10 Poemas.docx

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1. La más bella niña. La más bella niña De nuestro lugar, Hoy viuda y sola Y ayer por casar, Viendo que sus ojos A la guerra van, A su madre dice, Que escucha su mal: Dejadme llorar Orillas del mar. Pues me distes, madre, En tan tierna edad Tan corto el placer, Tan largo el pesar, Y me cautivastes De quien hoy se va Y lleva las llaves De mi libertad, Dejadme llorar Orillas del mar. En llorar conviertan Mis ojos, de hoy más, El sabroso oficio Del dulce mirar, Pues que no se pueden Mejor ocupar, Yéndose a la guerra Quien era mi paz, Dejadme llorar Orillas del mar. Váyanse las noches, Pues ido se han Los ojos que hacían Los míos velar; Váyanse, y no vean Tanta soledad, Después que en mi lecho Sobra la mitad.

Dejadme llorar Orillas del mar.

2. Vivo sin vivir en mí Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puse en él este letrero: que muero porque no muero. Esta divina prisión del amor con que yo vivo ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero. ¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor!

Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga. Quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero. Sólo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo, el vivir me asegura mi esperanza. Muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. Mira que el amor es fuerte, vida, no me seas molesta; mira que sólo te resta, para ganarte, perderte. Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero, que muero porque no muero. Aquella vida de arriba es la vida verdadera; hasta que esta vida muera, no se goza estando viva. Muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios, que vive en mí, si no es el perderte a ti para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero.

3. La vida es sueño ¡Ay mísero de mí, ¡ay infelice! Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratais así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido. Sólo quisiera saber para apurar mis desvelos (dejando a una parte, cielos, el delito del nacer), ¿qué más os pude ofender, para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron, ¿qué privilegios tuvieron que no yo gocé jamás? Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corre con velocidad, negándose a la piedad

del nido que deja en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¿Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me ví. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son

4. La vaca estudiosa, una vaca en la Quebrada de Humahuaca. Como era muy vieja, muy vieja, estaba sorda de una oreja. Y a pesar de que ya era abuela un día quiso ir a la escuela. Se puso unos zapatos rojos, guantes de tul y un par de anteojos. La vio la maestra asustada y dijo: – Estas equivocada. Y la vaca le respondió: ¿Por qué no puedo estudiar yo? La vaca, vestida de blanco, se acomodó en el primer banco. Los chicos tirábamos tiza y nos moríamos de risa. La gente se fue muy curiosa a ver a la vaca estudiosa. La gente llegaba en camiones, en bicicletas y en aviones. Y como el bochinche aumentaba en la escuela nadie estudiaba. La vaca, de pie en un rincón, rumiaba sola la lección. Un día toditos los chicos se convirtieron en borricos.

Y en ese lugar de Humahuaca la única sabia fue la vaca.

5. “Una carta de amor” Todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo porque en el fondo es todo como un perro que pasa, una colina, esas cosas de nada, cotidianas, espiga y cabellera y dos terrones, el olor de tu cuerpo, lo que decís de cualquier cosa, conmigo o contra mía, todo eso es tan poco yo lo quiero de vos porque te quiero. Que mires más allá de mí, que me ames con violenta prescindencia del mañana, que el grito de tu entrega se estrelle en la cara de un jefe de oficina, y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad.

6. SE EQUIVOCÓ LA PALOMA RAFAEL ALBERTI Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era el agua. Creyó que el mar era el cielo que la noche la mañana. Que las estrellas rocío, que la calor la nevada. Que tu falda era tu blusa, que tu corazón su casa. (Ella se durmió en la orilla, tú en la cumbre de una rama.)

7. Bebiendo solo a la luz de la luna, de Li Bai El río avanza, mansamente, abriendo la noche. Las estrellas, desnudas, tiemblan en el agua. El río traza una línea de rumor en el silencio. He abandonado mi barca al capricho de las aguas. Tendido cara al cielo pienso en ti que duermes, extraviada entre los sueños. Tal vez ahora me sueñes, amor mío de nocturnos, húmedos ojos estrellados. Pronto mi barca ha de pasar frente a tu casa, amor mío, extendida en tu sueño como un río.

Tal vez por mí palpite tu dormida boca entreabierta. Llega una ráfaga de fruta y de jazmín. Este viento ha pasado por tu casa y en él toco tu sueño y aspiro tu aroma y beso tu boca, amor mío que tal vez ahora andas conmigo, en un jardín, por tu sueño. Detrás de tu oreja, entre los cabellos, húmedos del baño todavía, arde un jazmín, en tu sueño. Dame la mano y mírame a los ojos, en tu sueño, amor mío, y suavemente arrástrame al círculo mágico en que ahora, dormida, sonríes. Ya veo, entre la sombra de la orilla, una lucecita que me mira con amoroso parpadeo. Es tu casa: para mí la más dulce, la más cercana y lejana de las estrellas, amor mío.

De su letargo hacia un sueño sin sueños. No importa El número. Nadie pide ayuda a nadie. Las voces buscan Palabras en el desierto y responde el eco Claro, herido: No hay nadie. Pero alguien dice: “El asesino tiene derecho a defender la intuición del muerto”. Los muertos exclaman: “La víctima tiene derecho a defender su derecho a gritar”. Se eleva la llamada a la oración desde el tiempo de la oración a los féretros uniformes: ataúdes levantados deprisa, enterrados deprisa… no hay tiempo para completar los ritos: otros muertos llegan apresuradamente de otros ataques, solos o en grupos… una familia no deja atrás huérfanos ni hijos muertos. El cielo es gris plomizo y el mar es azul grisáceo, pero el color de la sangre lo ha eclipsado de la cámara un enjambre de moscas verdes.

8. La estrella, de Rabindranath Tagore (India)

El espectáculo es eso. Espada y vena. Un soñador incapaz de ver más allá del horizonte. Hoy es mejor que mañana pero los muertos son los que Se renovarán y nacerán cada día Y cuando intenten dormir, los conducirá la matanza

9. El albatros, de Charles Baudelaire (Francia)

Largo espectro de plata conmovida… Largo espectro de plata conmovida el viento de la noche suspirando, abrió con mano gris mi vieja herida y se alejó: yo estaba deseando. Llaga de amor que me dará la vida perpetua sangre y pura luz brotando. Grieta en que Filomela enmudecida tendrá bosque, dolor y nido blando. ¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza! Me tenderé junto a la flor sencilla donde flota sin alma tu belleza. Y el agua errante se pondrá amarilla, mientras corre mi sangre en la maleza mojada y olorosa de la orilla.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.

10. Vicevera, de Mario Benedetti Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

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