experimentarán de nuevo que están bregando inútilmente, trabajando casi sin resultado entre los judíos, que se van cerrando progresivamente cada vez más al Evangelio. Pero, "pescarán" a los extranjeros: "al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe" (Hech 13, 48). Podemos concluir que, así como la primera impresión de Simón Pedro fue notoriamente negativa: curtidos pescadores nada consiguieron, pero se superó en una visión de exclusiva fe: "En tu palabra echaré la red", de igual modo el trabajo por el Reino no puede medirse por perspectivas solamente humanas. Lo sigue confirmando la posterior historia de los que siguieron la labor de "recolectar vivientes", propuesta por Cristo a Pedro, Santiago, Juan, Pablo... Juan Pablo II. Después de la Reforma protestante, que parecía un vendaval destructor de la barca de Pedro, invita el Señor a los suyos a bogar mar adentro, para pescar enormes muchedumbres de cristianos en las misiones de América Latina o, por medio de Francisco Javier, en los lejanas tierras de India y Japón. En tiempos de la revolución francesa, la fe católica se vio casi extinguida. Pero el obispo de Lyon envió a una oscura aldea a Juan Bautista María Vianney, cuya "pesca" obligó a extender redes de ferrocarril desde Paris y otras regiones hasta Ars. Evoquemos al heroico Cura Brochero, que desde oscuros poblados de las Sierras de Córdoba, echó sus redes por medio de su trabajo tesonero y los ejercicios espirituales, renovando de tal manera aquellas regiones, que también redundó en el progreso civil, con caminos, llegada de trenes, etc. Pensemos en Charles de Foucault, sacerdote francés, que pasó su vida entre los Tuaregs, tribu feroz del Sahara. A él se debió la confección de la primera gramática de la lengua de aquellos beduinos, que la hablaban sin reflexionarla. A ellos dedicó su existencia. Pero, lo asesinaron y ninguno abrazó la fe cristiana. ¡Vaya fracaso más rotundo! Con todo, después de su muerte, se descubrieron sus escritos, que dieron vida a la fundación de los "hermanitos y hermanitas de Jesús", que, imbuidos de la espiritualidad del "hermano Carlos", hacen presente a Cristo en los ambientes más desheredados. También María ella se vio perpleja ante el saludo de Gabriel: "Al oír estas palabras ella quedó desconcertada" (Lc 1, 29). Tuvo sus dudas: "¿Cómo puede ser esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?" (v. 34). Pero, no dudó en rendirse ante la palabra de Dios: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra" (v. 38).Y esa palabra fue el objeto constante de su preocupación, ya que "conservaba todas estas cosas en su corazón" (vv. 19. 51). Esa meditación silenciosa, allí donde "sólo el Padre ve" (Mt 6, 4. 6. 18), ha de ser el requisito insoslayable, para remar hacia la alta mar y poder recoger "vivientes", que se beneficien del Evangelio. Toda organización, propaganda, técnica que prescinda de este paso previo en el personal diálogo con Dios, no está a tono con el Evangelio. Por eso, será siempre aconsejable tener ante nuestros ojos estas advertencias de Juan Pablo II: "La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad. Cuando no se respeta este principio, ¿ha de sorprender que los proyectos pastorales lleven al fracaso y dejen en el alma un humillante sentimiento de frustración? Hagamos, pues, la experiencia de los discípulos en el episodio evangélico de la pesca milagrosa: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada» (Lc 5, 5). Este es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza: Duc in altum! En aquella ocasión, fue Pedro quien habló con fe: «en tu palabra, echaré las redes» (ibid.) Permitidle al Sucesor de Pedro que, en el comienzo de este milenio, invite a toda la Iglesia a este acto de fe, que se expresa en un renovado compromiso de oración" (NMI, 38). (3) "No es éste el momento para indecisiones,
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Las respuestas del joven: “Mar adentro”
“Duc in altum” ausencias o faltas de compromiso. Es la hora de los audaces, de los que tienen esperanza, de los que aspiran a vivir en plenitud el Evangelio y de los que quieren realizarlo en el mundo actual y en la historia que se avecina". (Lima, Perú, 1985). Cuenta el Evangelio de San Lucas (5,4) que "en una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. (...) Jesús subió a la barca de Simón Pedro y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después, se sentó y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «¡Navega mar adentro!...»". Palabra profunda, de muy profundo contenido, de hondas resonancias místicas... ¡Duc in altum!...¡Navega mar adentro! Palabra especialmente dicha para jóvenes llenos de grandes ideales, que no quieren hacer de su vida una monotonía gris e informe... Palabra que entienden los jóvenes de acción, de mirada amplia, de corazón decidido y generoso, que por la nobleza de su alma se sonríen con alegría al saber que Jesús mismo les dice: "¡Duc in altum!... ¡Navega mar adentro!". Palabra que es una invitación a realizar grandes obras, empresas extraordinarias donde hay mucho de aventura, de vértigo, de peligro... Joven: ¡Navega mar adentro! Donde las olas sacuden la barca, donde el agua salada salpica el rostro, donde la proa va abriéndose paso por vez primera, donde no hay huellas y las referencias sólo son las estrellas, donde la quilla es sacudida por remolinos encontrados, donde las velas desplegadas reciben el furor del viento, donde los mástiles crujen... y el alma se estremece... ¡Mar adentro! Lejos de la orilla y de la tierra firme de los pensamientos meramente humanos, calculadores y fríos... donde el agua bulle, el corazón late a prisa, donde el alma conoce celestiales embriagueces y gozos fascinantes. Es quemar las naves como Hernán Cortés, con española arrogancia..., "abandonándolo todo...". Navegar mar adentro es tomar en serio las exigencias del Evangelio: "vé, vende todo lo que tienes..." (Mt 19,21). Es la única aventura... Es el ansia de poseer al Infinito en nuestro corazón inquieto... Es lo propio de los pescadores: hombres humildes, laboriosos, no temen los peligros, vigilantes, pacientes en las prolongadas vigilias, constantes en repetir sus salidas al mar, prudentes para sacar los peces..., curtidos por la sal y el sol... Es ser "rebelde por Cristo contra el espíritu del mundo". ¡Duc in altum! A vivir el cristianismo a "full" en una mezcla de bravura y de coraje, que ha de cautivar a los hombres, a los niños, a los jóvenes. Es no tener miedo de amadrinarse con el peligro, a vivir en la desenfadada intrepidez del amor total, absoluto, irrestricto e indiviso a Dios. A vivir en un delirio de coraje para vencer día a día y hora a hora, al mundo, al Demonio y a la carne. A vivir con todo el ímpetu de los santos y de los mártires que lo dieron todo por Dios. A vivir mojándole la oreja al Anticristo. Y si su sucia pezuña nos aplastase, bramar : "¡Viva Cristo Rey!"... y escupir a esa piltrafa humana. Y para ello hay que romper amarras, pecados, ocasiones, malas amistades... ¡Mar adentro!: en el abismo de la oración insondable con el Abismo. Es disponerse a morir como el grano de trigo para verlo a Cristo en todas las cosas. ¡Mar adentro! (4)
Ejercicios en la Vida Corriente – Cuarta Semana martes: Jn 20, 1-10: Jesús se aparece a Pedro. Lc 24,34. "el Señor resucitó y se dejó ver por Pedro" Vamos a hacer con detalle, la oración del "camino espiritual" de Pedro, para poder comprender mejor la gracia de la resurrección de Jesús y el significado de su encuentro con Pedro y aplicarlo también a mi vida. 4.2.1. Pedro había caminado mucho en el seguimiento de Jesús desde el día en que le prestó su barca para que Jesús predicara a la gente.
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“Duc in altum” Pedro se había ido "descentrando" de sí mismo y era algo menos egoísta. Jesús le había ido enseñando muy bien el camino, aunque a veces con lecciones muy duras: · Pedro se sentía muy capaz como pescador. Creía que lo sabía todo en ese oficio... pero Jesús le explicó, con la pesca milagrosa, que también para pescar, necesitaba la ayuda de Dios (Lc 5,5) · Jesús le tuvo que decir a Pedro, que era su amigo: "déjame, Satanás, tú eres una tentación para mí!" (Mt 16,23) · más tarde, Pedro negó a Jesús hasta tres veces y sin embargo Jesús le miró con todo cariño y Pedro se puso a "llorar amargamente" (Mt 26, 75) · Pedro, durante la pasión y porque tenía miedo, sólo se atrevió a mirar de lejos el juicio, y la condena, y el camino del calvario y la crucifixión de Jesús ... · y además, Pedro no había comprendido lo que Jesús le había dicho en una ocasión: "he rogado por ti para que tu fe no se caiga.. cuando hayas vuelto tendrás que fortalecer a tus hermanos" (Lc 22, 32). · Pedro no le encontraba sentido a la muerte de Jesús. Pedro había creído que era el "Hijo del Dios que vive" y así se lo había confesado, y creía que Jesús iba a ser rey y por eso, en el momento de la pasión, se encontraba muy confundido con esa muerte de Jesús... 2.2. Pedro va al sepulcro: Muchos de los discípulos oyeron el mensaje que Jesús le había dado a María Magdalena: "en realidad algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron sorprendidos... vinieron al decirnos que se les habían aparecido unos ángeles que decían que estaba vivo... pero a El no le vieron" (Lc 24, 22-24)... pero los discípulos no escucharon ni creyeron lo que les decía María Magdalena. · Pedro sí le creyó, y quiso ver a Jesús, porque lo quería. Se imagina que algo importante pasó... y "corre al sepulcro con Juan"... En la vida, si queremos seguir a Jesús, tenemos que dar pasos, tenemos que correr.. poner los medios necesarios. No nos podemos quedar soñando ni quedados. 4.2.3. después de la visita al sepulcro que encontraron vacío, "Pedro regresó a casa muy sorprendido por lo que había ocurrido" (Le 24.12) y entonces, porque creyó, Pedro consuela, da fuerza, anima a sus amigos y los sostiene en la fe... Voy a concretar en mi vida todo mi camino recorrido para seguir a Jesús. ¿Cómo lo conocí y qué me sucedió desde entonces , y cómo vivo hoy mi fe, aun en medio de la debilidad y qué medios pongo para ser fiel siempre a Jesús? (5)
Jornadas Vocaciones 2002 España La "vocación" va muy unida a la “navegación”. El mar de Galilea es una referencia vocacional permanente. La barca, la playa, las redes, la tempestad, las olas, la pesca milagrosa, la llamada a ser pescadores de hombres. Y la invitación-mandato de Jesús: “Navega mar adentro”. El Papa a escogido esta palabra de Jesús como slogan para adentrarnos con esperanza en el nuevo milenio. Para cada persona, particularmente los jóvenes, esa palabra del Señor es una invitación a embarcarse con Él en su aventura. A dejar la orilla tranquila de la mediocridad o la superficialidad y adentrarse en las profundidas del amor de Dios y en su misterio insondable. A emplear los remos de la decisión, la constancia, la voluntad, los pequeños compromisos de cada día. Y a desplegar las velas del corazón al soplo del Espíritu y a la actuación de la gracia. Navegar por el mar de la santidad y de la vocación. Un mar no fácil. Pero una navegación bien acompañada, porque Jesús va en la barca. Desde la vida de cada día, con su amplia maraña de relaciones, vivencias y experiencias, alegrías y dificultades, Jesucristo sale al encuentro del joven y le invita a profundizar y a seguirle, como a Pedro y a los demás apóstoles. Cristo se hace contemporaneo de los jóvenes de hoy y se mete en su vida. Es cuestión de tener un buen “servidor” para buscarlo. ¡Qué gran “servicio” el que prestan los catequistas, los sacerdotes, los acompañantes espirituales! También a los educadores y a todos los que trabajamos en pastoral vocacional, Jesús, como a Simón Pedro nos dice: “Navega mar adentro y echad vuestras redes para pescar”. Y como él, queremos responderle con toda confianza: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra echaré las redes’. Jesucristo continuará llenando nuestra alma de fascinación, la mejor “red” para fascinar a otros en su seguimiento. Tantos mares por donde navegar en una vocación de entrega: las parroquias, las misiones, la enseñanza, la marginación, la evangelización, el mundo laboral, la familia,
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“Duc in altum” los ancianos, los enfermos, la promoción de la mujer, el trabajo por la paz, la oración, la pastoral de la cultura, etc. (6)
Navegar mar adentro 21 de abril de 2002 Navegar mar adentro, lema de esta jordana, es el gran slogan de la Iglesia para este tiempo, propuesto por el Papa Juan Pablo II en su programática carta pastoral Novo Millenio Ineunte. Navegar mar adentro es signo, por tanto, de la vocación de toda la Iglesia para el momento actual, un tiempo de temores y de zozobras, pero también un tiempo de promesas y de esperanzas, cuando la barca de la Iglesia, en medio de la flota de esta humanidad que busca el rumbo de su historia, se adentran en el inmenso mar de un nuevo milenio. Pero "navegar mar adentro" es un lema que identifica especialmente de los jóvenes, en su mirar y en su descubrir, en su crecer y en su madurar, en su hacer y en su hacerse, en su configurar su vida y la del mundo que se les ha dado. En primer lugar "navegar mar adentro" es una metáfora inconfundible de la cultura de este tiempo, marcada por el nuevo habito de buscar no sólo información, sino sobre todo respuesta para la vida, a través de esa gran red cibernáutica. Navegar, como se llama a esta búsqueda, es también signo de vocación, porque sólo encuentra su camino quien busca, aún desesperadamente, la respuesta que anhela, el sentido de la vida. Como muy hermosamente apunta la profesora María Dolores de Miguel, "navegar por la Red fascina y seduce porque es un proceso de búsqueda y de explotación interactiva. Y podría convertirse en parábola del camino de fe: como el cibernauta, así también el peregrino busca y explora. Llegar a descubrir al Señor y seguirle es una largo proceso de fe interconectada, de búsqueda apasionada junto con los compañeros de camino en la larga marcha de la vida". "Navegar mar adentro" es, para estos jóvenes, de algún modo, la oportunidad de encontrarse con Cristo, y oír de él la pregunta más sencilla, y más difícil de responder, no por que falten las palabras, sino porque sobran. Jesús, el Señor, repite siempre su pregunta, la pregunta del encuentro, del primer encuentro con aquellos a quienes va a llamar a una vida de seguimiento incondicional y de inquebrantable comunión con él: ¿Qué buscáis? Primera Palabra del Señor en el Evangelio de San Juan, primera palabra de la Palabra eterna hecha palabra humana. No es una respuesta, sino una pregunta. No te revela algo ajeno a tu vida, sino que te devuelve y te enfrenta a ti mismo: ¿Qué buscas?, ¿Qué añoras? ¿Qué necesitas? ¿Qué mueve tu vida? ¿Qué buscas en tu vida? Con Él no vale el disimulo, ni la evasión, ni el respeto humano. Su amistad, desde el principio, es así de sincera. Es una amistad que duele, y no sólo al principio, pero libera. Ven y verás, quédate con él como Andrés y Simón, y también tu recordaras esta hora. Y cuando se puede recordar esa hora, "navegar mar adentro" se convierte también, para aquellos que han buscado y han encontrado, en el mejor modo de expresar la experiencia de quienes sueltan las amarras de su vida porque empiezan a dar los pasos de una respuesta a una vocación consagrada. Navegar mar adentro, sin miedo al destino, a la oscuridad, al futuro, a perder todo tipo de seguridades, a dejar en la orilla todos los apegos. Navegar mar adentro, con la única seguridad y la única confianza que vale la pena en la vida: el Señor Jesús. "Navegar mar adentro", como respuesta a la llamada, a la vocación, a una vocación a la santidad, como aquellas jóvenes tridentinas, que en medio de los bombardeos de la segunda guerra mundial se preguntaban si habría algún ideal que ninguna bomba podría destruir. Se derrumbaban todos los ideales juveniles: la que deseaba formar una familia, recibía la triste noticia de que el novio había caído en el frente; quien había puesto en el estudio su interés, no podía continuar, por los obstáculos de la guerra; quien pensaba montarse una casa bonita, la encontraba destruida por los bombardeos, quien... quien... Cada una veía tremendamente comprometidas todas las cosas en las que había puesto todo su ser. Al mismo tiempo, y precisamente por las destrucciones de la guerra, se sentían invitadas a aprender una gran lección: "Todo es vanidad...". Todo pasa. No se podía pues, poner el corazón en algo que era tan transitorio. Y se preguntaban: ¿Habrá un ideal al cual poder dedicar toda nuestra existencia?, ¿un ideal que no pasa nunca?, ¿un ideal que ninguna bomba pueda destruir? Y llego la respuesta: Sí, existe este ideal. Es Dios. Dios es el único ideal que ninguna bomba puede destruir, el único puerto seguro, el único destino verdadero, él único horizonte verdaderamente humano, por el que merece la pena "navegar mar adentro", sin faros ni brújulas, en la
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“Duc in altum” divina aventura de la llamada, de la vocación: "venid y veréis, yo os haré pescadores de hombres". Manuel María Bru Alonso (7)
Unos Momentos con Jesús y María Simón y sus compañeros habían pescado toda la noche sin sacar nada. Ya estaban limpiando las redes en la costa, cansados y defraudados, cuando Jesús les manda ir mar adentro y echar las redes al agua nuevamente. Seguramente no eran muchas las ganas que tenía Pedro de cumplir con el pedido del Señor. Pero la mirada de Jesús, el modo imperativo pero amable de sus palabras, llevaron a Pedro a embarcarse de nuevo. Frecuentemente, Jesús nos pide hacer cosas sorprendentes, irracionales. "Duc in altum", le dice a Pedro y a nosotros. "Navega mar adentro. Arriésgate, esfuérzate un poco mas. Entrega lo que tengas, sin medida ni especulaciones." Salir de nuevo a pescar cuando nada se ha logrado en toda una noche de esfuerzo. En muchos momentos, cuando aparece el agotamiento por no ver frutos en nuestra vida a pesar de nuestros esfuerzos, cuando encontramos que todo ha sido un fracaso y encontramos motivos humanos para abandonar la tarea, debemos escuchar la voz de Jesús que nos dice: "recomienza de nuevo, vuelve a empezar". El secreto de todos los avances de nuestro camino hacia Jesús está en saber volver a empezar., en sacar enseñanzas de cada fracaso y después intentar una vez más. La fe es algo semejante. Confiar en Jesús. No fiarnos de nuestros propios razonamientos. Partir mar adentro. Partir hacia los misterios: La Eucaristía....la Trinidad....la Encarnación....la Resurrección....la Iglesia. Lo creo porque lo dice Jesús, le creo a Jesús y echo las redes. Pedro entró en el lago y se dio cuenta de que las redes se llenaban de peces. Por la noche, en ausencia del Señor, todo el trabajo había sido estéril. También a nosotros, si confiamos solo en nuestras fuerzas y en nuestro juicio nos pasa lo mismo. Pedro mostró humildad al obedecer a Jesús, quién, por no ser hombre de mar, bien se podía pensar que no sabía nada de pesca. Sin embargo, confía en el Señor y le obedece. La obediencia nos lleva a querer identificar en todo nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Si permanecemos con Jesús, El llena siempre nuestras redes. Pedro, al ver el milagro de la pesca, dice a Jesús: "Aléjate de mí Señor, porque soy un pecador", el espanto lo embargó. En el lenguaje bíblico ese miedo, ese espanto es señal que Dios se ha acercado a nosotros. Cuando tenemos cerca a Dios, cuando percibimos su Santidad, nos sentimos como Pedro, indignos. Ese es el miedo del que nos habla el Evangelio. Y el Señor le dice a Pedro : No temas y lo hace pescador de hombres. Jesús comenzó pidiendo prestada a Pedro la barca, y se quedó con su vida. Y Pedro jamás se arrepintió de su haber seguido en aquella oportunidad al Señor. El, que había sido hasta ese momento en un pobre pescador de Galilea, fue convertido en la roca fundamental de la Iglesia. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ser generosos con el Señor, tanto cuando nos pida que le prestemos nuestra barca , como cuando quiera que le demos la vida entera Tu barca de pescador, que llegó de Roma al puerto, va siguiendo el rumbo cierto que le trazara el Señor. La va llevando el amor siempre a nuevas singladuras. En las borrascas oscuras, para que a Cristo sea fiel, Simón Pedro, el timonel, vela desde las alturas. Si toda la Iglesia oraba por ti, ahora tú por ella, que eres su roca y su estrella. Cuando se tambaleaba tu fe, sobre el mar te daba Cristo fuerza con sus manos.
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“Duc in altum” Boga mar adentro, y danos -a la Iglesia, que te imploratu presencia guiadora y confirma a tus hermanos. Himno de la Liturgia de las Horas (8)
“Te he buscado Señor y te voy encontrando” Hoy resuenan en nuestro corazón las palabras con las que día Jesús dirigió a Pedro. “Navega mar adentro y echen las redes” Pedro y los demás discípulos confiaron en la palabra de Jesús. “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tu lo dices echaré las redes.” Estas palabras nos invitan a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza hacia el futuro. Hoy tenemos que mirar hacia delante y navegar mar adentro confiando la palabra de Cristo, Ese es nuestro desafío. Somos suyos ¡A ÉL PERTENECEMOS! Por eso acogemos su palabra que nos impulsa: y dejamos la orilla de la rutina paralizadora y de las pequeñas seguridades. Ya no alcanza pescar desde la orilla. Es hora de navegar mar adentro con la misma confianza de Pedro, que escucha la Palabra de Jesús. Pero se trata de sacar pescado del mar pescadores de hombres. ¡Rema mar adentro! Nos hemos encontrado con Jesús, que nos invita, como a Pedro,. ¡Hagámosle caso y lancémonos al mar, sin miedo; sin miedo a las olas; sin miedo a no haber pescado nada; sin miedo al qué dirán; sin miedo a las voces que recibiremos, por no pensar como los otros! ¡Remad mar adentro,! ¡Lancémonos, en nuestra sociedad, a ser testigos del amor de Cristo, viviendo en comunión! (9)
Novo Milenio Ineunte – Ficha para entender No es una empresa en la que estemos solos... Cristo viene con nosotros en la barca... María, estrella de la evangelización nos ilumina... es toda la Iglesia la que está invitada a NAVEGAR MAR ADENTRO como los primeros apóstoles. Digamos con San Pablo: "Lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama desde lo alto, en Cristo Jesús" (Flp 13,14)
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