LOS DILEMAS DEL POETA… Miguel Huezo Mixco
Imaginemos por un momento que al poeta Dalton se le hubiese dado una cierta inmortalidad distinta de la que ahora goza, que le permitiera sortear las celadas de su asesinato y llegar hasta nuestros días, sano y salvo, con sesenta y ocho años de edad encima, convertido en otro número estadístico, apremiado por las urgencias del diario vivir. ¿Cuáles podrían haber sido sus dilemas? En su momento, ¿habría Dalton apoyado las negociaciones de paz? ¿Habría estado entre el grupo de veteranos que firmaron el acta que convirtió al Frente en un partido político? ¿Habría sido candidato a diputado y ganado un escaño en la Asamblea? ¿Se habría escindido del FMLN y apoyado el Pacto de San Andrés, como lo hicieron los demás miembros de la organización a la que pertenecía? Para usar una de esas caricaturas de nuestro periodismo, ¿habría sido ortodozxo, o renovador? Al finalizar la guerra, ¿se habría quedado en El Salvador? ¿Habría vuelto a Cuba? ¿O habría apuntado la nariz hacia Estados Unidos, como uno de esos haceletodo de su célebre poema? En esta última hipótesis, ¿hubiera solicitado visa en la embajada? En el supuesto de que se quedara en el país, ¿habría renunciado a la política partidista? Con toda seguridad, Dalton habría seguido escribiendo poemas, ensayos y artículos. En este caso, después de llevar a la poesía hasta los extremos rugosos del panfleto y la pedagogía política, ¿qué rumbo habría tomado? ¿Habría vuelto los ojos hacia el soneto? ¿Habría exigido una pensión del Estado para seguir su obra? Aquel escritor polémico e imaginativo, ¿habría renunciado a publicar en su propio país? En caso contrario, ¿en cuál de los periódicos nacionales lo habría hecho? ¿Habría ido a las entrevistas de televisión a opinar sobre la actualidad nacional e internacional? ¿Habría ido a las exposiciones de arte de sus amigos, participado como jurado en competencias de atletismo literario, admitido doctorados honoris causa, ingresado a la Academia Salvadoreña de la Lengua, y aceptado el pergamino de Hijo Meritísimo de El Salvador? Es imposible pensar en todos los dilemas de los que se ha salvado. La vida bien puede verse como un arriesgado acto de acrobacia, llena de pequeños corajes. Los dilemas que Dalton vivió en su tiempo posiblemente los atravesó como quien pasa rápidamente una calle para no ser atropellado por un carro, sin esa gestualidad épica que ahora se le suele atribuir. El vértigo del presente es así. Desde tiempos inmemoriales existe una necesidad de que haya seres contemporáneos a todos los hombres y mujeres, que participen de nuestros afanes, y que nos ofrezcan respuestas a
las preguntas que nos hacemos mientras perdemos el tiempo haciendo ante sala frente a la puerta de un burócrata. Borges creía que la inmortalidad entraba en el campo de la magia --y tenía razón, sino recordemos la piedra filosofal. El poeta solía recordar una antigua fábula china, la de un taoísta que buscaba el elixir de la inmortalidad y que cuando lo consigue, descuidado, vuelca el vaso que lo contiene en el patio de su casa, que estaba lleno de gallinas. Las gallinas beben el licor e inmediatamente alzan el vuelo y se pierden entre las nubes. Esas gallinas inmortales ahora andan volando sin saber que son inmortales. Las gallinas no vuelan. Los muertos no resucitan. La inmortalidad es, pues, un acto de magia.