Atl_03_p2a20-1

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El complemento ideal

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n este tercer número de la revista A tiro limpio, quiero presentarles el segundo coloquio que organiza la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile. La PUC es una de las instituciones que colabora en el Festival Santiago Negro, y este ciclo es el complemento ideal, desde un punto de vista más académico, de las mesas de diálogo y las actividades que se llevarán a cabo en el festival. Os esperamos a todos en este coloquio y el día de la inauguración en el Centro Cultural de España. Andrés Pérez Sánchez-Morate Director del Centro Cultural de España

CIUDADES, IDENTIDADES Y LITERATURA POLICIAL

Coloquio Latinoamericano de Literatura Policial organizado por la Facultad de Letras de la PUC. Este es el Segundo Coloquio Latinoamericano de Literatura Policial que organiza la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y tendrá lugar en el Auditorio de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Campus San Joaquín, los días 21, 22, 23 y 24 de septiembre del 2009. La inauguración será en el Centro Cultural de España, situado en Av. Providencia, 927. Lunes 21 de septiembre 19:00 HORAS. INAUGURACIÓN A CARGO DE CLEMENS FRANKEN Y RAMÓN DÍAZ ETEROVIC • Conferencia a cargo del profesor José Colmeiro (Universidad de Michigan): “Los misterios de la globalización: de Barcelona a Chiapas” • Presentación del libro:“Los sospechosos de siempre: La narrativa policial chilena del siglo XX“ de Clemens Franken y Magda Sepúlveda, a cargo de Jaime Galgani. El resto de la programación del coloquio se realizará en el Auditorio Facultad de Letras. Universidad Católica. Campus San Joaquín, y considera las siguientes actividades:

Martes 22 de septiembre 15 – 16:30 HORAS. MESA: LA LITERATURA DETECTIVESCA BAJO UNA MIRADA POSTCOLONIAL. • Viviana del Campo: “El suspenso y la polifonía de la confesión en La pista de hielo, de Roberto Bolaño” • Daniuska González: “El escritor siempre regresa al lugar del crimen. El escritor/detective como construcción de una tipología particular de sujeto en la narrativa de Roberto Bolaño” • Álvaro Bisama: “Ellroy y Bolaño”, y Patricia Espinosa: “Los detectives salvajes de Roberto Bolaño y el archivo foucaultiano” 16:50 – 18 HORAS. MESA: LITERATURA POLICIAL: FEMINEIDADES Y GÉNERO. • Chiara Bolognese: “Bolaño y policial”; Magda Sepúlveda: “Bolaño y el femicidio” • Daniela Aspee: “Los personajes femeninos en la narrativa negra chilena y argentina: representaciones, comparaciones y alejamientos”. 18 – 19 HORAS. CONFERENCIA PLENARIA • Shelley Goldsland: “Muerte, misoginia y masoquismo: una lectura de la novela negra de la transición española a la democracia”.

Miércoles 23 de septiembre 15 – 16:20 HORAS. MESA: LITERATURA POLICIAL Y CIUDAD. • David Knutson: “La novela negra y Madrid: marginados y mileuristas” • Michael Wilson: “El detective a la deriva: desciframientos ontológicos de la urbe” • Danilo Santos y Florencia Henríquez: “La novela policíaca urbana de Río de Janeiro (Rubem Fonseca, Luis Alfredo García-Roza, Sergio Sant’Anna, Jo Soares)” 16:40 – 17:40 HORAS. MESA: LITERATURA POLICIAL E IDENTIDADES LATINOAMERICANAS. • Gioconda Marún: “Crímenes imperceptibles de Guillermo Martínez” • Jaime Galgani: “Identidad de frontera v/s identidad oficial en La mara, de Rafael Ramírez Heredia”. 17:40 – 18:40 HORAS. CONFERENCIA PLENARIA • Daniel Link: “Paranoia y ficción policial”. Jueves 24 de septiembre 15:00 – 16:00 HORAS. PANEL: LITERATURA POLICIAL Y CINE. • Kathrin Sartingen: “Investigadores españoles en el cambio de medio: consideraciones intermediales acerca del género policíaco en la literatura y el cine” • Wolfgang Bongers: “El crimen intermedial. Las transformaciones de la trama policial entre Las babas del diablo de Julio Cortázar y Blow up de Michelangelo Antonioni” 16:20 – 18:00 HORAS. MESA: LITERATURA POLICIAL Y PODER: ¿NEOPOLICIAL? • Gustavo Forero Quintero: “El género novela de crímenes a partir de la teoría de la anomia” • Miriam Pino: “La novela negra y el Puente Auschwitz-ESMA-Villa Grimaldi: las memorias” • Patricia Varas: “La transición a la democracia a través del neopolicíaco: Nadie sabe más que los muertos y El ojo del alma” • Guillermo García-Corales: “Poder y rebelión en la narrativa neo-policial de Ramón Díaz Eterovic”.

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L A I C I L O P Y CINE NEGRO cumplir? por ¿promesas : O N E L I H C

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PROGRAMAS DE CINE EN EL FESTIVAL

l 26 de mayo de 1902, en la Sala Odeón del puerto de Valparaíso, se exhibió el corto documental titulado “Ejercicios de bomberos en Valparaíso”, basado en los ensayos realizados con anterioridad en la Plaza Aníbal Pinto, de la misma ciudad. Con esto, se inicia la era del cine en nuestro país, en un acto pionero para su época, motivado por el interés y curiosidad de un grupo reducido de personas que importaron las primeras cámaras en sus viajes. Y a partir de entonces, el cine chileno ha tenido altibajos notables. El italiano Salvatore Gambastiani llegó a Chile en 1915, en calidad de fotógrafo y documentalista, instala en el centro de Santiago tal vez el primer estudio cinematográfico del país. En ese taller, en 1916, aparece La baraja de la muerte, film inspirado en un hecho policial que había causado conmoción por aquellos años. Entonces, el primer largometraje filmado en Chile fue un policial. Pero, con esto no estamos señalando el inicio de un género o que se fuera a desarrollar con luces propias el cine policial y negro. Las películas que se seleccionan en este recuento se circunscriben en temáticas relacionadas con historias de bandidos, delincuencia, asesinatos, además de algunos filmes donde participan personajes policías o investigadores, aunque son los más escasos. Tres miradas a la calle (1957), de Naum Kramarenco. Con las actuaciones de Orieta Escámez y Marcelo Gaete. Se narran tres historias sociales del Chile de los años cincuenta. En María se cuenta el drama de una mujer maltratada por su conviviente en una población de Santiago. En Cosas de Arica se relata una anécdota de contrabando ocurrida en la fronteriza ciudad y, finalmente, Ojos de Gato, cuenta sobre un cajero hechizado por una misteriosa dama de negro. Regreso al silencio (1967), de Naum Kramarenco. Con las actuaciones de Humberto Duvauchelle, Orieta Escámez, Héctor Duvauchelle y Nelson Villagra, entre otros. Tiene el mérito histórico de haber mostrado por primera vez en cine a los hermanos Duvauchelle y a Orieta Escámez, y a alguien que llegaría a convertirse

en un gran actor del cine latinoamericano, Nelson Villagra. Es un thriller con exteriores en Santiago, Miami y Valparaíso, donde la intriga se mantiene en toda la trama. Eloy (1968), de Humberto Ríos. Primera vez que se lleva al cine la obra de Carlos Droguett, uno de los narradores más importantes de las letras chilenas. Esta película está lamentablemente desaparecida. El Chacal de Nahueltoro (1969), de Miguel Littin y la sobresaliente actuación de Nelson Villagra como el malogrado “Chacal”. El film trata de la reconstrucción de un crimen real llevado a cabo en la localidad chilena de Nahueltoro (Chillán) a mediados de los años 60: el campesino José del Carmen Valenzuela Torres es arrestado por el homicidio de una mujer y sus cinco hijos, caso que ocupó durante un largo período las páginas de la crónica negra de los diarios y periódicos de la época y recibiendo el apelativo de “Chacal”. Luego de 32 meses de la brutal masacre, con 23 años recién cumplidos y después de aprender a leer y a escribir el Chacal de Nahueltoro define su destino delante del pelotón de ejecución. Johnny Cien Pesos (1993), de Gustavo Graef-Marino. Con la actuación de Armando Araiza, Patricia Rivera, Willy Semler. Se basa en un incidente verdadero: la toma de rehenes por parte de los asaltantes de un pequeño local del centro de Santiago, en octubre de 1990. El director reconstruyó el suceso dándole el protagonismo al más joven de la banda de ladrones: Johnny García (Armando Araiza), un escolar algo desbandado que termina, junto a la banda, cercado por policías y reporteros de TV.

Cielo ciego (1997), de Nicolás Acuña. Con las actuaciones de Gloria Münchmeyer, Catalina Guerra y Rodrigo Pulgar. Este es un violento y crudo filme de acción incesante, ambientado en el mundo del hampa criolla. Ignacio, un joven ladrón profesional, y Malena, una mujer extraña, traban una relación durante un viaje en un bus interprovincial. Luego de este encuentro fortuito, la historia continuará con el relato que Ignacio hace a Malena de los últimos meses de su agitada vida: un asalto frustrado, la posterior fuga de la ciudad, y el cautiverio en manos de un demente. Ignacio ha iniciado un viaje camino a casa hacia el reencuentro, donde pueda cancelar sus cuentas pendientes y dejar de cargar con su propia culpa. Tendida mirando las estrellas (2000), de Andrés Racz. Con las actuaciones de Paulina Urrutia, Nelson Villagra y Gonzalo Robles, entre otros y la participación en el guión de los escritores Diamela Eltit y Alejandro Goic. Una producción que ha sido poco difundida y que a pesar de hablar de “la traición, el amor y la mentira” y también de la delincuencia, la prostitución, el mundo carcelario y el crimen, posee una singular belleza. Monos con navaja (2000), de Stanley. Con las actuaciones de Carolina Fadic, Fernando Gallardo y Daniel Alcaíno, entre otros. Esta pieza típica del cine negro. Cuenta la historia de Carlitos, el dueño de un bar quien está armando una importante venta de cocaína. Lo que no sabe es que algunos de sus amigos tienen planes para hacerse con el producto. Sin considerar, claro, a un policía infiltrado que tiene su propia agenda. Taxi para tres (2001), de Orlando Lübbert. Con las actuaciones de Alejandro Trejo, Daniel Muñoz y Fernando Gómez-Rovira. Taxi para tres nos acerca a la marginalidad que existe en Santiago, marginalidad que muchos quisieran obviar, en contraste con la apariencia de un país lleno de oportunidades. “Volante o maleta” es la frase que obliga al taxis-

ta Ulises Morales (Alejandro Trejo), a decidir si lo meten en el portamaletas de su taxi o conduce él mismo, mientras los asaltantes Chavelo (Daniel Muñoz) y Coto (Fernando Gómez-Rovira), cometen un delito. Así comienzan las correrías del trío por las calles del Gran Santiago, los que luego de varios intentos fallidos y robos de poca monta asestan, lo que consideran un buen trabajo. Mala leche (2004), de León Errázuriz. Con las actuaciones de Luis Dubó, Juan Pablo Ogalde, Ramón Llao y Adela Secall. Dos delincuentes de población sufren el robo de una importante cantidad de droga que no era de ellos: pertenecía a un peligroso narco que los amenaza con las penas del infierno si no le devuelven la droga. La solución es embarcarse en una serie de robos que adquieren características cada vez más desesperadas. Secuestro (2005), del escritor Gonzalo Lira. Con las actuaciones de Marcela del Valle, Víctor Montero y Fernando Kliche, entre otros. Fue un costoso proyecto de cine policial, de más de un millón de dólares que tan sólo llevó a ochenta mil espectadores a las salas: un lamentable fracaso. Límite (2006), de Nicolás Jullian. Con la actuación de Adela Secall, quien interpreta a Paula Quiroz, una oficial de la Policía de Investigaciones, trepadora y eficiente, pero con serios problemas para relacionarse con los hombres, por lo que parece condenada a la soledad. En el film Paula pasa sus penas sentada sola en la barra de un bar de mala muerte, como en el mejor cine negro americano. ATL 5

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NOVELA POLICIAL E L I H C EN

Un autor, un libro. BREVE GUÍA SOBRE AUTORES POLICIACOS CHILENOS Roberto Ampuero / Boleros en La Habana Enrique Araya / Crimen en cuarto cerrado Roberto Bolaño / La pista de hielo Michel Bonnefoy / Vienen del miedo Álvaro Briones / Como un país natal Roberto Brodsky / El arte de callar Gregory Cohen / Mercenario ad honorem Juan Ignacio Colil / Lou Jaime Collyer / El infiltrado Eduardo Contreras / Don’t Disturb. Crónica de un encuentro en Cartagena de Indias Gonzalo Contreras / La ciudad anterior Eduardo Correa / Valparaíso: La Perla del Barrio Chino Guillermo Chávez / Échame a mí la culpa Luis Enrique Délano / Desdémona en apuros Poli Délano / Muerte de una ninfómana Hernán del Solar / Hazañas de Nap y Moisés Orietta De la Barra / A pesar del miedo Marco A. De la Parra / La secreta guerra santa de Santiago de Chile

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l igual que en otros países, tanto de Europa como de Latinoamérica, Chile no es una excepción en cuanto al género se refiere, con la salvedad de que aquí comenzó algo más tarde y de forma un tanto “tímida”. Desde mediados del siglo XX, encontramos autores que siguen la línea clásica de la novela de suspense que viene de Europa, con autores que firman sus obras con pseudónimo, pues este tipo de novelas era considerado menor, un entretenimiento. Posteriormente, y según se van conociendo las obras de los autores americanos que crearon la novela negra, en traducciones que venían de México, de Argentina o de España, y algunas pocas publicadas en editoriales chilenas, también aquí se gira hacia la visión más social y crítica de este género. Aunque sin duda, el momento clave para hablar de un género negro latinoamericano y chileno será a partir de los años 80. Primeros nombres y primeros pseudónimos

los pies desnudos, Las memorias del inspector Cortés o Más allá del crimen, y en sus columnas en La Tercera. A diferencia de los anteriores autores, Vergara, a través de su inspector Carlos Cortés, nos presenta un René Vergara (1916-1981). crimen despojado de cualquier retórica o inocencia. Sus relatos muestran espacios de miseria y marginalidad social con veracidad y profundidad. Cortés es un investigador que bebe cerveza y abomina de la sra. Agatha Christie.

Los primeros autores de novelas policiales imitaron a los famosos autores ingleses que popularizaron las historias de suspense. La mayoría de ellos ni siquiera publicaron sus libros en Chile, sino principalmente en Buenos Aires o México, plazas con un mayor número de editoriales, firmaron las novelas con pseudónimos e incluso las consideraban una especie de entretenimientos menores, paralelos a su “otra” producción seria y de calidad. Algunos de estos autores fueron Egidio Poblete con entre otras La avenida de las acacias, Luis Enrique Délano, con su pseudónimo Mortimer Gray y su El neopolicial de los años 80 y 90 Muerte entre los pinos o El caso de la mujer azul, Camilo Pérez de Arce, con sus pseudónimos Guillermo Blanco y James Endhard, con 10 novelas entre las A partir de los años 80 del siglo pasado, asistimos a la aparición de un número que se pueden citar Los minutos acusan, El partido final o Cuarteto para insmayor de autores y obras en Latinoamérica, pero a diferencia de otras ocasiotrumentos de muerte. Dentro de este grupo, cabe también citar a Luis Ínsula nes, esta vez también lo encontramos en Chile. Además de la influencia de los Venegas, con el pseudónimo de L.A. Isla que crea al inspector De la Barra. Y autores que hemos citado y otros como Antonio Rojas Gómez, y su detective por último, la colección La Linterna, de la editorial Zigzag, en los Ignacio Sánchez, o José María Navasal, hay dos causas principales años 50, que no solo publicó autores chilenos, sino que también dio para explicar este destacado auge que ha llevado a los estudiosos a conocer títulos de Edgar Wallace, George Simenon y otros clásidel género a hablar de “neopolicial”, en clara alusión a una nueva cos del género. variante o rejuvenecimiento del género: las dictaduras militares y Pero sin duda, el nombre propio que luce con letras doradas en la sensación de miedo, rabia, impotencia y desamparo que provoesta época es Alberto Edwards. Creó al Sherlock Holmes chileno, el can en una gran parte, al menos, de la sociedad. La novela negra investigador Ramón Calvo, y su ayudante Miguel de Fuenzalida. Su americana muestra la corrupción, que también llega al Estado, pero lema era “el secreto de la vida es observar y tener memoria”, que es se identifica con algunos corruptos dentro del Estado. En cambio, lo que hacía para resolver los casos que se le presentaban. Los trece en Chile y otros países de Latinoamérica es el Estado mismo el que cuentos policiales que protagonizó Román Calvo fueron publicados reprime, tortura y ejecuta, y no hay posibilidad de cambio mientras en los años 20 del siglo pasado en la revista Pacífico Magazine. La no cambie el Estado en sí mismo. Esta realidad dictatorial es aún narrativa de Edwards se caracteriza también por una cierta ironía y más demoledora para quienes la sufrieron, si se tiene en cuenta la crítica social, que utilizaba para señalar a una sociedad chilena disesperanza en la revolución que vivió Latinoamérica en las décadas criminatoria, arribista y frívola, pues este abogado, que llegó a ser Alberto Edwards (1874-1932). anteriores. Una esperanza que acabó de la noche a la mañana a incluso Ministro de Hacienda, era uno de los adalides del proyecto golpe de fusil. ilustrado de la creciente República chilena. Y su detective era un hombre culto, De esta época, y hasta la actualidad, se pueden conocedor de la historia de Chile, que no perdía ocasión de fustigar los males nombrar a Poli Délano, Bartolomé Leal, Roberto que impedían avanzar hacia un futuro esperanzador. Una curiosidad, en una de Ampuero, Mauro Yberra, Luis Sepúlveda, Sergio las historias “El marido de la señora Sutter”, Román Calvo se enfrenta en la Gómez, Roberto Bolaño, Gregory Cohen, Jaime resolución del enigma al mismísimo Sherlock Holmes en persona, que viene Collyer y algunos más. Pero hay un autor que soespecialmente desde Londres por este caso. ¿Quién lo resolvió? Pueden averibresale por su constante cultivo del género, por su guarlo en la recopilación de las historias de Román Calvo que Ediciones B ha reconocida maestría y porque ayudó a que el merpublicado con el título de La secretísima. cado editorial local se abriera a la novela negra. Nos referimos a Ramón Díaz Eterovic y su detectiUn caso : René Vergara ve Heredia. Díaz Eterovic ha publicado una docena de novelas, desde La ciudad está triste allá por Policía y fundador de la Brigada de Homicidios, René Vergara se hizo famoso 1987, hasta La memoria oscura de las armas del en los años sesenta con sus narraciones de crímenes célebres, varios de ellos Ramón Díaz Eterovic año pasado y premio Altazor de novela 2009. resueltos por él mismo. Las publicó en títulos como La bailarina de 6

Ramón Díaz Eterovic / La oscura memoria de las armas Alberto Edwards / Román Calvo, el Sherlock Holmes Chileno Sebastian Edwards / El misterio de las Tanias Mauricio Electorat / El paraíso tres veces al día César Farah / El gran Dios Salvaje Ignacio Fritz / Nieve en las venas Alberto Fuguet / Tinta roja Sergio Gómez / La mujer del policía L. A. Isla / El indiferente Claudio Jaque / Para llegar a Baden–Baden Pedro Guillermo Jara / Disparos sobre Valdivia Bartolomé Leal / Morir en La Paz Gonzalo Lira / Contrapartes Sergio Navarro / Mañana canta Gardel José María Navasal / La tierra no es redonda Antonio Montero / Tres réquiem para Carmela Helios Murialdo / La iniciación Julio Ortega Folch / El misterio de la estrangulada

Martín Pérez / Tapia Camilo Pérez de Arce / Un crimen entre psicólogos Tancredo Pinochet / Secuestro Hernán Poblete Vara / Juego de sangre Egidio Poblete / La avenida de las acacias Luis Rivano / Tirar a matar Francisco Rivas / Todos los días un circo Antonio Rojas Gómez / Río arriba José Román / El espejo de tres caras Luis Sepúlveda / Nombre de torero Marcela Serrano / Nuestra señora de la soledad Elizabeth Subercaseaux / Asesinato en La Moneda Dauno Tótoro / La sonrisa del caimán Carlos Tromben / Poderes fácticos José Miguel Vallejo / La Marité René Vergara / El pasajero de la muerte Mauro Yberra / La que murió en Papudo

El porqué de la novela negra en el Chile de hoy Por Juan Ignacio Colil Abricot

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a novela negra chilena muestra los conflictos al interior de nuestra sociedad y desde ese punto de vista se convierte en heredera, quizás sin quererlo, de la novela social. Esto se da en su forma de exponer conflictos, de desentrañar los nudos que nos atan, las relaciones de poder. Por supuesto ya no importan las duras condiciones de vida de los mineros de las salitreras o del carbón, lo que importa es resaltar los temas escondidos, lo que fluye bajo el discurso oficial. La novela negra husmea entre los rincones que nadie quiere mirar, que nadie desea recordar. Es evidente la influencia de la novela negra norteamericana y también de sus variantes europeas y latinoamericanas. La novela negra comienza desde un caso particular, desde un conflicto que puede incluso ser considerado un simple y vulgar hecho de sangre, pero en la medida que avanza el relato, surgen las conexiones con el poder y se abren océanos de preguntas y aquel vulgar hecho de sangre sólo es el inicio de un camino. El protagonista habitualmente es un hombre descreído que asume su rol sin saber que avanza sobre un terreno pantanoso, generalmente debe atravesar una serie de barreras, de pistas falsas, de obstáculos que le son impuestos. Quizás al estilo de las pruebas que debe cumplir Hércules. No trepida en involucrarse con delincuentes de todo tipo. La verdad está escondida, o mejor dicho, permanece cautiva. El protagonista, que es además quien guía al lector por un laberinto, debe enfrentarse permanen-

temente a la disyuntiva que significa seguir adelante con la investigación que evidentemente puede generarle altos costos o abandonarla y seguir su vida como lo hacen todos, pero siempre es empujado por ir un poco más allá. Algo hay de fuerzas superiores que lo instan, no son fuerzas paranormales, simplemente es su conciencia, su sentido del deber, o simplemente su compromiso con alguien, que lo llevan a actuar en un mundo que no es el suyo pero en que aprende a moverse. La ciudad aparece en estas novelas como el espacio físico en que se desenvuelve la trama, pero es una ciudad que muestra su cara oculta, mejor dicho, que es obligada a enseñarla. Una ciudad que siempre esconde duras verdades. En la novela negra chilena se devela el peso de la dictadura, su séquito de hombres ligados a tareas de represión, la huella de los detenidos desaparecidos, los ejecutados políticos, la tragedia de sus familiares, las incógnitas que envuelven y que crecen con la falta de justicia, con la falta de investigaciones reales, las secuelas de todo lo anterior sobreviven y se mezclan con los actuales traficantes de drogas, proxenetas ligados al mundo del poder, prostitución, dobles discursos, represión y todo tipo de negocios turbios amparados en las reglas del neoliberalismo. En definitiva este nudo sin solución es lo que permite que los temas sean amplios y variados, quizás es una forma de exorcizar y de buscar algo similar a la justicia desde el mundo de las palabras. Lo que no es poco. 7

Archivo de huellas

e d o u r t s El mon

DARDIGNAC Por Matías Ghiboher

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rucé el puente Pío Nono sin apresurarme, tenía tiempo todavía para llegar a la reunión de prensa en Dardignac 81. Un tipo había llamado a los medios para que viéramos el cementerio indígena que había descubierto en el patio de su casa. Aunque la noticia que se abría en ese punto no era de mi área, igual la tenía que hacer. De vez en cuando me tocaba cubrir este tipo de tonteras, total, crímenes no había a cada rato. Porque para mí la crónica roja era lo mejor, tanto era así que ni siquiera me había interesado lo que en la mañana, a primera hora, habían traído los cables: “Los norteamericanos rompieron relaciones diplomáticas con los cubanos revolucionarios”. Eisenhower se mandó un último numerito con esto de Cuba antes de dejar la Casa Blanca y el lío le va a llegar al joven Kennedy que asumirá como Presidente en un par de semanas. Pero, de verdad, poco me interesaba todo eso. Es que seguía la huella de mi abuelo que vio el fusilamiento de Dubois y de mi padre que todavía escribía sus crónicas rojas en el diario. Tenemos los tres un férreo hilo conductor afianzado por razones casi fatalistas, del destino, hasta nos llamamos del mismo modo. Somos tres periodistas escribiendo en distintos tiempos sobre los más terribles asesinatos. Caminé a tranco largo y me metí por calles donde abundaban las casas pertenecientes a la numerosa colonia árabe. A este sector se le llamó en el pasado la Chimba y se destacaba porque los señores con plata venían a mandarse las fiestas y comilonas en las quintas de recreo que abundaban. Ahora era un barrio tranquilo, salvo por cierto movimiento generado por las tiendas de ropa y algunos restaurantes que ya se preparaban para recibir a sus clientes a la hora de almuerzo. Dardignac 81, era la dirección que me habían dado. El lugar era una de esas típicas viviendas del sector, apegadas a la calzada, con estrechas ventanas a cada lado de la puerta de entrada y de un piso: sencilla pero sólida. El patio estaba atestado de periodistas, gráficos, policías y un par de hombres que todavía removían la tierra con sus palas. En el centro de la operación había un hombre altísimo, calculé que mediría cerca de dos metros. Era Haebig, Roberto Haebig, el dueño de casa. Vestía un pantalón gris oscuro y una camisa blanca desabotonada en el cuello. Sonreía y miraba desafiante a los curiosos mostrando un yatagán como si fuera un célebre arqueólogo que exhibía una joya del milenario Egipto. Pero los curiosos no lo tomaron tan en cuenta, a pesar de su visible ostentación, pues todos estaban con los ojos metidos en la excavación, sacando fotos al par de cráneos que se divisaban entre la tierra removida.

Cuando le comenté a mi padre estos antecedentes él sonrió con cierta socarronería y dijo:”No te fíes de las apariencias de los criminales, que los feos y de aspecto despiadado y desagradable sólo existen en el cine.”

Seguramente él se acordó de mi abuelo que tuvo que cubrir el crimen de la Legación Alemana, por allá en los primeros años del siglo, y que se las tuvo que ver con el elegante Guillermo Becker. Entonces, en una tarde calurosa de verano me dispuse a escribir mi reportaje para el diario. Le puse papel a mi vieja máquina de escribir y anoté, sin más: “El monstruo de Dardignac 81” y se desgranó un historia que comenzó cuando en una media mañana de enero de 1961 crucé el puente Pio Nono...

Roberto Haebig, dos facetas de un asesino.

Roberto Haebig: me olvidé del asunto. El tema no daba ni para rellenar espacios con notas curiosas. Ya buscaría otra con que cumplir con el diario.

genio y figura de un asesino que estuvo en Hollywood El elegante Haebig, el día que salió de la cárcel.

A los días después surgió una noticia que estremeció al país. Haebig había hecho una confesión a la policía después de felicitarlos por la astucia que habían demostrado al descubrir su estratagema. Rápidamente surgió el apodo de “El monstruo de Dardignac 81” para contar la increíble historia de Roberto Haebig Torrealba quien había quedado al descubierto por el examen que hizo la policía de los restos encontrados en el jardín: un cinturón de cuero, orificios de bala en ambos cráneos y una lupa de anticuario, objetos que echaron por tierra el frío plan de un crimen que parecía perfecto. ¿Qué había pasado realmente? Haebig asesinó en año 1959 a un anticuario identificado como Leonidas Valencia Chacana y, por la misma fecha, a Milo Montenegro Lizana, un homosexual que trabajaba como mozo para Haebig y que desapareció al igual que la primera de sus víctimas.

Milo Montenegro y Leonidas Valencia Chacana, las víctimas.

—Este es un cementerio indígena que he descubierto en mi jardín –recalcó Haebig atrapando la atención de nuevo. Ahora tenía en sus manos unos trozos de cacharro de greda que soplaba para sacarles la tierra húmeda. Era un hombre delgado, de figura elegante y muy bien conservado para ya tener alrededor de sesenta y cinco años, con su voz cuidada modulaba cada palabra como si estuviera repitiendo un libreto teatral aprendido a la perfección, este detalle me llamó mucho la atención, es que era una persona notoriamente exhibicionista. De pronto, en un descuido de los demás, cuando todos estaban embelesados con las demostraciones de Haebig, un policía tomó de la excavación un pequeño objeto de vidrio y se lo echó al bolsillo. Después siguió observando a Haebig sin perder palabras ni detalles de sus gestos exagerados. Y nada más, regresé a casa con la sensación de que había perdido el tiempo, por lo tanto dejé mis apuntes sobre una mesa y 8

Sin embargo, ahora, hace poco, cuando estamos en 1961, tal vez agobiado por los fantasmas de su conciencia, Haebig Torrealba contrató a dos obreros para que realizaran excavaciones en su jardín, pero no para declarar los asesinatos, que quede claro, sino para acomodar estos crímenes con la historia del cementerio indígena.

A Valencia Chacana lo ultimó de dos balazos en la nuca por deudas impagas y lo enterró en el patio de su casa. A Milo Montenegro lo mató, también de un balazo en la cabeza, para detener su curiosidad, por tener amistad con el anticuario y reducidor de especies robadas, y que también era homosexual. Haebig hizo el siguiente comentario de Milo Montenegro:

Ese Milo no merecía existir. Era un anormal asqueroso. A mí mismo me hizo insinuaciones que me asquearon. Por eso lo maté. La verdad es que un individuo así no tiene derecho a seguir viviendo. Cuando consideró que los restos de Milo Montenegro habían llegado a la putrefacción completa, tomó el cráneo y lo enterró junto con el esqueleto de Valencia Chacana. Después distribuyó por otros rincones del patio una serie de figuras antiguas, para dar la sensación de un entierro histórico: municiones de fusil y carabina, un yatagán, un candado mohoso, monedas extranjeras y una figura incásica de mármol, entre otros objetos.

B

enjamín Emilio Roberto Haebig Torrealba nació el 12 de febrero de 1896. Su padre Federico Haebig, de carácter fuerte y espíritu prusiano, reñía permanentemente a su hijo hasta que lo matriculó en el seminario para que fuera sacerdote. Pero el joven Roberto, cuando cumplió los 16 años se vio a punto de vestir sotana, por lo que huyó y se embarcó en el puerto de Valparaíso, rumbo a los Estados Unidos de Norteamérica. Estuvo 40 años fuera de Chile, la mayor parte de los cuales transcurrieron en USA. Eran los años que hicieron antesala a la Primera Guerra. Y cuando el cine recién comenzaba a maravillar al público del mundo entero. El actor, que siempre vivió en su interior, sintió el llamado del séptimo arte. Hasta que ancló en Hollywood. Para entonces ya era un hombre hecho y derecho, alto y fuerte, con enorme desplante y proclive a las faldas. Surgía la figura terrible de Boris Karloff, con sus cintas inolvidables: “Frankenstein” y “La Momia”. Entonces los directores de película eligieron a Haebig como doble de Karloff. En verdad, el parecido era extraordinario. Y así, muchas de las escenas que aterrorizaron a chicos y grandes, en la década del 30, fueron filmadas nada menos que por Roberto Haebig. Pero no sólo hizo cine en el país del norte, también comenzó su carrera delictiva, hasta que cayó a la cárcel, recibiendo una condena de siete años en Sing-Sing. Como el ambiente se hizo irrespirable para el flamante actor, ya que la policía lo tenía fichado, decidió en 1949 regresar a Chile. La Segunda Guerra Mundial ya había terminado y nuestro Haebig se presentó acá como un héroe de la lucha antinazi, diciendo, además, que había tenido una acentuada participación en la batalla de Guadalcanal, recibiendo condecoraciones por su valentía. También lució el diploma donde The American College of USA, de Los Ángeles, California, le asignaba un “Certificate of Honour”, por haberse recibido de ingeniero naval. El diploma tenía fecha de 2 de octubre de 1930 y en el extremo derecho lucía una fotografía del “ingeniero”; todo muy bonito pero falso, hasta los timbres los había fabricado el propio Haebig. En Chile, en 1957, se casa con una biznieta de Diego Portales, doña María Jesús Portales, dama de rancia estirpe familiar quien, en 1960, se salva de recibir un balazo de parte de su marido gracias a un problema de puntería. Roberto Haebig le gustaba vestir bien y su aspecto delgado, elegante y por su gran altura (1.98 cms.) le daban ese aire de “gringo”, como algunos le llamaban. En Chile siguió delinquiendo y robando, sin que fuera sorprendido. Hasta que, finalmente, es descubierto por las muertes de Leonidas Valencia Chacana y Milo Montenegro Lizana y es condenado a 46 años de presidio. Por su buena conducta, 15 años después es liberado. Se casa de nuevo con una dama que lo asistía en la cárcel. Termina su vida en 1981, en el asilo de ancianos de Paillaco. Haebig nunca más habló de sus fechorías, pero, eso sí, vivió rumiando un pasado glorioso y fantástico, de viejo marinero, aventurero sin par y actor de cine en Hollywood. Genio y figura de uno de los asesinos más despiadados que ha pasado por estas tierras.

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Tinta fresca para la narrativa policial chilena

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nifestaciones de este desarrollo es la aparición de nuevos autores que están aportando nuevas tintas al enriquecimiento del género. Para conocer estas nuevas expresiones en la literatura chilena, A tiro limpio

conversó con Juan Ignacio Colil, Martín Pérez, Eduardo Contreras y Gonzalo Hernández, cuatro autores que participarán en el Festival Internacional de Novela Negra Santiago Negro, y que en esta entrevista colectiva hablan de su interés por la novela negra y el aporte del género policial a la literatura, entre otros temas.

“Me interesa la búsqueda como uno de los caminos de la novela y la tensión permanente y esos elementos siempre están presentes en el género“.”J.L.C.

Juan Ignacio Colil nació en Santiago el año 1966. Es profesor de Historia y ha publicado el libro de cuentos 8cho Relatos, ganador del Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile. El año 2004 obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago por la misma obra. El año 2007 obtuvo el Premio de Novela Mago Editores por su novela Lou.

“(la narrativa policial) ...es un punto de vista que refleja a nuestra sociedad, inmersa en la lucha por el poder económico, dominada por el individualismo, amenazada por la corrupción en todos los niveles, con problemas de marginalidad y miedos que no dejan dormir“ .” M.P.

“...la escritura de una novela policial (es) un trabajo riguroso y constante en donde lo que más importa es el tesón y la disciplina para pulir la idea o tema que se tiene en mente“ .” G.H.

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“De tanto leer autores de novela negra, fui adoptando sus códigos sin pensar en un primer momento que se trataba de una literatura circunscrita al género. Me interesa la búsqueda como uno de los caminos de la novela y la tensión permanente y esos elementos siempre están presentes en el género. Mi primera novela Lou se centra en uno de los tantos casos ocurridos durante la dictadura, la experimentación con una bacteria que se les inyectó a un grupo de presos políticos y comunes a principios de los ochenta, pero además es un recorrido por el Santiago de hoy y por la manera como se contrastan el Chile de hoy y el de los ochenta”. “Cuando la narrativa policial es buena aporta más allá del género.

Pienso que la narrativa policial intenta poner en la superficie muchos temas que son olvidados en general; actúa como una herramienta de la memoria social, sin dejar de lado al sujeto con sus contradicciones, sus zonas oscuras, sus propios fracasos”. En relación a cómo enfrenta la escritura de una novela policial, Juan Ignacio Colil señala que “para mí el motivo o el nudo de la novela es el pretexto para mostrar lo demás. Ese pretexto me interesa investigarlo, habitualmente con lo que ha aparecido en los diarios de la época. Además me interesa que sea ágil, que pueda interesar al lector desde el inicio y que se pueda conectar con todas las historias que viajan por la novela. No soy de los que buscan el final claro y abierto, prefiero que queden algunas dudas de forma de inquietar al lector. La historia nunca está del todo resuelta”. Finalmente, comenta que tiene “otras novelas policiacas listas, a la espera de ser descubiertas por un gran editor”.

EDUARDO CONTRERAS: “El género contribuye a la crítica” Eduardo Contreras Villablanca nació en Chillán el año 1964. Es Ingeniero Civil y académico del Departamento de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. En el 2002 obtuvo el Premio Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago por la novela Don´t Disturb: Crónica de un encuentro en Cartagena de Indias (Mago Editores, 2005).

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nieril. Comienzo por plantear el enigma, y luego pienso en distintas alternativas de solución, es decir, no tengo el desenlace definido a priori. Luego sopeso esas opciones y elijo algunas, las menos asombrosas, para generar pistas falsas, que induzcan al investigador y al lector por caminos equivocados, reservando la alternativa de solución seleccionada como correcta para un final ojalá sorpresivo”. A futuro, Contreras piensa rescatar a Antonio Feger, el personaje de “Don´t Disturb” para una segunda historia.

a narrativa policial chilena ha tenido un interesante desarrollo en las últimas décadas, y una de las ma-

JUAN IGNACIO COLIL: La novela como búsqueda y tensión permanente

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“La idea central de Don´t Disturb fue gatillada por un hecho real que conocí en Colombia y que por su naturaleza se prestaba para un argumento policíaco”. “En esta novela –comenta Eduardo Contreras– un hombre está en Cartagena de Indias por viaje de trabajo. En una noche de diversión, conoce a una mujer con la que comparte una noche de sexo que tiene un violento término a la mañana siguiente, cuando después de salir a trotar, descubre el cadáver de ella en su habitación del hotel. Intentando solucionar el asunto sin ir a la cárcel, cuelga el cartel de “‘Don’t disturb” y sale a investigar el crimen. El libro apunta al desarrollo de un protagonista que se desenvuelve bien como investigador policial sin serlo, carente de experiencias previas pero con capacidad analítica adquirida durante sus años de militancia clandestina en el Chile de la dictadura. En ese sentido la apuesta es hacia la empatía con un personaje que se ve forzado a hacer su primera investigación de un crimen, en un país que no conoce y con la presión de ser el principal sospechoso”. “La narrativa policial apunta, más que en otros géneros, a una participación del lector, al invitarle a generar sus propias hipótesis, a desenredar los nudos de la trama, a jugar él mismo el rol de detective. En ese sentido considero que el género es más lúdico, y quizás de ahí proviene parte de su éxito. En el caso del género negro contemporáneo, en particular el hispanoamericano, hay además un aporte por el lado de la crítica social. Los contextos de los crímenes tienden a estar relacionados con vicios del poder y por lo tanto contribuye a la reflexión crítica sobre el entorno”. “Mi método para enfrentar la escritura de una novela policial es bastante inge-

MARTÍN PÉREZ: “La narrativa policial es un prisma, un punto de vista” Martín Pérez Ibarra nació el año 1966 en Viña del Mar. Es Ingeniero Civil de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Master of Arts in Strategic Financial Management de la Kingston University de Reino Unido. A la fecha, ha publicado los libros Santiago Traders & Otros (2007) y Tapia (2008), ambos de la Editorial Asterión.

“Desde niño me interesó en este género la intriga y la resolución intelectual de un crimen. Ya más grande, me aficioné a las series de televisión policíacas inglesas, especialmente aquella del inspector Morse. Luego cambié mi lectura por autores donde la resolución del crimen pasa por un argumento inteligente que contenga contextos sociológicos, políticos y culturales. Cuando comencé a escribir tenía internalizada la lógica implacable que exige el género policiaco y encontré en éste una manera interesante de reflejar y narrar realidades, como también las motivaciones que mueven a los criminales y a las sociedades”. “En Tapia cuento las historias de un detective de la Brigada de Homicidios quien nunca logró resolver un caso y

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que, empujado a renunciar por su jefe, se transforma en detective privado. Es un chileno de post dictadura con una determinación, casi poética, de vivir su sueño y, como siempre sucede en estos casos, va dando saltitos en la periferia del mismo, convencido de que interviene la realidad cuando lo que sucede es todo lo contrario. Tapia tiene un ángel de la guarda que lo salva de males mayores. Ramona, su mujer, cumple con esta premisa. Es el cerebro, el ojo certero, la nariz con olfato sensible a las pistas, la que va poniendo en su camino una ayuda oblicua”. “Sobre el aporte de la narrativa policial a la literatura, considero que es un punto de vista que refleja a nuestra sociedad, inmersa en la lucha por el poder económico, dominada por el individualismo, amenazada por la corrupción en todos los niveles, con problemas de marginalidad y miedos que no dejan dormir. Estos son los elementos que convocan a la reflexión con la novela negra: espacios de realidad oscura donde se requiere establecer justicia o un cierto equilibrio para lograr una sociedad justa y solidaria”. “Para enfrentar la escritura de una novela policial me alimento de la realidad, desde donde tomo hechos y los manipulo para adaptarlos a mi personaje. Para contar bien la historia intento mantener la intriga y dosifico en cada capítulo el quién y el cómo de los hechos ocurridos sin darle respiro al lector. Hago prevalecer la acción cargada de verbos de movimiento para obtener una narración dinámica e intento que sea coherente con los diálogos y monólogos interiores. También busco que la trama no tenga trucos para no decepcionar al lector”. “El proceso de escribir y hacer habitar al detective Tapia y su esposa Ramona en este mundo construido con palabras ha sido fascinante, por lo que pretendo que haya más casos policíacos para Tapia. De hecho, ya estoy en el proceso de escribir un segundo libro”.

GONZALO HERNÁNDEZ: “El género vida a la literatura en general” Gonzalo Hernández nació en Santiago el año 1978. Tiene estudios de periodismo en las Universidades Diego Portales y Andrés Bello, y es egresado de Licenciatura y Pedagogía en Filosofía en la

Universidad Arcis. Su novela Jangada, favorecida por el Fondo de la Cultura y las Artes el año 2007, está próxima a ser publicada por Tajamar Editores.

“Elegí el género policial para mi primera novela, porque desde chico me atrae la lectura de novelas policiales. Al principio me llamaba la atención la resolución del enigma, descubrir al asesino y anticiparme a los motivos y formas del crimen. Más tarde descubrí la novela negra norteamericana y ahí se abrió para mí otra manera de entender el género. Pienso que nunca voy a dejar de sentir placer leyendo un buen policial; supongo que eso en gran parte explica que me haya decidido a probar suerte con escribir una novela en esta línea”. “Mi primera novela apunta a lograr personajes convincentes y una ambientación reconocible, que en este caso se da en la ciudad de Santiago. Pienso

que si eso no se consigue, poco importa tener una gran idea para una trama. Respecto a ésta, se trata de un asesinato que acontece en el barrio alto y que involucra a una serie de personajes relacionados directamente con grupos de poder. Al tiempo que el protagonista avanza en la investigación, le acontece un proceso de cambio interior que le da un sentido de fondo al relato”. “Respecto al aporte de la narrativa policial, siempre se ha discutido si está o no a la altura de lo que se suele llamar “la gran literatura”. Yo creo que esta narrativa siempre ha tenido su bien merecido lugar como expresión artística autónoma y de gran calidad. Desde Poe en adelante, toda la tradición inglesa y la norteamericana que la sigue no hace más que confirmarlo en múltiples registros. Hoy por hoy, prácticamente cada país tiene uno o más exponentes notables en esta materia. Es un hecho que no merece discusión: El género le insufla vida a la literatura en general”. “Creo que para enfrentar la escritura de una novela policial hay que hacerlo de la misma forma en que se enfrenta cualquier labor de escritura más o menos extensa: Como un trabajo riguroso y constante en donde lo que más importa es el tesón y la disciplina para pulir la idea o tema que se tiene en mente”. ATL

¿Cuáles son los autores policiacos favoritos de estos autores? Juan Ignacio Colil: “Los clásicos Hammett, Cain, Chandler, Mcilvanney. También sumo a Osvaldo Soriano, Manuel Vázquez Montalbán y Ramón Díaz Eterovic”. Eduardo Contreras: Algunos autores clásicos, como Conan Doyle, Agatha Christie, Ellery Queen, Chesterton, Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Georges Simenon. Dentro de la literatura contemporánea mis preferidos son hispanoamericanos: Manuel Vázquez Montalbán, Paco Ignacio Taibo II, Ramón Díaz Eterovic y Rubem Fonseca”. Martín Pérez: De niño eran Conan Doyle y Agatha Christie. Luego descubrí a Osvaldo Soriano y me fasciné con su manera de narrar crímenes más cercanos a la realidad Latinoamericana. He seguido la saga de Heredia, de Díaz Eterovic, y me gusta leer a Roberto Bolaño, cuya narrativa tiene un carácter policial más cercano al realismo sucio”. Gonzalo Hernández: Pocas lecturas me provocan más placer que los relatos de Chesterton. También menciono a Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Nombrar solo a algunos es siempre una injusticia; pero aún así no puedo dejar de mencionar a Jim Thompson, James Ellroy y Elmore Leonard, cada cual notable en su respectivo registro. En Chile, destaco y admiro el trabajo de Ramón Díaz Eterovic y José Gai.

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Los archivos policiales de la a n e l i h c a historiet

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s o t n e u c s e v e Br s o n a i t i ha

Por Carlos Reyes G.

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scritor chileno, columnista del suplemento literario La Ramona del diario La Opinión de Cochabamba, Bolivia. Ha publicado las novelas Linchamiento de negro, Morir en La Paz y En el Cusco el Rey. Linchamiento de negro (1994), publicada en Chile, está protagonizada por Tim Tutts, detective privado en Nairobi, Kenya. Morir en La Paz (2003) fue finalista en el concurso de Novela Negra de la Semana Negra de Gijón. En el Cusco el Rey (2007) es un “thriller andino”, publicado en Bolivia por Editorial Nuevo Milenio. Próximamente, verá la luz El caso del rinoceronte deprimido, también publicada por Editorial Nuevo Milenio, y la recopilación de cuentos Pequeñas muertes negras, publicada por Mosquito comunicaciones.

“In memoriam Papá Doc“

“El hotelero de Jacmel“

l zombi esperó que la última claridad del sol se esfumara para lanzarse a las calles de Puerto Príncipe. Vestía gabán hasta el suelo, bufanda, botas y guantes. Aún así sentía frío, a pesar del calor reinante. Ajustó sus lentes oscuros, lo que más intimidaba a la gente. Unas viejas desdentadas se santiguaron, apartándose a su paso. Buscaba una gallina. Era lo que necesitaba: una gallina a la cual sacrificar para saciar su sed de sangre. El zombi apuró su paso anciano e inseguro, mientras las sombras de la noche sin luz eléctrica lo iban haciendo cada vez menos conspicuo. Faltaba poco para llegar a la gallera donde ya estarían, iluminados por improvisadas teas, los fanáticos de las peleas con su desquiciada algarabía de apostadores. Donde hay gallos hay gallinas, elucubró el zombi. Y donde hay galleras hay vudú. No se equivocó. Un grupo de mujeres de blanco bailoteaba en un rincón, mientras un sacerdote balbuceaba salmodias, una gallina negra cogida del cuello. Los tambores intensificaron su ritmo. El zombi arrebató la gallina al oficiante, le arrancó de cuajo la cabeza y bebió con avidez la espesa sangre que manaba del muñón. Saciado, el zombi retornó al palacio de gobierno.

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l viejo hotelero se instaló como todas las tardes en el florido y arbolado sendero que llevaba a la playa, premunido de una novela de Tony Hillerman. Allí siempre hacía fresco y la sombra atraía pájaros y mariposas. Permaneció un par de horas leyendo, sólo interrumpido brevemente por un garzón que le llevó su Tom Collins habitual. Llegó el anochecer. Harto de lectura, se entretuvo escuchando el sonido del mar y oliendo el paisaje, en espera de la hora de cenar. Como en un teatro de marionetas vio abajo en la playa, a la escasa luz reinante, a tres personajes que le parecieron pieles rojas, que arrastraban a un cuarto y lo golpeaban con leños y puños, hasta que el hombre (o mujer, no distinguía) quedó inerte. Uno sacó un revolver reluciente y le pegó dos tiros en la cabeza. Los indios (si lo eran) miraron hacia todos lados buscando testigos. Lo descubrieron en la semioscuridad. Subieron hasta donde se hallaba y lo suicidaron de un balazo en la sien. El viejo fue enterrado sin oficio religioso por haberse quitado voluntariamente la vida (el revolver puesto en su mano era prueba contundente), acusado del asesinato de su hijo, presunto contrabandista.

“Carne de perro“

“Los policías canadienses“

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al negocio ser perro en Haití”, expresó el viejo escritor. “Por una parte los odiamos, los hacemos sujeto de proverbios denigrantes; por otra parte no tienen qué comer, los basurales los controlan cerdos y ratas, más aguerridos. Por último, no aguantan el calor. Son macilentos y chicos nuestros perros”, remató el anciano, pasándose un palillo de madera por los dientes para sacar un trozo de carne rebelde, atascado entre su canino izquierdo y el incisivo contiguo. “Aunque no son malos del todo”, prosiguió. “Toda mi vida he comido pescado o lambi. Esa concha grande que usted conoce. Pero en algunas ocasiones he comido perro. ¿Y usted, amigo?”, me preguntó, socarrón. “No he probado” respondí. “Vea allá la piel de Fignolé”, me mostró, “un escritor rival, un cabrón, lo detesto. Puse el mismo nombre a mi perro. Lo preparé bien, adobado por varios días para enternecer la carne, cocido con hierbas para quitar el olor a porquería y el feo color pardo. Lo hice por usted, para que supiera lo que es merendar perro”. Me escudriñó, esperando una reacción. “No sabía mal la carne de su perro”, repliqué, duro de pelar. “No era del perro, era del escritor”, retrucó el viejo.

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ucían todos altos, corpulentos, en óptimo estado físico, los policías canadienses. También ellas, que parecían ser menos de una cuarta parte del destacamento. Bonitas casi todas. Los habían instalado en el Hotel Karibe, en Petionville, situado en un frondoso parque donde alguna vez existió un monasterio. Se acomodaron ruidosamente, sin saludar a nadie. El primer día estuvieron bien modositos, cenaron y se retiraron. Dos por pieza. A la segunda noche un grupo de hombres se juntó a beber en el bar. Pura conversación y fumadera. Se acostaron pasada la medianoche. La tercera jornada (un viernes) se decidieron por la juerga, hombres y mujeres, siempre en la zona del bar. Pero en lugar de conversar, exigieron música salsa y bailaron. La cuarta noche fue la del sexo. Visitas subrepticias, intercambios de piezas, gritos y risotadas. Mucho whisky, jolgorio total, nadie pudo dormir en el hotel. A la quinta noche se empezaron a atacar unos a otros. Por las mujeres, insuficientes. Hubo disparos. Todo gracias al armamento, cada cual era responsable de una bolsa azul donde se adivinaban metralletas, pistolas, granadas y municiones. Al sexto día se fueron a Gonaives, de lo más modositos. Al parecer no hubo víctimas fatales que lamentar.

l género policial, considerado por ciertos grupos de la alta cultura como literatura menor, ha estado en Chile ligado a otro arte igualmente considerado bastardo: la historieta. Hoy, las cualidades de arte menor o mayor de ambas categorías no son un tema de discusión, sino más bien lo contrario, sus obras son cada vez más objetos de revisión, estudio y, por sobre todo, lectura. La tira diaria Desfiladeros que después pasó a llamarse Gastón Neira, dibujadas respectivamente por Abel Romero y José Rubén Orellana para el diario El Mercurio en los años 50, pasando por la historieta breve Al margen de la ley, escrita por Juan Marino en los 70, hasta las novente-

ras Medianoche de Editorial Dédalos y la relativamente reciente historieta de Mariano Lince, detective (creación de Cristóbal Valderrama para el diario La Nación) son sólo algunos ejemplos que demuestran que la historieta chilena ha abordado el género con cierta holgura a través de su historia. Así pues, el personaje del detective o esa gran sinécdoque que bien podría ser la figura de la investigación policial, han tenido su símil en las páginas de nuestra historieta. Un caso que merece especial atención es el de la revista Delito, publicación de corta vida, dedicada completamente al género y creada por la editorial estatal Quimantú en los años 70.

Delito publicaba dos historietas originales: Archivo “S” (dibujada habitualmente por Onofre Díaz) y Patrullera 205, amén de la breve historieta Suspenso que adaptaba, en pocas páginas, cuentos de autores como James M. Cain o Lee Winter. El resto del equipo estaba formado por los dibujantes Manuel Ahumada, Manuel Ferrada y los guionistas Juan Bley y Eugenio Morales. Delito era una revista creada bajo los parámetros de La Unidad Popular que buscaba, a través de historietas sobre Investigaciones y Carabineros de Chile, acercar al lector estas figuras de poder y -como diría el escritor argentino y guionista de historietas Juan Sasturain, hacer “aventurable” nuestro entorno cotidiano. Las historias de Delito transcurrían en las calles de nuestras ciudades y ponían en el centro de la narración el lado humano de sus protagonistas. Ricardo Santana, por ejemplo, detective de la prefectura móvil y protagonista de Archivo “S”, era enfrentado habitualmente a sus emociones, a menudo vapuleadas en el cumplimiento de su deber. Así puede verse en el episodio “El Gordo de la Lotería”, Delito Nº 125 (1) en el que, tras solucionar exitosamente el caso, Santana debe enfrentar la pérdida de su bebé recién nacido y la culpabilidad de su propia ausencia. Cierta atmósfera a ratos algo naif, mezclada con una clara crítica al poder y el dinero, campeaba sobre las páginas de la revista, que relataba, a través de Archivo “S”, las aventuras de cuatro personajes ligados a la policía de investigaciones. Por su lado, Patrullera 205, historieta que abordaba las aventuras del Sargento García y el Cabo Farías de Carabineros, parecía la respuesta criolla a la serie norteamericana Área 12, aunque las situaciones eran absolutamente locales. Los crímenes más complejos estaban reservados para la primera serie y los menos sofisticados, para la segunda. En sus páginas eran habituales las persecuciones a un auto Impala y sus episodios bien podían transcurrir en Lampa, en el centro de Santiago, mientras que otro podía acontecer en la cumbre del Morro de Arica, marco indiferente de algún nuevo asesinato.

Una especie de dramatis personae de Archivo “S”, publicada en el retiro de portada de la revista, presentaba un intríngulis moral que dirigía los pasos de cada personaje a lo largo de todos los episodios y exhibía claramente la vocación de la publicación: “Ricardo Santana lucha por la justicia a pesar de que considera que ésta no es perfecta. Este hombre puede condenar a su hermano”; “¿Tiene derecho una persona a gastar su vida y a arruinar la de otras? Raúl Santana cree que sí”; “¿Usted podría señalarle el camino a Julia Santana, una muchacha que aún no sabe distinguir cuándo un ser humano es justo y auténtico?”; “Corina ha sabido mirar al mundo desde una difícil situación y lucha a su manera contra el ambiente que puede aprisionar a muchas mujeres más”. Las historietas de Delito no se encuentran entre las más recordadas de la época. Tal vez su corta vida, su dispar calidad o quizás la dirección decididamente educativa que la UP quería darle a todas sus revistas le impidió calar hondo en los lectores y coleccionistas de historietas. Lo cierto es que sus historias, ambientadas en los comienzos de la década de los 70, buscaban humanizar a las fuerzas de la ley y el orden, pero sin embargo, sus páginas setenteras prefigurarán sin saberlo la traición del poder y los horribles crímenes que vendrán después, perpetrados luego por delincuentes aún más terribles que los de las páginas bidimensionales de Delito y esta vez, muy bien pagados por el Estado chileno. Pese a esta cifra, la colección de la revista Delito alcanzó muy pocos números ya que como era costumbre en la época, algunas revistas heredaron la numeración de las publicaciones que las precedían. En este caso, Delito era presentada por la extinta revista Espía 13, herencia del período Zig Zag. ATL (1)

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LOS SIGUIENTES IMPUTADOS HAN SIDO FICHADOS POR SU DESTACADA PARTICIPACIÓN EN LOS HECHOS:

Antonio Rojas Gómez y Cristian Cottet.

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ristian Cottet (Santiago, 1955). Antropólogo, ensayista, poeta, narrador y editor, Director de la Editorial Mosquito Comunicaciones. Dirige y edita la colección Crímenes Criollos, dedicada a la difusión del género policial en Chile. Ha publicado: Amor y rebeldía 1982; Urbanidades, 1983; Épica Inconclusa, 1983; Proclama, 1985; Manifiesto un terrible descontento con ayer, ayer 1986; Has recuperado nada, 1990; Libro de los hechos inevitables,, 1996; Interpretaciones y testimonios, 2002 y el ensayo-testimonio: Carlos Sánchez: la razón de estar gay gay, 2005.

En la casa del Olguín Por Antonio Rojas Gómez

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lguien se acuerda de Mario Clavel, el chansonier de América? Era un tipo simpatiquísimo, que no escondía su calvicie y cantaba unas canciones pegajosas y alegres en las que revelaba, con buena dosis de ironía, una lúcida mirada sobre la cultura de la época. “En un jardín de palacio / Romeo y Julieta también, / Romeo le canta un bolero / y Julieta suspira por él”. En los años sesenta del siglo pasado causó furor su Carlos María, “ese chico de modales delicados / que habrán visto en todos lados / y que siempre van a ver”. No se abrían aún las puertas del closet y aquella temática causaba risillas y sonrojos. En la canción de Mario Clavel “Carlos María / en la casa de su tía / en una fiesta el otro día / a una chica conoció, / salieron al jardín, / buscaron un sillón, / ella decía ¡sí! / y él protestaba ¡ay, no!” Entonces el personaje busca a la dueña de casa y “le dijo: tía, / esta chica es alocada, / atrevida y descocada, / yo no sé qué se creyó”. Entre sus muchas canciones, Mario Clavel tiene una en la que cuenta la historia de un asesinato: “Se ha cometido un crimen / en la casa de Lord James…” Mi primo Luis Patricio, que hoy es un reputado médico cirujano, tenía apenas cinco o seis años y no entendía esto de la casa de Lord James, en cambio le resultaba muy familiar la casa del Olguín, que era un amigo nuestro, de sus hermanos mayores. Y como al oído suena similar, el pequeño futuro doctor cantaba con infantil entusiasmo “se ha cometido un crimen en la casa del Olguín”… Pero no, en aquel entonces los crímenes novelescos ocurrían en Europa, especialmente

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¿Qué se propuso, como programa de acción cuando ideó este proyecto editorial que denominó “Crímenes criollos”?

en Inglaterra, en un Londres envuelto en la bruma y el misterio que tan bien reflejó la pluma de Sir Arthur Conan Doyle y continuó más tarde con talento singular Agatha Christie, “la señora homicida”, como la llamó ingeniosamente la revista italiana L’Europeo en una entrevista memorable. Los sucesos luctuosos domiciliados en el país no merecían entonces más que algunas páginas de la crónica roja periodística cuyo destino final era la carnicería, el almacén de la esquina o el puesto de pescados. Así, las historias de asesinos memorables como el Tucho Caldera, el Che Galdames o el Rucio Bonito, terminaban de envoltorio de viandas y menestras más o menos apetitosas. Pero a nadie se le ocurriría envolver pescado con las hazañas de Sherlock Holmes, de Hércules Poirot o de Miss Marple. Hoy es diferente. La literatura policial no llega solamente de Europa sino que se elabora en casa. Y al lado del Inspector Maigret se yergue el detective Heredia, y los escritores chilenos de novela negra conversan de tú a tú con los ingleses, norteamericanos, franceses o españoles. Esto no es solo un decir sino una realidad inobjetable que veremos concretizada en el próximo octubre cuando se realice “Santiago Negro”, el primer festival de novela negra que se escenificará en el país, con presencia de invitados nacionales e internacionales, al estilo de los cónclaves ya legendarios de Guijón o de Madrid. Puerta abierta a un género literario que ha alcanzado niveles superiores, que no es solamente entretenimien-

Cristian Cottet: poeta, editor y narrador de novela negra y policial

to o evasión, sino espejo de la realidad. Los autores de libros policiacos no se quedan en el juego ligero, un poco inocentón, de desafiar al lector a descubrir quien es el asesino. Más bien muestran el mundo convulso que vivimos, la sociedad desconcertada de una época de cambios que ignoramos adonde nos conducirán, las mentes enfermas de los que delinquen, los desvalores que pavimentan el camino del oprobio, las acechanzas del error conducido desde liderazgos cuestionables que nos deshumanizan y nos sorprenden y frente a los cuales el ciudadano, el hombre y la mujer de hoy se yerguen perplejos, atiborrados de interrogantes para los que no parecen existir respuestas coherentes. La novela negra dejó de ser un género literario menor y el festival Santiago Negro, que aguardamos como hito cultural trascendente para el país, lo demostrará cabalmente. Porque ya los crímenes literarios no se cometen solamente “en la casa de Lord James”, también ocurren “en la casa del Olguín”, sin que a nadie muevan a risa, sino a reflexión.

¡Ah!, en la canción de Mario Clavel se llama a Sherlock Holmes para que resuelva el crimen, y naturalmente el famoso detective descubre que el autor es el mayordomo, quien confiesa que en realidad él fue quien mató al gato de la mansión porque le hacía la vida imposible… ¡Era fantástico Mario Clavel! ¿Cómo no se acuerdan de él?

El cantante argentino Mario Clavel, en una de sus presentaciones.

Este es un antiguo proyecto. Cuando publicamos con Ramón Díaz Eterovic el libro “Crímenes criollos. Antología del cuento policial chileno” se pensó como el comienzo de esta colección. Los problemas económicos que implica un proyecto de este tipo permitieron sólo publicar un libro más. Esto es hace ya más de quince años. Mosquito es una empresa pobre, con fuerza y gancho pero pobre. Si hablamos de “programa” se me complica la respuesta, en verdad el objetivo principal es poder ayudar en la visibilización de este tipo de escrituras. En Chile, al no existir colecciones, librerías ni asociaciones referidas a lo policial lleva a que este tipo de textos circulen sólo como novelas, invisibilizando una producción que, aunque es menor si la comparamos con otras realidades, es por lo menos importante. En Chile existe una pequeña tradición cuyo principal exponente es René Vergara, quien además de publicar sus novelas instaló una librería cuyo nombre era “Novela Policial”, en calle Nueva York. ¿Qué lo llevó a transformarse en un editor, especialmente de obras relativas a la novela negra y policial en un país como el nuestro donde un género como este no tiene tantos lectores? Comencé siendo editor por una circunstancia generacional, es a fines de los ochenta, cuando no existía un espacio que acogiera parte de la promoción de escritores que emergieron con posterioridad a la dictadura. Es extraño, pero comencé editando a narradores como Pía Barros, Juan Mihovilovich, Diego Muñoz Valenzuela. Paralelo a

esto inicié una colección de poesía, “La estocada sorpresiva”, la que a la fecha ha incorporado casi un centenar de poetas chilenos, como Sergio Parra (que inició la colección), Tomás Harris, Francisco Vejar, Pedro Vicuña. Fue una cuestión que nació casi de manera espontánea y con el tiempo se transformó en una editorial. Lo policial vino después de algunos años de camino. ¿Por qué le puso Mosquito a su editorial, señalizando en su logo una especie de zancudo? Es un mosquito. Lo que nosotros reconocemos como zancudo es un mosquito. La razón de ese nombre es un crimen que ningún detective ha develado. ¿Cuál ha sido su mayor logro como editor de novelas policiales y negras? Haber llegado a este evento, me refiero a Santiago Negro, con seis o siete títulos en la colección y que ningún medio de comunicación esté dando cuenta del episodio. Como antropólogo puedo asegurar que “es un factor de análisis”. ¿Cuál es su plan editorial para las próximas publicaciones sobre el género negro y policial que se ha trazado? La colección es nueva y pretendo seguir con ella. Trabajar con colecciones, sobre todo en este género, es una necesidad, por lo que espero reunir nuevos textos y nuevos escritores. Se requiere masificarla aún más, que las librerías destaquen las obras y que podamos llegar a más ciudades, ya que una de las debilidades es justamente la distribución nacional. Hace unos días, conversando con el escritor Bartolomé Leal me discutía esto de las colecciones apelando

a que poco a poco se terminaban, con la excepción de Francia. Quizás sea así, pero en Chile la etapa de la colección aún no la vivimos en profundidad. ¿Qué opina sobre la producción del género negro y policial en el país? ¿Cuáles son los autores que más aprecia en este género en Chile? Dejando de lado a mis amigos, creo que el autor que más aprecio y por el cual mantengo un alto respeto por sus obras es René Vergara. Me gusta el “Mono” Cortés como detective, sigo y persigo las extensas reflexiones del autor. Creo que es el apego que alimento a la Modernidad burguesa, aunque sea redundante, que lidia con el escepticismo posmodernista. Para Vergara su personaje el “Mono” Cortés es una excusa para desplegar ciertos ideales de sociedad donde la solución de un “caso” no le cae del cielo, son sus acciones las que lo llevan a cierta “verdad” que tampoco deja muy tranquilo al investigador. ¿A quien le gustaría editar en el género negro y policial, sin importar su nacionalidad, en su editorial? Me hubiese gustado instalar en Chile a Daniel Chavarría con su coronel Alba, con él aprendí que es mejor

no dormir de noche a hacerlo “un par de horitas”, el cuerpo está más tenso, más despierto para los avatares del nuevo día. También sería una satisfacción enorme reeditar las novelas de Vergara. Si se le diera la oportunidad de escribir un policial o novela negra, ¿qué elementos incluiría en su eventual creación? Soy escritor y esa posibilidad está siempre presente. Tengo en planes publicar una novela de corte policial que narra la historia de un delincuente chileno que va de cárcel en cárcel. Él es muy torpe, pero insiste en el “choreo”. En esta novela la tortura es recurrente… ¡y no transcurre en dictadura, sino en democracia! Por otro lado, estoy terminando una novela donde los investigadores son un detective de origen mapuche y un viejo, casi vagabundo, que recurrentemente increpa al policía. Ese encuentro del chileno y el mapuche llevados al límite de verse las caras todos los días y enfrentar a delincuentes que no son tan malos, o por lo menos, no mucho más que los investigadores… eso me tiene ocupado. El Indio, así le dicen, se esfuerza por respetar los límites que su institución le impone, mientras que el viejo, canero antiguo, cree más en ciertos métodos poco ortodoxos. ATL

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MAGAZINE

COSECHA

A J O R Vienen del miedo La iniciación de Helios Murialdo Santiago: Mosquito Ediciones Colección Crímenes Criollos.

a, m s e r a u Q o i l i Ab

ivado en r p e v i t c e t e d un sonajes r e p e d o t n i r e el lab ssoa de Fernando Pe

Escribir a cuatro manocusatro manos.

sultar escribir a oria. ué difícil puede re s una misma hist de tra o s rg re ca ito a cr es ón s ici do ed Es decir, imera, en una lemas que esto publican por vez pr untado en los prob rnando Peseg Fe pr de he s e co m ía e lic n mayo de 2008 se pr po em Si ajes, el lenguaje relatos fue gran María Freitas, los trucción de person a ns et co bo la lis en a et er po tra e la profesora Ana El pued ador. ciedad deciden Quaresma, descifr nos autores en so e una o gu ul cib Al re tít o! el do til jo an es ba cu el , os ¡y ud vent discusión te asumido, soa, reunid asionó desde su ju a cierto, previa una m ap r io lo po id e s”, el qu lo , o tu ro nt pí ta ne ca e gé s mo en trae aprend “turnarse lo admirador del las historias, de tra o , Sudáfrica, dond nd an po rb lla ro Du rro ne sa gé en de el n r ica tectiterés po mática. Otros, va formación académ policial, inventar de un comprobado el in a a, s gr ed to ne qu en Y la a. cu ve on no os aj a eros glos complejo todavía. mo. Pero, hacer un manuscritos num como la cultura an iales, debe ser más su famoso baúl de si todas lic ca en po , re as an m ub ab sc st tra de gu er lv se le casos notables de o a él ves, reso licial cuando existido y existen zonamiento, com n ra y ha a s, m re ig do en rra de na s y Jorge Luis BorHablando de policiales, historia olfo Bioy Casares as, Ad ad l: at ia sc lic re po s l la de o lv as sa icaron varias parejas creativ inconclusas. Claro, stos Domecq” publ Bu a. iv “H pr o ive im ct ón te ud de dro Parodi, ias del ges, que bajo el se agonizados por Isi las curiosas histor ot pr s co ia lic po s lato a celda a. colecciones de re enigmas desde un s do do Abilio Quaresm sa ve are en Qu ás ive y ra los m ar al detect Frederick Dannay un genio que acla Y podemos imagin nndena; los primos ve co la e e pl sd n m ee de cu e Qu do y nd an le serv o de El de la cárcel do resma instalado ob famoso seudónim el de n so co pi on o ar gu nd al rm gu fi tan en a en el se Manfred Lee, que o Díaz que se apun ni tana de su oficin ge riEu y lo al co y Le la é ui m lo en la tranq y los chilenos Barto ro Yberra. un edificio ubicado piando es a, seudónimo de Mau bo el mas paLis n co en s s, le ia iro lic ue po nq s Fa s donde los proble no do ro Pe da Rua do bi de se más allá de lo a, casi inexistente recen exteriorizar la vida. Su sombr om ac le e qu , que le sucedió su cuerpo esperado, es en lo a la delgadez de ial on rs pe ás que ilustra recía tener m pareja de autores la a pañó siempre; pa e qu , ta ju duetos figura débil y en en a este tipo de bi uy m dad que su propia e es n vela policial; me sa estatura le daba dedicados a la no sumada a una esca a al m la r po do ta arcejac, seudóncia, afec refiero a Boileau-N aire de insignifica rie va ia pl am dos famosos afición a la mo conjunto de ni alimentación y su , do ia Ch do es de obras de bar A Brasileira escritores frances dad de licores del rave de es rd ta s la r , algunas de pasa suspense e intriga lugar donde solía lo Y o. nd ye le y r parte de los ostrado las cuales forman no, acodado al m s so ca s su ía lv ura policiaesma reso sicos de la literat clá más insólito, Quar ra pa na ñi nsideraba da Ayraud, cuyo ca francesa. Pierre a distancia, pues co tiación rv sin se ía ob en la st a so m y , le omas Narceob lizándola seudónimo era Th la solución del pr ad sin verla, idea ir rd lu ve nc a. la siv co ía plo ra ex tru pa a ns o rej e filósofo de ; reco una pa mient Boileau-Narcejac, directa de lo real jac (1908-1998) fu s, basta el razona to da s lo en r s ra do nt ia co nc le en gra con z difere do en la novela ne manía, era imposib sa la tubear que “una ve re a te st in ha te o en ad m lin al ip ; inici ación”. Disc man policier, 1947 formación y estaba cualquier investig s (Esthétique du ro ó ci a de sitio. yo er sa no fu en co e s lo es 6rio vi só 90 va tu a (1 ir es m ib e au el fin de escr en Lisboa, Quares su oficina algo qu tro con Pierre Boile nta años de vida bos ubica50). Es su encuen m ue 19 (a nc , a ci la firma on in y ic de en ta of ás lis Sim su m s ve y s Ca no Le En su s, su cuar to carrera de su ico bl de o pú s nz re ie m ga lu co ial tres 1989) se da lugar igo, con el seudón diez de sus calles, ); y a pesar s Fanqueiros); s con su nuevo am da do a rti Ru pa a m co ism s m ra de sus ob dos sobre la bían ocurrido cejac. sos que no sólo ha ca ió lv so que ideaba re , to én es bi mo de Boileau-Nar m de en París, y era el al, sino ta a ug ví rt vi Po au de ile es Bo e on lo de la Se cuenta qu en todas las regi encia en un pueb a visitados de sid nc re nu s su re a ní ga te lu , s ac Lo las tramas; Narcej muy lejos de allí. por carta, pero a dimenSe comunicaban n, una vez en la a. tía ab er ct nv da co re se él s, y s y como las cosus caso Bretaña, lculo, en laberinto lver un episodio, cá l so re de e y nt to ge ep ur nc cía década sión del co veces se ha completamente rga distancia en la n la ía de ec s ar ca ap ni e fó le qu te geométricos municaciones as, recurrían al de sus re difíciles e incómod en la exposición an er ta en ar cu s lineales y llanos de lo rió en el curel tiem n Narcejac descub ativos. Tampoco ió ig as st oc ve a in un s En do o. lta su raarma de telégraf ido que haría un ra su facultad de ru pa el o e ul ác qu st ra ob itu e cr po fu so de la es ctivo socio desde París eíble olfato dedu el argumento; su ba ica pl m ciocinio y su incr co o s eg so fu ama es un doo a solucionar ca ndo que el telegr da vi ol ó, pues llegó inclus di on sp le re revólver. ocurrido y que sin “Descartemos el ive. Así ct o: te lic de úb ip ro m ot que aún no habían r se ie to alqu cumen ra después la posconcertado a cu n veneno”. Una ho duda hubieran de . co as os m ig em en ob de Pr or descifrad o su casa. era Quaresma, el licía había rodead

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n estudiante universitario muere mientras conduce su auto por un camino rural próximo a Curicó y aunque todo hace pensar que se trata de un accidente, motiva que los policías Sebastián Romero y Milan Raquena inicien una investigación que los llevará a desentrañar un crimen en el que intervienen los celos y un marcado desprecio por la vida.

A través de la narración de un crimen, Helios Murialdo desarrolla una acertada radiografía de la sociedad chilena, en la que germina la intolerancia, la división de clases y la expresión soterrada de ideologías que pretenden ordenar la sociedad a su antojo. Como en toda novela policial, las apariencias engañan, y tras la desenfrenada vida de un puñado de estudiantes universitarios existe un trasfondo de pasiones ilimitadas. La iniciación aporta dos nuevos detectives a la narrativa policial chilena, con personalidades atractivas y bien definidas, y permite apreciar los recursos de un narrador que es capaz de entregar una historia envolvente que se sigue con interés, tanto por llegar pronto a su desenlace, como por las características de cada uno de sus personajes, construidos con el acierto de un autor que conoce los brillos y las miserias de la condición humana.

de Michel Bonnefoy Santiago: Lom Ediciones Por Ramón Díaz Eterovic

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ichel Bonnefoy, autor chileno de larga residencia en Portugal y Francia, publicó en el año 2000 la novela Vienen del miedo. La historia atrapa por su bien urdida trama y por la personalidad atormentada de su protagonista, un contador aparentemente de una vida anodina, dotada de una capacidad sensorial especial que, en un momento determinado, se siente víctima de una persecución efectuada por una organización secreta que, con fines económicos o científicos, pretende apoderarse de sus conocimientos. Desde ese punto se desata lo que parece ser una doble persecución: la que realiza la supuesta organización secreta y la que efectúa el propio contador para llegar a conocer qué o quiénes están detrás de él. Vienen del miedo es un acertado relato psicológico, desplegado a través del protagonista narrador que cae en una suerte de espiral destructiva que lo va despojando de los afectos de su entorno –los familiares, sus hijos, su esposa, sus colegas de trabajo–, que poco a poco lo condenan a la soledad, a la desconfianza hacia todos quienes le rodean y en quienes cree ver a sus enemigos. El relato del protagonista es la cuenta detallada, precisa, de una investigación, y en su lógica, que lo lleva a cometer errores y aciertos, está el despliegue de una investigación bien urdida, que se sigue con el interés que genera todo buen relato policiaco.

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