Dalí, el artista que falsificó su obra sólo para tener más dinero Una prueba más del surrealismo que hay en Dalí: su nombre puede crear el anagrama Dólars Avida. A Dalí no sólo le gustaba crear arte, pasearse con su ridículo bigote, hacer gestos extraños, pintar a su esposa Gala o ejecutar cuadros con relojes blandos en un mundo surrealista. Dicen que el genio español era un adicto al dinero. “Cada mañana después del desayuno me gusta empezar el día ganando veinte mil dólares”, declaró alguna vez. Dalí solía llevar a cabo una treta bastante fácil para extender los dígitos en su cuenta bancaria: trazaba ciertas ideas en placas de metal, de las cuales después se hacían varias reproducciones de grabados “originales”. De una insignificancia se obtenían cuantiosas ganancias sin demasiado esfuerzo.
Una cosa da pie a otra; se sabe que Dalí tenía la costumbre de firmar hojas en blanco que eran destinadas a acelerar el proceso de impresión de litografías autorizadas. Sin embargo, esta acción también desembocó en una avalancha de falsificaciones de sus cuadros. El pintor aparentemente ignoraba las consecuencias de lo que estaba haciendo. Diversas fuentes afirmaban que hubo dos hombres que impulsaron a Dalí a estampar su firma de esta manera con claras intenciones monetarias: sus secretarios personales en distintas épocas, John Peter Moore y Enrique Sabater. Aunque, según información del diario El País, Dalí estaba consciente de lo que hacía, ya que desde 1970 fue él quien instigó la idea de esta práctica, según una nota publicada el 15 de abril de 1993 por el periodista Juan José Navarro Arisa.
Tan sólo una hoja en blanco con la firma del genio surrealista se vendía en el mercado en 40 dólares. John Peter Moore, quien también hacía a Dalí firmar documentos en blanco, se reservó una comisión del 10 % en cada contrato que cerraba en beneficio del artista. Las ganancias, como se puede imaginar, eran rentables para ambos. Existen todo tipo de cifras al respecto: se dice que entre 1976 y 1977, Salvador Dalí llegó a firmar más de 17 mil hojas en blanco. El diario El País, en su edición del 13 de marzo de 1981, publicó en una nota firmada por Alfons Quinta: Este diario obtuvo un documento insólito. Se trata de un acta oficial de un huissier de Justice de París (titular en Francia de la fe pública extrajudicial, como lo es el notario en España), de fecha 3 de mayo de 1973, por la cual se daba fe de la firma de Salvador Dalí a 4 mil hojas blancas y vacías para editar litografías. El peso total de estas hojas era de 346 kilos, según el mencionado documento.
Dos personas ayudaban a Dalí en el proceso: una le ponía sobre la mesa el papel litográfico y la otra se lo quitaba una vez que la firma quedaba estampada. Se sabe que llegaba a firmar en tan sólo una hora unas mil 800 hojas. Existe una anécdota curiosa: uno de sus secretarios sorprendió una noche a Dalí firmando papel litográfico en blanco a escondidas para no pagarle la comisión correspondiente. Lo dicho: Dalí era adicto al dinero y, por lo visto, un tanto avaro. Sin embargo, sus colaboradores se hicieron millonarios con este negocio. Tuvieron ideas comerciales delirantes para seguirse enriqueciendo: en un periodo en que Dalí cayó enfermo y le era imposible firmar, idearon estampar la huella dactilar del pintor. Con ese recurso firmó un contrato el 6 de diciembre de 1980 con el mayor distribuidor de obra gráfica de París: Gilbert Hamon, para la edición de dos litografías. “Para editar estas estampas, en sustitución eventual de su firma, el maestro Salvador Dalí aplicará la huella de su pulgar. Se acuerda que este procedimiento de la huella digital, que equivaldrá a su firma, será propiedad exclusiva del señor Gilbert Hamon, como tal, y no podrá en ningún caso ser utilizado por nadie más”, decía el contrato. Cien mil dólares fueron las ganancias para el pintor surrealista.
En 1985, John Peter Moore afirmó que Dalí había firmado en toda su carrera unas 350 mil hojas en blanco. Lo que comenzó como un método para producir montones de litografías autorizadas desembocó en una epidemia de falsificaciones de parte de impostores sin escrúpulos. Miles de hojas en blanco con la firma estampada rondaron en el mercado y de este modo, fue fácil hacer versiones falsas de las mismas y comenzar una especie de industria de obras no originales de Dalí, el artista más falsificado del mundo.
Gracias a la distribución a gran escala de las hojas en blanco, alrededor del mundo comenzaron a proliferar las obras falsas que daban ganancias millonarias a sus dueños: en 1985, en Estados Unidos, los Dalí falsos descubiertos fueron valorados en alrededor de 720 millones de dólares. Dos años más tarde, en Japón, se incautaron obras falsas con un valor de unos 34.5 millones de dólares. Cuatro propietarios de galerías fueron procesados en Nueva York por falsificar obras del pintor en 1988. España no se libró de este mercado negro: en 1990 se descubrieron en Barcelona mil apócrifos a punto de salir a la venta.
– Dalí siempre fue un hombre de excesos y de gran interés por hacerse notar, sobre todo después de su expulsión del grupo surrealista en 1939. Realizó comerciales para publicitar chocolates, autos y aerolíneas y posee secretos depravados y sádicos de los cuales seguramente te querrás enterar, entre otras curiosidades.