07. 0712 Rodoreda

63. PINTURA

El arte silencioso de Mercè Rodoreda En el centenario del nacimiento de Mercè Rodoreda, y a los 25 años de su muerte, una exposición revive en la Pedrera barcelonesa su faceta más desconocida. Acuarelas, gouaches y collages que la escritora realizó en los años 50. La comisaria de la muestra y experta en arte del Magazine, Mercè Ibarz, relata esta vertiente pictórica de la novelista.

Collages, acuarelas y gouaches, siempre sobre papel Canson, constituyen la obra plástica de Mercè Rodoreda en los años 50. De arriba abajo y de izquierda a derecha: uno de sus collages sin título ni fecha y, al lado, Étrange visage à l’oeil vert, acuarela que recuerda a su amiga la escritora Anna Murià; debajo, las acuarelas Femme souriante à la robe en damiers noirs et verts y J’aimerais savoir…, fechada en París, 1955

L Mercè Ibarz

La dedicación de Rodoreda a la pintura es su faceta más desconocida. Como lectora suya y como escritora, su pintura es para mí fuente de estímulos para mejor leer sus novelas, cuentos, prosas, poesía y teatro. Pues Rodoreda fue una artista total. No descuidó tantos aspectos de la cultura moderna y los practicó, siempre con la literatura y la lengua catalana como horizontes. Para

ganarse la vida en su primer y duro exilio, había sido importante la costura, a la que dedicó años en Limoges, Burdeos y París. Diseñar ropa, componerla, sacar patrones y modelos para camisones y blusas la ayudó a escribir sus cuentos de exilio y, cuando no podía escribir todavía novelas, en París, la incitó a probar otras expresiones. Todo lo que emprendía funcionaba. Así fue como

la pintura no sólo la salvó de sus desgracias íntimas en estos años sino que, gracias a su capacidad de trabajo y su modernidad constante, la llevó a ser la escritora que conocemos, hoy traducida a 34 lenguas. Contemplar a alguien que por primera vez ve sus pinturas, en este caso el equipo de la exposición, con Àlex Susanna al frente en la Fundació Caixa de Catalunya, es bello. Yo 

PINTURA mercè rodoreda 

misma tenía un recuerdo lejano de ellas, de cuando algunas se expusieron, y se vendieron la mayoría, en 1991, cerca de Vic. Cuando fuimos a ver las que conserva el Institut d’Estudis Catalans, heredero literario de Rodoreda, Damià Martínez y Pola Canteli se rindieron a ellas. Y mientras el proyecto crecía en intensidad, más allá de mi propia convicción, apareció en escena Jaume Borràs, el coleccionista más importante de Mercè Rodoreda pintora. Fuimos a ver la colección BorràsGras, completamente inédita, un día de Sant Jordi. Àlex, Damià y Marta Viñuales, secretaria de la Fundació Mercè Rodoreda, pretendíamos ser circunspectos, sólo mirar. Pero cuando Jaume Borràs abrió la carpeta que contiene unas 60 obras rodoredianas, las palabras brotaron. Algunas están tituladas e incluso fechadas y firmadas. Empecé a darme cuenta de que probablemente estábamos ante la exposición que ella no pudo hacer en 1953 en París ni tampoco en 1957 en Barcelona, como pensaba que podría. Haríamos lo posible por montar la que Rodoreda no pudo ver. Maya Rolando y Sergi Parreño, diseñadores que ya estaban trabajando en otros aspectos gráficos del año Rodoreda, se pusieron en marcha, y sus reacciones ante las obras han sido una evidencia más de su poder sugestivo. Como siempre en Rodoreda, su poder de comunicación va parejo a su capacidad experimentadora, que nunca se entromete en la relación directa de la lectura, de los contempladores de su pintura en este caso. Pero vayamos al grano: ¿por qué, cómo y cuándo se dedicó a pintar? Comenzó a pintar en París, en los años 50, para no caer en el vacío cuando no lograba escribir novela y estaba escribiendo poesía, otra dedicación relacionada con su decisión de no dejar de escribir,

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que pudo dinero a su madre Comenzó a pintar para no siempre y a su hijo, que tenía diez años ella partió al exilio en 1939. caer en el vacío cuando no cuando Por el contrario, no recibió nunca de Barcelona, donde su familia lograba escribir novela. Pintó nada vivía con su ex marido, que era de la madre de Rodoreda. sobre todo para saber qué tipo hermano Pintó sobre todo para saber qué de novelista quería y debía ser. de novelista quería y debía ser tipo Las novelas que en 1948 dice que

Una artista completa Rodoreda fue siempre un talento. Su familia la llevó poco a la escuela, pero aun así se lanzó, preparada por su cuenta y por el ambiente familiar, al periodismo y a la literatura en 1931, al proclamarse la república. En cinco años escribió cinco novelas y numerosos artículos y entrevistas periodísticos. Su obra de posguerra, en cambio, no fue abundante. El exilio en Europa, pues no quiso ir a América, le valió sufrir otra guerra –“la Guerra” para ella, siendo la contienda anterior “la Revolución”, en sus palabras– y dificultades de todo orden que, al cabo, se transformaron en una obra literaria que reúne todos los aspectos de su autora: novela, cuento, prosa poética, poesía, teatro, pinturas y collages.

pasara lo que pasara. Cuando vio que no estaba mal lo que salía de sus dibujos y acuarelas, de sus tijeras y cola de pegar en sus collages, se decidió a seguir para intentar ganar dinero y enviarlo a su madre y a su hijo, en Barcelona. Rodoreda envió

prepara, en una carta a su amiga Anna Murià, no las escribió. Realizó otras bien distintas. En pintura, Rodoreda sigue muy de cerca el aire de su tiempo en París, capital en reconstrucción tras la guerra. Aprende del Miró de

posguerra, de la obra seminal de Klee, muerto en 1940 y referente esencial de las artes plásticas posteriores, de Picasso y de Kandinski y, sobre todo, de lo más específico del momento, el art brut de Dubuffet, el arte elaborado a partir de creaciones infantiles y de alienados e indoctos, no tocados por una cultura que conducía una y otra vez a la

inspirador del jardinero, el narrador. En la exposición que la próxima semana inaugura la Pedrera de Barcelona presentamos 33 obras. Se conoce un centenar y medio de obras, casi todas de propiedad particular. No me cabe duda de que merece estar en las colecciones del MNAC y del Macba. Sus pinturas revelan un proceso

Cecília Ce, el jardinero, los narradores de tantos de sus cuentos, el adolescente Adrià Guinart de su obra final Quanta, quanta guerra…, siempre rodeados de maldad o vacío y siempre adelante. Intensa y modernísima Rodoreda, hoy que tantos museos se están planteando las relaciones entre escritura y pintura.

espiritual y creativo, esos ojos abiertos a la maldad de la historia y a su extraña fascinación, pues la vida continúa siempre, ellas mismas son extraordinariamente vitales. Así será también en sus creaciones literarias a partir de la pintura: Colometa,

Mercè Ibarz es autora de Rodoreda: Exili i desig (Empúries, 2008) y su versión en castellano (Omega, 2004) L’altra Rodoreda. Pintures & collages. Entresuelo de la Pedrera. Fundació Caixa de Catalunya. Barcelona. Del 16 de diciembre al 1 de febrero del 2009.

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En la página anterior, Amour sorcier, acuarela sin fecha, inédita, de la que se conoce otra versión, lo que permite pensar, junto a otras pinturas, que Rodoreda trabajaba por series. En esta página, dibujo y gouache sobre papel, Cheval et chevalier, obra que remite de manera especial a la obra de Paul Klee, uno de los grandes inspiradores de la Rodoreda pintora junto a Joan Miró y Jean Dubuffet

guerra. De Michaux bebe las relaciones entre escritura y pintura. La primera novela que empieza, ya en Ginebra, adonde se traslada en 1954, aunque no la publica hasta 1967, será Jardí vora el mar, una evocación de Joan Miró,

7 de diciembre del 2008 65