DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO 8 de octubre de 2.006
Una mesa común servida con los panes de la unión, la comprensión, la estima, la fidelidad y el perdón El libro del Génesis nos acerca al relato de la creación que quiere ser expresión del proyecto de Dios para la pareja humana: viviendo su amor como un único ser continuando la tarea del Creador. A este pasaje hace referencia Jesús en el evangelio cuando respondiendo a los fariseos a propósito del divorcio, indica que hay que volver la mirada a la voluntad primera de Dios en la creación. Es necesario una adaptación del mensaje a nuestro tiempo, pero a veces podemos domesticarlo tanto que lo desvirtuamos. En este domingo veintisiete se nos hace una invitación a volver a las raíces. Es lo que tantos Claretianos han hecho a lo largo de estos cien últimos años entregado generosamente sus vidas en estas tierras del sur de España. Serán los dos uno solo
Estos son los orígenes como nos los cuenta el libro del Génesis. Si echamos una mirada al mundo, no parece que sea una realidad que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre; miremos, por ejemplo, a Africa donde la mujer es la servidora del varón. El hombre empieza pagando una “dote” para poder unirse a ella y ella abandona su familia para entrar a formar parte del clan del esposo.. Ella llevará todas las cargas de la familia y de la sociedad, pero no tendrá voz ni voto en asuntos familiares, comunitarios, sociales o políticos Unos fariseos se acercan a Jesús para poner lo a prueba, para polemizar con el, para rivalizar con él a ver quien queda vencedor y adquiere prestigio y autoridad social. Los fariseos aluden a una norma de Moisés (Dt 24,1) que justifica el divorcio. En este contexto polémico, Jesús responde utilizando tres argumentos sucesivos. Primero interpreta que el texto en el que se apoyan los fariseos es una concesión de Moisés a su incapacidad para entender, a su dureza de corazón.
El hombre está hecho para relacionarse, para compartir su vida con los demás. El que se encierra en sí mismo no se desarrolla plenamente como persona. Dentro de esta relación puede haber alguien a quien se abre totalmente y con el que hace un proyecto de vida, normalmente una persona del sexo contrario.. En este contexto se sitúa hoy la lectura del Génesis:”Voy a hacerle alguien como él que le ayude”.
A continuación plantea Jesús el origen de la relación entre varón y mujer desde el plan divino de la creación. Finalmente concluye con una sentencia con lo que expresa que no debe ir contra la voluntad de Dios. Pero el tema no se da por cerrado. Cuando llegan a casa continúa instruyendo a los discípulos. Esta vez fundamenta su enseñanza en el decálogo básico de Israel, expresión de la alianza entre Dios y su pueblo.
Ese otro es una persona dotada de inteligencia y libertad que desea realizarse plenamente en la apertura al otro. Está claro que el hombre y la mujer están hechos del mismo barro y del mismo tronco. Este es el deseo de Dios, que el hombre se una a su mujer y sean una sola carne.
Así, pues, el matrimonio entre creyentes responde al plan primero de Dios que invitó a las personas a una unión de dos libertades, que desde la diversidad buscan la posibilidad de construir un proyecto común basados en unas relaciones de amor.
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Esta vida en común está evolucionando en muchas aspectos para bien; se ha pasado de una familia autoritaria y con hegemonía paterna a una familia más democrática donde cada miembro ejerce su libertad y responsabilidad, con sus derechos y obligaciones. Pero también es verdad que el matrimonio y la familia están sufriendo una profunda crisis; sobre todo, desde ciertas instancias sociales y desde ciertas leyes que trivializan el divorcio, el aborto: La ley que equipara las parejas de hecho al matrimonio institucional esta creando una especie de matrimonio light que se está imponiendo entre la gente joven. El “para siempre” se ha convertido en “mientras nos vaya bien”, o “hasta que nos cansemos”. ¡Qué fuerte que suena eso “hasta que la muerte nos separe”!. De ahí la disminución en el número de casamientos por la iglesia que sigue manteniendo su sentido originario de manifestar el amor de Dios a su pueblo en Cristo hasta dar la vida, si es preciso, por el otro. Pero el matrimonio se puede ver no sólo como problema, sino también como solución a los problemas del hombre de hoy. Creemos que la familia es el ambiente adecuado , por lazos y afecto que crea de sangre, para constituirse en cultivo de valores básicos que nos sitúan después en la vida como personas responsables. En una sociedad deshumanizada donde las personas son cosas y números, la familia es el recinto donde se nos acoge con nombre propio y recibimos una valoración personal; frente a la agresividad y competencia que caracteriza las relaciones humanas, la familia es el espacio que queda para la acogida apacible y la palabra sincera. Necesitamos todos aportar a la mesa común de nuestras relaciones, los panes de la unión, la comprensión, la estima, la fidelidad y el perdón. Cada uno es distinto, tiene su personalidad propia, su vocación, su camino personal, pero todo arranca de ese vinculo unitivo que es amor y que nos engarza en familia. La familia así será vista no tanto como problema, sino como una solución en nuestro tiempo. Tenemos más motivos para cantar que para llorar a la familia. Hoy podríamos entonar un brindis por ese espacio del hogar que llamamos familia. Brindis por esos padres y madres que hacen del amor una donación mutua y una entrega generosa y sacrificada al cuidado de los hijos. Brindis por los hijos, síntesis viva e inseparable del padre y de la madre, primavera de la vida y futuro de la historia. En la Eucaristía nos reunimos como familia de Dios. Que el lazo que nos una sea el amor manifestado en Jesús para que nosotros lo extendamos a todos los hombres.
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DIOS HABLA Lectura del libro del Génesis 2,18-24 El Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le daré una ayuda apropiada». El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, ya que el nombre que él les diera, ése sería su nombre. El hombre impuso nombre a todos los ganados, a todas las aves del cielo y a todas las bestias del campo; pero para sí mismo no encontró una ayuda apropiada. Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un sueño profundo, y mientras dormía le quitó una de sus costillas, poniendo carne en su lugar. De la costilla tomada del hombre, el Señor Dios formó a la mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: «Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada hembra porque ha sido tomada del hombre». Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y son los dos una sola carne. Salmo responsorial (Salmo 127) R/ Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11 Pero al que fue rebajado un poco con relación a los ángeles, Jesús, le vemos coronado de gloria y dignidad por haber sufrido la muerte; de modo que, por la gracia de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos. Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien todo fue hecho, queriendo llevar a la gloria un gran número de hijos, hiciese perfecto, mediante los sufrimientos, al jefe que debía guiarlos a la salvación. Porque el santificador y los santificados tienen todos el mismo origen. Por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos. Del Evangelio de San Marcos 10,2-16 Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron con intención de tentarlo: «¿Le está permitido al hombre separarse de su mujer?». Jesús les respondió: «¿Qué os mandó Moisés?». Ellos dijeron: «Moisés mandó escribir un acta de divorcio y despedirla». Jesús les dijo: «Moisés escribió este precepto por
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la dureza de vuestros corazones. Pero al principio de la creación Dios los hizo macho y hembra. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Ya en casa, de nuevo los discípulos le preguntaron acerca de esto; Jesús les dijo: «El que se separe de su mujer y se case con otra comete adulterio contra la primera; y si la mujer se separa de su marido y se casa con otro comete adulterio». Le presentaron unos niños para que les impusiera las manos. Los discípulos los regañaban. Pero Jesús, al verlo, se indignó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él». Los tenía en brazos y los bendecía imponiéndoles las manos. Comentario: Saliendo definitivamente de Galilea, Jesús prosigue su camino hacia la región de Judea. Su m eta final es la ciudad santa de Jerusalén, donde “el Hijo del hombre va a ser entregado...” (cf. 10,33). Durante el itinerario, según su costumbre, Jesús no cesa de hablar y enseñar al pueblo. Sus palabras van dirigidas a todos los presentes, aun cuando Marcos señala que los discípulos reciben una aclaración especial de su predicación (vv. 1012). No obstante, la atención del evangelio de hoy está centrada en la pregunta que un grupo de fariseos form ula a Jesús acerca de un asunto delicado y comprometido: el matrimonio y el divorcio. Cabe destacar desde el principio que su pregunta, calificada de tentadora, dejará al descubierto la dureza (esclerosis) de sus corazones (v. 5), en claro contraste con la candidez y pureza de los niños que se acercan y son bendecidos por Jesús al final del evangelio (vv. 13-16). Frente a la incapacidad de los fariseos por comprender el verdadero sentido de los mandatos divinos, los niños representan la correcta disposición y actitud que el hombre debe tener para entrar en el Reino de Dios (v. 15). La afirmación de Jesús sobre el m atrimonio y el divorcio aparece tam bién en otros pasajes del Nuevo Testamento y en estratos muy diversos de la tradición evangélica (Mt 5, 27-31; 19,9; Lc 16,18; cf. también 1 Cor 7,10-11). En cada uno de estos pasajes, la sentencia ofrece distinto tenor literal. ¡Señal de que la primitiva Iglesia fue concretando más y más el alcance de las palabras de Jesús y acomodándolas a las diferentes situaciones sociales! (En el evangelio de Mateo, por ejemplo, encontramos un añadido a la sentencia: “excepto en caso de concubinato”, que no procede de Jesús, pues falta en Marcos, en Lucas y en san Pablo). Como texto original, o primitivo, podemos tomar el siguiente: “Todo el que despide a su mujer, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una repudiada, comete adulterio”. ¿Qué quiere decir Jesús con esta sentencia? No podemos entenderla sin conocer primero el derecho matrimonial judío.
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Característica de este derecho es, por una parte, la gran liberalidad con que permite el divorcio. Al varón le otorga nada menos que el derecho de repudiar a su mujer, si “ya no le agrada, por encontrar alguna fealdad en ella” (Dt 24,1). Esta vaga fórmula abre al hombre mil puertas, al menos desde el punto de vista jurídico, para romper el matrimonio y abandonar a su mujer. No se requerían trámites complicados ni laboriosos ante el juez: bastaba que el hombre extendiese la carta de repudio a su esposa, y el matrimonio quedaba anulado (cf. v. 3-4). Pero importa notar que sólo el hombre podía repudiar, sólo el varón tenía este derecho. La m ujer no podía presentar la carta de repudio a su marido. Y no era éste el único aspecto en el que el derecho matrim onial judío mostraba la condición desigual de la mujer. Cuando ésta cometía adulterio con un hombre, violaba su propio matrimonio. Pero el varón que tuviera relaciones sexuales con una mujer ajena, no com etía adulterio, no violaba su propio matrimonio: violaba, a lo sumo, el matrimonio del otro varón, en el caso de que la mujer fuera casada. En definitiva, el derecho matrimonial judío, en la práctica, consideraba a la mujer, no como “consorte”, o compañera, sino como propiedad del varón, que podía ejercer sobre ella buena parte de los derechos de propiedad. ¿Por qué equipara Jesús el adulterio (que era a los ojos de los judíos la injuria máxima, un crimen capital castigado con la pena de muerte) con el repudio, que estaba legalmente permitido? Jesús no tiene sino la intención de desenm ascarar la terrible injusticia de un supuesto derecho, de un orden establecido. Jesús viene a decir a sus oyentes que su apelación al derecho vigente sobre el divorcio no es más que una manera de encubrir una injusticia palmaria. Ellos podían invocar supuestamente la ley de Dios y justificar así el despido de la esposa, pero con ello no hacían más que doblegar la voluntad de Dios a su capricho. Pues la intención de Dios era desde el principio que el matrimonio fuera un auténtico consorcio y com pañerismo entre hombre y mujer. ¡Los dos una sola carne! Es lo que nos recuerda la primera lectura tom ada del libro del Génesis. Se ubica en el contexto de la creación del hombre por Dios (Gn 2, 4-17). En esta bella narración podemos apreciar que la creación de Dios se desarrolla desde el genérico “adam”, el “hombre”, la “humanidad”, hasta la distinción entre varón y hembra (vv. 21-24). Del abstracto humanidad, la antropología del relato descubre el carácter sexual de la nueva criatura. La diversidad varón-hembra es justamente la primera explicación del hombre como “imagen y semejanza” de Dios (1,26-27). Ambos juntos ofrecen la imagen de Dios, esto es, el hom bre con la capacidad de establecer una relación interpersonal. Los hombres deben completarse en el amor. Un presupuesto esencial para el éxito del señorío que se les concede sobre toda la creación (vv. 1,29-30) es que vivan en mutuo respeto y cariño. Con su provocativa sentencia, Jesús protege a la mujer, que se ve indefensa ante el varón, sin derechos, degradada a la condición de un objeto de propiedad, y revela la voluntad de Dios, que las tradiciones humanas han desfigurado hasta dejar irreconocible su primitivo diseño.
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LA MISA DE HOY SALUDO El amor de Dios Padre que nos ha creado y nos ha dado el Espíritu de su Hijo para que vivamos en comunión con Él y con los hermanos esté con todos vosotros. MONICIÓN DE ENTRADA Bienvenidos a celebrar la Eucaristía en este segundo domingo del mes de octubre, mes misionero por excelencia. Jesús se refiere hoy al amor entre los esposos. Si los matrimonios aquí presentes fácilmente os podéis identificar con este mensaje, del mismo modo también los solteros, consagrados, separados o viudos, somos invitados a revisar nuestra vida a partir del único mandamiento del Señor: el del amor. ACTO PENITENCIAL Reconozcamos nuestra debilidad a la hora de vivir el mandamiento del amor. * Dios Padre, que nos has creado para que nos amemos. SEÑOR, TEN PIEDAD. * Dios Hijo, que nos has amado hasta dar la vida por nosotros. CRISTO, TEN PIEDAD. * Dios Espíritu Santo, que infundes en nosotros la fuerza del amor. SEÑOR, TEN PIEDAD. Dios Padre bueno, que sana el corazón del hombre con su misericordia, perdone nuestros pecados y nos dé su amor y su alegría. AMÉN. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican; derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por NSJC... MONICIÓN A LAS LECTURAS Vamos a escuchar en primer lugar un texto de las primeras páginas de la Biblia que leemos a menudo en las bodas. Porque nos habla de la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio, tal como la quiere Dios. La vida en familia, los hijos, el trabajo... son bendición de Dios. Con el salmista después vamos a pedir al Señor que nos bendiga todos los días de nuestra vida. Y, después, como segunda lectura y desde hoy hasta el final del año litúrgico, leeremos trozos de la carta a los Hebreos. Se trata de una carta dirigida a cristianos de origen judío, a los que el autor quiere mostrar que Jesucristo es superior a todas las instituciones del Antiguo Testamento.
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ORACIÓN DE LOS FIELES Con la misma confianza con que un niño se dirige a sus padres, oremos nosotros diciendo: PADRE, ESCÚCHANOS. 1. Por la Iglesia, esposa de Cristo y pueblo elegido para anunciar a los pobres la Buena Nueva del Reino, haciendo presente en el mundo el amor misericordioso y fiel de Dios, para que lleve a cabo con gozo la misión que Jesús le ha encomendado. Oremos. 2. Por el Papa Benedicto XVI, por nuestro obispo N., y por todos los pastores –sacerdotes, religiosos y laicos- que con espíritu misionero están entregando su vida por la causa del Evangelio, para que se sientan constantemente animados por la fuerza y la vida que da el Espíritu de Jesús, el primer misionero. Oremos. 3. Por nuestras familias, por los niños, los jóvenes, los mayores, los ancianos. Oremos. 4. Por las familias que se encuentran en graves dificultades, las que no tienen trabajo, las que sufren por la enfermedad, las que no se entienden. Oremos. 5. Por las parejas que se preparan para el matrimonio, y por los que en nuestras parroquias les ayudan en esa preparación. Oremos. 6. Por todos los que tienen en el mundo el gobierno de las naciones y por todos los que están constituidos en autoridad, para que contribuyan a hacer un mundo más humano y más justo, defendiendo especialmente la causa de los débiles y de los pobres. Oremos. 7. Por todos nosotros que, hermanados con Jesús, celebramos nuestra fe y la alimentamos en la Eucaristía, para que sintamos más vivamente la dimensión misionera de nuestra vida cristiana. Oremos. Escucha, Padre, nuestras peticiones. Tu amor, que todo lo puede, sabemos que nos concederá lo que necesitamos. Por JCNS. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Recibe, Señor, la oblación que tú has instituido, y por estos santos misterios, que celebramos para darte gracias, santifica a los que tú mismo has redimido. Por JCNS. ORACIÓN DE POSCOMUNIÓN Concédenos, Señor, que de tal manera saciemos nuestra hambre y nuestra sed en estos sacramentos, que nos transformemos en lo que hemos recibido. Por JCNS. Sugerencias Canto de entrada: Anunciaremos tu Reino. Prefacio del Matrimonio (Misal p. 870). Santo. Cantado. Plegaria Eucarística III. Canto de comunión: Cristo te necesita. Canto final: Santa María de la esperanza.
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