Abriendo Mentes Emilio del Barco Agüimes, 09/09/2006 El pueblo español siempre ha sido emigrante. Algo innato. Es la búsqueda constante de mejoras en nuestras condiciones de vida. Esto ha sido hasta hace bien poco. Ahora no necesitamos emigrar, les ha tocado a otros desempeñar el mismo papel que nosotros nos vimos obligados a hacer. Tras la llegada de la democracia, hemos empezado a experimentar que en España se puede vivir bien. No sólo unos cuantos, todos. Para mí, vivir bien significa, en primer lugar, sentirse libre. Saber que nadie te va a poder perseguir porque tus ideas y actitudes sean diferentes a las que, el gobierno de turno, califique como correctas. O sea, coincidentes con las suyas propias. Puedes ejercer la religión que quieras, o no ejercer ninguna. No están lejanos los tiempos en que se necesitaba una recomendación del párroco para conseguir un trabajo decente. Cuando te plazca, puedes hablar la lengua que aprendiste desde la cuna, sin que nadie te lo prohíba. Hace poco, en un concurso televisivo, una señora preguntó si podría cantar en gallego con su hija, una tímida jovencita. Y el jurado accedió. Quizá tengo demasiados recuerdos de coacciones, prohibiciones, simulaciones, para no aparecer diferente, pero, casi se me saltaron las lágrimas al oírlas. Me pareció un momento de hermosa libertad. Como hermosa fue la expresión de felicidad de aquella señora. Ella había cantado, toda su vida, a sus hijos, en gallego. Y una canción de amores y sentimientos maternales la expresaba mejor en su lengua familiar. Emocionante. Me sirvió de prueba, una vez más, de que estamos viviendo en un país democrático, libre, en el que, para integrarse, no es imprescindible adocenarse. Ni ceñirse el uniforme del ciudadano medio, para pasar puertas. Se va admitiendo la diversidad. No todos tenemos que calcar modales de nuestros vecinos, para ser aceptados como tales. Podemos ser nosotros mismos, siempre que no molestemos, deliberadamente. La norma es que, en el hormiguero, todas las hormigas han de ser iguales. Si en un hormiguero todas son rojas y, de pronto, se acerca una marrón o negra, las demás la expulsan o la matan. Las hormigas no son democráticas, obedecen sólo a costumbres, órdenes o instintos. Nosotros, vamos tendiendo a ser racionales. Cuando, dentro de un millón de años, las hormigas abran sus mentes, y aprendan a pensar por sí solas, no como colectivo, a alguna se le ocurrirá razonar que, total, una hormiga es una hormiga, roja o negra, y, a lo mejor, pueden colaborar ambas. Viniendo de otros mundos, de otros hormigueros, es posible que podamos aprender algo de ellos. El progreso siempre surge de aplicar nuevas ideas a viejas rutinas. La mezcla de mentes distintas acelera la creatividad. La cerrazón sólo produce esterilidad. Si aprendiésemos, con espíritu positivo, a identificar, en los demás, todo lo que nos une, no daríamos tanta importancia a las diferencias. La Humanidad es Una. Emilio del Barco
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