Yo Acuso

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/ junio de 2008 Por José-Christian Páez.

Entrevista

Yo acuso: ¿Hacia un Guantánamo europeo?

Yo acuso que los políticos radicales de derecha pretenden llevar a Europa a la barbarie bajo el manto sesgado de un orden jurídico adaptado a las medidas de sus lóbregas pretensiones. Yo acuso a los políticos radicales de derecha de sembrar el terror responsabilizando a los inmigrantes de males que son consecuencia de la ineficacia en la gestión por parte de estos mismos políticos. Yo acuso que estos políticos radicales de derecha engañan a la opinión pública europea usando el terrorismo mediático que pueden ejecutar porque son propietarios de megaempresas periodísticas. Crean así una tensión ficticia para desviar la atención de los problemas reales que están ocasionados por el sistema capitalista y neoliberal, el cual defienden a brazo partido en tanto beneficie sus personales intereses. ¿Hacia un Guantánamo europeo? La bella Europa, hija del rey fenicio Agenor, fue raptada por Zeus y llevada a la isla de Creta. Ella le dio tres hijos y, en agradecimiento, Zeus otorgó a Europa un autómata de bronce, de nombre Talo, que corría vigilando la isla y matando a los extranjeros que se acercaban a su litoral. Pero le dio otros dos dones: una lanza

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que daba siempre en el blanco y un perro, Laelepe, que siempre atrapaba a su presa. Pareciera que estos tres dones perduran en la siquis de los nuevos Zeus encarnado por algunos dirigentes europeos que insisten en imponer un evidente cierre de fronteras. Un hermetismo que busca bloquear las puertas de acceso al este y al sur, ya no de la isla de Creta, sino de todo el con-

tinente europeo. Porque los actuales hijos de Europa han perdido la memoria e ignoran que desde el oriente, específicamente desde la meseta del Pamir, vinieron sus ancestros y, desde el sur, desde el África negra, el hombre más antiguo del cual se tiene noticia. Europa se pliega sobre sí misma, pero no para conocerse a sí misma, sino para esconderse, quizás atemorizada por

sus propios horrores. Porque Europa teme a verse, teme a reconocerse como es: multirracial, multicultural, multilingüística y multirreligiosa. Sólo quiere verse cristiana y blanca. Por esta negación de lo que es fracasó la Constitución Europea y el Acuerdo de Lisboa se equilibra sobre la cuerda floja de un Reino Unido dispuesto a hundir la unidad europea tal como si se tratara

de un olvidado y perdido acorazado nazi y de una Irlanda que duda entre su origen celta y su identidad europea. Europa es un gigante con pies de barro. Sumido en la riqueza de su historia y en el máximum de su inteligencia creativa, Europa quiere cerrarse como un crustáceo bivalvo. Al cerrarse desecha, pierde la riqueza cultural aportada por los inmigrantes; no pierde sus tradiciones, sino que pierde esa riqueza que le da luz y evitaría que se hunda en la oscuridad, donde ha sobrevivido en tantas otras veces. Y, cerrada sobre sí misma, volverá a los horrores descritos en las páginas más oscuras de la humanidad. Porque habría que recordar que, cerrada en sus propias disyuntivas, cerrada en sus propios pensamientos, cerrada en su creencia de tener sólo ella la verdad, cerrada en una atmósfera paranoica, cerrada y obsesionada por el poder, cerrada y creyéndose en la razón (aunque ésta estuviese cegada a la lógica más elemental), Europa creó la Inquisición y el nazismo. Ambos modos de ver buscaban un mundo único, uniforme. La Inquisición un único dogma de una única religión; el nazismo una única raza blanca y perfecta referida a la aria. Ahora busca ser única con una única cultura, aunque no defina cuál es esa única cultura. Ambas instituciones, entre otros, persiguieron a los gitanos y a los judíos que encarnan al extranjero, al extraño, al distinto, al desconocido. Ese extraño percibido como una amenaza porque supuestamente no enriquece a la sociedad a la que llega, sino que la pone en jaque, atenta contra su existencia, propicia su desaparición. Y, entonces, al extraño no se le conoce, no interesa conocerlo tanto como imaginar e instigar mitos acerca de él: después de todo no es un nosotros, sino un otro. Millones de víctimas gritan desde las entrañas de la tierra europea. Pero Europa parece sorda ante sus ruegos, parece ciega y amnésica ante su propia memoria del horror. ¿Podrá más el olvido? ¿Podrá más Hitler? ¿Podrá más Mussolini? ¿Podrán más los Berlusconi y sus adláteres? Persecución a gitanos

/ junio de 2008

Entrevista

Con excepción del rechazo firme del Ejecutivo español a los acontecimientos de Italia y la posterior adhesión a estos postulados por parte del gobierno francés, ningún país de la Unión Europea se ha manifestado sobre los hechos acaecidos en Nápoles, la ciudad de la basura: una poblada atacó un asentamiento gitano y le prendió fuego. “No hemos sido muy violentos: primero les hicimos salir y luego le prendimos fuego a sus casas”, declaró una de las participantes. Todo se habría iniciado por el rumor de que una gitana habría intentado el plagio de un bebé. Los hechos son preocupantes: gitanos, un rumor. Xenofobia, racismo y reacción masiva buscando hacer cumplir la penosa Ley de Lynch, esa seudo ley por propia mano en plena ejecución en la cuna del derecho occidental, en ¿uno de los países más desarrollados del mundo? No se informa de detenidos. La vendetta ante un supuesto que, como sabemos, constituye en sí un acto legítimo para la cultura de la mafia, no sólo es atentatoria, sino que trasgrede las normas del estado de dere-

cho. La presunción de inocencia aquí no existió, ni el derecho a un juicio justo y, para hacerlo más grave, no se conoce la identidad de la mujer que supuestamente intentó plagiar al bebé, si es que existe ese bebé y la citada gitana romaní. Pero para la fuerza bruta y ciega del pueblo napolitano se hizo justicia. No hay detenidos por el progrom al que se ha sometido a estos gitanos, sí una comunidad aterrorizada que recuerda aquellos días nefastos del fascismo nazi. Parece el inicio. ¿Se transformará Italia en una gran comunidad aceptante de la reglas de la mafia? ¿Se despedaza la democracia italiana para dar paso al neofascismo del siglo XXI? Las respuestas las seguirá dando el tiempo, pero los signos son inequívocamente preocupantes. De nada sirve hablar de sociedad del siglo XXI, de mundo globalizado, de comunidad internacional, si lo que se plantea en la actual Europa (que parece una sombra de la Europa humanista y renacentista), es que los derechos humanos, los Derechos del Hombre, son para unos, pero no para otros. Los unos son los ciudada-

Nadie puede ser privado de su libertad sin que exista un hecho constitutivo de delito, reza en la mayoría de las constituciones. Sin embargo, un inmigrante y, además, sin papeles, parece ser una persona de segunda o de tercera categoría para las administraciones europeas. nos europeos y, los otros, los inmigrantes (entiéndase no comunitarios) y aquellos que siempre serán considerados como inmigrantes no obstante su origen europeo (gitanos romaníes y musulmanes). Es el comienzo de una nueva era fascista. Europa continúa abriendo la puerta hacia el oscurantismo, hacia un neomedievalismo que parecía superado. ¿Será el fin de Europa? ¿Se cumplirá la predicción de la película Los hijos de los hombres? ¿Volverá Europa a la paranoia mental que dio forma al nazismo? ¿Insistirán los dirigentes europeos en dar vida a un nuevo Talo? Los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) Berlusconi quiso tipificar la situación de estar sin papeles, pero la presión española y francesa lo hicieron retroceder en su decisión. Seguirá siendo una falta, no un delito. Sin embargo, los CIEs siguen existiendo y sigue habiendo personas retenidas en contra de su voluntad por el solo hecho de ser catalogados como sin papeles. No es un delito, pero una persona en esta situación puede ser privada de su libertad por las autoridades europeas.

Países como Italia pretenden extender el tiempo de retención en estos CIEs. Demás está decir que la sola privación de la libertad sin existir un hecho constitutivo de delito es contraria a la Declaración de los Derechos del Hombre. Nadie puede ser privado de su libertad sin que exista un hecho constitutivo de delito, reza en la mayoría de las constituciones. Sin embargo, un inmigrante y, además, sin papeles, parece ser una persona de segunda o de tercera categoría para las administraciones europeas. Es decir, no es en el sentido lato del término un ciudadano y, por tanto, no está revestido de los mismos derechos que sí tiene uno considerado como tal. Esta separación entre buenos y malos, continúa siendo la peste que enturbia el ambiente de las sociedades europeas, debilita la democracia y atenta contra la integración y la conformación de una sociedad que comprenda a personas que, seguras en sus derechos y en sus deberes, contengan una mirada única, de objetivos comunes, sintiéndose parte de un proyecto propio y común a los intereses de todos los societarios. De nada sirve que Europa

cuestione a los EEUU la existencia de Guantánamo, si en suelo europeo persisten los CIEs los cuales podrían considerarse como los Guantánamo europeos. “América para los americanos” y “Europa para los europeos”, son lemas de otro siglo. Ha llegado la hora en que Europa debe decidir si se siente heredera de los principios que inspiraron la Revolución Francesa o aquellos planteó Gobineau en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas. Los primeros dieron origen a la sociedad de los hombres libres; los segundos originaron sociedades esclavas y dictatoriales. Pero esta decisión debe adoptarla no sólo la clase dirigente, sino toda la sociedad europea. Debe ser una decisión inteligente, debe analizarse y adoptarse sin temor y, para hacerlo con seguridad, Europa tiene su historia, su cultura y su arte y su amor irrefrenable por la verdad y los principios superiores del hombre. Es la hora de la voz de los triunfadores, no la de las perdedores. No es posible que el temor de estos últimos condene a Europa a épocas oscurantistas que ya han sido superadas.

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