Antes de que toda cosa pasara, antes de que cualquier cosa pasara, antes de que las cosas sean claras y antes de todo lo que es nada, antes de el inicio y antes de terminar. Todos los momentos y las dedicatorias, el agravio y las penas, pasan todas las cosas y terminan las cuentas de vidrio regadas por el suelo. Hace tiempo aprendía a escribir con la máquina, hoy aprendo a contar con las manos lo que la boca no sabe callar. Ahora que son tan vanos los excesos, que cuando retiro las manos del fuego me canso de mi miedo, que largos son los momentos que se han quedado perdidos en un laberinto de sueños tibios. Apenas las cosas que van pasando, las cosas que se van quedando y lo que ni siquiera ha ocurrido piensa en lo que no puede acabar por terminar. Y apenas terminan las gotitas de la última copa de la penúltima cena, al callejón vacío de la esquina siguiente y las últimas oraciones de esta triste madrugada. Ya no me muero en los bares ni mato por celos, ni pienso ni me canso, sueño con la última palabra y termino enredado con la más barata de la esquina. Que tristes son las cosas, que largas son las penas y que tan tristes son las tristezas, ni tu ni el adiós, la pérdida y la oculta, el cuento de nunca acabar con buenos cuentos de matar. Y los coritos de letras, el amanecer y luego de tantas palabras el silencio del portón que amarra las palomas del corazón, han de llover estrellas, hoy las vi pasar.
Apenas comprendí de tantas cosas que no he terminado de entender. De las penas y de los momentos buenos, el calor del sol de mitad de la tarde y las lluvias en verano, el sol que quema cuando arde y aquel fuego eterno de la tierra que nos ha visto crecer. Los eternos recuerdos, la mujer y el amigo, los ratos de ser lo que la razón dejó pasar por las enmiendas de las personas, una cáscara de la primera persona. Y el momento ajeno de las canciones que dejaron los que ya se fueron por las avenidas vacías que atraviesan esta terca habitación. Y buscando en el diccionario alguna palabra para mi entendimiento y no encuentro sino más que un chantaje que atraviesa con sus balas mis sentimientos. Cuantas palabras que derrochan el perfume de los tiempos viejos. Ahora que ya no nos vemos, que cuando sueño es con otras y que muero con la palabra atorada en la garganta. Ahora que cuando pido un boleto de salida es para quedarme con la última amante desesperada de la estación de un tren que se queda quieto atravesando el desierto. Y los últimos títulos de las libretas, las notas de clase, el olor seco del salón, los rincones de mi alma y el permiso de un perdón, la caricia que mata cuando el sueño arrebata la tristeza de mitad de la tarde. Cuando un beso arrebata la razón, una cualquiera quiere, cuando el sol se esconde entre los grandes naranjales y las perlas de los veranos se envuelven con las sábanas húmedas de un viejo cuarto de hotel. A veces me platico de esta amiga, silenciosa y sencilla, el ave del desvelo, amiga de la luna: la que me dice que se llama Soledad.
Yo hubiera querido decir tantas cosas, ahora estas notas recorren un laberinto inexorable de números y datos, que pasan de un lugar a otro; de España a la Argentina, de Córdoba a Michoacán, las que van del cielo a Gibraltar. Las notas que recorren en medio de las oficinas y las escuelas, en casas ajenas y barrios de calles tristes, que viven en el sueño y las estrellas, las lunas y los soles despiertos. El amanecer con un sol amarillo. Cuantas palabras, cuantos diccionarios pendientes por recorrer, el adivino de nuestros sueños que es la duda de los quehaceres esfumados. Leyendo libros y buscando en las bibliotecas, guardan las botellas de ron una caja llena de fotos viejas y algunas revistas. Y todavía el recuerdo de aquel perfume de flores y frutas, la piel que no olvida, el silencio de las bocas. Salgan de repente las dudas y los periplos etéreos que se evaporan fatigosos por algún puerto casi desvanecido por las notas y los recados. # Ͳ Ͳ Ͳi
Para José Maria, el amigo del alma, para las madrugadas con las mujeres inoportunas, para el recuento de la soledad. Para Jairo, Raul, Mario, Carlos, Lidia, Claudia, Azucena, Araceli (como olvidarla), para Yaret y para la maestra que me dio clases en el bachillerato en segundo grado, para Mónica y para mis padres. Amigos, recuerdos que les he perdido el rastro desde hace ya varios meses. Tolon… * se me olvidaba, para Lucero también y para Esmeralda, Esperanza de volverlos a ver.