ABRIENDO EL ALMA Nadie somos como aparentamos, sobre todo cuando no damos oportunidad que se nos conozca.
Escribir esta especie de monográfico, me empujó a hacerlo una de las seguidoras de mi blog, me daba la enhorabuena por escribir y hablar sobre un tema tan complicado como es, ser lesbiana. Me decía que me admiraba y que le había ayudado a seguir hacia delante con su vida por tantos relatos tratados abiertamente del tema. Me alegré, claro, pero no era real, porque si alguien estaba metida en el armario, ese famoso que hablan, era yo. Llevar dos vidas, paralelas pero totalmente diferentes, no es nada fácil, pero para mí cómo para muchas otras, era mejor que enfrentar la verdad con la gente que te quiere, siempre tienes miedo a ver cual será su reacción, no quieres perder a la gente que para ti es importante y piensas que una vez les digas que no eres cómo el resto, se van a avergonzar de ti, y prefieres vivir amargada tú, a amargar la vida al resto, sin darte cuenta que, para quien te quiere, sigues siendo la misma persona.
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© by ldana, 2009
Por eso, me planté y dije, no puedo seguir engañando a la gente que ve en mí algo que no soy, esa persona y su comentario me hizo pensar mucho, di muchas vueltas a mi cabeza, porque llevaba guardando mi secreto algo así como 28 años, había tenido relaciones, había sido feliz, había sufrido como una condenada por desamor, y sin embargo todo lo había pasado sola y en silencio, si tenía que llorar lo hacía a escondidas o en los momentos de máxima soledad, si era feliz como fui, no lo podía compartir. Siempre aguantando las bromas de que se te va a pasar el arroz, que si para cuándo novio, y siempre como gilipollas sonriendo y callando. El momento era delicado decir a tus padres, soy lesbiana, no es fácil. En mi casa mucho menos dados algunos problemas que habían habido tiempo atrás en mi familia. Así que llevaba unos días totalmente hundida en la miseria, como digo yo, me habían pasado cosas que me habían hecho reflexionar y de repente caí en una especie de agujero negro del cual no sabía salir. Me ahogaba seguir engañando
a
los
míos,
mintiendo
a
mis
amistades,
fingiendo lo que no soy, no mostrarme como realmente soy. No poder hablar con sinceridad con la gente me daba cierto agobio en ese momento de mi vida, siempre tenía que huir, siempre contar mil historias que no eran mías.
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Decidida mientras le ponía el tinte a mi madre, que he de decir, le subió enseguida y ha sido el mejor tinte que ha llevado en su vida, le confesé ante su insistencia si me pasaba algo. -Soy lesbiana y llevo más de 28 años callándolo. De momento se hizo el silencio, mi madre se puso las gafas, y me miró a través del espejo, le dije: -Lo siento, pero es así. Su reacción me dejó casi sin poder respirar, se levantó, me dio un abrazo cómo en su vida me había dado y después una buena bronca - ¡Qué clase de hija eres que no tienes confianza en decirle a tus padres la verdad! ¡Ya ves tú! Yo toda preocupada porque les iba a sentar fatal, y resulta que me riñe justo por lo contrario. Y allí nos quedamos un rato abrazadas y llorando. Yo lloraba porque en ese momento me sentía libre y feliz, mi madre creo que lloraba porque sabía que algo pasaba en mí, que algún sentimiento doloroso llevaba grabado y no lo compartía, siempre he sido introvertida para mis cosas, creo que lloró de tranquilidad. Hablamos mucho, le dejé claro cuáles eran mis gustos, mis preferencias, la pobre hizo como si aquello fuera lo más natural del mundo. Pero faltaba mi padre, parece que sincerarte a un padre es más complicado, el mío es de
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carácter fuerte, aunque después sea como la mantequilla que a poco le das calor se va derritiendo sin más. Cuando empecé a decir que tenía algo que contarle y que no lo había hecho por miedo, y mi madre con el papel de cocina en la mano, diciéndole ¡no pasa nada! ¡no pasa nada! Antes de que yo hablara mi padre me miró y me dijo: -Ya lo sé, lo sospechaba desde hace tiempo y por eso te decía que hablaras, no pasa nada por ser lesbiana, hija. Me asombró por algo en especial, mi padre no es cariñoso, y nunca me había dicho ese “hija” que sentí como si me hubiera abrazado. Fue especial sin duda, emotivo y sobre todo, aunque no hubiera hecho falta que nadie supiera la verdad, me hizo sentir libre. Desde entonces a mi madre le voy enseñando vocablos, “entender” es algo que ya ha aprendido, cuando le digo esa chica entiende, ya no me pregunta. -¿De su trabajo?, pues claro, si no, no iba a estar ahí. Ahora ya me dice. -Vale, vale.... Y la mira, y me mira a mí, y yo me río y al final, acabamos las dos riéndonos. Ahora ya lee mis novelas lésbicas, me dice que podría ser una Corín Tellado de temas “entendidos” le encantan, tanto que me da miedo que un día de estos me diga 4
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llévame a un bar de ambiente, que ya me ha dicho ¿tú vas? ¿la gente se comporta bien? ¿cómo son? Descubrir un mundo nuevo supongo que para ellos tampoco es fácil, pero no he recibido ni un solo reproche, eso no quiere decir que tenga la vida más fácil, pero al menos, puedo respirar hondo sin sentir que miento, ni engaño a quienes menos debo. Ellos lo han acogido muy bien, mi padre me dice que vaya a sitios “donde haya chicas como yo”, y su única pena era que no iba a tener nietos. Reacciones de este tipo, te dan a entender que intentan asumir rápidamente lo que eres, lo que significa tener una hija homosexual, pero se dicen tantas cosas que te das cuenta que lo intentan, pero a veces, me miran como pensando ¿y ahora qué pasará? ¿si no tienes hijos te quedarás sola? ¿qué será de ella? Por eso, no soy nadie para decir a la gente lo que hay o que no hacer, pero sí os digo, que yo he sufrido mucho por no creer poder decir la verdad, y ahora me siento libre, ahora lo digo con naturalidad y me doy cuenta que la gente me sigue mirando igual, aunque también me preguntan ¿y qué? ¿y qué? ¿es tan... así? La gente... sus preguntas... creo que si pudiéramos mostrar que no todo gira entorno a que te acuestas con una persona de tu mismo sexo, sino, que vives como cualquier otra persona, que amas a esa persona, que te preocupas si se pone enferma, que sonríes si la ves sonreír, si la gente fuera capaz de olvidarse por un
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momento del momento “cama”, quizá podríamos ser todos un poco más felices, y mucho más libres. Al menos mi experiencia que quiero compartir, me dice que realmente lo que somos simplemente es un ser humano, las preferencias a los que te quieren les dan igual, si te ven feliz, si te ven alegre, o si cuando tienes un problema ven que te pueden ayudar, es lo que realmente les importa. No digo lo que se ha de hacer, tan solo compartir mi salida del armario con la naturalidad con la que jamás pensé se haría.
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