Parroquia
S a n
San Vicente Mártir
V i c e n t e 12
LAS PENAS
Sede canónica de la Hermandad de Las Penas. Capítulo 3
N.H.D. JOSÉ MANUEL ADAME DE ARAIZTEGUI Licenciado en Historia del Arte Diciembre 2008
erminamos esta trilogía tan interesante sobre el estudio histórico-artístico de la Parroquia de San Vicente, realizado por N.H.D. José Manuel Adame, que tan buena aceptación ha tenido entre nuestros hermanos.
T
CAPILLA SACRAMENTAL Obra de Pedro de Silva (1761-82). La Capilla Sacramental de San Vicente se construyó, según proyecto de Pedro de Silva, entre 1761 y 1782. Consta de dos tramos, cubriéndose por medio de una cúpula con efigies escultóricas de los Evangelistas. En las pechinas aparecen pinturas con los cuatro Padres de la Iglesia o Doctores Latinos: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio. El retablo mayor y dos laterales son obra de José Varela de Mesa (1779-1780). Responden a una estética Rococó. El retablo mayor es obra de planta lineal que se articula en banco, cuerpo de tres calles y ático, barroco del siglo XVIII, como lo acreditan los estípites. En la parte superior aparece el Padre Eterno y debajo un relieve de la Santa Cena. En las calles laterales hay sendas esculturas de San Benito, San Bernardo, San Francisco de Paula y San Rafael. Tenía otras dos de Santa Ana y San Francisco Javier que han sido retiradas del mismo. Destaca el Sagrario, espléndida obra en plata en su color y que lleva el punzón de T.A. Méndez (1782-83) con añadidos de 1917.
Diciembre 2008
En la calle central se dispone el Nazareno de la Divina Misericordia, realizado por Felipe de Ribas (1640-41). La imagen, que en origen no era procesional, fue encargada por una hermandad de sacerdotes ubicada en la parroquia de San Vicente; al extinguirse ésta (peste 1649) pasó a la hermandad de Ánimas y en la actualidad es cotitular de la Hermandad de las Siete Palabras. Artísticamente, es una talla de vestir, con la cabeza, pies y manos realizados en madera de cedro, con los brazos articulados para adaptarlos a la Cruz. El rostro, de infinita dulzura y serena e intensa expresión, responde plenamente al lenguaje formal del maestro cordobés: cabello lacio dividido por raya al centro que se vuelve con el característico bucle o mechón sobre la oreja de modo que sirve de soporte a la corona postiza, entrecejo en V, bigote caído sobre la barba, ojos abultados, labio inferior grueso; las manos, largas y nervudas, son también muy bellas. En esta imagen Felipe de Ribas nos ha dejado una sentida interpretación del Varón de Dolores descrito por el Profeta Isaías; iconográficamente se atiene a los modelos existentes en la ciudad en la primera mitad del siglo XVII, en especial a los tallados por Martínez Montañés y Juan de Mesa, su maestro, a los que no añade ninguna novedad. En 1976, Luis Ortega Brú restauro profundamente la imagen. Le realizó un nuevo cuerpo,
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