A Bog Ado

  • Uploaded by: Lic Fabian Ramirez Gonzalez
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  • June 2020
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¿Alguna vez te has detenido a la mitad de un contrato o de una demanda a pensar: "ya no quiero ser abogado"? ¿Te ha pasado que, tras estudiar días y noches enteros para tu examen de Derecho Constitucional, consigues un perfecto 5 y un comentario de tu maestro tipo: "señor García, yo le sugiero que a partir de hoy piense muy bien en cuál es su verdadera vocación..."? ¿Has sentido que tu sueldo no justifica los gritos y exigencias de tu jefe, o las malas caras diarias de tu equipo de trabajo? ¿Has pensado alguna vez que erraste seriamente en la elección de tu profesión? ¡Bienvenido al mundo de la abogacía! Estudiantes de Derecho, pasantes, abogados titulados, y todos los que de alguna manera hemos estados involucrados en esta profesión, hemos sentido alguna vez esa llamada "crisis vocacional", de la que queremos salir corriendo para convertirnos en cualquier cosa que no se asemeje en nada a lo que actualmente somos. Chef, piloto, administrador del tiempo libre, contador...cualquier cosa menos este infierno que hoy vivimos. Entonces viene a nuestra mente la pregunta fundamental: ¿por qué estudié Derecho? ¿Recuerdas aún porqué querías ser abogado? ¿Cuántas veces te lo preguntaron tus familiares o amigos o en las entrevistas de trabajo o de admisión a la universidad? ¿Cuántas veces fuiste sincero en tu respuesta y cuántas veces contestaste lo que los demás querían escuchar? Muchos de nosotros decidimos estudiar Derecho bajo un aparente ideal de justicia; "para ayudar a otras personas...", decimos, o mejor aún: "siempre me ha gustado ayudar a los pobres y desvalidos, tengo una vocación innata para defender a otros"; o también: "porque mi papá y mis 4 hermanos son abogados". Y qué tal la clásica de todos los tiempos: "porque no se me dan los números". Y claro, siempre está una de las respuestas más sinceras que se han escuchado: "para ser rico y famoso..."[1] ¿Por qué, de entre todas las carreras y posibilidades que hay en el mundo, escogiste estudiar Derecho? ¿Y por qué, si eres tan infeliz, sigues estudiando o trabajando para ser lo que no quieres ser? ¿A quién le estás tratando de dar gusto o de demostrarle algo si no es a ti mismo? Querido(a) abogado(a), de todas las razones que puedas tener para haber elegido esta profesión, la única que importa es la que no dices: que quieres ser feliz. "Quiero estudiar Derecho porque ayudar a otras personas me hace sentir bien..."; "estudié Derecho porque sé que mis padres estarían muy orgullosos de tener otro abogado en la familia, y si mis padres están orgullosos de mí, yo me voy a sentir feliz..."; "quiero ser abogado porque si tuviera que lidiar con números y cálculos sería muy malo, y por tanto, muy infeliz (y no quiero ser infeliz}..."; "soy abogado desde hace 25 años porque quería ser rico y famoso y sabía que el ser rico y famoso me daría estabilidad y soltura económica y eso nos hace muy felices a mi familia y a mí...". Y si lo único que en realidad deseas es ser feliz, ¿por qué te sientes tan infeliz a veces? Ciertamente, el estrés bajo el que trabaja un abogado es un factor importante para olvidar la motivación y el entusiasmo; no sólo trabajas bajo presión de tiempos de entrega, sino que vives en un ambiente sumamente competitivo, donde todos quieren pasar por encima de ti (porque todos están luchando por el mismo puesto de Socio) y tú no quieres, pero sabes que tienes que pasar por encima de otros para llegar a ese puesto. Sabes que tu jefe(a) es un(a) gran abogado(a) y maestro(a), pero sabes también que si le contestas mal cuando te grite, dirás adiós a tus "x" años de carrera en el Despacho. Si a eso le agregamos que, además de tus muchas o pocas capacidades como abogado, la imagen y la cantidad de personas y de asuntos de que puedas presumir, son lo que más cuenta para destacar, tenemos una crisis de neurosis vocacional, donde la personalidad del abogado se antepone por completo al verdadero ser que está detrás de la corbata o del traje sastre. Tanto si trabajas en un despacho como en el jurídico de una empresa, o en una dependencia de gobierno, o si tienes tu propio bufete, es hora de poner límites en tu vida. Tu jefe puede y debe exigirte lo mejor de ti mismo, pero eso no implica de manera alguna que toleres faltas de respeto; tus compañeros de trabajo pueden ser grandes amigos, pero recuerda que en esta profesión, nadie se tocará el corazón para romper su amistad contigo a cambio de un aumento de sueldo o de

puesto (o incluso de oficina); puedes trabajar todas las horas extras que quieras para demostrar que te mereces la nueva vacante para asociado junior, clase "w", escala salarial "23", pero lo único que realmente va a brillar en ti siempre será tu chispa interna y la alegría de estar donde quieres estar y hacer lo que quieres hacer; tu área de trabajo (Corporativo, Litigio, Laboral, etc.) puede ser de las que más dinero dejen, pero la única manera de ser verdaderamente rico es que todos los días seas abundante en optimismo y alegría por ser quien eres. De nada te servirá cambiar de área o de despacho si tú no eres feliz contigo mismo y si no aprendes a poner límites entre lo que tú eres y lo que los demás quieren que seas. Hoy día, después de 4 o 5 años de estudios y algunos más de trabajo como profesional del Derecho, ¿quién eres? ¿Eres María González, abogada litigante, con estudios de licenciatura en la Universidad Infiernillo, y post grado en Control de la Ira, cuyo currículum vitae abarca más de 4 páginas, que no tiene novio porque está plenamente dedicada a su carrera y cuyos temas de conversación se resumen a las listas de acuerdos absurdos del Tribunal Colegiado del Centésimo Circuito? ¿O eres simplemente una mujer profesionista que todos los días lucha por sobresalir, y que en su lucha se ha olvidado de su verdadera motivación? ¿Eres Pepe Betancourt, renombrado socio - desde hace 3 días- de la firma López, López y Pérez, S.C., cliente VIP de los mejores antros y restaurantes de la ciudad, con transacciones cerradas al año por cierta cantidad de Euros que nadie alcanza a calcular, cuya esposa e hijos hacen cita con tu secretaria para los fines de semana y que realiza 5 visitas mensuales al gastroenterólogo? ¿O eres tan sólo un padre de familia que en la búsqueda de su felicidad se olvidó de las pequeñas cosas de la vida que realmente importan, como son, ser y ayudar a ser felices a las personas que te rodean? Colega, tú no eres tu profesión, tú eres el ser único, individual, irrepetible e irremplazable que la vida quiere que seas, y ese ser lo abarca todo, lo mejor y lo peor de ti, incluida tu máscara de abogado, que deberías dejar caer de vez en cuando para recordarte a ti mismo que eres mucho más que los expedientes que están en tu escritorio y que la lista de tarjetas de presentación de esos grandes empresarios que te mandan asuntos día tras día, a cambio de que tú dejes de ser lo que realmente eres o lo que realmente deseas ser y hacer.[2] Sea que trabajes en un despacho, en una empresa o en el gobierno, si sientes que la competitividad te lleva a ser, decir y hacer cosas que no van contigo; si para quedar bien tienes que beber y dejar a un lado a tu familia o tus valores (aún cuando la fiesta sea de lo más divertida y tus compañeros(as) tan guapos(as)); si los únicos momentos en que te sientes importante son cuando estás hablando de tus clientes y de todo el dinero que le has hecho ganar al despacho; si tu fe en ti mismo depende de cuántas correcciones le haga tu jefe(a) a tus proyectos de demanda; si por el tipo de asuntos que ves, has tenido que mentir, falsificar documentos o firmas, dar mordidas, o simplemente has tenido que callar ciertas cosas; si alguna vez has llorado por lo que te ha dicho tu jefe(a) o sientes que la gastritis o la úlcera van a acabar contigo antes que él(ella); si los únicos días que tienes tiempo para ti mismo son los domingos antes de dormir y si cada lunes te levantas con un pesar enorme por tener que ir a trabajar.... abogado(a), es hora de cambiar de aires. ¿Pero cómo? ¿Debes cambiarte de despacho, debes cambiar de especialidad, deberías irte al gobierno o independizarte? La respuesta es sencilla: no importa a donde vayas o en dónde te quedes en tanto no olvides, primero, que tú escogiste (por la razón que sea) esta profesión y que ser abogado implica una vocación de servicio; servicio a los demás, tanto con tu trabajo como con tus actitudes y tus ejemplos, pero sobretodo, servicio a Dios y a ti mismo. No importa si no crees en Dios, sabe que de tu trabajo dependen no sólo las utilidades de grandes empresas, sino el trabajo y la estabilidad (por no mencionar la libertad y la unión familiar[3]) de miles de familias y personas que, como tú, luchan día a día por salir adelante y conseguir una oportunidad. Cada día que trabajas en un contrato de arrendamiento, en una demanda de divorcio, en una denuncia por robo, en un amparo contra el IETU, en un trámite migratorio, en una huelga, etc., están en juego tus valores (tu honestidad, tu ética, tu compasión, tu paciencia, tu prudencia, etc.), tus ideales (la justicia, la igualdad, la libertad, etc.) y tus capacidades (de discernimiento, de

síntesis, de análisis, de abstracción, de oratoria, etc.), pero por encima de todo, están en juego los valores, ideales y capacidades de otras personas que llegaron a ti por alguna razón, esperando encontrar ayuda. Olvidamos que, como abogados, nuestra ayuda no se resume al documento final que entregamos en la fecha de cierre, la ayuda que debemos ofrecer empieza con el trato al cliente y, me digas lo que me digas, no puedes tratar con sincero gusto y amabilidad a otras personas, si no tienes la capacidad de tratarte así a ti mismo. Estás contribuyendo cada día a algo mucho más grande que el edificio en el que trabajas, mucho más grande que el prestigiadísimo nombre de ese cliente o ese despacho, algo mucho más grande que ese ego tuyo que te impide ver todo lo feliz que podrías ser si tan sólo entendieras que lo que tú eres es lo que Dios te regala, pero lo que tú haces de ti mismo es lo que tú le regalas a Dios. Segundo, no olvides que Dios te permitió e incluso te ayudó a ser abogado, porque muy probablemente pensó que podías con el paquete, es decir, Dios no te puso en este camino para que llegara el día en que pudieras presumir de llevar una cartera de clientes internacionales a los que, además de evitarles el pago de impuestos, les ayudaste a darle la vuelta a las leyes ambientales y laborales, sino que muy probablemente se esperaba de ti que, dentro de tu supuesto ideal de justicia e igualdad para todos, tú hicieras algo realmente grande tratando con justicia e igualdad a cada una de las personas con las que trabajas y para las que trabajas, o que dentro de tu ambición de ser rico y famoso, encontraras la motivación suficiente para utilizar esa riqueza y prestigio a favor de otros menos afortunados, o que dentro de tu deseo de continuar con la tradición familiar de la abogacía, tuvieras el valor de fundar un despacho con ideales sociales y corporativos más justos, donde se luchara a favor de la familia, la honestidad, la igualdad y la compasión. Sabiendo todo esto, es hora de dejar de lamentarse y enojarse por todo aquello que no te gusta y empezar a hacer algo por aquello que realmente quieres ser y hacer. Es hora de recordar que estás en esta profesión para servir, y la alegría que debería producir en ti el hecho de saber que no estás tras esa computadora sólo para beneficio de tu jefe, debiera ser razón suficiente para retomar el entusiasmo inicial que te trajo hasta aquí. Has hecho mucho abogado(a), mucho para llegar hasta donde estás; sea que estés estudiando la carrera, o que lleves tiempo de haberte titulado, has luchado mucho por ser lo que eres y es terrible que no seas feliz. De todo lo que no te gusta de ti o de tu vida como profesional del Derecho, despídete hoy con una sonrisa, dale las gracias por todo lo aprendido y dile "hasta nunca"; así tengas que renunciar a tu actual trabajo, sabe que siempre que no seas feliz, la vida ya tiene algo mejor para ti. De todo lo que siempre has amado de ti mismo y de esta carrera, abrázate fuerte y no lo dejes ir, lucha por ello, lucha por lo que realmente eres y por lo que realmente deseas hacer de ti, para que el día que debas rendirle cuentas a la vida[4], lo hagas con una sonrisa y la cabeza muy en alto diciendo: "Soy feliz porque serví y abogué por el amor y con esa misma moneda me pagaron (más los intereses aplicables)". A todos los abogados que hoy día son felices con lo que son y lo que hacen, y que además hacen algo por ayudar a los demás a ser igual de felices, que tratan al cliente por su persona y no por la utilidad que implican (y por tanto, tratan a todos sus clientes de igual manera), que pase lo que pase evitan fomentar la corrupción entre sus empleados y sus asuntos, que reconocen que cada empresa está formada por personas y luchan por ayudarles a conservar sus fuentes de empleo, su honestidad y su integridad, y que fomentan en sus lugares de trabajo el respeto, la compasión, la empatía y la ética, que imparten cátedras esperando formar abogados íntegros y comprometidos con la verdadera vocación de servicio que esta profesión implica, mis más sinceros respetos y mi sincero agradecimiento por ser un ejemplo y una inspiración. por su ejemplo de ética, empatía y vocación de servicio, y por supuesto, por toda su ayuda y apoyo. Un excelente día para todos.

- Un respetable profesor de Derecho le dice a sus alumnos: Recuerden muchachos, lo más importante cuando se es abogado es saber que algunos casos se ganan y otros se pierden, pero en todos se cobra. [1]

A un avión se le averió un motor en pleno vuelo, así que el piloto ordenó a la tripulación hacer que los pasajeros se abrocharan los cinturones y se prepararan para un aterrizaje forzoso. Dejó pasar unos minutos y preguntó a una azafata si ya estaban todos listos. Esta respondió: Sí, todos, menos un abogado que sigue repartiendo sus tarjetas. [2]

En un tramite de divorcio, el abogado le propone a las partes los siguiente: el que se queda con la mayor parte de los bienes del matrimonio, se debe quedar con los hijos, a los pocos días vio al abogado pasear por el centro con los hijos del matrimonio. [3]

- Un abogado está parado ante San Pedro, quien lee un listado de sus pecados: 1- Defender a una compañía que produjo la destrucción de una ciudad completa por contaminación ambiental, habiendo pruebas contundentes de la culpabilidad de la misma. 2- Defender a un peligroso asesino, obviamente culpable, por ser un buen cliente y ofrecer una paga sustanciosa. 3- Recargar las cuentas de los clientes, etc, etc, etc... El abogado, en pos de defenderse, le dice a San Pedro: -¡Eh, está bien! ¡Acepto los cargos! ¿Pero qué hay de las obras de bien que he hecho en mi vida? San Pedro mira en otro listado y dice: - Sí, es cierto, veo que en una oportunidad le dio 10 centavos de más a su lustrabotas... es eso cierto? - Cierto! -Y aquí ¡veo que en otra ocasión le dio 5 centavos a un mendigo... es eso cierto? -Si señor! Entonces San Pedro mira al ángel que tiene al lado y le dice: -Está bien! Consíganle 15 centavos y díganle que se vaya al infierno!!!! [4]

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