Bol 127 Pag 12 Y 13 Web

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El retablo de la Capilla es de estilo Barroco, dorado, del siglo XVIII, como lo delatan sus estípites. Se desconoce de donde procede, ya que aparece cortado y adaptado a las dimensiones del lugar que ocupa. Fue recompuesto en 1785. Tiene dos cuerpos, divididos en tres calles. En el ático aparece un tondo con el Crucificado, Cristo en la Cruz; mientras que en las calles laterales hay diferentes lienzos con temas marianos: Desposorios con San José, Nacimiento de Jesús, Anunciación y Presentación en el Templo. Obras de escuela sevillana, coetáneas del retablo. En el año 1996 y durante la restauración de la parroquia fueron sustraídas dos de ellas (El Nacimiento y La Anunciación) que han sido sustituidas tras la reapertura de la misma por dos lienzos representando a San Isidoro y San Juan Bautista, obras del pintor contemporáneo R. Navas. La calle central, que se adelanta respecto a las otras, está presidida por un camarín en el que se veneró hasta el cierre de la parroquia en 1994, la imagen de María Santísima de los Dolores, pues la de Nuestro Padre Jesús de la Penas no cabía en el mismo. Encima, a considerable altura, pues el segundo cuerpo de la calle es superior al de las laterales, se enmarca un lienzo pictórico representando a Cristo Crucificado, con sudario de amplio movimiento. Remata el cuerpo, encima de la cornisa, el anagrama de María, orlado de resplandores en dorado y dos grandes jarras de flores sobre molduras que arrancan del segundo cuerpo. Las calles laterales rematan también en jarras. Tras la restauración del 2001, se ha cerrado el camarín y se ha situado delante del Retablo, en un pedestal de mármol la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas, colocándose la Virgen de los Dolores, en otro pedestal marmóreo, en el lado de la Epístola de la Capilla, en el lugar que antaño y hasta 1994 ocupara el Señor de las Penas, y en el lado del Evangelio, frontero a Ella la nueva talla de San Juan Evangelista, en similar disposición, ambos enmarcados por unos arcos dorados y forrados de terciopelo granate. La imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas es obra anónima, del círculo de Pedro Roldán (hacia 1700). Escultura en madera policromada. Mide 1,34 m de alto. 12

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La talla, derivada de las creaciones de Roldán, hace gala de una estética barroca más avanzada, más preocupada por acentuar la belleza de rasgos y proporciones que por resaltar aspectos monumentales. Es, por tanto, obra inmediatamente posterior a la irrupción de Roldán en el panorama artístico sevillano. Se circunscribe, pues, al ámbito de los colaboradores y herederos del maestro. No es efigie procesional sino de retablo, destinada a ocupar una hornacina en el Claustro Principal de lo que fue Convento CasaGrande del Carmen. De ahí, su carácter marcadamente frontal y decorativo. Es una imagen de talla completa, de bellísimo estofado con rico esgrafiado de oro en relieve en el frente visible de la túnica y sólo dibujado en el dorso, salpicado con pequeños ramos de flores sobre el color grisáceo-azulado de fondo. En el siglo XVIII, la imagen fue mutilada, al objeto de poderla vestir. Con tal motivo, hicieron desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas de la vestidura, y le fue seccionado el brazo derecho. Solamente se aprecia el pie Noviembre 2007

derecho al tener atrasada esta pierna, el izquierdo no se pormenoriza por caer bajo la túnica. Es quizás la escultura que mejor representa la caída de Cristo en tierra, o mejor aún, el momento previo a la caída total, en un concepto esencialmente dinámico de movimiento inestable. La espléndida cabeza, con la corona de espinas tallada en bloque al gusto de la primera mitad del siglo XVII, gira angustiosamente hacia la derecha. El pelo se resuelve con suaves surcos y guedejas a ambos lados del rostro, la barba es bífida. A su rostro, de cuidadas facciones, aflora una pena honda, lacerante, resignada; su mirada es serena y expresiva, dulce y angustiada a la vez. Este Nazareno, al parecer, representa la Primera Caída en tierra. Cristo, a pesar de su talante doliente y angustiado, aún posee la entereza física necesaria para continuar su camino hacia el Calvario. Bernales Ballesteros apunta una posible inspiración en un grabado veneciano, dada la figuración doliente de Jesús caído con tres puntos de apoyo y la composición frontal. La mano derecha se apoya en el suelo y la izquierda aguanta la Cruz que carga sobre sus hombros. Puede estar inspirado también, pero más lejanamente, en el famoso cuadro de Rafael Sanzio titulado El Pasmo de Sicilia. Esta imagen, cerrado el Convento del Carmen en 1868, se trasladó en 1870 a la Parroquia de San Vicente, colocándose en un altar a los pies de la nave de la Epístola. Rafael Barbero Medina realizó una espléndida restauración en 1980. Resanó ensambles, repuso espinas perdidas, encarnó la nariz y limpió la frente y los pabellones auditivos. La imagen de la Virgen de los Dolores procede de una Esclavitud de Siervos de María que ya existía en el siglo XVIII (1718) en la Parroquia de San Vicente. Se situaba en un retablo del lado derecho de la Capilla Sacramental. Su propia advocación alude a la Virgen como Corredentora del género humano, ya que en su corazón purísimo sufrió los dolores que su Divino Hijo padeció para redimir al hombre. Alejandro Guichot en 1925, atribuyó esta Dolorosa a Blas Molner (fines del siglo XVIII), discípulo de Cristóbal Ramos. Juan Carrero estima que dicha atribución no tiene consistencia, pues por comparaciones de obras del escultor valenciano, existe una diferenciación de su tipología como se puede apreciar en la documentada de Nuestra Señora de las Angustias, del Convento Madre de Dios, de Lucena (Córdoba) (1799), o en la Virgen de la Soledad, de una colección particular de Morón de la Frontera, que tiene en la espalda una inscripción indicando que la

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hizo dicho imaginero. Se puede fijar, desde luego, como obra anónima (siglo XVIII). Sería interesante seguir una pista que da González de León sobre una obra de Blas Molner procedente de la iglesia de San Miguel y que pudiera tener relación con esta imagen. Otra pista es la gaditana, ya que la Virgen del Mayor Dolor (de la hermandad del Cristo de la Buena Muerte) de la iglesia de San Agustín de Cádiz recuerda en todos sus rasgos y mirada a la de nuestra Hermandad, como asimismo son semejantes las manos que posee. Puede que las dos las labrase el mismo escultor, tal vez un escultor italiano... María Santísima de los Dolores es una imagen de candelero, para vestir, tallada únicamente el rostro y las manos; concebida para atraer hacia ella la devoción del fiel. La Virgen de los Dolores ahonda en los postulados estéticos del Academicismo sevillano de fines del siglo XVIII: la cabeza de tamaño natural, el rostro aparece frontal y ligeramente inclinado a la derecha, la mirada se dirige hacia lo alto, el óvalo del rostro es redondeado, el semblante lánguido, las carnaciones pálidas con enrojecimiento en los párpados, los ojos de cristal, surcando sus mejillas siete lágrimas representativas de sus dolores, las cejas trazadas como a tiralíneas, la nariz de buen dibujo y modelado como asimismo la boca, ligeramente abierta, en la que asoman dientes tallados de marfil; las manos abiertas y suavemente flexionadas. En definitiva, todo obedece al ideal de belleza femenina del momento. El busto está desbastado y a él se une el candelero. Mide 1,59 m de alto. Esta efigie mariana ha sufrido varias restauraciones: en 1926 la retocó José Ordóñez; en 1954 la intervino Narciso Gallego; en 1965 la consolidó, encarnó y policromó Sebastián Santos Rojas y en 1985 la volvió a consolidar José Rodríguez Rivero-Carrera. La imagen de San Juan Evangelista, situada frente a la Virgen en la Capilla y a la derecha del Señor, es obra reciente de José Antonio Navarro Arteaga (1992). De esta manera se unieron en 1875 la Virgen de los Dolores, que se encontraba desde antaño en la parroquia de San Vicente, y el Señor de las Penas que acababa de llegar del Convento del Carmen, para fundar nuestra Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores, posteriormente reorganizada en 1923, y que desde entonces es una de las más señeras y ejemplares del Lunes Santo y de toda la Semana Santa de Sevilla.

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