5 DE ENERO DE 1794... "Glady, perdona" Glady ha vuelto a su hogar; se da cuenta de que la situación se va agravando cada vez más. Salen a la luz muchos descontentos. La penuria es enorme y se teme el hambre. El frío terrible del durísimo invierno de 1788-89 ha estropeado gran parte de las cosechas; han subido mucho los precios. Disminuye el comercio; hay muchos obreros sin trabajo y muy pronto carecerán de pan. Durante los últimos meses del internado, Claudina ha podido ver la gran cantidad de víveres, de leña, de vestidos y de limosnas que las monjas repartían entre los pobres. Y ese recuerdo le ayuda a comprender la realidad que la rodea. La situación de la familia ya no es la que antes ella había vivido; su padre está empleado en los negocios de los Guyot de Pravieux; el hermano mayor, Luis Antonio, trabaja en la fábrica de seda de éstos; Francisco ha empezado el aprendizaje en una imprenta. Se ha turbado la paz de antaño: ¿se han dejado arrastrar los dos chicos por las nuevas ideas? El sobrino de Claudina recuerda que se decía de ellos: "eran un poco filósofos como casi todos los jóvenes de aquella época". ¿Qué quería decir con esta frase? Monseñor Mioland, cuyos parientes eran amigos de los Thévenet, escribe en sus notas personales: "Recuerdo todavía con gran claridad las conversaciones que algunos negociantes, viajantes de comercio, tenían en el salón de mi padre sobre las teorías del gobierno. Los nombres de Rousseau, Mably, La Fayette resuenan todavía en mis oídos". Los hermanos Thévenet siguen con simpatía los acontecimientos de Versalles y de París; ¿han participado, con el entusiasmo que señala Juan Ma. Mioland, en el desfile del Cortejo de la Federación, en la gran avenida de los Brotteaux? ¿Esperan las reformas que, según dicen, van a hacer de Francia un país moderno, justo, próspero y libre? La familia, sin duda alguna, sobre todo por parte de los Guyot, está aferrada a los valores tradicionales de la monarquía y de la Iglesia, "el trono y el altar". No parece oponerse a ese orden de cosas que, sin embargo, aparta de los asuntos públicos a la clase dinámica y productiva que puede asegurar la prosperidad del país. ¿Hay discusiones en casa?, ¿sólo presentimientos? ¿Cómo han recibido la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano? Lo que sí es cierto, es que la legislación religiosa de la Asamblea constituyente, y luego de la Legislativa crearon tensión y malestar. Glady estaba presente tal vez en la predicación de la cuaresma de 1791 en San Nizler, cuando el sacerdote Jaime Linsolas fue abucheado en plena iglesia porque pedía que se rezara por el papa, por el arzobispo, por el rey y la familia real. El arzobispo por quien Linsolas pedía oraciones era Monseñor de Marbeuf que, nombrado en 1788, no había podido ir a Lyon por estar en Versalles encargado de una especie de Ministerio de Cultos. Emigra a Brabante y desde allí gobierna enérgicamente su diócesis por correspondencia. Se negó a prestar el juramento civil y se lo prohibe a sus sacerdotes. Eligen a otro titular del obispado metropolitano del Ródano y el Loira, de acuerdo con las nuevas leyes, y es consagrado por el obispo constitucional de la diócesis del Sena y recibido pomposamente en Lyon, el 12 de abril de 1791. Se llamaba Adrián
Lamourette. El clero parroquias de San Saturnino, parroquia de los Guyot y los Thévenet, se pasó al cisma constitucional y vigilaba al capellán de las Benedictinas de San Pedro que rechazaba la constitución, el juramento y al obispo intruso. La confusión se hacía sentir incluso dentro de la abadía: aunque sólo tres monjas hubieran optado por dejar el claustro, las que quedaban no estaban todas de acuerdo sobre la actitud que se debía tomar. La abadesa acababa de morir; las perspectivas electorales turbaban los ánimos: se formó un partido que quería adaptar el gobierno del monasterio al de la nación. No sabemos nada de las reacciones de la familia Thévenet ante la gran confusión que crece de día en día. Es probable que Claudina se dejara absorber por el trabajo doméstico y por su papel de hermana mayor de los cuatro pequeños, que ejercía ya con gran dominio propio, discreción y fe. En lo que concierne a la práctica religiosa, está decidida a seguir las directrices de los sacerdotes legítimos y la palabra del Papa; mucho se había sufrido de que no la hubiera pronunciado antes. Pero los acontecimientos se precipitan. El rey ha sido arrestado en Varennes, la Asamblea legislativa ha declarado la guerra a los soberanos extranjeros, el Palacio de las Tullerías es tomado por asalto, la familia real, prisionera, se declara a la Patria en peligro. En las cárceles de París se asesina cruelmente a "los cómplices del extranjero". La victoria de Valmy detiene la invasión; al día siguiente, se forma una nueva Asamblea: la Convención; sus primeras disposiciones son la abolición de la realeza y la proclamación de la República. Los montañeses y los girondinos se enfrentan; el rey muere en el cadalso. Una coalición de los grandes estados de Europa, cerca Francia. Los girondinos son derrotados en París. La Montaña victoriosa organiza un gobierno revolucionario y se dispone a sofocar la insurrección contra su dictadura organizada por parte de la provincia. Claudina se entera de todos estos acontecimientos y se interroga. Había soñado en fundar un hogar, ¿qué será de tal proyecto? ¿Puede ser todavía una promesa para el futuro? No puede uno imaginarse fácilmente que el pánico se apoderase de la familia Thévenet. Y sin embargo, cada día trae su dosis de angustia. Lyon es una de las ciudades sublevadas contra París, y no la menor. Se han acabado las provisiones de los productos más elementales y se multiplican los motines y los pillajes en las tiendas, a veces acompañados de muertes. Esos desórdenes están atizados por Chalier, presidente del comité de policía y del tribunal del distrito, cuyas exacciones acabarán provocando la sublevación de la mayor parte de las secciones de la ciudad que juran "resistir a la opresión". El arresto de Chalier seguido de su ejecución es la señal de que Lyon no soportará por más tiempo la Convención montañesa. La resistencia que se organiza no está inspirada en sentimientos de lealtad hacia la monarquía, ni siquiera directamente por la situación cada vez más precaria de los católicos y de los sacerdotes acosados. Se trata de "salvar la ciudad" sacudiendo la dura tiranía de los representantes del Gobierno central, bien apoyados por la Montaña victoriosa de París. Viendo que la situación se agrava cada vez más, la familia Thévenet toma una decisión: el padre intentará salir de la ciudad con los cuatro hijos pequeños y los llevará a Belley a casa de su hermana; los tres mayores permanecerán con la madre. Pero el Sr. Thévenet ¡no puede volver! Kellerman ha recibido
orden de atacar la ciudad rebelde. Una comisión popular responde al ataque organizando un cuerpo de voluntarios, y confía el mando al ciudadano general Perrin-Précy. Los hermanos Thévenet se enrolan. En agosto de 1793, las tropas de Kellerman tienen cercada la ciudad casi totalmente; el pan escasea. En septiembre el cerco es total; los bombardeos cada vez más violentos. Se suceden las proclamas y las intimaciones; han lanzado la amenaza: "Lyon será arrasada". La lucha es atroz, el 9 de octubre, se capitula. La Sra. Thévenet y su hija están solas llenas de inquietud. Claudina procura dominar sus propios temores y mantener la confianza en el corazón de su madre. Una noche incluso fue al muelle de Retz donde se habían desarrollado sangrientos combates, para ver si sus hermanos estaban entre los muertos o heridos. Luis y Francisco reaparecen aquella noche y tranquilizan a su madre. Pero es una esperanza pasajera. Capturado el mayor con las armas en la mano, denunciado el pequeño, van los dos juntos a la cárcel. Poco después, también el hermano de la Sra. Thévenet es detenido y encarcelado. Durante los días de angustia que siguen a estos acontecimientos, Glady visita las prisiones, más o menos disfrazada, con todos los riesgos y peligros que comporta; el menor fue el tener que beber a la salud de la República en el mismo vaso de un carcelero, que al sospechar de ella, se lo presentó después de haber bebido en él. En cuanto se levantó el sitio, vuelve el padre. Pone en movimiento todos los medios a su alcance para liberar a sus hijos. El 15 nivoso del año II (4 de enero de 1794), obtiene un certificado a su favor. "Nosotros, los miembros del Comité revolucionario del distrito de Plátre... declaramos, en honor de la verdad, que los ciudadanos Luis-Antonio Thévenet y Francisco Thévenet, hermanos, no tienen ninguna denuncia en nuestro Comité contra ellos y que nunca los hemos tenido por realistas ("muscadins"); su padre es un patriota pobre que necesita su ayuda... son el sostén de una familia numerosa; sus hermanos y hermanas son muy jóvenes todavía". Pero "el 16 nivoso del Año II, la Comisión revolucionaria establecida en 'Commune Affranchie' por los Representantes del Pueblo... íntimamente convencida de que han empuñado las armas contra el pueblo y la libertad, y de que están evidentemente reconocidos como contrarrevolucionarios, condena a muerte...". Siguen cincuenta y cuatro nombres, entro los cuales, en la página 4, figuran Francisco Thévenet y Luis - Antonio Thévenet. Los presos habían sido trasladados para el juicio al Ayuntamiento. Había aumentado la angustia pero no se pierde la esperanza; el certificado de buena conducta concedido por el Comité de la Rue du Plátre la víspera del juicio, los salvará sin duda alguna. ¡Sin embargo, quince días antes habían ejecutado al tío Luis! Con valentía heroica, Claudina sale de nuevo en busca de noticias. Se encuentra con una "cadena" que conducen a los Brotteaux. Entre los condenados, ¡sus hermanos! Entonces tiene la valentía de abrirse paso para acercarse a ellos. El anciano sirviente que la acompaña puede recoger la carta que Luis le muestra en su zapato. Y Claudina oye: "Glady, perdona, como nosotros perdonamos". Más muerta que viva sigue al cortejo. Estallan horribles los disparos. No todos los condenados morían inmediatamente con el fuego de las descargas; remataban a los supervivientes a sablazos y a golpes de bayoneta. Luis y Francisco fueron rematados delante de su hermana.
Se aleja Claudina con la cabeza ardiendo, a punto de estallar. Va caminando y unas palabras acompañan el ritmo de sus pasos: "Glady, perdona. Glady perdona". En cuanto cruza el umbral de su casa, el padre y la madre comprenden todo antes de preguntar nada. La carta está ahí, señal de que no se trata de una pesadilla horrible. Es una realidad que tendrán que asumir. Las dos cartas están ahí, porque los dos han escrito, sin odio, antes de "presentarse ante Dios". Las despedidas se suceden: "Padre, madre, hermano, hermanas, primos, primas, amigos, amigas". Una emoción que "hace vacilar algún momento esta firmeza que les da su "inocencia". La petición de que busquen su consuelo en "la ayuda de Dios". Una misión confiada a su "querida y buena y pobre hermana demasiado sensible, Glady": "consuela a nuestra madre, dice Francisco, dile que su hijo, antes de morir abjura todos sus errores... Dile que tiene cinco hijos todavía y que se conserve para ellos"... "Dentro de cuatro o cinco horas, estaremos delante de Dios".
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