ASESORES DE IMAGEN
En las pasadas elecciones municipales y autonómicas hemos tenido la oportunidad de comprobar, una vez más, la importancia de tener un buen asesor de imagen. Ya lo dice el refrán, vale más una imagen que mil palabras. La corbata, el pañuelo, el color del traje, el peinado, la voz, los gestos, la mirada, la cercanía. En fin, toda una maquinaria mediática al servicio de la “fachada”. Pasa exactamente igual en el mundo de la empresa. Lo importante es venderse como sea y al precio que sea. Esta es la razón por la que se ofertan cursos de marketing personal, de cómo mejorar la imagen, de como hablar en público, etc.… Para vender estos productos lo primero que hay que hacer es segmentar el mercado, el mercado de directivos y ver cuáles son los target psicografico y demográfico. Se pueden distinguir cuatro tipos de directivos: los que tienen buena imagen dentro y fuera de la compañía; los que acreditan mala prensa fuera y buena dentro; los que dan el pego de puertas para fuera pero no dentro; y finalmente los que no gustan a nadie. Ni que decir tiene que los directivos cotizados pertenecen al primer grupo. Son los que tienen una forma de dirigir elegante. Su perfil les define como señores que saben estar en todos los sitios y que pasen por donde pasen siempre dejan un buen recuerdo. Se puede decir que no necesitan ningún asesor. Lo llevan innato, han nacido con ello en los genes. Los ves en un foro o en un congreso y te llaman la atención por sus formas, su estilo, su no arrogancia. Conozco a varios con este pedigrí. En cierto modo los envidio. ¡Que suerte nacer así y no contagiarse de un ambiente que solo prima lo superfluo! Luego vienen los que se han hecho merecedores de una buena reputación dentro y no muy buena fuera. Son los que están convencidos que lo más importante está en su organización y no en los círculos de la “beautiful people”. Su máxima es hacerse famoso con los que tiene el honor de trabajar cada día y no preocuparse de mayores zarandajas. Suelen ser profesionales muy comprometidos y que no solo miran el corto plazo sino que su objetivo clave está en el largo. Son exigentes pero cercanos. Cuando salen fuera venden compañía y no su ego personal. Siempre hablan en tercera persona. En tercer lugar tenemos un grupo de alto riesgo. Son los obsesionados por tener una buena imagen fuera sin importarles lo que pase dentro. Se les conoce como los “egomanagers”, porque lo único que les importa es su propia imagen. Siempre hablan Jaime Pereira
[email protected] Página 1
en primera persona y los logros de la compañía solo se deben a ellos. ¡Que peligrosos son! Todos hemos conocido a alguno y ¿a que son tremendos? Únicamente se fijan en el “bonus” del año en curso por si no llegan al siguiente. Suelen ser bastante trepas. Albión Mark los definía muy bien cuando decía “el problema de competir en una carrera de ratas es que, aunque la ganes, eres una maldita rata”. De humildad saben poco y solo luchan para salir en la prensa y así asegurarse una fama que no podrían nunca conseguir con su profesionalidad y liderazgo honesto. Del último grupo es mejor ni hablar. Son los jefes, que no lideres ni directores, del absentismo, la rotación, el estrés, la desmotivación, la falta de compromiso, etc. Y estos como las meigas, haberlos hay los, aunque afortunadamente pocos. Como se puede ver la imagen refleja lo que de verdad uno es. Por mucho asesor de corbata, peinado, sonrisa y traje a rallas no puedes disimular lo que eres. Al final todo se descubre como a los políticos y ejemplos recientes tenemos unos cuantos. Warren Benis decía que ha surgido la necesidad de un directivo humilde, consciente de la realidad de cada momento, una persona que sepa controlar los aires de grandeza. También lo dice Jim Collins, los auténticos líderes representan una combinación paradójica de humildad personal y voluntad profesional. La imagen atrae, pero los hechos comprometen.
Jaime Pereira
[email protected] Página 2