Coso..docx

  • Uploaded by: Sabrina del Castillo
  • 0
  • 0
  • May 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Coso..docx as PDF for free.

More details

  • Words: 381
  • Pages: 2
El muerto no está en la casa. El último suspiro abandonó su estrecho pecho a las 19:23. Si alguien hubiera probado el aire que rodeaba su más que reciente cadáver sabría que había comido miel, pan y veneno, pero nada de esto lo puede saber con seguridad nadie. La muerte, cuando sucede en las soledades de los muertos, suele congelar los instantes de las habitaciones. El tiempo no se detiene, solo deja de suceder. El tiempo es un nombre que los futuros muertos eligieron para aquello que acontecía sin su control, el descontrol que los lleva al piso cubierto de hojas de un cuaderno perdido, con sabor a miel en los labios, condenados a no pestañar nunca más a partir de las 19:23. En los momentos en los que ya no hay nadie que contemple la nada de las habitaciones, ya no hay momentos, no hay sucesos ni hechos que puedan despertar el agua de los caños que rodean el esqueleto de la casa; no hay pulso que acaricie la suavidad de la madera barnizada y el cadáver, el muerto se hace uno con la nada y forma parte del sin tiempo, del cuarto en donde yacerá hasta que los momentos del afuera se cansen del vacío que la imprudencia del cadáver ha dejado y decidan intervenir. Para esto faltan, ayudándonos del tiempo, tres horas con siete minutos.

Desearía decir que la negrura del luto bañó la casa con nuevos aires de pésame, cargados de brazos que rodean con calidez las almas que deja el muerto en pena. Desearía contar que las manos que hace unos momentos acariciaban las paredes de las escaleras, tratando de recordar los perfumes de la casa, ahora eran tomadas por la arrugada, pecosa y amarillenta variedad de pieles que esperaban ver el rostro ennegrecido de las manos viudas. Pero la variedad de pieles no acarician para confortar, sino para demostrar que aun, a diferencia del muerto y de la viuda, están vivos. No hay gran pesar en su existencia, “el dolor es de la viuda mano que lo ha perdido todo” pensarían en algún momento cuando se sienten en sus casas horas más tarde, encendiendo el televisor y preparando el almuerzo; volver a la vida dejando las manos viudas atrás, sabiendo que el trabajo está hecho.

More Documents from "Sabrina del Castillo"