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LA IRRUPCIÓN

UNA CORTA HISTORIA EROTICA Sloan Parker

LA IRRUPCIÓN Sloan Parker

CREDITOS

TRADUCTORA: ZAMORITA28 Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la aprobación expresa del Grupo de Traducciones Ganimedes, además esta obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas sexuales explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo leas, además que su contenido no es apto para cardiacos.

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RESUMEN Billy ha venido irrumpiendo en el apartamento de sus examantes cada viernes en la noche para un poco de sexo en solitario en la cama que solían compartir. Una noche casi es atrapado antes de que tuviera la oportunidad de terminar con su rutina habitual y escabullirse por la ventana. Ahora sólo tiene algunos segundos para decidir si debe ocultarse y terminar lo que había empezado viendo a sus ex teniendo sexo o participar del encuentro más erótico de su vida. «Y tal vez de una nueva oportunidad para amar».

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NOTA DEL AUTOR Esta historia fue inspirada en la canción de Alanis Morissette "Su Casa", donde ella entra a la casa de su ex amante, se pone su ropa, escucha su música, y se acuesta en su cama, mientras él está viendo a otra persona. Quería escribir una historia con un tema similar, pero dándole un toque más romántico. "La Irrupción" es el resultado de ese reto personal.

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Mi pie resbaló en el alféizar de la ventana, y me lanzó con los pies por delante por la pequeña abertura. Aterricé sobre mi culo en el piso de madera, con los pies atrapados debajo de un aparador, y mis manos enredadas en las cortinas. ¿Cuántas veces me había introducido por la ventana?. Esto ya debería ser como una segunda naturaleza para mí. No debería haber caído al suelo como el peor merodeador del mundo. Y, sin embargo, ahí estaba yo, agarrado de las largas cortinas con ambos puños, con la adrenalina corriendo a través de mí como si ellos fueran a entrar y atraparme estando en esta posición tan ridícula. Tal vez era un estúpido. No estaba a punto de ser atrapado. Ellos habían salido a cenar como todos los viernes en la noche. No en el mismo restaurante, pero no era realmente importante a dónde fueran. Sólo importaba que no estarían en casa por un par de horas. Y yo aún tenía tiempo. Desenredé mis manos, me levanté del piso, y escuché con atención por un momento. A pesar de que necesitaba que todo estuviera en silencio, la ausencia de vida en el interior del apartamento me molestaba. Echaba de menos el sonido de su risa al ver los innumerables videos de YouTube que fingía no estar viendo, el sonido que hacía con el teclado de su ordenador portátil y su tarareo en la ducha. Me quedé quieto en la habitación en silencio respirando solo unas cuantas veces. La música primero. Esto haría que el par de horas que pasaría en el apartamento, serían como si supuestamente debiera estar allí, como si yo aún viviera allí y estuviera lavando la ropa o trotando en la caminadora. Cualquier cosa, menos la verdadera razón. Al final del largo pasillo, el piso de madera chirrió en los mismos lugares que siempre lo habían hecho. Pasé por un lado del sofá en el que habíamos hecho el amor tantas veces, por delante del sillón en el que hacía su trabajo, dejé que mi mano vagara sobre la tela azul desgastada del reposacabezas. ¿Cuántas veces había dejado de lado su computadora portátil y me había llamado para que fuera a él? ¿Cuántas veces me había acurrucado en sus brazos allí?.

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Crucé la sala de estar hacia el estéreo. Sin siquiera ver, simplemente pulsé el botón de reproducción y esperé a que el jazz soul rompiera el silencio. Con el silencio interrumpido, caminé lentamente por el pasillo hacia el dormitorio donde no hice caso del estado en que estaba la gran cama, las sábanas de color rojo eran visibles, el edredón estaba arrugado hacia los pies del colchón. Era mejor hacer caso omiso de estos detalles, no me permitiría pensar en cosas como, «nueve meses y él todavía me necesita para algo». Abrí el cajón superior de la cómoda y revolví su contenido hasta que mis dedos sintieron el suave tejido de sus calzoncillos negros, los mismos que yo había entrelazado entre mis dientes muchas veces cuando le desnudaba. Puse su ropa interior en la parte superior de la cómoda y me quité mis pantalones y camiseta. Me estremecí y traté de decirme a mi mismo que esto era a causa del frío de la habitación donde me encontraba completamente desnudo. ¿Cierto?. Una vez estuvo mi ropa interior en el piso, me deslicé dentro de la suya, tratando de ignorar mi erección en formación, esa era la forma en que mi cuerpo se iba calentando al contacto con la tela. Al principio cuando empecé entrar por la fuerza, esto siempre me llevaba hasta el final de mi rutina antes de que yo consiguiera ponerme duro. La tristeza que solía ser demasiado pesada, era ahora dominada por el deseo. Ahora, la sensación de su ropa interior contra mi piel era como si me sumergiera dentro de un sueño. En el interior del siguiente cajón estaban sus vaqueros. Eran demasiado anchos, demasiado largos, pero no me importaba. No era que yo fuera a ir a algún lado vestido así. La ropa era solo para mí. Él nunca me vería con ella puesta. La idea de que me encontrara vestido así como que me incitaba aún más. Me puse los pantalones y fui hasta su armario. Pasé mi mano por cada camisa, por cada traje, por cada pantalón, amaba la imagen mental de él en la sala del tribunal, el mando de esa voz fuerte. La camisa que quería ponerme la tomé con mi mano, y alcancé el estante para tomar una corbata. La de color azul oscuro. Iba muy bien

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con sus ojos, al igual que la última vez que lo había visto con ella. Él acababa de conseguir un cliente importante y un ascenso, y estuvimos celebrándolo en Romano’s. Al final de la noche, yo le pedí que me atara solo con esa corbata. Él pagó la cuenta, y salimos por la puerta antes de que el camarero tuviera la oportunidad de llevar el carrito de postres. Sin embargo, nosotros nunca llegamos a utilizar esa corbata. Pero después, cuando me sostenía en medio de la oscuridad, con nuestros cuerpos empapados de sudor, con el semen aún secándose sobre mi piel, me había susurrado —El próximo fin de semana, vamos a utilizar la corbata. Lástima que yo nunca sabría lo que se sentiría tener anudada esa corbata alrededor de mis muñecas. Lástima que yo la hubiera jodido de esa manera antes de ese fin de semana, perdiéndolo todo. Deslicé mi mano sobre mi pecho y jalé una de mis tetillas. Con mi otra mano, me acariciaba por encima de sus pantalones vaqueros, pero alejé mis caderas. Si no tenía cuidado, no iba a durar tanto tiempo como yo quería. El tiempo necesario para el resto. Con su camisa y su corbata envuelta alrededor de mi cuello, mudé mi fiesta privada al baño. La colonia estaba colocada en la encimera del lavado como si estuviera esperando por mí, como si supiera que vendría de visita como cada viernes en la noche. Cuando yo había vivido allí, mantenía la colonia escondida en el interior del gabinete. Yo temblaba cuando alcé la botella. ¿Por miedo? ¿O era esperanza?. En cualquier caso, no podía permitirme pensar así. Él no sabía nada acerca de mis visitas. Si lo hubiera sabido, habría llamado a la policía. O a mi oficial de libertad condicional. No, él no me habría confrontado. Abrí la botella y salpiqué un poco de agua de colonia en mi cuello. Mi piel se estremeció con el recuerdo de sus manos sobre mí. Enterré mi

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nariz en mi palma. Nunca olía igual en mí. Daría lo que fuera para que oliera igual a él. Una vez más. «No», yo daría lo que fuera por tener todo de vuelta, el sexo, las largas conversaciones en la cama, la risa, el amor. Pero no sería así. Yo nunca volvería a vivir en este apartamento. Nunca volvería a hacer el amor en esa cama. Nunca volvería a ser sostenido por sus fuertes brazos. Tenía que aceptarlo. Algún día, lo haría. Y ya no volvería a violar su domicilio todos los viernes en la noche. Sin embargo, todavía no. Había algo diferente, era algo sutil pero llamó mi atención, era suficiente como para asustarme. La botella de lubricante que siempre manteníamos dentro de la ducha ahora estaba en la jabonera, no en el estante de la ducha. ¿Deliberadamente ellos habían decidido colocarlo en algún lugar nuevo, o lo habían dejado accidentalmente allí?. ¿Ellos habían estado juntos en la ducha en la mañana?. ¿Habían jodido?. ¿Había estado Roger dentro de Doug?. ¿O al revés? No podía detener los recuerdos: mi frente apoyada contra la puerta de cristal mientras él me tomaba por la espalda; sus grandes manos sobre mis caderas, sobre mi pecho, en mi verga, yo de rodillas y su pene en mi boca «de la manera como le gustaba después de un largo día de trabajo». Decía que mi boca era el mejor alivio para su estrés que alguna hubiera tenido. Nunca había sido el mejor para alguien antes. Nunca será así nuevamente. Todo por culpa de un error. El peor error de mi vida. Desde que tenía doce años, mi madre me había dicho que terminaría en la cárcel. ¿Quién hubiera sabido que ella tendría razón?. Yo había pensado que al encontrar el amor de mi vida sería el final de toda la mala mierda, que sería el comienzo de una nueva vida.

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Si yo no hubiera salido esa noche. Si sólo hubiera hecho lo que él me había pedido que hiciera «quedarme para decorar el árbol de navidad, mientras escuchábamos villancicos y luego hacer el amor al ritmo de la canción "Moon Dreams" de Miles Davis». Si yo no le hubiera creído a mi mejor amigo cuando me dijo que era imposible que nos atraparan. Pero yo sabía lo que se sentía tener el estómago vacío. Yo sabía lo que era vivir en las calles, prostituyéndote para poder conseguir una comida. Pasé mi mano por mi cara antes de que las lágrimas que se habían formado cayeran y tomé el lubricante que ellos habían cambiado de sitio desde mi última visita. Lo coloqué en la parte superior del estante de la ducha. Pero tenía que regresarlo a donde lo habían dejado antes de irme, pero algo dentro de mí, no podía dejarlo pasar. Necesitaba verlo donde nosotros solíamos guardarlo. No sabía dónde lo habían hecho. Volví al dormitorio, pero yo no quería mirar la cama, no quería ver las cobijas revueltas, las sabanas torcidas de una forma que sólo podía significar que una sola cosa había pasado allí. Mantuve los ojos cerrados mientras me arrastraba hasta el centro de la cama. Mi erección se había calmado al recordar cómo lo había perdido todo, pero el sonido del smooth jazz y el olor de él en la almohada la despertó de nuevo. Moví mis caderas y cogí el primer botón de los pantalones demasiado grandes. Me quedé helado al escuchar el sonido de alguien abriendo la puerta delantera. El apartamento se llenó con su risa, mezclada con el jazz fresco y apasionado. Sonaba como una risa en un velorio. Se burlaba de mí. Era como la banda sonora de mi vida.

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Me sentí hiperventilar. ¿Por qué habían regresado a casa antes de tiempo?. Su risa se hizo más fuerte. Yo tenía que levantarme y salir por la ventana. ¿Por qué no podía moverme?. —¿Dejaste prendido el estéreo?. —Ese fue Doug. Su voz suave siempre me calmaba. Yo no pude escuchar nada más de lo que estaba diciendo al recordar su risa, al recordar como susurraba en mis oídos todas esas cosas sexys y deliciosas, que quería hacerme. —No lo sé. Tal vez. —Dijo Roger. Su voz sonaba más fuerte. —Debí haberlo hecho. ¿Por qué tenía él que sonar demasiado sexy también?. Luché para salir de la cama y recogí la ropa que llevaba puesta cuando irrumpí por la fuerza. Sus pasos se acercaron a la puerta del dormitorio. Ya no tenía tiempo para cambiarme. El pomo de la puerta giró. Ya no tenía tiempo para nada. Caí al suelo y me arrastré lentamente bajo la cama, los pantalones vaqueros de culo grande hacían que me enredara con todo, por lo fue difícil moverme. La corbata azul debió habérseme caído, porque yacía en el suelo junto a la cama. La agarré, la puerta se abrió y de inmediato jalé mi mano hacia atrás y apreté la corbata contra mi pecho. Doug intervino en primer lugar. Las botas de vaquero oscuras eran las mismas que llevaba todos los días, incluso con traje. Sus pies se volvieron hacia Roger cuando se acercó. El sonido de sus besos llenó la habitación.

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«Oh Dios». Iban a hacer el amor conmigo debajo de la maldita cama. Una corbata cayó al suelo a un metro de mi cara. Era una corbata de Doug. Seguido de la camisa que llevaba puesta, con un susurro la tela se derrumbó alrededor de sus tobillos. ¡Sip!. Yo iba a ser atrapado escuchando debajo de la cama como los dos follaban. Ese pensamiento me acobardó. Y así era, en cierto modo, pero también me encendía. Me gustaría llegar a oírles gemir y suplicar. Oírles gritar mientras se vienen. Otra camisa cayó al suelo, y los dos hombres se quitaron sus botas y calcetines. Se besaron nuevamente, los sonidos descuidados se mezclaban con los pequeños “hums”1 de Doug. Dios, cómo pude perder eso. —Te quiero. —Ese fue Roger. Esas palabras susurradas trajeron lágrimas a mis ojos. Yo me las sequé. No iba a llorar. Quería disfrutar de este momento por lo que era «escuchar a dos chicos sexys teniendo sexo». No podía ser nada más. —Háblame. —Roger de nuevo. —No. —Dijo Doug. Él dio un paso hacia atrás alejándose de Roger, los pies descalzos se acercaron aún más al borde de la cama «a mi». — Me prometiste que no hablaríamos sobre eso de nuevo. Roger dio un paso hacia adelante. Sus miembros se entremezclaron. —Creo que tenemos que hablar de ello. —Dijo Roger. — Hablar de él. ¿Él?. ¿Había alguien nuevo?.

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Esta palabra se refiere a un sonido como ejem, hum, mmm, decidí dejarlo como el original por no encontrar un sonido adecuado para esta onomatopeya.

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Se besaron nuevamente, el sonido era más atractivo que antes. Mi corazón retumbaba dentro de mi pecho. Quería salir lentamente de debajo de la cama, salir por la ventana, y correr por las calles de la ciudad hasta que me cayera al suelo por el agotamiento. —Háblame. —Dijo Roger. Doug suspiró. —Lo extraño. Cerré los ojos con fuerza, tratando de mantener calmada mi respiración, incluso, mantenerme quieto. ¿Doug le estaba hablando de mí?. —Por supuesto que lo extrañas. —Dijo Roger. —Pero no podemos. —¿Por qué no?. Él lo lamenta. —¿Cómo sabes eso?. —No me digas que no sabes lo que ha estado haciendo. «Mierda». Roger se dio la vuelta y Doug se acercó hasta que sus pies y piernas se amoldaron a las de Roger desde atrás. Juntos caminaron como si fuesen uno hacia el aparador. Con el cambio de ubicación, pude verlos a ellos dos. Ambos estaban sin camisa. Roger en jeans, la tela se adhería fuertemente a sus músculos, a sus gruesos muslos. Doug con los pantalones de su traje, su cuerpo compacto, más delgado recostado contra Roger. Agarré mi ropa más fuerte contra mi pecho. Roger pasó sus brazos alrededor de Doug y abrió el cajón superior. —Le gusta ponerse tu ropa interior. La de color negro. Siempre vuelve y

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la guarda aquí antes de irse, pero aún huele a él horas más tarde. Huelen a su necesidad, a tu jabón, y a mi colonia. Huelen a nosotros tres. «Oh Dios». Enterré mi cara en mi ropa. Ellos sabían lo que hacía cada vez que me metía aquí. ¿Sabían el resto?. Me obligué a mirar de nuevo. Doug dejó caer la cabeza hacia atrás contra el hombro de Roger, y enrolló sus brazos alrededor de Roger, y apretó las mejillas de su firme culo. —Apuesto a que le gusta sentir tu ropa interior contra su piel. — Roger susurró las palabras contra el oído de Doug. —Imagina que eres tu quien lo toca. Apuesto a que se endurece con sólo pensar en ello. — Roger movió su ingle contra el culo de Doug. —Duro como lo estoy yo ahora. ¿Estaban enojados?. No. Ellos estaban encendidos. Tan encendidos como yo mismo lo estaba, tan jodidamente duro que quería meter mi mano dentro de la ropa interior mientras Roger estuviera hablando. Roger abrió el otro cajón. —Lleva puestos mis vaqueros. Doug no decía nada. Él se movía, frotando su espalda contra Roger, pasando sus manos sobre el culo de Roger. Entonces Roger los condujo a ambos hacia el armario, y aún abrazando a Doug desde atrás, abrió la puerta y encendió la luz. Al igual que yo lo había hecho unos minutos antes «pero sin la parte de tener a Doug abrazado». —Apuesto —dijo Roger— a que se estuvo tocando mientras elegía una de tus corbatas. Doug sacó una mano del culo de Roger y dirigió la punta de sus dedos sobre la fila de camisas de vestir. Aquellos gráciles dedos se movían en una forma lenta, suave, y casi gimió en voz alta. Me mordí el

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labio y moví mis caderas, tratando de que mi polla se friccionara un poco con el movimiento. Pero yo quería más. Yo les quería. Roger llevó una mano a la parte delantera de los pantalones de Doug y comenzó un movimiento lento y sensual. Ansiaba sentir las manos de Roger sobre mí, los labios de Doug contra los míos, mi cuerpo aprisionado entre ellos. Una última vez. —Él siempre escoge una camisa. —Roger siguió moviendo su mano en la polla de Doug. —Una de mis camisas de vestir. Y tu corbata azul. Doug jadeó. —La que nosotros íbamos a usar en él la noche en que celebramos tu ascenso. La noche en que nos había rogado que lo atáramos. La noche en la que hicimos por última vez el amor. Doug se secó los ojos. ¿Estaba llorando?. Su voz era temblorosa cuando por fin habló. —Nunca pudimos amarrarlo con la corbata. —No. Pero dijimos que lo haríamos. —Roger agarró la mano de Doug con la suya y lo condujo a través del cuarto. —Después de que él se viste con nuestra ropa, va al baño. Me moví hasta que pude ver a través de la puerta abierta. Estaban de pie delante del espejo. Roger aún con sus brazos alrededor de Doug alcanzó y levantó la botella de colonia. La abrió y vertió un poco en la palma de su mano. Pasó sus manos juntas por delante de Doug, y luego extendió la colonia sobre las mejillas de Doug y por su cuello. Las caderas de Doug se movieron de nuevo. Roger besó la piel del cuello de Doug, desde el lóbulo de la oreja hasta su hombro. Yo casi que podía oler la piel de Doug, era una mezcla de excitación y el olor de la colonia de Roger. Nunca había olido aquella colonia en Doug.

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¿Olería igual sin importar quien la usara?. Roger pasó las manos por la parte delantera del pecho desnudo de Doug, sobre una tetilla y luego por la otra, avanzaba más y más, y, por último, cayó una mano en la parte delantera de los pantalones de Doug. Yo jadeaba ante la idea de oler la colonia de Roger en la polla y en las pelotas de Doug. Vi como la tela de los pantalones de Doug se movía por los movimientos de la mano en él. Y pasé saliva de un solo trago, tratando de recordar cómo respirar. La voz áspera de Roger me asustó. —Ahora todos olemos igual. Doug gimió y movió sus caderas más rápido. —Vamos a la cama, amor. —Roger quitó la mano de los pantalones de Doug y se volvió hacia la puerta. Se detuvo y se echó a reír cuando él agarró la botella de lubricante de la ducha. —No le gusta que cambiemos el lubricante de lugar. —¿Por qué? —Le preguntó Doug. —Creo que él echa de menos la forma en que hacíamos las cosas. La forma en que estábamos juntos. «Nosotros tres». Se siente miserable solo. —Él nos dejó… —Tú sabes por qué. —Roger sostuvo a Doug contra su pecho y le susurró al pelo por encima de la oreja de Doug. —Él pensó que nosotros nos avergonzaríamos de él. Pensó que al regresar a casa después de salir de la cárcel nosotros lo amaríamos de manera diferente. Pensó que él estaba de más y que solo estábamos jugando con él, y que estaríamos mejor sin él. Que íbamos a volver a estar como estábamos antes de que lo encontráramos fuera del club. Él no sabe que era una parte tan

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importante de esta relación como cualquiera de nosotros dos. Él no sabe lo fácil que fue para ese hombre hambriento, robar nuestros corazones. No pude detener las lágrimas que corrían por mi cara. Las palabras de Roger habían penetrado todos y cada uno de los centímetros de la coraza que había tratado de construir desde que había dejado la prisión. Era extraño, «escondido bajo la cama que habíamos compartido alguna vez, vestido con sus ropas, llorando como nunca lo había hecho en toda mi vida, y sin embargo mi polla estaba dura, mi cuerpo estaba hambriento de ellos, yo no sabía si sería capaz de alejarme de ellos si me descubrieran y me pidieran que me fuera. Pero no parecía que ellos lo fueran a hacer» ellos aún me querían. Tal vez yo ya me había hecho una paja y me había quedado dormido sobre las sabanas de color rojo, y sus palabras eran realmente mis deseos haciéndose realidad en mis sueños. Ellos se movieron como si fueran una sola persona hacia el centro de la habitación, uno frente al otro. Doug miró hacia el armario. —¿Dónde está la corbata?. No está allí. —Volvimos a casa temprano. Doug abrió la boca. —¿Él está aquí?. Roger asintió con la cabeza. Abracé mi ropa con fuerza y contuve la respiración. —¿Dónde?. Roger miró sobre su hombro. —Debajo de la cama. Doug se volvió, y los dos hombres se quedaron mirándome.

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Sabía que no estaba soñando porque usé todas mis capacidades mentales para obligarme a decir alguna palabra, pero me las tragué enteramente. Y no pude hacerlo. —¿Billy?. Sé que debería ser lo suficientemente hombre como para salir gateando y enfrentarme a ellos, pero mi nombre en los labios de Doug me habían congelado completamente debajo de la cama, sosteniendo mi propia ropa, usando la de ellos, con lágrimas en mi rostro, y mi polla dura como una roca. Doug se acercó a la cama, se agachó junto a ella, y levantó la sábana que colgaba del borde. —Billy, sal de ahí. —Ese azul, sus ojos azules me estaban mirando. Roger no se había movido de donde estaba, pero su voz era más fuerte que cualquiera de las palabras pronunciadas por él desde que había entrado en el apartamento. —Billy. Eso fue todo lo que dijo. Nunca me pude resistir a sus requerimientos, no en el dormitorio. A él le gustaba de esa forma. Y a mi siempre me gustó dejarlo. También era así para Doug. Roger decía que era porque Doug necesitaba soltar el control que mantenía todo el día en la sala del tribunal. Y él me dijo que tenía que dar todo de mí a alguien. Tenía razón acerca de eso. De alguna forma traté de salir de debajo de la cama, sin soltar aún mi ropa. Podría necesitarla después. Doug envolvió una mano alrededor de mi brazo y me ayudó a ponerme de pie, los holgados vaqueros hacían que el moverme fuera un problema, añadiéndole a esto mis nervios.

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El toque suave de la mano de Doug en mi brazo y sus reconfortantes ojos azules me llevaron de vuelta en el tiempo hacia la primera noche, hacia el momento en que los conocí, cuando ellos me llevaron a un restaurante y me dieron de comer un sándwich de carne asada con papas fritas extra, me trajeron a su casa y me dejaron tomar un baño caliente, y luego me llevaron a su cama en donde nada cercano a sexo pasó y donde dormí entre ellos dos. Al día siguiente, tuvieron lista una cama nueva en la habitación de invitados. Les tomó cerca de tres meses para que alguno de ellos dos me besara. Otros dos antes de que me llevaran de nuevo a su cama. Más tarde me enteré, que ellos habían querido esperar más tiempo. No querían que me sintiera como si se los debiera. Pero nunca me sentí así. Todo lo que alguna vez sentí fue su amor. Me quedé mirando la mano de Doug en mi brazo. Tenía ganas de sentir el calor de la palma de su mano en mi piel. ¿Por qué no tuve ocasión de darme una paja desnudo en su cama?. Sólo que eso también me habría dejado desnudo ante ellos. Y ya me sentía demasiado expuesto. Vulnerable. Como cuando tenía veinte «como cuando era aquél chico de la calle que habían traído a su casa cinco años antes». Doug me jaló hacia adelante y me aplastó contra su pecho. — Estúpido, estúpido hombre. Roger se paró detrás de mí y enrolló sus brazos grandes alrededor de nosotros, inmovilizándome entre ellos. Toda mi determinación salió por la ventana «que era por donde debería estar yo saliendo en este momento». Dejé caer la ropa al piso y pasé un brazo alrededor de la cintura de Doug y el otro por mi espalda, alrededor de Roger. Doug dejó escapar un suave gemido. Enterró su nariz en mi pelo. —Has estado fuera desde hace dos meses. ¿Dónde has estado viviendo?.

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Yo quería responderle, pero mis palabras se habían quedado trabadas en mi garganta. Roger se apoderó de mi cadera. —Billy —dijo— ¿Dónde?. Dejé caer mi cabeza contra su pecho. —En la Misión2 de la Calle Tercera. Doug puso una mano sobre mi mejilla. Cerré los ojos y apoyé mi cara en su caricia. —¿Por qué no viniste a casa?. —Él preguntó. Yo no podía detenerme. Giré mi cabeza y le besé la palma. Él secó una de mis últimas lágrimas que cayó de mis ojos. —¿Creías que ya no te queríamos?. Asentí con la cabeza. Roger se inclinó y besó la parte de atrás de mi cuello. Se abrió camino hacia el lóbulo de mi oreja. —¿Creías que ya no te amábamos?. Una parte de mí sabía que ellos aún me amaban, pero también sabía que ellos se merecían algo mejor. «Algo mejor que yo». Roger me besó en la sien. —Habla con nosotros. —Yo fui a prisión. —Mi voz temblaba con cada palabra. Roger se echó a reír. Aquél profundo estruendo vibró contra mi espalda. Sin pensarlo, cambié mi posición entre ellos, mi culo contra la polla de Roger, mi polla contra la de Doug, moviéndome de ida y vuelta, el ritmo que me impuse era tan fácil, era como si solo hubiera dado algunos pasos para llegar al apartamento. 2

Para los que no están familiarizados con el término, Billy está hablando de un albergue para personas desamparadas, por lo general los tienen las iglesias cristianas católicas y cristianas protestantes.

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Doug comenzó a moverse conmigo, pero Roger aquietó nuestras acciones. «Fui tan estúpido». No debería haber sido tan audaz. Yo fui quien los abandonó. Yo fui el que preparó su maleta y salió por la puerta mientras ellos estaban en el trabajo, y me hubiera quedado en la misión hasta el momento en que ya no tuviera que reportarme ante la corte. Si ellos no se hubieran presentado ese día. Y Doug quien no aceptaría un no por respuesta ocupara el lugar de defensor público. Le debía a Doug años de mi vida. Mi sentencia no hubiera sido tan corta si ellos no hubieran venido a ayudarme. ¿Y así fue como les devolví el favor?. ¿Irrumpiendo en su casa, cogiendo sus pertenencias, para frotarme con ellas como si nada hubiera cambiado entre nosotros?. La profunda voz de Roger parecía suavizarse cuando habló. —No quisiste hablar con nosotros cuando compareciste ante el tribunal. Tampoco quisiste vernos cuando estabas en prisión. ¡Sales y ni siquiera te molestas en decirnos dónde estás!. ¿Crees que todo eso no nos dolió?. —Roger. No hagas esto. —Doug acariciaba mis brazos. —Ahora él está aquí. Roger metió una mano dentro de los pantalones sueltos que colgaban de mi cuerpo y agarró mi polla. —Él está aquí para masturbarse. No para vernos. —Yo-yo quería… —Cerré mis ojos con fuerza. Roger deslizó su mano a lo largo de mi polla. Acariciando hasta mis bolas. —Dilo, Billy. Gemí y moví de nuevo mis caderas. —Yo quería verlos. Pero, pero ustedes se merecen algo mejor.

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—¿Mejor que tú?. —Por la sorpresa en la voz de Doug, abrí los ojos y lo miré. Él buscó mi cara. —Por dios, Billy. Tú estabas tratando de ayudarlo. —Pero robé. Roger ahuecó mis bolas, su toque era suave y amoroso. —¿Por qué no nos pediste ayuda? Nosotros te hubiéramos dado el dinero. Me retorcí en sus brazos hasta que pude mirar a Roger. —No podía tomar alguna otra cosa más de ti. —¿Tomar? —Dijo Roger. —No tienes ni idea, ¿verdad?. Nos faltaba algo hasta que te conocimos. Te necesitamos tanto como tú nos necesitas. Doug me obligó a mirar hacia él. —Y sin ti, no estamos completos. Estamos rotos. —Ya te has castigado suficiente. —Dijo Roger. —Es hora de que vuelvas a casa. Doug se inclinó hacia delante y me besó. Su tibia lengua acarició la mía. Todas mis preocupaciones, todos mis pensamientos se fueron. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me paré en las puntas de los dedos de mis pies. La calidez de Roger dejó mi espalda. Yo quería llorar, quería suplicarle que me tocara de nuevo, pero no pude soltar ni siquiera una lágrima por el beso de Doug. Yo quería consumirme en él, que tomara todo mi aliento hasta que no estuviéramos seguros en donde terminaba él y dónde comenzaba yo. Roger se presionó contra mi espalda de nuevo. Una de sus manos se apoderó de mi cadera. Los dedos de la otra acariciaban mi labio inferior. Abrí la boca un poco más y dejé que deslizara el pulgar entre mis labios, junto con la lengua de Doug, hasta que pude probarlos a los dos.

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Roger sacó el pulgar de mi boca y se apoderó de uno de mis brazos que tenía alrededor del cuello de Doug. Y puso algo alrededor de mi muñeca. La corbata azul. Jadeé. Doug me sonrió, con los labios aún húmedos por el beso. —No podrás alejarte de nosotros esta vez. Roger se echó a reír y tiró de mí hacia atrás. Yo temblaba. —Desnúdate Doug. —Dijo Roger. Doug se desnudó. Yo no podía apartar mis ojos de las líneas duras de su cuerpo, su erección aumentaba entre sus piernas. Roger se puso delante de mí. Obligó a que girara mi cabeza hasta que me encontrara con su mirada. —Tú te quedas. A menos que me digas que te quieres ir. —Esperó por un momento y luego agregó. —Ni lo pienses. Se inclinó hacia delante y se detuvo, sus labios estaban a solo unos centímetros de los míos. —Si comienzo a besarte lo haré hasta cabrearte, y no estoy seguro de que pueda detenerme una vez que empiece. —Él se echó hacia atrás. Lloriqueé. Yo quería sus labios sobre los míos. —Primero, lo primero. —Dijo él. —Súbete a la cama, Doug. Doug asintió con la cabeza y se acostó boca arriba en el centro de la gran cama. —Tus brazos por encima de tu cabeza.

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Doug estiró los brazos hacia arriba como si quisiera agarrar la cabecera. Su cuerpo se extendió a lo largo de las sabanas de color rojo como una oferta decadente de postres. Quería avanzar lentamente por encima de él y degustarlo. Más que degustarlo. Quería devorarlo. Roger se movió detrás de mí. Primero abrió el botón de los vaqueros que llevaba puestos y luego deslizó hacia abajo la cremallera. Doug se lamió los labios mientras miraba desde la cama, su cuerpo se mantenía inmóvil sólo por voluntad de Roger. —Adelante. —Dijo Roger mientras continuaba desnudándome. — Dilo. ¿Decir qué?. Él siguió quitándome los pantalones y a continuación, desabotonó la camisa. Mi cabeza daba vueltas con el roce de sus grandes manos sobre mi piel. Doug habló. —Te deseo tanto, Billy. Extrañaba ver tu cuerpo y poder tocarlo. Extrañaba tenerte entre nosotros, extrañaba tu sonrisa, tu risa, tu amor. Te extrañaba a cada momento después de que te fuiste. Doug movió sus caderas, pero mantuvo sus brazos estirados sobre su cabeza. —He estado soñando teniéndote dentro de mí. Respirar rápidamente era todo lo que podía hacer. Roger deslizó la camisa de mis hombros, con la cual tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para quitarla del todo por la corbata que aún se encontraba envuelta alrededor de mi muñeca. Él frotó la carne de mi culo y de los muslos mientras me quitaba la ropa interior de color negro de mi cuerpo. —Dios, bebé. —Dijo Doug. —Tú eres hermoso. Ven aquí. Él sabía que no me movería. No hasta que Roger me dijera que lo hiciera. Este era un juego que ya había jugado muchas veces.

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Pero él no se dio por vencido. —Bebé, ven y recuéstate encima de mí. Necesito sentir tu cuerpo sobre el mío, tu lengua en mi boca, tu polla dentro de mí. Asentí con la cabeza. Era lo único que podía darle. Por ahora. Roger se rió entre dientes. Lo oí desabrochar sus pantalones. A continuación, su cuerpo musculoso y desnudo finalmente se acercó a mí. Puso sus brazos alrededor de mi pecho y la caliente y sólida carne de su polla contra mi espalda baja. Gemí y apoyé la cabeza de nuevo contra él. Él me besó en el cuello. —¿Es necesario que usemos condón?. «¿Eh?». Levanté la cabeza y miré a Doug en la cama. O estaba él disfrutando el solo ver mi polla, o era que no podía mirarme a la cara. Esto me golpeó duro. —¡No!. Doug cerró los ojos y tragó saliva. No podía soportar esto por más tiempo. Me volteé estando aún en los brazos de Roger. —No he tenido relaciones sexuales con nadie más. Te lo juro, no lo hice. Sólo... sólo un par de mamadas. En... la... Él enmarcó con su mano una de mis mejillas y pasó el pulgar por encima de mi labio inferior. —¿En la cárcel?. Asentí con la cabeza. —Yo le creo. —Dijo con fuerza. —¿Doug?. —Yo también. Roger le dio un toque más a mis labios. Soltó mi cara y me obligó a girar. —Ve con él. Acuéstate sobre su cuerpo. Avancé lentamente en la cama y me abrí camino hasta Doug. Los

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dos gemimos cuando me recosté sobre él. Apoyé una mano sobre la cama y la otra a un lado de su hombro y me mecí, dejando que nuestros penes y nuestros cuerpos se familiarizaran a fondo, recordando la manera dulce y fácil en que nosotros habíamos estado juntos. Doug gimió de nuevo. El sonido era hermoso y atractivo. Yo quería más. Me mecí más rápido, jugando con él como si fuera una vieja guitarra, con la cual quería tocar la misma melodía que había estado ausente durante meses. Roger me agarró de las caderas y tiró de mí hacia atrás. —Aún no. Arrodíllate entre sus piernas. Doug abrió los muslos, y yo hice lo que Roger me había indicado. Roger se arrodilló detrás de mí, el toque de su pecho contra mi espalda sacó su propia canción, unos pocos gemidos que ni en sueños podía silenciarlos. Roger deslizó las manos por el interior de los muslos de Doug. — Alza tus piernas. Doug levantó las piernas, y con un ligero toque de la mano de Roger en mi espalda baja, me acerqué un poco más hasta que mi polla quedó ubicada contra el ano de Doug. Pronto estaría en su interior. Y Roger estaría en mí. Y yo estaría en casa. Finalmente. ¿Sería para siempre?. Agarré el exterior de los muslos de Doug, necesitaba tocar más de él. —Tu mano izquierda, Doug. Doug levantó la mano. Roger levantó la otra punta de la corbata azul que aún colgaba de mi muñeca derecha y la envolvió alrededor de la cabecera, y a continuación, en nuestras muñecas, atándonos a los dos.

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Entrelazamos nuestros dedos. Roger aseguró el extremo de la tela azul, pero estaba demasiado flojo. Estaría libre en poco tiempo. —Más apretado. Roger me lamió la oreja de arriba a abajo y me susurró —Atado o no, tú no vas a ir a ninguna parte. —No. —Dejé que mi cabeza cayera sobre su hombro. —Quiero quedarme. —Billy. —Doug se retorció y presionó su culo contra mi polla. No podía entrar. Aún no. Roger se inclinó hacia la mesita de noche para agarrar el lubricante. Él deslizó una mano entre Doug y yo y aplicó un poco en mi polla y luego en el cuerpo de Doug. Doug se apoderó de la cabecera de la cama con su mano libre. —Está bien. —Dijo Roger. —Tócalo. Aférrate a él. Doug soltó la cabecera y llegó hasta mí aún con sus piernas levantadas. Y se agarró a mi muslo. Con la mano de Roger guiando mi polla, empujé mi pelvis hacia adelante y me hundí en Doug poco a poco en varios y pequeños empujes. La apretada fricción de la carne en la carne era casi demasiado. No sería capaz de aguantar por mucho tiempo. Doug gimió y apretó mi mano y mi muslo, su mirada estaba fija en la mía. Había pasado demasiado tiempo desde que había estado dentro de alguno de ellos, desde que había sentido algo en mi polla, además de mi propia mano. Me incliné sobre él aún más y apoyé mi mano libre en la cama al lado de su cabeza. Necesitaba sostenerme para poder joderlo como yo quería «de la forma en que necesitaba hacerlo».

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No. Eso no era cierto. Roger se empujaría dentro de mí pronto, y nos follaría a nosotros contra el colchón. Roger extendió las mejillas de mi culo. Me quedé quieto y él frotó la cabeza lubricada de su pene desde la parte superior de mi culo, hacia abajo, a todo lo largo del pliegue muy lentamente. En el momento en que tocó mi agujero, él se empujó hacia delante, y yo me moví un poco más cerca de Doug. Grité —¡Sí!— Gruñí una y otra vez mientras él nos hacía el amor a los dos. Tal vez yo había extrañado más mis propios sonidos que los de ellos. Estar atrapado entre ellos era una necesidad que había intentado fingir que ya no anhelaba, que podría vivir sin ella. Yo no me quería venir. Y al mismo tiempo, yo nunca había querido algo más en la vida que esta liberación. Roger deslizó una mano por debajo de la corbata de seda que estaba alrededor de mi muñeca hasta que quedó atado a nosotros «con nosotros». Él enmarcó mi mejilla con la otra mano y forzó a mi cabeza a moverse hacia un lado. —Bésame. —Entonces sus labios estaban en los míos. Era el más dulce roce de labios húmedos y lengua. Suave. Incitante. Profundo. Tal vez lo que realmente había querido decir era que él nunca dejaría de besarme. Y yo no lo lamentaba. De repente, él se apartó y me dijo —No vas a ir a ninguna parte. Ni esta noche. Ni ninguna otra. Tú eres nuestro, y nosotros no vamos a dejar que te vayas. Él me envistió una y otra vez, pasando su brazo alrededor de mi para poder tomar a Doug con su mano. Nos meció y gruñó, nos acarició y aceleró, amándonos, respirando juntos mientras volábamos hacia nuestra liberación. Me vine primero, a continuación, Roger y Doug casi juntos. Colapsamos en una pila, la mitad de Roger sobre mí, la otra mitad enrollado alrededor de mí, Doug al otro lado de mi.

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Roger suspiró. —Maldita sea. Siempre has sido una muy dulce mierda. Me reí y le golpeé el brazo. —Realmente estoy sintiendo el amor aquí. Se sentó tan rápido que la cama crujió, inclinándose sobre mí. —Tú deberías sentirlo. Y la próxima vez, no huyas de él. Asentí con la cabeza, y Roger se hundió de nuevo en la cama. Doug cogió las mantas y nos arropó con ellas. —A dormir. Yo podría hacer eso. No había estado tan relajado desde la noche anterior al día en que fui detenido. —Billy. —Dijo Roger. —¿Huh?. —Creo que finalmente nos habrían robado. Siempre dejábamos la ventana abierta. Me reí de nuevo. Ver esa ventana abierta había sido un recordatorio de que tenía que irme. Cuando me pajeaba sobre sus sabanas, era fácil concentrarme solo en mi polla y olvidarme de mi corazón. Olvidarme de que ya no pertenecía aquí. Quité las mantas, me abalancé sobre la ventana de la habitación, y tropecé. Aterricé en el suelo con mis pies enredados en la retorcida manta y mis manos sujetando las largas cortinas a cada lado de la ventana. Doug se rió, se carcajeó, a tal punto que ni siquiera pudo sentarse y tuvo que aferrarse a sus tripas, mientras daba rienda suelta a su risa. Roger se levantó de la cama y miró hacia mí. —¿Estás bien?.

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—Sí. Lo estoy ahora. —Arranqué la manta, de mi pie, y de un solo golpe cerré la ventana. Los débiles sonidos de bocinazos, el ruido del tráfico, los gritos ocasionales desaparecieron. Todo lo que oía era una risa desacelerando detrás de mí y una voz gruesa y profunda que me dijo —Estás en casa, Billy. Fui hacia la cama y me acomodé entre ellos. Roger nos envolvió con sus brazos a Doug y a mi, jalándonos a nosotros dos para estar más cerca. —No tenías por qué entrar por la fuerza. Esta siempre fue tu casa. Asentí con la cabeza. Yo estaba en casa.

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