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REPORTE DE HOTEL
viajar, comer y beber
ESCAPADA
EL OJO experto
Paraje de altura en la ruta Cusco-Puno.
De Cusco a Puno
la ruta de Manco Cápac texto y fotos de Rolly Valdivia Chávez
Éste es un viaje por pueblos de gesto antiguo, valles y punas de belleza contrastante, y un rosario de ciudades de piedra erigidas por quechuas y aimaras: hombres de altura que adoraban al sol, la tierra y las montañas. Travesías • 35
escapada
aminar y explorar, caminar y perderse, caminar y escapar de la lluvia y el granizo. Caminar en Cusco y en Puno, en la sierra y el altiplano, en el ombligo del mundo inca y el corazón del pueblo aimara. Caminar y descubrir el Perú andino, el Perú milenario, el Perú universal. Caminar y agitarse, caminar y descansar, caminar y pensar en un carro, en un bus, en cualquier cosa con cuatro ruedas o cuatro patas; en fin, todo vale, todo sirve para llegar a tu destino: una ¿ciudad?, un ¿templo?, tal vez una ¿fortaleza? erigida por hombres de las alturas que adoraban a Taita Inti (padre sol) y a Mama Pacha (madre tierra). Y así, caminando y viajando sobre ruedas o patas, revives a tu manera y sin ningún rigor histórico, la travesía legendaria de Manco Cápac y Mama Ocllo, los hermanos, los esposos, los hijos del sol que descendieron de las punas desoladamente bellas, para sembrar las semillas de una grandiosa civilización, en valles ubérrimos y tierras prometedoras. Ellos emergieron de las frías aguas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, con el mandato de fundar una ciudad y un imperio: el Cusco y el Tawantinsuyo. Obedientes y abnegados, trajinaron por montañas y quebradas hasta llegar al cerro Huanacaure, donde la tierra cedió dócilmente, ante la presión de la varilla de oro que les había entregado su calurosísimo padre. Ésa era la señal que esperaban para terminar su peregrinaje, el viajecito legendario que ahora realizo pero al revés, de atrás hacia delante y —repito— sin ningún sentido histórico, porque se me congela hasta el alma sólo de pensar en la posibilidad de emerger en el lado peruano del Titicaca (su soberanía es compartida con Bolivia). Así que para evitar la tentación de convertirme en un Manco Cápac moderno o, lo que es peor, en un Manco Cápac con pulmonía, prefiero iniciar mi aventura en el Cusco.
Eso sí, aclaro por si acaso que no llevo ninguna barreta de oro, que mi padre no me ha dado ningún mandato fundacional —con la justa sola sugerencia de que compre algo de queso— y que, lamentablemente, no existe ninguna Mama Ocllo que me acompañe. Me voy en solitario y con la única pretensión de conocer y disfrutar del legado arqueológico de las antiguas civilizaciones prehispánicas, aquellas que se desarrollaron en espacios geográficos de inspiradora soledad y profundos silencios, aquellas que aún palpitan, viven, se expresan a través de costumbres y rituales, de leyendas y cantos en quechua o aimara.
Culto al agua Si por una travesura del tiempo, Manco Cápac y Mama Ocllo volvieran a la vida, no tendrían que caminar infatigablemente para viajar de Puno (3 827 msnm) al Cusco (3 399 msnm). Ellos, urgidos como estaban por la orden de su padre, hubieran podido abordar cualquiera de los buses de itinerario o turísticos que todos los días transitan presurosos los 389 kilómetros de cimbreante asfalto que une ambas ciudades. En cinco o seis horas, la pareja habría llegado a su destino, aunque, eso sí, sin haber visto ninguno de los complejos arqueológicos que existen a lo largo de la ruta, ni siquiera los que levantaron sus descendientes (ay, se hubieran llenado de orgullo), tampoco los construidos por sus antecesores: waris o pucarás, grupos humanos que dominaron territorios de altura en épocas y momentos distintos. Y es que la premura no es buena compañera de viaje, menos en esta ocasión en la que quiero subir y bajar de los buses; en la que deseo caminar unos metros o algunos kilómetros; en la que necesito —quizás para honrar a los incas de la leyenda que me contaron en la escuela— explorar senderos imprecisos o compartir un puñado de cancha con un arriero mustio y bondadoso.
Qolqas (depósitos de alimentos) en el interior del complejo arqueológico de Raqchi.
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Con esas ansias de aventura me alejo del Cusco y, como siempre que me alejo del Cusco, una pizca de nostalgia ensombrece la despedida. Y es que es difícil decirle adiós a una ciudad tan hermosa, digo entre dientes, mientras busco un asiento vacío en la Couster que me llevará o acercará a Tipón, la primera escala en mi viaje a la inversa. Rumbo sureste. Desfile de pueblos, muchos campos, varias montañas. Aroma a chicharrón en Saylla. Una punzada en el estómago. Resistir y aguantar, librame de la tentación, amén, y esperar un poquito, unos cuantos kilómetros más, porque Tipón ya está cerca (22 kilómetros del Cusco), al menos eso dice tu compañero de asiento, también el cobrador, que ahora te apura, te pide que bajes rápido. No le sobra el tiempo. Viviendas a los lados de la carretera. Un desvío terroso que conduce a un pueblo, también al centro arqueológico. Un taxista ofrece su servicio. Es lejos, dice, y crees que miente y vas caminando y te cansas y reniegas y te arrepientes. Te das cuenta de que el conductor no mentía (la distancia es de 5 kilómetros), mientras enfrentas un senderito ascendente, alzado, caprichoso. Llegas extenuado. Contemplas varias terrazas de cultivo, muros de piedras pulidas, fuentes de aguas y canales de regadío diseñados por hábiles arquitectos precolombinos que se afanaron en construir una ¿casa de descanso?, ¿un plácido refugio? o, tal vez, un jardín real que estuviera a la altura de un hijo del sol. A más de 3 200 msnm, este legado de piedra, impresiona por su eficiente sistema de fuentes y canales de riego, los cuales fueron trabajados de manera tan laboriosa que, en la actualidad, muchos investigadores consideran que el lugar fue un culto de adoración al agua. Rodeado de montañas, Tipón (distrito de Oropesa, provincia de Cusco), habría sido levantada durante el mandato del inca Wiracocha, quien se lo entregaría a su padre Yahuar Huaca. De vuelta a la carretera. Otra vez el asfalto y las viviendas que la flanquean y que en verdad no son viviendas, sino restaurantes o, mejor dicho,
Las “raíces de piedra” de estas columnas siguen “sembradas” frente a los muros del recinto, en el complejo arqueológico de Raqchi, maravilla histórica que cuenta, además, con infraestructura urbana, áreas de cultivo y qolqas.
Iglesia colonial de Raqchi, frente al templo de Wiracocha.
cuyerías, porque Tipón se ha hecho famoso por sus suculentos cuyes al horno (conejillo de india), que se sirven acompañados con pastel de papa, rocoto relleno (chile similar a un pimentón) y fideos.
Rumbo a La Raya De Tipón a Pikillaqta, una ciudad amurallada; de Pikillaqta a Raqchi, el colosal templo del dios Wiracocha; de Raqchi hasta La Raya, el límite entre Cusco y Puno, y el punto más alto de la carretera (4 321 msnm); de La Raya hasta Pucará, con sus monolitos, esculturas y sus pirámides truncas. Subir, bajar, caminar. El ritual se repite, también la pregunta al compañero de asiento y el apuro del cobrador. Rápido, rápido te dice u ordena en las cercanías de Pikillaqta (3 300 msnm y a 10 kilómetros de Tipón), cuyas murallas de piedra fueron levantadas cuando el dominio quechua ni siquiera se vislumbraba en estas tierras. Levantada por los waris, considerados como el primer imperio andino (800 y 1100 d.C.), en Pikillaqta existen más de 700 estructuras, entre edificaciones de distintas formas (incluso triangulares), qolqas o almacenes, calles, explanadas y las espléndidas paredes que cercaban el centro urbano (habría sido habitado por 10 mil personas), las cuales superan los 10 metros de altura. Es inevitable sentirse pequeño frente a esos muros, es ineludible tratar de imaginar el esplendor de esa ciudad o preguntarse por qué los españoles la llamaron “Pueblo de Pulgosos” (piqui: pulga; llaqta: pueblo). De pronto, el sol empieza a brillar con fuerza inusitada y abres los brazos para nutrirte de su energía, mientras reposas tu mirada en la quietud de la laguna Huarcapay, que resplandece como un espejismo. Ya falta poco para cruzar La Raya. Sólo Raqchi (a 93 kilómetros de Pikillaqta), la única construcción en el vasto imperio incaico en la que se utilizaron columnas cilíndricas de 1.60 metros de ancho y 9.80 de altura. Las “raíces de piedra” de estas columnas siguen “sembradas” frente a los muros del recinto, localizado en el complejo arqueológico de Raqchi (distrito de San Pedro de Cacha, provincia de Canchis, Cusco), joya histórica que cuenta, además, con infraestructura urbana, áreas de cultivo y qolqas. Raqchi fue el templo al dios Wiracocha, el creador del universo. Erigido en el siglo xv por orden del inca Wiracocha (quien tomó el nombre de la divinidad), destaca por sus grandes paredes de adobe, cimentadas en piedras volcánicas. El recinto tiene 100 metros de largo, 20 metros de ancho y, en su parte central, alcanza una altura de 12 metros. Al terminar el recorrido, le echas un vistazo a la iglesia colonial y al mercado artesanal. También te das una escapada al sencillo pueblo de Travesías • 37
escapada 8DADB7>6 :8J69DG
Raqchi (a más de 3 400 msnm). Silencio, sosiego, callecitas abandonas. La gente está en el campo, labrando, sembrando, viviendo.
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Pucará Cruzar La Raya. Una mujer intenta venderte una chalina. Llueve. Un hombre te ofrece unos guantes. Y la lluvia se vuelve granizo. Compras un plástico para protegerte. Unos niños te dicen “una foto míster” y abrazan del cuello a una alpaca mojada, húmeda, esponjosa. No aceptas. Caminas, pasas del Cusco a Puno, despacito nomás, porque el soroche merodea. Se aproximan Puno y el lago Titicaca. El lugar de partida de Manco Cápac y Mama Ocllo, el punto final de tu travesía a la inversa. Revisas tu hoja de ruta y sólo falta Pucará, localizado a 156 kilómetros de Raqchi. Curvas y pampa, cielo azul, nubes esponjosas. Retorna el sol cuando te acercas a tu última parada: un museo de sitio que atesora los monolitos, estelas y esculturas talladas por los pucará, una cultura del altiplano que alcanzó su apogeo entre los años 250 a.C. y 380 d.C. A un kilómetro del museo, está el complejo de Kalasaya (3 860 msnm) que conserva plataformas y nueve troncos piramidales, además de tres templos en forma de V. La zona fue estudiada en 1939 por Alfred Kidder. En esta población de la provincia de Lampa, región Puno, tus ojos se escapan de los restos prehispánicos, para darle un vistazo a las líneas coloniales de la iglesia de Santa Isabel (siglo xviii) y luego te dejas conversar por una niñita de mejillas encarnadas que remata sus “toritos de Pucará”, piezas de cerámica que eran utilizadas como cántaros (repletos de chicha), en las faenas comunales de la marca del ganado. Por ahora no hay más destinos. Sólo Puno y su lago inmenso, tal vez infinito. Subes al último bus. Buscas un asiento pegado a la ventana y te dejas llevar a la ciudad. Allí —como Manco Cápac y Mama Ocllo—, cumplirás el único mandato de tu padre… ¿Dónde venden queso?, le preguntas, una vez más, a tu ocasional y ya atormentado compañero de asiento
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GUÍa PRÁCTICA DÓNDE DORMIR En Cusco Hotel Monasterio
Calle Palacios 136 T. 51 (84) 241 777 www.monasterio.orient-express.com Desde 495 dólares más impuestos por la noche. Arquitectura y arte colonial en un hotel con apariencia de museo. Acondicionado en los claustros del centenario seminario San Antonio Abad, el Monasterio no sólo conserva el sosiego de los conventos, sino que ofrece un plus de confort, tecnología y servicio de primera.
Hotel Libertador, Palacio del Inka
Plazoleta Santo Domingo 259 T. 51 (84) 231 961 www.libertador.com.pe Desde 215 dólares la noche con desayuno incluido.
Muros de piedra erigidos por los incas, recintos señoriales de origen colonial, habitaciones modernas y lujosas.
En Puno Sonesta Posada del Inca Lake Titicaca
Sesquicentenario 610, Sector Huaje T. 51 (51) 364 111 www.sonesta.com Desde 150 dólares la habitación doble. Junto al lago Titicaca, para verlo siempre: al despertar, al comer, al pasear por las terrazas. El lago parece parte del decorado de la Posada del Inca, que tiene muelle privado.
Hotel Libertador Lago Titicaca Puno
Isla Esteves s/n T. 51 (51) 367 780 www.libertador.com.pe Desde 150 dólares la noche con desayuno o bufé incluido.
Las paredes blancas del único 5 estrellas de Puno contrastan con el azul profundo del Titicaca, dándole la apariencia de crucero anclado a perpetuidad en las aguas.
como el ají de gallina y el lomo saltado, además de propuestas innovadoras como el risotto de quinua o el tacu tacu de pallares con sábana de alpaca.
DÓNDE COMER
En Puno
En Cusco
Restaurante Giorgio
MAP Café
Casa Cabrera, Plazoleta de las Nazarenas 231 T. 51 (84) 242 476 Diario de 11 a 22 horas. Alrededor de 35 dólares. De estilo minimalista, el MAP es un cubo de vidrio levantado en el patio colonial del Museo de Arte Precolombino. Sus aromas y sabores mezclan la sofisticación gastronómica con los sabores tradicionales de la cocina peruana.
Inka Grill
Portal de Panes 115, Plaza de Armas T. 51 (84) 262 992 www.inkagrillcusco.com Diario de 11 a 23 horas. Alrededor de 25 dólares. Su carta, variada y excitante, ofrece algunos clásicos de la comida peruana
Jirón Lima 430 T. 51 (51) 367 771 Diario de 10 a 22 horas. Alrededor de 15 dólares, bufé de 10 dólares. Entre lo tradicional y lo innovador, el menú incluye ceviche de camarones flameado al pisco, la trenza de truchas y pejerrey sobre ragú de hongos y alcachofas y el pulpo bebé a la gallega, que se sirve con papita del altiplano a la muña.
Restaurante Plaza
Jirón Puno 425, Plaza de Armas T. 51 (51) 351 424 Diario de 10 a 22 horas. Alrededor de 10 dólares, bufé de 13 dólares. La cocina novoandina se deja sentir en los ambientes del Plaza. Platos como la alpaca al cilantro o al vino, la sajta (guiso) de gallina y el lomo tres salsas son las estrellas.
La Raya el punto más alto de la carretera Cusco - Puno.
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