Cuento.docx

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  • Words: 840
  • Pages: 3
El secreto de Ángela Descripción: Después de mucho tiempo, la hermana mayor de Lidia vuelve a casa para encontrarse con ella. Lo que Lidia no sabe es que está por descubrir una abrumadora verdad. Personajes: Ángela, Lidia, Marta, José Luis ACTO ÚNICO Lidia, una chica de 13 años de edad, se encuentra poniendo la mesa en casa. Desde la cocina asoma su madre, una mujer que se ve un poco mayor y la mira con severidad. Marta: ¿Ya terminaste de acomodar los cubiertos, Lidia? Lidia: Sí, mamá. El padre de Lidia entra en escena. José Luis: El hijo de los vecinos va cada vez de mal en peor. ¡Acabo de verlos por la ventana y resulta que el chico se hizo un tatuaje! Marta: ¡Por Dios santo! Esta juventud de hoy está descarriada. Lidia: Yo no veo que tenga nada de malo, ¿además por qué espias a los vecinos, papá? Eso es de muy mala educación. José Luis: ¡Qué sea la última vez que te atreves a amonestarme, Lidia! Marta, ¿qué clase de modales le has enseñado a esta chica? Marta: Tú sabes que siempre la estoy corrigiendo, José Luis. Pero tal parece que hierba mala nunca muere. Lidia: ¿De qué están hablando? Marta: De nada, termina de poner la mesa para comer de una vez. Voy a traer la comida. Lidia y su papá se sientan, mientras su madre va a la cocina y vuelve con una cacerola. Suena el timbre de la casa. Lidia: ¿Quién será? ¡Voy a abrir! (Se levanta de la mesa). José Luis: ¡Lidia, no tienes permiso para levantarte!

Lidia abre la puerta y se encuentra con una mujer joven, vestida de manera casual y con un piercing en la nariz. Lidia: ¿Ángela? ¿Hermana, eres tú? José Luis y Marta se acercan a la puerta, con rostros estupefactos. Marta: ¿Qué haces aquí? Ángela: He regresado, mamá. Y esta vez no pienso marcharme a ninguna parte. Lidia: ¿Eso significa que terminaste con tu carrera en España? ¡Hace años que ni nos llamabas! Ángela: Lidia… hay algo que tienes que saber. (La abraza con lágrimas en los ojos). Yo no soy hermana tuya. Lidia: ¿A qué te refieres? José Luis: Ángela, no hagas esto. Ángela: ¡No, papá! Tengo que hacerlo. Lidia debe saber la verdad. Lidia, (la toma de las manos), siempre te criamos para que pensaras que éramos hermanas. O más bien, ellos lo hicieron. Verás, yo cometí muchos errores cuando era una muchacha. Iba a fiestas, consumía cosas que eran malas para mí, no me siento orgullosa de aceptarlo. Cuando me quedé embarazada de uno de mis compañeros, el mundo se me vino encima. Mis padres no querían pasar una vergüenza, con su única hija embarazada y sin casarse. Así que me enviaron lejos a tener al bebé y cuando nació, nos mudamos a esta ciudad. Fue así como comenzó la farsa. Lidia: ¿Quieres decir… que yo…? Ángela: Sí, Lidia. Yo soy en realidad tu madre. Y si me fui lejos, fue porque tus abuelos me obligaron al temer que se descubriera la verdad. Pero ahora he vuelto y si quieres, podemos iniciar una nueva vida. Juntas. Lidia abraza a Ángela. Lidia: Siempre te esperé. Algo en mi interior siempre me dijo que eras más importante de lo que pensaba.

El pingüino y el canguro Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito había vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus burlas era un pequeño pingüino, al que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras. Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aún así el vanidoso canguro se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Este no quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inicio. El zorro los guio montaña arriba durante un buen rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre su barriga...

Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un cráter que había rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida diciendo: "La carrera es cruzar hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia, mientras el canguro apenas consiguió llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el pingüino le esperaba para devolverle las burlas, este había aprendido de su sufrimiento, y en lugar de devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar. Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo fue el zorro, que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso canguro

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