Fecha del boletín: 8/10/2008 Boletín nº 2
Los Otros. A propósito de la obra “Encuentro con el Otro” de Kapuscinski1
Jesús Ángel Sánchez Moreno/ uTk
El reportero que se soñó Herodoto No voy a descubrir ahora a Kapuscinski. Su reputación lo ha convertido en una especie de reportero modelo, de periodista extraño en estos tiempos de la llamada (mal) cultura de la información (nadie más alejado que este autor de un periodismo de titulares o de un mundo en el que lo noticiable y el acontecimiento sirven como excusa argumental para aniquilar el pensamiento) Pertenece el autor polaco a esa estirpe indomable de pensadores-viajeros que, además, no se circunscriben a los compartimentos estancos del género. Esto segundo lo digo porque leer a Kapuscinski es moverte en un territorio donde la literatura de viajes, la literatura sin más, el reportaje periodístico… se entremezclan en una fusión enriquecedora. Algunos, como es el caso, parecen estar más cerca del periodismo que de la literatura, pero es sólo una ilusión óptica producida por un mundo que no sabe vivir sin etiquetar. Otros parecen estar más próximos a la literatura, como es el caso por ejemplo de Jhon Steinbeck, autor que si nos regaló con una obra de arte literario de gran valor historiográfico, Las uvas de la ira, hizo lo propio con una serie de artículos periodísticos recogidos en un volumen editado en castellano (ver referencias) titulado Los vagabundos de la cosecha que son algo más, mucho más que un complemento de la novela citada. Kapuscinski viaja hacia las preguntas y sus propuestas son relatos de una vida que está siempre aquí al lado.
Referencias:
Kapuscinski. Bibliografía2 .
STEINBECK “Los vagabundos d de la cosecha”3.
BAUMAN y los Otros4.
Encuentro con el Otro Quienes me conocen saben que soy de los que piensan que uno de los problemas más importantes del momento en el que vivimos, de este siglo XXI que algunos siguen intentando que sea algo distinto (y no conectado) con eso que llamamos Modernidad, tiene que ver con la relación con el Otro, con los otros (prefiero la minúscula). Una Modernidad que no es la que sugería aquel grito de Rimbaud: je est un autre; o el je suis l’autre de Nerval. Una Modernidad que ha continuado con esa tradición de la humanidad de considerar al otro como el contrario, el enemigo, la amenaza, el miedo. No hablo de políticas de la identidad, o no sólo; sobre todo porque no soy de los que gustan de esencializar el tema de las identidades y sabe que, justamente eso, ha sido una de las derivas del pensamiento que consigue, precisamente, alejarlo del centro de la diana. No hablo sólo de políticas de la identidad, sino de políticas de la Política, donde reconocimiento y redistribución no son polos excluyentes de proposiciones diferentes sino las dos caras de una misma moneda. El otro es siempre una construcción excluyente. La única manera de dejar de serlo es que uno, yo, también sea el otro y que en mi juego de relaciones establecidas con los demás (relaciones que son, no lo dudemos, relaciones de poder) nunca pierda como punto desde el que trazo la perspectiva el hecho de que yo es otro. Así pues, este libro me interesaba especialmente desde que David Seiz me lo descubrió.
REFERENCIAS: 1 – KAPUSCINSKI, R. Encuentro con el Otro. ED. ANAGRAMA. Barcelona, 2007. 2 - http://www.lecturalia.com/autor/488/ryszard-kapuscinski
3- http://www.librosdelasteroide.com/ficha_libro.php?id=40 4- http://www.lecturalia.com/libro/17783/confianza-y-temor-en-la-ciudad-vivircon-extrangeros
UNA GRATA LECTURA La lectura de este libro, corto (98 páginas), es realmente grata por la calidad literaria de su autor. Una vez más estamos ante una persona que no concibe que el rigor intelectual esté reñido con la claridad en la expresión, con la voluntad de ser entendido por todo tipo de personas. Y no sólo es grata por la expresión, la lectura de este libro me resultó necesaria por la posición defendida por este viajero del pensamiento, una posición de compromiso ético con una nueva (radicalmente nueva y por ende moderna) forma de establecer la relación entre los seres humanos. Diametralmente opuesto a cualquier forma de exclusión, el texto de Kapuscinski, está cargado de buenísimas intenciones, de deseos que cualquier persona de bien ha de compartir. Pero…
Otros. uTk
“Para conocer a los Otros hay que ponerse en camino, ir a buscarlos, llegar hasta ellos, salir a su encuentro”.
DE LOS BUENOS DESEOS Y LOS ARGUMENTOS Pero un gran pero que ponerle a este texto cargadísimo de buenas intenciones. Como bien sabemos, y quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, en algunas ocasiones los buenos deseos pueden motivar discursos cuya validez, en cuanto a las conclusiones, puede ser irreprochable y absolutamente compartida aunque los argumentos desplegados no siempre sean lo sólidos o rigurosos que debieran. Es como si la motivación nos impulsara a apresurarnos para dejar bien clara, o casi exclamar, la idea que defendemos y en esa carrera apresurada no nos fijáramos demasiado bien en el hilo argumental que vamos desplegando. En estos casos suele ocurrir que toda síntesis del discurso es inobjetable (y así las contraportadas o las notas editoriales), y que tanto el comienzo del discurso como el final son igualmente merecedores del aplauso incondicional. El problema solemos encontrarlo en ese tramo medio, en ese camino que nos lleva de A a B. Es entonces cuando no queda más remedio que señalar que si el punto de partida era el adecuado y la meta alcanzada, la perseguida; el camino que se ha seguido no podemos decir que sea el más adecuado.
TAL VEZ NO SEAN ERRORES Y SEAN MATICES Se me reprochará, tal vez, o se me acusará de impertinente sin causa por iniciar este comentario de la obra de Kapucinski aludiendo a esos errores mínimos, a esos pequeños fallos en su argumentación. Sobre todo, es posible, se me dirá que qué importan esos pequeños fallos cuando, por ejemplo, la idea que encierra la frase que he destacado en el lateral de esta página, encierra no sólo una filosofía de vida deseable, sino sobre todo un proyecto político que debería ser horizonte irrenunciable hacia el que habríamos de dirigirnos.
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No pretendo pasar por listo, ni intentar ser original jugando a ir un poquito contracorriente de lo afirmado por tantas otras personas. Sólo que últimamente he podido escuchar, y compartir, tantos juicios absolutamente rendidos al texto de Kapucinski que me ha parecido oportuno destacar esas mínimas sombras para, ante todo, hacer referencia a lo que en el apartado anterior ya he señalado. Algo que, pienso, a veces no tenemos en cuenta cuando nos paramos a poner por escrito lo que pensamos y que podríamos evitar sin embridar el lógico deseo que nos mueve.
Ya al comienzo de su discurso, Kapucinski incurre en lo que creo es un exceso de simplificación cuando al responder a la pregunta de cómo ha actuado el ser humano ante el otro, ante ese desconocido con el que acabas topándote, señala que son tres las reacciones posibles (págs. 14 y 15): Elegir la guerra. Aislarse tras una muralla. Entablar un diálogo. Si no nos detenemos lo suficiente a reflexionar sobre la cuestión planteada por el autor polaco es posible que veamos en esas tres posibilidades todo el abanico de reacciones posibles suscitadas en nosotros por la presencia de los otros. Pero yo me sitúo en y desde el ahora de esas ciudades, las nuestras, Zaragoza por ejemplo, que de alguna forma veo muy bien dibujadas en la siguiente afirmación de Z. Bauman: Las ciudades son lugares repletos de desconocidos que conviven en estrecha proximidad ( “Confianza y temor en la ciudad”, pág. 16) Subrayo el término conviven porque es desde aquí desde donde rastreo el fallo en Kapucinski. La situación que describe Bauman puede parecer que encaja en la tercera de las apuntadas por Kapucinski: convivencia, diálogo. Pero sólo sería así si no prestáramos atención a todo aquello que acaece a nuestro lado, en nuestras calles, en los centros de enseñanza… En la fase actual de la dinámica social hemos hecho posible, nuevo logro de la Modernidad, la convivencia sin diálogo. Desconocidos arracimados en la proximidad urbana. Sin diálogo. Extraños en un mismo paisaje condenados a que los considerados normativamente como otros permanezcan para siempre enclaustrados en el (des)calificativo de extranjeros.
“La xenofobia es una enfermedad de sujetos miedosos y con complejo de inferioridad”.
Es decir, a las tres posibilidades apuntadas por Kapuscinski deberíamos añadirle una más que lejos de ser simple reviste la complejidad de las paradojas patológicas. Porque en el fondo de eso se trata, de un convivir enfermo, patológico, donde ya ni se considera el diálogo como opción y donde la guerra (aunque se da en toda su crudeza –pero en tierras lejanas-) adquiere los rasgos de la violencia simbólica, y donde las murallas se demuestran día a día incapaces, insuficientes como barrera defensiva en un mundo que, como han señalado algunos autores, como por ejemplo Paul Virilio, ha acabado con la geografía, ha eliminado la dimensión espacial como vector de distancias imposibles, de separación, de lejanía. Al final de este segundo boletín me extenderé un poco más en este otro modelo, el cuarto, de relación con los Otros. Será una breve visita a la Anatomía Patológica de un Pronombre.
¿HUBO ALGÚN TIEMPO MEJOR? Sabemos que hay personas que recurren al futuro para asegurarse la dosis necesaria de esperanza cuando se albergan deseos de algo mejor. Otros tendemos a desconfiar del futuro porque hemos aprendido, a base de revisar críticamente el tiempo que inventó el futuro, el tiempo de la Modernidad, a desconfiar de ese mañana, de ese futuro que como decía alguien envejece tan aprisa. Hay otro tipo de personas que bucean en el pasado para encontrar la razón en la que anidar la esperanza de que todavía es posible que eso que soñamos llegue, por fin, a ser. Creo que Kapuscinski es de estos y así dedica buena parte de su libro para trazar una pequeña historia de las relaciones con los Otros destacando en ella las sombras, abundantes, pero buscando, sobre todo, ese rayito de luz, ese relámpago de esperanzas que no sean vanas ilusiones. Una vez más el deseo o la intención acaban imponiéndose al rigor y fuerzan el discurso en direcciones que pueden ser objetadas.
NOS…(otros)
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¿Historia o deseo? Habla Kapuscinski de cuatro etapas en esa relación con los Otros (siempre desde una perspectiva Europea):
“Cada encuentro con el Otro es un misterio”.
¿Qué ven ellos cuando miran el mismo mar que yo miro? Roquetas de Mar.
La de los mercaderes y embajadores (hasta el siglo XV). El descubrimiento del Otro. La de los grandes descubrimientos geográficos, que dura cientos de años y “es la época de la conquista, de las masacres y los saqueos, auténticos siglos oscuros en las relaciones europeas con los Otros” (pág. 47) La de la Ilustración y el humanismo, como primer intento de “apertura al Otro”, estableciendo “un intercambio no sólo de mercancías, sino también de valores culturales y espirituales” (pág. 48). La actual (iniciada según el autor polaco en la Ilustración) que viene marcada por tres revolucionarios puntos de inflexión: • El trabajo de los antropólogos (como forma de conocimiento del Otro) • La teoría de Levinas. • La multiculturalidad. Nada que objetar a las dos primeras etapas. Pero en lo relativo a la tercera y a la cuarta uno no puede por menos que sentir que hay cosas que no encajan. ¿Realmente un repaso de la historia de las actitudes europeas (embebidas en eurocentrismo) nos permite afirmar como tendencia esa apertura al Otro que es la semilla de una relación posible en la que el diálogo preside el juego? Y no puedo por menos que preguntarme qué pensarían estas tres personas fotografiadas contemplando un mar cruel desde una tierra poco firme para sus aspiraciones. O esas mujeres que al caer la tarde, y cuando ya apenas quedan nacionales se convierten en manchas difusas en una plaza de Zaragoza que se llama, y no es una broma de mal gusto, Plaza de los Donantes de Órganos.
Ciudad Jardín
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Antropólogos, Levinas y la multiculturalidad Es evidente que desde el siglo XVIII hay una serie de procesos que afectan a las formas de relación de ese nosotros con los otros. No negaré que la antropología (y no sólo ella), como señala el autor, nos ha abierto un camino hacia la posibilidad de comprender a los Otros, pero también una vía para seguir confirmándolos en su otredad. La importancia de Levinas, de su discurso, no puedo cuestionarla; pero no sé…, temo que los argumentos del filósofo lituano han calado poco en la Unión Europea, en sus gobernantes, en el ministro Corbacho, en el PP, y en la inmensa mayoría de la gente de la calle, incluidas esas buenas personas siempre dispuestas a ser caritativas con el Otro sin querer entender que lo que ese Otro demanda no es caridad sino justicia. Y la multiculturalidad… Horror. Cada vez me da mas miedo esa palabra porque todo apunta a que es uno de esos términos totémicos al que nos agarramos cuando ya no nos queda nada que decir, cuando la impotencia o el cinismo invaden las prácticas cotidianas que definen, más que las teorías antropológicas o filosóficas, los juegos de relación donde se producen las exclusiones y los reconocimientos. ¿Qué queremos decir con multiculturalidad? ¿Una relación simétrica de todos con todos? Escribo esto después de un baño de realidad, unos de esos baños que suceden, casi siempre, fuera de los bien articulados y bien intencionados textos en los que nos nutrimos. El martes pasado acompaño a una persona ucraniana a Extranjería. Como no tenemos cita previa miro todo desde la fila de los Otros. Veo entrar a españoles acompañando a extranjeros y veo a extranjeros apelotonarse, y tener broncas, para entrar a una oficina en la que el hecho de ser el primero de la fila no supone nada. Pero hay algo en la fila de los que se saben Otros acudiendo a la comisaría de policía que ha de tramitar un papel que despide un cierto aroma de ansiedad-cansanciomebuscolavida etc. Yo, entre ellos, ni siquiera puedo fingir que soy uno de los Otros porque yo sé que no lo soy. Y esto, el hecho de saber que no lo soy, que si dijera yo es otro o yo soy el otro todas las personas que me rodean me mirarían con cara de estupor y pasarían de mí porque ellos, los Otros, saben reconocerse entre sí y saben, también, que las palabras no curan, que las frases no dan papeles. Salgo de la comisaría y subo al autobús. Ahora estoy entre los Nuestros. Hay Otros, pero los más son de los nuestros. Sobre todo un camionero jubilado recientemente (deduzco de sus palabras) que, primero, nos cuenta cómo alguien que no vio le robó el monedero a su señora el otro día en un autobús. No vio al ladrón, pero sabe que el ladrón era uno de esos miles de extranjeros que vienen aquí no a trabajar sino a robar y que, encima, son protegidos por la policía como si fueran ladrones autóctonos (juro que lo dijo, no así, pero lo dijo) Se anima el camionero y después de romperle figuradamente la boca al próximo extranjero ladrón que le quiera robar y de romperle la boca al comisario de policía que, seguro, defenderá al extranjero-ladrón, demuestra que escucha la radio porque arremete contra los que han venido en ese cayuco, más de 200, cuando hay tantos españoles en paro. Iba a levantarme para hablarle de Levinas, de los Malinovski, de la multiculturalidad. Algo me dijo en mi interior que mejor no le contaba nada de esto, que carecía de sentido que le regalara el libro de Kapuscinski. Que a lo mejor podía darle un maporro, argumento que él parecía manejar perfectamente, o lo podía insultar de alguna manera que le resultara inteligible. Pero… Baños de realidad. Anécdotas que no lo son porque reflejan una situación que acaba dándole una patada a nuestros deseos. (De esto sé un poco porque soy de los que no se cansan de procrear ilusiones para que la realidad me devuelva a mi sitio de manera, por suerte, clara pero sin contundencia) No puedo compartir la visión predominantemente optimista de Kapuscinski. No creo que el que hayan aumentado “el número de encuentros y contactos interpersonales” en el mundo actual suponga un aumento de la calidad de nuestras relaciones con los Otros” (pág. 64)
En una calle de Viena
En Calafell
“Para llamar la atención del lector, coloque aquí una cita o una frase interesante del artículo”.
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No estoy seguro de compartir la convicción de vivir “en un mundo mucho más democratizado que nunca” (pág. 68). O al menos no creo que esa democracia le sirva de mucho al último de la fila o al penúltimo, ni tan siquiera al primero de la fila de extranjeros que esperan a que el policía les diga si pueden entrar o no al recinto. No puedo compartir el análisis que sigue Kapuscinski para señalar que en el momento actual, marcado por la globalización electrónica y el final de la guerra fría, esté surgiendo “un mundo nuevo, más dinámico y más abierto que nunca” (pág. 61) ¿Cómo decirles a los más de 200 seres humanos hacinados en el bautizado por algunos medios como el supercayuco que vivimos en un mundo más abierto que nunca?
El País 30.09.08
Sí estoy de acuerdo en que ahora ya no sólo hay un Otro definido desde el eurocentrismo. Hay muchos Otros definidos desde diferentes perspectivas, pero no sé si esto me supone un alivio o, por el contrario, me acrecienta el escalofrío.
Pero en líneas generales... Después de todo lo dicho he de afirmar que sí estoy de acuerdo con el tono que invade el discurso de Kapuscinski en el capítulo penúltimo, “El Otro en la aldea global” (págs. 75-86) y en muchísimos de los argumentos diseminados por la obra, especialmente en sus juicios duros y certeros contra los nacionalismos y contra los fundamentalismos (¿no son lo mismo?), estos últimos, por cierto, muy sesudamente vinculados con “una intensificación del celo religioso” (pág. 93) Y, especialmente, con lo apuntado al centrarse en el diálogo con el Otro, las dificultades que entraña y, sobre todo, esa primera barrera que hay que sortear, ser consciente de que el Otro ve el mundo de una forma distinta a nosotros, y en la que nos atascamos.
“La conciencia de que, al hablar con Otro, tengo delante a alguien que en ese mismo momento ve y comprende el mundo de manera diferente a la mía, resulta fundamental a la
Extranjería. uTk
Es por esto que en líneas generales, y hechas las salvedades oportunas, uno no puede por menos que considerar la lectura de este libro como un acto necesario y recomendable para nuestro alumnado, al menos, desde 4º de E.S.O sobre todo teniendo en cuenta los tiempos que se nos avecinan y las barbas mojadas de lo acaecido recientemente en las elecciones austriacas. Sobre todo hay que aplaudir, especialmente desde el ámbito escolar, a alguien que sostiene con claridad que:
horar de crear la atmósfera para un diálogo positivo”.
“Ninguna respuesta puede ser más que un intento de respuesta” (pág. 60) Y la relación con el Otro, no lo olvidemos, es siempre fuente de incontables preguntas que si importan algo es porque nos mueven a ir elaborando las respuestas que hagan frente a esa estupidez tan humana que, como escribiera, Schiller es tan poderosa que contra ella los propios dioses luchan en vano. Intentemos que si no son los dioses los que la venzan seamos los propios humanos los que la derrotemos en nosotros mismos.
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NOS…(otros). Un anexo Jesús Ángel Sánchez Hace unos años inicie un trabajo fotográfico que titulé NOS..(otros) Todo nació de un Moreno
momento en el que tanto desde ciertas ediciones de proyectos fotográficos, como desde la prensa o desde el discurso político o, en general, desde la perspectiva –patológica- de lo políticamente correcto, se levantó un pedestal al pronombre Nosotros. El pronombre de la inclusión, el pronombre de la convivencia de todos. “Todos somos nosotros” era el lema de la sonrisa complaciente.
Teléfono: Fax: Correo el.:
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Es entonces cuando nació el borrador de Anatomía patológica de un pronombre: NOS…(otros). La contraposición entre ese Nosotros políticamente correcto y mi NOS…(otros) creo que es obvia. El pronombre representativo de la inclusión sin matices acaba mostrando su rostro, un rostro, el día a día de la calle, donde los que somos parte del NOS plural y mayestático mantenemos las distancias y, sobre todo, las barreras que confinan a esos otros que sí, cierto, están entre nosotros, pero no aceptamos que sean de los nuestros. En una novela de Faulkner uno de los personajes, un racista sureño, niega que tenga nada en contra de los negros. Su argumento lo podríamos reformular hoy desde nuestros espacios de presunta convivencia, desde el reino (celestial) del Nosotros. Dice el personaje: a mí los negros no me caen mal, no tengo nada contra ellos siempre y cuando se comporten como negros. Los extranjeros… Bueno, sí, están aquí, pero que no pretendan ser otra cosa que extranjeros.
Muchas de las fotografías que componían el trabajo mostraban personas desenfocadas, aunque no tanto como para no poder distinguir su otredad. Y es que este es el modelo de convivencia que llamamos integración (peligrosa palabra): todos juntos, pero a algunos los desenfocamos. Esto ya es signo de algo que no podemos zanjar con simplezas del estilo de la difícil articulación de la diferencia. No hablamos de diferencias. Estamos en el terreno de la pura y dura desigualdad. Nosotros es NOS… http://web.mac.com/utk1957/iWeb/web_utk/PRINCIPAL.html (otros). Lo demás es propaganda o ceguera social.
Esta foto fue el principio del trabajo. Aquella tarde estuve un buen tiempo observando a esa mujer moverse entre el gentío que abarrotaba, como suele ser norma, Montmartre. Yo miraba la escena desde fuera (me sentía así, es el sentimiento que a veces te aferra cuando estás al otro lado de la cámara) y la veía a ella moverse como un fantasma, como un ectoplasma entre un montón de cuerpos que pasaban casi literalmente atravesándola, sin reparar en ella. Tomé la cámara e hice la foto. Forcé el desenfoque. No podía ser de otra manera. Ella era invisiblemente presente. Acababa de ver con claridad el NOS…(otros)