Teilhard de Chardin sj.
Selección
El Universo cruje Cristo es el aguijón que espolea a la criatura por el camino del esfuerzo, del agotamiento, del desarrollo. Es la espada que separa, sin piedad, a los miembros indignos o podridos. Es la Vida más fuerte que mata inexorablemente los egoísmos para acaparar toda su potencia de amar. Para que Jesús penetre en nosotros es necesario, alternativamente, el trabajo que dilata y el dolor que mata, la vida que hace crecer al hombre para que sea santificable y la muerte que le disminuye para que sea santificado… El Universo cruje; se escinde dolorosamente en el corazón de cada mónada, a medida que nace y crece la Carne de Cristo. Lo mismo que la Creación, a la que rescata y supera, la Encarnación, tan deseada, es una operación terrible; se realiza por medio de la Sangre. ¡Que la sangre de Jesús… se mezcle con el dolor del Mundo!….
Promover el despertar del Espíritu
Lo que Tú quieres, Jesús, es todo mi ser, el fruto con el árbol; el trabajo producido, además de la potencia cautivada; el opus y la operatio. Para aplacar tu hambre y tu sed, para alimentar tu cuerpo hasta su pleno desarrollo, tienes necesidad de encontrar entre nosotros una sustancia que Tú puedas consumir. Ese alimento pronto a transformarse en ti, ese sustento de tu carne yo te lo prepararé liberando en mí, y en todas partes, el Espíritu. El Espíritu mediante el esfuerzo (incluso natural) para saber lo verdadero, para vivir el bien, para crear lo hermoso… El Espíritu, mediante la separación de las potencias inferiores y malas… El Espíritu mediante la práctica social de la Caridad, la única que puede reducir a la multitud a un alma única… Promover, por poco que sea, el despertar del Espíritu en el mundo, supone ofrecer al Verbo Encarnado un crecimiento de realidad y de consistencia; es permitir que su influencia sea más densa a nuestro alrededor. (Himno del Universo).
Dios está presente en todas partes, especialmente en la gente. Su alegría está en la sonrisa de un bebé. Su amor por nosotros, en el afecto de un niño. Su vigor, en la energía de un adolescente. Su poder, en las fuerzas de un atleta. Su Belleza, en el rostro de una joven. Su interés, en la devoción de unos padres. Su sabiduría, en la presencia de los ancianos.
Cada persona tiene, dentro de sí, algo de la bondad de Dios. No conviene que nuestra timidez o nuestra modestia nos conviertan en unos malos operarios. Si realmente podemos influir con nuestra fe en Jesús en el desarrollo del Mundo, no tenemos perdón al dejar dormir en nosotros ese poder…
Himno del Universo Desde que Jesús nació, desde que terminó de crecer, desde que murió, todo ha seguido moviéndose, porque Cristo no ha terminado de formarse. No ha atraído hacia sí los últimos pliegues de su Vestido de carne y de amor que constituyen sus fieles. El Cristo místico no ha alcanzado su pleno crecimiento, ni, por tanto, el Cristo cósmico. Uno y otro, al mismo tiempo, son y están siendo, y en la prolongación de este engendrar está situado el resorte último de toda actividad creada. Cristo es el Término de la Evolución, incluso natural, de los seres; la Evolución es santa… Cuando se me fue dado ver hacia dónde tendía el deslumbrador reguero de las hermosuras individuales y de las armonías parciales, descubrí que todo eso volvía a centrarse en un solo Punto, en una Persona, ¡la tuya…, Jesús…! Toda presencia me hace sentir que Tú estás cerca de mí; todo contacto es el de tu mano; toda necesidad me transmite una pulsación de tu Voluntad… Tu humanidad palestiniana se ha ido extendiendo poco a poco por todas partes, como un arco iris innumerable en el que tu Presencia, sin destruir nada, penetraba, superanimándola, cualquier otra presencia a mi alrededor… ¡En un Universo que se me descubría en estado de emergencia, Tú has ocupado, por derecho de Resurrección, el punto clave del Centro total en el que todo se concentra! Tú eres, Jesús, el resumen y la cima de toda perfección humana y cósmica. No hay una brizna de hermosura, ni un encanto de bondad, ni un elemento de fuerza que no encuentre en Ti su expresión más pura y su coronación…
¡Oh Cristo Jesús!, en tu benignidad y en tu Humanidad sustentas verdaderamente toda la implacable grandeza del Mundo. Y es en virtud… de esa inefable síntesis, realizada en Ti… que mi corazón, enamorado de las realidades cósmicas, se entrega apasionadamente a Ti. Te amo, Jesús, por la Multitud que se refugia en Ti y a la que se oye bullir, orar, llorar juntamente con todos los demás seres…, cuando uno se aprieta contra Ti. Te amor por la trascendente e inexorable fijeza de tus designios… Te amo por la Fuente, el Medio activo y vivificante, el Término y la Solución del Mundo, incluso natural, y de su Porvenir. Centro en donde todo se encuentra y que se extiende a todas las cosas para atraerlas hacia sí, te amo por las prolongaciones de tu Cuerpo y de tu Alma en toda la Creación, por medio de la Gracia, de la Vida, de la Materia. Jesús, dulce como un Corazón, ardiente como una Fuerza, íntimo como una Vida; Jesús, en quien puedo fundirme, con quien debo dominar y liberarme, te amo como un Mundo, como el Mundo que me ha seducido, y eres Tú, ahora me doy cuenta de ello, a quien los hombres, mis hermanos, incluso los que no creen, sienten y persiguen a través de la magia del gran Cosmos. Jesús, centro hacia el que todo se mueve, dígnate disponernos, a todos, si es posible, un lugar entre las mónadas elegidas y santas que, desprendidas una a una del caos actual por tu gran solicitud, se suman lentamente a Ti en la unidad de la Tierra Nueva…. Cristo glorioso, Influencia secretamente difundida en el seno de la Materia y Centro deslumbrador en el que se centran las innumerables fibras de lo Múltiple; Potencia implacable como el Mundo y cálida como la Vida; Tú en quien la frente es de nieve, los ojos de fuego, y los pies son más centelleantes que el oro en fusión; Tú, cuyas manos aprisionan las estrellas; Tú que eres el primero y el último, el vivo, el muerto y el resucitado; Tú que concentras en tu unidad exuberante todos los encantos, todos los gustos,
todas las fuerzas, todos los estados; a Ti era a quien llamaba mi ser con una ansia tan amplia como el Universo: ¡Tú eres realmente mi Señor y mi Dios! ¡Escóndeme en Ti, Señor!… En la Vida que brota en mí, en esta Materia que me sostiene, hallo algo todavía mejor que tus dones: te hallo a Ti mismo; a Ti, que me haces participar de tu Ser y que me moldeas… Ahora que ya te poseo, Consistencia suprema, y que me siento llevado por Ti, me doy cuenta de que el fondo secreto de mis deseos no era abrazar, sino ser poseído. No es como el rayo, ni como una sutil materia, sino como Fuego, como yo te deseo, y como te he adivinado, en la intuición del primer encuentro. No encontraré reposo, me doy perfecta cuenta de ello, más que si una influencia activa procedente de Ti cae sobre mí para transformarme… No seáis para mí, Jesús, tan solo un hermano, ¡sed también un Dios! Ahora, revestido de la potencia formidable de selección que os sitúa en la cima del Mundo como el principio de atracción universal y de universal repulsión, me aparecéis, en verdad, como la Fuerza inmensa y viviente que buscaba por todas partes, para poder adorarlas…
ADORACIÓN Una fuente de energía y resurrección en el fondo de tu alma «Adora y confía» No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto. Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía...
En el mundo estrecho y parcelado y estático donde vivían nuestros padres, Cristo ciertamente era amado y vívido por los fieles, tanto como en la actualidad, como aquel de quien todas las cosas dependen y en quien el universo "encuentra su consistencia". Pero frente a la razón, esta exigencia cristológica no era fácilmente justificable, al menos si se ensayaba tomarla en su sentido orgánico y pleno. De manera que el pensamiento cristiano no buscó incorporar esta primacía de Cristo a ningún sistema cósmico especial y esta cualidad de Cristo era expresada mas bien en términos de dominación jurídica, o bien se contentaba de ver triunfar la soberanía de Cristo en la zona de no experimental o extracósmica de lo "sobrenatural". La teología no parecería preguntarse acerca de si cualquier forma posible de universo era compatible con una economía de encarnación. En un universo unificado, de estructura cónica, Cristo encuentra un lugar preparado con toda lógica: el de la cima, de donde irradiar hacia todos los siglos y todos los seres. Y gracias a los lazos genéticos que corren entre todos los grados del tiempo y del espacio, entre elementos del mundo convergente, la influencia crítica, lejos de confinarse en las misteriosas zonas de la "gracia", se difunde y penetra en la masa entera de la naturaleza en movimiento. En un mundo tal, Cristo no podría salvar et Espíritu sin llevar con este y salvar, (como lo sentían los Padres griegos la totalidad de la materia. Et Cristianismo, por definición y por esencia, es la religión de la encarnación. Dios, uniéndose al mundo que ha
creado para unificarlo, y de alguna manera para incorporarlo a Él. En este gesto se expresa para el adorador de Cristo la historia universal. L'Avenir de I’homme
Al principio existía la potencia inteligente, amante y activa. Al principio estaba el Verbo soberanamente capaz de consolidar y dar consistencia a toda la materia que iría luego a nacer. Al principio no había frío y tinieblas, estaba el Fuego... Nuestra noche no engendra gradualmente la luz, sino que por el contrario es la luz preexistente la que, paciente e infaliblemente, destierra nuestras sombras. La misa sobre el Mundo.
La Vida pertenece tempóreo-espacialmente a la categoría de los objetos inmensos. Pertenece a lo Inmenso. Si se mueve, se mueve, pues, como lo Inmenso. Queremos saber, decidir, si la Vida y la Humanidad se mueven. Pues bien, no podremos saberlo más que observándolas (como si fueran la manilla del reloj) sobre una grandísima longitud de tiempo. Podría decirse que en este momento la Ciencia no progresa más que rompiendo una tras otra, en el mundo, todas las envolventes de estabilidad, ya que el resultado ha de ser que, bajo la inmovilidad de lo ínfimo, aparezcan movimientos extra-rápidos; y, bajo la inmovilidad de lo inmenso, movimientos extra-lentos.
Para entender correctamente el tema del mal -Injusticia, Desigualdad, Sufrimiento, Muerte-, hay que ubicarlo, el inmenso dolor del Mundo, deviniendo la Evolución una Génesis, aparece como revés inevitable, o todavía mejor, como la condición, o más exactamente incluso, como el precio de un éxito inmenso. El porvenir del hombre
Nuestra mayor limitación es la de no acertar a ver las cosas extraordinarias por la sencilla razón de que se nos presentan de un modo familiar
La evolución, como todos los procesos naturales, es un proceso sujeto a una ley que señala una dirección
Siempre se ha apartado cuidadosamente el amor de todas las construcciones realistas y positivistas del Mundo. Será forzoso que un día se llegue a reconocer en él la energía fundamental de la Vida, o si se prefiere, el único medio natural en el que pueda prolongarse el movimiento ascendiente de la evolución. Sin amor, se extiende realmente ante nosotros el espectro de la nivelación y de la esclavitud: el destino de la termita y de la hormiga. Con el amor y en el amor se realiza el ahondamiento de nuestro yo más íntimo en el vivificante acercamiento humano." (El porvenir del hombre, p.71)
Amaros los unos a los otros, reconociendo en el fondo de cada uno de vosotros al mismo Dios naciente. Esta palabra, pronunciada por primera vez hace dos mil años, tiende a revelarse hoy como la ley estructural de lo que llamamos Progreso y Evolución. Entra en el campo científico de las energías cósmicas y de las leyes necesarias. (ibid. p.95)
En virtud de la Creación y, aún más, de la Encarnación, nada es profano en la tierra para quien sabe ver.
Tú me cambias en Ti… En tus manos encomiendo mi espíritu… En las manos que han roto y vivificado el pan, que han bendecido y acariciado a los niños pequeños, que han sido perforadas, en esas manos que son como las nuestras...; en las manos dulces y poderosas que llegan hasta la médula del alma, que forman y crean; en esas manos por las que circula un amor tan grande, reconforta abandonar el alma, sobre todo si se sufre o si se tiene miedo. Y en hacer esto radica una gran felicidad y un gran mérito… Tú, Señor, me estás trabajando por medio de todo lo que subsiste y resuena en mí, por medio de lo que me dilata por dentro, por medio de lo que me excita, me atrae o me hiere desde fuera; modelas y espiritualizas mi arcilla informe y me cambias en ti… Para adueñarte de mí, Dios mío, Tú que estás más lejos que todo y más profundo que todo, Tú te apoderas y asocias la inmensidad del Mundo y la intimidad de mí mismo… Oh Señor, yo lo deseo así. ¡Que mi aceptación sea cada vez más completa, más amplia, más intensa! ¡Que mi ser se
presente cada vez más abierto, más transparente a tu influencia! Y que de esa manera sienta tu acción cada vez más cercana, tu presencia cada vez más densa por todas partes a mi alrededor. Fiat, fiat… (Teilhard de Chardin sj., Himno del Universo).
El Cristo Omega Que el Cristo Omega me conserve joven (juventud succionada en el Cristo Omega): 1ª Porque la edad, la vejez, proviene de Él; 2ª Porque la edad, la vejez, conduce a Él; 3ª Porque la edad, la vejez, no me afectará más que medida por Él. "Joven": optimista, activo, sonriente; clarividente. Aceptar la muerte tal como me llegue en el Cristo Omega (es decir, evolutivamente…) Sonrisa (interna y externa), dulzura frente a lo que llega. Jesús-Omega, haz que yo te sirva, que te proclame, que te glorifique, que te testifique hasta el final, durante todo el tiempo que me quede de vida, y, sobre todo, con mi fin!… Te confío, Jesús, desesperadamente, mis últimos años activos, mi muerte: que no logren debilitar lo que tanto he deseado completar para Ti… ¡Gracia de terminar bien, de la manera más eficiente para el prestigio del Cristo-Omega!… (Himno del Universo).
La larga espera No nos escandalicemos tontamente de las esperas interminables que nos ha impuesto el Mesías. Eran necesarios nada menos que los trabajos tremendos y anónimos del Hombre primitivo, y la larga hermosura egipcia, y la espera inquieta de Israel, y el perfume lentamente destilado de las místicas orientales, y la sabiduría cien veces refinada de los griegos para que sobre el árbol de Jesé y de la Humanidad pudiese brotar la flor… Cuando Cristo apareció entre los brazos de María, acababa de revolucionar el Mundo (Himno del Universo).
No conviene que nuestra timidez o nuestra modestia nos conviertan en unos malos operarios. Si realmente podemos influir con nuestra fe en Jesús en el desarrollo del Mundo, no tenemos perdón al dejar dormir en nosotros ese poder…
No intentaré hacer metafísica, ni apologética. Con los que quieran seguirme volveré al Agora. Y allí, todos juntos, oiremos a san Pablo decir a las gentes del Areópago: «Dios que ha hecho al hombre para que éste lo encuentre, -Dios, a quien intentamos aprehender a través del tanteo de nuestras vidas- este Dios se halla tan extendido y es tan tangible como una atmósfera que nos bañara. Por todas partes El nos envuelve, como el propio mundo. ¿Qué os falta, pues, para que podáis abrazarlo? Solo una cosa: verlo.
Situaos como yo aquí y mirad. Desde este punto privilegiado que no es la cima difícil reservada a ciertos elegidos, sino la plataforma firme construida por dos mil años de experiencia cristiana, veréis, con toda sencillez, operarse la conjunción de los dos astros cuya atracción diversa desorganizaba vuestra fe. Sin confusiones, sin mezclas, Dios, el verdadero Dios cristiano, invadirá ante vuestros ojos el universo. El universo, nuestro universo de hoy, el universo que os asustaba por su magnitud perversa o su pagana belleza. Lo penetrará como un rayo penetra un cristal; y a favor de las capas inmensas de lo creado, se hará para vosotros universalmente tangible y activo, muy próximo y, a la vez, muy lejano. El Medio divino
A lo largo de toda mi vida, por toda mi vida, el mundo se ha ido poco a poco encendiendo, inflamando ante mis ojos, hasta que en torno a mí, se ha hecho enteramente luminoso por dentro...la diafanidad de lo divino en el corazón de un universo que se ha hecho ardiente...Cristo, su Corazón. Un fuego, capaz de penetrarlo todo, y que, poco a poco, se extiende por todas partes (ib. p.19).
Margarita, hermana mía, mientras que yo, entregado a las fuerzas positivas del universo, recorría los continentes y los mares, tú, inmóvil, yacente, transformabas en luz, en lo más hondo de ti misma, las peores sombras del mundo. A los ojos del Creador, dime, ¿cuál de los dos habrá obtenido la mejor parte?
Teilhard -que era un gran optimista- reconocía que «el sufrimiento aumenta en cantidad y profundidad» precisamente porque el hombre va aumentando en la toma de conciencia de sus realidades. ¡Ah, si viéramos -decía- «la suma de sufrimientos de toda la tierra! ¡Si pudiéramos recoger, medir, pesar, numerar, analizar esa terrible grandeza! ¡Qué masa tan astronómico! Y si toda la pena se mezclase con toda la alegría del mundo, ¿quién puede decir de qué lado de los dos se rompería el equilibrio?»
"O Energía de mi Señor, Fuerza irresistible y viva, puesto que de nosotros dos Tú eres infinitamente el más fuerte, es a Ti a quien pertenece la iniciativa de encenderme en la unión que nos ha de fundir juntos. Concédeme, pues, algo todavía más precioso que la gracia por la que todos los fieles te oran. No basta con que yo muera comulgando. Enséñame a comulgar muriendo" El medio divino
"Mi cáliz y mi patena son las profundidades de una alma ampliamente abierta a todas las fuerzas que, dentro de un instante, se elevarán desde todos los puntos del planeta y convergirán en el Espíritu (...). Todo lo que aumentará en el mundo a lo largo de esta jornada, todo lo que disminuirá es lo que me esfuerzo por recoger en mí para poder ofrecéroslo; esta es la materia de mi sacrificio, lo único que Vos deseáis. La Misa sobre el mundo.
La energía universal debe ser una energía pensante; en su evolución no puede ser menos que las metas animadas por su operación. Y además los atributos cósmicos del valor no excluyen necesariamente que reconozcamos en ellos una forma trascendente de personalidad
Amor significa colocar la propia felicidad en la felicidad de los otros.
El mal es una falta de ser, en un cosmos en evolución, que aún no alcanza su plenitud. Pero el avance de la evolución está en manos del hombre y éste, por tanto, no tiene asidero para una evasión... Nada es profano, aquí en la Tierra, para quien sabe ver. Todo es sagrado, por el contrario, para quien distingue, en cada criatura, la parcela de ser elegido sometida a la atracción de Cristo en vías de consumación...
El hombre, no centro estático del mundo, como creyó serlo por largo tiempo, sino eje y flecha de la evolución; lo que es mucho más hermoso... Ha llegado el momento de comprender que una interpretación del universo, aunque sea positivista, para ser satisfactoria, debe abarcar tanto el interior como el exterior de las cosas, el espíritu tanto como la materia. La verdadera física es aquella que logrará, algún día integrar al hombre total en una representación coherente del mundo... ¿Cómo va a reaccionar el ser, una vez puesto en presencia, y para toda la vida, de un fin en el que parece que tiene que sumergirse enteramente?: ¿Resignación? ¿Estoicismo? Nada de esto, sino rebeldía y deserción legítimas, a menos que la muerte no se descubra como la forma o condición de un nuevo progreso... Si el mundo, tomado en su totalidad, es algo infalible; y si, por otra parte,
se mueve hacia el espíritu, entonces debe ser capaz de proporcionarnos lo que es parcialmente requerido para la continuación de un movimiento semejante: Quedo decir, un horizonte sin límites delante. Sin lo cual, impotente para alimentar los progresos que suscita, se encontraría en la inadmisible situación de tener que desvanecerse en el hastío cada vez que la conciencia nacida de él llegara a la edad de la razón.
Progresivamente se eleva hacia la Unidad gracias a una Fuerza Externa y porque lo Trascendente se ha vuelto parcialmente Inmanente. Todo espíritu va hacia DIOS, nuestro cuerpo es la Universalidad misma de las cosas centradas en un espíritu animador del que emerge la energía humana por la evolución, llevando en sí cada hombre el universo. Todos los seres participan de un mismo Ser, el Ser es Uno Solo, es una Totalidad concreta que todo lo envuelve e implica. DIOS es Alfa el principio de todas las cosas y Omega la meta de todas las cosas.
Forma Christi: Todo aquel que posee el don de ver a Cristo más real que todas las realidades del mundo, a Cristo presente en todas partes y en constante crecimiento, a Cristo como determinación última y Principio plasmático del universo, vive verdaderamente en una zona libre de perturbaciones propias de cualquier multiplicidad, en la que se realizan, sin embargo, de la forma más activa, la obra del perfeccionamiento universal. Y si alguien le muestra alguna inexactitud o algún error en los términos con los que intenta expresar su "experiencia", buscará pacientemente otra fórmula. Pero su visión permanecerá... El fin del mundo es el tiempo del nacimiento de una Humanidad Nueva y de la cosecha.
Lo que me da cierta seguridad, y al mismo tiempo me salva, es que si por una parte se levanta ante mi todo un muro de representaciones y convenciones eclesiásticas, y de manera más que definitiva, por otro lado jamás me he sentido más cerca de lo que creo son los profundos ejes del cristianismo: el valor tiene que venir del mundo, primado del espíritu y de la personalidad, personalidad divina... Lo que intento es relatar, tal como yo los entiendo los desarrollos de una experiencia personal y no fijar una apologética general. Yo creo que el universo es una evolución. Yo creo que la evolución va hacia el espíritu. Yo creo que el espíritu se completa en el aspecto personal. Yo creo que el aspecto personal supremo es el Cristo universal. Creer significa realizar una síntesis intelectual. Creer significa desarrollar un acto de síntesis cuyo primer origen es inalcanzable. De esta doble proposición se sigue que para demostrarme a mí mismo mi fe cristiana, no sabría emplear otro método que el de verificar en mí mismo la legitimidad de una evolución psicológica. No parece que el cristianismo crea en el progreso humano. O bien no ha evolucionado, o bien su sentido de la tierra se ha adormecido... Siendo así, ¿cómo podría yo dejar de sentir-cuando toda mi semilla radica en la propia materiaque mi adhesión a su moral y a su teología no es sino algo forzado y convencional? Mis supremas esperanzas, las mismas que los panteístas de Oriente y de Occidente no han podido satisfacer, se ven más que colmadas por la fe en Jesús; pero, por otro lado, ¿no constituye esto el único lazo para que me retire del mundo y sobre el que yo podría alzarme para alcanzar una inmortalidad divina: la fe en el mundo? ¿Presenta mi religión individual exigencias tan excepcionales como nuevas que no pueden ser satisfechas por ninguna de las antiguas fórmulas? El Cristo universal, tal y como yo lo entiendo, es una síntesis de Cristo y del universo. Nada de una nueva divinidad, sino la inevitable explicación del misterio en el que se resume el cristianismo: la encarnación... A primera vista el catolicismo ya me había decepcionado, tanto por sus insípidas representaciones del mundo como por su incomprensión del
papel que desempeña la materia. Ahora me doy cuenta que además del Dios encarnado, que me ha revelado el catolicismo, mi único camino de salvación es el de incorporarme al universo. Simultáneamente, quedan satisfechas, dirigidas y aseguradas mis más profundas aspiraciones "panteístas". El mundo que me rodea se convierte en algo divino. Y sin embargo, ni me destruyen estas llamas, ni me disuelven estas mareas, ya que, al revés de los falsos monismos que la pasividad empuja hacia la inconsciencia, el "pan-cristianismo" que yo descubro emplaza el lugar de unión en el término de una laboriosa diferenciación. No conseguiré convertirme en el otro si no es siendo absolutamente yo mismo. No conseguiré llegar hasta el espíritu si no es extrayendo al máximo la potencialidad de la materia. El Cristo total sólo se consuma y se hace asequible al término de la evolución universal. La única conversión posible del mundo y la única forma imaginable para una religión del futuro me parece que sería una convergencia general de las religiones en un Cristo universal que en el fondo satisficiese a todas ellas.
El Dios esperado por el siglo veinte tiene que ser una deidad "tan vasta y misteriosa" como el cosmos mismo, tan "inmediata como la vida" y tan "vinculada con nuestro propio esfuerzo como la humanidad" misma.
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Adora y confía No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto. Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía...
Cristo evolutivo Muchas de las perspectivas habituales en teología tienen que ser corregidas a partir de una cosmovisión evolutiva. El fijismo empobrece, inmovilizándolas, sólo las esencias sino a Dios. Teilhard canta a la naturaleza viviente , la poderosa Materia, Evolución irresistible, Realidad siempre naciente, la que hace estallar constantemente nuestras certezas obligándonos a buscar cada vez más lejos la Verdad. El bien de la creatura es Duración sin límites, Éter sin orillas... que desbordando y disolviendo nuestras estrechas medidas nos revela las dimensiones de Dios. La realidad está abierta al crecimiento sin fronteras, está cargada de Poder Creador, es un Océano agitado por el Espíritu, Arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado...
Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismos y de Díos. Tú que castigas y, que curas, tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, Savia de nuestras almas, Mano de Dios, Carne de Cristo, Materia, yo te bendigo Para Teilhard hemos sido dominados por la ilusión pertinaz de que el fuego nace de las profundidades de la Tierra y que su lumbre se enciende progresivamente a lo largo del brillante andamiaje de la Vida. Hay que invertir esta visión: Al principio existía la potencia inteligente, amante y activa. Al principio estaba el Verbo soberanamente capaz de consolidar y dar consistencia a toda la materia que iría luego a nacer. Al principio no había frío y tinieblas, estaba el Fuego... Nuestra noche no engendra gradualmente la luz, sino que por el contrario es la luz preexistente la que, paciente e infaliblemente, destierra nuestras sombras. Desde esta perspectiva soberanamente trascendente se vuelve comprensible el tema del desgaste, de la vejez y de la muerte. La evolución implica la muerte. Mi Comunión sería incompleta (simplemente no sería cristiana) si, con los progresos que me aporta esta nueva jornada, no recibiera en mi nombre y en nombre del Mundo, como la participación más directa a ti mismo, el trabajo, sordo o manifiesto, de desgaste, de vejez y de muerte que mina incesantemente el Universo, para su salvación o para su condenación. Me abandono perdidamente, oh mi Dios, a las acciones impresionantes de disolución por las cuales hoy tu divina Presencia reemplazará, quiero creerlo ciegamente, mi estrecha personalidad. Aquel que habrá amado apasionadamente a Jesús escondido en las fuerzas que hacen madurar la Tierra, a él la Tierra extenuada lo apretará en sus brazos gigantes y, junto a ella, se despertará en el seno de Dio
Para poder ver esa realidad que "salta a los ojos" es necesario, dice Teilhard, tener la percepción de los "grandes movimientos lentos", tan grandes y tan lentos que sólo resultan sensibles en enormes capas de tiempo. La generación de los sistemas siderales, elevación de montañas y continentes, etc. ; infaliblemente, en cada caso, lo que en otro tiempo nos parecía ser lo más inmóvil, que rompiendo una tras otra, en el mundo, todas las envolventes de estabilidad, ya que el resultado ha de ser que, bajo la inmovilidad de lo ínfimo, aparezcan movimientos extrarápidos; y, bajo la inmovilidad de lo inmenso, movimientos extra-lentos.
¡El mundo será de aquellos que puedan inspirar y compartir las más grandes esperanzas!
Si reconocemos los signos de Cristo en la historia, ¿podremos reconocerlos también en el cosmos? Es osadía invocar al cosmos como testimonio de Jesucristo. El Señor vivió y anduvo por el estrecho camino de los hombres. Como Sócrates, buscó solamente al hombre y respondió a su existencia ofreciéndole una oportunidad personal; el enigma que el cosmos abre... eso no lo percibió
Dios mío, haz que para mí brille tu rostro en la vida de otro. Esta luz irresistible de tus ojos, encendida en el fondo de las cosas, me ha alcanzado ya sobre todo trabajo factible, sobre todo dolor a atravesar. Dame sobre todo que pueda descubrirte en lo más íntimo, en lo más perfecto, en lo más lejano del alma de mis hermanos.
De la misma manera que he gustado ardientemente la alegría sobrehumana de romperme y perderme en las almas a las que me destinaba la afinidad misteriosísima del cariño humano, así también me siento nativamente hostil y cerrado frente al común de todos cuantos me dicen que ame. Lo que en el universo se halla por encima o por debajo de mí (sobre una misma línea podría decirse), fácilmente lo integro en mi vida interior: la materia, las plantas, los animales y luego las potestades, las dominaciones, los ángeles; no me cuesta trabajo aceptarlo todo ello y me alegra sentirme sostenido en su jerarquía. Pero «el otro», Dios mío, no sólo «el pobre, el cojo, el deforme, el imbécil», sino sencillamente el otro, el otro sin más, ése que por su universo, en apariencia cerrado al mío, parece vivir independiente de mí y rompiendo a mi ser la unidad y el silencio del mundo, ¿sería sincero diciendo que mi reacción instintiva no es rechazarlo? ¿que la simple idea de entrar en comunicación espiritual con él no me es desagradable? (El medio divino. Taurus, Madrid 1967, 159)
Si yo creyera que estas cosas se marchitan para siempre, ¿les habría dado vida jamás? Cuanto más me analizo, más descubro esta verdad psicológica: que ningún hombre levanta el dedo meñique para la menor obra sin que le mueva la convicción, más o menos oscura, de que está trabajando infinitesimalmente (al menos de modo indirecto) para la edificación de algo Definitivo, es decir, tu misma obra, Dios mío. Esto puede parecer extraño y desmedido a quienes obran sin analizarse hasta el fondo. Y sin embargo, se trata de una ley fundamental de su acción (... ) En consecuencia, todo cuanto mengua mi fe explícita en el valor celeste de los resultados de mi esfuerzo, degrada irremediablemente, mi poder de obrar. Señor, haz ver a todos tus fieles cómo en un sentido real y pleno «sus obras les siguen» a tu Reino: «opera sequuntur illos». Sin esto serán como los obreros perezosos a quienes no espolea una misión. O bien, si el instinto humano domina en ellos las vacilaciones o los sofismas de una religión
insuficientemente iluminada, permanecerán divididos, incómodos en el fondo de sí mismos. El medio divino
"A escala cósmica, sólo lo fantástico tiene probabilidad de ser verdadero."
Mi cuerpo no es una parte del universo que yo poseería totalmente (como una cosa). Es la totalidad del universo poseído por mí parcialmente.
Es necesaria la «educación de los ojos» El medio divino.
Pronto la humanidad deberá escoger entre el suicidio o la adoración. Un misericordioso intercede ante el Misericordioso Con razón dice también el Señor en el evangelio a propósito de cierto árbol estéril: Hace ya tres años que me acerco a él sin encontrar fruto: lo cortaré para que no estorbe en el campo (Lc 13,7). Intercede el colono; intercede cuando ya el hacha está a punto de caer, para cortar las raíces estériles; intercede el colono como intercedió Moisés ante Dios; intercede el colono diciendo: Señor, déjalo todavía un año; cavaré a su alrededor y le echaré un cesto de estiércol; si da fruto,
bien; si no, podrás venir y cortarlo (Lc 13,8-9). Este árbol es el género humano. El Señor lo visita en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la época de la ley y los profetas: el segundo año. He aquí que amanece el tercer año; casi debió ser cortado ya, pero un misericordioso intercede ante el Misericordioso. Se mostró como intercesor quien quería mostrarse misericordioso. «Déjesele, dijo, todavía este año. Cávese a su alrededor -la fosa es signo de humildad-;échesele un cesto de estiércol, por si da fruto». Más todavía: puesto que una parte da fruto y otra no lo da, vendrá su dueño y la dividirá (Mt 24,51). ¿Qué significa la dividirá? Que ahora los hay buenos y los hay malos, como formando un solo montón, un solo cuerpo. Por tanto, hermanos míos, como dije, el estiércol en el sitio adecuado da fruto y en el inadecuado llena de porquería el lugar. Hay alguien triste; veo que alguien está triste. Veo el estiércol, busco su lugar. -«Dime, amigo, ¿por qué estás triste?» -«He perdido el dinero». No hay más que un lugar sucio; el fruto será nulo. Escuche al Apóstol: La tristeza mundana causa la muerte (2 Cor 7,10). No sólo es nulo el fruto; también el daño es enorme. Dígase lo mismo de las restantes cosas que producen gozo mundano, y que es largo enumerar. Veo que otro está triste, gime y llora. Veo gran cantidad de estiércol; también en este caso busco su lugar. Cuando lo vi triste y llorando, advertí también que estaba orando. Triste, con gemidos y llanto, y en oración: me hizo pensar en no sé qué buen augurio; pero todavía busco el lugar. ¿Y si ese que ora y gime con gran llanto pide la muerte para sus enemigos? El motivo es ese; pero está en llanto, oración y súplica. No hay más que un lugar sucio, el fruto será nulo. Más grave es lo que encontramos en la Escritura. Cuando pide la muerte de su enemigo, viene a parar en la maldición que pesa sobre Judas: Su oración se convierte en pecado (Sal 108,7). Me he fijado de nuevo en otro que gemía, lloraba y oraba. Advierto el estiércol, busco el lugar. Presté oído a su oración, y le escuché decir: Yo he dicho: «Señor, ten compasión de mí; sana mi alma,
porque he pecado contra ti» (Sal 40,5). Gime por sus pecados; reconozco el campo y quedo a la espera del fruto. ¡Gracias a Dios! El estiércol está en buen lugar; no está ahí de más, está produciendo fruto. Recuerde cada uno con exactitud el ejemplo que encontramos en aquel primer pueblo. Refiriéndose a ellos, dijo el Apóstol: Todas esas cosas fueron figuras nuestras. ¿Qué había dicho? No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron bajo la nube y que todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y en el mar; que todos comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Bebían, en efecto, de la roca espiritual que les seguía. La roca era Cristo (1 Cor 10,1-4). Aquel a quien ningún fiel ha contradicho nunca dijo que todo eso eran figuras nuestras. Y a pesar de haber enumerado muchas, sólo dio la solución de una, al decir: La roca era Cristo. Al solucionar una sola invitó a solucionar las restantes; mas para que el investigador no se extravíe alejándose de Cristo, para que investigue con firmeza, fundamentado sobre la roca, dijo: La roca era Cristo. Dijo que todas aquellas cosas eran figuras nuestras, pero todas se hallaban oscuras. ¿Quién podrá quitarles la corteza? ¿Quién las desvelará? ¿Quién osará discutir sobre ellas? En esta como selva densa y sombra espesa encendió una luz: La roca, dijo, era Cristo. Ya en presencia de la luz, investiguemos lo que significan las demás: cuál es el significado del mar, las nubes, el maná. Esto no nos lo expuso, pero nos mostró el significado de la roca. El tránsito a través del mar es el bautismo. Mas como el bautismo, es decir, el agua salvadora, no es salvadora si no ha sido consagrada con el nombre de Cristo que derramó su sangre por nosotros, se signa al agua con la cruz. Para significarse esto en aquel bautismo se atravesó el mar Rojo. Qué está simbolizado en el maná del cielo, lo expuso claramente el Señor: Vuestros padres, dijo, comieron el maná en el desierto y murieron. ¿Cómo no iban a morir, si la figura, aunque pudiese preanunciar la vida, no podía ser vida? Comieron, dijo, el maná y murieron, es decir, el
maná que comieron no pudo librarlos de la muerte. Eso no significa que el maná les causase la muerte, sino simplemente que no los libró de ella. Quien, en cambio iba a librarlos de ella, era quien estaba figurado en el maná. El maná procedía en verdad del cielo. Ved lo que figuraba: Yo soy, dijo, el pan vivo que he bajado del cielo (Jn 6,4951). Como gente aplicada y bien atenta, prestad atención a las palabras del Señor para progresar y saber leer y escuchar. Comieron, dijo, el mismo alimento espiritual. ¿Qué significa el mismo, sino que comieron el mismo que nosotros? Veo que es un tanto difícil de exponer y explicar lo que he intentado decir, pero me ayudará vuestra benevolencia; ella conseguirá del Señor que sea capaz. Comieron, dijo, el mismo alimento espiritual. Hubiera bastado decir: «Comieron un alimento espiritual». Pero dijo: el mismo. No encuentro otra forma de entender este el mismo, sino refiriéndolo al que comemos también nosotros. Entonces, dirá alguno, ¿aquel maná es el mismo que recibo yo ahora? Si es así, nada vino ahora, si es que ya estuvo antes. De esta forma queda sin contenido el escándalo de la cruz. ¿Por qué, pues, es el mismo, sino porque añadió espiritual? En efecto, quienes entonces recibieron el maná pensando que sólo satisfacía su necesidad corporal y que alimentaba su vientre, no su mente, nada grande comieron; simplemente satisficieron su necesidad. Dios a algunos los alimentó y a otros les significó algo. Los primeros comieron un alimento corporal, pero no un alimento espiritual. ¿De qué padres nuestros dice que comieron el mismo alimento espiritual? ¿Quiénes hemos de pensar, hermanos, sino los que fueron en verdad padres nuestros? Mejor, no sólo fueron padres nuestros, sino que lo son, pues todos ellos viven aún. Dijo el Señor a algunos incrédulos: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. ¿Qué significa aquí vuestros padres, sino aquellos que imitáis con vuestra infidelidad, cuyos caminos seguís al no creer y ofrecer resistencia a Dios? Según esta forma de entenderlo dice: Vosotros
tenéis por padre al diablo (Jn 8,44). El diablo, es verdad, ni creó con su poder ni engendró a ningún hombre, y, no obstante, se le llama padre de los impíos, no por haberlos engendrado, sino porque le imitan. De igual manera, pero al contrario, se dice: Por tanto, sois del linaje de Abrahán (Gál 3,29), aunque esté hablando a los gentiles que no traían su descendencia carnal de Abrahán. Eran sus hijos, no porque hubiesen nacido de él, sino porque le imitaban. El Señor abroga y rehúsa la paternidad de Abrahán sobre los incrédulos, cuando les dice: Si fuerais hijos de Abrahán, realizaríais sus obras (Jn 8,39). Y para erradicar aquellos malos árboles que se gloriaban de la paternidad de Abrahán, se prometen hijos suyos sacados de las piedras (Mt 3,9). Así, pues, como en este primer lugar dice: Vuestros Padres comieron el maná en el desierto y murieron, pues no comprendieron lo que comieron, así también el Apóstol dice que nuestros padres -no los padres de los infieles, de los impíos, que comieron y murieron, sino los nuestros, los padres de los fielescomieron un alimento espiritual y, en consecuencia, el mismo. Nuestros padres, dijo, comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Había, pues, allí quienes entendían qué comían; había allí quienes saboreaban más a Cristo en su corazón que el maná en la boca. ¿Para qué hablar de otros? Entre ellos estaba en primer lugar el siervo de Dios Moisés, fiel en toda su casa (Heb 3,2), que sabía lo que dispensaba y que entonces debía permanecer oculto y revelarse en el futuro. Para decirlo en pocas palabras: Todos los que en el maná vieron significado a Cristo, comieron el mismo alimento espiritual que nosotros; todos los que en el maná no buscaron más que la saciedad corporal son los padres de los infieles que lo comieron y murieron. De igual manera, bebieron la misma bebida: pues la roca era Cristo. Bebieron, pues, la misma bebida que nosotros, pero bebida espiritual, es decir, la que se tomaba por la fe, no la que se bebía con el cuerpo. Oísteis que era la misma bebida: La roca era Cristo, pues no es uno el Cristo de entonces y otro el de ahora. Ciertamente, una cosa era
aquella roca (Éx 17,6) y otra la piedra que Jacob puso junto a su cabeza (Gn 27,1 l); uno era el cordero sacrificado para ser comido en el día de Pascua (Éx 12) y otro el carnero enredado en las zarzas para ser inmolado cuando Abrahán perdonó a su hijo porque se lo mandaron, como lo había ofrecido también por obedecer a un mandato (Gn 23,13). Distintos eran los animales, distintas las piedras, pero eran un mismo Cristo y, por tanto, un mismo alimento y una misma bebida. Finalmente, fue golpeada la roca misma con el madero para que saliera agua, pues fue golpeada con una vara (Éx 17,5-6). ¿Por qué con madera y no con hierro, sino porque la cruz fue acercada a Cristo para darnos a beber la gracia? Así, pues, el mismo alimento y la misma bebida, mas para los que entienden y creen. Para los que no entienden allí no había más que maná y agua, alimento para el hambriento y bebida para el sediento; ni lo uno ni lo otro para el sediento. Para el creyente es lo mismo que ahora. Entonces Cristo tenía que venir aún; ahora ya ha venido. Ha de venir y vino: distintas palabras, pero el mismo Cristo.