10 Encuentros Feministas

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante Colectiva El grito de las brujas

XI Encuentro Feminista Comité Impulsor México, D. F., marzo de 2009

ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO Autoras: Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante Colectiva El grito de las brujas Realizado por: Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista Coordinación general: Gloria Careaga Revisión de estilo: Elena Madrigal Impresión: Monarca Impresoras. [email protected]

México, D. F., marzo de 2009

ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Presentación En nuestro continente, el movimiento feminista se ha manifestado de formas muy diversas. Entre ellas destacan diez Encuentros Internacionales, esfuerzos por nombrar y dar forma a un proyecto feminista específicamente latinoamericano, de aquí la dificultad de dar cuenta de la complejidad de la genealogía en la que se inscribe el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Dada la diversidad de los debates, posturas políticas, rupturas y continuidades que se han suscitado en estos espacios durante las últimas tres décadas, cualquier recuento unívoco de los Encuentros está destinado al fracaso. El presente ensayo no pretende ser exhaustivo ni mucho menos una historia definitiva o “autorizada”. Sus alcances son más realistas a la vez que más sugerentes: a partir de la lectura de las memorias de cada Encuentro, esbozamos notas sobre el arte de encontrarnos y de desencontrarnos, sobre las formas organizativas, los temas debatidos y las participantes para sugerir senderos que convendría recorrer nuevamente en subsecuentes Encuentros. Esperamos que este esfuerzo sintético despierte inquietudes, objeciones y preguntas que conduzcan a otras mujeres a embarcarse en el esfuerzo colectivo, incesante y siempre en disputa que implica trazar genealogías y escribir las historias del feminismo. Agradecemos profundamente a todas aquellas mujeres que dejaron huella al plasmar sus vivencias y al llamar a participar mediante convocatorias y documentos para el debate. Entre ellas, mencionamos a Cris Suaza, quien por años ha custodiado reseñas, un buen número de ponencias originales, materiales de difusión, afiche, y más del I Encuentro y ha publicado sus 3

recuerdos en Soñé que soñaba: una crónica del movimiento feminista en Colombia de 1975 a 1982. Muy especialmente quedamos en deuda con las editoras de las memorias de los Encuentros precedentes: Manuela Cienfuegos, Daniela Claro y Olga Amparo Sánchez, por el I Encuentro; Anita Natividade, Eliana Ferreira de Assis y Miriam Bottassi, por el III; Amalia Fischer, Lucero González, Berta Hiriart y Eli Bartra por el IV; Ana Leticia Aguilar, Elizabeth Álvarez, María Teresa Blandón y Lorena Camacho, por el VI; Amantina Barranco Quevedo, Susana Cubillos Montecino, Carena Pérez Martínez, Rebeca Rebolledo León y Rosa Soto Lira, por el VII y a Ochy Curiel, por el VIII. A todas ellas, por habernos allanado el camino, gracias.

Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante Colectiva El grito de las brujas Marzo de 2009

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

El arte de encontrarse En el presente, las feministas nos reunimos en congresos, convenciones, conferencias, concejos, asambleas, grupos de autoconciencia, conversatorios y, por supuesto, encuentros nacionales, regionales o mundiales. Nuestros plenos de intenciones políticas datan de poco más de un siglo. Un primer antecedente es el sentado por Olimpia de Gouges, quien a finales del siglo XVIII redactó la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” y por su atrevimiento fue condenada a la guillotina. Otro momento significativo en la incesante lucha de las mujeres es la Convención de Seneca Falls, organizada por integrantes del movimiento abolicionista en los Estados Unidos, entre ellas Elizabeth Cady Stanton y Lucrecia Mott. La necesidad de llamar a una reunión para discutir la condición social, civil y religiosa de las mujeres surgió durante la Conferencia Mundial Anti-Esclavista de 1840 en Londres a raíz de que a las estadounidenses que habían sido nombradas como delegadas por sus comunidades se les negó la participación en el debate y el ocupar el lugar oficial que les correspondía, por lo que tuvieron que dar seguimiento a la discusión desde los balcones. Aunque las mujeres habían tenido un papel fundamental en la causa anti-esclavista, era evidente que el Movimiento no estaba dispuesto a reconocerlas a la par que a sus colegas hombres, ni mucho menos a abrir espacios para que plantearan sus demandas específicas. Este incidente devino en que el 19 y 20 de julio de 1848, en la Capilla Metodista del Condado de Seneca Falls, Nueva York, se llevara a cabo la reunión donde se discutieron por primera vez de manera pública las inequidades legales que limitaban a las mujeres. De esta inédita reunión surgió la Declaración de los sentimientos, redactada por Elizabeth C. Stanton. 5

Con el lenguaje y la estructura de la Declaración de Independencia a la vista, y en su calidad de ciudadanas de los Estados Unidos, las mujeres argumentaron que detentaban una serie de derechos que no les podían ser negados. En la Declaración de los sentimientos se enlistaron los agravios cometidos por “todos los hombres” (epíteto que sustituyó a “El Rey Jorge” de la Declaración de Independencia) en contra de las mujeres, se justificó la idea de la igualdad entre los sexos, se llamó a acabar con el monopolio del púlpito y a garantizar la participación igualitaria de las mujeres en los oficios, las profesiones y el comercio. Las demandas relativas al derecho al divorcio y a la propiedad privada para las mujeres fueron centrales y la del sufragio fue uno de los puntos más controvertidos de la Declaración.1 Resulta problemático llamar feministas a las sesenta y ocho mujeres que suscribieron la Declaración,2 ya que en esa época el término “feminismo” apenas apuntaba a su sentido de doctrina a favor de los derechos de las mujeres y distaba de definirse como movimiento emancipatorio. Sin embargo, el hecho histórico de que cientos de mujeres se reunieran de manera pública para proponer reformas encaminadas a favorecerlas como grupo constituye uno de los acontecimientos fundantes de la acción organizada propia del feminismo. Si bien la Convención de Seneca Falls se centró en la condición de las mujeres en los Estados Unidos, pronto surgió el impulso por dar al naciente movimiento un carácter internacional. La vinculación de las mujeres más allá de las fronteras territoriales es, entonces, una tradición que data de finales del siglo XIX, cuando surge la idea de que “las mujeres de todos los países debían unirse y ayudarse para el logro sus derechos” (Michel 1983, 93). En 1878, simultáneamente a la Exposición Universal de París, se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional por los Derechos de las Mujeres, organizado por la

1 Para conocer la declaración en extenso, ver Varela 2005, 359-361. También puede encontrarse un excelente análisis de esta convención en Miyares 2004, 74. 2 La Declaración también fue suscrita por treinta y dos hombres. El número total de asistentes a la Convención fue de doscientas mujeres y cuarenta hombres (Druelle 2006, 3).

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Sociedad para la Mejora de la Condición de las Mujeres, presidida por Marie 3 Deraismes. En un inicio la francesa Hubertine Auclert, editora de la publicación mensual Derechos de las Mujeres y pionera en la utilización del término “feminista” para nombrar su colectivo sufragista (Offen 1998), formaba parte del comité organizador del Congreso. Sin embargo, renunció a participar cuando el derecho al voto fue omitido del programa y publicó el texto que pretendía presentar en el Congreso bajo el título “El derecho político de las mujeres. Cuestión que no es tratada en el Congreso Internacional de las Mujeres” (Druelle 2006, 4). Posteriormente, en 1888, Susan B. Anthony y Elizabeth C. Stanton convocaron a un Encuentro sobre los Derechos de las Mujeres para conmemorar los cuarenta años de la Convención de Seneca Falls. En esta ocasión participaron varias organizaciones de mujeres estadounidenses —que habían florecido desde Seneca Falls— y otras provenientes de Canadá, Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Finlandia e India. El resultado fue la creación del Consejo Nacional de las Mujeres en Estados Unidos y el Consejo Internacional de las Mujeres (ICW, por sus siglas en inglés). El planteamiento de Flora Tristán acerca de la necesidad de que el movimiento obrero tuviera un carácter internacional fue retomado para su causa por miles de mujeres de distintas tendencias ideológicas y que paulatinamente se identificaban como feministas años antes de que el internacionalismo formara parte del Manifiesto Comunista. La ONU La ONU ha sido un organismo fundamental en la lucha internacional por la igualdad de las mujeres. A un año de su fundación, los países miembros reconocieron la necesidad de contar con una instancia que atendiera este aspecto y el 7 de noviembre de 1967 la Asamblea General aprobó en su

3 Oficialmente participaron en el Congreso doscientas diecinueve personas (ciento doce mujeres y ciento siete hombres) procedentes de once países y aproximadamente cuatrocientos visitantes (ibid., 4).

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Resolución 2263 (XXII) la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer que en uno de sus apartados indica: La discriminación contra la mujer es incompatible con la dignidad humana y con el bienestar de la familia y de la sociedad, impide su participación en la vida política, social, económica y cultural de sus países en condiciones de igualdad con el hombre, y constituye un obstáculo para el pleno desarrollo de las posibilidades que tiene la mujer de servir a sus países y a la humanidad […] la máxima participación tanto de las mujeres como de los hombres en todos los campos es indispensable para el desarrollo total de un país, el bienestar del mundo y la causa de la paz (CONACYT 1975, 67). Esta declaración dio pie a la I Conferencia Internacional de la Mujer de 1975, organizada por la ONU en México, en la que se aprobó el Plan de Acción Mundial del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer bajo el lema “Igualdad, Desarrollo y Paz”. Se redactó una serie de acuerdos para que los Estados tomaran medidas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres por considerarla requisito para el desarrollo de todas las naciones. Se diseñaron programas, proyectos y acciones a favor de las mujeres y se crearon organismos especiales como el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW) y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) con el objetivo de “proporcionar el marco institucional para la investigación, la capacitación y las actividades operacionales en la esfera de la mujer y el desarrollo” (ONU 1975). Asimismo, se sentaron las bases para que en 1979 se realizara la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), la cual propuso una serie de instrumentos legales y mecanismos jurídicos que entraron en vigor en 1981. La Conferencia organizada por la ONU propició que en países como México se privilegiara el trabajo intra-institucional, se diera relevancia al cumplimiento de las disposiciones del marco jurídico internacional y se impulsara la creación de políticas públicas dirigidas a promover la igualdad. Entretanto, el efecto fue menor en algunos sectores de feministas y en otras 8

naciones latinoamericanas donde se privilegiaba la autoconciencia como estrategia política y donde la preocupación fundamental era la tensión de la “doble militancia”, es decir, de la participación simultánea en el feminismo y en los partidos y organizaciones de izquierda. Si bien las disposiciones de la ONU ampliaron el espectro del feminismo internacional, no dejaron de ser directrices provenientes de altas esferas que contrastaban con el deseo de organización, participación y transformación de muchas mujeres que comenzaban a encontrarse con otras, a preguntarse por la construcción social del “ser mujer” y a explorar el feminismo como una opción vital. En esta búsqueda colectiva fue crucial el papel de las latinoamericanas y caribeñas residentes en Europa, muchas de ellas exiliadas políticas, quienes dirigieron sus esfuerzos a interrogar y reivindicar la condición particular de las mujeres y las feministas en América Latina. Así comenzó a gestarse la idea internacionalista de organizar un encuentro entre feministas de América Latina y del Caribe. Así fue como una idea vaga tomó forma en las conversaciones con las amigas y compañeras que seguían en tierras americanas. Primeras confabulaciones: las internacionalistas en América Latina Existen registros de la existencia de grupos organizados de mujeres desde finales del siglo XIX en América Latina, como es el caso de las sufragistas chilenas y las profesoras anarquistas mexicanas. Ya en el siglo XX algunas mujeres latinoamericanas participaron a título individual en los eventos internacionales organizados en Estados Unidos y en Europa, entre ellas la argentina Cecilia Grierson, quien posteriormente promovió las organizaciones de mujeres en su país. Fue precisamente una organización argentina, el Centro Feminista de Buenos Aires, la que convocó al Congreso Internacional de Libre Pensamiento de 1906, principal antecedente del I Congreso Femenino Internacional, realizado en 1910 con el objetivo de “tratar las mejoras sociales, la lucha por la paz, el acceso femenino a la educación superior y para expresarse en contra de la doble moral” (Gargallo 2006,129) en América Latina. Las feministas argentinas ahora convocan al II Congreso Internacional 9

Feminista, “100 años de historia social y de género de las Mujeres: 1910-2010. Balance y porvenir”, a realizarse en 2010 para celebrar en Buenos Aires el 4 primer centenario del histórico suceso. Otro antecedente de peso de los Encuentros Internacionales es el Primer Congreso Feminista de Yucatán, México, de enero de 1916 y convocado por las feministas de la localidad y el gobierno estatal. Las conclusiones de este Congreso resultan progresistas para la época pues no reproducían una visión familista ni hacían hincapié en la supremacía del valor de la maternidad en la vida de las mujeres. Por el contrario, los análisis giraron en torno a la separación del Estado y la iglesia; la educación laica, amplia y de fácil acceso para las mujeres; y el derecho al trabajo, entre otras. En la declaración final, estas feministas afirmaron que: Deben abrirse a la mujer las puertas de todos los campos de acción en que el hombre libra a diario la lucha por la vida […] Puede la mujer del porvenir desempeñar cualquier cargo público que no exija vigorosa constitución física, pues no habiendo diferencia alguna entre su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz como éste de ser elemento dirigente de la sociedad (Vitale 1981, 48) En otra geografía, las activistas del grupo La Conjura de Venezuela propusieron hacer un primer encuentro en Colombia. Una reunión nacional convocada por las colombianas fue decisiva para que unos años después se realizara el encuentro en ese país. El Primer Encuentro Nacional de Mujeres, llevado a cabo el 9 y 10 de diciembre de 1978 en Medellín y convocado inicialmente por mujeres de izquierdas militantes del Partido Socialista Revolucionario (PSR), contó con la presencia de mujeres de distintas corrientes ideológicas y provenientes de varias localidades del país y tuvo como propósito el coordinar acciones de apoyo a la Campaña Internacional por la Legalización del Aborto. Esta acción estratégica permitió la cohesión de distintos grupos, colectivos, organizaciones y feministas independientes y culminó con la

4 Para la convocatoria y algunos documentos históricos, ver http://www.2feminista2010.com.ar/

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movilización del 31 de marzo de 1979 en Bogotá. La movilización fue paralela a la efectuada en otras ciudades del mundo bajo el lema: “Día internacional por el derecho al aborto, la contracepción y contra la esterilización forzada: ¡Las mujeres deciden!” (Jaramillo 1981, 23).

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I EFLAC Bogotá, Colombia, 1981 5 ¡Llegaron las feministas! Los preparativos para este Encuentro comenzaron en mayo de 1980. La idea inicial era realizarlo en el mes de diciembre de ese mismo año, pero se aplazó para julio de 1981 debido a dificultades logísticas y a la intensidad de las discusiones políticas. Desafortunadamente, no en todas las memorias de los Encuentros ha quedado registro de los propósitos establecidos para cada uno; por el contrario, en esta ocasión se asentó por escrito que los objetivos eran: Hacer una reunión de mujeres latinoamericanas comprometidas en una práctica feminista para intercambiar experiencias, opiniones, identificar problemas y evaluar las distintas prácticas desarrolladas, así como planear tareas y proyectos hacia el futuro. La participación será a título individual, esto no excluye a las delegadas de los grupos feministas autónomos. Las mujeres que allí se encuentran tendrán una práctica feminista y un particular interés por avanzar en el proceso de organización y liberación de la mujer (Jaramillo 1981, 23). Como síntoma de que la praxis feminista estaba en construcción, una parte del movimiento optaba por un encuentro amplio que incluyese mujeres 5 Tomamos esta frase del video sobre el encuentro preparado por el colectivo colombiano Cinemujer. Agradecemos a sus integrantes el haber guardado la narración y las imágenes de esta primera batahola. En adelante, cuando el título no aparezca entre comillas, es indicativo de que ha sido definido a partir del tema central del encuentro.

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de distintas organizaciones y sectores de movimientos progresistas comprometidos con la transformación social. En tensión, otra facción privilegiaba el espacio de encuentro de mujeres con algún tipo de práctica o inquietud feminista. Igualmente, se defendió el carácter de “encuentro” puesto que sugiere la idea de construcción colectiva y descentralizada, en contraste con los congresos o seminarios que remiten a formas de organización más jerárquicas y menos participativas. Finalmente, entre el 18 y el 21 de julio, al Instituto Nacional de Estudios Sociales (INES), llegaron ciento ochenta y nueve feministas de diecinueve países.6 Se crearon cuatro comisiones de trabajo que discutieron temas diversos: Sexualidad y vida cotidiana, Mujer y cultura, Mujer y trabajo, y Feminismo y lucha política. La violencia contra las mujeres fue una constante de todas las comisiones. En la Comisión “Sexualidad y vida cotidiana” se organizó un foro sobre lesbianismo con énfasis en la particularidad de la experiencia vital de las lesbianas y la manera en que su práctica amoroso-política podía constituir una crítica a una serie de instituciones sociales. Según Norma Mogrovejo este Encuentro representó: la oportunidad para que lesbianas […] de la región se reunieran y hablaran […] abiertamente [de] sus inquietudes. En la comisión de Sexualidad y Vida Cotidiana se organizaron discusiones de los temas de violación y lesbianismo. En [este último se planteó] la necesidad de discutir el tema, de hacer coherente la teoría con la práctica, [se trató] el radicalismo, [se cuestionó] la pareja tradicional heterosexual, [se habló del] condicionamiento de los roles sociales y, en general, [de] la lucha feminista contra el patriarcado (2004, 67-68).

6 Los países estuvieron representados como sigue: Colombia, 99 asistentes; Ecuador, México, República Dominicana y Venezuela, 11 cada uno; Perú, 9; Chile y Canadá, 6; Italia, 5; Brasil y Estados Unidos, 4, España, 3; Holanda y Francia, 2; Puerto Rico, Panamá, Curazao, Dinamarca y Suiza, 1. Los datos y el consolidado por países se logró cruzando la información ofrecida por la Coordinadora Nacional del I EFLAC en su documento de Declaraciones finales y la del informe detallado ofrecido por María Cristina Suaza (Soñe que soñaba… 2008). Sin embargo, en la convocatoria al II Encuentro se habla de una asistencia aproximada de 270 mujeres (Memorias II 1984).

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Como parte de la importancia política que se otorgaba a los espacios para la autoconciencia, esta comisión organizó diversos talleres, entre los que destacó uno dedicado a la autoexploración. El Foro sobre lesbianismo y la Comisión “Feminismo y lucha política” fueron los espacios más concurridos. Las preguntas que se plantearon en ésta última fueron: ¿Qué busca construir el feminismo? ¿Cuáles son las condiciones específicas del movimiento feminista en América Latina? ¿Cuáles son los obstáculos básicos que enfrenta? ¿Cómo ampliar, fortalecer y profundizar la participación organizada de las mujeres en los sectores populares? ¿Cómo garantizar la participación de las capas medias en el movimiento feminista? ¿Qué es el socialismo para las feministas? Hubo un profundo e intenso debate sobre autonomía y doble militancia, feminismo e imperialismo. En la Comisión “Mujer y trabajo” se compartieron experiencias sobre la discriminación de las mujeres en el ámbito laboral. Fue nombrada la “Comisión huérfana” por haber tenido el menor número de asistentes (sintomático también del debate sobre la doble militancia), quienes protestaron contra el desinterés y llevaron a la plenaria la propuesta de que en el segundo Encuentro se invitara a “mujeres trabajadoras, campesinas y de los sectores pobladores, las cuales tienen más interés en la comisión” (Memorias I 1982, 28). La propuesta se reiteró en los encuentros de Lima y Brasil sin llegar a concretarse. Fue hasta Taxco, México, que la convocatoria atrajo masivamente a mujeres de distintos sectores del movimiento amplio y no necesariamente identificadas con el feminismo. Finalmente, la Comisión de “Mujer y Cultura” trató el tema de los medios de comunicación y la educación, además de discutir sobre el lugar del arte en los procesos de liberación de las mujeres. La presentación de material audiovisual logró estimular el debate y las presentaciones plásticas enriquecieron el elemento vivencial del Encuentro. Como parte de las resoluciones finales, se decidió realizar en 1983 el II Encuentro en Lima, y se declaró el 25 de noviembre como “Día Mundial de no más a la violencia contra las mujeres”. Otra de las resoluciones fue exigir a organismos internacionales como la ONU y la Corte Internacional de Ginebra la investigación permanente de los casos de violación de los derechos humanos 15

de las mujeres. Esta demanda evidencia cómo en este primer Encuentro los organismos internacionales eran tenidos por interlocutores posibles de interpelar. Empero, no quedó claro cómo habría de materializarse el diálogo. A decir de la Editorial firmada por el colectivo Isis Internacional, la importancia política del I Encuentro pude resumirse en varios puntos (Memorias I EFLAC 1982, 3). Primero, se explicitó la especificidad del feminismo en América Latina y su relación con los procesos de transformación y liberación en el continente en ese momento histórico. Aunque se tenía claro que las feministas tienen luchas en común, se estableció una diferencia con respecto a los movimientos feministas en Europa y Estados Unidos. Segundo, se concibió al feminismo como una lucha frontal contra el capitalismo y las relaciones de subordinación existentes entre los países, es decir, como una lucha contra las relaciones de poder y la violencia en sus múltiples expresiones y en los ámbitos “privado” y “público”. Tercero, se planteó la necesidad de conformar un movimiento feminista independiente de los partidos políticos pues se afirmó que además de buscar salidas a las antítesis entre las clases era indispensable examinar la contradicción entre los sexos que no necesariamente tiene una relación directa y lineal con los problemas de clase. Finalmente, se hizo hincapié en la relevancia de vincular la lucha feminista no sólo con los procesos de cambio social de los pueblos de Latinoamérica, sino también con la transformación de la vida cotidiana. Se habló entonces de la importancia política de modificar radicalmente la forma en que las mujeres nos relacionamos entre nosotras, con los hombres, los niños y los objetos. Como se aprecia en las resoluciones, uno de los principales legados históricos de este Encuentro radica en el esfuerzo por construir un feminismo que trascendiese diferencias y que constituyese un proyecto de vida transformador de la condición social de las mujeres y su entorno.

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II EFLAC Lima, 1983 De Bogotá a Lima: feminismo y patriarcado Al Encuentro efectuado en el Club Campestre El Bosque asistieron seiscientas mujeres. Previamente se había elegido un lugar más adecuado, pero fue destruido por un huracán. El límite de asistencia ya había sido rebasado unas semanas antes de cerrar oficialmente el período de inscripciones, con el consecuente problema para la comisión organizadora. Hubo la intención de propiciar una dinámica que permitiera experiencias afectivas y de cercanía a la vez que de fortalecimiento de los debates teóricos. Sin embargo, la estructura de talleres dirigidos por expertas con resoluciones finales y menos sesiones plenarias fue interpretada por algunas participantes como una infracción a los acuerdos organizativos aceptados en Bogotá en el sentido de que ninguna votación mayoritaria debería definir “la línea correcta del feminismo”, como lo haría un congreso o seminario. En esta ocasión se habló por primera vez de las corrientes internas del movimiento y se planteó que se requería de los aportes de todas ellas para refrendar el carácter democrático e ir construyendo la “identidad propia” del mismo. A diferencia del Encuentro anterior, en la convocatoria no se explicitaron objetivos ni el trabajo se dividió en comisiones temáticas. Se definió al Patriarcado como eje de la discusión y mediante veintiún talleres se exploró su articulación con instituciones sociales específicas y con diversos ámbitos de la vida de las mujeres (por ejemplo, Patriarcado e Iglesia, Patriarcado y Familia, Patriarcado y sexualidad, Patriarcado y lesbianismo, etc.). 17

A pesar de que el término patriarcado guió las discusiones, no se encuentra en las Memorias una definición clara sino alusiones vagas que lo describen como “un conjunto de relaciones sociales basado en la propiedad de los medios de producción de bienes y servicios y también de los seres humanos” (Memorias II 1984, 35), la fuente más importante de la que se nutre el autoritarismo (ibid., 44), o un tema que atañe a toda la estructura de la sociedad (ibid., 95). Con el fin de valorar la multiplicidad de los talleres, integramos tres grandes apartados: la vinculación entre Patriarcado, Familia, Estado, Iglesia y mercado; Patriarcado, subjetividad y el cuerpo y finalmente Patriarcado y el vínculo poder/saber. Dentro de la primera categoría, encontramos talleres en los que se criticaron las estructuras jerárquicas de las instituciones eclesiásticas patriarcales y se hizo un llamado a apoyar a los espacios teológicos comprometidos con las mujeres latinoamericanas pobres. Se conceptualizó a la familia como una de las principales instituciones reproductoras de los mecanismos del patriarcado y se evidenció cómo el papel tradicional asignado a las mujeres en el plano doméstico es trasladado al ámbito público. Se planteó la relevancia de politizar la experiencia personal y la necesidad de crear espacios propios para las mujeres. En cuanto a la relación entre el patriarcado y el mercado, se discutió si la incorporación de las mujeres al trabajo productivo podía considerarse como un “progreso”. Algunas argumentaron que sí, pues esto les brindaba independencia. Sin embargo, la postura generalizada fue que el hecho de que las mujeres formaran parte de las fuerzas productivas o que el Estado brindara apoyo al trabajo doméstico no transformaba las estructuras económicas. Se discutió hasta qué punto el feminismo debía seguir un desarrollo ideológico autónomo o insertarse en el contexto de la lucha de clases, a riesgo de supeditarse a las directrices de los partidos políticos. Al respecto, algunas participantes argumentaron que el feminismo debía preservar su autonomía sin perder su capacidad de vinculación con los grupos oprimidos y para sumarse a la lucha contra el autoritarismo. Al igual que en el Encuentro anterior, en el bloque de talleres 18

dedicados a la relación entre el Patriarcado, la subjetividad y el cuerpo, se trató la necesidad de transformar la vida cotidiana y se criticaron las estrategias patriarcales que imponen “barreras de aislamiento, envidia y competencia” (Memorias II 1984, 57) entre las mujeres. Se reivindicó la especificidad de la experiencia de las lesbianas y se planteó que “el lesbianismo no es un fenómeno social limitado a ciertos países, clases sociales, grupos étnicos y otras cosas. Es un fenómeno global, que atraviesa todas las diferencias culturales, socioeconómicas y políticas; la heterosexualidad ha sido impuesta a todas las mujeres en el nombre de la naturaleza” (loc. cit.). Respecto a la violencia sexual, se argumentó que era un instrumento indispensable para que el Patriarcado fomentase una educación para el miedo y la pervivencia de los valores sociales hegemónicos. Por ser parte del momento histórico, se atendió a la experiencia de las latinoamericanas en el exilio. Se señaló cómo las desigualdades entre los sexos se exacerbaban durante la expatriación, pero también se planteó esta circunstancia como una posibilidad para “una toma de consciencia política [de la que] surge un sentimiento de internacionalismo” (Memorias II 1984, 49). Finalmente, se valoró al arte como vía para la autoconciencia y la exploración del cuerpo. En la sección de talleres “Patriarcado y el vínculo saber/poder”, se señaló la manera en que el saber médico funciona como una forma de control sobre el cuerpo de las mujeres; se reflexionó acerca de la investigación feminista y desde la epistemología se cuestionaron las formas por las que las feministas accedemos al conocimiento, se analizó cómo es que el feminismo subvierte las nociones tradicionales de conocimiento y la posibilidad de superar la visión patriarcal en el análisis de la condición social de las mujeres. Al tratar la invisibilidad de las mujeres en la historia oficial y el papel de la historia oral en la construcción de una memoria feminista, se señaló el silencio que ha rodeado a la historia de las mujeres y la necesidad de crear espacios para que ellas accedan a la palabra. La literatura fue propuesta como una forma de romper el silencio y se afirmó que “nuestra primera responsabilidad […] como mujeres y como feministas es leer a mujeres” (ibid., 68). Un par de talleres difíciles de clasificar fueron los de “Racismo” y el de 19

“Programas de desarrollo”. El primero fue organizado por mujeres negras e indias que denunciaron la invisibilización de la categoría raza como parte del debate en torno a las opresiones que hasta el momento se había sustentado en la categoría clase. Este grupo propuso incluir el tema del racismo en los siguientes Encuentros y su propuesta trascendió a algunos de ellos, salvo en casos como el del VI Encuentro de 1993. La relevancia del taller “Programas de desarrollo” radicó en los argumentos relativos al trabajo de los colectivos en función de los recursos económicos externos y de su autonomía y en el puntualizar las diferencias entre las grandes entidades de cooperación y los pequeños fondos de mujeres. En las resoluciones finales se declaró la solidaridad con la lucha libertaria del pueblo de Puerto Rico y se manifestó el apoyo a los pueblos centroamericanos ante la amenaza de una intervención militar estadounidense. Asimismo, se acordó llevar a cabo una “Jornada de lucha contra la intervención imperialista en Centroamérica” en alianza con el Comité de Solidaridad de Centroamérica (COSAL-Perú) el 24 de julio de 1983. Por su parte, las mujeres juristas elaboraron una declaración contra el incumplimiento de la legislación internacional de protección a los derechos humanos de las mujeres. Un amplio sector de lesbofeministas se pronunció ante la falta de espacio durante el Encuentro y exigió que “en los próximos encuentros feministas la opresión de las lesbianas forme parte integrante de todas las discusiones y no se deje única y exclusivamente como tema de discusión separado del resto de la opresión de la mujer” (Memorias II 1984, 136). Uno de los retos para el siguiente Encuentro en Brasil fue el de socializar las experiencias de trabajo de los distintos grupos, colectivos y mujeres independientes para crear vínculos y planear acciones regionales. Atrás había quedado el tiempo del despegue; el feminismo estaba vivo y en franca construcción. Era el momento, como señaló Cecilia Olea, de diseñar “estrategias de desarrollo del movimiento feminista” (Memorias II 1984, 94). Sin embargo, esta propuesta fundamental se quedó en el tintero de los Encuentros siguientes.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

III EFLAC Bertioga, Brasil, 1985 Nuestros feminismos, nossos corpos, o racismo Brasil abrió sus puertas al feminismo del 31 de julio al 4 de agosto. El incremento de las asistentes a cada Encuentro modificó de manera sustancial las formas organizativas; esta vez la participación ascendió a ochocientas cuarenta y ocho feministas, con la consecuente multiplicación e incluso simultaneidad de los espacios de discusión y la reducción de reuniones plenarias. Una Comisión Organizadora Autónoma se propuso preparar el Encuentro mediante un proceso participativo. Para ello, procuró incluir en la organización al mayor número posible de feministas y con un formulario de pre-inscripción indagó cuáles eran los temas centrales y ejes de discusión de mayor interés. Sin embargo, este impulso democrático contrastó con los costos de inscripción (60 dólares) que resultaban excesivos para miles de mujeres, entre ellas las pobladoras de las favelas, quienes se presentaron a las puertas del recinto, solicitaron ingresar sin inscripción previa y manifestaron su inconformidad ante la negativa de las organizadoras. Este conflicto se mantuvo latente durante todo el Encuentro y fue motivo de fuertes debates sobre las relaciones entre el feminismo y las mujeres de sectores populares y sobre la confianza depositada en las organizadoras de los Encuentros. Se pusieron sobre la mesa preguntas relativas al carácter de movimiento social y político del feminismo. Por primera vez en un Encuentro se hizo alusión a los feminismos, en plural, señal de la inquietud por dar cabida a distintas posturas y por reconocer los matices variopintos del feminismo. Una de las participantes lo expresó así: 21

Lo que a mí me preocupa es de qué manera en esto de nuestros feminismos hay espacio para la diversidad en forma simultánea, o sea, nosotras somos capaces de articular algo que dé lugar a una multiplicidad […] que podamos dejar espacio para las que priorizan la vida privada, para las que priorizan simplemente las reivindicaciones legales, o sea de qué manera podemos articular algo que nos permita ese espacio grande (Memorias III s.f., 22). Otra más dijo: “Creo que es importante que entendamos la diversidad nuestra y la diversidad de tareas también, a mí me parece [sic] tan importante los grupos de autoconciencia como la participación en los partidos políticos” (loc. cit.). Algunos de los talleres fueron: “Nuestros feminismos”; “Violencia”; “Comunicaciones y artes”; “Racismo”; “Vida cotidiana”; “Prostitución”; “Nuestros cuerpos, Nuestros deseos”; “Nuestros cuerpos y la cultura”; “Lesbianismo”; “Relaciones entre mujeres”; “Relaciones de trabajo”; “Aborto”; “Autonomía, autogestión, financiamiento” y otros más organizados por distintos grupos feministas. La dinámica de espacios flexibles, móviles, autogestivos, mucho más testimoniales que resolutivos, fue bien recibida por una parte de las participantes, mientras que otra consideraba la necesidad de asambleas para tratar temas como las estrategias de acción del movimiento latinoamericano para llegar a acuerdos básicos y crear redes concretas. Antes de concluir las jornadas se coreó “¡México! ¡México! ¡México!” para decidir la sede del siguiente Encuentro. Las mexicanas se comprometieron a tener presente las condiciones económicas de las mujeres y elegir un lugar accesible para todas; propiciar la mayor participación posible de las feministas mexicanas; crear una comisión organizativa compuesta por mujeres de otros países que pudieran apoyar la toma de decisiones; integrar el vínculo entre la lucha anti-imperialista y la feminista al programa la discusión y el tema de feminismo y racismo así como a organizar talleres y formas amplias de participación.

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IV EFLAC Taxco, México, 1987 “La política feminista en Latinoamérica, hoy” A finales de los años ochenta se tenía la certeza de que el movimiento feminista en América Latina y el Caribe crecía vertiginosamente. Sin embargo, había muchas preguntas en el aire sobre sus metas y Taxco daría algunas respuestas. La política feminista en América Latina y el Caribe fue el pre-texto para la discusión en un espacio que convocó a aproximadamente un mil quinientas feministas. Nuevamente, las ganas de encontrarse excedían los cálculos de las organizadoras. La Coordinadora del Encuentro estuvo integrada por feministas de reconocida trayectoria y por algunas de reciente vinculación al movimiento. Todas ellas participaron a título personal, como ya era tradición. Este equipo de trabajo retomó experiencias anteriores y definió que la principal estrategia organizativa debía ser la autogestión, por lo que los temas comunes se trabajaban por las mañanas y en las jornadas vespertinas las feministas abrían sus espacios de discusión de acuerdo con sus intereses. El Encuentro se realizó del 19 al 25 de octubre y se caracterizó por una explosión de creatividad y capacidad de autogestión que dio cabida a alrededor de cien talleres de temas novedosos o ya tradicionales. Si bien la autogestión rindió sus frutos, también provocó una gran dispersión. Un rasgo muy particular de este Encuentro fue la confluencia de las mujeres del llamado movimiento amplio y las feministas. Para distinguir a unas y a otras se recurrió al “feministómetro”, artefacto imaginario con el que se medía el mayor o menor grado de adscripción al feminismo. Los criterios no 23

eran claros: “¿Quién podía definirse feminista?” “¿Quién tiene la autoridad para decir si las otras son feministas?” “¿El movimiento de mujeres populares podía llamarse feminista?” “¿Eran feministas las que estaban en el Encuentro pero no se asumían como tales?” El panorama se hizo aún más complejo cuando en una plenaria surgió la propuesta de hacer dos encuentros en próximas ocasiones: el del Movimiento de Mujeres y el Feminista. La propuesta no prosperó cuando las asistentes corearon: “¡Todas somos feministas!” Entre la gran cantidad de actividades dirigidas a la socialización, la convivencia y el debate, podemos destacar el taller “La Matria: una tierra común” donde feministas independientes y militantes de luchas por la liberación de los pueblos confrontaron sus ideas. Entre otras cuestiones, se discutió cuál es el núcleo del feminismo ante la diversidad. El asunto se describió de la siguiente manera: “el feminismo es amplio, multicolor, pero también tiene el suyo propio, de eso es de lo que queremos hablar, conocer ese lugar de encuentro entre mujeres que viven realidades distintas y comparten sueños y deseos” (Memorias IV 1987, 60). En el taller “El feminismo y las mujeres de los sectores populares” se plantearon algunas interrogantes clave: “¿Cómo cruzar las demandas de género con la lucha reivindicativa de la clase de tal forma que no constituya la suma de las partes sino la expresión de la totalidad de la vida de las mujeres de los sectores populares?” “¿Cuáles son las relaciones y las contradicciones que se establecen entre las feministas y el movimiento amplio de mujeres y cuáles son los desafíos hoy en América Latina para construir un gran movimiento feminista?” (ibid., 61) Estas preguntas, propias de un proyecto en construcción, quedaron abiertas. Otros talleres relevantes fueron: “Sexualidad, orgasmo y placer”; “Maternidad”; “Madres lesbianas”; “El amor entre mujeres”; “Lesbianismo y política”, donde se hizo un llamado a seguir fortaleciendo el movimiento lésbico dentro del movimiento feminista; “La vejez”; “El lenguaje sexista”; “Violencia sexual”; “Comunicación alternativa”; “Centros de documentación”, entendidos como “memoria colectiva del movimiento de mujeres” (ibid., 80); “Feminismo y ecología”; “Feminismo e iglesia”, en el que las teólogas feministas ampliaron sus búsquedas políticas en el marco de la teología de la liberación; “Sindicalismo y feminismo”; “Experiencias en talleres productivos y trabajo comunal”; 24

“Feminismo y movimiento popular”, espacio bastante concurrido en el que se planteó la “construcción de una estrategia feminista y formas de lucha para América Latina y el Caribe” (ibid., 85) y se discutieron las demandas a impulsar y las formas organizativas; relación entre las feministas de los llamados primer y tercer mundos; clasismo, racismo, sexismo y otras formas de discriminación dentro del feminismo. Hubo un espacio dedicado a la particularidad del feminismo en Centroamérica; otro al análisis de la lucha de las mujeres en El Salvador y otro más al diálogo con la Federación de Mujeres Cubanas. Uno de los talleres más destacados fue el de “Política feminista en América Latina” donde se elaboró una lista puntual de algunos mitos del feminismo y que dio mucho de qué hablar: 1. A las feministas no nos interesa el poder. 2. Las feministas hacemos política de otra manera. 3. Todas las feministas somos iguales. 4. Existe una unidad natural por el solo hecho de ser mujeres. 5. El feminismo sólo existe como política de mujeres hacia mujeres. 6. El pequeño grupo es el movimiento. 7. Los espacios de mujeres garantizan por sí solos un proceso positivo. 8. Porque yo mujer lo siento, vale. 9. Lo personal es automáticamente político. 10. El consenso es democracia. Las participantes en el taller declararon: “La fuerza de la creencia en mitos ha generado una práctica política feminista que impide valorar positivamente las diferencias y que dificulta la construcción de un proyecto político feminista” (ibidem., 56). Llenas de esperanza, concluían: “No neguemos los conflictos, las contradicciones y las diferencias. Seamos capaces de establecer una ética de las reglas de juego del feminismo, logrando un pacto entre nosotras que nos permita avanzar en nuestra utopía de desarrollar en profundidad y extensión el feminismo en América Latina” (ibidem., 60). Como única resolución final se definió que la sede del siguiente Encuentro sería Argentina ya que las colombianas argumentaron que la 25

violencia política les impedía proponer a su país como sede y las dominicanas no se sentían aún con la fortaleza para asumir la responsabilidad de organizar un Encuentro feminista en tierras caribeñas. Las argentinas asumieron el compromiso de la organización y de cumplir, en la medida de lo posible, las siguientes recomendaciones: promover encuentros nacionales durante los tres años anteriores al próximo Encuentro Internacional; precisar claramente las funciones de la Coordinadora y de cada una de sus integrantes; definir criterios para la recaudación de fondos y para su utilización; socializar ampliamente los progresos paulatinos en la organización; idear mecanismos claros para la toma de decisiones; apoyarse en mujeres profesionales para la gestión y ejecución de presupuestos. Más allá de todas estas sugerencias de carácter logístico, el mayor desafío que enfrentaban era dar cabida a un sector importante de las feministas que demandaba una y otra vez la apertura de espacios para construir un proyecto político de transformación radical de la sociedad.

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V EFLAC San Bernardo, Argentina 1990 “Feminismo de los 90” Dos mil quinientas mujeres se dieron cita en Argentina al iniciar la última década del milenio. En la mayoría de las naciones del continente las dictaduras habían quedado atrás pero las llamadas políticas de “Ajuste estructural” habían desencadenado cifras alarmantes de empobrecimiento y marginación. Esta preocupación marcó definitivamente el rumbo del V Encuentro Feminista. La Comisión Organizadora, integrada por argentinas y uruguayas, hizo grandes esfuerzos para que el Encuentro fuera accesible en términos económicos. Si especialmente en los últimos tres encuentros había habido cierta resistencia a la elaboración de conclusiones y de declaraciones finales, éste se caracterizó por haber hecho todo tipo de pronunciamientos. Se definieron cuatro ejes temáticos: Construcción de las identidades; Variantes organizativas y espacios de desarrollo; Relaciones del movimiento feminista con otros ámbitos sociales y por último Propuestas políticas, perspectivas y estrategias. Estos ejes se desarrollaron a partir de talleres que arrojaron conclusiones y resoluciones. Concentraremos nuestra atención en el taller “Feminismo de los 90: desafíos y respuestas” donde se trataron tópicos como la diversidad, la democracia y la producción del conocimiento dentro del movimiento. En cuanto a la diversidad, las participantes declararon: La diversidad de enfoques y de propuestas surge en el proceso de construcción de este movimiento político enriqueciéndolo 27

permanentemente. Sin embargo, la diversidad es conflictiva y es compleja porque hay diversidades que se complementan y se enriquecen, otras que se confrontan productivamente, algunas que son falsas diversidades y muchas de las que no se habla (Memorias V 1991, 16-20). Sobre la Democracia se afirmó que: “El movimiento Feminista asume la democracia interna como el contexto intrínseco de su desarrollo. Sin embargo, la democracia no es una voluntad abstracta, sino más bien la concreción de reglas de juego claras que permiten la expresión y la representación de la diversidad del Movimiento” (Memorias V 1991, 16-20). Acerca de la producción de conocimientos, se apuntó que: Alimentar el cuerpo teórico feminista es otro desafío fundamental. Debemos profundizar nuestra producción de conocimientos porque somos interlocutoras de un saber nuevo. Necesitamos producir conocimientos en relación con las grandes transformaciones y los nuevos desafíos económicos y políticos del continente y en relación con las pautas simbólico-culturales que son de más lenta transformación (Memorias V 1991, 16-20). Finalmente, se identificaron algunos “nudos” a desatar dentro del movimiento: la relación entre los Centros Feministas y el Movimiento Feminista; la distancia entre la propuesta hacia el exterior y el proceso de crecimiento interno; el financiamiento; el liderazgo; las relaciones con otros actores sociales y los criterios para futuros debates que permitiesen la inserción en espacios más amplios. Las Mujeres Indias y las Mujeres Internacionalistas del Movimiento Feminista (desde Madrid) en las declaraciones finales del Encuentro incluyeron mensajes y mociones de repudio contra el V Centenario del Descubrimiento de América; se hizo un llamado a pronunciarse en contra de las políticas de esterilización forzada a la que son sometidas mujeres de distintos países latinoamericanos; se expresó el repudio al indulto en Argentina y muy especialmente se conmemoraron los 10 años de la desaparición forzada de

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Alaíde Foppa a manos del ejército guatemalteco, al tiempo que su trabajo fue reconocido como pionero en el feminismo mexicano. Por otra parte, se redactó una declaración a favor del aborto como un derecho; se creó la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe para la movilización por el derecho al aborto y se declaró el 28 de septiembre como el Día del derecho al aborto de las mujeres de América Latina y el Caribe en reconocimiento a la promulgación de la Ley de vientres libres en Brasil que se llevó a cabo en esa misma fecha cien años atrás. Fue en este Encuentro donde se promovieron todo tipo de redes, entre ellas: la Red de Programas de Estudios de la Mujer; la Red de Historia de las mujeres; la Red de Comunicación progresista, plural y abierta entre las feministas políticas de Latinoamérica y el Caribe; la Red de intercambio entre las organizaciones de mujeres rurales; la Red de salud mental de América Latina y el Caribe; la Rede de meio ambiente feminista; la Red de denuncia del tráfico sexual; la Red contra el pago de la deuda externa; la Red Latinoamericana y del Caribe de Feminismo, poder y política pública. Durante el balance del Encuentro, las centroamericanas, organizadoras del siguiente, establecieron diversos compromisos de tipo logístico, como la elección de un lugar que propiciara el encuentro y minimizara los riesgos de dispersión o la disposición de un lugar para el cuidado de los niños y las niñas una demanda reiterada que no había sido atendida hasta el momento. Otras tareas eran la generación de formas abiertas de participación democrática que dieran cabida a mujeres de distintos países y sectores (incluidos los populares) y la revisión de las formas de liderazgo. A continuación, transcribimos uno de los documentos medulares surgidos de este Encuentro: Declaración de San Bernardo Las mujeres reunidas en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe declaran: 1. Que la situación de grave crisis que viven los países de América Latina y del Caribe incide de manera negativa, particular y profunda en la situación de la gran mayoría de las mujeres de la Región, las que a 29

consecuencia de la aplicación de ajustes económicos desprovistos de políticas sociales más que nunca se ven confinadas a condiciones de vida y trabajo que comprometen su superviviencia y la de sus hijos 2. Que se hace necesario y urgente que todas las feministas de América Latina y del Caribe asumamos ahora el compromiso de luchar en cada uno de nuestros países por la plena vigencia y aplicación de la Convención de Naciones Unidas sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer 3. Que es impostergable para el Movimiento Feminista de la Región profundizar el análisis y multiplicar los esfuerzos para eliminar los obstáculos de todo tipo que impiden el desarrollo de nuestras posibilidades autónomas de poder en todos los órdenes de la vida 4. Que es fundamental para el crecimiento del Movimiento Feminista de América Latina y del Caribe articular nuestras luchas con las de otros movimientos sociales progresistas cuyos propósitos se orientan al pleno ejercicio y resguardo de los derechos humanos, al desarrollo con justicia, a la profundización de la democracia, a la defensa de la calidad de vida y del ambiente, a la afirmación de las identidades culturales nacionales y regionales, para construir en lo regional y lo internacional un orden social y económico justo y equitativo con libertad, paz y justicia.

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VI EFLAC Costa del Sol, El Salvador, 1993 “Compartiendo las propuestas feministas: reconociendo los avances, cuestionando los nudos y trascendiendo los límites” Para las salvadoreñas, la organización de este Encuentro significó un gran reto que enfrentaron con una serie de innovaciones organizativas bastante polémicas. En primer lugar, se limitó el número de asistentes a dos mil, cifra que posteriormente se redujo a la mitad. Dos fueron los argumentos centrales que dieron para justificar la medida: la falta de infraestructura para albergar a un número mayor de mujeres y la prioridad de la riqueza de las discusiones por encima de la cantidad de asistentes. Además se fijaron cuotas por países para privilegiar la participación de mujeres provenientes de naciones que no habían tenido una presencia significativa en los Encuentros anteriores. En segundo lugar, la conformación del grupo encargado de la preparación y la definición de criterios marcaron pautas novedosas para las futuras comisiones. El Comité Centroamericano Organizador contó con la participación de veintitrés feministas de la región algunas de ellas comprometidas con el proceso desde San Bernardo y otras provenientes del I Encuentro de Mujeres Centroamericanas “Historia de género: una nueva mujer, un nuevo poder” en el que además se definió que el país sede sería El Salvador. El proceso de preparación incluyó foros, jornadas, talleres nacionales y un encuentro regional. El objetivo del Encuentro se planteó como sigue:

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Avanzar en la construcción de fuerza política feminista y de su capacidad propositiva que fortalezca el carácter subversivo del feminismo en todos los espacios de la vida asumiendo las coincidencias y diferencias dentro de la diversidad y la pluralidad como fuente de riqueza (Memorias VI 1994, 12). Las dificultades no fueron menores. Poco antes del Encuentro, los medios de comunicación nacionales iniciaron una intensa campaña de desprestigio con la que se alertaba sobre un encuentro de lesbianas que pondría en peligro la moral del pueblo salvadoreño y que, aunque se presentara de otra forma, era parte de la campaña política electoral del FMLN, antigua organización guerrillera y partido de izquierda emergente. La respuesta de las feministas no se hizo esperar. Ante a estos ataques, expresaron su firme determinación de seguir con el Encuentro. Para ello, difundieron ampliamente comunicados en los que se aclaraba la situación y lograron con éxito el respaldo de feministas y organizaciones internacionales. Al boicot mediático se sumó el gobierno nacional: un día antes de iniciar el Encuentro agentes de migración retuvieron y amenazaron con devolver a cien de las asistentes que arribaban del extranjero. Sin embargo, la presión ejercida por las organizadoras y por diversas organizaciones feministas dio como resultado la “liberación” del grupo. Finalmente, aunque cansadas y tensas, las mujeres que habían sido retenidas llevaron a cabo en el mismo aeropuerto un acto simbólico inaugural. Así, “El festival de los sentidos” —como también fue llamado el Encuentro– tuvo lugar del 31 de octubre al 5 de noviembre. La discusión se organizó en foros como el denominado “Avances, nudos y retos del feminismo en América Latina y El Caribe” en el que se reconoció como parte de los avances, la construcción de identidades y utopías y, como parte de los nudos, la fragmentación del feminismo, derivada de las dificultades de articular en estrategias, las múltiples opresiones que nos atraviesan. Otros nudos identificados […] fueron los referidos al poder y la ética, los mitos, la autonomía, la relación movimiento feministamovimiento de mujeres, la institucionalización del movimiento y los propios encuentros feministas (Memorias VI 1994, 39). 32

Algunas manifestaciones de dichos nudos fueron, por un lado, la manera en que se comenzó a hablar de una aparente escisión entre las llamadas feministas “utópicas” y las de “lo posible”. Por el otro, la desaparición de los espacios de discusión sobre el racismo a pesar de que en Encuentros anteriores se hubiera enfatizado su importancia. Los foros centrales se alternaron con talleres temáticos y con una mesa redonda sobre la historia de los Encuentros. La mesa, que convocó a integrantes de los Comités Organizadores pasados, fue pensada como una estrategia de memoria feminista —versión ampliada de un ejercicio que las salvadoreñas habían realizado de manera local, como parte del proceso de preparación para el EFLAC— encaminada a “recuperar la historia, […] poder realizar un balance acerca de los procesos preparativos de los Encuentros, la conformación de las Comisiones Organizadoras, los objetivos, carácter, significado e impacto de los Encuentros en el momento actual de desarrollo del movimiento” (Memorias VI 1994, 71). Para este momento la ONU ya había establecido de manera unilateral la forma en que se organizaría la IV Conferencia Internacional de la Mujer, a realizarse en 1995 en Beijing, hecho que provocó álgidos debates. En uno de los talleres se discutió la “Iniciativa para apoyar la Conferencia Mundial sobre la mujer”7 propuesta por la OCDE en la que se estipulaba una serie de medidas de apoyo a los gobiernos y a las Organizaciones No Gubernamentales de los países en desarrollo para su participación en la Conferencia. En el caso de América Latina, sería Estados Unidos el encargado de apoyar todas las acciones preparatorias a través de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID). La AID pretendía identificar cinco ONGs del Continente para que actuaran como entidades focales desde México, América Central, los Países Andinos, Brasil y el Cono Sur. Ante estos hechos, veintitrés feministas signaron un documento en el que manifestaban su inconformidad por la injerencia de la AID en el financiamiento de las ONGs “representantes” del feminismo latinoamericano en Beijing y denunciaban que la iniciativa de la OCDE no había sido difundida por todo el

7 Para un resumen de este documento, ver Memorias VI 1994, 205-207.

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movimiento (Memorias VI 1994, 208). En el desplegado afirmaban que los temas a discutir en la Conferencia eran una imposición —para América Latina se había definido el de “Violencia y participación política— y proponían que las feministas del continente se reunieran para establecer sus propios temas de interés y elaborar documentos en los que se diera cuenta de la situación de las mujeres de la región. Planteaban la necesidad de que de manera paralela a las preparatorias de la Conferencia en cada país se efectuara un proceso evaluativo con la participación de todo el movimiento feminista y con independencia del Estado. Por otra parte, denunciaban que los financiamientos beneficiaban a proyectos afines a los gobiernos y a los lineamientos internacionales, además de que para asignarlos los países donantes se habían repartido áreas de influencia sobre las que habían ejercido un poder histórico. Otro motivo de debate fue la designación por parte del Comité Facilitador del Foro de Beijing de una representante de las ONGs de América Latina, pues había quienes consideraban que el feminismo no debía tener representantes, menos aún si eran nombradas por organismos internacionales. Sin embargo, también hubo quienes celebraron la oportunidad para influir en los documentos de los respectivos gobiernos y para que las propuestas de las ONGs feministas fueran escuchadas en un foro internacional de tal relevancia. Virginia Vargas, elegida como la representante por la ONU, expresó esta posición mediante una “Carta abierta a las redes y ONGs de América Latina”.8 En la plenaria final se escogió a Chile como sede del siguiente Encuentro puesto que las feministas chilenas argumentaron que gracias a las transformaciones políticas de los últimos años se encontraban por fin en capacidad de asumir la responsabilidad de la organización. La experiencia salvadoreña legó una serie de recomendaciones a ser consideradas en el proceso de preparación del siguiente Encuentro como la de realizar reuniones locales en el país sede como preparación para el EFLAC. Se insistió en que los Encuentros constituyen momentos de confluencia internacional y que de

8 El documento fue incluido en las Memorias VI (1994, 210).

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ningún modo debían considerarse sustitutos de procesos nacionales ni oportunidad para dirimir conflictos internos sino espacios de profundización y síntesis. Se propuso revisar las funciones de la Comisión Organizadora que, entre otras, debía elaborar la propuesta del Encuentro y socializarla, al menos entre el movimiento feminista del país anfitrión. Ante la creciente afluencia de asistentes a los Encuentros, se discutió cómo combinar la masividad con la necesidad que tiene el movimiento feminista de profundizar en sus prácticas teóricas y si era conveniente establecer un límite de asistentes,9 como se había hecho en ese Encuentro. Por último, se hizo énfasis en la necesidad de establecer criterios claros y precisos para la gestión de los recursos sin comprometer la autonomía feminista ni generar dependencia de la financiación externa.

9 Finalmente, en Chile no se establecería un límite de participantes, sin embargo, en el Encuentro de Dominicana de 1999 sí.

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VII EFLAC Cartagena, Chile, 1996 Autonomía e institucionalización del movimiento feminista Este Encuentro, en el que estuvo muy presente la memoria de Julieta Kirkwood, fue el de las confrontaciones y el de explicitar la diversidad que tanto se había nombrado. En 1993, en Costa del Sol, un grupo de feministas chilenas había manifestado su anhelo, como ninguna delegación candidatizada o elegida antes, de asumir el desafío de organizar un encuentro en el Cono Sur, incluso 10 mediante una declaración de compromisos. Las diferencias políticas de las feministas chilenas se convirtieron en el mayor obstáculo para la preparación y realización del Encuentro. Las disputas internas, las prácticas de automarginación, las acusaciones de exclusión y los intentos de boicot de una parte del feminismo organizado no sólo lo pusieron en riesgo, sino que incidieron en su desarrollo. Las organizadoras se autodenominaban “autónomas”, sin embargo, la convocatoria era abierta. Así pues, las condiciones estaban dadas: era el momento de la confrontación y la oportunidad para hablar claramente sobre las diferencias entre distintos sectores del feminismo. La discusión ya no podía aplazarse. 10 Compromiso feminista Costa del Sol, El Salvador 2 y 3 de noviembre de 1993. El documento manifestaba: “1) Proponer a Chile como sede del VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe 2) El objetivo central de esta propuesta es contribuir a avanzar y desarrollar un proceso que permita articular desde la autonomía el movimiento feminista chileno 3) Nos proponemos conformar una comisión que se haga cargo de la organización del VII Encuentro y que esté integrada por mujeres, colectivos y organizaciones feministas 4) Esta comisión deberá ser autónoma y pluralista, además de ser la encargada de gestionar y administrar el financiamiento del VII Encuentro 5) Que las ONGs interesadas en participar lo hagan en calidad de patrocinadoras y auspiciadoras del encuentro, independientemente que existan mujeres trabajadoras de ONGs que estén interesadas en participar en esta comisión a título personal” (Memorias VII 1996, 14).

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Al Encuentro de Cartagena, realizado entre el 23 y 28 de noviembre, asistieron aproximadamente ochocientas feministas que debatieron sobre autonomía e institucionalización en tres paneles y en talleres de profundización, algunos autogestionados espontáneamente. El primer eje se denominó “Marcos políticos filosóficos de las distintas corrientes del feminismo latinoamericano y caribeño”, en cuya mesa central participaron Elizabeth Álvarez Herrera, guatemalteca residente en México; Sofía Montenegro, de Nicaragua; Gina Vargas, de Perú; Ximena Bedregal Saenz, boliviana residente en México; María Galindo, integrante del colectivo boliviano Mujeres Creando; y Margarita Pisano, de Chile. Ponentes y asistentes a las dos mesas de discusión explicitaron sus posturas y plantearon distintas ópticas para entender la autonomía y lo que las autónomas denominaban “institucionalización del movimiento feminista”. El segundo eje, “El lado oscuro y discriminado del feminismo en el Ser y Hacer feminista” tuvo como panelistas a María Tramolao, mujer Mapuche, integrante del Consejo de Todas las Tierras, Chile; Julieta Paredes, de Mujeres Creando; Selva Riquelme, de la Asociación de Mujeres Ciegas, Paraguay; Jael Bueno, de Mujeres Inmigrantes en Europa, Bolivia; Ochy curiel, de República Dominicana y a Andrea Miranda de la Coordinadora lésbica, Chile. Se discutió la revitalización de los vínculos entre feministas y lo que las autónomas llamaban “disidencias feministas”, término que enmarca, entre otras, a posturas críticas como el anti-racismo y el lesbo-feminismo dentro del feminismo. En el tercer eje, “Desenredando nuestras estrategias”, se debatieron documentos-síntesis de distintos talleres de profundización de temas como la autonomía y las estrategias políticas necesarias para la construcción de movimiento. Algunos de los talleres incluidos en este debate fueron “Feminismo autónomo”, “Agenda radical” y “Ni las unas ni las otras” que contaron con la participación de ciento setenta mujeres que se expresaron en contra de la polarización del Encuentro y a favor de un feminismo no limitado a una confrontación de dos. En el espacio “Lesbianas feministas” se analizaron los Encuentros de Lesbianas Feministas Latinoamericanos y del Caribe además de que se definieron estrategias para darles nuevo impulso. “Mujeres negras”, 38

un taller improvisado, derivó en un pronunciamiento contra la exclusión del tema del racismo. Otros talleres fueron “Prostitución y trabajo sexual”; “La corriente submarina”, donde se cuestionó la oposición binaria que caracterizó al Encuentro; “Globalización y justicia social para las mujeres”, donde se exigió que el Encuentro se pronunciara en contra del modelo neoliberal impuesto en la región y contra la afectación específica que comportaba para las mujeres. Nada sería igual después de las álgidas discusiones que se dieron en Chile: los conflictos finalmente fueron nombrados. Para muchas, este proceso se dio de forma violenta, dañina y dolorosa; para otras, fue una confrontación necesaria que implicaba llamar a las cosas por su nombre. La escisión del movimiento parecía una realidad; no obstante, muchas feministas se resistieron a alinearse con una postura, como si ésta fuera depositaria del “verdadero feminismo”. Por toda la región se planteó un par de preguntas: “¿Autonomía o institucionalización?” “¿Y si no es allí, dónde situarse?” Sin ánimos resolutivos o vanguardistas, las asistentes respondieron a estas cuestiones desde sus posiciones particulares, historias y afectos. No hubo una última palabra y el debate quedó abierto. Entusiasmadas por la oportunidad de realizar por primera vez el EFLAC en el Caribe, las dominicanas propusieron a su país como sede y asumieron el reto de darle continuidad a los debates iniciados en Chile.

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VIII EFLAC Juan Dolio, República Dominicana, 1999 Feminismos Plurales En el Encuentro de Bogotá, el movimiento feminista latinoamericano había acordado manifestar cada 25 de noviembre su reprobación a la violencia ejercida contra las mujeres. La fecha fue escogida para rememorar el asesinato de las hermanas Mirabal por órdenes del dictador Trujillo, suceso que dicho sea de paso conmovió al pueblo dominicano, cansado de años de abusos, de forma tal que precipitó la caída del tirano. En el siguiente Encuentro, mil quinientas mujeres se manifestaron en la Isla de las Mariposas, como eran conocidas las hermanas. El Encuentro de Dominicana coincidió con el ocaso del milenio y con una sensación de que el movimiento estaba en crisis. La elección arbitraria por parte de la ONU de una representante del feminismo latinoamericano ante la Conferencia de Beijing fue el catalizador para que en el VIII Encuentro ganaran visibilidad las posiciones al interior del movimiento, aunque éstas fueran el resultado de una larga discusión pendiente, malestares contenidos y cuestiones no resueltas desde el nacimiento de la nueva ola del feminismo en Latinoamérica y el Caribe. En esta edición del EFLAC se conformó un Equipo Coordinador avalado en un encuentro nacional previo para que formase parte de la Comisión Organizadora. Se convocó también a un Encuentro preparatorio caribeño y se organizaron diversos talleres (Memorias VIII 2002, 19). En uno de ellos las

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integrantes expresaron sus expectativas sobre el Encuentro Internacional en los términos siguientes: En función de la participación: Que propiciara amplios debates y elaboración de propuestas; [que resultara] representativo de las diversidades; que fuese articulador de energías y esfuerzos; [que sumara una] presencia importante de mujeres caribeñas. En función de cantidad: Que contara con la participación de unas 1200 mujeres. En función de los objetivos: Que impactara a nivel de la sociedad en general; Que propiciara respeto a la diversidad en las tendencias y profundidad en los debates; Que permitiera visibilizar los nuevos rostros feministas de la región; Que fuera integrador. En función de orientación: Que permitiera análisis de nuestras prácticas, estrategias y nuevas visiones; que propiciara profundización del debate de posiciones y diversidad de pensamientos (Memorias VIII 2002, 20). Estas expectativas contrastaban con la realidad de un movimiento que se percibía debilitado, con una fuerte tendencia al trabajo volcado hacia el interior de las instituciones y en el que era protagonista la militancia individual. A consecuencia de experiencias anteriores las organizadoras temían que: el Encuentro fuera boicoteado por las feministas que no estaban involucradas en el proceso, se suscitaran luchas de poder y actitudes protagónicas, se escindiera aún más el movimiento, los recursos escasearan, no se respetara la diversidad y se rompieran los acuerdos, entre otras preocupaciones. Además, se preguntaban por los efectos que sobre el EFLAC podría tener la realización previa del Encuentro de las lesbianas y desconfiaban de su propia capacidad organizativa. A pesar de tanta incertidumbre, siguieron adelante. Si bien este Encuentro fue duramente criticado por el caos organizativo que imperó, vale la pena rescatar uno de sus legados más importantes: la definición de una política de financiamiento. La Comisión Organizadora, compuesta en su mayoría por mujeres jóvenes y por ninguna feminista ampliamente reconocida internacionalmente, llegó al siguiente acuerdo: En su estrategia de financiamiento la CO dará prioridad a aquellas agencias de cooperación internacional que tradicionalmente han sido 42

soportes a los encuentros feministas en la región y no se solicitará recursos a aquellas agencias, cuyas políticas explícita e implícitas signifiquen o hayan significado estrangulamientos a las condiciones de vida de nuestros pueblos y representen políticas de shock del ajuste que han llevado a la pobreza e indigencias extremas a grandes grupos de mujeres de la región. No se solicitará recursos a aquellos patrocinadores que en sus recursos publicitarios denigran el cuerpo de las mujeres. A las instancias gubernamentales se les solicitará las facilidades que les son propias como país anfitrión: servicios de migración, aeropuertos, cancillerías vía consulados, etc. No se solicitará recursos monetarios que puedan implicar promoción de partidos, ni de sus dirigentes (Memorias VIII 2002, 20). Bajo estas condiciones, las agencias de cooperación que contribuyeron con la financiación fueron: Oxfam (GB), Unifem (EUA), Mama Cash (Países Bajos), Christin Romero (Alemania), Solidaridad (Países Bajos), Heinrich Böll (Alemania), DED (Alemania), Mujeres Católicas de Suiza, Nobid (Holanda), Global Found for Women (EUA), Hivos (Países Bajos), Cladem (América Latina), Terre D'hommes (Alemania). En cuanto a la metodología, se partió de tres “ejes políticos de profundización” para organizar diversos talleres y discusiones. El trabajo en grupos se complementó con dos plenarias dirigidas a discutir y socializar las conclusiones de la reflexión. El Encuentro también desarrolló un eje transversal: “lo cultural-simbólico”. Esta propuesta metodológica y política tenía el doble fin de involucrar a las mujeres en procesos de reflexión y creación artística colectiva y de cuestionar al arte como privilegio de élites. El primer eje político, “El feminismo frente a los viejos y nuevos modelos de dominación”, se centró en el desafío que el modelo económico representa para el feminismo. Ante la pregunta del qué hacer para enfrentar la globalización y sus consecuencias en la vida de las mujeres, se afirmó que el feminismo no puede reproducir esquemas de dominación, sino que, por el contrario, debe estar involucrado en la implementación de prácticas políticas de avanzada. Se revisó el ejercicio del poder en el nombre del feminismo y se 43

debatieron las estrategias de creación de políticas públicas y trabajo en instituciones. En síntesis, el feminismo tendría que pugnar por la creación de un modelo social, político y económico libertario, no androcéntrico, que trascendiese las dicotomías que han dictado las pautas para la comprensión de la experiencia humana. En el eje 2, “El feminismo como movimiento social”, se discutió la definición de feminismo como “movimiento revolucionario” y esencialmente político. Aquí se afirmó que el énfasis del feminismo en la dimensión subjetiva de la experiencia no contradice su carácter de movimiento. Los trabajos del Eje 3, “Perspectivas feministas”, tendieron a subrayar las múltiples aristas del femnismo. Se planteó que el gran desafío era llegar a acuerdos mínimos, reconocer y explicitar los desencuentros e intereses, pero también enfrentar el hecho de haber crecido velozmente en las últimas tres décadas y ser un moviendo cada vez más diverso. Por otra parte, la transversalidad del eje cultural-simbólico devino en tres acciones. La primera era el desarrollo de performances colectivos de apoyo al proceso de reflexión de cada eje político. La segunda consistió en la producción y presentación de trabajos artísticos-culturales de creadoras presentes en el evento. La última acción versó sobre la preparación y facilitación de talleres dedicados al trabajo con el cuerpo y a la experiencia creativa. Aunque el uso del arte como herramienta política y de exploración de la subjetividad no era nuevo en el feminismo latinoamericano, para muchas asistentes al Encuentro significó una nueva forma de concebir lo político. En los grupos de discusión de los tres ejes se abundó en la institucionalización que se traduce en la relación con las organizaciones financiadoras, la oenegización del movimiento y la profesionalización de sus militantes. Las instituciones fueron concebidas como una forma organizativa útil en su momento, pero que no podía atribuirse la representación del movimiento. Se consideró que la radicalización, necesaria en el pasado, podía conducir en ese momento a la exclusión de ciertas posturas. Finalmente, el Encuentro se propuso hacer un balance de treinta años del feminismo en la región y abrir el diálogo entre feministas de distintas corrientes con el fin de identificar posibles estrategias comunes. Mediante 44

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alianzas al interior de movimiento, se buscaba incidir en procesos de transformación social. La cuestión de la diversidad fue atendida de manera particular y constante e incluso llevó a la crítica a la exclusión de las mujeres de habla no hispana debida a la falta de traducción simultánea porque, como argumentó este sector de afectadas integrado por una mayoría de caribeñas, cómo hemos de encontrarnos, si no nos entendemos. Las feministas autónomas señalaron la falta de continuidad de los debates iniciados en Chile, reivindicaron la autonomía como rasgo fundamental de un feminismo diverso, mas no plural, y expresaron su descuerdo con el proceso de oenegización del movimiento. En consonancia con estas últimas propuestas, feministas de otro grupo declararon: “Consideramos que con la política de lo posible logramos cosas, tenemos cuotas de poder, pero a veces ese poder se vuelve un espejismo. Creemos que el feminismo debe volver a su carácter crítico, transgresor y subversivo” (Memorias VIII 2002, 70). Una vez más, al final de la experiencia, se demandaba a las organizadoras de futuros Encuentros asumir el desafío de la diversidad, el respeto a las diferencias y la horizontalidad en las relaciones.

11 Ver el documento preparatorio “VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe: Participación abierta, múltiple y diversa”, DE: http://alainet.org/mujeres/feminismos.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

IX EFLAC Playa Tambor, Costa Rica, 2002 “Resistencia activa frente a la globalización neoliberal” A Costa Rica llegaron ochocientas feministas para discutir las implicaciones de la globalización en la vida y el cuerpo de las mujeres latinoamericanas y caribeñas. Alda Facio, una de las organizadoras, aseguró que: Plantear el tema de la globalización y el feminismo, nos va a permitir reflexionar sobre cuál es el movimiento feminista que podemos o debemos resucitar […] Volver a encontrarnos en un espacio para feministas, de feministas, con feministas para entender la globalización y sus efectos en nuestros cuerpos, almas, mentes y espíritus nos va a ayudar a aclararnos sobre nuestros objetivos, prácticas y estrategias como movimiento. Ver, sentir, oír, oler, vivir la globalización en un espacio feminista nos dará la claridad para constituirnos de nuevo en un movimiento contestatario, maduro y reflexivo (2002). En este Encuentro, la Comisión Organizadora centró sus esfuerzos en democratizar la información, redefinir la política de financiamiento y reunir las opiniones en el tema central. Ya en República Dominicana el avance en el uso de los medios tecnológicos había sido importante, pero las costarricenses dieron el salto al hacer de la tecnología una herramienta fundamental para el diseño de una red de comunicación. La estrategia incluyó la capacitación del equipo organizador en tecnologías de comunicación; la creación de un centro de prensa para 47

periodistas que difundía comunicados permanentemente; transmisiones de radio en medios comunitarios y comerciales de la región; una red de discusión vía Internet; una web oficial que recogía la información más relevante del Encuentro; un sistema interno que proyectaba imágenes de lo acontecido el día anterior; una estación de radio por Internet con transmisiones en tiempo real en coordinación con Radio Internacional Feminista (FIRE);12 y la presentación de videos mediante circuito cerrado de televisión. En cuanto a las políticas de financiamiento, se combinaron las estrategias de gestión, autogestión y administración. Los fondos se recabaron mediante la organización de eventos culturales, el trabajo voluntario de todas las colaboradoras, el cobro anticipado de la inscripción, los aportes de las agencias de cooperación y la campaña “Done un dólar, o más”, invitación a las feministas del mundo para apoyar la novena versión del Encuentro. Las actividades se desarrollaron en las instalaciones de un hotel que contaba con todas las comodidades propias de los sitios turísticos costarricenses y que además permitía evitar la tan criticada dispersión que caracterizó al Encuentro en Dominicana. Sin embargo, al ser el lugar propiedad de una transnacional se señaló la incongruencia política: ¿Cómo discutir sobre globalización en un hotel de lujo? La contradicción causó molestia en buena parte de las participantes. La metodología propuesta incluyó mesas redondas, grupos de trabajo, los ya tradicionales talleres inscritos por las participantes y plenarias dedicadas a los tres ejes de trabajo en las que se presentaban las ponencias de reconocidas feministas de la región. El primer eje se denominó “Las expresiones del feminismo como sujeto socio–político en la globalización”, el segundo, “Transnacionalización del patriarcado y el capitalismo: los Estados, sociedad civil, el sistema monetario internacional y organizaciones políticas” y el tercero “Nuestro cuerpo-mundo: políticas, resistencias y alternativas en la globalización”. Respecto al tema central, la globalización, se adoptaron diferentes

12 Entre otros aciertos, la estación permitió la transmisión simultánea de la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, realizada paralelamente al Encuentro en la Ciudad de Oaxaca, México, bajo la consigna “Mujeres indígenas desafiando al futuro”.

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posturas. Para algunas era sinónimo de expansión del modelo de dominación capitalista que debía diferenciarse de los procesos de planetarización o mundialización que dan pie a la creación de redes de resistencia adscritas a un movimiento internacional contrario al sistema económico. Para otras, este proceso tenía su lado fecundo pues abría la posibilidad de globalizar las resistencias y los movimientos sociales. La ponencia de Magaly Pineda desató la polémica más álgida. Para la dominicana, el proceso de transnacionalización de la economía en su país había conllevado el establecimiento de maquilas en la isla que a su vez significaban oportunidades de independencia económica para que las mujeres. Las feministas que desaprueban el proceso de globalización económica, y particularmente el establecimiento de maquilas en los países del tercer mundo, consideran que el fenómeno ha tenido efectos nocivos en la vida de las mujeres. La trabajadora hondureña Daisy Flores, afirmó: “Las maquilas son espacios de tortura y no significan ninguna alternativa de trabajo digno para las mujeres” (Ayzanoa 2002). Edda Gaviola también expresó su desacuerdo con Pineda e hizo notar la violencia que caracteriza el trabajo en las maquilas. Yolanda Santana cuestionó los llamados “códigos de ética” de los empresarios pues desde su punto de vista constituyen estrategias para la explotación de las mujeres; sin embargo, no descartó la posibilidad de que la globalización represente una alternativa para que las mujeres que defienden sus derechos establezcan conexiones transfronterizas. Una de las ponencias ampliamente comentadas fue la de Ana Isla, quien a partir de una investigación —y a contracorriente de posturas al interior del movimiento ambientalista— afirmó que no sólo es cuestionable el modelo económico de la globalización neoliberal, sino también el discurso medioambiental conservacionista de las empresas trasnacionales. Isla alertó en cuanto a que los discursos de desarrollo sostenible/sustentable forman parte de una estrategia de expansión económica agazapada tras la idea de que hay “continuar con el crecimiento económico para salvar al planeta” (Isla 2002, s. p.). Isla se valió del análisis de casos puntuales para señalar que la globalización es un instrumento macro-económico para el control político de

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los países pobres basado en la apropiación del trabajo de las mujeres. Aspecto significativo de este Encuentro fue la continuación del debate abierto en Dominicana sobre la categoría de “juventud”. A decir del Informe del Taller “Jóvenes de fin y principio de milenio”, una asistente proveniente de Nicaragua planteó que: Las políticas neoliberales y las visiones adultistas [y] conservadoras reafirman la marginación y el mercado de consumo, que incluye a las jóvenas, en tanto tengan capacidad de consumir. Sólo así […] se convierten en personas visibles. La globalización ha retrasado la categoría de juventud, y somos consideradas ciudadanas en tanto nuestra capacidad de consumo (www.9feminista.org, fuera de servicio). Sobre este mismo tema, en las sesiones plenarias se presentó una ponencia titulada “Aportes del feminismo latinoamericano y del Caribe a la teoría feminista, una mirada desde las mujeres jóvenes”. En las declaraciones finales se dio un “sí a la globalización de la ternura, el amor, la solidaridad, la comunicación abierta y pluralista y la tecnología al servicio de la gente”. Se repudió el asesinato sistemático de mujeres en Ciudad Juárez, el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, los bombardeos a la isla puertorriqueña de Vieques y la onerosa deuda externa de los países pobres. Se denunció al terrorismo de Estado y las políticas de seguridad de los Estados Unidos; a los gobiernos “donadores” de programas sociales que simultáneamente apoyan la guerra; a “las políticas de ajuste estructural que impactan diferencialmente a las mujeres y refuerzan el patriarcado y a la política neoliberal que promueve opresiones y ofrece un mundo de violencia, miseria, opresión y muerte” (Moraes 2002). Esta declaración invitó a las mujeres a participar en las manifestaciones en contra de las reuniones de los organismos internacionales que promueven la globalización neoliberal y que niegan la soberanía de los pueblos. Asimismo, se les instó a unirse a redes internacionales de resistencia, como el Foro Social Mundial, y a apoyar acciones como la campaña regional contra el ALCA.

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Finalmente, la responsabilidad de organizar el próximo Encuentro recayó en las brasileñas quienes contarían con el apoyo feministas de Uruguay, Paraguay y Argentina, a diferencia del Encuentro de 1985. Al discutir las perspectivas para el siguiente Encuentro, algunas feministas insistieron en la necesidad de que las reuniones internacionales delineasen acciones mínimas. Por otra parte, se difundieron las reflexiones del taller “Los encuentros feministas en la globalización: desafíos y perspectivas” tendientes a repensar los procedimientos de los Encuentros anteriores para promover la participación, la democracia y la autogestión, así como para diseñar estrategias para lograr la independencia de la financiación otorgada por las agencias. Entretanto, las jóvenes reclamaron una representación más activa en las comisiones organizadoras de los Encuentros y el diseño de medidas que facilitaran su participación. Las mujeres interesadas en estrategias de comunicación propusieron crear una Red de Comunicación de los Encuentros y una página web con el dominio www.encuentrosfeministas.org para hospedar información relacionada con todos los Encuentros. La página contaría con un equipo de comunicación apoyado por las redes, organizaciones y medios de comunicación latinoamericanos y caribeños. Lamentablemente, estas propuestas innovadoras no prosperaron. En el “Documento de propuestas” de la plenaria final, y debido al malestar provocado por las características del hotel sede, se asentó una lista de criterios a tomar en cuenta en Encuentros posteriores: 1. Crear espacios feministas alternativos de encuentro al margen del lucro capitalista. Mientras no exista un espacio comunal utópico, los hoteles sede que se seleccionen por lo menos deben escogerse con base a nuestra posición política de resistencia activa. 2. Que reconozca la necesidad de espacios artísticos feministas al margen de la cultura comercial, machista y dominante. Es decir, que las manifestaciones artísticas de las participantes tengan prioridad por sobre las programadas por los hoteles. 3. Que asuma en su agenda el problema estructural del racismo. 51

4. Que sea un espacio ecologista que respete los recursos naturales, por ejemplo, el reciclaje. Y que no cuente con un historial en que se haya arrasado con la naturaleza del lugar. 5. Que en términos laborales no explote a sus empleados y empleadas. 6. Que implemente discusiones horizontales para que se den espacios de decisión colectiva durante el desarrollo mismo de los encuentros. La nota final del “Documento de propuestas” resumía la premisa de los criterios anteriores: “Necesitamos soñar utopías, espacios y palacios feministas y mientras lo realizamos, debemos propugnar por opciones para el futuro de nuestro movimiento feminista”.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

X EFLAC Sierra Negra, Brasil, 2005 “Feminismo y democracia” Del 9 al 12 de octubre, en el hotel Vale do Sol en Sao Paulo, se reunieron mil doscientas cincuenta mujeres entre feministas y representantes del movimiento amplio para discutir sobre feminismo y democracia a partir de los criterios medulares del “Documento eje central”: El feminismo, en virtud de las tareas que le impuso la coyuntura en los últimos años, se ha separado un poco de la reflexión del propio feminismo como pensamiento crítico y práctica política. El concepto de democracia es fundamental para reanudar la discusión del feminismo como pensamiento político. En primer lugar, porque es un elemento clave en esa discusión, una vez que las acciones femeninas sostienen esa idea y propuesta. En segundo, porque a partir de una concepción feminista profundizada de democracia será posible enfrentar políticamente las varias visiones, las varias corrientes de pensamiento, expresando el compromiso feminista con la construcción de la propia democracia. La discusión de la noción de democracia evidenció una contradicción fundamental a la luz de fenómenos que afectan directamente a las mujeres: feminicidio, abuso sexual y violación, femininización de la pobreza, racismo, sexismo, discriminación, xenofobia, lesbofobia, tráfico de personas, control de los cuerpos de las mujeres por parte de la Iglesia y el Estado, limitantes de facto en la participación política, incongruencia entre nivel de educación y cargos en 53

el mundo laboral, entre otros. En este contexto, preguntarse por aquello que el feminismo tiene que decir sobre la democracia llevó a poner en duda la posibilidad de cambiar las reglas de juego mediante sus mismos discursos e instrumentos. Algunas feministas se preguntan, en palabras de Chuy Tinoco, de qué feminismo y de qué democracia estamos hablando (2005, 3). Es comprensible que un encuentro realizado en Brasil propusiera como tema central “la democracia” y convocara al sector de mujeres populares. El movimiento amplio de mujeres se había fortalecido y extendido durante las últimas décadas en ese país a raíz de una participación activa en organizaciones sociales que presionaron para transitar a la democracia. En ese sentido, la democracia y las instituciones fueron el medio para un cambio pactado que si bien implicó la apertura de espacios de participación política ciudadana, no tocó el fondo de las políticas económicas.13 A esto se sumó el hecho de que las instituciones públicas gubernamentales llevaban algunos años bajo el control del Partido de los Trabajadores (PT), partido de izquierda que contradictoriamente había dado continuidad a los pactos transicionales. En esta ocasión, el tema central se discutió en dos paneles: “Feminismo y democracia” y “Feminismo: el presente y el futuro” y cuatro espacios de debate denominados “Diálogos complejos”: “Feminismo y estrategias para el enfrentamiento del racismo en una América Latina democrática”; “Feminismo contra el etnocentrismo para una América Latina democrática”; “Feminismo, juventud y poder: alternativas a la mercantilización y a la marginalización en búsqueda de perspectivas democráticas” y por último “Feminismo y lesbianidad: sexualidades y democracia”. Como ocurrió con el tema de “la globalización” en el Encuentro anterior, pronto emergieron distintas concepciones de “democracia”. En contraste con la legisladora Epsy Campbell, quien expresó su confianza en la posibilidad de transformar el sistema mediante la “feminización de la política” de las instituciones democráticas (2005), es decir, a partir de la presencia de mujeres con conciencia feminista en los espacios de poder político, Ochy Curiel alegó, desde su postura como feminista autónoma, que “la democracia es una forma 13 Este proceso está ampliamente estudiado en Dagnino 2002.

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de organización social que debe ser cuestionada, abolida y cambiada por otras formas de participación, porque no es la única política posible, ya que nació de la lógica patriarcal” (2005) y a la cual se debe contraponer una propuesta libertaria. Entretanto, la propuesta de María Betania Ávila, denominada también de radicalización del feminismo, proponía la expansión del movimiento en todas las esferas de la vida social y enfatizaba la necesidad de iniciar procesos de democracia radical que construyan autonomía, conciencia crítica, socialización de los saberes y fortalecimiento de las bases para recuperar la utopía e impulsar la transformación social (Sabanes 2005). Además de las complejas discusiones sobre el tema central, distintos sectores del movimiento cuestionaron fuertemente el feminismo de la región. Por ejemplo, las jóvenes reclamaron una mayor inclusión por parte de las “grandotas” y la eliminación de concepciones adultocéntricas que impiden reconocer la heterogeneidad de expresiones de las nuevas generaciones de feministas. En uno de los foros, Fernanda Grigolin recordó que “la democracia empieza por casa, es decir, desde el movimiento feminista” (León 2005). Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en otros encuentros, las expresiones desde las distintas identidades políticas condujeron al cuestionamiento de los discursos de la diversidad y la “multiculturalidad” que por el hecho de nombrar las diferencias no necesariamente resuelven los conflictos de poder ni pretenden erradicar los problemas de discriminación y desigualdad. La plenaria final fue el escenario de debates fuertes. Allí se discutió la participación de personas transgénero bajo el argumento de que no admitirlas constituye una práctica de discriminación contra personas que se consideran mujeres y feministas. Otro sector consideró que era necesario analizar detenidamente el tema puesto que abarca nociones de cuerpo, identidad, definición de feminismo y autonomía de los Encuentros. Algunas participantes manifestaron su desacuerdo en función de las experiencias particulares de las mujeres con respecto a las de las personas transgénero. Días después del Encuentro, Ochy Curiel argumentó a favor de preservar la autonomía: Las Trans (transgéneros, transexuales y trasvestis) si bien son víctimas también de opresión, dado que salen de la imposición de la binaridad, 55

dicotomía de los géneros y en parte de la heteronormatividad, no han vivido lo que nosotras históricamente. Es esa diferencia, que es política y concreta, la que hace que muchas de nosotras queramos, y defendamos, mantener espacios autónomos como mujeres construidas socialmente, lo cual no quiere decir que negamos posibilidades de articulación, coordinación y apoyo mutuo, siempre y cuando estén claros los fundamentos y proyectos políticos, no por la simple «diversidad» (Curiel [b] 2005, 326). Finalmente, por votación, se determinó que a partir del siguiente Encuentro se admitirá a personas transgéneros. Esta vez las mexicanas asumieron la responsabilidad de poner en marcha esta decisión, además de organizar un encuentro que reforzase el diálogo intergeneracional y que, como bien lo expresó la feminista negra Sueli Carneiro, abriese el camino para que el feminismo se comprometa con la lucha antirracista y la formulación de una plataforma de acción feminista en la región que invite a un pacto de solidaridad y de corresponsabilidad capaz de confrontar a los poderes que impiden la realización de la democracia plena (Sabanes 2005). El mayor reto, sin embargo, será el de propiciar discusiones profundas que conduzcan a acuerdos políticos sobre una base feminista en un contexto político regional e internacional y sin soslayar las preocupaciones propias del movimiento.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Comentarios finales A unos cuantos días de comenzar el XI EFLAC en la Ciudad de México, cerramos provisionalmente esta visión sintética de los diez primeros Encuentros Latinoamericanos y del Caribe. Hace casi treinta años de aquella primera reunión de feministas del continente realizada en Colombia que aún despierta añoranzas. Alguna vez Margarita Pisano sentenció: “tenemos el primer encuentro grabado en la piel” (Valle 2002). Nunca podremos repetir esa experiencia ni las que le siguieron. Tampoco será posible dar cuenta cabal de todas las lecciones de cada Encuentro y organizar uno que supere a los anteriores. Las circunstancias y el feminismo son cambiantes. No obstante, las transformaciones no impiden aprender del pasado ni minimizan el valor del legado político para las nuevas generaciones de feministas. Nos quedan narraciones, imágenes y escritos tramados en una rica memoria: la cercanía, la complicidad, e incluso los desencuentros vividos en Colombia durante el primer aquelarre cuando a todas las unía la pregunta “¿Qué es eso del feminismo?”; el esfuerzo que se hizo en Perú por conciliar práctica y teoría, tarea aún fundamental para el movimiento; el valor de la palabra en un Encuentro eminentemente testimonial como el de Brasil; el reconocimiento a la diversidad feminista en Argentina; “El festival de los sentidos” de El Salvador; la confrontación de ideas y los debates profundos en Chile; los reencuentros plurales en Santo Domingo; la capacidad de gestión en Costa Rica y, de nuevo en Brasil, el acomodo en el espacio y el cuestionamiento de las incongruencias.

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Este recorrido deja de manifiesto que la organización ha sido el punto más débil de los Encuentros. Cada Comisión, Comité, Coordinadora, al margen del membrete, ha hecho grandes esfuerzos para superar los problemas de los Encuentros anteriores, pero el incremento en la participación suele desbordar las expectativas y la capacidad logística. No debe pensarse que estas son cuestiones meramente técnicas; la organización de los Encuentros es un proceso político, cada decisión respecto al lugar donde habrán de realizarse, el cobro de la inscripción, el financiamiento y las propuestas metodológicas revelan concepciones políticas y definiciones del feminismo. La experiencia demuestra que los conflictos no resueltos y aquellos que se evaden se alimentan subrepticiamente hasta que encuentran la oportunidad de emerger y no siempre de la mejor manera cual agua contenida que finalmente busca sus cauces. Las Memorias y testimonios de todas estas vivencias merecen estudios profundos de las construcciones discursivas y el trasfondo político de los Encuentros, elementos que en este trabajo han sido sólo insinuados. No pocas veces se ha reconocido a los Encuentros como espacios privilegiados para que las múltiples expresiones del feminismo coincidan en un mismo tiempo y lugar. Al ser también escenarios reveladores de ausencias, concluimos con una pregunta cardinal para todos los EFLAC y que afortunadamente permanece irresoluta: ¿Cómo podemos encontrarnos las feministas?

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

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