Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Historia Seminario Teórico II: Acercamientos teóricos e históricos a los movimientos sociales Cristian Darío Bernal Useche Alain Touraine. El regreso del actor. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1987. Alain Touraine es un sociólogo francés. Hacia 1950 se licenció en la Escuela Normal Superior de París, y sus estudios posteriores en el campo de la sociología se dieron en el ámbito norteamericano en las universidades de Chicago y Harvard. En uno de los campos que más intensamente ha investigado, la sociología del trabajo, fundó el Centro de Estudios para la Sociología del Trabajo en la Universidad de Chile. Otro tema significativo en su obra, muy relacionado con sus vínculos con el mundo Latinoamericano y con la experiencia de Solidaridad en Polonia, ha sido el de los movimientos sociales. Sus obras más significativas, por fuera de la aquí reseñada son La evolución del trabajo obrero en las fábricas Renault (1955), Sociología de la acción (1965), La Sociedad posindustrial (1969), Producción de la sociedad (1973), y decenas de compilaciones ensayísticas, donde precisamente, ingresa el texto reseñado. El texto de Touraine parte del reconocimiento y la descripción de una crisis de representatividad de los paradigmas sociológicos clásicos y sus desarrollos a lo largo del siglo XX. No se niega la posibilidad de representación de la sociedad en el ámbito sociológico; se plantea, recuperando lo planteado en Producción de la sociedad, que esa representación ya no apelará a los términos convencionales de sociedad, evolución o rol, y se apoyará en nociones como historicidad, movimiento social y sujeto. En el telón de fondo, existe una disputa por los significados y la historicidad del proyecto modernizador de occidente, y la manera en que deconstruyó los grandes relatos colectivos, meta-sociales, asociados a los sujetos sociales en su momento “tradicional”. Ahora, la propuesta de una nueva sociología debe ser capaz de asir y de representar la comprensión de las “acciones colectivas” y los conflictos de los actores sociales en un marco “moderno” que ha exacerbado la secularización y el “desencantamiento” weberiano, la particularización excesiva de la experiencia subjetiva y la producción masiva de elementos culturales y simbólicos en la configuración de identidades. La sociología de la acción en Touraine no debe: ni ceder exclusivamente a la representación sistémica y estructural de la sociedad, ni a la negación de toda representación posible y a la idea de individualidades particulares y aisladas, en desmedro de la dimensión social; en el equilibrio, y en la aceptación de la posibilidad de representar la sociedad en su momento actual (década de los ochentas) con sus particularidades, el sujeto (que es el actor referido en el título con la particularidad histórica que lo acompaña) aparece como el enlace posible de las formas de estructuración y acción social para proyectar, de nuevo, como los clásicos en su momento, una representación de la sociedad. Con ese objetivo en mente, el texto se compone de tres partes: La primera, referida a la nueva representación de la sociedad propuesta, a partir de un recorrido en la transformación y la crisis de la sociología clásica, y el retorno del sujeto como categoría posible de integración de una nueva representación de la sociedad; en la segunda, se exponen las bases de lo que sería una sociología de la acción y la pertinencia de los movimientos sociales; en la tercera, se plantea un poco mejor la noción de historicidad y la
operatividad de una sociología de la acción en el tiempo presente, sobre la base de la comprensión que Touraine asigna a los movimientos sociales. Al pasar revista de la sociología clásica, Touraine describe tres elementos básicos en su composición inicial: la fusión de sociedad con la noción de “sentido de la historia”, en el ánimo de pensar la inevitable configuración de una sociedad moderna; en segundo lugar, la fusión de un sistema social con la idea de Estado nacional; en tercer lugar, la sustitución de los actores sociales por conjuntos estadísticos. El común denominador de la sociología clásica, a juicio de Touraine, es precisamente la “desaparición” del actor social. Su descomposición se da, más que por la crítica interna de la disciplina, por los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX (dos guerras mundiales, el ascenso de los totalitarismos, los campos de concentración). Los principios de la sociología clásica se vieron interpelados. Esta crisis implicó una exacerbación de la idea del individuo, traducida en un individualismo fuerte que entró a interpelar los principios básicos de la sociología en su momento clásico. Disciplinariamente esto se tradujo en un reemplazo de la sociología o “lo social” por lo político. Ante el panorama descrito, Touraine reconoce el fin de la idea de la sociedad o del campo de “lo social; pero plantea la necesidad de construir un nuevo enfoque analítico (e interpretativo) donde el centro esté colocado en la idea de acción social. En la definición de la comprensión de la cultura como apropiación de elementos existentes dentro de realidades históricas concretas, como con el ejemplo de la industria y la apropiación que de ella dan obreros y empresarios, surge una idea de historicismo que implica, por un lado, el reconocimiento de la vida social se fundamenta en una relación primordial de dominación (Marx) y por otro, que la idea de un actor determinado se orienta por valores (Weber). En esa conjugación de Marx y Weber, Touraine encuentra el marco de definición de movimiento social1. En esta idea de movimiento social, propuesta desde la sociología de la acción y la intervención social de Touraine, ya no tiene sentido explicar el actor desde el sistema, sino que el actor se explica en su dinámica de movimiento social, de las relaciones y los vínculos entre sociedad y cultura. El punto fundamental, en otras palabras, está en reconocer la posibilidad de que un actor reivindique su historicidad, que no es otra cosa que la posibilidad de participar en la producción de modelos culturales (así Touraine no lo use explícitamente, se reivindica la capacidad de ser autónomo en el proceso de asignación de roles culturales, sociales, políticos o económicos). Las preguntas desde las cuales debe partir esta sociología de la acción, son: si es posible aún hablar de y pensar en la historia; si esa historia, en términos del momento actual, se traduce en una desviación, una regresión, o un continuismo con respecto a la experiencia precedente; y la más importante, qué actores sociales nuevos aparecen en este momento (para poder responder la pregunta sobre los Nuevos Movimientos Sociales). Ésta última plantea unos nuevos repertorios y espacios de acción de los movimientos sociales, donde un ejemplo interesante es el de las relaciones público-privadas, que las mujeres se encargaron de reconfigurar, mostrado el carácter político de lo “privado”. Para Touraine, al momento de escribir su libro, el regreso del actor social tiene que ver con los márgenes y las posibilidades de la acción social, que ya no puede inscribirse teleológicamente “actores opuestos por relaciones de dominación y conflicto tienen las mismas orientaciones culturales y luchan precisamente por la gestión social de esa cultura y de las actividades que produce.” Pág. 30. 1
en la transformación del curso de la historia, sino que va conectado a su condición subjetiva. La reivindicación no es histórica, sino moralista, en el sentido del rescate de libertades individuales ante mecanismos de dominación e imposición de modelos culturales. En ese sentido, la descripción de la situación social se da por cuenta de la capacidad creciente de las colectividades de actuar sobre sí mismas en un contexto en el que el poder no se define por la imposición de formas de trabajo, sino por la definición de estilos de vida, conductas y necesidades. Esto implica el surgimiento de nuevos actores y nuevas conflictividades. La noción de movimientos sociales se alimenta de esta concepción de la sociedad, donde la centralidad la marcan las relaciones sociales, y los intercambios que entre actores históricamente situados se dan. Esa definición y comprensión de la acción social, claro está, se da en el marco de una crisis profunda del proyecto modernizador en términos de la crisis de la metáfora evolucionista y desarrollista del progreso social, en términos del cambio de la idea de una sociedad articulada a unas instituciones ya una contradicción central y en términos de una nueva pauta de relacionamiento entre la sociedad civil y el estado, comprendiendo que para Touraine se presenta un regreso de la sociedad civil y una capacidad creciente de autonomizarse e interpelar al Estado. Si se trata, en últimas de fundar nuevamente una serie de discusiones que posibiliten una nueva representación de lo social, es necesario entonces, para Touraine, habiendo demostrado que los principios unitarios de la sociología clásica ya no tienen validez, plantear lo que para el sería un nuevo principio unitario, asociado a su noción de sujeto: la capacidad creciente de las sociedades humanas para actuar sobre sí mismas. Esa noción está asociada a la idea ya previamente desarrollada de historicidad, en tanto se ubica también en el horizonte de la capacidad de auto-producirse de las sociedades contemporáneas y a la idea de institución, ya no sobre la base de lo instituido, sino de lo instituyente. Con esto en claro, es evidente que la noción de Touraine de los movimientos sociales parte de la idea de que es posible la superación de las prisiones teóricas que establece la sociología clásica. Estos movimientos, a juicio de Touraine, no son la expresión marginal de un momento de cambios y convulsiones; no constituyen las nostalgias de la ausencia de una clase obrera proletaria y el deseo de unos académicos de constituir arbitrariamente un nuevo sujeto político de la transformación. Contrario a ello, son la expresión de un momento pos-industrial con impactos más allá de lo económico, en una dimensión cultural y en la reconfiguración de lo social. Por consiguiente, al querer hablar de una nueva representación de lo social, al plantear su posibilidad, no para continuar entendiendo sociedad o lo social en clave clásica, sino para ubicar los fundamentos del análisis del momento contemporáneo, el movimiento social se convierte en un elemento de significativa importancia para Touraine. Resulta interesante, en la idea de un regreso del actor, que se privilegia en un momento contemporáneo la capacidad de decidir y de auto-construirse, como atributo esencial de las sociedades que ambientan y explican los movimientos sociales. Sin embargo, creo que si hay una ligera exotización de la capacidad explicativa de una sociología de la acción y de los movimientos sociales con respecto a fenómenos que las sociedades post-industriales padecen. En particular, creo que el análisis de Touraine deja de lado o naturaliza elementos puntuales de la dominación y de las relaciones de poder al intentar darle esa vocación autónoma a los movimientos sociales.