Autonomia Democracia Y Pueblos Indigenas

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LA AUTONOMÍA INDÍGENA Y LA DEMOCRACIA DE TODOS LOS PUEBLOS María Vázquez Valdez e Ignacio Muñoz Cristi México 2004 (Primera parte) Las realidades del estado de Chiapas y El Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En la rebelión, se ponen en juego muchos recursos que permanecían latentes en la cultura india. Se activan formas de organización y de comunicación que se mantenían clandestinas, se apela a lealtades implícitas, se rescatan símbolos que permanecían olvidados. Los pueblos indios han resistido cinco siglos de dominación y opresión colonial. ¿De dónde sale su decisión de permanecer y continuar? ¿Cuáles son las fuentes de esa voluntad para seguir haciendo historia por sí mismos? La noción cíclica del tiempo está presente en la conciencia de la historia: el pasado de libertad, la edad de oro previa a la dominación colonial, no es un pasado muerto, perdido para siempre, sino el fundamento de la esperanza, porque en el ciclo del tiempo, esa edad habrá de volver. Guillermo Bonfil México Profundo Introducción:

En el presente ensayo y en los siguientes, nuestra intención es reflexionar en torno al problema de la autonomía de los pueblos indígenas en su relación constitutiva con el proyecto común de una democracia mundial, entendida ésta no como sistema político-estatal, sino como democracia cívico-estatal, esto es,

entendiendo la democracia a través de su realización cotidiana por los miembros civiles de un país y no como un simple sistema electoral y de partidos, en torno al cual se arman las antojadizas bacanales de las impermanentes alianzas políticas en turno. Como ha señalado el biofilósofo Humberto Maturana, la democracia se realiza a través de la localidad del diario vivir de todos los ciudadanos de un país apuntando a la globalidad a través de la colaboración en un proyecto común. Y desde esta perspectiva, que es la de la Matriz Biológico Cultural de la Existencia Humana y del Pensar Ontológico Constitutivo, la realización de la democracia pasa constitutivamente por la realización y conservación de la autonomía de sus miembros componentes, quienes a través del diario vivir constituyen sistemas sociales y redes de sistemas sociales, las cuales a su vez constituyen un país. Y para conservar al centro de la convivencia de los países multinacionales o multiétnicos la democracia, y entendiendo democracia como forma de vida en el respeto muto a través de la cual se colabora en un proyecto común armonizando y coinspirando intereses siempre diversos, se requiere entender y aceptar la ineludible legitimidad de los pueblos indígenas, históricamente negados como individuos legítimos, miembros de sociedades legítimas, cuya autonomía ha sido injustificablemente reprimida bajo el fuego cruzado de patriarcales intereses, tanto particulares como estatales, hasta el grado de orillarlos e incontables veces abismarlos, en las garras de una agonía y muerte deshumanizante. En el sur de Sudamérica la nación Mapuche resistió un centenar de años a la guerra de rapiña establecida por el imperio español, quien optó finalmente por la económica solución de legitimar la de todas formas intachable autonomía de el pueblo mapuche, convirtiéndose en aliados pues conservar la guerra fronteriza les salía más caro. Sin embargo, al surgir el estado chileno como entidad autónoma, la mentalidad (cultura) patriarcal puso la nota, una vez más, al desconfiar implícitamente de la autonomía de ese otro que era el pueblo Mapuche, y justificando intereses particulares y estatales de apropiación, de control, de sometimiento y dominación, el estado patriarcal chileno del siglo XIX emprendió la mal llamada guerra de pacificación de la araucanía. ¿Pacificación o represión estatal ideológicamente justificada? A su propio modo y a su propio ritmo la cultura patriarcal occidental generó procesos mundiales de etnocidio a lo largo de su cruenta expansión imperial y comercial. En un patriarcado multinacional y económicamente mundializado que trata continuamente de apropiarse de la verdad y justificar sus agresiones en nombre de ella, en nombre del Bien, ese bien geopolítico, el bien elitista del mercado mundial o cualquier otro que sirva en ese momento a los deseos de quienes mueven las palancas, lo ha constituido “El” Bien, desde la posesión de la verdad a través de la apropiación y negación de los mundos que generamos en la experiencia, excluyendo a otros. No es nuestra intención pasar revista a toda esta historia, pero lo que diremos

se puede aplicar a ella en cualquier punto pues reflexionaremos y expondremos los fundamentos biológicos, sociales y culturales que sustentan la demanda de la autonomía constitucional hecha por los pueblos indígenas del mundo como una voz, así como su relación con la cada vez más necesaria constitución de una sociedad mundial que sea culturalmente inclusiva, cívicamente responsable y ética, que sólo se puede realizar a través de co-inspirar un proyecto común mediante el cual realicemos cotidianamente la democracia. Pensamos que esto es posible y que se ve reflejado en el despertar de una cierta conciencia civil mundial continuamente objetora de los pillajes de Estados Patriarcales, aunque ciertamente todo está aún por hacerse. Una de las esferas en que esta conciencia civil ha estado atendiendo intensamente desde hace diez años es la de las múltiples realidades indígenas del estado mexicano de Chiapas, dadas a conocer a través de la Revolución social y cultural emprendida por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. A lo largo de este ensayo, que será presentado en varias partes, nos centraremos en el caso mexicano por ser en muchos sentidos paradigmático en cuanto al llamado problema de la autonomía indígena, y por ser en muchos otros un caso excepcional que arroja gran luz sobre el surgimiento y la conservación de este problema a nivel mundial. Antecedentes Chiapas es uno de los estados más ricos de México en recursos naturales, y paradójicamente, es también uno de los más pobres. Ahí convergen la exuberancia natural y el olvido más extremo de comunidades indígenas. Durante siglos Chiapas ha sido objeto del despojo por parte del centralismo nacional, y aunque es uno de los principales productores de recursos en el país, sus pueblos indígenas han sido olvidados generalmente por los gobiernos federales, y los movimientos indígenas y sociales que se han levantado han sido sometidos, muchas veces, con brutalidad. El primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas en Chiapas. Mayoritariamente indígena, el EZLN planteó desde el principio los fundamentos de su movimiento, que ha continuado enarbolando hasta la fecha. Tras el levantamiento se sucedieron varios días de enfrentamientos armados, en los cuales el ejército federal mexicano intentó detener a los zapatistas. Muertos, heridos y anécdotas que han pasado a la historia ocurrieron esos días. Tras una tregua, comenzaron los episodios de conversaciones en la catedral de San Cristóbal de las Casas, en los cuales participaron quienes protagonizarían innumerables escenas de estos capítulos históricos: el subcomandante Marcos y el obispo Samuel Ruiz. Desde el principio, los zapatistas establecieron que se levantaban en armas

para vindicar demandas básicas de los pueblos indígenas. El móvil de este levantamiento, como lo demostrarían los ahora más de diez años de movimiento zapatista, no fue obtener poder, derramar sangre o enarbolar venganza. El EZLN —como lo ha dicho en su discurso y lo ha demostrado en la práctica—, busca y ha buscado la igualdad, el hacer presente la figura de los indígenas no sólo de Chiapas sino de todo México en el escenario nacional, que tanto tiempo ha soslayado, ignorado y menospreciado a sus pueblos indios, por decir lo menos. Pueblos que han vivido una historia de despojos, asesinatos y persecución por parte de los grupos respectivos en el poder. Durante diez años han pasado, por supuesto, incontables cosas, que después del levantamiento armado se han sucedido, una tras otra, en tentativas de diálogo con el gobierno, y que han sido, en términos generales, infructuosas. Episodios trágicos como la incursión del ejército federal a la selva lacandona en 1995, y la persecución, asedio y desplazamiento de comunidades enteras, o momentos aún más trágicos como la masacre de Acteal —episodio vergonzoso no sólo para México sino para la humanidad— fueron momentos que pusieron a prueba el temple y la veracidad del discurso zapatista. Fueron orquestados entre otras cosas, el primero, para atrapar a la comandancia zapatista, y el segundo, para provocar una respuesta violenta del EZ, y así dar al gobierno el argumento ideal ante la opinión pública. Sin embargo, ambos eventos ocasionaron lo contrario: una respuesta mesurada, clara en los principios zapatistas, ejemplar en templanza —en otros textos volveremos a estos momentos históricos, y daremos elementos para explicar estas afirmaciones. Así pues, a pesar de una relación tormentosa con los distintos gobiernos que han asumido el poder desde 1994, el EZLN ha logrado un pronunciado diálogo con lo que llamaría sociedad civil. Los abundantes comunicados zapatistas han llenado varios tomos, y continúan surgiendo y siendo publicados en los medios nacionales. El movimiento zapatista ha generado, también, muchos efectos en organizaciones mexicanas y de muchos otros países. Las iniciativas que han presentado a la sociedad civil se han llevado a cabo en muchos escenarios de México, Estados Unidos, España, Alemania, Australia, etc. Asimismo, la gente que se ha sumado a las iniciativas del EZLN en incontables rincones del planeta ha provenido también de innumerables países. La resonancia de este levantamiento-movimiento ha creado ondas en múltiples aspectos que están apenas por comprenderse, y que retomaremos en su oportunidad en próximos textos. Hace años, uno de nosotros (María Vázquez) conoció Chiapas. A principios de 1995 llegó a sus ciudades y a sus comunidades indígenas en un momento convulsivo al que hemos hecho referencia: miles de soldados se habían adentrado en la selva chiapaneca, y estaban destruyendo comunidades enteras bajo las órdenes del entonces presidente Ernesto Zedillo.

Durante meses recorrió esos caminos por donde no entran los autos, fue a lugares donde los niños se mueren de enfermedades como la diarrea, sin posibilidad de llegar a un médico, donde las mujeres durante los partos mueren también si tienen alguna complicación, porque no reciben la atención adecuada. La agresión militar era cada vez más cruenta en esos años, mientras Zedillo y la cauda de comisionados y representantes hablaban sin parar de cosas sin sentido para quienes habitan en lo hondo de la selva. Esas comunidades chiapanecas, zapatistas, al igual que las habitadas por los 56 grupos indígenas del país, distan mucho de lo que creemos conocer desde lejos, distan mucho de lo que nos dicen los gobiernos en turno, siempre hablando a su propia conveniencia. En este tejido se inserta el discurso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional acerca de la autonomía indígena: para los pequeños pueblos que no tienen servicios elementales, ni algún tipo de ayuda, la autonomía se vuelve un recurso fundamental tanto para que sobrevivan culturalmente como para proteger sus pocos y escuetos recursos. Porque al estar a merced del cacique más cercano, o del corrupto presidente municipal, muchas comunidades han sido desplazadas y hacinadas en otros lugares, y despojadas, por supuesto, de sus pedazos de tierra. Acercamiento al problema de la Autonomía indígena La idea de autonomía no es nueva ni surgió en México, y mucho menos después de 1994, con el levantamiento zapatista. Esta demanda ha brotado en muchas partes del mundo y en muchas épocas. En Chile está el caso de los Mapuche, que han luchado y conversado por la recuperación de su autodeterminación desde que el estado chileno se las arrebató en el siglo XIX. Dinamarca es un país que ha adoptado y desarrollado el tema de la autonomía. A mediados de los años setenta se creó una comisión integrada por groenlandeses y representantes del gobierno, y el proyecto se concretó en la Ley de Autonomía de Groenlandia, sancionada en 1979. Una situación similar es la de Nicaragua, donde los sandinistas crearon la Comisión Nacional de Autonomía (CNA), también integrada por dos bandos (representantes de Nicaragua y del gobierno), aprobada en 1987. Nicaragua aceptó también el estatuto autónomo para la región habitada por los indios Miskito. En ambos países el régimen de autonomía contiene como principales características que las comunidades autónomas son parte del Estado nacional, que la autonomía es desarrollada con el objetivo de que ciertos grupos desarrollen sus modos de vida y ejerzan sus derechos por sí mismos, y que las

entidades autónomas conformen comunidades territoriales en las que ciertos grupos ejerzan sus derechos. Autonomía usualmente es entendida como autogobierno, no implica autarquía o separatismo, sino una forma de gobernar y administrar de manera descentralizada mediante el ejercicio cotidiano de la democracia respetando los derechos de los pueblos indios consignados en el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), reconocido a nivel mundial, y centrado en la posesión de territorios y jurisdicción sobre los mismos, así como en la posibilidad de que las comunidades indígenas realicen y conserven su cultura, con sus valores y costumbres. Desde la mirada de la Antropología Natural, que es la que pone al centro del problema la naturaleza social de la autonomía, podemos afirmar: no hay oposición entre individuo y colectivo, salvo como literatura del observador. Como veremos, sólo se logra realizar un modo de vida autónomo desde una aceptación de sí mismo y de los otros en el respeto por sí mismo y por los otros, lo cual implica una conducta humana adulta típicamente bien integrada a la naturaleza de su identidad biológica, cultural y psíquica. Volviendo al mencionado convenio, es importante agregar que fue ratificado por México en 1990. El gobierno se comprometió a hacer cambios constitucionales en el artículo 133, específicamente, pero nunca se hicieron. Luego, como consecuencia de esta ratificación, se modificó el artículo 4º constitucional, pero no se continuó con una reforma real. Nuestros gobiernos, sin embargo, al hablar de autonomía continúan recurriendo a la idea de desintegración nacional, de pérdida de soberanía, y esas son las ideas que se repiten sin cesar en medios de comunicación, en conferencias, en la calle. Al cabo de los años, después del levantamiento zapatista, se siguen escuchando en México argumentos sin sentido que se oponen a esta demanda, basados en cuestiones absurdas como identificar esta cuestión con las pérdidas de territorio que México ha tenido como país. Nada más lejos de la realidad. La Constitución mexicana, en su Artículo 39, habla de que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Así, ¿cómo podría ser la demanda de autonomía un peligro para la soberanía, cuando es el propio pueblo el que busca un cambio en la forma de su gobierno? En su artículo 4o, la Constitución Mexicana dice: “La nación mexicana tiene composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas. La ley protegerá y promoverá el desarrollo de sus lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización social, y garantizará a sus integrantes el efectivo acceso a la jurisdicción del Estado. En los juicios y

procedimientos agrarios en que aquéllos sean parte, se tomarán en cuenta sus prácticas y costumbres jurídicas en los términos que establezca la ley”. A nivel político, hay que señalar que se busca fundamentalmente el reconocimiento constitucional de las autonomías, lo cual implica modificaciones a los artículos constitucionales 4, 53, 73, 115 y 116 y ya están redactadas en el Proyecto de Iniciativa de Decreto que Reforma y Adiciona los Artículos 4o. 53, 73, 115 y 116 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para la creación de las Regiones Autónomas, elaborado y consensado por la Asamblea Nacional Indígena por la Autonomía (ANIPA). Los zapatistas, pues, no nos trajeron la idea de autonomía. No se la inventaron convenientemente. La retomaron de principios que han surgido en muchas partes del mundo y en muchas de las edades de nuestra historia. La han defendido como una de sus principales demandas, eso sí, a lo largo de su ya larga historia de diez años de diálogo con la “sociedad civil”. El discurso zapatista que va desde la Primera Declaración de la Selva Lacandona, en enero del 94, hasta la convocatoria para el nacimiento de los municipios autónomos llamados Caracoles, en agosto de 2003, tiene como uno de sus ejes fundamentales la autonomía indígena. A diez años del levantamiento zapatista, el discurso del EZ ha demostrado un devenir hacia la práctica justamente con la creación de los municipios autónomos en la figura de los Caracoles. La autonomía pues es una cuestión utilizada en forma enfática en el discurso zapatista. Se encuentra presente en los principales comunicados zapatistas y en los momentos más importantes de este movimiento. Esta palabra además ha sido retomada por muchos grupos indígenas en foros que han resultado fundamentales para el desarrollo de esta demanda. Uno de los principales frutos del movimiento zapatista, relacionados con la autonomía, se esbozó en los encuentros de San Andrés Larráinzar. Ahí se reunieron, durante meses, la comandancia zapatista y representantes del gobierno federal. Los cordones de seguridad rodeaban el lugar donde se llevaron a cabo estos encuentros, que a menudo concluían a altas horas de la madrugada. Había una gran diferencia entre lo que decían los zapatistas y lo que decían los representantes del gobierno. Parecía el encuentro de dos monólogos, y a veces era muy triste presenciar que por mucho que lo intentaran los zapatistas, el gobierno hablaba desde una careta prefabricada. De estos encuentros se derivaron los Acuerdos de San Andrés, un documento fundamental para el desarrollo de los grupos indígenas. El gobierno los aceptó, pero una vez que se analizaron con cuidado, sobre todo las cuestiones relacionadas con autonomía y territorio, los rechazó. De ahí vino la ruptura, y el esfuerzo de la intermediación de la Conai y la Cocopa. Después de más discusiones y confrontaciones, la Cocopa entregó al Poder Ejecutivo y al EZLN su propuesta de reformas constitucionales en materia de

derechos y cultura indígenas, a los artículos 4, 18, 26, 53, 73, 115 y 116. Hasta ahora, el documento más cercano a las propuestas zapatistas vertidas en los Acuerdos de San Andrés ha sido la ley elaborada por la Cocopa. El EZLN la aceptó, pero no el gobierno, que presentó una contrapropuesta con cambios tendenciosos en las cuestiones fundamentales relacionadas, otra vez, con autonomía y posesión de la tierra. Además, argüían sin fundamentos que la propuesta de la Cocopa implicaba la desintegración de la nación. El movimiento zapatista continuó después de estas iniciativas, presentando convocatorias que fueron atrayendo a gente de todo el mundo, en encuentros ya célebres, que se realizaron no sólo en territorio chiapaneco, sino muchos otros países. En 1997 los zapatistas convocaron del otro lado del Atlántico, uno de sus encuentros intercontinentales por la humanidad y contra el neoliberalismo, al que acudieron casi tres mil personas de cincuenta países a territorio español, y en el cual no estuvieron presentes más que dos representantes de la comandancia zapatista. A estos encuentros mundiales también se sumaron foros, marchas de zapatistas hasta la ciudad de México, la presencia de la comandante Ramona en el Zócalo capitalino en 1996, y cientos de páginas de comunicados en los que la presencia de la autonomía ha sido fundamental. La autonomía indígena que plantean los zapatistas, hay que reiterarlo, afecta positivamente a todos los mexicanos, su aceptación por parte del gobierno a nivel legislativo implica una renovación del pensamiento centralista y patriarcal que coarta iniciativas, ideas, propuestas, respeto por el otro. La autonomía para alcanzar a ser grupal y multinacional, implica inevitablemente también un ejercicio individual, el cual se puede presenciar en estas comunidades indígenas, que desde la praxis cotidiana invitan a encontrar un nuevo sentido a la palabra “respeto”, respeto por el otro. Y también a la palabra “hablar” como un proceso interpersonal necesariamente constituido por la naturaleza activa del escuchar. Por ello, queremos subrayar aquí las palabras de Humberto Maturana, que enmarcan totalmente esta cuestión: “Por todo esto, todo lo que hemos dicho aquí, este saber que sabemos, conlleva una ética que es inescapable y que no podemos soslayar. La aceptación del Otro en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social. Cualquier cosa que destruya o limite la aceptación de Otro, desde la competencia hasta la posesión de la verdad, pasando por la certidumbre ideológica, destruye o limita el que se dé el fenómeno social, y por lo tanto lo humano, porque destruye el proceso biológico que lo genera”. Maturana ha explicado en su texto “Biología del fenómeno social”1 que un sistema social es un sistema que surge siempre que los miembros de un conjunto de seres vivos constituyen con sus conductas un sistema de relaciones que actúa para ellos como un entorno en el cual ellos se pueden realizar y conservar como seres vivos, existiendo individuo y colectivo en una mutua

reciprocidad, a través de una coderiva de sus miembros que es contingente a su participación en dicha red de interacciones. Es por ello que cualquier intento de explicar lo social de una forma que no reconozca que la conservación de la vida de sus componentes es condición constitutiva del modus vivendi de lo social, es errado y sin duda peligroso cuando se le esgrime como justificación de la negación de algunos miembros del sistema social o red de sistemas sociales. Como iremos viendo en fases posteriores de este ensayo, la autonomía de los humanos como seres sociales es constitutivamente social, no hay oposición entre individuo y colectivo, salvo cuando estados patriarcales la traen a la mano y la conservan en la justificación, como ha pasado a lo largo de los últimos seis mil años de historia patriarcal y especialmente en los pasados siglos XIX y XX. Dada la pertinencia y la quirúrgica precisión con que el dr. Maturana desarrolla el tema de la autonomía en el siguiente extracto nos permitimos poner esta larga sita. “la autoestima es una opinión y no es la opinión sobre sí mismo lo central, sino que el estar centrado en la aceptación de sí mismo, de modo que uno no tiene que preguntarse por su propia legitimidad ni por la legitimidad de los otros. En la convivencia democrática se es legítimo y los otros también lo son. “Lo que dices me parece que apunta justamente a lo que constituye la autonomía en una convivencia democrática. En la democracia la autonomía no implica una negación del otro; en la democracia el ser individuo no se realiza en la oposición a los demás; en la democracia no se es independiente, se es autónomo. Uno no es autónomo con respecto a los padres a través de oponerse a ellos, sino que uno es autónomo desde sí, en tanto está centrado en el respeto por sí mismo y puede opinar y discrepar, sin que la discrepancia sea una ofensa, sino que, al contrario, sea una oportunidad reflexiva. “Pienso que la autonomía entendida en estos términos es el fundamento de la convivencia democrática, porque constituye el fundamento de la colaboración. Y pienso que la convivencia democrática es justamente lo que queremos ahora, si entendemos a la democracia como un espacio de convivencia en el cual es posible colaborar, porque los distintos participantes existen en esta autonomía y en el respeto por sí mismo, de modo que no tienen que disculparse por ser. En la democracia no se ve desde la negación del otro, sino que desde el escuchar y participar con el otro en el gran proyecto común que es la convivencia democrática. La democracia es el único modo de convivencia que efectivamente entrega la posibilidad de realización de lo humano como un ser autónomo capaz de ser social en la colaboración en un proyecto común. “Si miras la historia humana verás que la democracia es el arte de la convivencia en la realización de sí mismo en la comunidad con otros desde y en el respeto por sí mismo y por los otros. Ella lleva a la realización de sí mismo, lo que no ocurre en ninguna otra forma de convivencia. La democracia, más que un sistema político, es el espacio efectivo de realización de los seres humanos como seres autónomos,

colaboradores, respetuosos, responsables, imaginativos, abiertos, con la posibilidad de estar continuamente generando un espacio de convivencia en el mutuo respeto y la colaboración. Pero para que esa autonomía se dé en los términos en que nosotros la hemos señalado, hay que empezar desde el útero. Es decir, el respeto y la aceptación de sí mismo tienen que empezar desde la mamá y el papá o el compañero de la mamá, en una mirada que acoge en el amor a este ser que viene, en la aceptación de su total legitimidad, no en la negación; en el acoger, no en el criticar o exigir. Hay que poder recibir al niño o niña abriendo un espacio de convivencia que no esté centrado en las expectativas de lo que va a ser después o en los miedos de qué va a pasar con él o ella. Y creo que ese convivir tiene que pasar no sólo en esos primeros 5 años de la infancia que tú señalas, sino que toda la vida, si es que efectivamente queremos una convivencia democrática. La convivencia democrática no asegura que no viviremos situaciones de dolor, de infelicidad o circunstancias de lucha, u ocasiones de competencia, pero sí hace que la competencia no sea el centro emocional de la convivencia. El amor es la emoción que constituye y hace posible la convivencia democrática.” 2 Queremos concluir con la palabra misma del EZLN, con su poesía y con su fuerza: “No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada. Para todos la luz. Para todos todo”.

María Vázquez Valdez e Ignacio Muñoz Cristi México 2004 _______________________________________________________________ 1

. Maturana H. R.; “Biología del fenómeno social” 1985. . Tomado de “Conversando sobre Educación” Humberto Maturana entrevistado por Carlos Vignolo. 2

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