9 Vivimos en tiempos despiadados (...), la palabra comunidad tiene dulce sonido. Lo que evoca esa palabra es todo lo que echamos de menos y lo que nos falta para tener seguridad, aplomo confianza. No podernos ser humanos sin seguridad y libertad pero no podemos tener ambas a la vez, y ambas en cantidades que consideremos plenamente satisfactorias. Esa no es razón para dejar intentarlo (ni de todos modos dejaríamos de hacerlo aunque lo fuera). Pero es un recordatorio de que nunca deberíamos creer que cualquiera de las sucesivas soluciones provisionales no requiere un escrutinio posterior o no se beneficiaría de otra corrección. Puede que lo mejor sea enemigo de lo bueno, pero sin duda alguna lo perfecto es un enemigo mortal de ambos. 18 La comunidad sólo puede ser inconsciente... o estar muerta. Una vez que empieza a proclamar su valor único, a ponerse lírica respecto a su belleza prístina y a pegar en las vallas cercanas prolijos manifiestos que llaman a sus miembros a apreciar sus maravillas y que conminan al resto a admirarla o a callarse, uno puede estar seguro de que la comunidad ha dejado de existir (o de que todavía no existe, que también puede ser). La comunidad “de la que se habla” o, más exactamente: una comunidad que habla si misma) es una contradicción en los términos.