34to12b - La Tempestad Calmada

  • May 2020
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TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. DOMINGO 12 TEXTOS DEL LIBRO DE JOB (38; 1-11) Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido? Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me instruirás. Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad. ¿Quién fijó sus medidas? ¿lo sabrías? ¿quién tiró el cordel sobre ella? ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿quién asentó su piedra angular, entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios? ¿Quién encerró el mar con doble puerta, cuando del seno materno salía borbotando; cuando le puse una nube por vestido y del nubarrón hice sus pañales; cuando le tracé sus linderos y coloqué puertas y cerrojos? «¡Llegarás hasta aquí, no más allá - le dije aquí se romperá el orgullo de tus olas!» ...... LOS VERSOS SIGUIENTES NO SE LEEN EN LA EUCARISTÍA. Y Job respondió a Yahvé: “Sé que eres todopoderoso; ningún proyecto te es irrealizable. Wra yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro. ... Yo te conocía sólo de oídas. mas ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza”

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De la segunda carta de Pablo a los Corintios (5; 14-17) Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así. Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.

Del evangelio según san Marcos (4; 35-40) Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.» Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» . Se quedaron espantados, y se decían unos a otros: "Pero, ¿quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"

TEMAS Y CONTEXTOS El Libro de Job El libro de Job plantea uno de los más graves problemas del creyente: el mal. En la mentalidad habitual judaica, el mal es castigo del pecado, y por tanto resulta enteramente incomprensible el sufrimiento de "el justo". Este es el tema planteado por Job: ha observado fielmente la Ley y sin embargo se ve abrumado por toda clase de desgracias. Sus amigos le dicen que reconozca que estas desgracias son castigo de sus pecados, pero Job mantiene su inocencia y no puede explicarse el mal que le aqueja. El autor del libro ofrece la única solución que tiene: apelar a la Suprema Autoridad de Dios: "¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios?". Lo que significa que no entiende nada, sigue con su problema, pero se somete a Dios y renuncia a entender. Este es un tema que debemos aceptar como es, sin suavizarlo, sin ir más allá de lo que la Palabra nos muestra. Nosotros queremos buscar una explicación al mal. No la tenemos. El sufrimiento del inocente, muy especialmente el sufrimiento de los niños, es algo que no encaja con nuestra fe en Dios Abbá, bueno y poderoso. Y no tenemos ninguna explicación. Creemos en Abbá, bueno y poderoso, a pesar de que no podemos explicar el problema del sufrimiento del inocente. Es dramática la presencia de este problema en la misma vida de Jesús. Él es el más inocente, el Santo por excelencia. Y, ante la pasión y la muerte, parece compartir con nosotros toda la oscuridad del sufrimiento. Lo manifiesta dramáticamente en el Huerto

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de los Olivos, y más trágicamente cuando recita en la cruz el Salmo 22: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". No hay ninguna revelación que nos explique el mal, el sufrimiento del inocente. Todo lo que nosotros inventamos para explicarlo es deficiente: el mal es necesario para contraponerlo al bien, el mal tiene carácter de "redención" por el pecado, el mal tiene sentido como "mérito para la vida eterna"... todo ello no soporta la idea de que "Abbá podría haber ahorrado a sus hijos tanto sufrimiento". Con el libro de Job, pero superándolo por el conocimiento de Dios que supone Jesús, debemos aceptar que "los caminos de Dios no son nuestros caminos" y que no tenemos solución a este tema. Pero sí tenemos motivos para fiarnos de Abbá - no solamente para someternos al Todopoderoso - y saber que Jesús no ha explicado esto, ni otras muchas cosas. En este tema, la posición de Jesús es clara: su vida es luchar contra el mal, y es parte importante de nuestra misión. Una vez más, la revelación de Dios en el N.T. antepone "Dios libertador" a "Dios Señor". La fe en "Dios Señor" nos pediría más bien explicaciones. La fe en Dios Libertador nos pide trabajar con Él contra el mal que aqueja a sus hijos. Este es uno de los significados más profundos de los milagros de Jesús. Los milagros de Jesús son de carácter "liberador", en favor del hombre oprimido por la enfermedad, por el pecado. La presencia de Jesús, la presencia de Dios, en el mundo, se ve continuamente acompañada por "signos de liberación", que muestran, más aún que las palabras, en qué Dios creemos, y qué se espera de nosotros. LA CARTA A LOS CORINTIOS (5; 14-17) Se presenta la muerte de Cristo como supremo acto de amor, amor en el que podemos conocer el amor el amor del Padre. Estas expresiones no tienen nada que ver con el concepto vulgar de “redención” (la muerte de Jesús como sacrificio sangriento expiatorio y vicario) sino que están en la línea de Juan 3,16: “tanto amó Dios al mundo que no escatimó a su único hijo”, o e Romanos 8,32: “el que no escatimó a su propio hijo sino que lo entregó por todos nosotros”. A continuación, nuestra respuesta: vivir para el Reino: ni nuestro conocimiento de las personas ni el de Jesús es ya como antes, eso es “lo viejo”. Se nos ofrece un modo nuevo de vivir y de pensar, con los criterios y valores de Jesús, como haber sido credo de nuevo. Esta nueva creación, criatura nueva, es la que se celebra en el bautismo, con el símbolo de “ser librado de las aguas, pasar del peligro de muerte por asfixia a la luz, al aire, a la vida en libertad, como un hijo de Dios.

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La tempestad calmada

Este texto de Marcos tiene su paralelo en Mateo y Lucas.

MARCOS(4,35)

Este día, al atardecer, les dice: « Pasemos a la otra orilla. » Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: « Maestro, ¿no te importa que perezcamos? » El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: « ¡Calla, enmudece! » El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: « ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? . Se quedaron espantados, y se decían unos a otros: "Pero, ¿quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"

MATEO( 8,18)

Cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí. Como veía que la muchedumbre lo cercaba, mandó pasar a la otra orilla. Subió a una barca y le acompañaron sus discípulos. Y he aquí que se levantó una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca. Pero Él dormía. Se acercaron para despertarle y dijeron: "Salva, Señor, que perecemos". Y les respondió: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran calma. Y ellos decían admirados: "¿Quién es éste? Porque aun los vientos y el mar le obedecen".

LUCAS(8,22)

Un día subió a una barca con sus discípulos y les dijo: "Pasemos ala otra orilla del Lago". Y navegaron hacia dentro. Mientras navegaban, se durmió. Y bajó sobre el lago tal torbellino de viento que empezaron a inundarse y a peligrar. Se acercaron para despertarle y le dijeron: "Maestro, que perecemos". Él se levantó, increpó al viento y a las olas del mar, que cesaron, y sobrevino la calma. Entonces les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?". Ellos, admirados y temerosos, decían entre sí: "Pues ¿quién es Éste? Porque manda a los vientos y al mar y le obedecen".

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El relato de Marcos es el más antiguo, probablemente el más cercano a las fuentes, y el que conserva más elementos que revelan al "testigo presencial", presumiblemente, Pedro. Todos los comentaristas están de acuerdo en que es incuestionable el aspecto de "crónica de un suceso sorprendente". En este sentido, no podemos dudar de que nos encontramos ante un relato basado claramente en un acontecimiento sorprendente, que causó asombro y mereció ser recogido por los cuatro evangelistas. El género histórico básico del relato no excluye sin embargo la elaboración teológico/simbólica a la que fue sometido, de modo que es el significado del suceso lo que prima sobre el suceso mismo, sea cual fuere. Este relato está incluido en los evangelios con intención evidente: se trata de mostrar, después de las enseñanzas de las parábolas, QUIÉN ES ÉSTE. Y se nos cuenta cómo los discípulos fueron descubriéndolo. Es importante señalar cómo los discípulos no oran a Dios para que les libre, sino a Jesús; y cómo Jesús no invoca a su Padre como en otras ocasiones, sino que actúa "por su propio poder". Esto es aún más significativo si tenemos en cuenta la poderosa tradición del A.T. por la que "sólo Yahvé" es dueño de los elementos naturales. Todo ello explica el final del Evangelio: el terror de los discípulos, no por la tempestad, sino ante el poder que ha mostrado Jesús. Por consiguiente, es igualmente claro que el texto plantea la pregunta “¿quién es éste?”, que es la que se hicieron los discípulos que contemplaron el suceso (sea cual fuere tal suceso), y ofrecen también implícitamente la respuesta, la que no encontraron enteramente entonces sino después de la resurrección, y que se expresa plenamente en Hechos 10, cuando en el sermón de Cesarea Pedro afirma “... porque Dios estaba con él”. Nuestra mentalidad del siglo XX no gusta de milagros. Se ha dicho que, en otras épocas, los hombres creían por los milagros y que nosotros creemos a pesar de los milagros. Pero es necesario ser consecuentes: no aceptamos de la Palabra lo que nos gusta. Aceptamos la Palabra entera, como es: y en este caso es preciso señalar claramente lo siguiente : - Es claro que el milagro ocupa un lugar preferente en el Evangelio, hasta el punto de que se presenta a Jesús como un gran taumaturgo. El milagro se presenta en el Evangelio como un "signo", como una manera de autentificar las palabras de Jesús. En el evangelio de Marcos, y refiriéndonos a los textos que hablan de la vida pública de Jesús, hasta el relato de la Pasión, las narraciones de milagros ocupan el 47% de los versículos. Los doce primeros capítulos de Juan han sido llamados "el libro de los signos", porque la mayor parte del relato está estructurado en torno a los milagros. Hasta los enemigos de Jesús hablan de su poder milagroso, hasta Herodes en su tribunal le pide que haga un "milagrito" para él.... - Es claro que en algunos de los milagros del Evangelio encontramos un predominio de lo simbólico: en ellos predomina el significado sobre el hecho, aunque un análisis serio no nos permitiría dudar de que se fundan en algo sucedido realmente. Tal, por ejemplo, el caso de las bodas de Caná o la multiplicación de los panes y los peces.

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- Es claro que en otros casos es muy evidente la intención del Evangelista de relatarnos un suceso del que fue testigo o del que recibió noticia de testigos oculares. Sigue siendo más importante el significado que el mero hecho en sí, pero es indudable el género histórico que subsiste en el fondo del relato.

Ante estos relatos, nuestra postura es clara, aunque nos cueste: - Dios es Señor: su irrupción en el mundo físico es posible, y es muy dueño de hacerlo. Si nos encontramos ante esto, nos encontramos ante una interpelación a nuestra fe, de la misma manera que al enfrentarnos a la Palabra. No se trata sin más de un conocimiento nuevo, o de un hecho maravilloso. Se trata de una presencia de Dios que interpela nuestra vida. - Nosotros tendemos a ver en el milagro casualidad o magia, queremos explicarnos el cómo o renunciamos a entender pensando "alguna manera habrá de explicarlo que aún no conocemos". Sin embargo, la acción de Dios por encima de nuestros conocimientos es parte del Mensaje, nos guste o no. - El milagro es una presencia de Salvación. Es el signo de Dios libertador. Nunca su finalidad es el espectáculo, deslumbrar al "espectador", provocar el seguimiento masivo a Jesús de una multitud enfervorizada... Jesús evita todo esto. Pero sí es una muestra de que en Jesús actúa Dios en favor de los hombres, para provocar al fe y el seguimiento. No el seguimiento externo de un jefe, sino el seguimiento interior, la aceptación de la Palabra y el cambio de vida. En el caso concreto de la tempestad calmada, Jesús inicia a sus discípulos en un conocimiento más íntimo. No es simplemente un predicador extraordinario ni un sabio digno de asentimiento. Es una presencia de Dios. Los dos textos, el de Job y el de Marcos, nos enfrentan, por tanto, al mundo de la fe en un Dios aparentemente ausente, "dormido" ante el mal del mundo. Precisamente el núcleo de nuestra fe es creer lo contrario, creer en el poder salvador de Dios. El milagro de la vida cristiana consiste en ver detrás de lo visible, dentro de lo visible, a Dios Salvador; ver en la trivialidad de la vida el plan de Dios. Ver en los hombres, Hijos. Ver en el trabajo colaboración en la obra salvadora de Dios.

PALABRA DE DIOS PARA NOSOTROS Poder para sanar: la fe que mueve montañas: conmigo lo hicisteis. El milagro de los milagros es que las personas humanas superen su egoísmo, su afición desmedida a consumir, su innato afán de explotar a los demás, de pasar de largo ante la necesidad ajena. El mayor milagro de Jesús es él mismo, su capacidad de entrega y compasión, de compromiso y de consecuencia hasta el final. Los amigos de espectáculos y prodigios

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prefieren fijarse en un dios paseando sobre las aguas: los que han cambiado sus ojos por los de Jesús no ven a Dios en los resplandores estériles, sino en el corazón de Jesús. La fe mueve montañas, pero no hay nada interesante en que se muevan las montañas. La fe puede mover el corazón humano, y eso sí que nos importa. La presencia de Dios en la iglesia no se manifiesta en fiestas solemnes, en espectáculos cultuales, en solemnes procesiones masivas, sino en atender a los hambrientos, vivir en la justicia y el compromiso, renunciar al despilfarro, vivir en solidaridad: ése es el milagro de los milagros. No hace mucho, Su Santidad el Papa Benedicto repetía en Auschwitz la eterna pregunta de la humanidad: “¿Dónde estabas, Dios, mientras pasaba todo esto?”. Desgraciadamente, no dio la respuesta, pero la respuesta existe, y debió darse. La respuesta está en aquella vieja y entrañable parábola oriental:

Un rico y piadoso mercader salía de su ciudad, montado en un majestuoso camello, ricamente enjaezado, rodeado de un séquito de ayudantes, portando lujosas mercancías. Al borde del camino, una pobre mendiga harapienta extendía la mano pidiendo una limosna, mientras sostenía apenas a su hijito enfermo y esquelético. El mercader se detuvo, elevó las manos al Altísimo y oró diciendo: “Señor, ¿cómo consientes esto? ¿Es que no puedes hacer nada por esta mujer?” Y Dios le contestó: Desde luego que puedo, y lo he hecho: te he hecho a ti. Así, la pregunta del Papa sobre Auschwitz podría ser otra: ¿Dónde estaba la iglesia, que conocía el genocidio y se calló por miedo o conveniencia?. Y la consecuencia es clara, amargamente clara: existe el mal del mundo porque existe el mal en mí: si mi corazón se pareciera más al de Jesús, la humanidad sufriría mucho menos y sería visible el amor de Dios.

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PROFESIÓN DE FE

Nosotros, creyentes mediocres, que seguimos a Jesús más bien de lejos, profesamos nuestra fe en él reconociendo a la vez nuestra mediocridad, y pidiéndole que aumente nuestra fe.

Creo, Padre, ayuda mi poca fe. Creo en Ti, el Padre con quien puedo contar siempre, Creo en Jesús, Camino estrecho, Verdad segura, Vida verdadera, Creo en el Espíritu, que me libera de la tierra. Creo en la Iglesia, que dice sí a Jesús y camina desde sus pecados construyendo el Reino. Creo en la bondad y en la limpieza de corazón, creo en la exigencia y en la pobreza, creo que el perdón es mejor que la justicia, creo que es mejor dar que recibir, creo que servirte es servir a los hombres, creo que mi vida tiene valor y sentido creo que me quieres y me ayudas, creo en Ti Padre, ayuda mi poca fe.

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